El mundo del libro y los actores que lo hacen posible son los protagonistas de la exposición Imágenes-Palabras, que Carlos A. Schwartz (Santa Cruz de Tenerife, 1942) expone hasta el sábado 4 de enero de 2025 en el Espacio Cultural CajaCanarias en la capital tinerfeña. La muestra reúne 160 fotografías que fueron realizadas entre 2014 a 2024 aunque también se han colado unas pocas de años anteriores que dan al conjunto un aspecto muy atractivo en torno a ese objeto que está ya muy por encima de ser un objeto como es el libro y quienes lo hacen posible: los escritores/as, la mayoría de ellos retratados en sus bibliotecas particulares, así como librerías, las bibliotecas y los que hacen posible que sigan existiendo los libros: los lectores.
Carlos A. Schwartz que manifiesta su agradecimiento a la Fundación CajaCanarias por “haberme permitido mostrar este trabajo y por el apoyo que he tenido siempre de todas las personas con las que he colaborado”, lo extiende también a los que aceptaron “mi invitación para escribir algunos textos de acompañamiento a las fotografías. Y de manera especial a Nilo Palenzuela y Carmelo Vega, que me ayudaron a lo largo de todo el proceso y han colaborado en el catálogo de la exposición”. Schwartz entiende que la fotografía está íntimamente relacionada con su profesión, la arquitectura, ya que ambas disciplinas “tienen elementos comunes en su propia naturaleza, como la luz y el tiempo”.
- Cuándo y por qué se despierta en usted la curiosidad por la fotografía?
“Mi primer recuerdo relativo a la fotografía se remonta a la víspera de mi primer viaje a Barcelona para iniciar la carrera de Arquitectura. Tengo un recuerdo muy vivo de aquella tarde, estudiando el folleto de instrucciones de mi cámara Agfa Continette que acababa de comprar en una tienda de grato recuerdo, hoy desaparecida, el Consultorio Fotográfico Acevedo de la calle San José, y fascinado por aquel artilugio mecánico”.
- Hasta qué punto su profesión de arquitecto ha marcado su estilo de retratar imágenes?, ¿y viceversa?
“Creo que ambas disciplinas, la fotografía y la arquitectura, se han interrelacionado siempre. Aparte de que tienen elementos comunes en su propia naturaleza, como la luz y el tiempo, recuerdo épocas en las que la influencia entre ellas era muy patente, como en algunos planteamientos en los que la búsqueda de ciertas simetrías se producía en ambas actividades”.
- Leo que el origen de Imágenes y palabras hay que buscarlo en otra exposición anterior titulada Paisajes, que usted presentó en el Colegio de Arquitectos en Santa Cruz de Tenerife y que planteó como un homenaje fotográfico a la obra de Jorge Luis Borges… ¿Cómo mutó esa idea hasta convertirse en la muestra que hoy se puede ver en el Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife?
“Antes comenté que mi pasión por la fotografía se inició con apenas 20 años, pero la costumbre de leer empezó un poco antes, en mi adolescencia. Yo, como todos los niños de aquella época, tenía a mi alcance sólo colorines, los tebeos de aquella época, y novelas del oeste. A los trece o catorce años empecé a curiosear en la biblioteca que tenía mi padre, que no era muy cuantiosa, pero que fue importante para mí. Allí encontré novelas, libros de historia, de psicología, ensayos, etc. Fue importante hasta el punto de que parte de esos libros los he conservado y los he fotografiado para la exposición con un título muy obvio: Una herencia.
Vengo haciendo fotografías relativas al libro desde hace mucho tiempo, y algunas las he mostrado con anterioridad, como La Biblioteca, de Domingo Pérez Minik. La exposición Paisajes, que presenté en el Colegio de Arquitectos en 1993, en la segunda edición de Fotonoviembre, tiene similitudes con Imágenes-Palabras, sin duda. Estaba dividida en ámbitos, uno de ellos relativo al libro y titulado Paisajes de papel. El resto trataba de otras simbologías y referencias de Jorge Luis Borges: el tiempo, la arena, el espejo, el agua, Buenos Aires… Prácticamente todos relativos al tiempo y su paso, un tema central en mi trabajo fotográfico. La fotografía es para mí, sobre todo, tiempo y memoria.
La actual exposición tiene claras similitudes con aquella. No fui consciente de ello durante la evolución de este proyecto, pero quizá pueda resumirse en el sentido de que desarrolla uno de los ámbitos de Paisajes, el libro”.
