Un presunto guión (in)feliz antes de la Nochebuena…

Jueves, Diciembre 23rd, 2010

NOTA: Una nube radioactiva ha acabado con la vida humana del planeta Tierra. La nube, sin embargo, aún no ha llegado a Canarias aunque se aproxima inexorablemente a este infeliz archipiélago…

ESCENA I. INTERIOR DÍA. DESPACHO DE PRESIDENCIA DEL GOBIERNO DE CANARIAS EN SANTA CRUZ DE TENERIFE

Paulino Rivero con barba de tres días se asoma a la ventana. Contempla en silencio el mar mientras detrás esperan con impaciencia los consejeros de su Gobierno.

RIVERO: ¿Uándo dice que llegará?

José Miguel Ruano mira apresuradamente el informe que tiene delante de las narices y aclara la voz, algo aguardentosa. Al fondo llora desesperadamente Milagros Luis Brito, consolada por Domingo Berriel y Jorge Rodríguez.

RUANO: A mañana por la noche, presidente.

Paulino Rivero se encoje de hombros.

RIVERO: ¿Y cómo lo ha recibido er pueblo canario?

Ruano (tras beber dos vasos de agua para aclarar la voz): Obviando a los lajas de siempre muy bien. Todo el mundo quieto, ya sabe.

RIVERO: Ese es el pueblo canario, coño.

RUANO: Una panda de aplatanados, presidente.

Paulino Rivero se da media vuelta y con gesto resignadamente satisfecho hace entender que la reunión ha terminado.

A solas en la habitación lee los informes mientras la luz del sol que se filtra por la ventana parece dibujar caprichosas sombras en su rostro.

LA HORA FINAL se puede leer en la portada de uno de los documentos.

ESCENA II.- EXTERIOR DÍA. PUERTO DE LA LUZ DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

El submarino de la U.S. Navy emerge como un monstruo marino. Tras las maniobras de atraque baja de la potente maquinaria bélica y en un impecable traje azul el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama.

Uno de los curiosos que se encuentra en la explanada fuertemente protegida por miembros de la policía canaria  grita: “Al natural el negro se parece al Natkingcole“.

Obama antes de bajar a tierra mira a un lado y al otro, levanta la mano y fuerza una sonrisa.

VECINO: Va a hablar, el Natkingcole va a hablar…

Pero Obama no habla, cierra la boca y baja las escalerillas rodeado de un ejército de guardaespaldas.

ESCENA III:- INTERIOR DÍA. DESPACHO DE PRESIDENCIA DEL GOBIERNO DE CANARIAS EN SANTA CRUZ DE TENERIFE

Ruano entra en el despacho y le anuncia a Paulino Rivero que el presidente de los Estados Unidos vuela a Tenerife en un helicóptero.

RIVERO: ¿Se sabe algo de Zetapé?

Ruano niega con la cabeza.

RIVERO: No sé por qué lo pregunto.

RUANO: La costumbre, presidente.

RIVERO: Será eso, la costumbre…

ESCENA IV. INTERIOR DÍA. DESPACHO DE PRESIDENCIA DEL GOBIERNO DE CANARIAS EN SANTA CRUZ DE TENERIFE

Obama estrecha la mano de Rivero. La diferencia de estatura es notable. Paulino Rivero tiene que ponerse de puntillas para llegarle al pecho. Acompaña al primer mandatario de los Estados Unidos una traductora con sospechoso parecido a Ava Gardner en su mejor época.

RIVERO (mirando la sobresaliente delantera de la traductora): Esto… dígale usté que es un honor recibirlo aunque lamento que sea en estas circunstancias…

La traductora informa a Obama que asiente en silencio. Ambos dignatarios se miran a los ojos. Bueno, Rivero intenta mirarlo a los ojos mientras se pone de puntillas.

RIVERO: Este encuentro se produce en un momento que es una putada.

Obama se ríe para no quedar mal cuando se le traduce el mensaje.

TRADUCTORA: El presidente Obama pregunta si desea una pastilla de veneno. Su efecto, asegura, es inmediato.

RIVERO (negando con la cabeza): Dígale que prefiero emborracharme con vino con vino. Es más canario.

TRADUCTORA: El presidente Obama pregunta si sabe que día es mañana…

RIVERO: ¿Mañana?

TRADUCTORA: Sí, mañana…

Rivero se encoge de hombros.

TRADUCTORA: Nochebuena.

