Archive for Septiembre, 2009

Despierta ya, burgués

Miércoles, Septiembre 23rd, 2009

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Me pondrán cantar misa en latín pero nadie me podrá quitar de la cabeza la idea de que hay libros que te esperan pacientemente a que les toque su turno. Casi como si supieran que con la carga de dinamita que van a explotar en tu cerebro buscaran ese momento en el que estás relajado y te sientes capaz de aguantar cualquier bomba que mande a paseo –más o menos– las rutinas en las que por fin has logrado reconducir tu vida.

La obra de Sándor Márai circuló con sobresaliente éxito de público en este país llamado Expaña hace unos años. Si uno bucea en la red se encontrará con artículos elogiosos, también con alguno marciano pero menos, ya que resulta prácticamente imposible opinar en contra de la obra de un autor que ante cualquier asomo de crítica la tritura y transforma en humo insignificante.

Recuerdo que el pasado julio y estando en Gijón el escritor peruano Alonso Cueto fue el primero que me recomendó que me adentrara en su mundo. Cueto no me recomendó, sin embargo, ninguna de sus novelas sino esa especie de memorias que Márai bautizó como Confesiones de un burgués con el fin, pienso ahora, de que nadara en la visión de la realidad de este escritor húngaro que tanto ha contribuido para que en estos tiempos de gañanes, algunos de los que se molestan en pensar le imiten o saquen sus propias conclusiones en su paso por la vida.

Pues bien, me encontraba el otro día con uno de esos amigos a los que quieres por inclasificables y quijotescos cuando me sacó como de un tesoro se trata un ejemplar de Confesiones de un burgués. Me animó también a que lo leyera y como es natural, y en especial porque son días donde uno cuenta hasta el último céntimo de euro que le queda en el bolsillo, le pedí que me lo prestara.

Este es un juego que hago con amigos lectores. El de pedir libros prestados sabiendo de antemano que no me lo prestarán. Todos somos, de alguna manera, hijos de aquella leyenda que colgaba en una de las paredes de la ya legendaria librería Sonora: “libro prestado, libro robado”. No conozco, de hecho, a nadie que haya prestado un libro y que se lo devuelvan en las mismas condiciones a como lo cedió. Y eso en el mejor de los casos, porque generalmente el libro termina sin que vuelva a caer en tus manos. Perdido para siempre.

¡Qué me lo digan a mí, que tuve toda la obra de Guy de Maupassant y que cedí en uno de esos momentos equivocados de la existencia. O lo que es lo mismo: los presté para siempre. Todavía tengo grabado en mi memoria aquel rapto de locura, y como supe cuando le dejaba la bolsa con todos aquellos volúmenes que no volvería a verlos nunca más. O como decimos por estos lares: más nunca. 

Nunca, valga la redundancia, he entendido porqué no se devuelven los libros. Será que la gente no sospecha que te despegas de un buen amigo, al que notas en falta cuando paseas por tu librería y observas ese lugar vacío que al final terminas por ocupar con otros volúmenes con la rabiosa sensación de que ya nada será lo mismo.

Lo siento, Maupassant. Bien sabe Dios la de ratos espléndidos que me regaló con sus formidables cuentos y novelas.

Pero hablaba de Márai, escritor del que al final pude hacerme con sus Confesiones de un burgués con la sombra de la duda en la cabeza, ya que en mi caso no son tiempos estos para gastos excéntricos.

Y he aquí la revelación.

Empiezo a leerlo. Y a leerlo. Y me llaman por teléfono. Y no contesto porque el libro se me cuela dentro. Miro de reojo los dvd pendientes por ver y continuo leyendo. Devorando, alimentándome de las experiencias de un narrador que me sabe a conmovedoras e intensísimas. Un libro que me muestra el mundo a través de otros ojos, y cuyas sensaciones y pensamientos me descolocan porque reflexiono: “eso mismo lo he sentido yo” aunque sea incapaz de traducirlo con tan brillantes palabras.

El caso es que ya no tengo 18 años, ya no tengo 20 años, ya no tengo 30 años y ya no tengo 40 años. Y esas Confesiones de un burgués me hablan con la misma profunda sencillez que cuando tenía esas edades, sólo que ahora estas letras se impregnan en mi cerebro de otra manera. Y me sumerjo como un aprendiz en su lección de Venerable Maestro. Y lloro, río, trago, entiendo… y sigo leyendo. Leyendo ese relato que me desnuda, que me mira y que me dice “no eres tan raro”.

