Archive for Junio, 2024

Buen viaje, Ana Briongos

Jueves, Junio 27th, 2024

Al Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz, Periplo, le debo muchas cosas y entre esas muchas cosas la de conocer a personas que han dejado una huella profunda en mi memoria. Ahí están los ausentes Antonio Lozano y Javier Reverte, que se convirtieron en referentes y con los que mantuve, edición tras edición, una singular amistad. Otra de esas personas por las que guardo un recuerdo imborrable es Ana Briongos, que fallece, me entero y maldita sea la hora, por un nota que sube su amigo y también viajero Jordi Esteva en redes sociales.

Ana Briongos participó en la primera edición del Festival, hace de eso ya doce años que se dice pronto, y tuve además del honor de entrevistarla a propósito de su libro ¡Esto es Calculta!, una narración en la que cuenta su trayecto junto a Andrés, dibujante que colaboró en la legendaria revista de cómics El Víbora, por esta fascinante y caótica ciudad de la India, y relato en el que Briongos se preocupaba más por el paisaje humano que conoce que por las calles y plazas por las que aprende a moverse como pez en el agua.

Ana Briongos viajó a la ciudad de la alegría con esa idea en la cabeza, la de conocer a sus gentes y vivir con ellos durante su larga estancia en Calculta, que ausculta con precisión, lo que no evita que muchas de las páginas de este libro parezcan escritas más con el corazón que con la cabeza. Se trata por eso de un libro que sabe transmitir emociones y que conmueve al lector. Ese al menos fue mi caso.

En las páginas de ¡Estos es Calcuta! Conoceremos, entre otros, a Nilufar, una mujer cuya historia tiene ecos de tragedia shakesperiana, así como la de otros hombres y mujeres que apenas se mueven más allá de los límites de las calles en la que viven. Otro libros suyos fueron Un invierno en Kandahar, Negro sobre negro, La cueva de Alí Babá, Geografías íntimas y Mi cuaderno morado. El viaje más largo, que apareció el año pasado y que su autora promocionó sin descanso en sus redes sociales.

Tras la charla que mantuvimos en una de las salas del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz, y una vez que la escritora y viajera terminó de firmar ejemplares de ¡Esto es Calculta!, durante la cena conversamos de todo un poco en una charla en la que aparecían países y experiencias por donde había transitado nuestra protagonista. Me di cuenta que cuando se cruzaba Irán en el diálogo, sus ojos se encendían de entusiasmo, así como Afganistán, dos países que en la actualidad de aquel entonces como ahora no tenían ninguna semejanza con los que conoció cuando se lió la manta a la cabeza y se sumergió en la magia del cercano oriente siendo mujer en una tierra tradicionalmente de hombres.

Hablamos de esto y de muchas cosas más y recuerdo su sonrisa y la sensación, me pasa mucho con los escritores/as viajeros, de que se tratan de seres transparentes, carentes de maldad y sí de una inocencia que no han perdido pienso que gracias a que a lo largo de sus viajes han conocido a toda clase de personas, y estas personas suelen ser por norma general buenas personas.

No sé si fue ella u otro, pero los viajeros de verdad, los que se lanzan a recorrer mundo en mochila y sin prejuicios en la cabeza, suelen coincidir cuando afirman que en esos mundos de Dios prima la bondad por encima de la maldad. Que es más cierto que el hombre es bueno para el hombre que un lobo para el hombre. En Ana Briongos aprecié esa constatación así como el flechazo de una amistad inmediata que no necesitaba de años de maduración porque al viajero le bastan dos minutos para conocerte.

La despedí en la puerta del hotel y recuerdo su sonrisa y su adiós en el que entendí hubo una ligera sombra de tristeza. Tristeza, quién sabe, de que quizá no volveríamos a vernos que así fue lo que sucedió.

Ese mismo año, subí un comentario elogioso a ¡Esto es Calcuta! en este mismo su blog El Escobillón y Ana Briongos tuvo la gentileza de agradecerme en la bitácora unas palabras que fueron escritas más con el corazón que con la cabeza.

