Dando la nota

Enero 7th, 2025

* El Día de las Letras Canarias 2025 estará dedicado al poeta y narrador Rafael Romero Quesada (Las Palmas de Gran Canaria, 5 de diciembre de 1886 – ib., 4 de noviembre de 1925), más conocido como Alonso Quesada. La elección se llevó a cabo, por primera vez, mediante una comisión de expertos, siguiendo un criterio promovido por Migdalia Machín, consejera de Universidades, Ciencia e Innovación y Cultura del Ejecutivo autonómico. La conmemoración anual coincidirá con la efeméride de la prematura muerte del autor, que falleció con solo 38 años. El próximo 21 de febrero se iniciará, así, un año dedicado a la divulgación y estudio de su obra y figura, cogiendo el testigo de Ángel Guerra, autor homenajeado en 2024.

* El sábado pasado, 4 de enero, falleció en la capital grancanaria el periodista y escritor José Alemán, quien dedicó toda su vida al periodismo y al análisis de la actualidad en los medios de comunicación donde dejó su impronta. Miembro de la Academia Canaria de la Lengua desde 2001, fue autor de varios ensayos y novelas como Conocer Canarias, Canarias hoy: Apuntes a un proceso histórico, Crónicas para cuasi cuarentones, La ciudad del vacío, Libro de Familia o La quimera del islo. En 2023 le fue concedido el Premio Canarias de Comunicación.

* Alejandro Krawietz presenta nuevo libro en Ediciones La Palma, A todos los que entran es su título.

* A lo largo de este mes llega a librerías Paisajes del alma. Canarias, cine e identidad, de quien ahora redacta estas líneas. El libro está publicado por Ediciones Idea y reúne 23 entrevistas con cineastas canarios y un puñado de críticas de películas rodadas y firmadas por gente de aquí.

Saludos, ya vinieron los Reyes, desde este lado del ordenador

Diecisiete títulos de aquí

Diciembre 31st, 2024

El año termina así que es tiempo para repasar muchos de los títulos que leímos este 2024 con el entusiasmo de recomendar la lectura de algunos de ellos. También a que piensen en estos libros como posible regalo en fechas tan señaladas. Por razones ajenas, dejamos algunas de las obras recibidas en cuarentena porque no nos dio, literalmente, tiempo a leerlas antes de que se cerrase este 2024 pródigo en tantas cosas. Y muchas de ellas no necesariamente malas como podría pensarse. Entre los libros que no pudimos añadir a esta lista pero que serán de los primeros que leamos en 2025 hay varios títulos como Muerto el viejo se acabó la rabia (Fatiga Books), de Guillermo Alemán; Gambuesa (Alrevés), de Carmen J. Nieto; Alteración y fuga (Mercurio), de Elena Villamandos y El Johnny en llamas (Baile del sol), de Dani Ortiz, entre otros.

En cuanto a los que sí están en la siguiente relación hemos mezclado narrativa, ensayo, novela y cuentos. Somos conscientes, como en años anteriores, que nos dejamos muchos títulos en el tintero pero el espacio nos obliga a seleccionar estos trabajos que, al menos a quien les escribe ahora, le hicieron pasar un buen rato y de eso se trata, de pasar siempre un buen rato pero también, y al margen del entretenimiento, de tomar conciencia, de plantearse preguntas, de que lo que se lee invite a la reflexión además de dejar huella.

Una advertencia final, el orden de los títulos no obedece a ningún criterio, con esto lo que se quiere decir es que el último bien podría ser el primero y viceversa.

1.- Madres (Ediciones La Palma), vv.aa. El escritor Juan Carlos de Sancho es el responsable de hacer realidad esta antología de cuentos sobre las madres de los doce autores que colaboraron en ella. Madres cuenta con historias de, entre otros, Bruno Mesa, Jorge Fonte, Ángel Sánchez y Anelio Rodríguez Concepción, y si los cálculos no fallan, debe de tratarse de uno de los títulos mejor promocionados a lo largo de este año por su antólogo, el incansable, Juan Carlos de Sancho.

2.- El bajío (Idea/Aguere), Marcos Cova.- Más que una novela son cuentos que leídos forman un andamiaje que lo aproxima al territorio de la novela propiamente dicha pero sea una cosa u otra, esto es lo menos interesante para aproximarse a este libro que huele a mar y que se desarrolla en dos localidades marineras de la isla de Tenerife como son La Punta del Hidalgo y San Andrés, que es donde se desarrolla el epílogo de un libro que no va a dejar indiferente a nadie.

3.- Retrato del fin del mundo (Alba), Carlos Ruiz Caballero.- La historia está inspirada en una fotografía que reproduce la novela y en la que aparecen dos jóvenes anarquistas recién casados en la prisión de Fyffes. A él, Néstor Mendoza Santos, lo fusilarán poco después. A ella, Margarita Rocha Mata, le espera el exilio. Narrada con pulso, debe de tratarse Retrato del fin del mundo de las pocas novelas que hablan de “nuestra” Guerra Civil en la que sus protagonistas militan en la CNT. Los escenarios del libro se desarrollan además en La Palma y Tenerife antes, durante y finalizado el golpe militar de julio de 1936 que puso fin al sueño de la II República española.

4.- Estos niños no existen (Círculo Rojo), Carmen del Puerto.- Además de estar impecablemente editado, se trata de una obra original e innovadora en la que la escritora y periodista reconstruye la vida imaginada de unos niños que han sido creados por Inteligencia Artificial con desarmante y en ocasiones muy inquietante autenticidad, y trabajo que firma Laura Porras del Puerto.

5.- Cuando las aguas bajen (ACEN), Soledad Muñoz.- Debut el que ofrece esta escritora con su primera novela. Un policíaco que comienza en Tenerife, donde reside su protagonista, Irene Peñarroya, pero cuyo meollo se desarrolla en un lugar de La Mancha al que se traslada para la rehabilitación de un balneario que perteneció a su familia. Policíaco rural cuando se descubre un cadáver emparedado tras el muro de una bodega subterránea, uno sospecha y espera que veamos en 2025 una nueva novela escrita por su autora, quédense con el nombre: Soledad Muñoz.

6.- Pluto. La bestia de Georgia (Idea), Ángell Marr.- Escrito e ilustrado por Ángell Marr, pseudónimo tras el que se encuentra Ángel Marrero, la novela se desarrolla en las tierras pantanosas de Georgia donde habita un gigante de raza negra que está decidido a terminar con la vida de todo hombre blanco que se le cruce por el camino. Narrada con la peculiar ironía que caracteriza el estilo de su autor tanto en ilustraciones como en cómics y relatos, Ángell Marr consigue con esta historia que uno como lector le demande y le exija más. Más obras.

7.- La isla de las abejas (Baile del sol), Ulises Martín Hernández.- Se trata de uno de los escritores más originales que en la actualidad escriben de y sobre Canarias. En esta ocasión con una selección de trece cuentos en los que aborda, en ocasiones con aliento poético, distintos capítulos de la Historia del archipiélago. El escritor ya dejó en el pasado rastros de por donde transita su literatura con libros como Atis Tirma y Mitos Atlánticos, entre otros.

8.- La chica que leía a Faulkner (Ediciones Oblivium), Juan Capote.- Otras de las revelaciones de este año fue la lectura de esta novela de aparentes tintes policíacos aunque se preocupa más por presentarnos a sus dos personajes protagonistas. La historia logra involucrar al lector y que se plantee las mismas preguntas que sus personajes.

9.- 1622. El barco de las ratas (Herques), Alberto Vázquez Figueroa.- El libro incluye una novela corta del autor de Tuareg y un ensayo histórico que firman Daniel García Pulido, Manuel Lorenzo Arrocha y Juan Francisco Delgado Gómez. Hambre, tormentas, ataques piráticos y por último una invasión de ratas en todos los barcos de la flota que partiendo de Centroamérica se dirigía a España con escala en Tenerife, son solo algunos de los ingredientes que nos recupera al escritor tinerfeño que revolucionó los libros de viajes y la novela de aventuras.

10.- El juego de caer (Nectarina), David Cabrera.- Otro de esos títulos insólitos que me ha ofrecido la literatura con acento de aquí este año que se termina. También editor, David Cabrera se inspira en un caso real, el que llevó a la cárcel a José Bretón por el doble asesinato de sus dos hijos pequeños, para concebir este a ratos fascinante rompecabezas que se introduce dentro de la caótica mente de su protagonista, quien sigue manteniendo entre rejas –como el mismo Breton– que él no mató a sus hijos. Sea o no verdad, lo más desconcertante de esta novela es la forma es cómo está narrada.

