Archive for Marzo, 2022

Gilberto González: “Un museo tiene que representar al mayor número posible de ciudadanos”

Martes, Marzo 8th, 2022

Gilberto González (La Laguna, 1975) renovó a finales de 2021 como director artístico de TEA Tenerife Espacio de las Artes, una renovación para que siga dando continuidad a lo largo de un año a un proyecto por el que fue seleccionado para ponerse al frente de una de las joyas, en cuanto a infraestructuras culturales se refiere, del Cabildo de Tenerife. Transcurrido el tiempo, el nombre de aquel proyecto no pudo haber sido más profético: Principio de incertidumbre.

Abrir la institución a la calle, apostar y darle una narrativa coherente a una colección, la de TEA, que reúne aproximadamente unas cinco mil piezas; cuidar la página web y potenciar el centro de fotografía y el de documentación así como inaugurar un espacio a las performances, entre otras acciones han conseguido, asegura Gilberto González, “un incremento significativo” del número de visitantes al centro gracias en parte también a una política de adquisiciones, la última de ellas el archivo de la sala Conca, esencial para entender el arte en Canarias en los años 70 y 80.

– Usted presenta el proyecto Principio de incertidumbre cuando en junio de 2018 es nombrado Director Artístico de TEA Tenerife Espacio de las Artes. Transcurrido tres años al frente de la institución y tras su renovación como su director artístico ¿ese principio de incertidumbre es ahora de certidumbre?

“Entiendo que en ciertos aspectos el título no pudo haber sido más profético porque la incertidumbre se apoderó no solo de fortalecer una institución sino que entiendo también el propio sentido de la sociedad con la pandemia, lo que nos ha llevado a tener una certeza, diría que absoluta, de que vivimos en una incertidumbre total”.

- ¿Cuáles fueron sus prioridades cuando entró en TEA?

“Creo que lo importante no era tanto establecer una crítica constante al pasado ya que hay un montón de narrativas artísticas que no se han incorporado a TEA sino la posibilidad de imaginar un futuro. El principal estado de desasosiego en el que estamos es la ausencia de utopías, la posibilidad de construir algo, y antes no era así. Es decir, la posibilidad de reescribir el pasado, que es lo que hace un museo, y ampliarlo, incorporando otras voces que no estaban en el museo nos dan la posibilidad de manera muy modesta de pensar nuevas utopías o al menos la de vislumbrar una posibilidad de futuro”.

- Y tras estos tres años como director artístico de TEA ¿cómo vislumbra esa posibilidad de futuro?

“Creo que siempre vamos a estar en el caos porque cada generación tiene la percepción de estar en el caos pero sí que se vislumbra una mayor conciencia colectiva pero también de conflicto aunque el arte da la posibilidad de experimentar con el tiempo y con el espacio. El trabajo que realizamos en TEA con los artistas y con los comisarios es el de no plantear solo una contra narrativa del pasado sino en cómo se empiezan a ver otras posibilidades de futuro”.

- ¿Y cómo lo piensa hacer?

“A través del programa de pensamiento que fortaleceremos este año y el de mediación con el público y las exposiciones que van siempre encaminadas a una idea de pensar colectiva y en ocasiones también divergente”.

- Cumple al frente de TEA cuatro años como director artístico. ¿Qué panorama se encontró cuando llega al centro?

“El periodo del primer director artístico, el de Javier Durana, lo viví muy de fuera y no tengo una opinión clara sobre ese tiempo; el siguiente periodo, periodo que podríamos denominar de regencia, encuentro elementos interesantes como fue la posibilidad de una dirección abierta, que recayó en tres personas y que tuvo, a mi juicio, el atractivo de hacer el centro más plural aunque si bien tuvo líneas claras también contó con elementos difusos. No obstante, y pienso que hemos avanzado bastante, mi tarea fue la de definir cuáles eran las líneas de trabajo del centro porque hay que tener en cuenta que cuando llego a TEA el primer año contaba con una programación hecha por lo que nos esforzamos en establecer lo que antes explicaba, unas líneas de trabajo y de pensar el arte y la cultura desde este lugar con el fin de abordar las cuestiones que nos atraviesan en la actualidad como sociedad y que son mucho más complejas que las de hace trece años, que fue cuando se fundó el museo, y claro que estamos todavía atravesados por muchas cuestiones provincianas pero ésta es una sociedad híper cosmopolita, hay personajes de distintas razas, las cuestiones de género están sobre la mesa… Continuar pensando Canarias en términos del terruño resulta cada vez más complejo”.

