Archive for Marzo, 2022

Madrid era una fiesta, una novela de Pedro Herrasti

Lunes, Marzo 21st, 2022

Las aventuras de Jorge Blanco comenzaron hace ahora ocho años con la publicación de Capitán Franco, una novela que recogía las supuestas memorias de su protagonista, un pusilánime que por esos caprichos de las naturaleza termina en el ejército español combatiendo en África junto a un por aquel entonces jovencísimo Francisco Franco, que también pone precio a su vida en territorio tan hostil.

El personaje, inspirado sin lugar a dudas en esa feliz creación que fue Harry Flashman, del escritor escocés George MacDonald Fraser, regresa ahora en Madrid era una fiesta. El escritor, Pedro Herrasti, ha procurado seguir la secuencia cronológica, ambientado la historia en 1924, solo que cambia el escenario de la guerra de la primera por la felicísima capital de España de aquel año.

Las trincheras del frente africano desaparecen así en favor de las tabernas donde se vende vino peleón y se asiste al despegue económico de un país que en plena dictadura (dictablanda para muchos) de Miguel Primo de Rivera, padre del que sería fundador de Falange Española, José Antonio, acogió uno de los proyectos educativos más renovadores del por aquel entonces y mucho me temo que ahora mismo, vivió España: la Residencia de Estudiantes.

Precisamente será la Residencia de Estudiantes uno de los escenarios de la novela; entorno en el que nuestro protagonista conocerá y se irá de francachelas con algunos de los compañeros que allí residían como Luis Buñuel, Federico García Lorca, Salvador Dalí y Pepín Bello, a quien se le debe precisamente la frase que da título a esta novela: Madrid era una fiesta.

El retrato de cada uno de ellos es uno de los atractivos que presenta el libro, ya que a muchos les sorprenderá cómo los ve y cómo los entiende Jorge Blanco. Si ya en Capitán Franco su mirada sobre Miguel de Unamuno no resultaba benevolente, su descripción de Buñuel, futuro cineasta, es demoledora al presentarlo como un bruto. Que nadie se llame a engaño, sin embargo, ya que Herrasti a través de su personaje solo se limita a reproducir cómo se describe a sí mismo Buñuel en sus deliciosas memorias Mi último suspiro.

La mirada de Jorge Blanco sobre Lorca raya, por el contrario, en la admiración, no así en el caso de Dalí, un artista tímido que cuando gana confianza se vuelve tremendamente caprichoso. Asoma, de hecho, esa excentricidad por la que sería conocido posteriormente. Estos son solo alguno de los coprotagonistas de un libro donde se mezclan personajes de ficción con reales, otro de ellos es Juan Negrín y el mismo Miguel Primo de Rivera, un militar al que le gustaban demasiado las mujeres.

Si se compara con Capitán Franco quizá sea Madrid era una fiesta la novela más fraseriana de Herrasti sobre este cronista de una España en la que hoy apenas nos reconocemos. Se escribe fraseriana porque el escritor ya no tiene que explicar el origen del personaje sino dejarlo suelto en un escenario histórico que por los motivos expuestos y otros muchos resultan tremendamente atractivo.

Si el autor de Flashman se servía de su protagonista para desmitificar las glorias del Imperio Británico de la segunda mitad a finales del siglo XIX, Pedro Herrasti se sirve de Jorge Blanco (supuesto abuelo del autor) para desmenuzar y de paso contemplar con otras lentes momentos claves en la Historia de España del pasado siglo así como la de radiografiar a algunos de los grandes hombres y mujeres que estuvieron ahí, en ese Madrid indómito, en plena revolución social e intelectual que auguraba un futuro que, al final, no pudo alcanzarse.

Jorge Blanco debe entenderse así como la respuesta española a Harry Flashman, una versión bastante fiel a su original. En este sentido, si en las novelas de MacDonald Fraser el personaje está basado en un tal Flashman real que aparece en la obra Tom Brown’s School Days (1857), Blanco no iba a ser menos, y se inspira en un militar corrupto con el mismo nombre y apellido que aparece en ese libro de obligada lectura que es La forja de un rebelde (1951), de Arturo Barea.

La trama de Madrid era una fiesta se inicia cuando Jorge Blanco se aloja en la Residencia de Estudiantes para investigar un asesinato que se ha cometido en sus jardines. Nadie sospecha que nuestro ¿héroe? Trabaja para la policía, lo que le permitirá en compañía de sus nuevos amigos conocer las interioridades del Madrid nocturno de aquella época y de paso formar parte de grupúsculos anarquistas, visitar tabernas que no cierran y pasar hasta el amanecer veladas rodeado de mujeres de vida alegre en los variados burdeles que existían entonces en la capital de España.

En su itinerario golfo y sentimental, Blanco se tropezará con un maniático Juan Ramón Jiménez, sugerirá el nombre de Acción Republicana al mismísimo Manuel Azaña y tendrá que “sufrir” el acoso de Victoria Kent entre otros ilustres protagonistas de aquel Madrid alegre y juvenil.