11.- No es culpa de ellos, ellos no tienen la culpa (Diego Pun), Nicolás Melini.- Se trata de una selección de cuentos que el mismo autor escoge de varios de sus libros anteriores. El conjunto final termina resultando interesante porque permite seguir las huellas de su itinerario narrativo a lo largo de los años y cómo ha ido templando su estilo y cómo éste ha terminado por transformar su literatura. A nosotros, de momento, nos gusta más el primer Melini cuentista pero esto como todo es cuestión de gusto.

12.- Rastros de vidas y palabras (Mercurio), Santiago Gil.- Libro de cuentos, la mayoría de ellos nos recupera a un escritor de historias cortas que lo mismo recurre a la primera como a la tercera personas para contar desventuras que a la mayoría de los lectores les parecerán conocidas. Resulta, por otro lado, atractivo descubrir cómo el veneno del escorpión de la literatura hace efecto en un autor que si peca de algo es por su incombustible constancia.

13.- Te pondrán flores en el estómago. Nuevos flujos de literatura canaria (Ediciones La Palma), AA.VV..- Lo mejor de esta antología de nuevas voces poéticas y narrativas canarias es mostrarnos lo que hacen, por dónde transitan y cómo evolucionarán lo que ahora se encuentra en estado de ebullición. Y si bien no hay ningún cuento ni poema que me zarandee de este libro, la esperanza me mantiene. La edición está al cuidado de Paula Fernández Hernández, quien recuerda en el prólogo que esta antología existe gracias al respaldo de la escritora y poeta Elsa López.

14.- Historias de un mitin. El dilema eurocomunista (Idea), Domingo Garí.- No se han escrito demasiados libros sobre la Transición en Canarias, libros al menos con el mismo espíritu divulgativo de Historias de un mitin de 1977. El dilema eurocomunista, del profesor Domingo Garí, un texto en el que rememora la visita de Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista de España (PCE), a Tenerife y de los acontecimientos que provocó en unos tiempos muy difíciles para Canarias y España.

15.- Vida del noticioso Jorge Sargo (Diego Pun), José de Viera y Clavijo.- Escrita cuando su autor apenas contaba 15 o 16 años de edad, la editorial Diego Pun recuperó este año “la primera novela de la literatura canaria escrita y ambientada en las islas”, en este caso, la de Tenerife, durante la primera mitad del siglo XVIII. Narrada en clave de novela picaresca, la recuperación de este clásico contó para facilitar su lectura con “la modernización de la ortografía de las palabras así como la regularización y clarificación de las cláusulas sintácticas extensas o confusas”, explica el profesor José Antonio Ramos Arteaga, responsable de la edición.

16- La pistola que Millán Astray le regaló a mi abuelo, Eduardo González según una historia de Francisco Pomares.- Se trata de uno de los mejores cómics que, probablemente, se hayan publicado este año en España, y no solo por el excelente temple narrativo que caracteriza el trabajo como guionista y dibujante de Eduardo González, un maestro en el uso del blanco y negro, sino de lo que tiene de memoria y también familia un relato en el que la verdad y la mentira se confunden para convertirse en leyenda.

17.- Espantos de Santa Cruz (Fundación Canaria Cine + Cómic), Ángel Marr.- Una original revisión de las míticas estampitas de La pandilla basura solo que trasladado al universo nocturno chicharrero, poblado de personajes tan variopintos como Cuco el facha, un espectro que, vestido con camisa azul, asoma por la noche la cabeza por los alrededores del monumento a Franco. Y este es solo uno de los personajes que aparecen en este descacharrante y tan chicharrero volumen.

Saludos, último día del año, desde este lado del ordenador

Lecturas con acento canario para lidiar con un 2024 salpicado de catástrofes y conflictos

Diciembre 30th, 2024

Libros para todos los gustos. Y muchos, afortunadamente, los que hemos recibido este año en cuanto a editoriales canarias se refiere, también de sus autores/as. Es decir, que en este año que ya se nos va, hemos tenido la oportunidad de conocer nuevas voces narrativas que amplían un universo que aumenta significativamente aunque es verdad que otra cosa sería afirmar que cualitativamente. El caso es que el siguiente repaso que proponemos no pretende ser exhaustivo pero sí un inicio para evaluar cómo se mueve el sector en las islas y el nivel de lo que escriben algunos escritores/as que ya estaban y los que ahora aparecen.

No descendió, sino que me atrevería a decir que aumentó sensiblemente, el número de publicaciones en el archipiélago. Tanto, que incluso se asistió al nacimiento de nuevos proyectos editoriales como Cyberpress y al número cada vez más creciente de libros, alguno de ellos autoeditados, que siguen ahí pese a las ausentes, y si no erráticas, políticas de apoyo al sector que tanto el Gobierno de Canarias como los cabildos insulares ningunean salvo, afortunadamente, la encomiable labor que desarrolla en esta línea el Cabildo de Gran Canaria.

En este año fugaz y de continuas transformaciones se nos fueron creadores como el escultor y poeta Fernando García-Ramos y periodistas y escritores como Fernando Delgado, Olga Álvarez, José Manuel de Pablos, Pedro Guerra, Pedro González Sosa y Fran Domínguez, uno de los mejores críticos de cine que hemos tenido en estas tierras y subdirector de Diario de Avisos. También nos dijeron adiós el investigador Nicolás González Lemus y el pionero en contar en cómic la historia de Canarias, Luis Pérez Aguado. Otros que se marcharon fueron la artista y escritora referente del movimiento LGTBIQ+, Roberta Marrero, y la artista grancanaria Yolanda Graziani, el bailarín Miguel Montañez y la cantante cubana Yudith Porto.

En cuanto a políticas en favor del libro, el consejero de Cultura del Cabildo de Tenerife, José Carlos Acha, anunció la intención de reabrir la librería del Cabildo para este año entrante o el próximo, lo que habrá que ver… José Carlos Acha recuperó además la colaboración de la institución con la Feria del Libro con resultados de momento bastante irregulares y en ocasiones frustrantes como fue calendario de actividades que organizó para las ferias del libro de Santa Cruz de Tenerife como La Laguna.

La viceconsejería de Cultura lidió con los usuarios de la biblioteca infantil y juvenil de la Biblioteca Púbica del Estado de Santa Cruz de Tenerife al cerrarla por no contar con personal. El hecho movilizó protestas ante la Casa de la Cultura, sede de la Biblioteca Pública, para presionar por su reapertura. No obstante parece que este problema que pudo haber degenerado en una escandalosa ruptura espera ser subsanado antes de que finalice el año. Por otro lado, y en una de esas decisiones marcianas que a veces adopta el Ayuntamiento de la capital tinerfeña, se acordó trasladar el Rastro a un enclave que parece haber sido diseñado por su peor enemigo: la zona de aparcamientos frente al edificio de Hacienda.

El Día de las Letras Canarias estuvo dedicado al escritor Ángel Guerra, pseudónimo tras el que se encontraba el periodista y escritor José Betancort Cabrera (Teguise, 19 de marzo de 1874-Madrid, 18 de noviembre de 1950). Entre las publicaciones que recuperaron su obra apareció en Ediciones Remotas con la colaboración del Gobierno de Canarias, Relatos canarios, en una edición al cuidado de Zebensuí Rodríguez Álvarez. El área de Cultura del Gobierno de Canarias anunció también la publicación de nuevos libros en sus distintas colecciones literarias: Leopoldo, de Jorge Fonte, que se añadió a la colección Agustín Espinosa de narrativa; el poemario Lluvia de fuego en Canaán, de Juan Castro Gaviño, en Nuevas Escrituras Canarias; La latitud irreparable, de Marta Giménez, que se sumó a la biblioteca Natalia Sosa Ayala de poesía y el ensayo Turisferia, de Samir Delgado, en la colección Clavijo y Fajardo.

La Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel presentó los actos institucionales programados para la celebración del 175 aniversario de su creación y que prevé para el 14 de febrero de 2025, en TEA Tenerife Espacio de las Artes, una exposición en la que estarán representados todos los académicos y académicas que tengan obra en las disciplinas artísticas: pintura, escultura, arquitectura, fotografía y cine. En la Televisión Canaria, asistimos a la emisión del programa Lavadora de textos, dedicado a divulgar el buen uso del español con especial atención al dialecto canario, y que presentan la periodista Selene Melián y el corrector Ramón Alemán.