- ¿Por qué?

“Porque creo que cuestiones como el paisaje, que son cuestiones que traemos a la mesa, resultan cada vez menos importantes para la población. Hay, de hecho, una generación que viene por detrás que tiene otra realidad completamente distinta a la nuestra, así que la idea es ¿cómo podemos incorporar esa generación y ese pensamiento? No entendía que no se hubiera incorporado al centro y que en algunos aspectos estuviéramos en narrativas que obedecían a otro tiempo”.

- Está claro que intentar captar a esa generación es una de las prioridades pero ¿que otras preocupaciones marcaron su gestión en 2021?

“Una era trabajar la idea de la colección TEA, reorganizarla y pensar las líneas que la atraviesan y los elementos que la sustentan más allá de Óscar Domínguez y el arte de los 90. Había que pensar que esto es una colección y que en cualquier otro contexto este sería un museo nacional, y que tiene una vocación nacional en el sentido de pensar un territorio a través de las obras y para mi era fundamental empezar a trabajar en esa colección y eso es lo que hemos hecho los tres últimos años con la colección. Pensar, ¿por qué, para qué y qué narrativas y elementos deben incorporarse a ella? También cómo agregar a toda una generación que no sentía el centro como un espacio que les perteneciera porque todos los museos han sido reflejos de unas élites pero se trata de un sistema que ya está quebrado. Un museo tiene que representar al mayor número posible de ciudadanos y en eso es en lo que estamos trabajando”.

- ¿Qué carencias de TEA le gustaría dejar atrás?

“Una de las cuestiones en la que ya trabajamos es poner al día el Centro de Fotografía y el Centro de Documentación de TEA. La posibilidad de un acceso organizado a toda la documentación que guarda y que cuenta, recientemente, con la incorporación de los archivos de la sala Conca. El objetivo es crear un espacio lógico y riguroso para que se pueda acceder a toda esa documentación no solo para los investigadores sino también para la ciudadanía en general y en ese camino hemos avanzado mucho con la web pero tenemos que seguir avanzando tanto en personal como en la posibilidad de abrir ese espacio, que ya tiene uno físico y que ha supuesto un cambio ya que hemos notado una enorme llegada de público para consultar pero es algo en lo que tenemos que continuar avanzado para darle mayor peso”.

- Leo que tras el confinamiento TEA ha tenido un incremento de público…

“Hay un aumento de público local y desde que han vuelto los cruceros de más visitantes pero si lo miras en tiempo de pandemia no recibimos turistas pero sí público de las islas. Comenzamos con un programa de performance y música no como complemento de la programación sino porque creímos que si desde los años 60 lo performativo ya era atendido por los museos y TEA no le había prestado atención, había que darle un espacio central, lo que atrajo a mucho público y hemos recompuesto por así decir las relaciones con la facultad de Bellas Artes y apreciamos un incremento de alumnos que han ido trayendo a su vez más público que antes no contaban con el centro como un espacio de pensamiento”.

- Sin embargo tengo la percepción que TEA sigue manteniendo un divorcio con la calle.

