Archive for Octubre, 2019

Leonardo Padura, Alfonso Armada, Asha Ismail y José Manuel Peruyera, Premios Periplo 2019

Domingo, Octubre 20th, 2019

Periplo, el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras del Puerto de la Cruz regresa esta semana a las calles y plazas del barrio de La Ranilla. Además de las charas y debates con los invitados, la organización ha apostado este año con entregar cuatro premios Periplo con lo que rendir homenaje a personalidades que hacen del mundo del viaje un arte.

El primer galardonado de este año es el cubano Leonardo Padura. El escritor, también periodista y guionista, que sigue viviendo en Cuba y relatándonos cómo es la vida en esa isla se presenta en Puerto de la Cruz como defensor de una cultura vivamente enraizada con la vida y el destino de una isla que permanece con voz propia en los corazones y el alma de miles de isleños y referencia para explicar la idiosincrasia única de Cuba.

También se ha hecho merecedor de este premio el periodista asturiano Alfonso Armada. Armada tiene una producción febril de sus viajes siempre con un pie en el continente africano, ese gran desconocido que ya no lo es tanto si profundizamos en la obra del escritor que también visita Puerto de la Cruz esta próxima semana.

Asha Ismail es otra de las galardonadas con el Premio Periplo. La activista keniata fundó en 2007 la asociación Save a Girl Save a Generation cuya misión es acabar con la mutilación genital femenina, el sistema de dotes, el matrimonio forzado y otros abusos contra las mujeres en África y Asia. Ismail fue incluida en la campaña Valiente de Amnistía Internacional, puesta en marcha en mayo de 2017 y cuyo objetivo es aumentar el reconocimiento y la protección de las personas que defienden los derechos humanos en el mundo.
Alfonso Armada

Y, por último, José Manuel Peruyera. Superviviente del holocausto nazi, el asturiano, hijo de republicanos, vio cómo la Guerra Civil española le dejaba sin familia cuando era un crío. Con apenas 14 años fue internado en los campos de concentración de Buchenwald y Mauthausen. En este último campo de exterminio, el joven tuvo el macabro cometido de seleccionar y distribuir las joyas y dentaduras de oro de los judíos que habían sido liquidados en los crematorios. Actualmente vive en Las Palmas de Gran Canaria.

Los premios Periplo se instauraron en la edición de 2018 con el objetivo de reconocer la trayectoria profesional y humana de personas que participan del espíritu y los valores de este festival dedicado a la literatura de viajes y aventura.

Un encuentro para comunicar la experiencia transformadora del viaje, el amor a la literatura y el descubrimiento de otras culturas, en ocasiones no tan lejanas, que quiere enlazar con la propia esencia de la ciudad donde se celebra. El Festival Periplo rescata esa imagen de Puerto de la Cruz como enclave pionero en la ruta de los primeros viajeros, y también turistas en el sentido moderno del término, y como referente de vanguardia en la vida cultural de las islas Canarias.

En esta línea, la organización considera que las personas premiadas en esta segunda edición son ejemplo a seguir y faro en sus ámbitos respectivos, merecedores todas ellas de esta distinción honorífica.

El premio es una creación de la artista Patricia Delgado, diseñado especialmente para esta distinción.

La historia del Cementerio de San Juan, La Laguna

Viernes, Octubre 18th, 2019

El periodista y escritor Benjamín Reyes desentierra los secretos bien guardados del camposanto de San Juan en un libro en el que estudia su historia desde 1814 a 1983.

El cementerio lleva el nombre de San Juan “porque la primera persona que se enterró en el camposanto de La Laguna fue Juan Rodríguez Toste, el 4 de julio de 1814”. 

Reyes explica que este nombre continúa una tradición popular en aquel entonces que consistía en denominar al cementerio como la primera persona enterrada en él. La tradición comenzó con el de San Rafael y San Roque en Santa Cruz de Tenerife.

Con este libro, el periodista pretende no solo contar la historia de un cementerio en el que honrar “a nuestros antepasados” sino también para descubrir “nuestra historia”, dice.