Por aquel momento especial y mágico, por aquella conversación pública y después privada mientras cenábamos solo me queda mirar al cielo y pensar que allá, en ese inmenso universo, brilla desde hace unos días una nueva estrella a la que nadie salvo yo le ha puesto nombre.

Buen viaje, Ana Briongos.

Marto Pariente: “Siento debilidad por la ambigüedad y la decadencia”

Miércoles, Junio 26th, 2024

La literatura de Marto Pariente es una corriente de aire fresco en un género que, como le pasa a la novela negra y criminal escrita en España, se estaba acomodando. Así que Hierro viejo (Siruela, 2024) tiene aroma de novedad, y novedad de la buena porque tanto el paisaje como los personajes son auténticos, una autenticidad que el autor describe con frases cortas y diálogos que casi parecen navajazos en un escenario que imagino polvoriento y con un nombre que anuncia donde nos vamos a meter: Balanegra. Hierro viejo es una novela que huele a campo. Un western mesetario con un protagonista, Coveiro, de los que llega porque sabe dejar huella.

En la mejor tradición de la novela negra que cultivó Jim Thompson, el universo de Hierro viejo se condensa en un espacio, Balanegra, que tiene mucho de pueblo perdido en la inmensidad de la nada y unos protagonistas, comenzando por Coveiro y terminando por el último e insensato personaje secundario que aparece en el libro, muy redondos. Se trata de una novela dura y violenta que, reitero, siento como una corriente de aire fresco en el género que se escribe en España y también fuera de sus fronteras.

- La acción de la novela transcurre en Balanegra, ¿existe esta localidad?

“Existe. Se trata de un pueblo de la provincia de Almería. Me han de perdonar los paisanos almerienses, pero decidí trasladarlo al centro de la península porque con un nombre así no pude resistirme. Al margen de esto, de la anécdota, la verdad es que su nombre es lo único real del asunto. Suelo ubicar mis tramas en poblaciones ficticias. Determinados temas como lo son la corrupción o el narcotráfico me impiden, por deferencia hacia mis vecinos, utilizar tal o cual pueblo de la comarca. Todo aquello que circunda Balanegra es real, se puede localizar en un mapa, solo los monstruos son reales”.

 - Entiendo entonces que Balanegra es algo así como un territorio mítico. Un espacio que le pertenece y del que se sirve en su literatura.

“Sí. Así es, Eduardo. Utilice territorios y escenarios comunes a otras de mis historias… Pero, en esta novela en concreto, me interesó difuminar todavía más los límites, aquello que se puede reconocer y se puede localizar en un mapa. Quise crear, tanto para el personaje principal como para el lector, la impresión de desarraigo, esa sensación que alguna vez hemos sentidos todos al regresar a un lugar querido tras mucho tiempo. Es cuando surge esa pregunta que aparece en la película Choose me: “No sé si soy yo o es la ciudad la que ha cambiado”.

- Estamos ante una novela coral aunque hay un personaje que destaca por encima de otros que es Coveiro, ¿cómo surge este personaje?, ¿está inspirado en alguien?

“Busco personajes principales que no quieren serlo, en esto Coveiro no es una excepción.  Siento debilidad por la imperfección, la debilidad, las carencias y los traumas. La ambigüedad y la decadencia. Las férreas convicciones y sus contradicciones. Las amplias creencias de miras estrechas. La maldad, la locura y la exangüe divisoria entre ambos conceptos. La estupidez humana, su ego y sus juegos de espejos. Renuncio al héroe, no a su viaje. A esto hay que sumarle la intención de crear un personaje crepuscular, sin capacidad de redención ante un pasado violento, pero con la intención de dar esa última batalla por una buena causa”.

- ¿Baraja la posibilidad de escribir una precuela con Coveiro?

“Cuestión recurrente, jejeje. Suelen preguntarme por otros de mis personajes, los hermanos Trinidad, Riley, Frank y Eliana, los Bobby. Es un halago, la verdad. Esto quiere decir que los personajes gustan, son verosímiles y la pátina de humanidad está bien trabajada. La verdad es que todavía no me planteo la posibilidad de repetir con ninguno de ellos. Estoy en una etapa de mi aprendizaje como escritor en la que considero que forzarme a seguir creando me puede aportar más. Me obliga a seguir trabajando esta parte creativa de la narración”.

