La lectura de África no es un país (Capitán Swing, 2024) puede tener resultados cataclísmicos para el lector occidental y de raza blanca. El investigador Dipo Faloyin, nacido hace 35 años en Chicago, criado en Lagos y actualmente residente en Londres, no retrocede en su empeño por sacar los colores al Primer Mundo y acusarlo de ser el principal instigador de esa visión repleta de estereotipos que se tiene del continente africano. A lo largo de este ensayo, que Faloyin escribió durante el confinamiento en 2020, se habla del nacimiento del imaginario del “salvador blanco” y de la manipulación cultural que tanto el cine como los conciertos solidarios ejercen y siguen ejerciendo con África. De los grandes recitales, asegura que explotan una imagen de pobreza que no es cierta en todo el continente. En cuanto a las películas, Hollywood y el cine europeo ofrecen una mirada distorsionada de la realidad africana en la que los africanos son solo extras o actores con una o dos líneas de diálogo en cintas románticas y con tierna y nostálgica mirada colonial como Memorias de África.
Memoria pero sobre todo una firme voluntad por desmontar todos estos estereotipos es lo que animó a este escritor y periodista a denunciar la práctica ausencia de “retratos realistas” en torno a un continente al que pertenece Canarias. “Geográficamente”, apuntará alguno.
Redactor y editor jefe en VICE, el trabajo de Dipo Faloyin se centra específicamente en la cultura, la raza y la identidad en Europa, Oriente Medio y África. Sus artículos también han aparecido en The Guardian, Esquire, News-week, Dazed, i-D, Refinery 29 y Prospect, entre otros. El escritor y periodista presentó África no es un país en la XII edición de Periplo, el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras que se celebra en Puerto de la Cruz. A continuación, se reproduce parte de la conversación que mantuvo en este escenario en el que Isabel Beltrán actuó como traductora.
- ¿Qué le animó a escribir este libro?, ¿por qué África no es un país?
“Escribí este libro porque es resultado de una frustración. La que sentí siendo un niño. Nací en Chicago, Estados Unidos, y más tarde nos trasladamos a Lagos, Nigeria. Yo estaba muy orgulloso de mi cultura y de mi herencia africana pero al llegar al colegio, en Londres, la gente solo me preguntaba si el lugar donde vivía había leones porque tenían una versión distorsionada de la realidad africana. Fue una experiencia que se vino repitiendo también en mi adolescencia y ya en la edad adulta. En el libro catalizo esas frustraciones, frustraciones que de alguna manera se liberaron y me permitió escribir este libro con el objetivo de despertar la misma curiosidad que sentía por el continente africano a otras personas. Esta frustración, sin embargo, aún persiste porque no se conoce que África lo constituyen 54 países en los que se hablan más de 2.000 idiomas, entre lenguas y dialectos, así que queda aún un largo recorrido para educar a las personas y que estas mismas personas sean conscientes de la verdadera diversidad que tiene África”.
- ¿No cree que está cambiando esa percepción en las nuevas generaciones?
“Existe un cambio. Hay generaciones de jóvenes que tienen la voluntad de hablar de la historia y de las razas. También de la identidades y de las diversidad. Sin embargo, en Reino Unido algunos todavía tienen miedo de hablar porque quieren mantener ese vínculo con la identidad colonial que heredaron pero hay otra parte de la sociedad que sí quiere hablar del impacto que tuvo el colonialismo, lo que ha producido un cambio que, creo, tiene que venir de todos. El cambio tiene que ser colectivo para que la transformación resulte profunda y no se base solo en estereotipos”.
- ¿A qué edad toma usted conciencia que África son muchos países?
“La primera vez que fui a un colegio en el Reino Unido me di cuenta que existía esa idea, que África era sinónimo de pobreza, de sufrimiento, de escasez, de que todo lo malo estaba ahí pero aprendí también que era imposible que otros sitios tuvieran la gran diversidad, las formas de vida que sí reúne África. He crecido en un lugar, Nigeria, con una enorme riqueza de culturas, identidades y de manifestaciones culturales y allí aprendí que la palabra África no se puede usar para designar solo a la gente de una misma comunidad porque somos muchos. Pensar lo contrario es un concepto equivocado”.
- Y según usted, ¿qué se debe hacer para rechazar esta idea?
“Es muy importante que la gente entienda cómo se creó este continente. Es muy importante conocer lo que sucedió tras la descolonización ya que ésta no se hizo con perspectiva para que los países que nacieran de ahí alcanzaran el éxito sino que se realizó con la intención premeditada de que fracasaran. Hubo la intención real de generar el caos y de desatar una enorme violencia en los países que recientemente se habían constituido y eso lo tiene que comprender la gente para asumir el presente y para dejar de percibir África como un problema sino como un continente que alberga muchos países que han heredado una gran inestabilidad por culpa del proceso de descolonización. Ahora tenemos que trabajar para devolver su dignidad y que se entienda que África puede contribuir mucho al destino del mundo. Cada persona debe cuestionarse qué imagen le viene a la mente cuando se habla de África. ¿Se lo imagina como un país, una religión, una etnia? África se sigue percibiendo desde la cultura popular pese a que haya generaciones de africanos que han estado narrando su propia historia solo que no en las plataformas adecuadas. Es una pena que en la mayor parte de los casos la historia de África haya sido contada por gente que ni siquiera ha pisado el continente y se limita a repetir los mismos estereotipos. Esa perspectiva debe cambiar por otra que despierte la curiosidad y anime a los investigadores a visitar África para descubrir su realidad”.
