Archive for Noviembre, 2018

El visitante, una novela de Stephen King

Jueves, Noviembre 8th, 2018

Stephen King tiene notables defectos, entre otros el de producir novelas, antología de cuentos y ensayos de manera febril y fecunda pero cuenta también con sobresalientes aciertos como es el de poseer un estilo envolvente y una capacidad asombrosa para crear personajes creíbles, la mayoría de ellos desarrollados a lo largo de una producción literaria que se articula en torno al fantástico aunque en los últimos años y a raíz del éxito obtenido con la trilogía de Bill Hodges y que forman las novelas Mr. Mercedes, Quien pierde paga y Fin de guardia, combina dos géneros aparentemente distintos como el terror y el policíaco con resultados más que estimables, y terreno que vuelve a explorar en El visitante, título en el que recupera a uno de los protagonistas principales de las tres novelas centradas en Hodges y que aparece a mitad del libro que funciona a modo de híbrido genérico en el que el escritor se mueve mejor cuando escribe atado a la realidad que impone el policíaco que cuando comienza a desplegar el carácter fantástico que lo ha hecho rico y famoso.

Y todo eso pese a que la novela termina inevitablemente convirtiéndose en otra de Stephen King o en una obra redonda, cuidada, que atrapa la atención, pero que no aporta nada nuevo al universo de un escritor que vale su peso en oro.

El visitante resulta así dos novelas. Una primera, en la que se narra con pulso la detención del entrenador del equipo de béisbol de una pequeña localidad al ser acusado de violar y asesinar a un niño; la investigación que a continuación emprende la policía para demostrar que ha encontrado al culpable en tiempo récord porque el escenario del crimen estaba plagado de las huellas dactilares del entrenador y de cómo se desmorona como un castillo de naipes el curso de la investigación cuando el detenido demuestra con pruebas que no puede ser el culpable al encontrarse a kilómetros de distancia del lugar de los hechos para escuchar junto a unos compañeros de trabajo la conferencia de uno de sus escritores favoritos, Harlan Coben.

La segunda parte de El visitante se escora hacia el lado fantástico, ese que ha hecho rico y famoso al escritor, y del que no vamos a revelar mucho no vaya a ser que deseen leer la novela y le reventemos la clave que explica esta extraña dualidad.

No nos ha convencido demasiado sin embargo este segmento, probablemente sea por la solución que aporta el escritor para justificar lo que, aparentemente, era imposible como la bilocalización del entrenador de béisbol que no deja de decir que es inocente mientras su doble hace de las suyas por ahí. Resulta muy interesante el retrato de la descomposición familiar que sufre la familia del acusado y como de la noche a la mañana la rutina de todos los días puede volar hecha pedazos.

Otra de las claves en la que gira las novelas de Stephen King es la redención y como bien saben los lectores del escritor el transitar por el que hace pasar a sus protagonistas para intentar mejorar lo mal hecho riega de demasiados cadáveres las historias que nos cuenta.

La redención se convierte así y otra vez en pieza clave de El visitante, una novela que bucea, aunque apenas araña, la fragilidad de las clases medias norteamericanas y cómo un hecho terrible puede dar al traste con su hasta ese momento cómoda instalación en la comunidad.

Elementos ya habituales en otras novelas del escritor desfilan por las páginas de esta novela como la familia, el doble (¿recuerda alguno La mitad oscura?) y el grupo, generalmente formado por hombres y que acepta que nada es lo que parece en su mundo real cuando alguien, sobre todo una mujer, les abre los ojos para que descubran otros territorios digamos que sobrenaturales. O extraterrestres. El orden los factores no altera el producto.

El visitante no es una de las grandes novelas de este escritor pero sí un eficaz vehículo de entretenimiento, uno de esos libros que cuando los coges hace muy difícil que puedas dejarlo porque simple y llanamente atrapa. Y en esto de atrapar, todo el mundo sabe, o casi todo el mundo sabe, que Stephen King es un fuera de serie.

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Las caricias que no me diste, una novela de Elizabeth López Caballero

Martes, Noviembre 6th, 2018

Resulta interesante observar cómoen cada novela que escribe Elizabeth López Caballero crece como escritora.

Ya llamó la atención con su primer libro, En tierra de demonios, una curiosa historia que bordeaba la peligrosa línea de lo fantástico con lo real, y en la que hablaba de una religión subterránea como es la santería en un escenario conocido como es la capital grancanaria. No estaba mal como primera novela aunque contaba con algunas irregularidades que hacían flaquear un relato que, afortunadamente, cogía aire en sus páginas finales.