RIVERO: Ahh, Nochebuena…

OBAMA (en español macarrónico): Ya no más bancos, ya no más chinos. Ya no más WikiLeaks. Ya no más crisis…

RIVERO (llevándose a la boca una botella de vino con vino): Feliz Navidad. Merry Cristmas… ¿lo dicen así ustedes verdá?

OBAMA (mientras se mete una pastilla de veneno en la boca y en español macarrónico): Verdá, verdá…

Saludos, deseándoles felices fiestas, desde este lado del ordenador.

El ‘Z’eñor de los anillos

Domingo, Junio 20th, 2010

Nueve anillos para los menceyes bajo el cielo.
Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos,
un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas
en las islas del Infierno donde se extienden las sombras.

NOTA: El otro día, mientras paseaba por la ruinosa plaza de toros de Santa Cruz de Tenerife, descubrí el siguiente relato que a continuación reproduzco. Su lectura llamó poderosamente mi atención, pero más que por su contenido por la manera en como llegó a mis manos. Intentaré explicarlo: mientras circunvalaba la vieja y ruinosa plaza hubo de repente un chasquido en el aire, casi como una detonación eléctrica, y de la nada salió revoloteando este papel que zigzagueando se depositó suavemente entre mis manos. El texto no consta de título pero sí de firma: un tal Beneharo el loco. A continuación reproduzco su contenido.

HE VISTO…

En la plaza de España de la capital tinerfeña, ahora rebautizada plaza de la Independencia, la gente baila pachanga celebrando la propuesta del alcalde de Santa Cruz de Tenerife, Miguel Zerolo, de suprimir los 31 municipios del pasado por los nueve tradicionales menceyatos guanches. Recito sus nombres como un mantra mientras me hago paso entre la plebe borracha: Anaga, Güímar, Abona, Adeje, Daute, Icod, Taoro, Tacoronte, Tegueste…

Veo a un viejo conocido ser arrastrado entre la multitud por los agentes de la policía canaria mientras la muchedumbre lo señala y escupe: ¡Godo!, ¡godo!

El conocido, con los ojos amoratados parece que me ve y fuerza una extraña y resignada sonrisa en sus labios. Intento acercarme a él pero la masa me empuja hacia otro lado hasta tirarme en el suelo. Me levanto limpiándome los pantalones.

No entiendo nada porque si bien aquel hombre es godo lleva viviendo en esta tierra que ahora celebraba exultante su regreso al pasado ¡¡¡desde que tenía dos años!!!

Un tipo vestido de mago y con el aliento oliéndole a una diabólica mezcla de ron y cerveza quiere besarme en las mejillas pero logro zafarme con rapidez hundiéndome entre las gentes que cantan muy desafinada canciones de Los Sabandeños. Otros, entonan el oh mamá bandera tricolor… y una pandilla de despistados el quiero ser como Pepe aunque ahora Pepe ha sido sustituido por quiero ser como Bencomo, Bentor o Zebensui…

En el balcón del Cabildo, Ricardo Melchior saluda al público con una mueca. A su lado, José Manuel Bermúdez hace que sonríe mientras Cristóbal de la Rosa inclinado le come la oreja. Casi me parece por la forma en como mueve los labios que le dice algo así como: “¿ahora podré ser consejero?”

Mientras tanto, Cristina Valido tira bolas de gofio a los de abajo y Efraín Medina canta como un aspirante al Festival de la canción de la villa de Candelaria. Detrás, oculto, como si quisiera pasar desapercibido, Víctor Borrego. Y a su lado, Wladimiro, que mirándolo (porque lo mira aunque uno nunca lo sabe con Wladimiro) se pasa el dedo índice por la garganta.

En el balcón hay más gente, todos vestidos de magos, pero no puedo reconocerlos a todos porque se mueven de un lado a otro. Bueno, sí, ahí están Manuel Ortega, Dámaso Arteaga y José Manuel Bethencourt dando saltitos. Parecen robots.

¿No serán robots?

De repente, imponiéndose al griterío y a la estridencia de la pachanga, veo un helicóptero pintado de blanco y azul que desciende de los cielos lanzando rayos láser que agujereaban la noche.

Cuando el aparato toma tierra, Miguel Zerolo –vestido como un guanche– baja a tierra estrechando manos y repartiendo sonrisas. A su lado va Paulino Rivero ataviado de igual manera. He visto como le recomienda prudentemente a su mujer que se quede dentro de la máquina voladora.