Por otro lado se celebraron festivales literarios para todos los gustos. Citamos solo unos pocos: Aridane Criminal, Tenerife Noir, el Observatorio Negrocriminal de Fuerteventura y Lanzarote Negra y los festivales de novela histórica que se desarrollan en Tacoronte como en La Orotava, y el de Cuentos de los Silos como el Orlando Hernández Martín dedicado a las literaturas fantásticas, de terror y de ciencia ficción en Agüímes.

También se celebraron Letras Verdes, dedicado a la literatura sobre naturaleza y mundo rural en Buenavista del Norte, Los Silos y San Miguel de Abona y la XII edición del Festival Internacional de Literaturas de Viajes y Aventuras Periplo en el Puerto de la Cruz. La poesía tuvo sus encuentros con la celebración de Voces del Extremo-Encuentro de Poesía de la Conciencia Crítica (La Laguna) y Mazapé. Festival Internacional de Poesía, en la localidad de San Juan de la Rambla, también en Tenerife. Por último, el Festival Hispanoamericano de Escritores que estuvo dedicado a Venezuela, se celebró en Los Llanos de Aridane donde la organización aprovechó para presentar la publicación de la antología El adiós de Telémaco, una rapsodia llamada Venezuela.

Antonio Álvarez de la Rosa obtuvo el Premio Ensayo de Málaga 2024 por Flaubert a la carta (Una brújula en el laberinto) (Páginas de Espuma) y presentó en Tenerife Destino de la Luz (Edalibros), una antología de la obra de Luis Feria. Otros escritores canarios que recibieron reconocimiento este año fueron Elio Quiroga, al obtener el III premio en la categoría de Novela Histórica del certamen de Vallirana por El vientre de la tierra y Pedro Flores, que fue premiado con el 21 premio César Simón con el poemario A veces la poesía es un desguace a la orilla de una carretera secundaria y el Alegría de Poesía con Nuestro nombre es piedra y el Emeterio Gutiérrez Albelo con Bajo el fuego de los altos hornos.

Sophia Hildalgo recibió por Costillas de bytes el XIV Premio Nacional de Poesía Joven del Ateneo de La Laguna y Sergio Mira Jordán, el I Premio Alexis Ravelo de Novela Negra por La sombra del océano.

Noticia triste, sobre todo para los lectores de lo oculto, medicinas alternativas y adivinaciones varias, fue el cierre de la Librería Unicornio en Santa Cruz de Tenerife, aunque abrió en La Laguna El Refugio, que presta su espacio en la calle Maya a presentaciones literarias. Por otro lado, la Librería El Águila, en La Laguna, celebró 90 años de compromiso con el libro y con los lectores.

En cuanto a nombramientos, TEA Tenerife Espacio de las Artes cuenta ya con director, Sergio Rubira y el Círculo de Bellas Artes de Tenerife nombró presidente a José Valladares. La sede de la institución, por desgracia, sigue cerrada, como la del Ateneo de La Laguna aunque los ateneístas se han preocupado por celebrar actividades si no en su sede sí que en otros espacios.

La revista digital BienMeSabe.org presentó el libro Mujer e identidad y Diego Pun, una editorial tinerfeña que se ha especializado en literatura infantil y juvenil, Vida del noticioso Jorge Sargo, una novela picaresca que José de Viera y Clavijo escribió cuando era un adolescente. El libro Umiko, de Mónica Rodríguez y Daniel Piqueras Fisk, publicado también por Diego Pun, recibió el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2024. Y ya que hablamos de literaturas para jóvenes, Víctor Álamo de la Rosa publicó La pandilla del mero Pancho en la editorial Siete islas.

Los veteranos Juan Manuel García Ramos, Alberto Vázquez Figueroa, Juan Cruz, Elsa López y Andrés Sánchez Robayna publicaron nuevas obras durante este 2024 sacudido por guerras y la amenaza, ya real, del cambio climático.

El escritor y periodista Juan Cruz presentó Érase una vez Alfaguara y La Laguna, largo paseo por el arte (Tinta blanca), un libro en el que rinde tributo a la ciudad y que cuenta con ilustraciones de José Luis Fajardo. Esta ciudad también es la protagonista de La Laguna, un aperitivo infinito (Mercurio), de Juan Manuel García Ramos, un texto que evoca a Aguere y su Universidad. El escritor y periodista Alberto Vázquez Figueroa volvió a demostrar su notable pulso narrativo en 1622. El barco de las ratas (Herques), que incluye además de la novela del autor de Tuareg, un ensayo histórico que firman los investigadores Daniel García Pulido, Manuel Lorenzo Arrocha y Juan Francisco Delgado Gómez. Luis León Barreto firmó Reguetón (Mercurio).

La poeta y escritora Elsa López amadrinó la antología Te pondrán flores en el estómago. Nuevos flujos de literatura canaria (Ediciones La Palma) y Andrés Sánchez Robayna dio a conocer el ensayo Las ruinas y la rosa (Galaxia Gutemberg-Círculo de lectores).

En cuanto a libros recibidos nos llegó La siesta del fauno (Egales editorial). Escrita en forma de diario firma la obra Ramona Gautier, pseudónimo de una reconocida escritora tinerfena. También nos llegó El Johnny en llamas (Baile del sol), de Dani Ortiz y Arenas blancas (Mercurio), de Juan R. Tramunt y El bajío (Idea), de Marcos Cova.

Mientras, y en uno de los géneros más populares ayer, hoy y mañana entre los lectores como es el negro y criminal, pudimos leer con acento de aquí una nueva entrega de las pesquisas del investigador privado Ricardo Blanco en Un arpegio de lluvia en el cristal (Alba), de José Luis Correa, que también presentó La gitanilla de Ankara (Mercurio), una historia que deambula “por todos los callejones de la narrativa: comienza como novela de viaje, que de repente se vuelve erótica, se trasviste luego en romántica y acaba en el más puro negro”. Recibimos también Muerto el viejo se acabó la rabia (Fatiga Books), de Guillermo Alemán; Gambuesa (Alrevés), de Carmen J. Nieto; la divertida La secta del volcán, de Rafa Avero, El eco de Cobain (M.A.R. Editor), de Javier Hernández Velázquez; La huésped de la casa amarilla (Suma), de Jorge Laguna y Agua mortal, La riada y El camaleón, de Jorge Rojas, que dio a conocer también Crímenes en el escenario, que reúne cuatro textos teatrales de este incombustible escritor tinerfeño.

Destacó también la novela con tintes policíacos Cuando las aguas bajen (ACEN Editorial); La chica que leía a Faulkner (Ediciones Oblivium), de Juan Capote que no es estrictamente de género pero sí que bebe de algunas de sus fuentes y Yo no seré La implorante (M.A.R. Editor), de Pablo Martín Carbajal, que tampoco es de género aunque juega con unos pocos para contar una historia en cuyo fondo domina la escultora francesa Camile Claudel. Esta novela puede ser entendida, además, como una prolongación del universo que su autor inició con Tú eres azul cobalto, libro consagrado a Frida Kalho.

Josefa Molina dio a conocer La Taxista (Mercurio); Miguel Aguerralde Las cinco muertes de Jacinto Samitier (Siete Islas) y Mónica Munch Cuento sin hada (Titanium) una novela de suspense inspirada en La Sirenita de Hans Christian Andersen.

En el apartado negro y criminal apareció en Nectarina El juego de caer, primera novela “negra” del también editor David Cabrera y en este mismo sello, Rayos X, del argentino Carlos Salem. Por último, apareció una antología de cuentos policíacos bajo el nombre de Tenerife noir (M.A.R.) que incluyó trabajos de autores/as canarios y peninsulares con resultados meridianos. Narrada desde dos puntos de vista, se publicó también 181 (Círculo rojo), de Miguel Ángel Rolland.

En los territorios de la novela histórica Jorge Fonte presentó Yo, Florentina de Llarena (Ediciones Idea) y Dulce Mª Rodríguez González la biografía novelada Delfts Blauw. De cuando Luis Van de Walller el viejo llegó a la isla de La Palma en el siglo XVI (Cartas Diferentes Ediciones) y Víctor M. Bello Jiménez la también novela Un sueño ajeno (Caballos Azules Editorial). Anaga (Idea/Aguere) de Marta Reyna Fay, resume por otro lado la historia de este macizo y La isla de las abejas (Baile del sol), de Ulises Martín Hernández, cuenta de otra forma capítulos de la historia de Canarias. En este apartado, brilló con otra luz Retrato del fin del mundo (Alba), de Carlos Ruiz Caballero, una historia de amor frustrado que transcurre entre La Palma y Tenerife antes, durante y tras el golpe militar perpetrado el 18 de julio de 1936.