Tras esta experiencia, Elizabeth López Caballero firmó un libro insólito en la literatura que en la actualidad se escribe en las islas: La niña de la Luna, una bellísima historia para jóvenes que protagoniza, entre otros, el astronauta Neil Armstrong y textos profusamente ilustrado con objetivos además de lúdicos también didácticos.

Las caricias que no me diste (Multiverso, 2018) es por ahora su última novela, título en el que se nos revela una escritora más madura y segura de sí misma que conoce el territorio que pisa y que se atreve, sin marear demasiado al lector, a diseminar varias voces narrativas para estructurar un relato donde el amor y el desamor son los grandes protagonistas.

Amor y desamor, sentimiento descritos con vigor y que no caen en trampas sentimentales sino que se muestran como un sendero repleto de contradicciones con las que la autora teje el carácter de su personaje protagonista, Carolina, una periodista que tras sufrir un desagravio del corazón comienza a evolucionar como mujer y a encarar su existencia de otra manera.

En este devenir, conocemos la voz de su abuela y la de una prostituta colombiana, Zene que ejerce su oficio en la capital grancanaria y personaje que contribuye a que Carolina abra los ojos.

La grandeza de Zene es que pese a la enorme tragedia en la que ha derivado su vida, la de amar a cambio de dinero, entre otras, es que hace recuperar la sensatez y también la sonrisa y la esperanza a Carolina, a quien conoce de manera casual cuando la segunda intenta escribir un artículo sobre las que trabajan el sexo de pago.

La novela se centra así y fundamentalmente en Carolina, un personaje que va cogiendo sustancia a medida que se avanza en las páginas.

La historia se desarrolla en las calles de la capital grancanaria, pero más que protagonista, la ciudad se convierte en escenario de un desamor contra el que parece que no va a saber salir su joven protagonista.

Estructurada en capítulos cortos, lo que da agilidad a su lectura, otra característica a destacar de Las caricias que no me diste es lo bien que se mueve la escritora Elizabeth López Caballero en los diálogos ya que además de directos son bastante creíbles. En este sentido, la prostituta, Zene, habla como una colombiana y Carolina como una canaria. El juego de acentos resulta así, cuando se encuentran, chispeantes vocalmente aunque lo que allí se cuente no sea, precisamente, para reírse.

Con todo, Elizabeth López no renuncia a un humor que, afortunadamente, hace reposar la angustia que ahoga a su protagonista y ahoga a los lectores. Al final del túnel hay luz

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Gonzalo Celorio: “La patria de una literatura es la lengua”

Lunes, Noviembre 5th, 2018

Gonzalo Celorio nació en el D.F,. en 1948, ciudad que forma parte indispensable de una literatura en la que también explota los recuerdos de una familia tan literaria que parece una mina inagotable de la que sacar y sacar historias.

Es autor de Tres lindas cubanas, en la que radiografía las contradicciones de la revolución cubana y que le inspiró su familia materna, su madre nació de manera casual en la capital grancanaria aunque su infancia y juventud vivió en La Habana y de la novela El metal y la escoria, en la que indaga en las interioridades de la rama paterna, menos luminosa que la materna y pródiga de territorios oscuros.

Gonzalo Celorio fue uno de los protagonistas del Festival Hispanoamericano de Escritores, que se celebró en septiembre en Los Llanos de Aridane, La Palma.

- Dicen que escribe para exorcizar a sus demonios.

“Solo sé que cada novela mía acaba por ser un exorcismo con independencia de su intención. Escribo novela sobre todo porque tengo un conflicto, un conflicto distinto para cada novela luego si no hay conflicto no hay novela. En Tres lindas cubanas, que es mi libro más conocido en España, cuento que mi madre que nació en Canarias se fue a Cuba y surge del conflicto de ser miembro de una generación que tuvo a la revolución cubana como un paradigma. La necesidad de escribir viene porque cada vez que alguien atacaba a la revolución cubana adoptaba una actitud crítica y cada vez que alguien la defendía acríticamente mi posición era muy crítica hacia ella por lo que me estaba volviendo un poco loco por esa suerte de gran ambigüedad moral más que política. Una ambigüedad de coherencia y como la revolución cubana fue algo fundamental para mi generación y para la articulación del boom latinoamericano y la generación de 1968, pensé que debería arrostrar ese asunto y abordarlo no en términos políticos ni ideológicos, ni siquiera históricos sino en términos novelísticos”.