A través de este relato se pone al lector en situación ya que describe cómo era la sociedad lagunera del siglo XIX. Una sociedad, destaca, “profundamente religiosa, muy jerarquizada, donde el 87% de la población era analfabeta y la enfermedad más común “se ignora, porque se desconocía la enfermedad que lo había llevado a la muerte” . En esta línea, Benjamín Reyes afirma que se desconoce de que murió el 25 por ciento de todas las personas que fueron enterradas en el siglo XIX.

El escritor y periodista aprovecha este libro para explorar con datos otros aspectos relacionados con la cultura de la muerte en la ciudad de los Adelantados. Escribe así sobre las procesiones fúnebres en las que el finado era trasladado desde la iglesia o casa mortuoria al camposanto en una tartana tirada por caballos. Costumbre que dejó de hacerse a raíz de una epidemia de gripe, al prohibir en 1843 “el toque fúnebre de camposanto y el trasiego de procesiones de cadáveres por las calles”. Esta decisión generó tensiones entre la autoridad civil y la eclesiástica, ya que la Iglesia Católica se resistió a aceptar la nueva normativa al considerar que vulneraba sus derechos.

A modo de ejemplo, Benjamín Reyes alude al caso del presbítero Felipe González, quien sí contó con una procesión fúnebre que desafió la prohibición mientras se dirigía a la iglesia de La Concepción.

Entre otros defensores de la creación de un camposanto en La Laguna se encuentra el doctor Domingo Saviñón tras la epidemia de gripe de 1807. Tuvieron que sucederse otras epidemias como las de fiebre amarilla de 1810 y la de viruela de 1812 para que se hiciera realidad el proyecto del primer cementerio lagunero, ciudad que por aquel entonces contaba con 9.672 habitantes.

Adquirida la finca para construir el camposanto de San Juan fue necesario trasladar a lugar más conveniente el molino harinero de viento allí instalado, relata Benjamín Reyes, quien añade que hasta finales del siglo XIX podemos encontrar vestigios de estos molinos en La Laguna.
 
La ermita de San Juan Bautista, anexa al camposanto se construyó al finalizar una epidemia de peste bubónica que acabó con la vida de casi 6.000 personas (muchas de ellas están enterradas bajo la ermita).

Una década antes otra epidemia de peste bubónica costó la vida a 9.000 personas. Se tratan de dos de las epidemias más feroces que ha sufrido Tenerife, y fue tanta la devastación que las gente sencillas creían que más que una enfermedad se trataba de un castigo divino.

Entre las curiosidades que ofrece una obra netamente divulgadora fue el descubrimiento durante la investigación un registro de elefantiásicos que data de 1853. En él aparece un listado de diez personas que padecieron esta enfermedad que produce un engrosamiento de las extremidades inferiores.

La obra cuenta además cómo al llegar al máximo de su capacidad, el último enterramiento del antiguo cementerio de La Laguna se celebró el 25 de enero de 1983. El finado se llamaba Anselmo Pardo Hernández y en total, asegura Benjamín Santana, allí se encuentran “unas 55.000 almas inhumadas”.

Tres días después de su cierre, se inauguró en La Laguna el camposanto de San Luis, que se llama así porque “la primera persona inhumada era Luis López Marrero”.

Saludos, se acerca la Noche de Todos los Santos, desde este lado del ordenador

Comunistas en Canarias y profesiones y oficios en tiempos de Magallanes

Jueves, Octubre 17th, 2019

Ignacio Reyes García es el autor de Canarias en el ideario comunista (1931-1936) (Le Canarien, 2019), libro que presenta este jueves, 17 de octubre a las 19 horas, en la Cafebrería Tifinagh, en La Orotava.