En ciencia ficción y fantasía en general, se publicó la kafkiana Alteración y fugas (Mercurio), de Elena Villamandos, que presentó este año también un volumen de cuentos, Curiosas ataduras (Cuentario) (Mercurio) y la estremecedora y también cachonda Pluto, la bestia de Georgia (Idea), de Ángell Marr. Elio Quiroga regresó a librerías con Efecto túnel (Dimensiones ocultas) y Víctor Conde se metió de lleno en el universo de los Kaijus con La sombra del coloso, en una publicación del Isla Calavera Festival de Cine Fantástico de Canarias Ciudad de La Laguna y dentro de la colección Crónicas de La Laguna Negra.

Ya con otro carácter, Maca Martinón publicó Islas íntimas (Escritura entre las nubes) y se presentaron volúmenes de cuentos como la antología Te pondrán flores en el estómago. Nuevos flujos de literatura canaria, bajo el cuidado de Elsa López; Rastros de vidas y palabras (Mercurio), de Santiago Gil; Escritos antivíricos (Baile del sol), de José Manuel Marrero Henríquez; No es culpa de ellos, ellos no tienen la culpa (Diego Pun Ediciones), de Nicolás Melini y Madres, volumen en el que doce escritores rinden tributo a sus progenitoras, y que coordinó y promocionó como muy pocas veces se ha visto en estas isla el también escritor Juan Carlos de Sancho. Claudio Colina Pontes publicó Tranquilo en las montañas de Rusia (Ediciones Camelot), 99 microcuentos de 99 palabras cada uno.

En el apartado de poesía recibimos Estación definitiva, cuarenta y un sonetos de amor, furia y otras pasiones de Ramón Alemán con ilustraciones de Marta Rosado Armas. Se trata de la primera obra de carácter no lingüístico del primero, corrector y asesor lingüístico, además de ser el creador de la marca Lavadora de textos. Nicolás Dorta presentó Papel platino (Ediciones La Palma) y en la colección Ministerio del Aire de la misma editorial, Álvaro Marcos Arvelo presentó el poemario Si los pájaros hablaran y Félix Viñas El Poema es la Red Social (Ápeiron Ediciones), que se suma a La Palabra Poesía (ediciones Carena), que vio la luz también durante este 2024. Por último, Felipe García Landín dio a conocer una reedición de Poemas de andar y ver (Mercurio Editorial) muy recomendable para acercarse al universo poético de Ventura Doreste. Otros títulos publicados de poesía este año fueron País natal (El Sastre de Apollinaire), de Samir Delgado; Tiempo de entrega (Beginbook Editorial), de Susana de la Torre con ilustraciones de Augusto Vives; Indicios (Beginbook Editorial), de Javier Cabrera y En la cúpula del aire (Farallón), de José Orive.

En cuanto a libros de historia, ensayos e iniciativas varias nos encontramos con La memoria inmune, un volumen que recoge poemas y textos inéditos de Alfonso y Fernando García-Ramos; Grandes guerreras de la historia (Singularidad), de Jesús Barranco Reyes. El proyecto Amaro Pargo. Documentos de una vida (Idea), bajo el cuidado de Manuel de Paz Sánchez y Daniel García Pulido, presentó los volúmenes Compañeros de viaje y Candelaria entre guanches. También leímos Masonería, criollismo y cuestión nacional en Cuba (1808-1823), del catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna, Manuel Hernández y el investigador David Suárez nos reveló la Historia del esoterismo en España (Almuzara).

Domingo Garí publicó en la colección Memoria Histórica el libro Historia de un mitin de 1977. El dilema eurocomunista (Idea) y tanto la periodistas Carmen del Puerto como el arquitecto Carlos Pallés presentaron dos de las obras más bellamente editadas este año. Se tratan de los títulos Estos niños no existen (Círculo rojo), en la que cuenta la vida imaginada de unos niños creados por Inteligencia Artificial y Templo masónico de Tenerife, un libro recomendado a los interesados en conocer un poco más sobre esta sociedad discreta y no secreta.

Virginia González Dorta publicó en el Centro de la Cultura Popular Canaria (CCPC) La Gomera, entre Aguamul y Tejiade, un recorrido apasionado y apasionante por estos dos hermosos rincones de la isla colombina.


LA NOVELA ‘GUANCHE’ ESTÁ DE MODA

En este año que se despide asistimos a la publicación de dos novelas inspiradas en la conquista de Canarias escritas no por escritores/as de las islas sino de territorio peninsular aunque uno de ellos, Ana García y que escribe bajo el pseudónimo de Ana Salamanca, reside en Gran Canaria desde hace varios años. Este no es el caso del madrileño Santiago Díaz, aunque no le quedó más remedio que viajar a Tenerife y La Gomera varias veces para escribir Los siete reinos (Alfaguara).

Los últimos guanches (Pàmies) es la obra por la que Ana Salamanca se hizo con el XIII Certamen de Novela Histórica Ciudad de Úbeda, un libro que tiene la ambición de narrar la conquista de La Palma y Tenerife como la de describir aquella formidable empresa desde los ojos de dos mujeres: Gazmira, benahorí capturada por los castellanos que la utilizan como lengua o traductora y doña Beatriz de Bobadilla, que también aparece en la novela de Díaz. ¿Merecen la pena ambos textos?, si se obvian las licencias históricas a la que recurren ambos autores, no deja de sorprender en estas dos novelas el posicionamiento a favor de los guanches que adoptan ambos relatos, lo que es comprensible porque fueron los grandes derrotados (y también traicionados) de aquel conflicto.


BUENOS TIEMPOS PARA LOS CÓMICS

El 2024 fue un buen año en cuanto a cómics, historietas, colorines o chistes se refiere. La edición de tebeos con acento canario la encabezó la Fundación Canaria Cine + Cómics, que además de organizar Santa Cruz Cómic, este año en la plaza del Príncipe de la capital tinerfeña, publicó en la colección Delta los estudios Cómics & estudios culturales 4. Imágenes en movimiento, coordinado por Francisco Pomares y Lucas Morales y EntreVistas, de Manuel Darias, que recoge una selección de sus conversaciones con artistas del noveno arte publicadas en su página La historieta , primero en La Tarde y en la actualidad en Diario de Avisos. En la colección Archivos de la Fundación, se presentaron Gladiadores de la piscina. Historias de la Acidalio, de David Torres de Miguel; Burrow, de Moño (Mónica Umpiérrez); Un clavel ha crecido sobre tu tumba, de Javier Corzo; R&R Show, de Jonathan D. e Ibrahim C.; Isla de tisones, de Sara Cumplido Castillo; Fabiolada y otras historias, de Carlos Fabio Cabrera Martín y Humor isleño, de Eduardo Millares Sall. Se publicó también La pistola que Millán Astray le regaló a mi abuelo, con guión y dibujo de Eduardo González sobre un texto de Francisco Pomares y Espantos de Santa Cruz, de Ángell Marr. ¡¡¡Estamos jodidos!!! (Diego Pun) reunió viñetas en clave de humor de Gustavo Mederos.

Saludos, mañana más, desde este lado del ordenador

Alberto Vázquez Figueroa: “Soy un contador de historias, no un escritor”

Diciembre 26th, 2024

Viajero, periodista, contador de historias más que escritor, la literatura de Alberto Vázquez-Figueroa (Santa Cruz de Tenerife, 1936) renovó la novela de aventuras no solo en España sino más allá de sus fronteras, y sigue al pie del cañón después de cumplir el pasado 11 de octubre 88 años de edad. Su bibliografía cuenta con más de un centenar de libros en los que hay grandes y muy malas obras pero, como le gusta insistir, no es un escritor sino un contador de historias.

Alberto Vázquez-Figueroa presenta estos días 1622. El barco de las ratas (Herques, 2024), un relato basado en una historia real incluido en un libro que incorpora además de la novela, un trabajo de investigación sobre aquel fatídico suceso que firman Daniel García Pulido, Manuel Lorenzo Arrocha y Juan Francisco Delgado Gómez.

- ¿Fue un encargo escribir 1622. El barco de las ratas?

“No fue un encargo sino una invitación de un editor y amigo que me habló de esta historia bastante desconocida y que tenía tanto que ver con Canarias, porque el barco pasó por Canarias, el capitán era canario y varios de sus tripulantes también. Y me gustó la idea y le dije ¿por qué no? He escrito varias novelas sobre Canarias como Cienfuegos, Fuerteventura, Yaiza aunque para El barco de las ratas me costó bastante trabajo encontrar datos históricos. El texto original en el que se basa la novela está escrito en castellano antiguo por un fraile, Antonio Vázquez de Espinosa, que, curiosamente, tiene mi mismo apellido, así que consideré que había que darle literatura y narrar algo con aquellas ratas que son unos animales que a la mayoría de los seres humanos nos repugna. Así que imaginarme un barco lleno de ratas que se comían a los gatos y a los papagayos que traían de América, y que casi lo hacen con la tripulación me pareció interesante y estoy muy contento con el resultado final a pesar de que casi nunca estoy contento con casi ninguno de mis libros”.

