Archive for Noviembre, 2019

La vida en silencio, una novela de Ana García-Ramos del Castillo

Martes, Noviembre 12th, 2019

Tras la publicación de Tanto para nada (Baile del sol, 2017), Ana García-Ramos del Castillo regresa ahora con una novela en la misma editorial, La vida en silencio, que mantiene con la primera una serie de constantes que dan cierta solidez al universo narrativo de la autora.

Entre otras constantes se encuentra la de situar la obra entre Tacoronte y La Laguna, también Madrid; contar una historia que protagonizan personajes masculinos marcados por un desarraigo material y espiritual cuando debido a las circunstancias deben de viajar fuera de las islas así como una época, la segunda década del recién estrenado siglo XX y la familia. La familia juega un importante protagonismo en estas dos obras que pueden funcionar como díptico de unos días cuya memoria se ha vuelto frágil con el paso de los años.

En cuanto al protagonista de ambas historias no deja de resultar llamativo que en Tanto para nada el exilio voluntario al que se somete el personaje decline en un final que por abrupto, producto del capricho del destino, resulte tan terrible a quien se adentre en el libro. Ahora en La vida en silencio insiste con más o menos acierto en el mismo tema solo que la ausencia de pertenencia se agrava con un personaje, Francisco, Paco, que es sordo y mudo, aunque estas ausencias físicas no le impidan que se desarrolle como hombre sobre todo cuando a finales de 1919 su padre, con la aprobación de la madre, decida enviarlo a Madrid para que ingrese en un colegio especializado en la enseñanza del habla y la lectura labial siendo aún muy pequeño.

La novela se desarrolla en varios escenarios aunque son claves los de Tacoronte y La Laguna, también el de Santa Cruz de Tenerife que une los rieles del tranvía. Las mejores páginas del libro, a título personal, son aquellas en las que el joven protagonista llega a la capital de España para comenzar sus estudios y quede abrumado ante el movimiento (sin sonido) de la gran ciudad. Resulta también excelente la manera en cómo la escritora sumerge al lector en otro tiempo, y los padecimientos que sufren sobre todo padre e hijo por la separación.

No queda demasiado claro, sin embargo, la interrupción del relato por una sobrina del protagonista, quien revisando entre las cosas de su tío Paco descubre algo que será determinante para el relato en las últimas páginas del libro y que no vamos a revelar para no expoliar un relato que pone de manifiesto la notable capacidad de la autora para contar historias de época, con gusto histórico, relatos de otro tiempo que sabe visualizar con credibilidad.

Como sucedió con Tanto para nada da la sensación que la historia que se cuenta en la novela está basada en hechos reales lo que acentúa el carácter emocional de algunas de sus páginas. En especial cuando describe la formación del joven en Madrid, un ambiente que al principio le abruma pero no por hostil, y en el que acabará por aclimatarse con el paso de los años. Tanto, que incluso será compañero de juegos de uno de los hijos del rey Alfonso XIII aquejado de la misma dolencia que Paco.

La historia narra éste y otros momentos decisivos en la vida de su protagonista y al estar escrito con voluntad de entretener enseguida capta la atención del lector. Se produce, en este aspecto, un fenómeno parecido al que pasó con la lectura de Tanto para nada, ponerse del lado de los personajes principales, personajes que en una y otra novela están unidos por un cordón umbilical invisible que bebe y respira en torno a ellos y sus relaciones familiares y sentimentales. Ambos personajes son jóvenes que están comenzando a crecer.

En cuanto a la ambientación, ya se dijo que Ana García-Ramos del Castillo se mueve muy bien en la época histórica en las que desarrolla ambas historias, y todo sin insistir demasiado en el período en el que tiene lugar el relato, que aparece como telón de fondo de unos días que, como los nuestros, solo son soportables gracias al amor y a la amistad. También al calor familiar, aunque la familia tenga a veces que tomar decisiones difíciles para mejorar la vida de los suyos.

El amor romántico es otra de las claves de esta novela, mucho más optimista que Tanto para nada.

La deficiencia auditiva que marca la existencia de Paco y de los suyos se suple con su pasión por los caballos y lo que siente ante una vecina que le corresponde pese a la hostilidad de los padres de ella. Merece la pena conocer como acabará esta relación y adentrarse en la vida y en la obra de un niño primero y hombre más tarde que hizo todo lo posible por vivir con dignidad y la cabeza bien alta en una sociedad que lo miraba con receloso desconcierto.

Saludos, libros, libros y más libros, desde este lado del ordenador

Leonardo Padura: “Mis novelas no mienten sobre la vida en Cuba”

Lunes, Noviembre 11th, 2019

Algo tiene la ciudad de La Habana que produce a tantos y tantos excelentes escritores cubanos. Leonardo Padura (La Habana, 1955) es en la actualidad uno de sus más reconocidos cronistas literarios ya que sitúa la acción de muchas de sus historias en la capital cubana.