El autor estudia en el libro cómo la configuración actual de la sociedad canaria se inició en el último tercio del siglo XIX con la penetración del capitalismo en el agro isleño. “Una transición hacia la modernidad que muy lejos de disolver o atemperar el régimen colonial establecido con la conquista europea en el siglo XV, utilizó este sistema de explotación para maximizar sus condiciones de realización en el archipiélago, acentuando la pauperización y expropiación de las clases trabajadoras”.

Ignacio Reyes analiza En Canarias en el ideario comunista esa realidad y analiza la trayectoria de dos de los más notables representantes del movimiento comunista en las islas: el maestro palmero José Miguel Pérez y el ingeniero gomero Guillermo Ascanio.

Enrique Carrasco es autor de un libro que rinde homenaje al 500 Aniversario de la Primera Circunnavegación de la Tierra. Se trata de un ejemplar de cien página y cincuenta ilustraciones a color que lleva por título 1519: Profesiones y oficios en tiempos de Magallanes (SoloCanarias, 2019).

Profesor de la Universidad Europea de Canarias, Enrique Carrasco rinde homenaje al 500 Aniversario de la Primera Circunnavegación de la Tierra.

Saludos, hoy por hoy, desde este lado del ordenador

Y si Nelson hubiera vencido…

Miércoles, Octubre 16th, 2019

Si algo hay que reconocer en Félix Díaz González es su constancia y lealtad a un género como el de la ciencia ficción escrito con acento canario.

A semejanza del gaditano Tomás Felipe, que centra sus cuatro novelas publicadas en distintos escenarios de las islas (Gran Canaria, Tenerife y El Hierro) en clave de anticipación y fantástico, Díaz González se ha mantenido más fiel a las constantes de un género que gana seguidores dentro y fuera del archipiélago, y al que ahora se suman escritores veteranos como novatos. Entre los veteranos se encuentran Víctor Conde, pseudónimo de Afredo Moreno Santana, y Leandro Pinto, éste último más escorado hacia los fantástico y terrorífico que lo estrictamente de ciencia ficción.

Hay numerosos subgéneros en el proceloso río de la anticipación. También una legión de escritores a los que en su momento elogió un fantástico escritor fantástico como fue Jorge Luis Borges al prologar la edición en español de Fahrenheit 451. El problema surge cuando el purista del género, que los tiene como cualquier género, pone el grito en el cielo al no creer que Ray Bradbury sea un autor de ciencia ficción por muy futuristas y distópicas que sean algunas de sus obras. Quien les escribe tampoco considera demasiado de ciencia ficción un escritor como Bradbury pero lo mismo le pasa con otros grandes clásicos del género.

En ciencia ficción es posible encontrarse con historias de aventuras espaciales, de telépatas, de contacto con inteligencias extraterrestres, de invasiones alienígenas y de viajes a través del tiempo, entre otros temas.

Kronos. Viajes por el tiempo y por el espacio, la nueva novela de Félix Díaz González se apunta a este último subgénero, dando como resultado una obra curiosa e ingeniosa en muchas de sus partes.

El libro no llega a las doscientas páginas y en él se intercalan varios capítulos sobre diferentes visitas al pasado que protagonizan los tripulantes de Kronos, una nave de pasajeros entre los que se encuentra un canario, natural del Puerto de la Cruz. Los viajes en el tiempo siempre han estado de moda dentro de la literatura de ciencia ficción, H.G. Wells fue uno de los pioneros en dar con una máquina original que transportara a sus ocupantes al futuro. Un futuro bastante triste el que retrata Wells, y en el que presenta como alegoría dos razas humanas: las de los eloi, que viven en un mundo aparentemente feliz, y los morlocks, que moran bajo tierra donde trabajan “aparentemente” para los eloi.

Mark Twain había jugado también con el viaje en el tiempo, solo que al pasado, en su divertidísima Un yanqui en la corte del rey Arturo y Poul Anderson estableció las bases de un equipo de policía que velara porque lo que conocemos siguiera siendo eso, lo que conocemos de nuestra Historia en La patrulla del tiempo, novela que inspiró la serie de televisión El ministerio del tiempo.