“La mayoría de la gente desarrolla su vida sin necesitar a los museos. Los museos son unas infraestructuras que el estado del bienestar decide que deben crearse pero no nos preguntamos a veces si tenían sentido crearlas en esta sociedad en concreto y el modo en el que lo hemos hecho. Está el modo en cómo nos referimos al centro como institución. Los que quitan el artículo, y dicen TEA y los que sí usan el artículo y lo llaman el TEA, que es como lo identifican muchos. Eso mismo visualiza la barrera que nosotros mismos establecemos para que la gente se apropie de un espacio que les pertenece. Tenemos que pensar que las instituciones son como la gente quiere que sean pero no cómo nos gustaría a los que formamos parte de la institución que deberían ser. En los últimos dos años y en parte por la pandemia y porque sí creo que hemos hecho una buena labor, ese divorcio si no ha cesado al menos se ha dulcificado”.

- TEA, el TEA… ¿Por qué no Instituto Óscar Domínguez de Arte y Cultura Contemporánea?

“Hubo un primer nombre, Instituto Eduardo Westerdahl. Probablemente Westerdahl encarnaba mejor toda una serie de pulsiones que hay en la isla sobre cultura mientras que el nombre de Óscar Domínguez quiso proyectar ese afán cosmopolita de la isla. De todas formas y si no recuerdo mal antes de la inauguración es cuando se decide el cambio de nombre, y en cierto sentido TEA hace volver a la idea inicial, un espacio en el que todas las artes y culturas se encuentren. No haría nada por cambiar el nombre de TEA porque dentro de lo que cabe es ya un nombre que la gente reconoce dentro y fuera pero si me preguntaras te diría que el de Eduardo Westerdahl era mejor nombre que el de Óscar Domínguez”.

- Y que el centro contenga obra de Óscar Domínguez ¿es un peso para TEA?

“Claramente, ya que obliga a que se dediquen una serie de recursos a su figura y a lo que representa pero se olvida que esta es una colección de más de 5.000 objetos que proponen un recorrido por todo el XX no solo de Canarias sino del arte occidental. Óscar ocupa un 5 por ciento de lo que es la colección y nos hace olvidar que en los tiempos en que estuvo en París hubo mucha gente que hacía cultura en unas situaciones mucho más complejas. Esto no quiere decir que no crea en la importancia de Domínguez pero tenemos que acercarnos con una visión crítica no solo a su obra sino al modo en que nos hemos apropiado de ella”.

- Existe una comisión de asesores.

“La idea de que exista una comisión no obedece al capricho del director o directora. Es una propuesta que se elabora junto a los conservadores del centro atendiendo a un rigor y a una narrativa muy clara de la colección. Queda todavía por hacer un trabajo para entender por qué hay muchas obras de un tipo y menos de otro, y cómo vamos a vehicular ese discurso. Ahora las obras de TEA están en la web, lo que permite entender estos desequilibrios y establecer equilibrios tal y como lo hacen otras colecciones y cómo lo estamos haciendo ahora nosotros también”.

- El Auditorio y TEA son las joyas de las corona en infraestructuras culturales en Tenerife. ¿Recibe por ello muchas presiones políticas?

“No”.

- ¿Y cree que los partidos políticos tienen una actitud coherente con la cultura?

“Es interesante leer los programas culturales que lleva cada partido tanto a nivel nacional como a nivel local y regional. Los partidos políticos son los representantes legítimos de la ciudadanía en las instituciones. La cuestión es cómo hacer entender que la dirección artística de los centros requiere de una independencia igual a la que se reconoce a una cátedra. Debe de haber una cierta libertad institucional para llevar adelante los programas que se establezcan y por eso deben de cambiar las direcciones dentro de un museo al margen de los intereses de partido”.

- Y hasta ahora ¿cómo han sido su relación con los partidos políticos?

“De respeto”.

- Durante estos tres últimos años y este que ahora inicia… ¿Pensó en algún momento tirar la toalla?

“Vengo bastante bregado, cuento con bastante experiencia institucional. Trabajé en el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), en la Bienal de Canarias, en museos grandes y pequeños por lo que tengo una buena capacidad de aguante. Por otro lado, sí que han habido días en los que no sé si compensa el trabajo pero en general no hubo un momento que dijera lo dejo por lo que me encantaría concluir –en la medida de lo posible– el proyecto ya que nunca he dudado que vine aquí para hacer este trabajo y que lo quiero acabar”.