- ¿Por qué?

“Porque muchos son muy malos”.

- ¿Tan malos?

“Algunos son muy malos. Los escribes, pasa el tiempo, los lees y pienso “coño, qué malo es esto”. He escrito más de un centenar de libros, y de ese centenar hay un 10 por ciento que están bien y dos o tres que son francamente buenos. Me pasa lo mismo con las películas. He escrito varias y unas salen bien y otras mal. En la vida te pasa lo mismo, si todo te saliera bien, serías como Dios aunque a Dios el ser humano le salió bastante mal”.

- ¿De cuáles de sus libros se siente más satisfecho?

“El que tuvo más éxito fue Tuareg aunque a Ébano y a Yaiza les fue bien también. Otros son muy buenos, con títulos que juegan en primera división y otros tan malos que lo hacen en tercera regional. Tengo unos diez o quince libros que pueden jugar en esa categoría pero unos cuatro o cinco que sí que juegan en primera”.

- A mi El perro me parece una novela de primera división.

“Esa también. Le tengo mucho cariño porque la escribí en un fin de semana. Se me ocurrió la idea un viernes, estaba harto de leer que el perro es el mejor amigo del hombre y pensé ¿y si un perro y una persona se odian?, y el lunes ya la tenía terminada. Se han hecho dos películas de la novela. Una está bien pero la otra es muy mala”.

- La mala se tituló Rottweiller.

“Me he negado a verla, me advirtieron que no lo hiciera porque me iba a poner de mal humor. Han convertido al perro en algo así como una criatura de Mecánica Popular, con sus tuercas y tornillos. No he visto muchas de las películas en las que se basan mis libros para no llevarme un disgusto. Me pasa lo mismo que con las novelas. El que presume que todo le sale bien está completamente equivocado”.

- ¿Le ha sido difícil escribir 1622. El barco de las ratas?

“Tuve problemas porque había que investigar mucho aunque conté con la ayuda de varios expertos que saben de historia y ellos me facilitaron los datos. En la novela aparece de donde viene vete para el carajo. En aquella época cuando alguien cometía un error lo mandaban al carajo, que era una cesta en lo alto del palo mayor donde se colocaba el vigía y en la que uno lo pasaba muy mal porque el barco se mueve constantemente. De ahí viene esa expresión”.

- En la novela aparecen personajes que existieron realmente.

“Antonio Vázquez de Espinosa existió realmente. Bartolo es su criado, más bruto que un arado y poco educado pero tiene una inteligencia natural que le permite ver muchas cosas y es un personaje clave en la novela, una novela que ve ese mundo desde distintos puntos: la mirada del fraile, la de Bartolo, la del capitán, un hombre inteligente y capacitado…”

- ¿Usted ya conocía lo que le pasó a esa flota en 1622?

“Había oído algo porque siempre investigas cosas y sabía que había pasado por el puerto de Tenerife y que el capitán en el viaje de ida era tinerfeño porque el de regreso fue otro, así que cuando me empezaron a dar más información me fue gustando la idea y como hay que escribir sobre ideas que te gusten, ahí está la novela. Además, el mundo del mar me encanta. Si me hubieran propuesto escribir sobre alpinismo, hubiera dicho que no porque las alturas no son lo mío. Lo malo no es llegar arriba sino bajar. Admiro a los montañeros”.

- ¿Echa de menos aquellos viajes?

“Claro y aquella edad y la capacidad de ir a cualquier parte. Me decían vamos cualquier sitio y al día siguiente me ponía en marcha. Durante muchos años fui corresponsal de guerra para la revista Destino y el periódico La Vanguardia y más tarde para Televisión Española así que cuando me decían tienes que ir a Bolivia, iba a Bolivia aunque el viaje era espantoso porque salías de Madrid, que está a una altura normal, hacías escala en Perú y aterrizabas en El Alto La Paz, que es un aeropuerto que está a unos cuatro mil metros sobre el nivel del mar y no te llega el oxígeno, tanto, que un compañero mío se quedó ahí muerto. Luego bajas a un valle que está a unos seiscientos o setecientos metros. Me costó subir los cuatro escalones para llegar al mostrador del hotel, que se llamaba Copacabana, porque me faltaba el aire y más tarde mascabas hojas de coca y salías a la calle a fotografiar tipos que se estaban pegando tiros. Bolivia tiene otra parte de selva que es muy bonita pero subir hasta La Paz con aquella altura era un infierno”.

- Conoce la selva, el desierto, el mar…, ¿dónde ha sido más feliz?

“No lo sé, en el desierto fui muy feliz. Llegué allí porque tras la muerte de mis padres me enviaron con unos tíos míos que vivían en el desierto. Más tarde, cuando regresé, conseguí ser submarinista en el buque-escuela Cruz del Sur donde también fui feliz y luego me vine para estudiar Periodismo hasta que el 15 de enero de 1959, y al atardecer, se presentaron dos policías de la Secreta preguntando por mi, y yo estaba acojonado, pero me dijeron que no me preocupara. Se había rebosado una presa, aunque en verdad se reventó, en el lago Sanabria y se calculaba que unas doscientas personas estaban muertas y en el fondo del lago, y como era el único buceador de escafandra, me dijeron que reuniera un grupo de buceadores autónomos para recuperar los cadáveres. Y como conocía a todos, me puse a llamarlos y empezaron a llegar de todos sitios y salimos en aquellas guaguas de la policía que llamaban lecheras escoltados por motoristas que abrían el camino. Llegamos a la zona del siniestro al amanecer del día siguiente y aquello era un desastre, solo estaba en pie parte de la iglesia y un Belén en el que quedaba la figura del rey Baltasar. El agua estaba llena de barro y muy fría y me correspondió como jefe del grupo hacer la primera inmersión con aquellos trajes que entones eran malísimos. Y comenzamos a sacar cadáveres, ninguno completo. La Guardia Civil puso unas lanchas con calderos de agua caliente porque, cuando salíamos de bucear, teníamos que meter las manos para recuperarnos un poco. Estuvimos unos diez o doce días, hasta que le dije al general de la Guardia Civil que no íbamos a sacar nada más, y que lo que podía pasar es que si seguíamos así, cualquiera del grupo iba a morir y se cerró la operación. Es uno de los momentos más desagradables que he vivido. Tenía entonces 22 años”.

– Ha sido también corresponsal de guerra.

“Las guerra son unas más crueles que otras pero yo estaba bregado y vas a cubrir conflictos porque quieres. Si no quieres, se lo dices al director y no vas, vas en todo caso a informar de un partido de fútbol. Pero si eres corresponsal de guerra dices sí. Poco a poco te vas acostumbrando a las guerras, y en algunas lo pasas mejor y en otras peor. Fueron muchos años”.

- Los corresponsales de guerra están hechos de otra pasta.

“Tienen que estarlo. Nadie te obliga a ir. Era muy joven y fardaba de eso aunque llega un momento en el que te cansas. Cuando más tiempo estás se hace más duro, es un oficio. Existe la leyenda que los corresponsales de guerra son unos crápulas pero si lo eres no duras mucho en una guerra. Tienes que saber lo que tienes que hacer y la clase de guerra en la que estás”.

- Creo que está trabajando en una nueva novela.

“Se llama Viva Palestina”.

- ¿Conoce la zona?

“Sí, he estado mucho. La novela me va a buscar muchos problemas con los judíos pero me parece que allí se están cometiendo barbaridades demasiado grandes. Netanyahu se considera el sucesor de Herodes el grande”.

- Algunas de sus obra están muy pegadas a la actualidad, ahora es Gaza…. No pierde contacto con la realida
d.
“Yo escribí una novela, Matar a Gaddafi, cuando estaba vivo y se publicó y no pasó nada aunque el miedo a la espera de una respuesta no me lo quitó nadie. Cuando Televisión Española me envió a la guerra del Chad, tuve que pasar vía Roma a Tripoli, y aproveché la escala para entrevistarlo, acababa de llegar al poder tras derrocar al rey Idris y me pareció un tipo encantador, que hablaba mucho del pueblo, pero a los tres años se convirtió en un salvaje y eso que me cayó bien al principio. Con las mujeres me pasa algo parecido: son mi perdición pero también mi bendición”.

- ¿Se considera escritor?