En la novela de Félix Díaz el viaje en el tiempo es resultado de un accidente, accidente que hace que la Kronos salte de época en época provocando turbulencias y cambios radicales en la historia tal y como la conocemos.

El episodio más interesante del libro hace retroceder y avanzar a sus protagonistas. Se tropiezan así con guanches y con la marina británica que navega para atacar la bahía de Santa Cruz de Tenerife.

En este último episodio, alguien hace entrega a los británicos de los planos correctos de la plaza con el fin de que el ataque sea un éxito ese verano de 1789.

Y resulta un éxito por una serie de motivos que invitan a leer la novela.

En otros capítulos, los protagonistas y de su mano el lector, viajará a una capital de provincias que se llama Kingston, antes Santa Cruz de Tenerife. No profundiza sin embargo el escritor en esta realidad alternativa aunque hace un esbozo creíble de algo que no pasó.
El libro contiene otros saltos temporales y cuenta con una misteriosa maleta que sirve a modo de interesante anticipo de un relato original que se bifurca.

Kronos se lee con sumo interés y se agradece que detrás haya un escritor que disemina ideas a medida que avanzan las distintas historias que lo vertebran. La novela se lee con agrado y si tiene alguna pretensión es la siempre agradecida voluntad de entretener.

Saludos, aquí, asándonos al calor de Venus, desde este lado del ordenador

Antonio López Ortega: “La ideología siempre ha comprometido la libertad de creación”

Martes, Octubre 15th, 2019

La segunda versión (poesía reunida) del poeta y escritor venezolano Guillermo Sucre se trata de un libro recientemente editado por Pre-Textos en su colección La cruz del sur. La edición está al cuidado del escritor Antonio López Ortega, quien trabajo estrechamente junto al poeta en un libro que recupera la voz de uno de los representantes más destacadas de la conocida como generación del 58.

- ¿Cómo fue trabajar con Guillermo Sucre?, ¿qué criterios emplearon en su trabajo en común?

“Aparte de un par de entrevistas hechas al comienzo del trabajo, tuvimos que comunicarnos por correo electrónico. En los proyectos literarios venezolanos de hoy estamos acostumbrados a incluir el factor distancia: no hay otra manera con el país quebrado que tenemos. Afortunadamente, pude contar con un manuscrito que él llegó a revisar. Todos sus libros de poesía estaban agotados; por lo tanto tuvimos que transcribirlos, lo que siempre es delicado porque amplía el margen de erratas. Guillermo hizo leves ajustes en su libro Mientras suceden los días (1962) y eliminó algunos poemas en Serpiente breve (1977), por sentirlos un poco vanidosos. Yo no estuve muy de acuerdo con esto último, porque es uno de sus libros más extraños, y por lo mismo interesante, pero al final privó su criterio. Aparte de esto, el libro que publicamos recoge toda su obra poética”.

- Sucre pertenece, junto a otros poetas venezolanos, a la Generación del 58. ¿Cuáles son las constantes de este grupo y qué papel tiene dentro de ella Guillermo Sucre?

“La Generación del 58 fue esencialmente renovadora. Hay que tomar en cuenta de que su surgimiento coincide con la recuperación democrática del país. Eran momentos de reafirmación y de franca apertura. En el campo literario, surgieron al menos tres importantes agrupaciones: Sardio, El Techo de la Ballena y Tabla Redonda, unas más extremas que otras. Al primero de estos grupos perteneció Guillermo Sucre, junto con Salvador Garmendia, Elisa Lerner, Ramón Palomares, Luis García Morales y otros más. Esta Generación logró una puesta al día de la literatura venezolana. Es decir, a partir de allí no hubo desfases con ninguna corriente o influencia de la literatura occidental. Los escritores del momento eran muy exigentes con los otros y consigo mismos. La crítica, como ejercicio, formaba parte del dispositivo necesario para escribir. Por tradición histórica y cultural, Octavio Paz llegó a decir que la literatura hispanoamericana era una literatura sin crítica. Pues bien, yo creo que esos fueron años en que el ejercicio crítico era consustancial al propio acto de creación.
Guillermo Sucre fue la figura inspiradora de Sardio, quizás porque ya para entonces era un gran pensador de los procesos literarios. Destacaba ya como un gran ensayista, aunque en paralelo escribía poesía. Desde Sardio también defendió la refundación democrática del país, sin dejarse cautivar por los influjos de la Revolución cubana, que ya cautivaba la mente de muchos jóvenes. Todo lo que fuera “literatura comprometida” ya alertaba a los “sardianos”, quizás porque la ideología siempre ha comprometido la libertad de creación.