- En la novela los villanos se mueven por una especie de código de honor… Tiene como un aire de western, ¿qué le atrae de este género?

“Me gusta pensar que en esta vida hay que tener un plan aunque sea malo. Mi plan malo en esta ocasión, en esta novela, pasaba por contar una vieja historia en tiempos modernos. Rescatar el western crepuscular (esa última cabalgada hacia el ocaso, ese último atraco a un tren en marcha), pero trabajarlo bajo los códigos de la novela negra actual (algo que por cierto trabajaba muy bien Alexis Ravelo en muchas de sus novelas)”.

- Creo que en sus anteriores historias pasa lo mismo que con Hierro viejo, el paisaje. Tengo, de hecho la sensación de que el paisaje es determinante en este relato.

“Una premisa fundamental que me marco a fuego como escritor es tratar a los lectores como adultos; la ambientación en todas mis novelas (una parte fundamental a la hora de crear historias) se extraen de lugares que conozco de primera mano. Caminos, pueblos y carreteras que he recorrido una y mil veces. Hablo de lo que sé, de lo que conozco. Considero pues, que es lo más honesto de cara a los lectores”.

- ¿Se acoge a la leyenda de pueblo chico, infierno grande?

“Esto es una realidad interesante de explorar. La manida frase de “no es personal, solo son negocios” , en pequeña poblaciones donde todos se conocen, se disipa como el humo de los cigarrillos en el aire. Todo es personal, ese es el negocio”.

-¿Cuáles son sus influencias?

“Oh, muchas. Me gusta mentar a  Cormac McCarthy, Ken Bruen, Donald Westlake, George W. Higgins, Jim Thompson, James Crumley, James Sallis y Elmer Mendoza.  Pero en esta ocasión me gustaría hacer especial hincapié en mi querido Alexis Ravelo, en la profundidad de sus personajes, en la aridez de sus escenarios y en esa perturbadora manera de contar las cosas, una elegancia literaria que no exime del golpe, de un directo a la mandíbula. Por hablar de otros autores patrios, me influyó la especial maestría de Luis Gutiérrez Maluenda, Joe Álamo, Domingo Villar y Víctor del Árbol”.

- ¿Y cuándo nace en usted la necesidad de contar historias?

“Creo que es la sucesión lógica de las cosas. En mi caso, llegó un momento, tras un buen puñado de buenas lecturas, que la ignorancia y atrevimiento propios de la juventud, me invitaron a creer que sería posible siquiera aproximarme lo más mínimo a los autores que tanto admiraba. No fue así, por supuesto. Pero seguimos trabajando y adquiriendo herramientas para continuar creando historias”.

- ¿Y de decantarse por lo negro y criminal?, ¿qué atractivos tiene para usted el género?

“Es el género que más gusta, más me divierte e inquieta al mismo tiempo; me permite tratar temas y cuestiones universales, aderezarlos con humor y violencia, y  ligar todo esto de una manera sencilla con problemas actuales, con la falta de memoria histórica, con los espejos rotos que construyen las democracias modernas”.

- Publica en Siruela.
   
“Me produce una alegría inmensa. Cuando supe que el cruce de caminos nos deparaba esta historia juntos, me produjo la sensación de orgullo por poder sumarme a un sello de calidad y garantía y, por qué no decirlo, la responsabilidad de publicar en la misma editorial en la que lo hacían dos de mis referentes como eran Domingo Villar y Alexis Ravelo. Todo ello sin olvidarme de grandes compañeros de profesión como Teresa Cardona y Victoria González Torralba entre otros. A esto hay que sumarle, el gran equipo de trabajo de la editorial. Cecilia, Julio, Elena y todas las demás personas que sacan adelante ediciones muy cuidadas y profesionales”.