Como Capitán Franco la novela se deja leer con agrado y probablemente haga soltar una risotada al lector en muchos de sus capítulos. Está escrita con oficio, el escritor ya conoce el territorio en el que se mueve y, sobre todas las cosas, sabe manejar a Jorge Blanco, un personaje que “forma parte de su familia”.

Solo se me ocurre un pero a esta novela y es que no sepamos cuándo aparecerá la tercera entrega de las memorias de Jorge Blanco. Tiemblo al pensar el tiempo que separa la primera, Capitán Franco, de la segunda, este Madrid era una Fiesta… ¿Ocho años?, ¿tanto?

Que los dioses no lo quieran.

Saludos, se dijo, desde este lado del ordenador

Nada

Jueves, Marzo 17th, 2022

Me quedo mirando fijamente la fotografía. La estudio, dedicándole todo el tiempo del mundo porque no deja de asombrarme la imagen. Se trata de un entierro, imagino que de alguien con nombre en aquel tiempo…

Lo curioso de la instantánea es que ahí está la casa familiar en la que viví hace mucho tiempo, demasiados ya, y que los que aparecen en esa ventana del primer piso deben de ser, entre otros, mi madre, que coge entre sus brazos a un bebé que debe ser uno de mis dos hermanos mayores…

No sé de que año es la foto, ni me interesa, lo que me deja pensativo un rato largo es que cuando se sacó yo no existía. No había venido al mundo. Que en ese momento era nada. Una nada perfecta. Como borrado del mapa que forma el pasado.

Amplio la imagen con la esperanza de ver si reconozco a mi madre y a las otras personas que están asomadas a esa ventana que daba a la consulta de mi padre pero no obtengo recompensa porque, a medida que hago más grande la fotografía, los rostros, las cosas, se desdibujan, se hacen borrosas como fantasmas.

Estoy, digamos, como en un estado de shock, y algo me dice muy adentro que cuando deje este mundo volveré a ser nada. Nada absoluta. Reflexiono entonces que quizá mejor, que quizá sea mejor que no haya ni cielo ni paraíso como se empeñó en meterme en la cabeza el cura que me dio Religión, una asignatura que aprendí a detestar no porque no la entendiera sino por aquel sacerdote que nos animaba a a ir a misa, a su misa, porque se cantaba y él tocaba la guitarra.

Santo, santo es el Señor. Dios del universo…

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo… Danos la paz.

No fui nunca a la misa que daba aquel cafre con sotana. Aquel mismo cura que me condenó un día al infierno porque le planteaba preguntas que no sabía responder.

- Padre, ¿podría explicarme porque Jesús dice en los Evangelios que vino a impone la espada y no la…”

En fin. Quizá eso explique mi temprana afición por la literatura fantástica y de terror. Imaginarme otro mundo lleno de dolor y sufrimiento para irme acostumbrando en vida a la otra vida… Hasta que me di cuenta, leyendo Juliano, el apóstata, de Gore Vidal, que después de esto lo que hay es NADA.
Mejor así, ¿verdad?

Miro la fotografía y alucino con mi no existencia. Con la idea de que mi familia no supiera entonces que iba a nacer varios años después. No hay escalofríos sino una inmensa tranquilidad. Me da paz comprender que ya entonces todos, absolutamente todos somos polvo, y que en polvo nos convertiremos.

Los dedos de mis manos están cubiertos de cenizas de mis muertos y pronto las mías cubrirán las de los que vienen detrás.

Y me veo, ya adolescente algo solitario, en aquel confesionario de la iglesia del Pilar con aquel cura preguntándome “¿usted se toca?”, y yo tan terriblemente inocente preguntándome a qué demonios se refería aquel tipo. Vaya rato malo pasé.

Tras los padrenuestros y avemarías que me dijo que rezara para salvar mi alma decidí, allí de rodillas y con las manos pegadas, que no volvería a confesarme jamás.

La fotografía, la ventana del piso de ladrillo rojo donde viví con mi familia… entonces la avenida del general Mola y ahora de las islas Canarias. En esta pequeña capital de provincias que es y sigue siendo Santa Cruz de Tenerife. Frente del mismo teatro Baudet, aquel cine donde vi tanto cine. Muchas películas para mayores de 18 años. Y aquel cine en el que mangué tantos carteles que debo de tener en algún lado. Escondidos, quizás. O ya no me acuerdo con tanta mudanza donde los puse.

Veo la imagen y se me vienen a la cabeza muchas ideas, una de ellas es que ese Santa Cruz de Tenerife que recoge la fotografía no llegué a conocerlo aunque el que recuerdo de mi tierna infancia no tiene nada que ver con el actual. Y no solo porque casi todos los cines ya no existan, ni sus librerías… ni que la calles ya no estén bautizadas con nombres franquistas.

