La crisis que está en boca de todas y de todos y que ha dejado en la cuneta a un buen puñado de españolas y españoles que vienen al mundo está afectando como una gangrena a casi todos los órganos que mueven a este país.
Como Canarias sigue siendo parte importante de ese cuerpo maltratado por la sombra alargada de los despidos y la desesperación humana, la enfermedad ha infestado también a las compañías de teatro y danza de las islas, muchas de las cuales se encuentran en una situación al borde del abismo. Se retrasan pagos, se marea la perdiz, se les recuerda con la boquita pequeña que si protestan exigiendo lo que es suyo (cobrar por el espectáculo) no te llamo mañana.
La propaganda oficial, mientras tanto, continúa inundándonos con lo que se hace, omitiendo por obvias razones lo que no se hace. Recibo en mi correo electrónico quejas y quejas de colectivos teatrales y de danzas que coinciden en el mismo lamento: “buenas palabras la mayor parte de las veces pero de ver un euro nada. Nada de nada”.
Espacio como TEA prestan sus instalaciones a todas estas compañías escudándose que se trata del TEA, pero esto no quiere decir que por eso no asuma ni siquiera con los gastos de alquiler del material técnico, que sale del cada día más desnutrido bolsillo de los artistas.
Si uno mira a un lado y al otro descubre que apenas hay más espacios en Tenerife que bueno es vivir aquí. Y si se trata de teatro y danza experimental, lo mejor es que vayan en peregrinación a la basílica de Nuestra Señora de la Candelaria a ponerle velas.
Me cuentan, además, que se dan casos de molestas competencias desleales como la de Danza Lab (protegida por el Auditorio de Tenerife) que se integra en el circuito de teatro y danza como compañía sin renunciar a su caché, cuando todos saben que cobran una soldada precisamente del Auditorio.
Los Ayuntamientos y los cabildos de esas islas que no son ni Tenerife ni Gran Canaria invierten sólo en espectáculo de títeres (que están muy bien, nadie dice lo contrario) pero olvidan otras formas de representación artística. El teatro Guimerá está cerrado por obras y del teatro Leal mejor ni hablar, porque como dicen los teatreros y danzarines de esta comunidad autónoma en estado crítico es como “si no existiera”.
La música es otro déjame entrar. Verano siempre va asociado a festivales de todo tipo de sonidos: jazz, blues, folclore, étnica… donde se cuelan los mismos canarios de toda la vida. Pero no hay más verde en el cada día más yermo paisaje artístico de Canarias. Parece como si no interesara ni el teatro ni la danza, como si quienes dirigen y coordinan esa cosa que se llama cultura estas dos artes estuvieran no digo muertas pero sí en estado comatoso porque no reciben la sangre de las subvenciones…
En fin, que colectivos como estos, de hombres y mujeres que tiran literalmente la casa por la ventana para hacer lo que les gusta cada día se parece más a un acto de amor al arte que a otra cosa. El problema es que eso no les da para pagar el alquiler ni llevarse un mendrugo de pan (aunque sea duro) al estómago, que como decía don Miguel de Cervantes es la antesala del alma.
Crisis, crisis, crisis.
Saludos con una doble mueca de sonrisa y de tristeza desde este lado del ordenador.