- De ahí la historia de su madre y su familia en Tres lindas cubanas.

“Tuve una relación cercana y familiar con Cuba. Mi madre, aunque nació canaria vivió su infancia y primera juventud en La Habana y sus dos hermanas, mis tías, una se quedó en Cuba porque creyó ciegamente en la revolución y la otra partió al exilio. La familia pertenecía a la alta burguesía cubana y vivía en una casa lujosa en el barrio de El Vedado habanero. La tía que abrazó con fervor la causa de la revolución falleció en Cuba convencida de las bondades de la revolución mientras que la que se fue a Miami murió sola en un asilo de ancianos. En la novela Tres lindas cubanas las pongo a dialogar y de ahí surgió la novela en la que están los pro y los contra, la posición de cada una de ellas ante el proceso revolucionario y me sirvió para justificarme a mi mismo por lo que cuando terminé de escribirla quedé liberado de ese problema”.

- ¿Por una novela?

“A mi me dio la impresión que solo por haberlo planteado precisamente en una novela ese problema ya no me pertenecía así que creo que la literatura, en ese sentido, cumplió una función de exorcismo porque lo que saqué de mi pecho lo puse en el pecho del lector”.

- Se liberó del conflicto.

“No exactamente porque la novela no resuelve el conflicto que me motivó a escribirla pero sí que deja de pertenecer al escritor cuando se publica”.

- La familia es un tema recurrente en la mayoría de sus novelas.

“En la novela El metal y la escoria escribo sobre mi familia paterna, en Tres lindas cubanas se trataba de la materna porque mis novelas constituyen una saga. La sangre que corre en mi familia tiene que ver con el exilio, que tiene a su vez que ver con una composición itinerante de diversidad cultural que puede resultar interesante como prototipo de personajes para el lector.”

- ¿Y de qué conflicto parte en El metal y la escoria.

“De uno temible, mi hermano mayor contrajo esa terrible enfermedad que es el Alzheimer y él era el que conocía de manera privilegiada la historia de mi familia paterna que, a diferencia de la de mi madre, estaba llena de misterios, de elementos oscuros porque no resultaba una historia edificante. Mi abuelo paterno era asturiano aunque emigró a Méjico a finales del siglo XIX donde hizo una gran fortuna en la fabricación, distribución y venta de bebidas alcohólicas. Sus hijos, y eso pasa en muchas familias que heredan una gran fortuna que no han trabajado, se dedicaron a despilfarrarla, al cultivo de vicios siendo mi padre el único que se salvó porque en vez de seguir la cuerda de sus hermano escogió estudiar diplomacia en Londres, lo que hizo que años más tarde viajara a Cuba como representante del Gobierno mejicano y conociera a mi madre. Yo quería contar la historia de mi familia paterna pero mi hermano era el que la sabía porque fue el confidente de mi padre pero se estaba quedando sin memoria y esta novela es mi particular duelo entre la memoria y el olvido y gracias a que la escribí pude conocer una historia que no hubiera conocido de otra manera”.

- ¿Cuánto tiene de verdad y ficción esta novela?

“No creo en las novelas de autoficción como se dice ahora, creo en las novelas de ficción supletoria, esa que ante todo aquello que el escritor no puede investigar directamente lo puede inventar con la idea de que hay una especie de coherencia y verosimilitud que toda novela exige. Y tuve la audacia de hacerlo porque yo por genética puedo padecer la misma enfermedad que mi hermano y utilicé ese recurso de verme a mi mismo como si tuviera Alzheimer. Eso me obligó a usar una segunda persona que funciona a modo de mi conciencia lúcida. Puedo asegurar en este sentido que a partir del momento en que se publicó la novela desapareció mi temor de tener la enfermedad. Otro exorcismo literario”.

- Con respecto a Tres lindas cubanas ¿cuál es su posición frente a la Cuba de entonces y ahora?

“Me costó sintetizar lo que pienso, con sus pros y sus contras, en las quinientas páginas de esta novela aunque para responder de manera sintética a la pregunta pienso que Cuba pudo ser el futuro de América aunque ahora apenas podemos compartir el pasado de una ilusión hoy definitivamente perdida”.

- Usted tendió puentes entre la literatura cubana de dentro y de fuera. ¿Hay voluntad de diálogo en una y otra?