Siento náuseas repentinas. Unas ganas de vomitar terribles. Cierro los ojos mientras el sudor frío resbala por mi frente. Escucho como las gotas se deslizan. Me sujeto el estómago pero no hay manera…

…No hay manera

Regreso a la realidad cuando escucho el sonido del silencio que corta como una cuchilla la algarabía anterior. Veo entonces, en una nube de niebla, como Zerolo y Paulino se acercan a mí. El alcalde extendiendo la mano. ¡Los cinco dedos abiertos!

Me hago a un lado, estoy enfermo, pero con tan mala fortuna que tropiezo con Paulino que me contempla con la sombra del miedo en su mirada vidriada.

- Yo… yo…- comienzo cuando eso se me escapa de la boca.

Oigo como un ohhhh gigantesco resuena en la plaza.

- Coño, foooo.- grita Paulino, que intenta quitarse los restos de mi arcada de su traje guanche… Observo escandalizado como se lleva un dedo a la nariz para detectar la procedencia de mi honor.

- ¡Esto huele a tortilla…!

- ¡…Española!.- exclamo.

Quién sabe si en un arranque de estúpido heroísmo.

Recuerdo que de fondo suena el timple baboso de Benito Cabrera.

Y otra, y otra inevitable arcada.

PAULINO RIVERO: ¡¡¡FOOOO!!!

Y yo, Beneharo el loco, pensando efectivamente ¡¡¡FOOO!!!

Saludos, a lo qué bueno es vivir aquí, desde este lado del ordenador.

Historia de una momia guanche (en cinco partes)

Sábado, Mayo 22nd, 2010

CAPÍTULO I. EL VIAJE

La azafata le preguntó a la momia guanche que regresaba a Tenerife si quería tomar algo. El funcionario del Gobierno canario que iba sentado a su lado le ordenó que un café.

- Está muy cansada.- le dijo a modo de excusa a la azafata.

La azafata le contestó con una amplia y ensayada sonrisa y se alejó por el pasillo del avión fletado por Binter meneando las caderas. El funcionario miró a la momia y le cogió su arrugada mano de momia.

- Será un largo viaje…

La azafata dejó una taza de plástico con humeante café en la mesita de la momia.

- Ahora pondremos un corto canario para que el viaje se les haga menos cansado.- les informó con la misma sonrisa.

- ¿Qué película?.- preguntó el funcionario.

- Un corto canario.

- ¿Un corto para un viaje de más de dos horas?

- Sí. Pero no se preocupen: “garantizamos que se quedarán dormidos nada más comience”.

- ¿Se puede saber de que va?

- Pues no.

- ¿Por qué no?

- Pues porque cuando lo veo siempre me quedo dormida.

- Ahhh. ¿Y cómo se llama?

- Algo así como Benlaglos.

- ¿Y eso que es?

- Un corto.

- ¿Un corto?

- Un corto canario.

- Ahhh.

La momia estaba tomando su café con desagrado.

- ¿Le gusta?, ¿quiere más azúcar?

La momia negó con la cabeza. El funcionario se preguntó en qué demonios estaría pensando la momia si pensaba algo.

- Ahora ponen el corto.- les avisó la azafata.

La momia que no sabía lo que era una película asintió en silencio. Su cabeza la tenía puesta en Madrid. Demasiado tiempo en Madrid, descansando en esa cómoda urna de cristal…

Empezó la película.

El arqueólogo llamó a la azafata.

- Esta película no hay quien la entienda…

- Relájase.- le dijo la azafata con otra sonrisa.

- Ya, si estoy relajado pero es que… zzzzzzzz.

La momia también se quedó dormida.

CAPÍTULO II. LLEGAN A ¿CASA?

La voz del comandante sonando por la megafonía despertó a la momia y al funcionario.

- Dentro de media hora aterrizaremos en el aeropuerto de Los Rodeos. El tiempo es bueno.- decía la voz metálica del comandante. A la momia le hizo gracia cómo pronunciaba las z. Sonaban a s. Llevaba mucho tiempo en Madrid.

El avión tomó tierra, recorrió la pista y se detuvo. El funcionario se quitó el cinto cuando las luces le indicaron que podía hacerlo y animó a la momia a que hiciera lo mismo.

- Se hace así…- Le indicó.

A la momia le gustó el clic.

Abrieron la puerta del avión y el funcionario condujo del brazo a la momia que apenas podía caminar.

CAPÍTULO III. ¿EN CASA?

