A propósito de ‘Che, el argentino’, una lectura rápida
Martes, Septiembre 9th, 2008El cineasta Steve Soderbergh ha sido meridianamente hábil a la hora de abordar las experiencias bélicas de Ernesto Guevara en la primera parte de su díptico cinematográfico dedicado al legendario guerrillero latinoamericano. Y ha sido hábil porque la primera parte de su relato adapta con buen sentido del ritmo y la acción la revolución cubana inspirándose en el material que el mismo Che plasmó en su libro Pasajes de la guerra revolucionaria, lo que debería poner en aviso a los que esperaban encontrar un retrato digamos más o menos objetivo de un hombre que ha sido hoy devorado por el mito hasta transformarlo en icono para rebeldes de todo tipo de causas.
La película de Soderbergh carece, sin embargo, de algo esencial en todo tipo de película que se precie: emoción. Nadie pone en duda que el cineasta se ha preocupado por reflejar con la mayor exactitud posible las campañas guerrilleras del Movimiento 26 de julio en la Sierra Maestra, empezando por el asombroso parecido que los actores tienen con los protagonistas que intervinieron de 1956 a 1959 en aquella ¿aventura?, pero no deja de inquietar que carezca de corazón, prefiriendo obviar las inevitables contradicciones que latieron en el corazón del argentino, un hombre que prefirió empuñar el fusil antes que su instrumental médico nada más empezar la guerra contra el dictador Fulgencio Batista.
He visto, como creo que otros espectadores han visto conmigo, una película que mantiene el ritmo y recrea con espectacularidad y realismo los combates en las selva cubana, pero frustra toparse ante una película sin alma, pese a que el trabajo (sorprendente por mimético) que protagoniza Benicio del Toro sean de esos que huelen a Oscar.
No obstante, el problema principal de la cinta radica en su vacío emocional y en el peligroso retrato que en ocasiones lleva al realizador a dibujar un Guevara casi como una una especie de santo comunista más preocupado porque sus hombres lean que por imponer la férrea disciplina que contribuyó a que el grupo guerrillero alcanzara la toma del poder bajo la dirección de Fidel Castro.
Al ver el filme no dejó de asaltarme otro pensamiento, la paradoja de que un cineasta norteamericano haya firmado el hasta hoy mejor retrato del guerrillero argentino durante su experiencia como revolucionario en Cuba. El filme se basa en uno de sus libros más famosos e interesantes para todos aquellos que deseen adentrarse en las complejas campañas bélicas de la revolución cubana, batallas y escaramuzas que dieron origen a que surgieran paralelamente movimientos guerrilleros por todo el país y en las grandes ciudades cuyo protagonismo borró un líder político en aquel entonces en ciernes: Fidel Castro, bien rodeado de valerosos hombres y mujeres capaces de entregar su vida por una causa vagamente martiana. Che fue otro peón de aquella partida de ajedrez que vista en cine, a inicios del siglo XXI, se antoja hoy de una época pretérita.
La revolución cubana es pasado y Soderbergh –no sé si de manera inconsciente– parece que así quiere recordárnoslo. Casi es como si pretendiera decirnos que ahora sí son tiempos para hablar de todo aquello, sólo que en su caso sin emoción y sí capturado (como capturó y capturará a otros muchos) más por el mito que por su dimensión como hombre. Con todas sus contradicciones (algunas terribles) que tuvo el Che.
En este mismo blog y relacionado con este tema pueden consultar las entradas: Che Guevara en el cine (9-X-2007) y Más títulos sobre Che… (y muchas gracias) (17-X-2007) en la sección Cine de allá.