Escrito un día de ‘huerga’

Paseo por las calles de una capital de provincia donde la mitad de los establecimientos están cerrados, cerrados por liquidación, porque sus responsables no pudieron más y tiraron la toalla, así como por efecto de la huelga general que es el asunto que monopoliza hoy, 14 de noviembre, el mapa informativo de este país, aunque me encuentro abierto el kiosco donde habitualmente compro alguna que otra revista, algún que otro periódico y la inevitable ración de veneno –cigarrillos– con la que reduzco mis días en este solar llamada Expaña.

En tono de broma, le pregunto al quiosquero “¿por qué no has cerrado?” Y en tono donde no asoma ninguna puta broma me responde: “¿y por qué voy a cerrar?, ¿no vivimos en una democracia?”

- Vamos, vamos, no se lo tome así…

- No, si yo me lo tomo como siempre.

Mientras abro el paquete que contiene los cilindros que contaminan mis pulmones, pienso en la cantidad de películas que han reflejado en el cine esto de la huelga, aunque dos títulos –no sé la razón–  ocupan la mayor parte de mi cabeza porque, ay mi cabeza, así son las cosas.

F.I.S.T. (Norman Jewison, 1978) y Hoffa (Danny de Vito, 1992).

Las dos películas hablan de líderes sindicales. La primera se inspira, vagamente, en la vida del segundo y el segundo es un biopic sobre uno de esos estrafalarios personajes que parecen solo nacen en los Estados Unidos de Norteamérica.

Pasan a segundo plano La huelga, la deliciosa y actualísima Tiempos modernos; La ley del silencio, esa especie de Lo que el viento se llevó para las izquierdas que es Novecento, Germinal y algún título más que se escabulle por las rendijas de mi cerebro como Última salida Brooklin (Uli Edel, 1989), un filme basado en la durísima novela de Hubert Selby Jr., pero si la cito es por el descenso a los infiernos que emprende uno de sus personajes, un liberado sindical en ese barrio neoyorquino que parece la antesala del infierno.

Hay muchas más películas, claro está… Porque la clase trabajadora a la que deberíamos de pertenecer todos los que estamos en edad de trabajar, es potencialmente consumidora de eso que llaman cine… Y a veces, cuando aún tenía chispa de inteligencia, quería ver reflejado sus problemas en pantalla grande. Ken Loach, afortunadamente, continúa aún explotando esta realidad por lo que se ha convertido en una especie de cineasta de culto para una minoría que no deja de sacudir la cabeza mientras ve sus películas…

En España está Los lunes al sol, de Fernando León de Aranoa, pero yo me quedo con Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1951) y, cómo no, con esa obra maestra del neorrealismo italiano que es El ladrón de bicicletas, de Vittorio De Sica, porque son títulos en los que se pone de manifiesto la tragedia humana de los que somos gente corriente a las que las circunstancias nos empujan al vacío…

Resulta extraño pasear por una capital de provincias que solo vive cuando brilla la luz del sol, aunque hoy el firmamento esté poblado de nubes. Pero resulta mucho más extraño pasear por una capital de provincias donde la mayoría de sus tiendas están cerradas no porque sea domingo o un día de fiesta, sino porque apoyan, es un suponer, esto de la huelga…

Apenas veo a gente en la calle. Por lo que transitar por el asfalto casi parece como ser un protagonista de una película de muertos vivientes, aunque en una ciudad tan muerta como Santa Cruz de Tenerife esta sensación no debería de sorprenderme. Ni inquietarme. Pero sí que me inquieta más que sorprende porque pesa en la atmósfera argo que solo puedo describir como chungo. Una resignada tristeza que está cansada de estar resignada.

En situaciones así lo único que me apetece en encerrarme en casa, escribir y leer, también ver una película. O varias. Quizá toque repescar F.I.S.T., con aquel bronco de Stallone antes de que saliera del armario ideológico con la trilogía de Rambo, aunque se agradece que haya vuelto al redil con ese esperpento que llama Los mercenarios

La noche de ayer que ya dejó de formar parte de mí calendario existencial castigué a mi dvd con dos películas cafres y sin nada que ver con el aire que hoy se respira en media Europa aunque, pensándolo bien, igual sí tienen que ver.

Veo Plauto (David Gordon, 2004), probablemente la película más rara, rara, rara, del cine español. Una joya sin tallar escrita por esa especie de mister Proper vitaminado de farlopa que fue Coto Matamoros, y que transcurre en un circo donde si alguien resulta normal  es el payaso que da título a la cinta. Una lástima que al Matamoros se le fuera la pinza mientras escribía esta surreal carroña, también que explotara su vena literaria con el abusivo empleo de la voz en off, pero descubro a un pedazo de actor que debería de tener más carrera en eso que llaman cine patrio: el extravagante Dioni, aquí apodado Furgones por aquello de hacer el chiste fácil.

Plauto, ya ven que cosas, me hace levantar del asiento cuando llega a su trágico final para buscar en mi caótica biblioteca el Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa. Plauto abre y cierra con dos citas que saca de este volumen hartamente recomendable para los que no dejan de pensar en eso que llaman suicidio.

La segunda película que me quema los ojos es una cinta australiana, Romper Stomper (Geoffrey Wright, 1992), en la que trabaja un por aquel entonces desconocido Russell Crowe.

La historia va de descerebrados cabezas rapados australianos y transmite muy bien el panorama que nos espera si la crisis que nos empala continúa por el camino que transita. Me sorprende que este título haya pasado tan desapercibido. Claro que el tema que trata resulta ya de por sí antipático, pero es un buen vehículo para entender hasta donde puede llevar un odio absurdo cuando no se tiene nada mejor que hacer que bailar como un salvaje, beber litros de cerveza y romperle la cabeza a todos esos que no son de tu país. En la película, sufridos vietnamitas hasta que dejan de serlo.

La película, que también está escrita por Wright, contiene más sustancia… Y no deja títeres con cabeza. Todo esto aderezado con una banda sonora en la que gritan grupos skin heads loas a un IV Reich como quien se agarra a un clavo ardiendo.

Me conmociona esta película. Su bronca desmelenada, también la extraña historia de amor que surge entre dos de sus protagonistas mientras todo a su alrededor se desmorona.

Llego así a la cama confuso, preguntándome no ya dónde voy sino a dónde vamos casi todos.

Cuando escribo casi todos me refiero a los que aún nos mantenemos en pie entre las ruinas más por inercia que por voluntad de sobrevivir…

El nihilismo que retratan estas dos películas tiene argo que las hace especial en estos tiempos que me ha tocado estar, por lo que no me resulta nada gratuita la elección caprichosa, porque fue eso, un capricho, que hice ayer cuando la escogí en el vídeo club al que sigo visitando porque soy un rematado romántico.

O más bien un animal de costumbre que no deja de musitar entre dientes basta ya, basta ya, que se acabe esta puñetera pesadilla de la que soy incapaz de despertarme…

Ya saben, y si no lo saben me da igual, que “si el corazón pudiese pensar, se pararía.”

Saludos, otro día fantasma, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Escrito un día de ‘huerga’”

  1. Daniel León Lacave Says:

    No se olvide usted de “Odio en las entrañas” de Martin Ritt. Mineros en lucha, infiltrados, sabotajes. Negras tormentas agitan los aires.

  2. admin Says:

    … Nubes oscuras nos impiden ver… Por cierto, que título más poderoso le pusieron en español respecto al original: The Molly Maguires… Con Centauros del desierto y Cuando el destino nos alcance de lo mejor, de lo mejor…

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