- La exposición está dividida en varios espacios y aunque me han llamado la atención todos, ¿qué quiso representar en Transfiguraciones y Confluencias?
“A partir de la idea básica de desarrollar un proyecto relativo al libro y a los escritores, he procurado que la exposición sea amena en su recorrido, y en ese sentido la he dividido en ámbitos diferenciados: Libreros, Autorretratos, Libros, Bibliotecas, Transfiguraciones, Librerías, Autores, Confluencias y Lectores.
Transfiguraciones incluye imágenes en las que el libro se usa en un contexto diferente al habitual: o bien contribuye a generar arquitecturas peculiares, o se utiliza como elemento plástico u ornamental, o como algo puramente decorativo en una tienda de modas, etc. En el caso de Confluencias, muestro imágenes en las que las barreras entre autor y lector se han eliminado, y se produce el contacto directo, como son las Ferias de Libros; o se establecen otras confluencias en el tiempo, en imágenes que he reutilizado o que han propiciado la realización de otras siguiendo su estela. Y también la manera en que el azar ha provocado vínculos entre personas, lo que ha posibilitado su agrupación en este espacio”.
- El libro, las librerías, los escritores, las bibliotecas son, entre otros, los grandes protagonistas de Imágenes y palabras. Pero ¿cuáles son los libros de los que Carlos A. Schwartz no podría desprenderse?, ¿aquellos que forman parte de su biblioteca personal más íntima?
“Mi biblioteca son muchas bibliotecas: de arquitectura, de arte, de cine y fotografía, narrativa, ensayo, política, etc. ¡Hay de todo! En todas hay predilecciones, obviamente. Si hablo del rincón de la novela, haría referencia a dos obras: El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger y Todas las almas, de Javier Marías, que ya he leído repetidas veces y seguramente lo continuaré haciendo.
Hay otros libros a los que vuelvo una y otra vez: El cine según Hitchcock, de Truffaut; los libros y textos del fotógrafo norteamericano Robert Adams; la Biografía del silencio, de Pablo D´Ors…”
- ¿Cuánto cree que puede definir a una persona su biblioteca personal?
“Yo diría que bastante. Uno, a lo largo de la vida, se construye también con las lecturas que ha hecho. Por eso, en esta indagación mía sobre el libro y sus autores, me ha interesado tanto el retrato de la persona como el de sus libros y cómo están dispuestos. Y no sólo los libros, también los objetos y los recuerdos que hay en las estanterías. Si se observa la foto de Javier Reverte, por ejemplo, es evidente su pasión por los viajes, África y su fauna, etc. Y también están ahí sus héroes literarios: Hemingway, Kafka, etc. A mí me apasiona curiosear los títulos de los libros que han acumulado a lo largo del tiempo las personas que retrato”.
-¿Cuál podría ser de las que ha retratado la biblioteca que más le llamó la atención?
“Quizá una parte de la Biblioteca Pompeu Fabra de Barcelona, unos antiguos depósitos de agua reconvertidos en salas de estudio. He estado en más de una ocasión y la experiencia de pasear por ese lugar en busca de fotografías es muy estimulante. También me gustó mucho la Morgan Library de Nueva York, un misterioso espacio con una peculiar manera de conservar y proteger los libros.
Además de las citadas, de todas las bibliotecas que he visitado hay dos que me han resultado especialmente interesantes: Una es La Biblioteca Pública de Estocolmo, de Eric Gunnar Asplund; la segunda es la Biblioteca Estatal de Berlín, de Hans Scharoun. He visitado ambas pero no he conseguido encontrar imágenes de ninguna de ellas para mostrarlas, lo cual hubiera sido mi deseo”.
- Y como fotógrafo ¿blanco y negro o color?
“Yo creo que son –casi- disciplinas distintas. Yo he trabajado en ambas, y creo que la elección depende de la tarea que uno emprende. El trabajo que expongo lo inicié en blanco y negro y con raras excepciones lo he utilizado en todo momento. Simplemente, las fotos de los autores y sus libros me gusta más hacerlas en blanco y negro, creo que en este caso el color sería un elemento de distracción. El único inconveniente está en que ¡elimino la información de los que ordenan sus libros por colores!”
-¿Qué importancia tiene en Imágenes-Palabras el espacio expositivo?