La luz del sol deslumbró los ojos vacíos de la momia que instintivamente se llevó la mano para protegerlos de aquella insólita luminosidad.

- ¡Bievenido a su tierra!.- exclamó un señor que, le informó el funcionario se trataba del presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero. Esa cosa se acercó a ellos con los brazos abierto cuando descendían las escaleras. Una nube de fotógrafos iba detrás del presidente, disparando sus cámaras. La momia olió el aire, pero sólo le llegó el inquietante aroma de la gasolina.

El tal Rivero la estrujaba ahora sin dejar de mirar a las cámaras con una ancha sonrisa. Estaba soltando un discurso: “hemos recuperado otra momia guanche. Vuelve a casa para quedarse definitivamente en casa…”

“… Casa”, pensó la momia en su agujereado cerebro de momia.

Tras los discursos y estrechar manos a gente que no conocía, la momia notó en falta la tranquilidad de su urna madrileña. El funcionario hablaba con la consejera de Educación, una tal Milagros Luis, una chica pizpireta que daba saltitos sobre la pista y se llevaba las manos al corazón.

La momia se sentía mareada y terriblemente cansada. Vio entonces como un hombrecito gordo a quien llamaban Domingo Berriel se acercaba velozmente al presidente y le susurraba algo al oído. La expresión de falsa satisfacción de Paulino Rivero se truncó en una sincera mueca de fastidio. Cogió por el cogote al funcionario y le transmitió algo pegando sus labios a su oreja. El funcionario se puso firme y tan pálido –pensó la momia– como ese celador del Museo de Madrid donde hasta ayer mismo descansaba plácidamente.

Dejó de mirar cuando un hombrecito gordo y jovial le estrechó su manita de momia.

- Es un honor conocerla.- le decía aquel hombrecito. Detrás de él y en una larguísima fila india se encontraba el presidente del Cabildo de Tenerife, con su calva ardiendo bajo los rayos del sol; el consejero de Turismo del Cabildo de Tenerife, un enanito; y también un tipo con gafitas que no paraba de moverse en la fila y que decía llamarse Cristóbal de la Rosa

- Soy Cristóbal de la Rooosaaa.- gritaba.

My name is Alberto Delgado, viceconsejero de Cultura. Si necesita algo no dude en llamarme. Igual podemos encontrarle algo en el programa Septenio. Usted me entiende ¿verdad? Tome, tome mi tarjeta…

La momia cogió la tarjeta y se la llevó a la boca. El viceconsejero de Cultura puso los ojos en blanco. La momia la masticó con los pocos dientes que le quedaban. Intentó sonreírle en señal de agradecimiento.

CAPÍTULO IV. PERO ¿QUÉ PASA?

Poco a poco se fueron haciendo paso entre el gentío seis agentes de la policía autonómica. A un gesto de uno con cara de Drácula y que llamaban José Miguel Ruano, se dirigieron a la momia sacándola del gentío.

Mientras la arrastraban por el aeropuerto oyó que el presidente del Gobierno canario exclamaba compungido: “Queridos amigos, creo que hubo un lamentable error…”

CAPÍTULO V. ARDE, MOMIA, ARDE

La momia vio como uno de los policías abría la puerta del horno. Contempló las llamas con cierta sorpresa. Siempre le había fascinado el fuego aunque hacía tanto tiempo que no sentía su poder…

El que se llamaba Berriel se acercó a su lado con una forzada sonrisa dibujada en los labios.

- Mucho me temo que tendrá que meterse dentro.- le informó bajando la cabeza y señalándole el horno.

La momia intentó encogerse de hombros.

-Yo, bueno, ya sabe… no está dentro del dichoso catálogo….- le dijo Berriel con ganas de que acabara la cosa.

La momia ensayaba tirarse de cabeza dentro de las llamas.

- Y es que hay que hacerlo todo dentro de nuestro orden. O se está no se está dentro de nuestro orden. Digo, dentro de un orden. Y usted… usted…- seguía hablando Berriel.

La momia se sumergió en el fuego.

No entendía nada pero para lo que había visto… Mejor era dejarse consumir entre las llamas. No obstante, se preguntó mientras se deshacía en cenizas sí todo aquello sería verdad u otro de aquellos extraños sueños que tenía últimamente en Madrid.

Nunca lo supo y nosotros, lamento decirlo, tampoco.

Saludos, reclamando fe, desde este lado del ordenador.