- Leo que se siente más como un contador de historias que como un literato, ¿por qué?

“Porque considero que mi fuerte reside en la trama, estructura y personajes. No descuido para nada la escritura, pero uno ha de ser consecuente con sus limitaciones para ofrecer narraciones de calidad”.

- ¿Su trabajo en la Guardia Civil ha tenido alguna influencia en su obra?

“Más las vivencias que te proporciona esta singular ocupación que el propio trabajo en sí. Obviamente que otorga conocimientos técnicos muy útiles: véase levantamiento de cadáveres, demarcaciones judiciales o el funcionamiento y los engranajes de un arma de fuego. Esto es bueno para la novela negra y criminal, sin embargo son otro tipo de conocimientos los que más me han servido a la hora de construir la trama y dar la profundidad requerida a los personajes. El duelo ante hechos luctuosos imprevisibles, las relaciones familiares, la locura, la violencia funcional… Este tipo de vivencias”.

- ¿Qué es lo que pretende decir con sus historias?

“Me gusta pensar que mis historias son el reflejo de la falta de memoria. Otros autores queridos y admirados por mí, como Víctor del Árbol, se ocupan de trabajar a brazo partido en sus novelas para que el pasado no caiga en el olvido y, de alguna manera, aprendamos la lección. Yo trato la actualidad como el espejo roto que es, sin dobleces, sin ambages, sin aleccionar. La democracia sin memoria crea monstruos cargados de razones. Amigos, esto es lo que sembramos, esto es lo que toca dejar morir este año”.

- ¿Y qué elementos destacaría de sus personajes?, ¿qué emociones son las que más le interesa explotar?

“La lealtad para con uno mismo, las relaciones de pareja con sus pequeños dramas de andar por casa, el amor incondicional entre hermanos, las deudas pendientes. En Hierro Viejo, por no descarrilar ante la pregunta, quería proponer una historia que no redimiese a Coveiro, el personaje principal, pero quería colocarle en la tesitura de hacer algo bueno por una puñetera vez en su vida. Realidades difíciles de conciliar. Esa era la idea que tenía en mente cuando creé al viejo sepulturero de Balanegra”.

- ¿Volverá a Balanegra?

“Aunque no se llame Balanegra, regreso allí una y otra vez. Es mi páramo particular, infierno a medida donde el desierto más árido lo llevan los propios personajes consigo”.

- En cuanto a estilo, ¿se considera más un escritor de mapas y brújulas, que sabe desde el inicio que va a contar o apuesta más por la improvisación?

“De mapa. La parte creativa referente a trama, estructura y personajes, está creada mucho antes de escribir siquiera la primera palabra. Puedo decir que esta parte del trabajo, me lleva muchísimo más tiempo que la escritura de la novela. Cero improvisación, lo cual no quiere decir que a lo largo del proceso, no se encuentre uno piedras en el camino”.

- La última es inevitable además de socorrida: ¿Trabaja en una nueva novela?

“Sí. No quiero adelantar nada, pero me encuentro en ese periodo de contarme la historia una y otra vez. Estoy en esa fase en la que me cuesta convencer a mi mujer de que cuando estoy mirando por la ventana, estoy trabajando”.

Saludos, se coinversó, desde este lado del ordenador

Kelly-Martínez-Grandal, en la Poeteca de Canarias

Martes, Junio 25th, 2024

La Poeteca de Canarias recibe este miércoles, 26 de abril y a partir de las 19 horas, a Kelly Martínez-Grandal, que presenta la lectura poética La paciencia de criar un animal. La Poeteca se encuentra en el Parque Estudiante Javier Fernández Quesada de la ciudad de La Laguna.

Kelly Martínez-Grandal reside en Miami y visita Tenerife por primera vez para dar a conocer sus libros más recientes, acompañada por Ramiro Rosón, coordinador de la Poeteca, en un acto literario que cuenta con el apoyo de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento y de la Universidad de La Laguna.