En mi imaginación aquel Santa Cruz es como el que me muestra la imagen, una capital de provincias en blanco y negro. Aunque más que blanco y negro, de grises.

Y recuerdo, aunque el recuerdo es en color, a ese otro cura recién salido del seminario que un día nos mostró (¿un streaptrease?) que no llevaba una camisa blanca detrás de su camisa negra sino un alzacuellos, aquel pedacito blanco era una cinta que rodeaba su cuello. Lástima que no se estrangulara con él… eso lo digo ahora que recapitulo con cierto rencor toda aquella miseria humana.

Ese mismo cura recién salido del seminario nos castigó varias semanas después porque la mayoría de la clase no se había estudiado las oraciones del Catecismo. En mi caso, solo me sabía de memoria el Padre nuestro y el Dios te salve María, el resto ni idea.

Reza el Credo…

Creo en Dios todopoderoso…- dije y me quedé en silencio. El resto de la clase mirándome con ojos de pescado muerto.

- Pues el Por mi culpa.- insistió aquel sacerdote recién salido del seminario.

- Por mi culpa…- comencé golpeándome el pecho porque era una oración en la que había que golpearse en el pecho pero no me sabía más que el inicio…

El cura recién salido del seminario dio un grito y le dijo a otro que rezara el Credo, pero tampoco. Ni el otro ni el otro alumno que estaba más allá.

Se puso colorado, rojo como un tomate y nos castigó a toda la clase a que formáramos una fila en el pasillo del colegio como castigo.

Allí, de pie, pasamos el recreo mientras los que entraban y salían del patio nos preguntaban qué habíamos hecho…

No sabernos las oraciones del Catecismo, le respondíamos la plebe, los castigados, los herniados a los que no nos entraba en la cabeza sentirnos culpable por aquel desconocimiento.

Cuando se acabó el recreo y pudimos entrar en clase el cura nos dijo que dos días después nos iba a preguntar lo mismo, las oraciones esas.

Y espero que se las sepan todas.- dijo. No sé si me miró cuando soltó la amenaza pero digamos que sí ya que soy yo quien escribe esto.

Sí que recuerdo que el pelota de la clase se comprometió, y así lo dijo en público, a aprenderse el Credo de misa y no el del Catecismo que, descubrí, vaya por Dios, que era algo diferente. Vamos, como el Padre nuestro que aprendí de memoria y el que ahora se canta en misa.

Estos recuerdos de infancia se me despiertan en la cabeza al observar la fotografía en la que se ve la ventana de casa de mis padres y unas personas asomadas a la ventana. Quiero creer que la que lleva un bebé en brazos en mi madre pero no lo sé. O no estoy seguro.

Otro pensamiento cruza mi cebero y es cuando murió Franco, y como el profesor, don Rafael, al que recuerdo con los hombros levantados, una vez pasado el luto por la ausencia de aquel militarote, colgó dos carteles en clase: uno con el último discurso del tipo al que ahora quieren quitarle la monumental estatua que tiene en la capital tinerfeña y el primero que pronunció ya como rey (¿o no lo era entonces todavía?) Juan Carlos I.

Sí que recuerdo que cuando el entierro de Franco, mi padre emocionado y feliz porque hubiera muerto aquel viejo casposo se lamentaba de no tener un vídeo para grabar aquel momento: el cadáver del dictador al que iba a ver un montón de personas.

Unos se santiguaban y se inclinaban en señal de respeto y otros imagino que para comprobar in situ que, efectivamente, el dictador había muerto.

Miro la foto, esa vieja fotografía que encuentro en un sitio de fotogarfías antiguas de mi ciudad en FaceBook, y pienso que pienso porque existo. Si no existiera, ¿verdad Descartes?, no pensaría porque no existiría.

Así que nada, nada es lo que fuimos antes de nacer y nada es lo que volveremos a ser cuando ya no estemos.

Nada.

Maud Bonneaud-Westerdahl. La creadora surrealista, una biografía de Ángeles Alemán

Martes, Marzo 15th, 2022

El año pasado se celebró el centenario del nacimiento de Maud Westerdahl, una de las grandes olvidadas no solo del mundo del arte que se hace en Canarias sino también en esta Europa hoy tan convulsa, una convulsión que ahora que escribo estas líneas me parece más o menos similar a la que tuvo que sufrir Maud y muchos de sus compatriotas a inicios de la II Guerra Mundial, cuando Francia fue ocupada por el ejército alemán.

Fue precisamente el año pasado cuando se puso en circulación Maud Bonneaud-Westerdahl.. La creadora surrealista (Mercurio Editorial, 2021), de la profesora Ángeles Alemán, investigadora y una escritora con todas sus letras tras leer este libro. Libro que destaca entre otras biografías escritas por el estilo que prima en cada una de sus páginas, la forma en cómo decidió narrar la vida, y también la obra, de esta mujer singular.

