Continuamos con el grito de guerra: ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!
Lunes, Octubre 27th, 2008Como pasear por mis recuerdos es un ejercicio que me sienta muy bien, puedo decir que en el CINE Víctor viví algunos de los mejores momentos cinematográficos de mi existencia, y que fue allí, en el templo oscuro que diseñó Marrero Regalado donde disfruté, entre otras, de películas como Una noche en la ópera unas mil veces (y no exagero) en sus inolvidables sesiones de cine a las cuatro de la tarde. Recuerdo ahora Una noche en la ópera porque es la película que mejor ilustra la crónica de una muerte anunciada que han perpetrado los responsables de ¿Cultura? del Cabildo de Tenerife, sólo que sin la gracia de los hermanos Marx. Es más, y si han visto esta deliciosa y absurda comedia, la pareja de irreverentes humoristas seríamos los aficionados que nos dolemos de su cierre, mientras que Cristóbal de la Rosa y quienes suscriben el cierre serían los (poderosos pero totorotas) antagonistas de Groucho, Harpo y Chico. En fin, que he visto unas mil veces Una noche en la ópera, y que descubrí este magnífico largometraje en el que Groucho no para de acosar a la magnífica Margaret Dumont, que siempre hizo de viuda multimillonaria en las películas de los hermanos, gracias al CINE en mis recordadas sesiones de matinés que se decía también
Al CINE Víctor y a mi padre le debo mi amor desatado por el séptimo arte que dicen los cursis (y yo, que también soy un curso pues lo suscribo) porque lo acompañaba con mis hermanos a ver funciones tan prohibitivas como las de las 22 o 22.30 horas. Era además la única manera que me dejaran entrar a disfrutar de una película de mayores. ¡Ah, qué tiempos aquellos!, con mi santo padre, que hoy está en los cielos de chachara con John Ford y Howard Hawks, mientras le ladrabae al portero que era mi PADRE y que tenía todo el derecho del mundo de llevarme a ver una película para mayores de 18 años. Y que una vez dentro, al claudicar el cancerbero rabioso, veía la película y entendía un poco mejor lo que es ser un héroe sentado al lado de ese gran hombre que fue mi PADRE. Creedme si os digo que se me saltan las lágrimas… y cómo después de finalizar la función nos tomábamos el reglamentario bocadillo de pollo acompañado de un café con leche en El Imperial.
Mi padre me enseñó a ver cine. En el Rex (descanse en paz); en el Baudet (idem), en el Greco (idem de idem) y en tantos otros que la emoción momentánea me impide recordar. Mi más humilde perdón a todos ellos porque ahora toca hablar del Víctor y de cómo era cosa de caballeros, y huelga decir que mi PADRE fue toda su vida un caballero con un lejano parecido a Monty Clift, entregar una propina al acomodador cuando nos guiaba hasta las butacas. ¿Y quién no recuerda de mi generación aquel cartelón que proyectaban en pantalla cuando tocaba descanso (a mitad de película) y en el que se instaba a los salvajes espectadores a no comer pipas? y uno comiendo pipas, mirando de reojo a todas partes para que el acomodador (que era como el linterna del cine de verano de la Plaza de Toros pero con más clase porque iba de uniforme) no te descubriera y te pusiera de patitas en la calle… En fin, recuerdos que ahora, dentro de dos meses, me van a robar de un plumazo porque el CINE Víctor no sale rentable… Yo creo más bien que se trata de una decisión desacertada. Y saben, me consta que lo saben en el mismísimo Cabildo, sólo que les importa tres pimientos.
Así que NO AL CIERRE DEL VÍCTOR.
NO AL CIERRE DEL VÍCTOR…
¡¡¡NO, NO Y NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!