- A nivel personal tiene alguna debilidad por alguna expresión artística?

“Me interesa mucho la arquitectura pero quizá de una manera no habitual. La arquitectura es de todas la expresiones artísticas la que todo el mundo está capacitado para opinar y sin embargo se ha secuestrado la voz de quien está en el espacio. Me interesa porque nos afecta a todos: organiza nuestra vida y está vinculada a regímenes y a formas políticas de entender el espacio. Tengo un interés enorme por el modo en cómo se piensa y se explica la arquitectura ya que a veces está disociada de la realidad. Y de forma consciente esa disociación es real. Me interesa también el vídeo y la escultura”.

- ¿Continuará la programación de cine?

“Reforzaremos la idea de ciclos, solo que con personas que los comisaríen. Es una tarea que se inició ya con el vídeo club y me gustaría que suscitara la necesidad de hablar del lenguaje cinematográfico, cuál es el sustrato que hay en el cine y que emana a otras muchas cuestiones. Instagram no se entiende sin el cine y mucho arte y pintura no se entiende sin el cine. Nos pareció importante plantear este año una serie de ciclos que hablen del lenguaje cinematográfico a través de distintos creadores y creadoras. Me interesan más las obras que los autores. Qué cuenta y qué elementos de consenso y disenso podemos encontrar en un cuadro de Malévich o en la pintura de Regalado”.

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Estefanía M. Bruna

Saludos, nubes y akgo de sol, desde este lado del ordenador

Diccionario apasionado de la novela negra, un libro de Pierre Lemaitre

Lunes, Marzo 7th, 2022

El género negro, o negro y criminal como lo acuñó el librero Paco Camarasa, se ha instalado en España desde hace ya un puñado de años. Los festivales que se dedican a este tipo de literatura abundan por todo el territorio nacional, varios de ellos en las islas, y reúne a una legión de lectores que además de leer novela quiere conocer a los primeros, los clásicos, que cultivaron una narrativa que, en palabras de Paco Ignacio Taibo II, puede entenderse como “la literatura social” de unos tiempos tan inestables como son los que vivimos.

Es tanto el interés, que el mercado editorial se atreve incluso a publicar volúmenes en los que se habla de autores y novelas con el fin de guiar a los lectores entre los que sobresalen porque además de escribir historias también hacen literatura con todas sus letras. El bosque es sin embargo tan grande que resulta difícil descubrir a los mejores si antes no hay un experto que les advierta que no le van a vender gato por liebre.

Estos libros, en ocasiones atractivos ensayos, sirven también para los iniciados en el género ya que pueden o no estar de acuerdo con muchos de los nombres que se despliegan en este tipo de obras. La última de ellas un volumen generoso en páginas: Diccionario apasionado de la novela negra (Salamandra, 2021), del escritor galo Pierre Lamaitre, quien efectivamente ha escrito un diccionario “apasionado” sobre la literatura que más le gusta y que cultiva como escritor.

Pasa, no obstante, en esta clase de obras que quien lo lea, y ese ha sido mi caso, coincida en muchas de sus apreciaciones pero también que rechace otras y sienta también que se han omitido nombres propios que deberían de figurar y otros, que sí figuran, haberse abstenido de recordarlos pero en esta literatura, como en todas, hay tantos escritores como lectores.

En el libro de Lemaitre hecho en falta, y así lo reconoce el mismo autor, a David Goodis, uno de los más grandes escritores negros que tuve la suerte de más que leer, devorar, y narrador con un mundo literario más que interesante, poblado de constantes que hacen que sus novelas solo puedan ser novelas de David Goodis.

Pierrre Lemaitre mezcla conscientemente en el mismo saco autores y autoras que no necesariamente escriben novela negra tal y como entiendo el género, pero es otro de los atractivos de una obra llamada a que sirva de consulta por muchos aficionados.