“Total. La exposición en las salas del Espacio Cultural CajaCanarias sería totalmente distinta en otro lugar. Está organizada atendiendo al espacio disponible y su configuración en ámbitos muy estructurados. Casi diría que, una vez iniciada la tarea para albergar las imágenes en ese lugar, los espacios fueron determinando las secuencias, el número de fotos y su disposición”.
-Dice que un elemento clave en su fotografía es el azar, ¿por qué?
“Porque el azar está siempre presente antes de hacer cualquiera de las fotografías que se muestran. Esa confluencia de hechos (por utilizar un término de uno de los ámbitos de la exposición) que se presentan ante el fotógrafo y su respuesta son las que determinan el resultado, no solo en las fotos hechas en espacios exteriores, especialmente en escaparates, sino en las de los sujetos retratados.
En esta exposición he pedido a varias personas que escriban un texto para acompañar a las fotografías en cada uno de sus ámbitos. No es casual que al menos tres hablen del azar en sus reflexiones: Juan Carlos Fresnadillo, Javier Pérez-Alcalde y Rosa Ribas.
Hay una frase de Borges que cito con frecuencia, y que dice: “Salvo que no existe el azar, que el azar es nuestra ignorancia acerca de la compleja maquinaria de la causalidad”. No es tema para esta conversación, pero a mí el azar en una ocasión me salvó literalmente la vida. Quizá eso haya influido para que crea en su influencia, aunque no lo entendamos muy bien y desconozcamos sus claves”.
-¿Y qué otros temas le interesa reflexionar en su fotografía?
“Algunos ya los he apuntado: el tiempo, en esencia. Y los retratos y los paisajes, de manera especial. Hace tiempo inicié un proyecto de largo recorrido, Itinerarios, y he retratado tres islas hasta ahora: Fuerteventura, Lanzarote y El Hierro. Pretendo continuar con el resto, incluyendo San Borondón, y terminar ahí mi viaje”.
- En la exposición el escritor Javier Marías tiene cuatro fotografías, que son más que las del resto de los personajes que aparecen. ¿Por qué?
“Podría decir que Marías es mi escritor favorito. He leído Todas las almas cuatro veces, creo, y Corazón tan blanco más de una vez. Desdehace mucho tiempo me he apresurado a comprar cada nuevo libro que publicaba. Soy de esa especie que leía El País Semanal empezado por la última página, cuando Marías publicaba sus columnas allí. Sentí mucho su muerte.
De hecho, hay una quinta fotografía en lo que yo llamo “el rincón Marías”, que es su Biblioteca en el Reino de Redonda. Tiene a su lado un estupendo texto escrito por su viuda Carme López Mercader. Como sabes, Marías fue Rey de Redonda hasta su muerte”.
- ¿Cómo fue el proceso de selección y que criterios le guiaron para escoger las 160 imágenes que componen la exposición?, ¿por qué están éstas y no otras?
“Inicialmente (alrededor de 2014), el proyecto lo componían tres “patas”. Retratar escritores era mi objetivo principal; en segundo lugar, me interesaba retratar los espacios que albergaban los libros; y, finalmente, me interesaban fotos más personales, de gente vinculada a los libros y de lectores en distintos lugares. En estos años he realizado muchas fotografías de todo esto, y ha sido realmente arduo eliminar material que me resultaba interesante mostrar, y conseguir, por otra parte, equilibrar ese conjunto tan heterogéneo”.
- De las fotografías que se reúnen en Imágenes-Palabras imagino que habrá muchas que cuentan con una gran historia detrás, ¿cuál o cuáles son las que contienen un relato que ha permanecido imborrable en su memoria?
“Sí, obviamente algunas dejan más huella que otras. Por ejemplo, hace años que estaba interesado en retratar a Javier Cercas. Vive en un lugar cercano a Girona y lejos de mis itinerarios habituales. Tenía especial interés en que estuviera en la exposición, y finalmente organicé un pequeño viaje desde Barcelona hasta Arles con parada cerca de su pueblo para retratarlo. Tengo que decir que no sólo estuvo muy hospitalario durante todo el rato que estuve en su casa, sino que aceptó mi invitación para escribir un pequeño texto que está en la exposición junto a su retrato. Un texto excelente”.
Guardo también un gran recuerdo de mis dos sesiones con Andrea Abreu, la primera a raíz de la publicación de su libro Panza de burro en 2020, y la segunda hace sólo cuatro o cinco meses. Me divertí mucho en esa sesión, retratándola entre un montón de libros con todas las traducciones hechas hasta ahora de su Panza de burro, y su lavadora. Ella en medio de su mundo creativo y su mundo más doméstico.