- En el libro critica como occidente se ha servido de la manipulación de la cultura para mantener la idea de África como país y no como un conjunto de países.
“Occidente están muy influenciado por la “cultura africana” que recibe de los libros, las películas y las campañas en las que se muestran a niños desnutridos que no utilizarían para explicar los desafíos económicos que se dan en otras partes del mundo. Se trata, por desgracia, de una etiqueta muy adherida a África. En todo caso, deberían presentarse campañas sobre un país o una región pero no generalizarlo a toda África. Esto ha hecho que la gente haya ido creciendo con esa idea, la de que África es un lugar donde los niños se mueren de hambre. Nos han metido en la cabeza que es sinónimo de dolor, de hambrunas. La gente crece con frases como la de “niño, cómetelo todo porque los niños de África se mueren hambre”. El continente africano ha quedado al final como una representación del dolor, las hambrunas, conceptos que se transmiten también a través de las películas donde el africano siempre está en un segundo plano. Son fórmulas de cómo la gente ha ido creciendo vinculado a una idea de África que no existe porque hablamos de un continente en el que viven 1.200 millones de personas y se hablan 2.000 idiomas. Se ha hecho mucho daño también con las campañas de Navidad. Han sido terribles porque nos han hecho creer que África es un continente que no tiene agua sino miseria. Una miseria que se representa a través de imágenes de niños con lágrimas de tristeza que fluyen de sus ojos cubiertos de moscas pero esas fotografías, esos videos, no dan una verdadera imagen de lo que es África”.
- Sin embargo, en el libro habla de otras producciones recientes de Hollywood que están cambiando esa percepción. Y pone de ejemplo Black Panther.
“Sí, sobre todo porque Black Panther (Pantera Negra) da una imagen de los africanos como personajes principales, lo que rara vez pasa, y son ellos los que cuentan la historia. Hablo de esta película en el libro porque por fin hay en el cine una cultura africana con base tecnológica y que posee una identidad que nadie más tiene y es que durante generaciones se nos ha ido contado todo al revés aunque ahora tenemos un movimiento cinematográfico, Nollywood, que es una plataforma nigeriana cuyas producciones narran historias reales que suceden en el país, que es lo que necesitamos para pensar y entender nuestra realidad africana”.
- Sin embargo, alguien puede criticar esta visión que da sobre el continente africano. En África no es un país no aborda, por ejemplo, un asunto tan de actualidad como es la llegada de inmigrantes a las costas de Canarias.
“No deseo esbozar una imagen perfecta de los africanos en el libro porque se trata de un continente diverso y con historias en la que se mezclan alegría y dolor, es decir, que suceden muchas cosas. Lo que tenemos que evitar es que África se convierta en sinónimo de dolor y sufrimiento y preguntarse por qué muchas personas emprenden un viaje tan peligroso. ¿Por qué toman esa decisión? Un 90 por ciento de la emigración busca asilo en otros países del continente y en un menor porcentaje en Europa”.
- Habla del Contacto indirecto en el libro, ¿qué es el Contacto indirecto, una nueva forma de colonialismo?
“Hay una forma diferente, un cambio que se está realizando ahora mismo en el continente africano con el enorme volumen de negocios que trae China y la gigantesca influencia de su poder económico, lo que le hace suscribir acuerdos con algunos países africanos. Lo mismo sucede con Rusia y con los Estados Unidos pero se trata de un concepto diferente al colonialismo del pasado porque cada país africano tiene ahora una posición de más fuerza y puede decidir si suscribe o no esos acuerdos”.
- En África no es un país habla también de numerosos líderes africanos que derrotaron a las potencias coloniales con la no violencia.
“Mucha gente tiene la idea de que en África predominan las dictaduras pero no sabe que el 90 por cientos de los países africanos tiene democracia. Los dictadores aparecieron después del proceso de descolonización porque a las potencias coloniales les interesaba la división de sus antiguas colonias, pero África ya no es sinónimo de dictadores violentos”.
- El movimiento apareció en el norte de África pero ¿qué puede decirnos de lo que se conoció como Primavera árabe?
“Fue un periodo importante en el que la gente pudo levantar la voz y ser escuchada. Ocurrió en una serie de naciones relativamente jóvenes que han demandado un cambio sustancial en sus países, manifestándose por las calles. Se trató de gente joven mayoritariamente, gente que conoce la tecnología, la industria. De personas que trabajan para alcanzar una idea de África que resulte moderna”.