Finalizo estas Confesiones… y siento como cuando me pasó con otros libros que me señalaron el camino: Sigue adelante por penoso que resulte. Y desnuda lo que eres y sientes en un mundo donde ya nadie se desnuda. Extraño y enfermizo pudor el que nos rodea, teñido de dobles sentidos. 

Tardo en hacer la digestión. Leo ahora su ¡Tierra!, ¡Tierra! y llego a la confusa conclusión de que lo que importa es tu relato. Tu vida, tus sensaciones. Como ves el cuadro chillón en el que te intentaron enterrar.

Y piensas que quizás ahora seas libre. Condenación. Libre.

Sólo que te preguntas, cobarde, ¿merecerá la pena?

Y las Confesiones de un burgués te responde: ¡despierta ya para que sigas soñando!

Saludos, confesionalmente burgueses, desde este lado del ordenador. 

‘Diez negritos’ cumple 70 años. Y parece que fue ayer…

Martes, Septiembre 22nd, 2009

Entre los primeros libros que cayeron en mis manos recuerdo, me imagino que como a la mayoría de ustedes, las novelas de Agatha Christie editadas en España por Ediciones Molino. No llegué a leerlas todas, pero sí que devoré en una etapa de mi vida digamos que fundamental, muchas de sus historias de misterio.

Sin embargo, si hubo una novela de esta señora que me llegara al corazón adolescente fue Diez negritos, que es uno de esos pocos títulos que he releído varias veces. Fue tanto el golpe que yo mismo recreaba con soldaditos de plástico el argumento de aquella novela. E incluso inventé un juego –en el que participaban primos y amigos– inspirado en esta historia que ahora cumple 70 años, ya que fue publicada por primera vez en 1939.

De Agatha Christie seguí además con mucha atención las novelas protagonizadas por  Hercules Poirot y su leal capitán Hastings. A Poirot su autora extravagante lo asesinó en la diabólica y maquiavélica Telón, donde la pesquisa consiste precisamente en descubrir quién mató a Poirot. Confieso, no obstante, que nunca me hicieron mucha gracia las historias donde aparecía  la señorita Marple, aquella anciana que hacía funcionar sus células grises sin la gracia del detective belga, aunque es verdad que inspiró la serie Se ha escrito un crimen.

Comencé a dejar de lado las historias de Agatha Christie cuando ediciones Bruguera comenzó a editar a finales de los 70 novelas policíacas en España. Lo que supuso que desde ese momento mis gustos se trasladasen con una devoción que no descansa a lo que hoy se conoce como género negro.

Género negro. Admito que soy bastante radical en mis gustos, ya que entiendo que en una buena novela negra (no detectivesca) sus personajes tienen que estar del lado de los oprimidos y perdedores. O de aquellos investigadores privados que se mueven en tierra de nadie. Personajes que entienden que los grandes delincuentes (políticos y sus cancerberos policías) son igual de malvados que esos otros poderosos que se mueven al margen de la ley.

Con esta lectura, llevo preguntándome desde hace unos años el por qué la novela detectivesca tradicional, la que cultivó con admirable maestría Agatha Christie, cuenta con tan grandes escritoras mientras que uno las puede contar con los dedos de la mano si nos referimos estrictamente al género negro. No puedo meter en este saco, por razones obvias, a la gran Patricia Highsmith. Y no por su celebérrimo Tom Ripley, sino porque lo que escribió esta mujer es literatura con todas sus letras. Trascendió el género. Tampoco a la inquietante Anne Perry, una mujer que si bien cuenta con una biografía para poner los pelos de punta (les remito a los que no se enteren a que vean la mejor película hasta la fecha realizada por Peter Jackson, Criaturas celestiales) sí que ha sabido borrar aquella desafortunada ¿travesura? adolescente con una serie de novelas de misterio donde lo que importa no es quién cometió el crimen sino casi todos los personajes que protagonizan el drama.

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Pero hablaba de Diez Negritos, esa novela que considero una de las mejores de Christie, y cuyas versiones cinematográficas, salvo la dirigida por René Clair en 1945, nunca le han hecho justicia.

Diez negritos cuenta como diez personas (el joven Anthony Marston, el señor y la señora Rogers, los criados; la señora Emily Brent, el general MacArthur, el juez Lawrence Wargrave, el doctor Armstrong, el detective William Henry Blore, el aventurero Phillip Lombard y la joven Vera Claythorne) son invitadas a pasar unos días en una isla privada por el misterioso señor U.N.O. Anfitrión que no aparece para recibirlos pero que sin embargo les revela en una grabación que los irá eliminando uno por uno para que paguen por una serie de crímenes de los que quedaron impunes.

Cada asesinato sigue la pauta de una canción infantil y también desaparecen unas figuritas de negritos de porcelana en el salón de la mansión.