Lo primero que llama la atención de Maud Bonneaud-Westerdahl es que se trata de una biografía novelada de la protagonista. Una biografía novelada trufada de atractivas fotografías que además de estar muy bien escrita no pierde nunca el rigor histórico al que la autora del libro, Ángeles Alemán, está sujeto. Este apasionado retrato de una mujer a todas luces excepcional me invita a pensar en ocasiones, mientras avanzaba en su lectura, en las biografías noveladas que nos legó el gran escritor austríaco Stefan Zweig. Algo de ese espíritu –por entender desde dentro al personaje que retrata– se respira en la obra de Alemán, que, consciente que se trata en todo momento de una biografía no cae en la tentación (fácil por otro lado) de “inventar” fragmentos existenciales de su retratada porque este tipo de literatura permite estas licencias. Así, todo lo que se lee en este libro es verdad, solo que una verdad interpretada bajo la forma de una novela aunque no se trate (precisamente porque no “inventa cosas” al no permitirse licencias) de lo que ahora se conoce como novela de no ficción.

Como narra Ángeles Alemán en el libro, concebir esta biografía que parece pero que no está escrita en primera persona tuvo su origen “con un golpe en la cabeza” que sufre la investigadora en un restaurante. “El golpe no había afectado a la lectura ni a la escritura, así que empecé a investigar para un congreso y entonces, casi al azar, abrí un archivo que había guardado dos años atrás. En él había algunas fotografías y unos textos de Maud Westerdahl (Limoges, 1921-Madrid, 1991), a quien habían conocido hacía décadas”.

Quiso así la casualidad, a través de ese golpe fortuito en la cabeza, que Ángeles Alemán acometiera la labor de trabajar un texto que fluye como agua lleva un río y que se lee de un tirón porque se trata de un relato novelado de la vida de una mujer que, pasado el tiempo, parece que fue una avanzada de su tiempo. Una artista ¿o mejor artesana? (los expertos destacan su trabajo en los esmaltes y las joyas) que se codeó con lo más granado del arte de su tiempo y que conoció a tres hombres fundamentales que marcaron su devenir existencial. Tanto, que su posterior trabajo creativo se vio marcado por la sombra alargada de este trío masculino con los que aprendió a ver el mundo con otros ojos. De fondo, pero siempre presente allí donde no llega los chorros de luz, una isla, Tenerife, que Maud conocería tan bien.

André Breton y los canarios (tinerfeños para más señas) Óscar Domínguez y Eduardo Westerdahl ocupan un importante protagonismo en las páginas de esta biografía que al estar narrada como está, no cae en ese estilo estirado, contaminado con innumerables notas, sobre la vida de una mujer que también estuvo marcada por la ausencia de un padre al que las tropas de ocupación alemanas ejecutaron tras hacerlo prisionero bajo la acusación de pertenecer a la resistencia.

Para escribir sobre Maud, Maud Bonneaud, Maud Domínguez y Maud Westerdahl, finalmente, Ángeles Alemán ha trasteado en distintos archivos, visitado personalmente muchos de los lugares en los que estuvo Maud y contemplar la casa en la que residió con su familia en Limoges. El libro bebe mucho, sobre todo para contar los primeros años hasta los años de la guerra, en las memorias “sin importancia” que escribió la artista en un cuaderno con letra apretada y en ocasiones “de muy difícil lectura” que en manos de la investigadora grancanaria se convierte en un precioso material con el que hacerse una idea de cómo pensaba esta mujer. Una mujer imprescindible, por otro lado, para entender el arte en Canarias, ya que su casa se transformó en una especie de oasis intelectual en el que artistas de todo pelaje encontraron refugio para expresar lo que sentían en unos días donde resultaba muy difícil encontrar a iguales que entendieran la potencialidad que estaban cursando creativamente.

El libro forma parte junto a la exposición Maud, c’est la vie, comisariada por Pilar Carreño y que se expone hasta el 27 de abril en TEA Tenerife Espacio de las Artes, de los actos de reconocimiento en torno a la vida y obra de una mujer de notable sensibilidad artística.

Saludos, léanlo, desde este lado del ordenador

“La edición en Canarias está en una especie de cuidados paliativos”

Lunes, Marzo 14th, 2022

Si don Quijote de La Mancha luchaba lanza en ristre contra molinos, Edward T. Riker (nombre de guerra tras el que se identifica a Eduardo Pérez Rafael) combate contra gigantes. De momento, y gracias a técnicas de financiación como el crowdfunding, el escritor y editor de Celaeno Books ha puesto en marcha una serie de colecciones de librojuegos que ha contado con el respaldo de miles de lectores nacionales e internacionales aunque en casa, suele pasar, se ha topado con un muro de indiferencia por parte de las administraciones públicas canarias que no ven, o no quieren ver, el prometedor futuro que aguarda a esta iniciativa editorial.