Este diccionario es amplísimo (más de 500 páginas) y variado. Se incluye en sus entradas, de la A hasta la W, reseñas de autores como de novelas y películas. También se incluyen definiciones muy particulares de Lemaitre sobre el mismo género, y conceptos que aparecen en estos libros como la violencia, entre otros.

En la lista de escritores reseñados abundan sobre todo los franceses (no iban a ser menos, Lemaitre es francés) y los norteamericanos, muchos de ellos desconocidos en España porque de momento no han sido traducidos. Entre los españoles, figuran quien tenía que figurar, Manuel Vázquez Montalbán, y otros que no veo muy claro que haya sido incluido en el libro como Arturo Pérez Reverte. Se mencionan de pasada a Víctor del Árbol y Carlos Zanón, mientras que la nómina de escritores hispanoamericanos aparecen Leonardo Padura y Paco Ignacio Taibo II y unos poquitos más que Lemaitre entendió que debían de estar presentes. Se olvidó sin embargo del brasileño Rubem Fonseca y del mexicano Elmer Mendoza, “padre” de la narcoliteratura.

El escritor francés escribe desde el corazón lo que significó descubrir a la mayoría de los autores que aparecen en su Diccionario, por lo que no resulta nada extraño (pese a que estuvieran en la antípodas) entender lo que para Lemaitre fue leer a Jim Thompson como a Agatha Christie y descubrir en pantalla películas como Seven y la trilogía de El padrino.

Se trata de un trabajo “apasionado”, lo que hace que se le perdone al compilador ausencias sonadas y, al mismo tiempo, se agradezca que llame la atención por determinado escritor o novela.

No es la primera y espero que no sea la última vez que se publica esta clase de libros, esta especie de Guías Michelín escritas por un “apasionado” del género negro y criminal.

Me sirven de hecho como libros de trabajo el Diccionario de la novela negra norteamericana, de Javier Coma, que apareció a mediado de los años 80 en la colección Contraseñas de la editorial Anagrama, o los libros que dedicó al género más con espíritu compilador que crítico Salvador Vázquez de Parga.

Se ha traducido además un pequeño ensayo en el que James Sallis escribe “apasionadamente” de tres grandes de esta literatura, los ya mencionados Jin Thompson y David Goodis, así como el afroamericano Chester Himes. Hace ya unos años se publicó en español las biografías de Jim Thompson, Raymond Chandler y la autobiografía de Chester Himes, entre otros.

Recientemente, apareció en librerías Lo veo muy negro, un paseo personal por esta literatura de Antonio Lozano y se publicó Sangre en los estantes, libro en el que Paco Camarasa recomendaba novelas y autores con la perspectiva del crítico y sabio lector que fue.

El libro de Pierre Lamaitre se suma a esta bibliografía y cumple con sobresaliente las expectativas ante las que el lector iniciado como el profano esperaba encontrar en un libro como Diccionario apasionado de la novela negra No vende gato por liebre.

Saludos, con una thompson entre las manos, desde este lado del ordenador

Tito Expósito: “Hace falta que las instituciones sepan que la industria cultural debe vertebrarse con solidez”

Miércoles, Marzo 2nd, 2022

Por Yolanda Delgado Batista

Corrían los años noventa cuando nació Baile del Sol, una editorial canaria que, pese a tiempos revueltos y a su condición insular, ha logrado convertirse con los años en un sello con proyección internacional. Mantenerse en el mercado, en especial cuando se trata de una editorial independiente resulta un acto de resistencia verdadera, la mayoría no logra sobrepasar la franja maldita de los cinco años. Los lectores no somos del todo conscientes de la importante labor cultural que desarrollan. Gracias a ellas, tenemos la oportunidad de descubrir voces literarias venidas de todo el mundo y de todas las épocas. Libros que por razones de rentabilidad, quedan excluidos de los catálogos de los grandes grupos. Es por ello que hemos querido conversar con el editor Tito Expósito y celebrar el treinta cumpleaños de Baile del Sol. Con él y con todas aquellas personas que la hicieron posible.