- Qué características definen la poesía de Guillermo Sucre?

“Es una poesía de la observación profunda de la realidad, es una poesía que desentraña la materia a fuerza de analogías: esto es aquello. No es una poesía subjetiva (el yo brilla por su ausencia) sino una poesía de la inmanencia, del ser. Sí hay una consciencia del paso del tiempo, que definitivamente va acumulando ruina. El poeta esgrime una imagen que me impresiona: habla de las “escamas del tiempo”, dando a entender que el eterno conteo es tanto físico como metafísico. Somos peces que nadamos en un mundo abisal, perdiendo las escamas en cada uno de los tropiezos que tenemos. También es una poesía que ha buscado siempre la transparencia, como punto opuesto a la condición humana, que es siempre misteriosa y oscura. Por transparencia debemos entender un ascenso, una elevación. En la tradición aristotélica, el yo está atrapado por el pensamiento: no somos lo que somos, sino lo que pensamos. Por lo que apostar al ser, así sea por tanteos, nos acerca más a la revelación”.

- ¿Y qué características piensa que lo define como persona?

“Es una persona recatada, reservada. No se presta a la figuración y es opuesto a cualquier signo de vanidad. Se ha volcado a la docencia desde muy temprana edad, y también a grandes empresas culturales. Su opinión fue definitiva cuando se creó Monte Ávila Editores, en 1967; y también cuando se fundó el Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Simón Bolívar de Caracas, hacia 1975. Coordinó las obras completas de Mariano Picón Salas y también el equipo de investigadores que editó la Antología de la Poesía Hispanoamericana Moderna. En los últimos años se le han rendido homenajes y conferido doctorados Honoris Causa, que el maestro ha recibido más por deferencia que por convicción. El país ha respondido tarde ante una de sus grandes figuras literarias, pero al menos ha respondido. Su tenacidad, capacidad de trabajo, nivel de exigencia y compromiso moral lo ha rodeado de discípulos y seguidores, que hasta en años recientes han asistido a sus seminarios”.

- ¿Sigue siendo un poeta de culto?

“Se ha convertido en un poeta de culto, en parte, porque ha publicado poco y sus obras no se han reeditado: hablamos de seis títulos con pie de imprenta en los años 1961, 1970, 1976, 1977, 1988 y 1990, y además en ciudades distintas: Caracas, Buenos Aires, París, Sevilla y México. El hecho de que fuera un notable ensayista y crítico, reconocido a nivel hispanoamericano, volvía a su poesía más misteriosa, porque casi nadie la podía leer. Así que la compilación que hemos preparado de toda su obra poética bajo el título La segunda versión (Pre-Textos, 2019) viene a saldar una deuda importante. Sucre era un autor que, bibliográficamente, no existía, y ahora hemos recuperado su obra para el lector iberoamericano”.

– ¿Qué cree que encontrará el lector en la poesía de Guillermo Sucre?