“Sí lo hay y puedo decir que he sido en buena medida en mi historia personal uno de los alcahuetes para que los escritores de dentro y los de afuera dialogaran. Durante muchos años fui responsable de la difusión cultural de la Universidad Autónoma de Méjico (UNAM), una especie de ministerio de Cultura alternativo del país. Se articuló entonces abrir una casa de la UNAM en La Habana pero las gestiones con las autoridades cubanas –y realicé cuarenta viajes para ello– fue un fracaso porque les dio miedo la A de Autónoma, les resultaba una ingerencia. Llegó el comandante y mandó a parar. Esta historia, la crónica de un fracaso la cuento en Tres lindas cubanas. No obstante, durante las negociaciones se pudo establecer otros puentes y cuando fui nombrado director de la editorial del Fondo de Cultura Económica pude publicar tres antologías: una de cuento, ensayo y otra de poesía cubana con una característica en cada uno de los volúmenes y es que contaban con escritores de dentro y de fuera y los antólogos lo hicieron de común acuerdo, ahí hubo un encuentro. Con anterioridad, le encargué a Leonardo Padura una antología del cuento cubano en el que se incluyó relatos de, entre otros, Reinaldo Arenas, Senel Paz y Jesús Díaz. Hay una sola literatura siempre y cuando se escriba en español porque hay una literatura cubana que se escribe en inglés pero es otra cosa porque la patria de una literatura es la lengua, por eso no se incluyeron a estos escritores, ensayistas y poetas cubanos en estas antologías ya que no pertenecen a la misma tradición. La tradición tiene que ver fundamentalmente con la lengua”.

- Parece que ahora los escritores cubanos que viven en la isla pierden miedo y se muestran muy críticos con la realidad de su país.

“Una de las razones es que muchos escritores cubanos están publicando en el extranjero y a tener un reconocimiento literario al obtener premios internacionales, como Senel Paz cuando obtuvo el Juan Rulfo o Leonardo Padura el Hammett. Pedro Juan Gutiérrez publica en España en la editorial Anagrama por lo que el sistema cubano no puede hacer nada contra ellos porque si lo hiciera la crítica internacional no toleraría otro caso Padilla. Además, la literatura no es peligrosa porque no hay lectores ni grandes tiradas en Cuba. La censura en este país se manifiesta en el periodismo porque no hay un periodismo crítico, no existe porque no hay libertad de expresión para influir en la conciencia de la población. Y mucho menos en la televisión y las radios ya que en Cuba todo es oficial. La literatura se deja para los que ya tienen una posición crítica y no les conviene a las autoridades cubanas censurar a sus autores sino más bien al contrario ya que los convierten en ejemplo de que en Cuba hay libertad de expresión.”

- ¿Han cambiado las cosas?

“Creo que las cosas han cambiado pero tampoco hay que pensar que los escritores cubanos de primera hornada practicaron todos una especie de realismo socialista. Las famosas palabras de Fidel Castro a los intelectuales de dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada se han ido matizando con el paso del tiempo”.

- ¿Cómo se refleja Méjico en su trabajo literario?

“ Todas mis novelas tienen mucho que ver con Méjico. En la primera, Amor propio, nace de un conflicto o la historia de un joven que participa en el movimiento estudiantil del 68, movimiento que se guió por la consigna política heredada de la de mayo de París de desconfía de los mayores de 30 años, lo que ocurre es que el protagonista de la historia acaba de cumplirlos. En otra, cuyo título extraje de un verso del himno de Méjico Y retiemble en sus centros la tierra, el personaje es un viejo profesor jubilado y alcohólico que recorre el centro histórico de la capital mejicana mientras toma una copa en cada cantina que se encuentra, lo que hace que se vaya emborrachando gradualmente. En un principio iba a estar acompañado de sus alumnos pero tras un desencuentro hace el itinerario en soldad. Se trata de una novela muy dolorosa en la que se relaciona al protagonista de forma alegórica con las calles que transita del centro histórico de la ciudad de Méjico. En El metal y la escoria hablo de dos España en Méjico: una fruto de la emigración española a finales del siglo XIX, de la que forma parte mi abuelo y que no fue bien recibida porque de entre todos los países latinoamericanos Méjico fue en su proceso de independencia el que adoptó la posición más furibundamente anti española. Tanto que se produjo dos expulsiones masivas de españoles en los años del general Santa Anna. Pero hay otro exilio importantísimo para Méjico como es el de los republicanos españoles al finalizar la Guerra Civil. Méjico se convierte entonces en puerto de acogida. Es decir, hay dos España enfrentadas entre sí y con pensamientos radicalmente distintos. La primera España de la emigración a Méjico es eminentemente rural, católica y poco instruida mientras que la segunda es republicana y mucho más culta, solo hay que recordar que llegaron a Méjico seis rectores de universidades españolas. Se trató, en definitiva, de dos España distintas en un contexto como el mejicano. En estos momentos escribo además Los apóstatas, una novela muy anticlerical en la que denuncio algunos problemas dolorosamente vigentes como el acoso sexual a los niños”.

