Un cine que no habito, dormido y que sí deja en paz a los malvados

La gala de los premios Goya pese a su mayoría de edad –veintiséis ediciones– parece que no ha superado aún su etapa de caprichosa adolescencia. Lo positivo de todo esto es que la gala, con el paso de los años, ha ido poco a poco desvistiéndose de su quiero parecerme a los Oscar de Hollywood para convertirse en una especie de fiesta familiar del cine español que no termina de cuajar como espectáculo y, como espectáculo promocional de ese cine tan divorciado de su público natural, que es el español, continúe insistiendo en no perder sus enojosos tics quizá porque sus armarios están repletos de cadáveres: los hombres y mujeres proscritos por la pequeña familia del cine español que hace posible los Goya.

La 26 edición comienza con su presentadora Eva Hache cantando con desafinada voz y dando unos pases de baile. Se suma a la danza una serie de actores como si de un karaoke se tratara y pienso entonces alucinado mientras lo veo que el numerito de entrada me recuerda al de las galas de elección de la Reina del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife solo que un poco –solo un poco– más sofisticado.

Echo de menos el humor de Andreu Buenafuente, quizá sea porque poca gracia me hace Eva Hache aunque la mujer le pone empeño y tiene algún que otro destello.

Se anuncian los primeros premios. Vemos las caras de los nominados y la frustración de los que no se llevan la dichosa estatuilla. Se lee o se improvisa desde la tribuna los discursos de agradecimiento.

Se insertan clip recomendando cómo actuar si te toca el Goya, cómo ir vestido, cómo acortar la duración de las intervenciones en las que, inevitablemente, se recordará a los padres y a los hijos.

Lo mejor de la noche, a mi juicio sin embargo, son los cortes en los que Hache se mete literalmente en los filmes que aspiran al Goya al Mejor largometraje. Logran por lo menos que sonría y aguante con estoicismo una ceremonia que se me hace larga por pesada y reiterativa.

No obstante, me parece original y divertida la entrada que Hache da a las palabras del nuevo presidente de la Academia, Enrique González Macho, un hombre con barba y gafas y acon cierto parecido con el recién nombrado presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy.

Macho, que llama a la prudencia del sector ante los cambios legislativos anunciados, sostiene que Internet no es una alternativa ni un sustituto, ni tan si quiera un complemento “al enorme esfuerzo económico que supone producir cine” y flanqueado por las vicepresidentas de la institución, Judith Colell y Marta Atura, termina su disquisición de aromas viejunos instando a todos los miembros del club, digo la Academia, a continuar en la brega con “honor y orgullo.”

Álex de la Iglesia baja entonces la cabeza ya que el honor que demanda González Macho lo toma del polémico discurso que el año pasado impartió el anterior presidente del club, el mismo de la Iglesia.

La gala continúa por vericuetos varios.

Las cámaras no dejan de ofrecer sospechosos primeros planos del actual director de TVE, el tinerfeño Santiago González, y la actriz Ana Wagener, nacida en Gran Canaria, sube a recoger su Goya a la Mejor actriz de reparto por La voz dormida, de Benito Zambrano. La cuota canaria de Goyas del cine español la completa Andrés Santana, que se hace con la estatuilla en la categoría de Dirección de producción por Blackthorne, el fallido por mimético eurowestern de Mateo Gil.

Sigue la función, a la que asiste el nuevo ministro de Cultura, José Ignacio Wert, y el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, quien manifestaba en ABC el sábado 18 de febrero: “La coyuntura es compleja por la situación económica. Debemos ver las oportunidades que tiene el cine español. Explotar las cosas buenas del actual modelo adaptándolo a las necesidades de cambio. Soy optimista, encontraremos un modelo mixto que combine las ayudas con desgravación.”

Y continúa la gala, menos politizada que años anteriores, quizá porque no está el pellejo para desencuentros. Se añade, sin embargo, algo de sal cuando Isabel Coixet sube a recoger el Goya al mejor documental, Escuchando al juez Baltasar Garzón, pero sus palabras no invocan los rabiosos espectros de aquel ¡No a la guerra! de hace unos años.

Eso sí, sube un espontáneo que exige no sé qué sobre que se rueden western en Extremadura. La Coixet, muy progre, se lo quita de encima como quien se sacude caspa del pelo.

Me estoy aburriendo. Aunque cuando escucho los delirantes comentarios del presentador de TVE que retransmite la gala dudo entre ponerme a reír o llorar.

Dice el comentarista cuando Enrique Urbizu sube a recoger el premio al Mejor guión original por No habrá paz para los malvados algo así como: “Incontestado Goya…” Y añade que Urbizu es, sin que le flaquee la voz al comentarista: “Nuestro Sam Peckimpah.”

¿Sam Peckimpah de qué?

Deja a Peckimpah tranquilo, cacho carne. Idiota, imbécil.

Afortunadamente sonrío con Santiago Segura. Sus intervenciones en los Goya se han convertido en algo así como las necesarias salidas de tono que tolera una familia en pleno proceso de descomposición al hijo que creían tonto y que sin embargo ha logrado hacer fortuna.  