He aquí la letra de la canción que guía al desconocido justiciero a repartir justicia por su cuenta –cuya versión española estaba protagonizada por diez perritos– y que quizá se trate, con Mambrú se fue a la guerra, de una de una de las composiciones más tristes que me obligaron a aprender en mi niñez:

Diez negritos se fueron a cenar.
Uno de ellos se asfixió y quedaron
Nueve.
Nueve negritos trasnocharon mucho.
Uno de ellos no se pudo despertar y quedaron
Ocho.
Ocho negritos viajaron por el Devon.
Uno de ellos se escapó y quedaron
Siete.
Siete negritos cortaron leña con un hacha.
Uno se cortó en dos y quedaron
Seis.
Seis negritos jugaron con una avispa.
A uno de ellos le picó y quedaron
Cinco.
Cinco negritos estudiaron derecho.
Uno de ellos se doctoró y quedaron
Cuatro.
Cuatro negritos fueron a nadar.
Uno de ellos se ahogó y quedaron
Tres.
Tres negritos se pasearon por el Zoológico.
Un oso les atacó y quedaron
Dos.
Dos negritos se sentaron a tomar el sol.
Uno de ellos se quemó y quedó nada más que
Uno.
Un negrito se encontraba solo.
Y se ahorcó y no quedó…
¡Ninguno!

Tarareada ahora tiene su gracia siniestra.

Y si no han leído la novela pueden hacerse una idea de cómo van desapareciendo sus protagonistas…

En fin, que eso era todo.

Saludos, con el fantasma de Hercules Poirot de compañía, desde este lado del ordenador.

Si yo a Cuba le cantara…

Martes, Septiembre 22nd, 2009

Pese a que no me va esa música y soy de los que huyo como de la peste de los macroconciertos que venden buenas intenciones, confieso que me pegué la noche del domingo pasado viendo las aproximadamente cinco horas del Concierto por la Paz entre los Pueblos celebrado en La Habana porque mis vinculaciones con esa hermosísima capital que se desmorona y Cuba me viene de muy atrás. De tan atrás que todavía conservo con insólita lucidez en mi memoria el día en que me dio por adentrarme primero en la revolución que encabezó Fidel Castro a partir de 1953 con el asalto al cuartel de La Moncada, y más tarde por la historia en general de un país donde la palabra España aún se saborea aún con delicioso acento caribeño.

De todas formas llegué a Cuba y sus hechos de la manera más estrafalaria. Les comento, todo empezó en el cine Rex, donde proyectaban Che! de Richard Fleischer. Recuerdo, y era un chaval por aquel entonces, que mientras veía a Omar Shariff interpretando al mítico guerrillero y a Jack Palance a un Fidel que ha perdido la cabeza, pensaba: “esto no puede ser verdad. Esto no puede ser verdad”. He vuelto a ver la película del casi siempre solvente Fleischer un montón de veces, y si bien no es, por razones obvias, uno de los mejores trabajos del cineasta, el paso del tiempo la conserva como una simpática e ingenua cinta anticomunista.

Dos o tres días después de ver la cinta, pude hacerme con una biografía de Ernesto Guevara de igual perfil antimarxista, señalando al Che como una especie de condotiero moderno, un aventurero mercenario al servicio de una idea que, en palabras del genial escritor Guillermo Cabrera Infante, es la siguiente: “el comunismo es el fascismo de los pobres”. Mis lecturas guevarianas se fueron así sucediendo. Es decir, que continué leyendo más biografías sin términos medios, escritas por personas que lo odiaban o lo admiraban. También devoré, porque esa es la palabra exacta, su relato Pasajes de una guerra revolucionaria y su dramático Diario de Bolivia, que ha sido calificado por algún estudioso sagaz como una especie de viaje al corazón de las tinieblas.

Como las lecturas sobre el Che llegaron a cansarme, y el periodo más atractivo de su agitada e intensísima vida se desarrolló en Cuba, es natural que mi atención se pusiera entonces del lado de todas esa obra gigantesca que se ha escrito y se escribirá sobre la Cuba revolucionaria. Trabajos algunos de ellos excelentes, aunque el grueso se decante por estar a favor o no de lo que hizo Castro tras triunfar por goleada política a partir de 1959.

Pasó el tiempo, y ya trabajando como periodista tuve la ocasión de visitar la isla en varias ocasiones para peregrinar por todos aquellos lugares que el sistema castrista ha convertido hoy en santuarios de su envejecida y rancia revolución. Les confieso que estas visitas provocaron poco a poco que mis simpatías por el proceso se fueran desmoronando aunque mi fascinación por La Habana y la isla entera me siguen atrayendo con la fuerza de un imán. En el fondo, sospecho que se debe a que Cuba parece detenida en la década de los 50. O lo que es lo mismo, es una especie de cápsula del tiempo.

