Durmiendo con su enemigo

Reproducimos a continuación el texto publicado el pasado 12-III- 2011 en El Perseguidor (suplemento cultural que edita los sábados Diario de Avisos) dedicado a la nueva edición que Ediciones Escalera ha incluido en su colección Precursores de las novelas Él y Ella, de la escritora tinerfeña Mercedes Pinto (1883-1976). Estos dos títulos se presentan este martes, 15 de marzo, en La librería de Mujeres (calle Sabino Berthelot, 42 en Santa Cruz de Tenerife) a las 19.30 horas. Presentan el acto Alicia Llarena y Elica Ramos.

“- ¿Le tendrá usted mucho temor, verdad, señora?- me dijo con interés una persona amiga.
- Ahora ninguno –contesté sinceramente. El miedo en las almas como la mía no viene, no puede venir, no es lógico que venga de actos cuya notoria injusticia salta a la vista de todos. El miedo sólo se adueña de estas almas cuando los absurdos toman envolturas razonables, cuando la mentira pone en el manto remiendos de verdad, cuando la locura esconde los cascabeles y le roba la balanza a la justicia… Porque yo no tengo temor a las máscaras vestidas de fantasma, sino a los fantasmas que se visten de jueces…”

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La popularidad de Mercedes Pinto –a quien se le dedicó el hoy denostado Premios de las Letras Canarias en 2009– le debe mucho a la adaptación que el realizador aragonés Luis Buñuel realizó de Él en la mejor etapa cinematográfica del cineasta, la mejicana, aunque esta versión buñueliana resulte demasiado buñueliana al explotar con su peculiar manera algunos de los momentos que describe con fría pulsión narrativa la novela de Mercedes Pinto.

Lo primero que llama la atención de Él es que se trata de un texto literario que puede sugerir a unas incómodas memorias o a una impactante y provocadora novela corta (el volumen apenas llega al centenar de páginas). También que el lector se encuentre ante un libro insólito. Insólito no solo por la fecha de su publicación (1926) sino por la voz que empleó su autora para contar esta historia de malos tratos.

Si algo sorprende de la novela Él de Mercedes Pinto es que está escrita sin apasionamiento, casi se trata de una crónica distanciada del viaje al infierno de una mujer casada con un loco. O un ogro enfermo de soberbia al que la sociedad, paradójicamente, parece darle casi siempre la razón.

Leyendo este texto, de una contemporaneidad perturbadora, parece que Pinto no quiera ejercer juicios de valor, sino detallar una serie de hechos terribles para que el lector los juzgue. La voz narradora no está teñida así de victimismo. Tampoco dramatiza los hechos que describe, se limita a exponerlos quizá porque están contados por una mujer que se hizo fuerte al entender que la crueldad solo procede de los débiles. Y a mi juicio quizá sea este uno de los rasgos más interesantes de un texto que ya se ha convertido en un clásico y que por lo tanto permanece inalterable pese al paso de los años.

En este relato que en ocasiones puede resultar casi sadomasoquista, Mercedes Pinto escribe sobre su pareja, ese Él que es pronombre no prohombre: “Yo no podía odiarlo, convencida como estaba de su irresponsabilidad. Al contrario, sentía por Él una honda y profunda piedad, que le demostraba en todo momento, haciendo olvido en ocasiones de mi dignidad de mujer, y perdonando, perdonando continuamente…Las gentes en cambio lo creían sano y unos le llamaban “malo”, otros “cruel”, y otros “raro.”

Él tiene mucho de autobiográfico. Material el de su vida que también le sirvió para moldear Ella (volumen que también ha rescatado del olvido ediciones Escalera), y que debería de ser de obligada lectura para los que aún se cuestionan la validez de las letras escritas en este pequeño pero intenso territorio disgregado que son las Canarias.

La isla, las islas, sin embargo, no aparece como geografía en Él, aunque no cuesta imaginarse este descenso consciente o no a los infiernos en unas Canarias tan apegadas a su modo de vida.

En algunos fragmentos de la novela, porque se trata de una novela escrita en fragmentos casi como si se tratara de recuerdos dispersos que la autora pretende hilvanar en las páginas a modo de pequeños pero intensos resúmenes, la protagonista habla de la enfermedad de su esposo con amigos, abogados y médicos que no le aportan soluciones. En todo caso le sugieren que continúe resignada a su calvario, incapaces de romper los rígidos esquemas de una sociedad hipócrita que prefiere no escuchar, ni hablar ni ver lo que sucede más allá de sus tranquilas viviendas.

Él por eso resulta una obra tremendamente audaz y revolucionaria. Un texto que indaga con agudeza psicológica el carácter no solo de un maltratador sino de su víctima. Que explora la extraña relación que se teje entre un hombre y una mujer. El primero enfermo, un esquizofrénico con instintos homicidas. La segunda una heroína de nuestro tiempo. Una mujer que es capaz de reflexionar: “¿Por qué era aquella lucha continuada? Cuando Él atacaba al médico en su honor, se encolerizaba éste acusándolo de malvado; cuando sufría un claro ataque de idiotez, le quería poner la camisa de fuerza. Y hasta mi madre, tan ecuánime, se levantó violenta, al oírse insultar por Él, una madrugada…
Sólo yo, entre doctores y profanos, lo cuidaba con dulzura y lo repelía con entereza, pero segura, absolutamente segura, de su completa perturbación
”.

La excelente edición de Él editada por Escalera incluye también la ponencia El divorcio como medida higiénica que impartió en 1923 en un mitin sanitario en la Universidad Central de Madrid. Con estas palabras, Pinto cerraba un programa de actos que contó con la asistencia de su Alteza Real, el príncipe don Luis Fernando de Baviera, y que fue un sonado escándalo en su época.

Entre otras reflexiones, apunta: “Yo vuelto a repetirlo, no vengo a abogar por una solución determinada porque mi actuación es mucho más humilde, es la de exponer un mal y rogaros su remedio, pero al hablar del problema de los hijos en el divorcio me ha parecido siempre muy fácil de resolver; deben estar con el sano moral y material; porque no debe establecerse un divorcio fácil como en esos Estados de América en que se separan por fútiles motivos, sino un divorcio depurado en que se pruebe con datos irrefutables que uno es el causante, y entonces, hallando motivo serio para ello, los hijos sean dados a la parte sana, como los hijos que hoy con el deficiente divorcio existente en España se entregan a la parte honrada y moral. Si se estableciera el que yo pido, el divorcio higiénico, se entregarían los hijos al esposo saludable para que, en lo posible, no sean víctimas los inocentes.”

Saludos, recomendando vivamente ambos libros, desde este lado del ordenador.

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