Padura es autor, entre otras novelas de La novela de mi vida y El hombre que amaba a los perros, también de una primera, Fiebre de caballos y de las de momento “ocho y media” que ha dedicado a Mario Conde, policía y ahora vendedor de libros, en las que explora las calles “de la otra Habana”, la que permanece oculta en la oscuridad.

Leonardo Padura fue uno de los invitados del Festival Internacional de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz, séptima edición que reconoció su trayectoria con la entrega de uno de los premios 2019 y escenario en el que habló sobre su obra, lo que es lo mismo que decir sobre su personal percepción de La Habana.

- ¿Qué tiene La Habana que la hace tan literaria?

“La Habana siempre ha tenido aliento literario. Se crea con piedra y con palabras. Un fenómeno curioso de La Habana es que tuvo un programa coordinado en 1830-1840 con el fin de crear una imagen de la ciudad y a través de ella la imagen de un país posible en un momento en el que Cuba era una de las últimas colonias de lo que fue el gran imperio español. De esto hablo algo En la novela de mi vida que va sobre José María Heredia y sobre aquella época. Fueron algunos de sus amigos quienes participaron en este programa. La Habana está muy marcada por la literatura, especialmente la novela. A lo largo del siglo XIX varios escritores reflejaron la ciudad de La Habana y en el siglo XX lo hicieron José Lezama Lima, Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante, entre otros. La Habana es una ciudad novelada y novelesca a la vez”.

- ¿Y en su literatura?

“Mi literatura es una literatura fundamentalmente urbana y las novelas de carácter policíaco y digo policíaco como podría decir también de carácter histórico, son resultado de una mezcla que observo desde la perspectiva de la novela social aunque tiene algo también de existencial. Yo escribo novelas mestizadas y La Habana es el escenario de muchas de ellas porque es mi ciudad. En agua por todas partes, escribo entre otros ensayos sobre la presencia de La Habana en mi literatura a través de una serie de elementos que califico como la necesidad de una pertenencia y yo pertenezco a La Habana. Manuel Vázquez Montalbán decía que los poetas pueden pertenecer a una lengua, a un país pero los novelistas, y sobre todo los que escribimos este tipo de literatura urbana, a una ciudad. Yo me califico como escritor de La Habana. Soy un escritor habanero y más que habanero mantillero porque Mantilla es el barrio en el que nací y en el que todavía vivo. Soy de esos tipos raros que vive en la misma casa en la que nació, y ya tengo 64 años”.

-Pero ¿qué significa La Habana en sus novelas?

“La Habana es un escenario en el que los personajes y la estructura misma de la ciudad genera conflictos que me alimentan como escritor. En mis novelas hay un recorrido por todos los estratos sociales, arquitectónicos, geográficos de la ciudad. Desde el sur hasta los barrios antiguamente aristocráticos y los que pertenecen al submundo. La Habana es como el octavo pasajero, el que no se ve pero se siente en cada una de mis novelas”.

-En la serie que protagoniza Mario Conde recorre la vida del personaje y de la ciudad desde 1989 a 2014. ¿Cómo ha evolucionado el personaje y La Habana durante todos estos años?

“Escribí la primera novela de la serie de Mario Conde, Pasado perfecto, en 1989-90 y se publicó por primera vez en Méjico en 1991. Cuando la di a leer algunos me dijeron que le gustaba el personaje así que decidí escribir tres más y ya voy por ocho y medio. Las cuatro primeras novelas se desarrollaban en 1989 y en ellas Conde y su mundo se transformaban espiritualmente. Aquella fue una década muy complicada en la vida cubana por lo que mis novelas reflejan la sociedad de esos momentos previos a la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética que, tras producirse, significó un cambio para el mundo en general y especialmente un cambio dramático para Cuba ya que a partir de entonces comenzamos a vivir una crisis profunda en la que escaseaba de todo. Se produjo una evolución aunque a veces debería decir involución en la sociedad cubana. Faltaba el transporte, la comida y empezaba un cierto proceso de degradación según el modelo establecido hasta unos años antes. Esa Habana comienza a poblarse de prostitutas, drogas y revela aspectos de una corrupción no de grandes cantidades pero sí muy horizontal y a través de la cual vive mucha gente en Cuba. Todo eso va marcando la vida de la ciudad y de los cubanos. La primera novela que escribí tras el cuarteto de La Habana fue Adiós Hemingway que es una novela que se mueve en una Habana literaria en la que Mario Conde inicia una investigación de un asesinato cometido en 1958 en la casa en la que residía Hemingway. Después vino La neblina del ayer, una novela que habla de La Habana después de la crisis y que fue la primera inmersión de Conde en los infiernos de la ciudad. Recorre los barrios del centro de la Habana que se han ido empobreciendo y en los que encuentra a gente que vive en condiciones terribles. También visita a los que viven en condiciones que van mejorando. Esto ha provocado un movimiento de dilatación en el tejido social, un tejido hasta entonces muy compacto y que ahora empieza a dilatarse. En Herejes, la siguiente novela, observo el mundo de los jóvenes cubanos a principios del siglo XXI y reflejo una Habana que tiene otras condiciones que la que retraté en La neblina del ayer, que se desarrolla los primeros años del siglo y Herejes en 2008. En La transparencia del tiempo salto al 2014 y muestro una Habana que se empieza a poblar de pequeños negocios privados que se ven como destellos de riqueza. Al mismo tiempo se describe el cansancio profundo que tiene la ciudad y una parte de la sociedad cubana. Un cansancio histórico, lo califico así en La neblina del ayer.”

