Marilyn Chambers, in memoriam
Miércoles, Mayo 20th, 2009(ADVERTENCIA TIPO TEA EN LA EXPOSICIÓN DE JUAN HIDALGO: la lectura de este comentario no es recomendable para menores de 18 años. O si no están acompañados por sus padres)
Los estudiosos dicen que si hay un género cinematográfico por excelencia ese el western. Bueno, sí, pero hay otro: el pornográfico. Sus constantes, desde los remotos inicios del celuloide, son las mismas: el acto es el mensaje. No me valen historias, al grano. Es verdad, no obstante, que en los mitificados años 60 surgieron cineastas con ganas de intelectualizar lo que no es intelectualizable, y que brotaron películas como setas donde se intentaba dar cierto glamour a un género que ya había caído en mano de las mafias, aunque bien es cierto que gracias a estos talentos tarados se fue construyendo un sistema de estrellas que dio sus mayores frutos en los 80, cuando el vídeo asesinó al celuloide multiplicando la fabricación de VHS con estrellas como Ginger Lynn, Amber Lynn y Traci Lord, entre otras diosas de las fantasías calientes masculinas. Y femeninas, me atrevería también a apuntar.
Vistas estas cintas con la distancia uno se da cuenta que el género pornográfico también envejece. Pero mal. De todas formas, los intelectuales pueden encontrar en estas cintas usos y costumbres de tiempos que ahora se nos antojan de la prehistoria… pero así va nuestro mundo, ca velocidad de híper espacio.
Me llama un amigo y me da una mala noticia pero también una razón para las líneas que ahora escribo: “¿No lo sabes?, se nos murió Marilyn Chambers“. Y me lo dice así, “se nos murió la Chambers”. Y siento, como cuando me entero que alguien que me hizo persona ha dejado este mundo, ese dichoso vacío en el estómago, y la busco en Internet porque no quiero darle crédito a esta noticia.
Oficialmente, Marilyn Chambers fue junto a Linda Lovelace (la de Garganta profunda) una de las primeras grandes estrellas del cine pornográfico. Pero mientras Lovelace encarnaba un poco la tendencia bestia (aunque irónica de un género aún subterráneo), la Chambers fue algo así como la emperatriz para que los intelectuales de turno y gente de bien creyera que ver una de estas películas era cosa seria. Eran otros tiempos, hay que pensarlo, y ver cine porno era ver cine porno. Es decir, en una sala, rodeado de desconocidos. ¡Espectáculo casi de circo!, que es donde nació el que dicen que es séptimo arte.
Rubia californiana, Chambers protagonizó un “clásico” del género como es Detrás la puerta verde, de los locos hermanos Artie y Jim Mitchell (*) una de esas películas tostonazo ¿protagonizada? por hombres y mujeres tal y como vinieron al mundo. Su paso por el género fue bastante irregular, pese a la pasta que ganaba, así que se pasó al cine convencional para interpretar (esta vez con todas sus letras) un clásico del cine fantástico de todos los tiempos como es Rabia, de otro loco, David Cronenberg.
No disfruta de todas formas de una filmografía muy destacable. De hecho regresó al porno para seguir dando de comer a su familia, pero por esas dos películas: la innecesariamente mítica Detrás de la puerta verde, y la interesante y hoy algo roñosa Rabia, merecía que la recordara con todo el cariño del mundo.
Los intelectuales del mundo pueden llevarse las manos a la cabeza ante mi tímido pero sincero homenaje. Yo, como Rhett Butler en Lo que el viento se llevó sólo puedo decirles que sus comentarios me importan un bledo.
Descanse en paz, señorita Chambers, será un placer conocerla cuando ya no esté en este mundo.
(*) El actor y cineasta Emilio Estévez llevó al cine la historia de estos dos hermanos iluminados en el largometraje Un negocio peligroso, donde compartió protagonismo con su hermano Charlie Sheen.
Saludos cinéfilos a este lado del ordenador.