Segura bromea al decir que su tetralogía Torrente es cine de arte y ensayo. Y lanza pullas ligeramente castigadoras a La voz dormida porque trata un tema que no es nada habitual en el cine español como la Guerra Civil; a Blackthorne porque recupera un género, el western, que no se rodaba en España desde Vente a ligar al Oeste; A La piel que habito porque Pedro Almodóvar puede escenificar un desencuentro con la Academia y regresar a ella como sí aquí no hubiese pasado nada y a No habrá paz para los malvados porque Santos Trinidad, el personaje que interpreta José Coronado y por el que se llevó la estatuilla al mejor actor, le recuerda a Torrente porque “es un poli corrupto y putero. Solo hace falta que se haga socio del Atlético de Madrid y fan de El Fary.”

La gala finaliza visualizando el éxito de, precisamente, No habrá paz para los malvados.

Se lleva, entre otros, el de Mejor actor, Mejor director y Mejor película.

Santiago Segura lo vaticina durante su intervención, donde explica a su manera cuál es la mecánica que emplean los académicos en apostar por unos y desechar a otros.

Revela, el muy canalla y con mucho cachondeo, la fórmula de unos premios en los que, me da a mi en la nariz, se vota a favor siempre y cuando te caiga bien el nominado. Con independencia del valor real de su trabajo.

Se castiga sin derecho de admisión –y también por omisión– a los responsables de ese escaso cine español que ha logrado ganar dinero en taquilla en 2011.

Como Torrente.

Así que como espectador siento por eso, cada vez que veo una gala de los Goya, que me dejan asistir a una fiesta de familiares y amigos que me son ajenos. A un cuéntame cómo pasó desde la barrera.

A un cine español en el que, como ciudadano español, no me reconozco y no se preocupa en incorporarme al juego.

Un cine, en definitiva, del que no tengo hábito y cuya voz dormida sí que deja en paz a los malvados.

Saludos, aún reclamando unos premios Goyos al cine canario, desde este lado del ordenador.

8 Responses to “Un cine que no habito, dormido y que sí deja en paz a los malvados”

  1. javier hernández velázquez Says:

    Es difícil valorar el nivel del cine español. Difícil o fácil si vemos que el único éxito en taquilla son Los Torrentes. BlackThorne me pareció una película fallida para los que amamos el western. Intentaba ser una continuación de Dos Hombres y un destino mezclado con Open Range y el tiro les salió por la culata.
    No habrá paz es un film con un título fantástico y una interpretación de Coronado que como comentaba José Luis Muñoz en la rweb de calibre 38: Hay películas actorales, productos que han sido diseñados exclusivamente para que un actor los interprete y mantenga en pie desde el primero al último fotograma.
    Pero no sé por qué Es paradójico porque Coronado habla menos en No habrá paz que Stallone en cualquiera de las entregas de Rambo. Me gustó que su protagonista omnipresente, Santos Trinidad, parece un guiño espagueti western… Pero, me quedé con un regusto amargo porque esperaba algo más de Enrique Urbizu (La Caja 507).
    Al menos Tarantino nos devolverá un remake de la fantástica Django en diciembre.

  2. admin Says:

    Un Django diferente el de Tarantino…

  3. el vino que tiene Ascensión Says:

    Perdón, sé que no tiene mucho que ver, pero… ¿alguien dudaba de que el Teide aún seguía activo? Echen un vistazo a esto:
    http://www.scifiworld.es/noticias.php?id_noticia=13070
    Sí, es el Teide ese que se ve al fondo vomitando titanes prometeicos y lava :D DD

  4. Leyre Says:

    Esperaba un comentario así sobre los Goya, tan esnob cómo tú. Mira tío, si quieres dártelas de alternativo, guay o cómo quieras llamarlo, abandona primero esa actitud tuya de creerse que sabe más que nadie, esa actitud de soberbia. No eres tan listo cómo crees. Más bien lo contrario: bastante tonto. Y no lo digo porque yo defienda a los Goya, que no lo hago, pero me cabrea muchísimo la gente que cree en su infinita soberbia a dar lecciones a los demás. Tú deberías recibir unas cuantas.

  5. admin Says:

    Leyre, cuántos recuerdos cariocas me trae ese nombre, le agradezco el pedestal en el que me tiene. Y no soy una persona lista, no se me equivoque usted. En todo caso soy una muy persona leída y con mucha vista, capacidades, me temo, que le faltan. Lo digo por tan insolente comentario. Una última palabra: siga visitándonos y únase al fascinante mundo de los que, como yo, estamos condenados a ser espíritus críticos.
    Besos, besitos, besotes desde este lado del ordenador.

  6. Mariano Says:

    Hoy lo que toca es felicitar al admin. Feliz cuempleaños, Eduardo.

  7. admin Says:

    Spasiva, Mariano… ¿no será usted aquel amable camarero de origen moscovita que me salvó la vida hace tan, tan, tanto tiempo en Madrid?
    No, no lo es, pero da lo mismo: Davai, Davai, tovarich!

  8. Lunaria Says:

    Pues Leyre, creo que la “crítica” del administrador es respetuosa y está dentro de lo aceptable, no veo nada snob ni soberbio ni aleccionador, aunque puedo estar de acuerdo en algunas cosas y en desacuerdo con algunas más. No entiendo su salida de tono, querida Leyre.

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