- En el libro destaca que África ha padecido distintos modos de colonialismo.
“Es muy importante entender la realidad actual africana y cómo se gestó. Cómo fue el colonialismo y cómo funcionaba y las divisiones que generaron creando países enormes como Nigeria. Lo que se pretendía era que la convivencia entre etnias resultara imposible y no pudieran coordinarse unas con otras. Es decir, se pagaba a las etnias para que se enfrentaran con el fin de controlar el país. En algunos países como Sudáfrica, Zimbabue, Namibia los antiguos colonos se quedaron con las mejores tierras y reprimieron con dureza a la población local, lo que generó mucho dolor y frustración. Francia, por ejemplo, nunca se quiso ir de África y continúa interfiriendo. Ahora se suman China y Rusia, lo que conlleva una influencia económica en el trato que mantienen con diferentes países a través de acuerdos que si no funcionan la culpa es de los africanos porque no saben lo que firman”.
- ¿Cree que los jóvenes africanos están corrigiendo los errores que cometieron sus padres y abuelos?
“Las nuevas generaciones ha aprendido mucho de los errores cometidos en el pasado, como la división étnica y rechazar a los líderes con demasiado afán de protagonismo, más celebridades que otra cosa y que arruinaron algunos de estos movimientos aunque hay otros que procuran que varias etnias confluyan y vayan en la misma dirección. Usan, y las usan bien, las redes sociales para propagar su mensaje. Es importante pensar que las generaciones pasadas, como las de mis padres, heredaron un país creado intencionadamente por las ex colonias para que nunca tuvieran éxito. Pero la generación de mis padres lo intentaron pese a todo. Intentaron poner en pie una identidad y una bandera común para todos. Que se cantara el mismo himno. Los jóvenes pueden cambiar el futuro porque ahora sí que tienen una nación que ya no está en construcción”.
- ¿Qué opinión tiene de movimientos como Black Lives Matter?, ¿algo está cambiando?
“Fue una creación muy importante porque la gente empezó a pensar sobre la raza, el colonialismo, la historia. Black Lives Matter fue un movimiento de alcance mundial que reflexionó cuestiones como ¿en qué momento del proceso estamos? Abordó con honestidad debates sobre la raza y el colonialismo que aún pueden ayudarnos a tomar decisiones”.
- Uno de los países africanos donde el peso de la represión colonial fue más violento es lo que se conoció como el Congo belga así como la aparición de Rhodesia, que fue creado por un blanco, Cecil Rhodes. En el libro menciona otros casos sangrantes sobre la construcción de otros países africanos que han quedado muy marcados por una durísima e implacable herencia colonial.
“El caso de Rhodesia es un ejemplo sangrante porque sufrió un régimen brutal hasta el punto de que los supremacistas blancos estadounidenses lo han puesto de ejemplo de lo que hay que hacer: una división étnica radical que en el caso de Rhodesia fue hecha a propósito y terminó en una violentísima guerra civil. Otro caso es el de Uganda, un país al que dificulta su unidad pueblos que viven a un lado o al otro de un mismo río”.
- Cuando se puso a investigar para África no es un país, ¿hubo algún capítulo que lo sorprendiera porque lo desconocía?
“Una de las cosas que me sorprendió durante la investigación fue descubrir lo que se ha hecho con los objetos culturales robados, una actividad que aún sigue haciéndose en la actualidad, que es la de disponer para los museos de Europa y Estados Unidos de todas estas obras de arte. Se han mantenido conversaciones para su recuperación pero se da por hecho que se puede coger cualquier cosa de África sin pedir permiso. Quienes lo hacen saben que está mal conservar esos objetos en los museos pero se ponen a hacer largos estudios con el propósito de prolongar la devolución de los mismos. Es decir, lo museos intentan bloquear el asunto con promesas que al final no llegan a ningún lado. Es necesario revisar la historia para estudiar cómo han sido las relaciones con África para, llegado el momento, hablar con los representantes de los museos e intentar hacer las cosas bien”.
DIÁSPORA
En los últimos años los integrantes de los movimientos sociales africanos que radican en Europa como Estados Unidos han hecho de lo africano una bandera y una identidad. Dipo Faloyin entiende que es un asunto complicado porque se entra en la maraña de los conceptos. Y el primero de ellos es el que plantea la pregunta ¿qué significa para ti África? Cada colectivo tiene diferentes razones, diferentes fórmulas de cómo entender la palabra. Existen grupos, dice Faloyin, que desean sentir esos vínculos, encontrar sus orígenes y también hay otros movimiento que ejercen una demanda más genérica. El autor de África no es un país explicó que en ninguna parte del libro pretendía condenar nada de todo esto ya que si sirve de algo, el libro invita en todo caso a no repetir los errores del pasado . Hay que admitir que uno forma parte de la diáspora que está desperdigada por el mundo pese a que sea un asunto complicado ya que las motivaciones son muy diferentes en la mayoría de los casos.