“Va a encontrar a un gran poeta, y en gran medida desconocido. Va a encontrar una voz singular, pura, que no duda en ir a fondo para luego subir a la superficie. En el marco de la venezolana Generación del 58, la obra de Sucre, aunque breve, debe equipararse con la de Cadenas, Palomares o Montejo. Y en el ámbito más hispanoamericano, también puede ser una revelación. El hondo tratamiento del lenguaje, la pulsión metafísica, la lucha contra el ocaso del tiempo, la conciencia de que las palabras son talismanes, la musicalidad de sus versos escalonados, el amor que vive al descampado y llega a unir cuerpos con árboles, son algunas de las señales que esta poesía va marcando, o quizás absorbiendo.Un poema como “A la intemperie”, por ejemplo, logra una sorprendente fusión entre lo que se escribe (fondo) con cómo lo escribe (forma), coronando en una imagen única: “Dejas caer tus párpados/ y por un instante/ en el trasfuego/ del día/ cae la sombra/ sobre tu rostro/ mientras cae/ la mano de la lámpara/ sobre/ el papel que escribo/ buscándose/ y buscando/ en la caligrafía oscura/ la transparencia”.

- Además de su producción poética, Guillermo Sucre es un reconocido ensayista. ¿Qué destacaría de ensayos como Borges, el poeta y La máscara, la transparencia?

“De Borges se valoró siempre su narrativa, y no tanto su poesía, que el argentino consideraba esencial para entender todo lo demás. Pues me parece que Sucre, con su ensayo publicado en 1964, inicia el reconocimiento de su obra poética. Luego vendrían otros estudios importantes, que reforzarán la misma tesis. Borges es el enorme narrador que es porque en los inicios fue y siguió siendo un gran poeta. Todos sus juegos con el tiempo, todas sus espirales y jardines, todas las inquietudes filosóficas que advertimos en sus relatos, ya estaban presentes en su poesía. Sucre no sólo recuerda eso, sino que también refleja las relaciones de la poesía borgeana con la tradición poética hispanoamericana. El caso de La máscara, la transparencia es aún más admirable, quizás porque el desafío que se propone es mayor. Su estudio fue elogiado, entre otros, por Octavio Paz, y en gran medida por mostrarnos un diagrama de las influencias recíprocas que operaban en la moderna poesía hispanoamericana. Quizás hasta entonces no veíamos ese cuerpo como un mapa, sino como un archipiélago. Si algo logra Sucre es cambiar nuestra lectura del conjunto y hacernos entender que se trata de una sola trama, en la que podemos ver múltiples relaciones. Hay una continuidad y una ilación; ningún poeta o ninguna obra poética se pueden explicar por sí mismos, sino en función de una tradición, y me parece que ese punto de vista sigue vigente hasta hoy: la poesía hispanoamericana es una sola”.

- Y qué protagonismo juega en la critica literaria y qué señalaría de Guillermo Sucre como crítico y ensayista?

“Como crítico siempre ha sido agudo, consistente y exigente. Consideraba también que toda creación debe llevar su componente crítico, pues este es un legado de la modernidad. Desde muy joven, ya ejercía la crítica en reseñas y artículos, y no era nada complaciente. Digamos que siempre decía lo que pensaba, en un medio cultural acostumbrado al elogio fácil. Sucre instauraba un cierto rigor, que a la vez era una exigencia: el creador debía dar lo mejor de sí mismo, debía buscar la autenticidad. Como ensayista, su prosa era elegante, reflexiva, sustanciosa. Desplegaba un método discursivo que siempre iba interrogando, como quien aclara dudas. En su estilo reflejaba un hábito pedagógico: ir despejando la maraña significante hasta lograr nociones o respuestas claras, diáfanas. Quizás el manejo de la poesía le permitía recurrir a las metáforas para aclarar las dudas. Si el razonamiento se agotaba in extremis, una imagen poética podía surgir para arrojar luz sobre la materia oscura”.

- ¿Qué significa la Generación del 58 a los integrantes, como usted, de la Generación del 78?

“Para mi generación, los del 58 eran como nuestros mayores, nuestros padres. Eran los que nos antecedían, y los teníamos muy cerca. Se trataba de una generación prodigiosa, como pocas en el siglo, y nosotros fuimos los primeros en acoger ese legado. Los poetas eran extraordinarios: Cadenas, Montejo, Palomares, Silva Estrada, Sucre, Calzadilla, Pérez Perdomo, García Morales, Barroeta; pero los narradores no se quedaban atrás: Garmendia, González León, Lerner. Con todos ellos nos relacionamos, y a todos ellos les debemos mucho. A ellos les tocó adelantar las manecillas de nuestro reloj y ponerlas en horario planetario. A partir de ellos nuestro conocimiento de la literatura universal no podía permitirse lagunas”.