Kelly Martínez-Grandal nació en La Habana en 1980. Es poeta, narradora, ensayista y crítico de arte. A la edad de trece años, emigró a Venezuela junto a su familia, donde vivió hasta el 2014. Allí se licenció en Artes, con mención en Artes Plásticas y Magister en Literatura Comparada por la Universidad Central de Venezuela, institución donde también fue profesora. Además, trabajó como editora, curadora y crítica de fotografía para distintos museos e instituciones culturales. En 2014 emigró nuevamente, esta vez a Miami, Florida, donde trabaja como Editora de Producción para Penguin Random House Grupo Editorial.

Como autora, Kelly Martínez-Grandal ha publicado los poemarios Medulla Oblongata (2017), Zugunruhe (2020, ganador de la Medalla de Plata al mejor libro bilingüe, Premio Juan Felipe Herrera, International Latino Books Award) y Una luna anacoreta (2021), así como el libro de cuentos Muerte con campanas (2021). Textos de su autoría están incluidos en las antologías 100 mujeres contra la violencia de género (2014), Equívocos. Poetas cubanos del siglo XXI (2021) e Iluminado artificio. Ensayos sobre la obra de Mercedes Roffé (2022) entre otras publicaciones.

Saludos, estén atentos, desde este lado del ordenador

Ciudad en ruinas, la última novela de Don Winslow

Lunes, Junio 24th, 2024

La literatura negra y criminal norteamericana pierde con Don Winslow a uno de sus escritores de cabecera pero la política de su país gana, al contrario, a un hombre de leyes que quizá pueda despertar a muchos de sus conciudadanos ante la amenaza que supone que Donald Trump repita como presidente de los Estados Unidos. Esa es la razón que ha hecho pública el autor de El poder del perro para explicar por qué abandona la literatura, un abandono que hace con “conciencia política”, lo que multiplica el valor de Ciudad en ruinas, su última novela y título que cierra la trilogía Danny Ryan tras Ciudad en llamas y Ciudad de sueños, tres volúmenes que están claramente inspirados en La Iliada, La Odisea y La Eneida, y que se desarrollan en tres grandes y conocídisimas ciudades estadounidenses como son Providence, Los Ángeles y ahora Las Vegas.

Es más que probable que iniciada la lectura de Ciudad en ruinas el lector iniciado, el conocedor de los dos títulos anteriores, se sienta desorientado ya que cuesta trabajo recordar a los vivos y a los muertos que aparecen y desaparecen en las dos novelas anteriores pero Winslow tiene el oficio suficiente para que esta anomalía se liquide a medida que se avanza en las páginas de la tercera y última entrega de la saga, un libro que como Ciudad en llamas y Ciudad de sueños sabe captar enseguida la atención del lector.

En Ciudad en ruinas hay violencia y también amor. Como descendiente de irlandeses, Danny Ryan siente especial apego por la familia aunque no tanto por la religión como nos dio a entender en Ciudad en llamas, el primer libro de una trilogía sobre la mafia y organizaciones dedicadas al crimen que pueden estar vagamente inspiradas en la vida real aunque en este caso las influencias se apegan más a los tres textos clásicos que mencionamos con anterioridad.

Ciudad en ruinas reúne, por otra parte, lo mejor y lo peor de este escritor que saltó a la fama tras la publicación de El poder del perro, y que amplió con dos volúmenes más: El cártel y La frontera que hoy se han convertido en novelas de referencia para hacerse una idea de lo que significa el negocio del narcotráfico visto a través de los ojos de un escritor estadounidense. Se tratan de libros que no se inclinan al patrioterismo acostumbrado sino que pretenden ser y lo consiguen a veces, un retrato lo más exacto posible del narco y sus nefastas consecuencias en las relaciones que mantienen dos países con una frontera tan caliente como son México y los Estados Unidos.