- Años 90. Un grupo de jóvenes se lanzan a montar una editorial independiente, pero no en Madrid ni en Barcelona sino en la isla de Tenerife. ¿Me lo explica?

“Ese grupo de jóvenes estaba formado por individuos inquietos culturalmente que no tenían una válvula de escape donde poder sacar adelante sus trabajos, ya fueran poéticos, narrativos, musicales o pictóricos. Algunos de nosotros veníamos de la edición de fanzines y de publicaciones caseras de cuadernos poéticos o cintas musicales. Así nace la editorial, dejando a un lado esa etapa fanzinera y cambiando el foco hacia un trabajo más profesional y que se pudiera encontrar en las librerías. Queríamos salir de nuestro círculo underground y posibilitar la llegada de nuestra obra a otros posibles lectores”.

- ¿Qué recuerdos guarda de aquellos comienzos?

“Sobre todo, mucha ilusión, pero también mucho trabajo, mucha manualidad, muchos tropiezos y demasiada ingenuidad”.

- ¿Qué sintió cuando tuvo el primer libro entre las manos? ¿Cuál fue?

“Una sensación de triunfo, pero también de que había que cambiar un montón de cosas para llegar a ofrecer un buen producto, tanto literaria como estéticamente. Aunque sacamos dos títulos a la vez, el primero sería El grillo rojo, una novela corta de Juana Santana”.

- Veinte años son nada, dice la canción, aunque me da el pálpito que treinta para una editorial pequeña es una eternidad. ¿Ha hecho balance?

“Cada equis años hago balance, y pasan por mí todos estos años, con sus respectivos altibajos. Solo el esfuerzo personal y el de las personas allegadas han hecho posible que el sueño se haya hecho realidad”.

- Supongo que más de una vez ha pensado en tirar la toalla. ¿Por qué? ¿Qué tipo de soporte necesitan editoriales como la suya?

“Por supuesto, incluso la toalla ha llegado hasta el suelo en un par de ocasiones, pero aun esas veces la he vuelto a recoger y he iniciado una nueva etapa, con nuevas personas o en solitario. En estas islas, como supongo que en cualquier otra parte, editoriales como la nuestra siempre van a necesitar recursos que no son propios, ya sean de ayudas a la traducción, ayuda de compra de ejemplares para bibliotecas públicas, etc. Desafortunadamente, el libro no es un deporte que practique una inmensa mayoría. También hay que contar que las grandes editoras tienen los medios para copar tanto los estantes en las librerías como para publicitarse o difundir su catálogo, cosa que para nosotros es un acantilado insalvable. Para poder existir, tenemos que apostar por explorar y encontrar nuevos autores y obras y arriesgar en caladeros que las grandes no hayan esquilmado. Siempre hay ejemplos de pequeñas editoriales que salen adelante porque llevan a cabo una buena gestión empresarial y la elección de su catálogo logra penetrar en el público lector. Ahí está el ejemplo de Impedimenta, Blackie Books y algunas otras”.

- Cuénteme un momento dulce como editor.

“Te puedo contar dos especialmente. El primero, la consecución del premio que daba el Cabildo de Tenerife al libro mejor editado. Se trata de Violeta y otras cosas primeras, de José Manuel Hernández, hecho casi artesanalmente por muchos amigos, entre ellos el propio autor y su familia. Cada cubierta fue preparada individualmente: pintada y recortada la tela, pintados, cortados y pegados unos cartones rizados, pacientemente. Confeccionamos un separador de páginas de hilo de bala y cartón. En definitiva, fue un proceso hermoso, festivo y gratificante. El segundo, cuando Rodrigo Fresán primero, en ABC y semanas después, Enrique Vila-Matas en El País, daban fe de las excelencias de Stoner, novela de John Williams que habíamos editado sin apenas repercusión unos meses antes”.