Mi pasión por Cuba se ha enfriado levemente, pero continúo siguiendo con atención cualquier visión que a través de los medios de comunicación me proporcionan de ese país con forma de lagarto. Viví así a través de la pequeña pantalla la visita del Papa, el tropiezo de Fidel, el indignante juicio al que fue sometido el general Ochoa y el ascenso reciente de Raúl Castro al poder. También, y a través de you tube, he asistido a las honras fúnebres que se le rindieron recientemente al comandante Juan Almeida, a uno de cuyos hermanos conocí en uno de esos viajes a Cuba en los que me acredité como informador. Y el domingo pasado, contaba, el macroconcierto por la Paz encabezado por Juanes.

Reitero que no soy un aficionado de estas músicas, pero atendiendo a la actualidad cubana con meridiana lealtad día a día, pensé que merecía la pena verlo (y también disfrutarlo) en directo. Globalizados que estamos. Además, y con la mosca detrás de la oreja por los ataques que el exilio furibundo de Miami sigue dirigiendo contra ese país caribeño, cualquier acto que se celebre en Cuba con carácter internacional siempre irá acompañado de la polémica más encendida.

En este sentido, se me puso la piel de gallina al observar como una apisonadora aplastaba en las calles de Miami los discos de Juanes y otros artistas considerados ahora traidores por el exilio. La imagen, de hecho, me recordó a la quema de libros por los nazis, sólo que las páginas de papel fueron sustituidas en esta ocasión por compactos resquebrajados.

¿El concierto? El concierto en sí tuvo momentos emocionales, en especial cuando Juanes animó a que la gran familia cubana fuera una (lo mismo podría haber dicho de Colombia o Venezuela). Claro que, pensé, para que Cuba, Colombia o Venezuela sea una es necesario que en el caso concreto de Cuba la gerotoncracia militar que domina los destinos de la patria de Martí se disuelva y dé paso a un modelo democrático para que toda esa isla (la de dentro y la de fuera) cure de una vez sus heridas. Una de esas venas abiertas de Latinoamérica que Eduardo Galeano no nos cuenta en sus libros vindicativos.

Esta misma mañana he repasado lo que se ha dicho sobre este macroconciertos en las televisiones de Miami, y si bien la conclusión continúa siendo la misma para todos ellos: un rencor que imposibilita cualquier diálogo entre las partes en conflicto, me di cuenta que la solución para Cuba es que todos los viejos (los comunistas apoltronados y los cubanos norteamericanos que sudan hiel) se aparten a un lado para dejar paso a esas nuevas y entusiasmadas generaciones hartas ya de las batallitas de sus abuelos.

Si de algo sirvió este concierto fue para eso. Aunque mucho me temo que los dinosaurios de un signo y del otro no se den por enterados. En Cuba continuará la dictadura castrista y en Miami el empecinamiento de un exilio octogenario que sólo se alimenta de odio.

Saludos, en plan asere que volá, desde este lado del ordenador.

Otra de cortos

Lunes, Septiembre 21st, 2009

* La revista de literatura La Otra de México D.F publicará un artículo de unas 20 páginas sobre la poesía canaria en base al libro Poetas canarios en Buenos Aires, coordinado por Juan Carlos de Sancho. La Otra está dirigida por el poeta y escritor Jose Ángel Leyva.

* Interesante, como todos sus artículos, la reflexión que propone Alfonso González Jerez en la edición del pasado domingo de Diario de Avisos. El título ya indica por donde va la cosa: La cultura a pan y agua. Pasen y lean, no tiene desperdicio, más en estos días de escasez.

* Desde mañana, y hasta el próximo domingo 27, se desarrollará la programación de Espacio Enter Canarias en Tenerife Espacio de las Artes (TEA). El programa previsto para este martes incluye el Festival Internacional de Imagen Digital Experimental a las 12, y a la misma hora, presentación en la entrada de TEA del concurso Acción Enter, que se desarrolla en colaboración con el programa Camara 2.0Miradas2 de RTVE. Por la tarde, a las 16:30, en el Espacio Tienda TEA, se inician los Workshop -talleres interdisciplinares de creación con programas de código abierto para arte digital, sonoro y robótico, entre otros y a las 20.30, presentación del cd y dvd del concierto Espacio Enter Canarias, trabajo que utilizará como herramienta promocional y que recoge el espectáculo ofrecido en julio en el Auditorio de Tenerife por doce grupos canarios.