Si uno ha seguido con más o menos atención la carrera de Don Winslow descubrirá, entre otras cosas, que su visión se ha ido agriando con el paso de los años y, al mismo tiempo, cómo su estilo se condensaba y parte de la acción se desarrollaba a través de los diálogos. Se tratan estos libros, como Corrupción policial, de obras muy amargas y en las que apenas queda espacio para el optimismo. Es como si el escritor hubiera si no perdido la fe en el sistema, sí que erosionado su creencia de que cambiar las cosas puede ser posible. No sé si esto justifica su anunciada retirada de las letras y, por otro lado, su anunciado ingreso en la vida política norteamericana, pero Winslow insiste que si da este paso es porque hay que hacer algo para detener a ese fanfarrón llamado Donald Trump, que se convirtió en presidente de los Estados Unidos contra todo pronóstico (esa era la idea al menos en la vieja Europa) y convirtió el desprecio sobre todo a los periodistas en una de sus señas de identidad.

Es probable que harto de esta situación y de que su país dejara de ser el país en el que siempre confió, Don Winslow haya decidido dejar el teclado del ordenador por la tarima de los oradores públicos. Los que hemos crecido leyendo sus libros solo podemos desearle todo el éxito del mundo. En especial cuando viviendo tan lejos de los Estados Unidos a uno le da escalofrío pensar que ese gigante rubio con sobrepeso puede ser de nuevo presidente de la que sigue siendo la nación más poderosa de la Tierra. Poderosa en armas y poderosa en imponer su cultura.

Leo por eso Ciudad en ruinas con una vaga sensación de pesar. Pesar porque me cuesta reconocer que perdemos para siempre a Don Winslow como escritor. Pesar que se suma a la desconcertante y contradictoria sensación que me asalta cuando leo su última novela, tercer capítulo de ese gran y ambicioso fresco de clanes irlandeses e italianos que hicieron dinero explotando negocios sucios en el pequeño estado de Rhode Island para trasladarse en los libros siguientes a Los Ángeles y al almibarado pero también venenoso mundo del cine y Las Vegas, la ciudad del juego por excelencia, construida en el gran desierto del Mojave.

Al inicio de la lectura de Ciudad en ruinas el lector puede quedar desorientado, sobre todo para los que conocían las dos primeras entregas de la trilogía pero a medida que uno se adentra en esta historia cruzada de familias que se enfrentan por unos terrenos donde se va a construir un hotel que será el mejor hotel de la capital del juego, la novela toma camino y ya no deja en paz al lector hasta llegar a un final que no revelaremos pero que convencerá a los que conocen a Danny Ryan y el universo de personajes que gravita a su alrededor. No se trata, es cierto, de una de las mejores novelas de Winslow pero su galería de secundarios es convincente, dan color a un relato que finaliza la carrera literaria de uno de los grandes de la novela negra norteamericana.

Saludos, verano, desde este lado del ordenador

Hasta pronto, Donald Sutherland

Viernes, Junio 21st, 2024

“¿Qué me parece que mi hijo Kiefer y mi nieta Sarah se dediquen a hacer cine y televisión? Que son competencia. No tengo intención de retirarme en un futuro cercano”.

“Mis hijos tienen nombres tan raros porque corresponden a los apellidos de algunos de los directores con los que he trabajado. Kiefer, por Warren Kiefer; Roeg, por Nicolas Roeg; Rossif, por Frédéric Rossif; y Angus Redford, por Robert Redford. A Angus intenté llamarlo simplemente Redford, pero todo el mundo me decía que no podía ponerle a un bebé un nombre así. Lo intenté durante meses, pero al final le añadimos el Angus”.

Palabra de Donald McNichol Sutherland (Saint John, Nuevo Brunswick; 17 de julio de 1935-Miami, 20 de junio de 2024)

Ha muerto Donald, pero no el pato que habla de manera ininteligible sino el formidable actor que lo mismo hacía de bueno como de malo. En ocasiones rizando el rizo y sin caer en la parodia pero casi casi capaz de crear personajes tan en la frontera que separa lo serio de la caricatura como su Attila de Novecento, que es esa gran película sobre Italia y las luchas que mantuvieron fascistas y socialistas cuando el siglo XX todavía presumía de una lozanía que echarían a perder los dos conflictos mundiales que estallaron en su seno y se expandieron –por obra y gracia de la onda expansiva– al resto del planeta.