- Habla de un viaje a los infierno en la capital cubana.

“Se trata de un infierno que para mi generación resultaba inimaginable que se produjera ya que vivimos en una Cuba en la que habían desaparecido prácticamente los barrios marginales de extrema pobreza, barrios que ahora reaparecen en el cinturón de la ciudad y en el que viven sobre todo los orientales de la isla y los más empobrecidos. Todos ellos se buscan la vida en La Habana. Muchos trabajan de policías y algunos viven en esos barrios. Me asombré al ver lo que vi porque jamás imaginé que estas cosas pudieran pasar en una sociedad como la cubana. Y esto es lo que trato de reflejar en la novela”.

- ¿Se ha vuelto más crítico con la realidad cubana?

“Las novelas de Conde y el ejercicio de la novela negra tiene un sentido de crónica y crítica posible de la sociedad cubana y digo posible porque hay personas que no les gusta demasiado que lo haga”.

-¿Por qué?

“Siempre digo que la verdad puede tener distintas lecturas por lo que puedo estar reflejando una verdad que no coincide con las que otros quieren ver o entender pero la mentira sí que es absoluta y ninguna de mis novelas mienten sobre lo que es la vida en Cuba”.

- Algunas de las constantes de la serie Conde son la gastronomía y los amigos que se quedaron y los que se fueron.

“La gastronomía en las novelas de Conde tiene una clave. Durante sesenta años creo que en Cuba nadie se murió de hambre pero nadie comió lo que quería comer. Cuando la crisis, todo escaseaba en el país por lo que en estas novelas la gastronomía se propone como un juego, invento platos con el fin de representar el deseo insatisfecho de los cubanos durante todo este tiempo”.

- ¿Y los amigos que se fueron y los que se quedaron?

“Mi próxima novela trata sobre lo que ha significado el exilio, el fenómeno de la dispersión de los cubanos de mi generación. Es una tema que se repite en mis otros libros porque reflejan la realidad. Me obsesiona el exilio, la distancia, la pertenencia o la pérdida de la pertenencia, todo esto está presente en La novela de mi vida y en el guión de Regreso a Ítaca y prácticamente en todas las novelas de Conde”.

- ¿Cuáles son sus otras obsesiones?
“Los novelistas tenemos en general cuatro o cinco obsesiones y trabajamos sobre ellas. En mi caso son la libertad del individuo, que es el tema central de Herejes; el fracaso de las utopías, que aparece en El hombre que amaba a los perros así como el papel del hombre ante la Historia o como la Historia puede cambiar la vida de los hombres. Este tema lo trato en La transparencia del tiempo”.

- La amistad es esencial en estas novelas.

“Tienen una función, la de reflejar una realidad. Conde tiene amigos dentro y fuera de Cuba. En La transparencia del tiempo uno de ellos piensa viajar y no sabe si regresará. Los amigos de Conde tienen una función dramática porque si la visión generacional de estas novelas tuviera la perspectiva solo de Conde sería una visión demasiado melancólica y pesimista. Los amigos ayudan a equilibrar esa mirada, dan una visión más abarcadora”.

- El eco de la presencia militar cubana en Angola tiene también peso en las novelas de Mario Conde. ¿Qué significó para su generación este conflicto?