- ¿Cuándo comienza su afición por los librojuegos?

“Siempre he sido un gran lector, desde muy pequeño recuerdo que mis viernes consistían en una visita inapelable a la segunda planta de la Casa de la Cultura, los recreativos y el videoclub para alquilar El Retorno del Jedi. La posibilidad de poder elegir cualquier cosa para leer me hizo descubrir muchos géneros y relatos diferentes a los que nos obligaban, sí obligaban, a leer en el colegio, los típicos libros de Barco de Vapor que me resultaban desesperantemente aburridos. Descubrí los comics que me fascinaban y por encima de todo descubrí los librojuegos. Lo siento mucho, pero Fray Perico y su borrico no podía competir con la posibilidad de ser el protagonista de un viaje a través del híperespacio o de ser un prisionero que escapaba de una horda hormigas. La literatura interactiva, sentirme protagonista de las historias que me contaban “a mi” directamente, ver que mis decisiones tenían consecuencias, me hizo amar realmente no solo leer, sino también escribir”.  

- Pero, ¿qué tienen de educativo estos libros?

“En Reino Unido, cuna europea del género, se hizo un estudio sobre el impacto de los librojuegos en el sistema educativo y se comprobó que los librojuegos de elige tu propia aventura o los más sofisticados, llamados librojuegos de rol, aumentaron un 17% el índice de lectura en niños y jóvenes.  Recientemente se ha concedido en el Reino Unido a Ian Livingstone, escritor de Fighting Fantasy (Lucha Ficción) el título de Lord y entre sus méritos que no son pocos, se citó su contribución a la cultura y la educación del país”. 
  
- ¿Qué es lo que los diferencia de un juego de rol?

“El juego de rol es la evolución del librojuego, del juego de estrategia y del juego de mesa temático de los 70… son “familia”, como quien dice, pero son cosas diferentes. Un juego de rol es una actividad grupal en el que varias personas “interpretan” un papel, un “rol”, para resolver una trama que plantea un director de juego. Un librojuego es básicamente literatura en la que el lector, en vez de adoptar un rol pasivo de mero espectador de la historia, se convierte en el protagonista y mediante la toma de decisiones sencillas (o moralmente complejas, según el público objetivo del libro si es para adultos) puede influir en el recorrido y el final de la misma”.

 - ¿Qué se necesita para escribir un libro de estas características?

“Escribir un librojuego es básicamente escribir una miríada de historias interconectadas. Cada librojuego son varias novelas. Un buen librojuego no solo es tomar una decisión, sino que esa decisión influya en el contenido futuro de la historia. En nuestro caso hacemos dos tipos de librojuegos: los inventados por nosotros, que nos dan una gran libertad creativa, y los que toman historias ya escritas y nos permiten, o bien tomar las mismas decisiones que en la historia original o tomar otras diferentes y descubrir nuevos enfoques, nuevos caminos y, por supuesto, nuevos finales. Esto es lo que hicimos con nuestra serie estrella, Choose Cthulhu, una serie que toma las historias del escritor norteamericano de terror, Howard Phillips Lovecraft y las adapta al estilo de toma de decisiones. Escribir un librojuego requiere muchísima imaginación y adaptar una historia requiere esa misma imaginación y además investigación, sin contar con cierto mimetismo de estilo para que los nuevos caminos no desentonen con el tono y la voz del escritor original. No es nada fácil”. 

- Presentan la edición definitiva de la serie de librojuegos Lobo solitario, ¿por qué se considera el mejor librojuego de la historia?

Lobo Solitario es una serie que comenzó a publicarse en 1984 y que sigue sacando volúmenes en la actualidad, una de las pocas que sobrevivieron a la terrible crisis de los años 90 cuando los librojuegos desaparecieron de las librerías de casi todo el mundo al no poder competir con otros entretenimientos interactivos considerados por aquel entonces más modernos, como los videojuegos. Lobo Solitario varió el discurso, sus libros no eran aventuras pensadas para niños como Elige tu propia aventura o meros compendios de combates y situaciones peligrosas”.

- ¿Como accedieron a ellos? 

“Digamos que gracias al impacto internacional que tuvimos con Choose Cthulhu, que nos posicionamos como una marca en Europa y no solo como autores. Eso nos permitió conocer a los escritores que leíamos cuando éramos niños y a sus editores. Vender nuestros derechos a multitud de países nos metió en el circuito internacional de librojuegos y la calidad de nuestros productos nos hizo merecedores de la confianza de gente tan importante como los editores de Mantikore Verlag o Vincent Books, las dos editoriales europeas más importantes y ellos no dudaron en recomendarnos ante Ben Devere, hijo del autor original de la serie, tristemente fallecido en 2016. Ben confió plenamente en nosotros para rescatar para España el legado de su padre y creo que hemos cumplido con creces”. 

- Celaeno Books ¿además de librojuegos publican obras de otros géneros?  

