I don´t like sunday
Domingo, Enero 31st, 2010LA SILUETA OMINOSA
El revival al que estos últimos días estamos asistiendo en torno a la obra del escritor y poeta tinerfeño Félix Francisco Casanova tiene como todo revival que se precie un ligero sabor amargo. Está bien, no obstante, que en la primera y pesadillesca década del siglo XXI, la voz del poeta cobre nuevos vuelos y que incluso, como publica hoy La Opinión de Tenerife, haya gente interesada en llevar a la pantalla grande la novela El don de Vorace, proyecto cinematográfico sin embargo que “aún está verde”, explica en el mismo artículo el editor de Demipage, David Villanueva.
Todo este revuelo me hace pensar sin embargo en lo caprichosa que es la fama. También en lo sospechoso que resulta que sólo hablen bien de ti cuando hayas muerto.
Creo, aunque sólo a veces, que los que juzgan y califican sólo son benevolentes con los ausentes. Y esta idea no deja de inquietarme porque soy consciente que nos quedan aún con vida errante muchos escritores a los que ahora no se les hace ni puñetero caso precisamente porque están vivos. Así que habrá que esperar a que estén muertos. Y si cierran los ojos para la eternidad a edades tan ingratas como los 19 años, es más que probable que su cuota de fama efímera se agrande y de alguna manera se asegure si lo que dejaron escrito merece la pena.
¿SIEG HEIL?
Coincide el revival (con olor a flores muertas) de Félix Francisco Casanova con la publicación la próxima semana de una novela inédita pero primeriza de Roberto Bolaño. Se titula El Tercer Reich, pero que nadie busque paralelismos con su estupenda pero también estrafalaria La literatura nazi en América.
Confieso, oh pecador, que le cogí cierta aprensión a Bolaño cuando descubrí que era el escritor que todo postmoderno tenía que leer. Muchos amigos míos, que son postmodernos sin que lo sepan, no se cansaban en recomendarme sus novelas más famosas: Los detectives salvajes y 2666, pero fue precisamente su insistencia postmoderna lo que me obligó a dar un paso atrás y no atreverme a sumergirme en el universo de un escritor al que conozco sólo por uno de sus libros.
Bolaño, como saben ustedes, ya no está tampoco entre nosotros. Como tampoco está el sueco Stig Larsson, cuya trilogía sobre hombres que odian a las mujeres también me ha sido recomendada por muchas amigas para nada postmodernas y muy pocos amigos postmodernos.
A día de hoy sigo sin haberlas leído, aunque vi la película con la esperanza de que me animara hacerme con ellas aunque, previsible que soy, de la cinta sólo me estimuló su actriz protagonista.
FRUSTRACIONES DE UN HOMBRE LOBO ADOLESCENTE
Esto me hace reflexionar sobre las adaptaciones cinematográficas de novelas. No recuerdo ninguna que me calara pero sí algunas que me hicieron recordar lo leído mientras las contemplaba. Un escritor inteligente siempre dirá que una película inspirada en su obra no tiene nada que ver con su obra porque es otra cosa diferente.
Relaciono todo esto con uno de los momentos más frustrantes de mi infancia. En una etapa de mi vida fui un lector voraz de las aventuras de Mortadelo y Filemón, y muchas veces, mientras leías aventuras como El sulfato atómico o Magín el mago, me preguntaba cómo diablos no habían sido llevadas al cine. Todo esto se me pasaba por la cabeza antes de que interpretaran a los personajes en carne y hueso en la gran pantalla, pero lo que yo quería en aquella época era ver en el cine a Mortadelo y Filemón en dibujos animados.
Fue en el cine Rex –probablemente uno de las salas más hermosas de la capital tinerfeña reconvertida hoy en sala de fiesta in pero out…– donde exhibieron algunos cortos animados de esta chiflada pareja de agentes de la TIA.
Las películas me resultaron horrorosas. Pero lo más horroso que masticó mi cabeza no fue la decepción que sentí al contemplar aquella animación rutinaria y choricera, sino las voces que doblaban a sus protagonistas.
Así no hablaban en mis sueños ni Mortadelo ni Filemón. Más tarde me pasó con Astérix y posteriormente con Tintín.
Ustedes perdonen, pero es que detesto las tardes y noches de los domingos. Son días que me saben a final. Y lo que me sabe a final me hace delirar.
UN POBRE CHICO ENAMORADO…
Lamento, oh pecador, haber dejado pasar Katyn, la última de Andrej Wajda, en TEA. Pero tengo mis razones. Razones que son prejuicios ya que me cuesta un riñón ir al TEA porque todavía siento que le estoy poniendo los cuernos a una novia maravillosa pero muerta recientemente como fue el cine Víctor.
Esperaré a que saquen el dvd. O a que alguien me la baje de Internet si encuentro a un valiente que no le tenga miedo a nuestro cada día más inquisitorial Ministerio de Cultura.
…QUE RECUPERA SU FE EN LAS CAUSAS PERDIDAS
Recupero en casa Confesiones verdaderas, de Ulu Grosbard. Una de esas películas que no me canso de ver y que crecen con el tiempo. Se trata de un policíaco extraño, con dos hermanos (un policía cínico pero honesto que interpreta Robert Duvall y un sacerdote con vocación empresarial que asume Robert De Niro) que vuelven a unirse cuando aparece el cadáver de una prostituta troceado en un descampado en Los Ángeles (ecos de la Dalia Negra).
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto volviendo a ver una película. Y eso que este fin de semana cayó también A quemarropa de John Boorman. Claro que basada en el material literario (otra vez las adaptaciones) que la inspira no hay color.
No.
No hay color.
Saludos, a lo I don’t like sunday, desde este lado del ordenador.