-¿Ademas de Los apóstatas trabaja en otros proyectos?

“Se da el caso que cada siete años publico una novela aunque entre medias trabajo libros de ensayo. Ahora mismo y a punto de su edición, un primer volumen, De la carrera de la edad, que reúne textos fundamentalmente sobre literatura. Este libro, a la espera del segundo, son ensayos de literatura mejicana e hispanoamericana. En el libro se habla de Cortázar, García Márquez, Carlos Fuentes y Vargas Llosa, entre otros pero también hago un recorrido por la literatura mejicana más reciente y estudio en Un río español de sangre roja, verso de un poema de Pedro Garfias que escribió a bordo del Sinaia, el barco que trajo la mayor expedición de españoles republicanos a Méjico, la literatura española del exilio”.

-¿A quién considera su maestro o maestros?

“Al exilio español que emigró a Méjico tras la Guerra Civil”

“Gabriel García Márquez, mi amigo”

Gonzalo Celorio era mucho más joven que Gabriel García Márquez pero esto no impidió que entre los dos brotara una amistad que duró hasta la muerte del Premio Nobel de Literatura.

Su literatura le parece “formidable” y es, dice, de los que tiene la primera edición de Cien años de soledad, esa misma, la que la editorial Sudamericana publicó en 1967 sin especificar que se trataba de una primera edición porque no se sospechaba que habría una segunda y una tercera y una…

Su entusiasmo por el escritor colombiano le llevó a dedicarle su tesis doctoral, El surrealismo y lo real maravilloso americano, que tuvo oportunidad de entregarle personalmente. “Me dijo entonces si no sabía escribir”, recuerda Gonzalo Celorio, “y me quedé helado hasta que me pidió que se la dedicara no fuera a pensar la gente que se la había comprado”.

El escritor Carlos Fuentes, “alguien tan importante para mi generación como intelectual y como hombre generoso”, le presentó al autor de El otoño del patriarca. “Fueron grandes amigos”, dice Gonzalo Celorio, “solo los diferenciaba su posición ante Cuba”. Con el paso de los años, consolidó su amistad con Gabriel García Márquez, al que presentó en varios encuentros literarios aunque no le gustaba hablar en público, “escribo por eso, decía”.

Al frente de editorial Fondo de Cultura Económica

Las siglas responden al Fondo de Cultura Económica, una editorial que patrocina el Estado mejicano y que cuenta en su catálogo con más de doce mil títulos. Durante unos años, breves, pero años, Gonzalo Celorio fue director de este gigantesco aparato cultural cuando el presidente Vicente Fox le invitó a tomar el cargo, lo que le sorprendió porque “no tenía nada que ver con él ni con el partido político que lo llevó al poder”.

Solo habló en tres ocasiones con Fox, pero bastaron para que se diera cuenta de que no le interesaba el Fondo de Cultura Económica. “No entendía que el Estado la patrocinara. Su idea era que fuera rentable, por mucho que le dijera al secretario de Educación Pública, que era un hombre igual de ignorante, que si el Fondo fuera rentable no podría publicar a Sor Juana de la Cruz o Kierkegaard”. Lo importante de la editorial, destaca Gonzalo Celorio, es que puede contar con recursos fiscales “para poder hacer el trabajo que hace”.

El escritor mejicano recuerda que el Fondo de Cultura Económica tiene nueve filiales en otros tantos países y que el Gobierno Fox le ordenó que allí sí debía de ser rentable o al menos que no generara gastos. No entendían que la editorial “colaborara en la educación de Argentina, España, Colombia, Venezuela… Que su capital era político y no económico”, puntualiza.

Saludos, al borde del extásis, desde este lado del ordenador