“Soy un contador de historias, no soy escritor. Mi literatura es muy simple pero, claro, para ser un contador de historias tienes que tener historias que contar”.

- ¿Que sus novelas sean relativamente cortas es una facultad que hereda de su pasado como periodista?

“No puedes atrapar al lector en cuatrocientas páginas pero sí en doscientas. No puedes tener a alguien haciendo algo demasiado tiempo. Cuando escribo, yo mismo soy el que me aburro y mato a los personajes porque están fastidiando demasiado. En mi novela de mayor éxito, Tuareg, maté al protagonista en la última página porque no sabía qué hacer con él. Era un héroe demasiado heroico así que decidí matarlo y el éxito de la novela fue que el tuareg muere porque si no lo hace, hubiera sido una novela de aventuras más y muchísimo menor el impacto que sintieron los lectores, que fue grande. Si lo hubiera dejado vivir sería un personaje más”.

- Escribió varias continuaciones.

“Sí, pero no son tan buenas como Tuareg”.

- ¿Cuándo escribe sabe como va a terminar la novela?

“Nunca sé lo que va a pasar en la página siguiente, si lo supiera no la escribiría”.

- 1622. El barco de las ratas es una novela histórica.

“He escrito varias novelas históricas, y unas me han salido bien y otras peor, el tiempo dirá, pero me gusta como ha quedado ésta, me parece que cuento cosas interesantes porque detrás hay un equipo que ha hecho un gran trabajo de investigación. Lo que hice fue darle un sentido de relevancia novelística a una historia que además es histórica”.

- ¿Qué escritores lo marcaron?

“Actualmente leo poco y debería de leer más, pero la literatura actual no me cuenta lo que quiero saber. Emilio Salgari y Julio Verne fueron algunos de mis héroes, me crié en el desierto del Sahara y lo único que tenía eran las novelas de mi tío, que fueron las que me formaron y mostraron otras tierras, culturas y civilizaciones que años después, mucho más tarde, pude conocer” .

LE TENGO MIEDO A LOS AEROPUERTOS

Alberto Vázquez-Figueroa cuenta con más de un centenar de libros, algunos de ellos se desarrollan en Canarias, que es “la tierra donde nací”. De hecho, durante tiempo residió a caballo entre Lanzarote y Madrid aunque últimamente ya no viaja porque “no me gustan los aeropuertos. Te quitan la botella de agua, el cinturón para que se te caigan los pantalones… No le tengo miedo a viajar, le tengo miedo a los aeropuertos”. Autor de novelas como Tuareg o El perro, presenta ahora 1622. El barco de las ratas.

Saludos, es Navidad, desde este lado del ordenador

Carlos A. Schwartz: “La fotografía es para mí, sobre todo, tiempo y memoria”

Diciembre 23rd, 2024

El mundo del libro y los actores que lo hacen posible son los protagonistas de la exposición Imágenes-Palabras, que Carlos A. Schwartz (Santa Cruz de Tenerife, 1942) expone hasta el sábado 4 de enero de 2025 en el Espacio Cultural CajaCanarias en la capital tinerfeña. La muestra reúne 160 fotografías que fueron realizadas entre 2014 a 2024 aunque también se han colado unas pocas de años anteriores que dan al conjunto un aspecto muy atractivo en torno a ese objeto que está ya muy por encima de ser un objeto como es el libro y quienes lo hacen posible: los escritores/as, la mayoría de ellos retratados en sus bibliotecas particulares, así como librerías, las bibliotecas y los que hacen posible que sigan existiendo los libros: los lectores.

Carlos A. Schwartz que manifiesta su agradecimiento a la Fundación CajaCanarias por “haberme permitido mostrar este trabajo y por el apoyo que he tenido siempre de todas las personas con las que he colaborado”, lo extiende también a los que aceptaron “mi invitación para escribir algunos textos de acompañamiento a las fotografías. Y de manera especial a Nilo Palenzuela y Carmelo Vega, que me ayudaron a lo largo de todo el proceso y han colaborado en el catálogo de la exposición”. Schwartz entiende que la fotografía está íntimamente relacionada con su profesión, la arquitectura, ya que ambas disciplinas “tienen elementos comunes en su propia naturaleza, como la luz y el tiempo”.

- Cuándo y por qué se despierta en usted la curiosidad por la fotografía?

“Mi primer recuerdo relativo a la fotografía se remonta a la víspera de mi primer viaje a Barcelona para iniciar la carrera de Arquitectura. Tengo un recuerdo muy vivo de aquella tarde, estudiando el folleto de instrucciones de mi cámara Agfa Continette que acababa de comprar en una  tienda de grato recuerdo, hoy desaparecida, el Consultorio Fotográfico Acevedo de la calle San José, y fascinado por aquel artilugio mecánico”.

- Hasta qué punto su profesión de arquitecto ha marcado su estilo de retratar imágenes?, ¿y viceversa?

“Creo que ambas disciplinas, la fotografía y la arquitectura, se han interrelacionado siempre. Aparte de que tienen elementos comunes en su propia naturaleza, como la luz y el tiempo, recuerdo épocas en las que la influencia entre ellas era muy patente, como en algunos planteamientos en los que la búsqueda de ciertas simetrías se producía en ambas actividades”.

- Leo que el origen de Imágenes y palabras hay que buscarlo en otra exposición anterior titulada Paisajes, que usted presentó en el Colegio de Arquitectos en Santa Cruz de Tenerife y que planteó como un homenaje fotográfico a la obra de Jorge Luis Borges… ¿Cómo mutó esa idea hasta convertirse en la muestra que hoy se puede ver en el Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife?

“Antes comenté que mi pasión por la fotografía se inició con apenas 20 años, pero la costumbre de leer empezó un poco antes, en mi adolescencia. Yo, como todos los niños de aquella época, tenía a mi alcance sólo colorines, los tebeos de aquella época, y novelas del oeste. A los trece o catorce años empecé a curiosear en la biblioteca que tenía mi padre, que no era muy cuantiosa, pero que fue importante para mí. Allí encontré novelas, libros de historia, de psicología, ensayos, etc. Fue importante hasta el punto de que parte de esos libros los he conservado y los he fotografiado para la exposición con un título muy obvio: Una herencia.

Vengo haciendo fotografías relativas al libro desde hace mucho tiempo, y algunas las he mostrado con anterioridad, como La Biblioteca, de Domingo Pérez Minik. La exposición Paisajes, que presenté en el Colegio de Arquitectos en 1993, en la segunda edición de Fotonoviembre, tiene similitudes con Imágenes-Palabras, sin duda. Estaba dividida en ámbitos, uno de ellos relativo al libro y titulado Paisajes de papel. El resto trataba de otras simbologías y referencias de Jorge Luis Borges: el tiempo, la arena, el espejo, el agua, Buenos Aires… Prácticamente todos relativos al tiempo y su paso, un tema central en mi trabajo fotográfico. La fotografía es para mí, sobre todo, tiempo y memoria.

La actual exposición tiene claras similitudes con aquella. No fui consciente de ello durante la evolución de este proyecto, pero quizá pueda resumirse en el sentido de que desarrolla uno de los ámbitos de Paisajes, el libro”.

- La exposición está dividida en varios espacios y aunque me han llamado  la atención todos, ¿qué quiso representar en Transfiguraciones y Confluencias?

“A partir de la idea básica de desarrollar un proyecto relativo al libro y a los escritores, he procurado que la exposición sea amena en su recorrido, y en ese sentido la he dividido en ámbitos diferenciados: Libreros, Autorretratos, Libros, Bibliotecas, Transfiguraciones, Librerías, Autores, Confluencias y Lectores.

Transfiguraciones incluye imágenes en las que el libro se usa en un contexto diferente al habitual: o bien contribuye a generar arquitecturas peculiares, o se utiliza como elemento plástico u ornamental, o como algo puramente decorativo en una tienda de modas, etc. En el caso de Confluencias, muestro imágenes en las que las barreras entre autor y lector se han eliminado, y se produce el contacto directo, como son las Ferias de Libros; o se establecen otras confluencias en el tiempo, en imágenes que he reutilizado o que han propiciado la realización de otras siguiendo su estela. Y también la manera en que el azar ha provocado vínculos entre personas, lo que ha posibilitado su agrupación en este espacio”.

- El libro, las librerías, los escritores, las bibliotecas son, entre otros, los grandes protagonistas de Imágenes y palabras. Pero ¿cuáles son los libros de los que Carlos A. Schwartz no podría desprenderse?, ¿aquellos que forman parte de su biblioteca personal más íntima?

