Cuatro ausencias en el cine español

La noticia la recibo el mismo día, la muerte del cineasta Javier Aguirre, el actor Manuel Tejada, la actriz Azucena Hernández y el actor de doblaje Claudio Rodríguez, la voz en español de Charlton Heston. Abro y cierro los ojos, una buena parte del cine español desaparece con ellos pero no su legado, que ahí está para descubrirlo si se da el caso.

Javier Aguirre cuenta con tres películas que, personalmente, ocupan un espacio privilegiado en la videoteca de mi memoria. La primera la quise ver desde que era un infante pero que no me dejaban ver precisamente porque era un infante. El largometraje que protagoniza Paul Naschy en el que probablemente sea su mejor trabajo es El jorobado de la morgue, una historia en la que se mezcla de todo, comenzando por un siniestro laboratorio y terminando con un foso repleto de ratas hambrientas. De fondo, el eco de ancestrales dioses lovecraftianos y un jorobado solo ante el peligro… Recuerdo que una escena tras otra era puro y descacharrante entretenimiento, solo que muy bizarro.

No he vuelto a ver la película y ya va siendo hora porque a veces merece la pena liquidar cosas de tu pasado aunque algo me dice que eso no va a ocurrir con Javier Aguirre que también es director de otra de esas películas que iluminaron mi adolescencia y continúa haciéndolo hasta ahora: El astronauta (1970), una españolísima comedia españolísima en la que Tony Leblanc está como siempre, sembrado.

La historia es rocambolesca y roja y gualda, todo contado con humor cañí, de ese Madrid que fue alegre y juvenil. En el filme Tony Leblanc dirige un grupo de simpáticos tarados para que un español sea el primero en llegar y pisar la Luna. No les revelo el final pero podría estar a la misma altura que el de El planeta de los simios solo que en clave cómica y 100 por 100 de una “España que era y es así”.

La tercera es La monja alférez (1987) que protagonizó su mujer, Esperanza Roy, y en la que cuenta la historia de Catalina de Erauso quien se fue a probar fortuna como soldado en las Américas.

Resiente al largometraje sin embargo su raquitismo presupuestario pero resulta tan interesante lo que cuenta que hace que recuerde con afecto la película. Como el caso de El jorobado de la morgue, no he vuelto a ver esta película aunque es probable que algún día loo haga cuando las negraas tormentas que nos impiden ver se desvanezcan en el aire como por arte de magia. Y magia era mucha la que tenía un cinesta que se formó en la escuela y que aprendió a dirigir a giolpe de trabajo y más trabajo sin que le diera demasiada importancia a lo que hacía. Con todo, lo que hacía estaba realizado con mimo y oficio, el sello de un profesional de eso que llamamos cine español y que cuiajó en una época porque reunía artesanos de todo tipo y no a tanta estrella estrellada como sucede, lamento decir, en la actualidad.

Saludos, hermanos y hermanas, desde este lado del ordenador

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