- En Venezuela las relaciones entre generaciones ha sido siempre generosa y abierta. No es el caso en otros países, donde lo habitual suele ser matar al padre. ¿Por qué ocurre esto?

“Volviendo a la Generación del 58, a través de sus plataformas grupales o de sus publicaciones se generaban polémicas interesantes. Todavía en los años 80 vimos algunos intercambios sonoros entre agrupaciones. Pero hasta allí. Estas últimas cuatro décadas han sido de convivencia entre promociones: los jóvenes respetan a los mayores, y los mayores reconocen a los jóvenes. No creo que en el pasado nos haya caracterizado la virulencia o la confrontación, al menos no en el plano cultural. En eso nuestra tradición se diferencia de la mexicana o argentina, donde las guerras llegan a ser fratricidas. Creo que en los años que van de este siglo, la armonía ha sido aún mayor: no tiene sentido forzar divorcios cuando el país se sumerge en la desgracia. La actitud de los escritores ha sido unirse, sumando voluntades y hallando causas comunes. Todo el mundo responde al más ínfimo de los llamados”.

- ¿Venezuela es tierra de poetas o de narradores?

“Es una pregunta que siempre nos hacen, y que es difícil de contestar. Creo que al cierre del siglo XX podemos percatarnos de que la nuestra ha sido una gran poesía, con maestros indiscutibles en todas las décadas. Una deuda importante sería cómo proyectar ese cuerpo plural a otras audiencias, porque la poesía venezolana merece una relectura iberoamericana, para dar cuenta de que ese corpus no tiene nada que envidiarle a las grandes del continente. El caso de la narrativa es más complejo, porque deberíamos separar novela de cuento. El cuento en Venezuela alcanza un gran nivel desde los años 40, y lo sostiene hasta este comienzo de siglo, con piezas memorables y narradores que sólo se han abocado al llamado género menor. La tradición es fuerte y los cuentistas se suceden año tras año. El cultivo de la novela, en cambio, requeriría mayor análisis, porque es indudable que contamos con grandes novelas, desde Gallegos hasta Balza, pero no con una producción estable. Hemos tenido décadas muy significativas y otras que no lo han sido tanto. A la luz de estas variaciones, deberíamos aprovechar el cierre del siglo XX para hacer un buen balance crítico de la novela venezolana y alcanzar unas conclusiones que aún no tenemos”.

- Una de las líneas de investigación de Antonio López Ortega es la poesía pero, sin embargo, no es autor de poemas, ¿por qué?

“No escribo poesía porque nunca me he considerado poeta, pero sí la leo y la valoro mucho. Para mí es el género literario por excelencia: no hay como un poema bien logrado para entender el hondo valor de la literatura y de la lengua. Al no poder escribirla, pero sí leerla, de manera natural se me ha abierto toda una línea de ensayos, investigaciones y compilaciones que dura hasta hoy. El acento lo he puesto en la poesía venezolana, compilando las obras reunidas de Alejandro Oliveros, Yolanda Pantin, Igor Barreto, Guillermo Sucre y, hacia el fin de año, Eugenio Montejo. Esto sin contar un reciente trabajo que he editado junto a mis colegas Miguel Gomes y Gina Saraceni: la antología Rasgos comunes, que es una compilación de poesía venezolana del siglo XX. En tiempos pasados, junto a las poetas Yolanda Pantin y Blanca Strepponi, mantuvimos una hermosa aventura editorial llamada “Pequeña Venecia”, que en la década de los años 90 llegó a publicar cien títulos de poesía. Allí no sólo incluimos a venezolanos e hispanoamericanos, sino que también acogimos un significativo número de traducciones, algunas de poetas que hasta entonces no se conocían bien en castellano: Delmore Swartz, Sylvia Plath, e. e. cummings, Sharon Olds, Gottfried Benn, entre muchos otros”.