“Mi biblioteca son muchas bibliotecas: de arquitectura, de arte, de cine y fotografía, narrativa, ensayo, política, etc. ¡Hay de todo! En todas hay predilecciones, obviamente. Si hablo del rincón de la novela, haría referencia a dos obras: El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger y Todas las almas, de Javier Marías, que ya he leído repetidas veces y seguramente lo continuaré haciendo.
Hay otros libros a los que vuelvo una y otra vez: El cine según Hitchcock, de Truffaut; los libros y textos del fotógrafo norteamericano Robert Adams; la Biografía del silencio, de Pablo D´Ors…”

- ¿Cuánto cree que puede definir a una persona su biblioteca personal?

“Yo diría que bastante. Uno, a lo largo de la vida, se construye también con las lecturas que ha hecho. Por eso, en esta indagación mía sobre el libro y sus autores, me ha interesado tanto el retrato de la persona como el de sus libros y cómo están dispuestos. Y no sólo los libros, también los objetos y los recuerdos que hay en las estanterías. Si se observa la foto de Javier Reverte, por ejemplo, es evidente su pasión por los viajes, África y su fauna, etc. Y también están ahí sus héroes literarios: Hemingway, Kafka, etc. A mí me apasiona curiosear los títulos de los libros que han acumulado a lo largo del tiempo las personas que retrato”.

 -¿Cuál podría ser de las que ha retratado la biblioteca que más le llamó la atención?

“Quizá una parte de la Biblioteca Pompeu Fabra de Barcelona, unos antiguos depósitos de agua reconvertidos en salas de estudio. He estado en más de una ocasión y la experiencia de pasear por ese lugar en busca de fotografías es muy estimulante. También me gustó mucho la Morgan Library de Nueva York, un misterioso espacio con una peculiar manera de conservar y proteger los libros.
Además de las citadas, de todas las bibliotecas que he visitado hay dos que me han resultado especialmente interesantes: Una es La Biblioteca Pública de Estocolmo, de Eric Gunnar Asplund; la segunda es la Biblioteca Estatal de Berlín, de Hans Scharoun. He visitado ambas pero no he conseguido encontrar imágenes de ninguna de ellas para mostrarlas, lo cual hubiera sido mi deseo”.


- Y como fotógrafo ¿blanco y negro o color?

“Yo creo que son –casi- disciplinas distintas. Yo he trabajado en ambas, y creo que la elección depende de la tarea que uno emprende. El trabajo que expongo lo inicié en blanco y negro y con raras excepciones lo he utilizado en todo momento. Simplemente, las fotos de los autores y sus libros me gusta más hacerlas en blanco y negro, creo que en este caso el color sería un elemento de distracción. El único inconveniente está en que ¡elimino la información de los que ordenan sus libros por colores!”

 -¿Qué importancia tiene en Imágenes-Palabras el espacio expositivo?

“Total. La exposición en las salas del Espacio Cultural CajaCanarias sería totalmente distinta en otro lugar. Está organizada atendiendo al espacio disponible y su configuración en ámbitos muy estructurados. Casi diría que, una vez iniciada la tarea para albergar las imágenes en ese lugar, los espacios fueron determinando las secuencias, el número de fotos y su disposición”.

-Dice que un elemento clave en su fotografía es el azar, ¿por qué?

“Porque el azar está siempre presente antes de hacer cualquiera de las fotografías que se muestran. Esa confluencia de hechos (por utilizar un término de uno de los ámbitos de la exposición) que se presentan ante el fotógrafo y su respuesta son las que determinan el resultado, no solo en las fotos hechas en espacios exteriores, especialmente en escaparates, sino en las de los sujetos retratados.

En esta exposición he pedido a varias personas que escriban un texto para acompañar a las fotografías en cada uno de sus ámbitos. No es casual que al menos tres hablen del azar en sus reflexiones: Juan Carlos Fresnadillo, Javier Pérez-Alcalde y Rosa Ribas.

Hay una frase de Borges que cito con frecuencia, y que dice: “Salvo que no existe el azar, que el azar es nuestra ignorancia acerca de la compleja maquinaria de la causalidad”. No es tema para esta conversación, pero a mí el azar en una ocasión me salvó literalmente la vida. Quizá eso haya influido para que crea en su influencia, aunque no lo entendamos muy bien y desconozcamos sus claves”.

-¿Y qué otros temas le interesa reflexionar en su fotografía?

“Algunos ya los he apuntado: el tiempo, en esencia. Y los retratos y los paisajes, de manera especial. Hace tiempo inicié un proyecto de largo recorrido, Itinerarios, y he retratado tres islas hasta ahora: Fuerteventura, Lanzarote y El Hierro. Pretendo continuar con el resto, incluyendo San Borondón, y terminar ahí mi viaje”.

- En la exposición el escritor Javier Marías tiene cuatro fotografías, que son más que las del resto de los personajes que aparecen. ¿Por qué?

“Podría decir que Marías es mi escritor favorito. He leído Todas las almas cuatro veces, creo, y Corazón tan blanco más de una vez. Desdehace mucho tiempo me he apresurado a comprar cada nuevo libro que publicaba. Soy de esa especie que leía El País Semanal empezado por la última página, cuando Marías publicaba sus columnas allí. Sentí mucho su muerte.

De hecho, hay una quinta fotografía en lo que yo llamo “el rincón Marías”,  que es su Biblioteca en el Reino de Redonda. Tiene a su lado un  estupendo texto escrito por su viuda Carme López Mercader. Como sabes, Marías fue Rey de Redonda hasta su muerte”.

- ¿Cómo fue el proceso de selección y que criterios le guiaron para escoger las 160 imágenes que componen la exposición?, ¿por qué están éstas y no otras?

“Inicialmente (alrededor de 2014), el proyecto lo componían tres “patas”. Retratar escritores era mi objetivo principal; en segundo lugar, me interesaba retratar los espacios que albergaban los libros; y, finalmente, me interesaban fotos más personales, de gente vinculada a los libros y de lectores en distintos lugares. En estos años he realizado muchas fotografías de todo esto, y ha sido realmente arduo eliminar material que me resultaba interesante mostrar, y conseguir, por otra parte, equilibrar ese conjunto tan heterogéneo”.

- De las fotografías que se reúnen en Imágenes-Palabras imagino que habrá muchas que cuentan con una gran historia detrás, ¿cuál o cuáles son las que contienen un relato que ha permanecido imborrable en su memoria?

“Sí, obviamente algunas dejan más huella que otras. Por ejemplo, hace años que estaba interesado en retratar a Javier Cercas. Vive en un lugar cercano a Girona y lejos de mis itinerarios habituales. Tenía especial interés en que estuviera en la exposición, y finalmente organicé un pequeño viaje desde Barcelona hasta Arles con parada cerca de su pueblo para retratarlo. Tengo que decir que no sólo estuvo muy hospitalario durante todo el rato que estuve en su casa, sino que aceptó mi invitación para escribir un pequeño texto que está en la exposición junto a su retrato. Un texto excelente”.

Guardo también un gran recuerdo de  mis dos sesiones con Andrea Abreu, la primera a raíz de la publicación de su libro Panza de burro en 2020, y la segunda hace sólo cuatro o cinco meses. Me divertí mucho en esa sesión, retratándola entre un montón de libros con todas las traducciones hechas hasta ahora de su Panza de burro, y su lavadora. Ella en medio de su mundo creativo y su mundo más doméstico.

También fue muy grata la experiencia de retratar al arquitecto Rafael Moneo. Fuimos paseando desde su estudio profesional hasta su casa, donde me enseñó todos sus libros, y una vez terminada la sesión me llevó a una cafetería cercana para charlar durante un buen rato.
Quizá algunas tienen un valor especial por tratarse de personas muy queridas, como es el caso de Guillermo Cabrera Infante, de quien disfruté su amistad, y que además tuvieron cierta repercusión pública, como cuando se publicó su retrato en El País tras concederle el premio Cervantes, o en el folleto de su discurso publicado por Alfaguara. Andy García lo incluyó también en la información complementaria de la película La ciudad perdida, con guión del propio Cabrera Infante”.

- ¿Hubo alguna que le resultó especialmente difícil de sacar?

“En general, puedo resumir que las fotos más estimulantes son las realizadas en los lugares más caóticos y desordenados. En consecuencia, los espacios muy ordenados (y con pocos libros!) me inspiran menos. Cada incursión en la casa de alguien es un descubrimiento. Si el espacio es poco atractivo y mal iluminado ya intuyo que el resultado no va a ser demasiado interesante”.

 -A lo largo de su carrera, ¿se le ha resistido algún personaje?, ¿y cuál y qué lugar también le hubiera gustado retratar?