* Ángel Nazco García se estrena en el mundo de la literatura con la publicación de Entre el bien y el mal, una novela en la que los personajes oscilan entre lo maquiavélico y lo generoso con independencia del lugar que ocupan en la sociedad. El volumen, publicado en la colección Tid de Ediciones Idea, se presenta el próximo jueves, 24 de septiembre, a las 20 horas, en la Librería del Cabildo de Tenerife, en un acto en el que intervendrá, junto al autor, la escritora y prologuista de la obra Balbina Rivero.

Saludos informativos desde este lado del ordenador.

Dos años

Domingo, Septiembre 20th, 2009

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El Escobillón cumple tal día como hoy dos años. Miro hacia atrás sin ira y confieso que este breve periodo de tiempo se me ha ido como un suspiro, sin apenas darme cuenta.

El Escobillón nació gracias a una generosa propuesta que hace dos años exactamente me brindó la por aquel entonces directora de La Opinión de Tenerife, Carmen Ruano, a quien siempre le estaré agradecido por haberme dado esta oportunidad, la de  adentrarme en un medio que todavía miro de reojo pero también con fascinación casi revolucionaria.

A lo largo de estos dos años he volcado pedazos de mi vida, reflexiones acertadas y desacertadas, mis lecturas y películas favoritas, así como iniciado campañas frustradas a favor de palacios hoy muertos del asco como el añorado Cine Víctor, entre otros asuntos. Pero aún con esas, el blog continúa siendo una experiencia apasionante y una manera de no estar solo en el mundo.

El Escobillón ya tiene dos años, o esa edad trágica para James M. Barrie, el creador de Peter Pan, en la que muere la infancia.

En fin.

Saludos muy sorprendidos pero también felices desde este lado del ordenador.
 

Un mito perturbador para el cine español y un congreso de arqueología cinematográfica

Sábado, Septiembre 19th, 2009

* Jacinto Molina y su álter ego Paul Naschy es lo que se dice un mito perturbador para el cine español. Y eso pese a que se trata, probablemente, de uno de nuestros cineastas y actores más conocidos fueras de las fronteras provincianas de este país. Molina/Naschy cuenta con club de admiradores en casi todo mundo, y representa con honores de cartón piedra una etapa cinematográfica española en la que, imitando el modelo italiano, muchos sagaces inversores apostaron por géneros que nunca han sido bien vistos por esa asociación exclusivista en la que ha terminado por transformarse el cine en España.

La noticia ahora es que Scifiworld publica la que asegura es la obra más completa realizada sobre el alias de Molina, Naschy, actor que nació en La marca del hombre lobo, una película de 1968 que marcó un hito en la historia del cine fantástico español y europeo. Molina hasta ese momento había sido levantador de pesas, escritor y dibujante hasta que decidió ser actor y tiempo más tarde director de sus propios largometrajes.

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El libro que ahora se presenta, Paul Naschy, la máscara de Jacinto Molina, recoge más de 60 horas de entrevistas con el cineasta y actor, así como unas 600 fotografías.
Escrito por Ángel Agudo, Paul Naschy, la máscara de Jacinto Molina, se completa con una filmografía comentada por Ángel Gómez en la que da cuenta de todas y cada una de las películas, cortometrajes, series, obras de teatro, etc. en las que ha intervenido esta leyenda del cine.

El prólogo cuenta con una firma de prestigio, la de Sir Christopher Lee.

La primera de las presentaciones, previa a su llegada a las librerías, tendrá lugar el próximo sábado 10 de octubre a las 12.30 horas en el marco del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, Sitges 2009, donde también se presentará Alaric de Marnac, la primera novela fantástica escrita por Paul Naschy e ilustrada por Javier Trujillo.

* Gijón acoge del 23 al 27 de septiembre las XI Jornadas de Patrimonio Industrial, dedicadas e esta ocasión a la industría cinematrográfica.

Ponentes de Argentina, Chile, México, Cuba, Italia, Francia, Bélgica y prácticamente la casi totalidad de la Comunidades Autónomas Españolas estarán presentes en estas jornadas, donde se analizarán el cinematógrafo Lumière y la relación del cine con la arqueología, la industria y el paisaje, y la mineria.

En las actividades paralelas destaca la exposición El Cine Evocado con la presencia de diferentes máquinas de proyección, y una visita a Llanes de Cine y a los escenarios de La torre de Suso, del director de cine asturiano Tom Fernández.

Saludos. una vez cinéfilos o cinéfagos (lo mismo da), desde este lado del ordenador.