“Actualmente recibimos textos de toda España e incluso países del continente americano, pero somos una editorial muy pequeña, aun en pañales y tenemos que elegir mucho quienes son nuestros autores. Somos una editorial tradicional, no cobramos por publicar y encima, para más inri, vivimos de lo que vendemos realmente así que tenemos que ser meticulosos con cada lanzamiento. Publicamos autores canarios que consideramos capaces de defender sus obras y hacer que se vendan en librerías. Leandro Pinto, V. S. Naoko, Patricia Hidalgo, Jonathan Cabrera… Son nombres que ahora puede que no nos suenen, tal vez con la excepción de Leandro que ya es un autor importante en el género, pero estamos seguros de que lo que cuentan en sus historias es diferente y puede interesar. Nosotros seguimos todo el proceso de creación del libro, corregimos y lo ajustamos a la política editorial y le damos una distribución adecuada”. 

- Para publicar Choose Cthulhu 1 y Choose Cthulhu 2 recurrieron al crowdfunding.

 “Como editor en Canarias te enfrentas a una realidad que por mucho que tratemos de maquillar, es la que hay. De Canarias es muy difícil salir. Exportar a la Península es dificilísimo y costoso para las editoriales y ser conocido en los círculos de escritores de fantástico aún más para los escritores”. Cuando me plantee la idea de rescatar el género de los librojuegos para el público adulto lo hice como la culminación de un sueño personal. El crowdfunding es un mundo apasionante, no es simplemente un recurso para conseguir financiación, es una auténtica plataforma para publicitar tus productos, si se hace bien, claro. Y nosotros lo hicimos extremadamente bien. Choose Cthulhu 1 recaudó 52.400 euros y nos posicionó en el mercado internacional como una serie interesante. Tengamos en cuenta que lanzamos siete libros en español e inglés, lo que nos facilitó que editores especializados de Europa pudieran interesarse por nuestra idea. Choose Cthulhu 2 fue la confirmación de que la idea era excelente y el interés por el librojuego renacía, pese a las enormes dificultades que pasamos con Choose 1 debidas a nuestra falta de experiencia, Choose 2 recaudó más de 74.000 euros y fue nuestra puerta de entrada al mundo entero”.  

- Y con esas cifras ¿Era necesario pedir una subvención al Gobierno de Canarias y al Cabildo de Tenerife?

“La gente, desde fuera, suele ver el crowdfunding como “pedir dinero” o como una mera “preventa” y eso es total y absolutamente absurdo, nadie te regala dinero si no es por caridad y producir libros de fantasía no es una labor social. El crowdfunding bien entendido, el que logra superar la barrera de esos 3.500 euros que es la media en España, es una auténtica campaña de financiación de un producto involucrando a los consumidores finales como productores. Tiene que estar calculado al milímetro para que el dinero que entre por parte de los mecenas les sea devuelto en producto. Nosotros no estamos simplemente imprimiendo libros, estamos creando desde cero una obra que queremos que perdure en el tiempo. Pagamos autores, ilustradores, ofrecemos gastos de envío gratuitos. Cuanto más crece la recaudación, mayores deben ser las mejoras y los “regalos de compensación” para que hasta el último euro se reinvierta”.

- ¿Cómo se convence a los mecenas?

“Estás tratando de convencer a gente que no te conoce de nada, de que gastar 50 o 70 euros en ti es una buena idea. Nosotros perdimos unos cuantos miles de euros con el primer crowdfunding debido a nuestra falta de experiencia y nos establecimos gracias al segundo. Las auténticas ganancias deben venir de la venta posterior de un producto ya conocido gracias a las campañas y completamente terminado. Si entregas un producto que no se corresponde con el coste al mecenas para ganarte un sueldito a su costa, te van a despellejar y puedes olvidarte de la marca”.

- ¿Qué falló?

“Nos dimos de bruces con una pandemia. Digamos que habíamos partido con viento a favor para encontrarnos con todo en contra durante la travesía. Teníamos una idea fabulosa, respetada en toda Europa, que gustaba a miles de personas y que no podíamos mantener porque teníamos producto, pero no el medio de venderlo. Llegó un momento en el que nos vimos tan desesperados que pedimos ayuda, como hacen todas las editoriales de España. Necesitábamos sobrevivir para no morir en la orilla”. 

 - ¿Y cuál fue la respuesta de las administraciones públicas canarias?

 “Que nuestro producto no merecía subvención, por supuesto. No era relevante para Canarias por la temática, nuestros autores eran desconocidos y nos hicieron la misma pregunta que nos hiciste antes, si os va tan bien no necesitáis dinero… Básicamente nos dijeron que los que financian son los productos que no se venden. Entonces mi pregunta sería: Si sabes que lo que editas no es rentable, ¿para qué lo editas? Siendo bien pensados entiendo que para que no se pierda, y eso es válido para determinados temas y obras pero ¿qué pasa con los que queremos vender? ¿Es lícito dejarnos morir por no ajustarnos a lo habitual? Estábamos en una pandemia, necesitábamos realmente su ayuda para llegar al punto de ser rentables por nosotros mismos pero no entrábamos en los moldes. Por suerte o por desgracia tuvimos que malvender derechos para poder subsistir y recurrir a los préstamos personales. Digamos que nos vimos obligados a hipotecar una buena parte de nuestro futuro para poder conservar lo que habíamos construido con tanto esfuerzo”.