- ¿Qué evolución ha experimentado Baile del Sol durante estos años?

“Pasar de una edición artesanal de difusión insular, que se nutría principalmente de autores locales, a convertirnos poco a poco en una editorial de distribución estatal, con un catálogo de autores de casi todos los continentes, con especial interés en la literatura de África y de Europa del Este, y desde hace un par de años hemos iniciando la distribución y asentamiento en México, con la colaboración de la distribuidora-editora Olinyoli. También destacar, cómo con el libro electrónico, tras una gestión acertada en las diferentes plataformas de contenido digital, hemos podido difundir una parte del catálogo a cualquier persona del planeta que esté interesada por nuestros títulos”.

- No estar físicamente en la Península, ¿supone una dificultad añadida?

“Supone una primera dificultad, la de entrar en el mundo de las distribuidoras y que no te consideren una editorial localista, pero supongo que esto también le puede pasar a una editorial de Palencia. Cuando se dan cuenta de que tu producto se nutre de autores de cualquier procedencia desaparece esta pega. Para nosotros la mayor dificultad de la distancia es la producción. Imprimir en las islas es mucho más caro e imposible si quieres llevar tus libros al resto del país desde aquí. Tienes que imprimir en la Península sin más remedio. Punto y aparte es el tema de aduanas y transportes, con unos trámites y unos costes estratosféricos, inconcebibles y totalmente injustos, con un trasfondo colonial”.

- ¿Se ha especializado en algún género o apuesta por la diversidad?

“Creo que tocamos casi todos los géneros. No hemos entrado en la literatura infantil o juvenil, ni en la novela gráfica ni en los comics. No tenemos ni infraestructura ni preparación para ello. Nos movemos mejor con la narrativa y la poesía, esta última ha sido la que nos ha marcado los inicios y la que nos ha hecho crecer y darnos a conocer en las primeras décadas”.

- En estos últimos años, diferentes premios literarios han recaído en obras escritas por autores de África. Sin ir más lejos, el último premio Goncourt ha sido otorgado a La plus secrète mémoire des hommes, la novela de Mohamed Mbougar Sarr, escritor senegalés. Hoy por hoy, Baile del Sol se ha convertido en un referente obligado en literatura africana. ¿Cómo surgió este este interés?

“África está en nosotros, tanto geográfica, antropológica como culturalmente. Siempre nos hemos sentido parte de este continente. Los fanzines por los que nació la editorial se nutrían principalmente de la búsqueda de la raíz prehispánica en las costas continentales. A nuestra generación, y a la anterior, se nos había impuesto un muro a todo lo que venía de allí. Solo podíamos mirar a Europa o a América, pero el tambor que llevábamos dentro, que nos latía, estaba en aquel continente. Iniciamos la andadura de la editorial con dos títulos lanzados al unísono, uno de ellos se titula Cuentos del Sahel, escrito por niños de Níger que aprendían castellano. Así que llevamos 30 años editando literatura y autores africanos. Esta pasión nos llevó también a colaborar con otra empresa canaria de gestión cultural, Mirmidón, en la organización del SILA (Salón Internacional del Libro Africano) que desgraciadamente, la mala gestión institucional acabó fagocitando”.

- Cuéntenos, por favor, el hallazgo de Stoner, la maravillosa novela del norteamericano John Williams, que tantas satisfacciones le ha dado.

“Simplemente fue una cuestión de lectura, de estar atento a lo que dicen autores que te gustan sobre las obras de autores que les gustan a ellos. Con Stoner fue una entrevista que leí de una autora que me gustaba en ese tiempo, Anna Gavalda. Decía que estaba maravillada por esta obra y que le había propuesto a su editor francés su publicación. Simplemente me puse a indagar, buscar a la agencia que llevaba los derechos y, al ver que estaban libres para castellano, hacerme con ellos”.