También fue muy grata la experiencia de retratar al arquitecto Rafael Moneo. Fuimos paseando desde su estudio profesional hasta su casa, donde me enseñó todos sus libros, y una vez terminada la sesión me llevó a una cafetería cercana para charlar durante un buen rato.
Quizá algunas tienen un valor especial por tratarse de personas muy queridas, como es el caso de Guillermo Cabrera Infante, de quien disfruté su amistad, y que además tuvieron cierta repercusión pública, como cuando se publicó su retrato en El País tras concederle el premio Cervantes, o en el folleto de su discurso publicado por Alfaguara. Andy García lo incluyó también en la información complementaria de la película La ciudad perdida, con guión del propio Cabrera Infante”.
- ¿Hubo alguna que le resultó especialmente difícil de sacar?
“En general, puedo resumir que las fotos más estimulantes son las realizadas en los lugares más caóticos y desordenados. En consecuencia, los espacios muy ordenados (y con pocos libros!) me inspiran menos. Cada incursión en la casa de alguien es un descubrimiento. Si el espacio es poco atractivo y mal iluminado ya intuyo que el resultado no va a ser demasiado interesante”.
-A lo largo de su carrera, ¿se le ha resistido algún personaje?, ¿y cuál y qué lugar también le hubiera gustado retratar?
“Sí, claro. Recuerdo algunos: Pere Gimferrer, que no pareció muy entusiasmado ante la perspectiva de ser retratado; Enrique Vila-Matas, al que no había logrado convencer hasta ahora, aunque finalmente hemos concertado un encuentro que se producirá en un futuro próximo. Recientemente, Milena Busquets o Eva Baltasar, a las que les he pedido una sesión pero estaban enfrascadas escribiendo sus libros.
También recuerdo a Juan Marsé, que me iba dando largas y me decía que hasta que no acabara el lío “nacionalista” que lo rodeaba no estaba de humor para fotos. Y tengo un recuerdo entrañable de Luis Feria, a quien intenté retratar a su regreso de Madrid, pero no hubo forma de hacerlo a pesar de mi insistencia reiterada”.
- ¿Fotografía digital o tradicional?, ¿se considera una víctima de la transición tecnológica?
“Un poco sí, hasta que finalmente he abandonado los sentimentalismos y me he rendido a la evidencia. La fotografía analógica (o mejor dicho, química) es hoy un lujo en términos de tiempo y dinero. Los productos son muy caros y los procedimientos técnicos más laboriosos. Tengo algunos rollos aún por revelar, pero creo que finalmente se los entregaré a algún profesional para que lo haga por mí”.
-Como fotógrafo ¿se deja llevar más por la intuición o por la razón?
“Yo creo que la intuición está cargada también de razones. Uno se mueve por instinto y por la suma de experiencias acumuladas. Quizá habría que intentar hacer lo que tan acertadamente decía Henri Cartier Bresson: “Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje”.
- ¿Qué piensa de la democratización de la fotografía? Es decir, ¿que cualquiera pueda hoy sacar imágenes desde su teléfono móvil?
“Pues me parece muy bien que la fotografía esté hoy al alcance de todos, y el teléfono móvil una herramienta excelente para hacerlas. En mi proceso personal, he evolucionado desde el entusiasmo inicial en el que publicar en Instagram era como tener una sala de exposiciones permanente con una audiencia universal, a la desaparición casi total de las redes. Ahora estoy en un proceso más cercano a la búsqueda del silencio. Y es que hay demasiado ruido por todas partes”.
- Y una última pregunta, que se plantea más por curiosidad que por otra cosa ¿Carlos A. Schwartz es lector de .libros digitales o de papel?
“Con toda rotundidad lo digo: soy un lector de papel”.
FOTO 1: La biblioteca de Carlos A. Schwartz está dividida por especialidades en distintas habitaciones de su casa, aunque una de las de su salón, y que se muestra al inicio del recorrido de Imágenes-palabras, mezcla libros de arte y arquitectura, fotografía, viajes. En otra de las habitaciones reúne los libros aún no leídos. En la imagen, Carlos A. Schwartz (sentado) junto al profesor Carmelo Vega y un grupo de alumnos del Máster de Teoría e Historia del Arte y Gestión Cultural de la Universidad de La Laguna.