FIRMA FOTO: Sergio Méndez

Saludos, ¿captan?, desde este lado del ordenador

El síndrome de Ulises

Lunes, Octubre 14th, 2019

Canarias ha sido objeto de innumerables relatos de viajes que ofrecían su visión, a veces peculiar, de las islas. Existe, de hecho, una atractiva bibliografía sobre el archipiélago que encuentra en el siglo XIX y XX algunas de sus mejores notas, sobre todo las que firmaron viajeros británicos y algún francés, tendencia que ha ido cambiando con los años, encontrándonos ahora con escritores nacidos en las islas que escriben sobre sus experiencias en otros países o proponen una mirada sobre su territorio con espíritu de viajero, de asombro ante lo visto y por ver, literatura que se adentra tanto en el periplo físico de saltar de isla en isla cómo en la transformación interior del protagonista, que quizá sea el viaje más interesante de todos.

Eduardo Montelongo se planteaba esta pregunta en Cuaderno afortunado, un viaje por las siete islas Canarias un poco al modo de Jack Kerouac por las carreteras de los Estados Unidos de Norteamérica… Un itinerario donde el viajero es el protagonista porque se hace preguntas universales mientras conoce gente y deambula por ciudades y pueblos al amanecer y cuando llega el crepúsculo.

José L. González-Ruano
plantea en El archipiélago nómada. Un viaje libre y salvaje por las islas Canarias (Azulia, 2018) un argumento parecido al de Cuaderno afortunado de Eduardo Montelongo solo que en donde este último buscaba una identidad común, para González-Ruano se trata de un viaje interior donde las islas y el mar que las rodea adquieren el poder de las metáforas.

El escritor sufre el síndrome de Ulises, así que plantea la obra como una búsqueda de Ítaca por las siete islas Canarias para encontrarse a sí mismo. La aventura, porque este viaje es una aventura, está escrita con palabras que cobran en ocasiones un destacable lirismo y sumerge al lector en un trayecto atractivo, que huye de la postal turística y que quiere ser, además de literario, divulgador de un territorio que desconocen sus habitantes.

Esta es las sensación que se tiene cuando se lee el libro y el atractivo que tiene por cuanto muestra otros aspectoos de las islas, ese lado natural y en estado salvaje que todavía conserva en muchos de sus rincones.

Escritor que siente confesa debilidad por las islas, por todas las islas, es autor también de Donde anidan los albatros, en el que proponía otro itinerario por islas, solo que por esas islas que están repartidas por el mundo, esas peñas en medio del mar donde anidan los albatros.

Ahora en El archipiélago nómada hace lo mismo pero mostrando una tierra real, volcánica que cruje cuando se camina sobre ella. También de desembarcos en una tierra escarpada que casi fue un naufragio, un naufragio espiritual para el escritor.

En todo este trayecto, en la soledad de la Isla de Lobos o de cualquier otro reducto salvaje de Canarias, el viajero que es González-Ruano lee, lee sobre todo poesía mientras cae la noche.

Crónica de viaje interior más que exterior, del que describe geografías que están dentro, El archipiélago nómada es un “viaje geopoético” por las islas Canarias originales que lleva al escritor desde La Alegranza al Faro de Orchilla, encontrándose por el camino con gente sencilla y un paisaje cambiante y por eso mismo tan fascinante.

Para contar todo esto, José L. González-Ruano reúne unas pocas herramientas, las suficientes para contagiar al lector de sus sensaciones y de cómo alcanza a ver ese archipiélago original que lo transforma como hombre y viajero. Una mirada feliz pero teñida también de melancolía sobre una isla(s) salvaje(s) que se resisten a desaparecer aunque apenas tengamos memorias de ellas.

Saludos, en busca de Ítaca, desde este lado del ordenador