Si me preguntaras que no vas a hacerlo cuál es la película de la que guardo mejor recuerdo del actor te respondería sin dudarlo que La invasión de los ultracuerpos que recuerdo haber visto en el cine Víctor de la capital tinerfeña cuando los cines eran eso mismo: cines.

Conocía de antes a la estrella mediana porque brilló con luz propia pero sin la intensidad de otros compañeros de generación vaya uno a saber por qué. Igual fue porque su físico no le acompañaba. O sí porque no resultaba demasiado guapo pero le salía de dentro un atractivo animal que cuando se esforzaba pone los pelos de punta. Ahí está su versión de camisa negra desatado en esa especie de Lo que el viento se llevó que es Novecento, donde además de cantar canciones como Giovinezza, no se cansa de darle palos a los campesinos más que para imponer orden porque disfruta de la violencia desatada. A mi me gusta más como villano porque me resulta más creíble que su Attila el que interpreta en Revolución, esa olvidada película de Hugh Hudson (Carros de fuego) en la que Al Pacino busca desesperadamente a su hijo mientras las trece colonias se levantan contra el poder de la Gran Bretaña. En este largometraje de tonos grises, brumosos, Sutherland interpreta a un sargento con matices. Es malo porque es inglés pero también tiene algo de bueno cuando intenta proteger al hijo preso de Pacino del deseo libertino de los aristócratas oficiales a los que sirve.

Como secundario es uno de los doce “voluntarios” de Doce del patíbulo y volvió a ponerse el uniforme en M*A*S*H que es una película que crece en vez de decrecer con el paso del tiempo. Repite como soldado en Los violentos de Kelly, donde comparte escenas con Clint Eastwood, que lo dirigiría muchos años después en esa comedia que es Cowboys del espacio, y en la que Sutherland explota su mejor perfil para el humor interpretando a un jubilado que no ha perdido su entusiasmo por rodearse de mujeres. Rodeado de mujeres esta en Casanova, a las órdenes de Federico Fellini, un filme que para mi ilustra muy bien cómo pudo ser ese maestro del amor. Ese tipo que compartía lechos mientras el cuerpo le aguantó.

De nacionalista irlandés lo pueden ver en Ha llegado al águila, un peliculón que dirige John Sturges y hace más o menos lo mismo en la fabulosa El ojo de la aguja (Richard Marquand, 1981), al lado de Kate Nelligan, actriz que fue uno de mis primeros amores cinéfilos…

Junto a Sean Connery protagoniza El primer gran robo al tren, que dirige el también escritor Michael Crichton, un largometraje que a mi me sigue pareciendo estupendo por ellos dos y… Leslie Ann Down (otra de esas actrices que me hizo suspirar en mis mocedades). Tras el drama familiar Ordinary People (Robert Redford, 1980) aparece ya como actor de reparto en la monumental JFK y Llamaradas, entre otras. Dejándose ver a partir de entonces en películas varias pero como estrella invitada porque Donald quedaba bien donde lo pusieran. Es de los que daba una nota de prestigio al filme. Aparecía, soltaba su diálogo y desaparecía y el espectador tan contento. Además, el espectador se quedaba con la conciencia tranquila porque Sutherland dejaba heredero, su hijo Kiefer y su nieta Sarah, aunque no tengan ni la altura ni el nivel del padre y del abuelo.

Además de La invasión de los ultracuerpos a mi Donald Sutherland me toca el alma como ese profesor progre que fuma porros con sus alumnos en Desmadre a la americana (John Landis, 1978) y ya de viejito en la miniserie de Salem’s Lot, en la que interpreta al mismo personaje que James Mason en la primera miniserie original, la que dirigió Tobe Hooper.

Bien entrado el siglo XXI digamos que su carrera dejó paso a trabajos como secundario de prestigio que a protagónicos.