“Sí, claro. Recuerdo algunos: Pere Gimferrer, que no pareció muy entusiasmado ante la perspectiva de ser retratado; Enrique Vila-Matas, al que no había logrado convencer hasta ahora, aunque finalmente hemos concertado un encuentro que se producirá en un futuro próximo. Recientemente, Milena Busquets o Eva Baltasar, a las que les he pedido una sesión pero estaban enfrascadas escribiendo sus libros.
También recuerdo a Juan Marsé, que me iba dando largas y me decía que hasta que no acabara el lío “nacionalista” que lo rodeaba no estaba de humor para fotos. Y tengo un recuerdo entrañable de Luis Feria, a quien intenté retratar a su regreso de Madrid, pero no hubo forma de hacerlo a pesar de mi insistencia reiterada”.

- ¿Fotografía digital o tradicional?, ¿se considera una víctima de la transición tecnológica?

“Un poco sí, hasta que finalmente he abandonado los sentimentalismos y me he rendido a la evidencia. La fotografía analógica (o mejor dicho, química) es hoy un lujo en términos de tiempo y dinero. Los productos son muy caros y los procedimientos técnicos más laboriosos. Tengo algunos rollos aún por revelar, pero creo que finalmente se los entregaré a algún profesional para que lo haga por mí”.

-Como fotógrafo ¿se deja llevar más por la intuición o por la razón?

“Yo creo que la intuición está cargada también de razones. Uno se mueve por instinto y por la suma de experiencias acumuladas. Quizá habría que intentar hacer lo que tan acertadamente decía Henri Cartier Bresson: “Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje”.

- ¿Qué piensa de la democratización de la fotografía? Es decir, ¿que cualquiera pueda hoy sacar imágenes desde su teléfono móvil?

“Pues me parece muy bien que la fotografía esté hoy al alcance de todos, y el teléfono móvil una herramienta excelente para hacerlas. En mi proceso personal, he evolucionado desde el entusiasmo inicial en el que publicar en Instagram era como tener una sala de exposiciones permanente con una audiencia universal, a la desaparición casi total de las redes. Ahora estoy en un proceso más cercano a la búsqueda del silencio. Y es que hay demasiado ruido por todas partes”.

- Y una última pregunta, que se plantea más por curiosidad que por otra cosa ¿Carlos A. Schwartz es lector de .libros digitales o de papel?

“Con toda rotundidad lo digo: soy un lector de papel”.

FOTO 1: La biblioteca de Carlos A. Schwartz está dividida por especialidades en distintas habitaciones de su casa, aunque una de las de su salón, y que se muestra al inicio del recorrido de Imágenes-palabras, mezcla libros de arte y arquitectura, fotografía, viajes. En otra de las habitaciones reúne los libros aún no leídos. En la imagen, Carlos A. Schwartz (sentado) junto al profesor Carmelo Vega y un grupo de alumnos del Máster de Teoría e Historia del Arte y Gestión Cultural de la Universidad de La Laguna.

1622. El barco de las ratas, una novela de Alberto Vázquez Figueroa

Diciembre 17th, 2024

Uno de los grandes renovadores de la novela de aventuras en España fue y sigue siendo Alberto Vázquez Figueroa. Durante unos años se convirtió en un autor de éxito, así que debe ser uno de los escritores españoles más adaptados al cine, y no solo en su propio país sino fuera de sus fronteras. Quien ahora les escribe recuerda todavía el impacto que tuvo cuando leyó Como un perro rabioso, una de sus primeras novelas, llevada al cine en dos ocasiones que sepa, la segunda en una extravagante versión de ciencia ficción que tiene su punto para todo aquel espectador que no sea enojosamente exigente. Se adelantó, además, a ese género sobre la naturaleza que comienza ahora a levantar la cabeza con títulos como Manaos, y a él le debemos una de las más entretenidas incursiones en la literatura sobre la conquista y exploración de América gracias a la serie Cienfuegos.

Quizá porque primero fue periodista y luego escritor, los libros de Vázquez Figueroa no son demasiado extensos y el estilo es ágil y ligero, textos que se leen con una rapidez pasmosa no solo porque el escritor conoce muy bien las reglas del entretenimiento sino también porque su literatura respira sorpresa. Ante lo que cuenta y ante los protagonistas de sus historias que son los que la cuentan.

Herques publicó no hace tanto una novela que sigue siendo hasta la fecha la más reciente de nuestro afortunadamente prolijo autor, 1622. El barco de las ratas, un relato inspirado en una historia real.

Y tan real, el libro además de la novela integra un pequeño ensayo en el que los investigadores Daniel García Pulido, Manuel Lorenzo Arrocha y Juan Francisco Delgado Gómez dan cuenta de lo que sucedió realmente en aquella flota que zarpó de las Indias rumbo a España, tomando como fuente el Tratado verdadero del viaje y navegación de este año de seiscientos y veinte y dos que hizo la Flota de Nueva España y Honduras, escrito por el carmelita Antonio Vázquez Espinosa, y texto en el que se apoya Vázquez Figueroa para narrar aquel viaje que sufrió toda clase de calamidades mientras navegaba por las revueltas aguas del océano Atlántico.

El barco de las ratas está contada a través de la voz de Bartolomé, o como él mismo explica en el texto, Bartolo el de Barbate porque nació en esta localidad gaditana. Viaja a bordo del barco Candelaria junto a su mentor, el carmelita fray Antonio Vázquez de Espinosa, el autor del texto original en el que se basa la novela. Candelaria es el navío que formó parte de la fabulosa flota que partió de América central rumbo a España cargada de ricas mercancías. Durante la navegación si algo acompañó a estos barcos sin embargo fue la mala suerte ya que además de tormentas que se desataban en el océano, los barcos resultaron víctimas de una invasión de ratas. También de insectos aunque las ratas resultaron a la postre lo peor porque algunas llegaron a tener el tamaño de gatos. Al mismo tiempo, contaminaban los escasos alimentos que había a bordo de las naves, desatando enfermedades de todo tipo.

Cada capítulo de la novela cuenta con un encabezado donde el escritor nos anuncia los contenidos que se desplegaran en esa sección, secciones que van aumentando en interés a medida que se avanza en la lectura. De hecho, y fue nuestro caso, nos bastó unas pocas horas para terminar una aventura en la que se concentra la mejor literatura que ha hecho grande al escritor tinerfeño. Y un maestro indiscutible de la novela de aventuras escrita en español. Y todo eso poniendo su talento al servicio de un hecho real que aconteció, ya lo avisa el título, en 1622, cuando el imperio español dominaba prácticamente la mayor parte del mundo conocido.

La mala suerte que acompañó a la flota dio motivo a que la propia marinería buscara razones que justificaran tan desafortunado viaje aunque fray Antonio cree que el motivo fue zarpar de puerto el día equivocado.

En la segunda parte del libro, los investigadores que se encargan de interpretar el único texto que da cuenta de tan desgraciada navegación, sacan a relucir sus conclusiones, resultados de los que se sirvió Alberto Vázquez Figueroa para reinterpretarlo de manera narrativa, con el oficio que siempre ha caracterizado una escritura puesta al servicio del entretenimiento. Y entretenimiento hay mucho en 1622. El barco de las ratas, así como información que, como fue mi caso, ignoraba sobre la gran trascendencia que tuvo en su día la orchilla, lo que le hace pensar al protagonista de la novela que pese a su pequeño tamaño, ese diminuto prodigio pudiera sacudir los cimientos de la historia. “Resulta curioso y significativo que una minúscula costra casi indetectable que crece al pie de un acantilado prácticamente inaccesible, de una remotísima isla atlántica, pudiese cambiar la historia del mundo”, reflexiona.

La edición de 1622. El barco de las ratas cuenta con ilustraciones, algunas de ellas originales, realizadas expresamente para el libro así como con un prólogo que firman Cirilo Leal y Antonio Tejera Gaspar.

Fiel al espíritu que anima a Herques a presentar estas ediciones, la apuesta puede decirse que se repite ahora con la publicación de este volumen que incorpora novela y ensayo histórico sobre un mismo acontecimiento. Esta facultad permite además del disfrute literario de contrastar lo qué sucedió en la realidad según un testigo que vivió en sus propias carnes aquel extraordinario suceso como fue la plaga de roedores que se extendió por todos los barcos de la flota, crónica de unos días furiosos que firma el mismo fray al que Alberto Vázquez Figueroa dota de vida en esta novela que recupera a un escritor que no ha perdido las mañas de entretener a sus lectores.

Saludos, a leer, que son dos días, desde este lado del ordenador