- En su tiempo, el pobre hombre no tuvo suerte ninguna con su obra, muchos menos con Stoner. Me temo que hoy le hubiera ocurrido igual a menos que su libro hubiera caído en manos de editores como usted. El mercado es brutal en relación al número de libros que se publican anualmente. ¿Lo ve un inconveniente o una ventaja?

“Sí, se publican miles de títulos al año. Hay que aprender a rebuscar y a escoger lo que te apetece leer. Quizás pasen muchas buenas obras desapercibidas y otras que no lo merezcan tengan demasiada atención. Pero es el lector quien decide y quien debe arremangarse y buscar su lectura. Personalmente prefiero que haya bastante donde elegir”.

- Aún no hemos hablado del apoyo de Baile a los autores canarios…

“Siempre han sido y serán una parte importante de nuestro fondo. Ahora mismo conviven varias generaciones con una obra cada vez más extensa e interesante. Nos complace ver cómo se va incrementado el número de autores que van saliendo del corsé insular y sus lectores se van expandiendo por otras geografías”.

- En Francia, durante el primer confinamiento, cinco millones o lo que es lo mismo, uno de cada diez franceses se pusieron a escribir su primera obra. Las editoriales recibieron tal avalancha de manuscritos que terminaron por lanzar un SOS. Inclusive hubo una que en su página web advertía aquello de que “no todo el mundo lleva un libro dentro”. ¿Experimentó usted algo parecido?

“Sí, pero no solo en la pandemia. Es algo que siempre nos ha ocurrido, y es por lo que durante mucho tiempo hemos colgado en nuestra web la leyenda de “no se aceptan originales”. No te puedes imaginar el colapso que tuvimos durante más de tres años debido a esa llegada masiva de títulos a nuestros buzones. Simplemente la lectura y valoración de los mismos ocupan un tiempo y unos recursos de los que no disponemos”.

- ¿Cuántos títulos publica al año?

“Depende de cómo estemos económicamente el año en cuestión. Por ejemplo, en 2020 fueron dieciocho; en 2021 publicamos veintidós. Antes de la pandemia rondábamos los 40. Este año sacaremos 30, uno por cada año cumplido. Pero el próximo solo serán 12. Esa será la media anual que barajamos para los años venideros. Menos cantidad para centrarnos en el recorrido de cada título en particular”.

- ¿En cuántos países está presente?

“En formato papel, en España y México, con nuestros propios recursos. También con alguna distribuidora llegamos a otros países latinoamericanos. Si hablamos del libro digital, no hay fronteras”.

- Ahora que se habla tanto del consumo de proximidad, ¿qué ocurre con la cultura?, ¿siente que los lectores, medios de comunicación e instituciones de las islas apoyan de verdad los proyectos culturales locales?

“Ni ahora ni nunca en los medios de comunicación. Siempre han sido casos puntuales y algún que otro periodista francotirador que hace lo indecible por comunicar y que le hagan un hueco. Y en cuanto a los instituciones, más o menos parecido, según vaya cambiando el color de los que se sientan. Siempre parcheando. Hace falta que las instituciones se tomen en serio que la industria cultural debe vertebrarse con solidez y para ello, deben contar con los agentes que la forman. También han de valorar que puede ser una importante fuente de ingresos para la gente de esta tierra”.

- Los medios afirman que estos años de pandemia están siendo muy positivos para el negocio editorial. ¿Es cierto? ¿Se lee más ahora?

“Eso parece, por lo menos no ha decaído. En nuestro caso se ha mantenido el ritmo en las ventas, e incluso algún aumento en zonas que antes estaban estancadas”.

- ¿Si Tito Expósito volviera a nacer, sería el editor de Baile del Sol?

“Pues creo que no, con lo que sé ahora, sería un lector disfrutón que haría pinitos en la escritura, que fue por lo que empezó todo esto. La parte empresarial de este oficio te quita todo el romanticismo”.

FIRMA FOTO: Inma Luna

(*) Yolanda Delgado Batista es escritora y periodista cultural