Su última película fue Miranda’s Victim que no he tenido el gusto de ver y que no sé si veré. El mejor homenaje que le pudo hacer es contemplar algunas de sus películas como protagonista. Klute (Alan J. Pakula, 1971) estaría bien. Es un policíaco de su tiempo que es lo mismo que decir que se trata de un gran policíaco (atmósfera oscura, personajes equívocos, diálogos que suenan como navajazos), la ya mentada Revolución, M*A*S*H y Casanova porque me gusta verlo trajeado al incómodo estilo XVIII. El mismo actor revelaría en una entrevista que si Fellini lo fichó para el personaje fue porque vio en él “los ojos de un pajillero. No sé cómo se enteró… Tuvimos una maravillosa y honesta historia de amor platónico”.

Y amor platónico es el que mantuvimos la mayoría de los espectadores que lo vimos en pantalla grande como pequeña. Hiciera lo que hiciera, salvo al histrión de Attila en Novecento, lo hizo bien. Y eso que no tenía pintas de bueno pero tampoco de malo. Si hacía una y otra cosa fue siempre por exigencias del guión. De hecho, y lo cuenta él mismo, hubo un tiempo incluso en el que podía rechazar un papel porque le resultaba “violento”. Las películas a las que dijo no fueron Deliverance y Perro de paja y sí, me cuesta pensar verlo a él haciendo el trabajo que hicieron después Jon Voight y Dustin Hoffman.

Pero en fin, el caso es que la vida de Donald Sutherland fundió a negro para convertirse no en leyenda pero sí en la estrella que fue, es y seguirá siendo por los siglos de los siglos. Y es que a veces, ahora que nadie nos lee, qué grande es el cine.

En las imágenes y comenzando por arriba, Donald Suherland en Desmadres a la americana, Casanova y La invasión de los ultracuerpos

Una relación con acento brasileño y canario

Jueves, Junio 20th, 2024

Thays Borges, de Brasil, y el canario Juanmi Mantero se conocieron en un Erasmus en Portugal, y fue allí donde se enamoraron y se comprometieron. Por desgarcia, su historia de amor se vio truncada por la enfermedad mortal que sufrió uno de ellos.

Esta conmovedora historias ha terminado por convertirse en un libro y un documental, Amor en paliativos (Canarias3puntocero) que se presenta este viernes, 21 de junio, a las 20 horas en Dharma Salud (Cabo Blanco, Arona). en un encuentro en el que se explicará el origen de la obra y la relación que unió a Thays Borges (Brasil, 1987) con el canario y farmacéutico de profesión Juanmi Mantero (1984). Por desgracia esta historia de amor tuvo un final amargo, cuando se le diagnosticó a Thais un cáncer colorrectal, que finalmente acabó con su vida de Thays.

Amor en paliativos (editado en Canarias3puntocero) narra esta historia real en una edición que incluye un álbum de fotos de la pareja y de la evolución y secuelas de la enfermedad.

La historia se completa con un documental que lleva la firma del realizador canario Carlos Calato.

Escrita en primera persona durante los últimos cuatro meses de vida de la científica, Amor en paliativos aspira a ser un manual para servir a otras personas que padezcan una enfermedad terminal, a sus parejas, familiares, amigos… Además, es un canto a la comprensión de todos los obstáculos que la sociedad y la administración pública ponen a estas personas, lo que dificulta mucho más sus últimos días de vida.

La idea de publicar la historia de esta pareja surgió del psicólogo clínico Rayco Suárez, que los acompañó en el último tramo de la vida de Thays. Como parte de la terapia individual y de pareja, los animó a escribir su historia y, para ello, se valió del periodista Juan Manuel Pardellas. Amor en paliativos es el resultado de sus respuestas a más de trescientas preguntas formuladas durante cuatro meses, un ejercicio de prospección en sus vidas, sus orígenes, sus pensamientos y su vida en común, muchos de cuyos aspectos ellos dos descubrieron durante este trabajo.

Amor en paliativos es una publicación y producción de Canarias3puntocero Ediciones (una división de la agencia Bara Bara Comunicación). Puede adquirirse en la página web www.barabaracomunicacion.com y físicamente, por el momento, en Dharma Salud (Cabo Blanco, Arona, Tenerife).

Saludos, no hay palabras, desde este lado del ordenador