- ¿Qué esperan ver realizado en un futuro más o menos inmediato?

“En los próximos años esperamos ver el fruto de todo este trabajo y dificultades. Actualmente Choose Cthulhu está siendo publicado en Italia, Alemania, Francia y Polonia y está en vías de traducción y publicación en República Checa y todos los países de la Federación Rusa. Debemos tener en cuenta que en estos países los títulos van saliendo a medida que se traducen, como te decía tuvimos que malvender muchos derechos y todo esto empezó en 2019 justo antes de la pandemia. Los frutos los veremos a partir de 2023 cuando la mayoría de los títulos estén a la venta”.

- ¿No cree que las políticas editoriales públicas y privadas en Canarias siguen ancladas en el pasado?

“La edición en Canarias es extremadamente difícil y desde hace mucho está en una especie de “cuidados paliativos” para evitar que muera. Entiendo perfectamente a las instituciones que nos negaron las subvenciones, su pensamiento es lógico. El dinero es escaso y las peticiones muchísimas. Nosotros estábamos teniendo mucho éxito en apariencia, pero la realidad no tiene nada que ver con chequear criterios de valoración. Tal vez mis palabras suenen a resquemor y es cierto, nos fastidió bastante por no decir algo peor. Estuvimos a punto de tirar la toalla” .


INICIATIVA

La editorial de Eduardo T. Riker podría colaborar con la editorial Nectarina para “romper localismos”. “Tenemos productos y autores que pueden gustar mucho en España y fuera de ella, pero no tenemos medios para alcanzar esos lectores”, explica Riker, que añade que “la distribución es prohibitiva para editoriales que aspiran a vender 400 ejemplares”.  Nectarina Editorial y Celaeno Books tienen dos formas de entender la literatura, pero sus objetivos son comunes: “publicar para vender, no para acumular ISBNS”.

Saludos, arriésgate, desde este lado del ordenador

Una jornada diferente

Jueves, Marzo 10th, 2022

* TEA Tenerife Espacio de las Artes acoge este jueves [día 10], a las 19:00 horas, la presentación de Fulgor sin lastre (Mercurio editorial),el tercer poemario Roberto Toledo Palliser. En este nuevo encuentro del ciclo Diálogos de escritura, estarán junto al autor la poeta Cecilia Domínguez Luis, el poeta Ernesto Suárez, el escritor Félix Hormiga y la coordinadora de este programa, Izaskun Legarza. Para asistir a esta presentación, que es gratuita pero de aforo limitado, se requiere de inscripción previa enviando un correo a actividades@teatenerife.es indicando nombre, DNI y un número de teléfono de contacto.

* El escritor tinerfeño Rafael-José Díaz presenta este viernes 11 de marzo, a las 19:30 horas, en la Sala Lido del Complejo Turístico Costa Martiánez de Puerto de la Cruz su nuevo libro De un modo enigmático (Ediciones Franz, Madrid, 2021), una colección de relatos que dialogan con la obra gráfica de Jesús Hernández Verano. En este encuentro, el autor estará acompañado por el catedrático de Literatura Nilo Palenzuela y la periodista cultural Raquel Toste. La asistencia al acto, que cuenta con la colaboración del Área de Cultura, es gratuita hasta completar aforo.

* Vivir sobre el volcán (Editorial La Verónica Cartonera) recoge textos de Ricardo Hernández Bravo y fotografías de Coriolano González Montañez. La presentación en Tenerife tendrá lugar este viernes, 11 de marzo, a las 19:30 horas en la Peña Flamenca Cavia, situado en la calle Pintor Ribera, 23, bajo el puente Zurita, en Santa Cruz de Tenerife. El acto es a beneficio de los afectados por el volcán de La Palma).

Saludos, anotado queda, desde este lado del ordenador

Dejad que los locos se acerquen a mi

Miércoles, Marzo 9th, 2022

En una entrevista que mantuve hace tiempo con Kiko Amat, presentaba en Tenerife la novela Antes del huracán, explicó que había nacido en un barrio próximo a un psiquiátrico por lo que se había acostumbrado a convivir con sus pacientes, la mayoría con derecho a salir a la calle. Fue un momento interesante. Le recordé a Amat que aquí en Santa Cruz pasaba algo similar. La capital tinerfeña cuenta con un hospital psiquiátrico y la población ha asimilado como vecinos a los enfermos a los que el centro les abre la puerta de la calle para que den un paseo, transiten por la ciudad y se mezclen como uno más entre una ciudadanía que cada día está perdiendo un poco más la cabeza.

