Réquiem por el Rastro de Santa Cruz de Tenerife
Jueves, Noviembre 7th, 2024Recelo de los que dicen con pomposidad algo trumpista “creo en lo que hago, comenzando por mi ciudad”. La ciudad no es otra que esta pequeña capital de provincias en la que vivo, cada día más descuidada y sucia, gobernada (es un decir) por un equipo municipal que obsesionado por reinventarse ha contribuido no sé si conscientemente al estado actual de esquizofrenia en la que viven sus ciudadanos.
El anuncio que hoy, jueves, aparece en la prensa local es una pieza más que se añade e inclina hacia abajo el platillo de la balanza de la política santacrucera. Se anuncia con redoble de tambor que este domingo y el próximo no habrá rastro en los aledaños del Mercado Nuestra Señora de África. La Recova, como le decimos los que somos de aquí, los chicharreros de toda la vida. El anuncio se amplia para proclamar que ya no habrá más mercadillo en esta zona de la ciudad y que éste se desplazará en próximas fechas (no se sabe cuándo) a los aparcamientos de la avenida Marítima, que fue donde lo instalaron cuando recién salíamos de la pesadilla del confinamiento provocado por la Covid-19.
Los iluminados que han tenido tan genial idea afirman que las numerosas denuncias y quejas han obligado a tomar esta decisión pero quien ahora les escribe, que lleva visitando casi todos los domingos el Rastro, nunca se encontró con situaciones vamos a decir que violentas. Es más, comprobé en más de una ocasión cómo se ayudaban los que tenían puestos cercanos. Sospecho además, que el verdadero motivo del futuro desplazamiento de nuestro peculiar zoco chicharrero es resultado de la queja de los vecinos que viven en la zona y no de las denuncias que esgrime el concejal de Servicios Públicos, Carlos Tarife (PP), que fue aquel fulano que amenazó con vigilar qué basura tiramos los ciudadanos en los contenedores de la la capital tinerfeña porque, debe ser, no tenía nada mejor que hacer. Ahora, la ha cogido con un rastro que desde que comenzó a funcionar en la avenida marítima post Covid-19 y regresó a su espacio original, los alrededores de Nuestra Señora de África y Presidencia de Gobierno, ha ido menguando cada vez más al acotarse las calles por donde antes se desparramaba con absoluta libertad.
Es probable que tanto Tarife y el señó alcarde, José Manuel Bermúdez (CC), hayan pensando en estrangular un poco más este mercado de ocasión no ya solo porque moleste a los vecinos de la zona sino también porque no les gustaba que allí se concentrara tanta gente los domingos por la mañana. Unos para hacer colas interminables en la churrería de la esquina y otros con la esperanza de encontrar el cachivache que estaba buscando nada más salir esa mañana de casa con el pan y el periódico bajo el brazo.
Podré decirle a mis descendientes que yo sí vi un rastro como los dioses mandan. También que vi cómo aquel rastro lo fueron menguando poco a poco porque, ya digo, nunca entusiasmó al actual equipo municipal, que quiere un Santa Cruz para pijos, pero pijos a los que no les moleste la suciedad de sus calles mientras se abran tiendas de ropa cara y cafeterías con precios estratosféricos.
El caso es que cuando instalen el nuevo mercadillo en los aparcamiento de la avenida marítima, justo delante del edificio de Hacienda, que alguien improvise toldos porque como haya sol las cabezas de los visitantes como la de los que están detrás de los puestos van a hervir como huevos. Sé de lo que hablo. Lo sufrí cuando recién salidos del confinamiento me dediqué a visitarlo comprobando decepcionado que aquello más que mi rastro se había convertido en un piojito, puestos de venta de ropa y zapatos baratos aunque la mayoría sean falsificados.
Y eso que Tarife asegura que andará por ahí con la porra para castigar al que venda Lacoste falsos pasándolo por uno de verdad pero qué quieren, no me lo creo. No me lo veo como no lo vi sentando (como amenazó) ante los cubos de basura para solicitar al chicharrero de a pie que le dejara ver la mierda que llevaba a cuesta… En fin, que hoy este Ayuntamiento de todo a cien me ha amargado el día mientras desayunaba con el anuncio del cierre definitivo del Rastro de su zona natural para trasladarlo a tierra de nadie. Donde por no haber, no hay ni una mísera cafetería donde tomarse el primer café de la mañana.
Llevo yendo al rastro de Santa Cruz de Tenerife desde que tengo uso de razón y de eso hace ya bastantes años. Lo he visto en todas partes, en la rambla frente al antiguo cuartel de Almeyda, hoy sede del Museo Militar; en la avenida de Anaga y en los alrededores del Mercado, que fue donde comenzó a expandirse y tomar identidad. Yo, que soy muy de rastros, y que conocí a fondo el de Madrid, siempre digo que lo que he encontrado en el de Santa Cruz de Tenerife en pocos sitios. Mi biblioteca se ha ha nutrido con muchos libros comprados a precios antediluvianos, así como mi colección de muñecos y de tazas vamos a decir que raras.
Conozco además a varios responsables de los puestos, personas que se sacan decentemente unas perras todos los domingos desde primeras horas de la mañana hasta caer la tarde, y me pregunto que será de ellos. Al Ayuntamiento, eso está claro, le resbala lo que hagan esos tipos pero a mi me consta que no los voy a ver en la nueva ubicación del rastro. Parece, en todo caso, que el equipo municipal lo que pretende es reducirlo a nada. Por eso tanta indiferencia a la hora de tomar decisión tan equivocada, decisión que borra de un plumazo otra de las señas de identidad de esta capital que solo tiene memoria para celebrar el 25 de julio, pero no para proteger y mimar un espacio que todos los domingos me hizo tan feliz porque allí, entre aquellas montañas desordenadas de libros, encontré lo que buscaba: un rayo de sol entre tanta incomprensión. Incomprensión ante las decisiones que adopta ese Ayuntamiento no ya con mirada errática sino marciana porque camufla la verdad acusando siempre al ciudadano. En el caso del rastro por peleas entre los que tienen los puestos (nunca vi una) o presuntos robos (nunca me quitaron nada de los bolsillos), esgrime Tarifa ahora sin aportar prueba alguna salvo informes (que me gustaría leer) facilitados por la policía local.
En fin, que así están las cosas en esa ciudad repleta de gente que “cree en lo que hace, comenzando por mi ciudad”.
Saludos, asquito, desde este lado del ordenador