El hecho de que convivamos locos y cuerdos es un grado en una capital de provincias que se empeñó en mirar a la montaña y no al mar. Creo que también define al carácter de sus habitantes al convertirse en costumbre contemplar a un tipo soltar gritos por la calle como si le fuera la vida en eso mientras cruza a tu lado como si no existieras.

El hecho de que uno reaccione como si nada (más allá está el que se pone a dar saltos como si de un karateka se tratara mientras el gato negro que lleva atado a una correa lo observa sin apenas despeinarse) delata a los que vivimos aquí de los que no. Estos últimos pegan un brinco y se ponen a la defensiva cuando un loco o uno que se hace el loco pasa a su lado. No están acostumbrados a ver gente gritando sin motivo aparente o durmiendo la siesta en la entrada de un garaje abandonado.

El martes pasado, mismamente, me tropecé en el parque Viera y Clavijo –que es ese entorno que ahora quieren transformar en el Museo Rodin– con uno de los indigentes que duerme allí a la intemperie en uno de los bancos que miran al pequeño parque infantil tirado en el suelo mientras unos y otros paseantes pasaban a su lado como si nada.

Vale que estamos curados de excentricidades pero ver aquello me preocupó porque el señor estaba literalmente paralizado en el suelo. Me arrodillé a su lado y le pregunté si le pasaba algo. Si tenía que llamar al hospital pero me dijo con una voz bastante gangosa que no. Le pregunté si deseaba que lo sentara en el banco que le sirve de cama y asintió con la cabeza. Le di la mano e intenté la maniobra de que se pusiera en pie pero no hubo manera. Pesaba demasiado. Por fortuna vinieron en mi ayuda una pareja que deberían de estar estudiando enfermería. La más volcada era la chica, que no dejaba de hacerle preguntas al hombre que entre los tres habíamos sentado ya en su sitio, pero por sus ojos uno apreciaba que no se enteraba demasiado de lo que estaban contando.

No sé como quedó la cosa porque me despedí de aquellos samaritanos rumbo a casa. La chica me recordó que no dejara de lavarme las manos cuando llegara a mi destino.

No vi en mi deambular ramblero, con la perra dando saltos detrás, al indigente con las piernas repletas de llagas ni a la señora pelirroja que viste de manera extravagante y que siempre que me ve me despide con “un adiós, señor” no sé si con ganas de que se entere todo el barrio. El caso es que uno les coge cariño y que los echa de menos cuando no me los tropiezo en los largos paseos que doy por esta ciudad en la que cuerdos y locos se confunden.

Si no, ya me dirán qué parece esa chica o ese chico que va hablando solo por la calle, gesticulando con las manos… hasta que descubres que mantiene una conversación con el manos libres.

Forman parte del paisaje de esta capital chiquitita pero con pretensiones de gran ciudad. De cateto con título universitario que los hay y a montones. Noto en falta, sin embargo, a uno de mis locos. Un tipo que iba con muletas, más o menos aseado y que cuando me veía además de pedirme dinero me llamaba “señor juez” porque debía de recordarle a uno, imagino. Me enteré el otro día que ya no estaba entre nosotros, que se mató accidentalmente cuando se cayó en las escaleras de su casa y el cráneo se le partió en uno de los peldaños.

Ruego a los dioses que no sufriera, que no agonizara mientras esperaba a que algún vecino entrara o saliera a la calle y lo descubriera allí tirado, en medio de un charco de sangre.

Me dio una tristeza infinita porque pese a que no conociera su nombre formaba parte del paisaje de una capital de provincias cada día un poco más sucia, desordenada… descuidada.

Seguiré escribiendo sobre todos ellos, los locos y los que se creen cuerdos porque si no exploto lo poco que me queda ya de memoria reventaría. Por dentro y por fuera. Me resulta curioso como nadie, o casi nadie, se ha hecho eco de todos ellos en su literatura o su cine claro que, tanto la literatura como el cine viven al margen de la realidad grisácea en la que nos movemos. Transitamos… Nos cubrimos con una piel que endurece nuestro corazón ante las miserias humanas que desfilan todos los días ante nuestros ojos y hacemos como si no existieran. Como si formaran parte de otro mundo, de otro lugar… Es una manera de evitar la verdad, que ellos, los que llamamos locos, son nosotros y que nosotros somos ellos.

Llegó a la plaza de la Paz y escucho el alarido del tipo de cabello y barbas blancas como la de un profeta. Ese chillido que suelta no sabe a lamento sino a vómito. Se trata de un ahggg más próximo a la arcada que al grito que uno suelta para liberarse.

Yo creo que lo que quiere decir es que “de ellos es el reino de los cielos” pero quién demonios lo sabe…

Saludos, aghhhh, desde este lado del ordenador