“La guerra de Angola fue la guerra de mi generación. Los cubanos intervienen a partir de 1976 cuando el presidente angoleño, António Agostinho Neto, pidió ayuda cubana tras la invasión de Sudáfrica a su país. Los sudafricanos contaban con aliados angoleños que lideraban Jonas Savimbi y Holden Roberto. La lucha duró hasta 1989 por lo que la guerra de Angola es la más larga en la que han participado los cubanos. Más larga incluso que la de los Diez Años, que fue la primera guerra por la independencia de Cuba. He dicho públicamente, y algunos me han criticado por eso, que en Angola murieron menos cubanos de los que uno puede imaginar en todos estos años de combate. Yo estuve en Angola como periodista civil no como militar pero desde que aterricé me dieron un fusil y dos cargadores. Tengo un trauma acústico irreversible en un oído por lo de Angola, soy un afectado de la guerra de Angola aunque la afectación fundamental estuvo en un plano psicológico más que en el número de muertos. La lectura al final de la guerra es diferente a la que ha ofrecido el cine norteamericano de la de Vietnam, que perdieron mientras que la de Angola la ganó Cuba, que venció al ejército sudafricano y propició los acuerdos de paz de Angola y puso fin al Apartheid en Sudáfrica lo que resultó ser una enorme victoria en el plano diplomático aparte del militar. En cuanto a lo que dejó esa guerra en muchas familias cubanas que la padecieron es un lastre en su memoria. Yo no quería estar en Angola pero nadie me obligó a ir. Fue una experiencia que me sirvió como escritor y periodista y un lugar en el que pese a la gran tensión que se vivía me sirvió de aprendizaje porque en los momentos de tensión aflora lo mejor y lo peor del ser humano. Y solo por eso valió la pena la experiencia”.


- Su mirada se ha vuelto más crítica y amarga con la sociedad cubana en La transparencia del tiempo. ¿Qué diferencia a su generación de las más recientes?

“Hace años escribí un artículo largo, La generación que soñó con el futuro, en el que hablaba de mi generación, esa generación que nace en los años 50 o principios de los 60, la primera que se educa y crece dentro del proceso revolucionario y la primera que acude masivamente a la Universidad. Cuando nos graduamos empezamos a trabajar y a ganar un salario que resolvía los problemas fundamentales de nuestra vida. Comenzamos a tener aspiraciones, la aspiración de ser mejores aunque toda esa posibilidad de tener un futuro se quebró en los años 90, un momento en el que se produce un gran desencanto no solo porque se quiebra el sueño de futuro sino también el del pasado. Por primera vez empezamos a entender de donde veníamos y que cosa había ocurrido con la utopía igualitaria del socialismo. Nos empezó a llegar información gracias a la cual pude escribir años después El hombre que amaba a los perros, que refleja la lectura que tenía hasta entonces de la Guerra Civil española y la participación soviética. Heroica hasta que se abrieron a finales de los 90 los archivos de Moscú y se publicaron libros que cuestionaban esa ayuda soviética tan romántica y generosa. Los soviéticos vendieron armas inservibles a la II República además de escribirle los discursos a José Díaz, secretario general del PCE. Y descubrirlo nos obligó a leer el pasado de otra manera. La generación que vino después de la nuestra es más traumática porque no soñó con el futuro ni creyó en el pasado. En mi generación, y lo cuento en La novela de mi vida, que alguien te dijera que pensaba irse de cuba y tú no fueras a ver a algún dirigente para decírselo, se consideraba un gran pecado, tan grande que podía costarte tu trabajo. Hoy eso ya no es así, las nuevas generaciones ya no son así porque vivimos una realidad distinta”.

- ¿Cómo de distinta?

“Uno de los temas más complicados para entender Cuba es cómo la estructura económica de un país, una economía socialista estatalizada, ha cambiado tan poco como su estructura política, de partido único, que sigue siendo la misma. Visto así, se tiene la impresión de que en Cuba no ha cambiado nada pero sí que ha cambiado la sociedad cubana. El acceso que tenemos ahora a Internet era inimaginable hace veinte años. Ahora una parte muy importante de esa generación se está yendo de Cuba y son los mas preparados y eso deprime el capital social y económico de un país”.

- ¿No ha pensado en desembarazarse de Mario Conde?

“Tengo una relación muy buena con Conde. En esta novela, La transparencia del tiempo, le doy una posibilidad tremenda de realización personal. Con Mario Conde tengo una manera de mirar la realidad cubana contemporánea y la oportunidad de que el personaje vaya envejeciendo conmigo. Esta novela termina en 2014 con las conversaciones que mantienen Cuba y Norteamérica así que lo más probable es que la próxima de la serie la desarrolle con Donald Trump y Miguel Díaz-Canel como presidentes de Estados Unidos y Cuba”.

-En La transparencia del tiempo Mario Conde tiene 60 años

“Lo que hace que reflexione que tras lo mal que ha comido, lo mucho que ha bebido y fumado le quede como mucho un cuarto de vida así que no sé hasta cuándo tendré a Conde trotando por La Habana a la busca de historias. Es una mirada a la realidad cubana que funciona como una crónica. Yo empecé como periodista y sigo siendo más o menos un periodista. Una de las cosas que aprendí del periodismo y que me ha valido para la literatura es que el que quiere escribir tiene que comunicar algo, un ejercicio muy difícil que con este personaje lo he logrado. Las novelas de Mario Conde se han publicado en 25 idiomas y a veces pienso qué puede pensar un lector lituano de estos libros. En España ha sido una victoria increíble, si buscas en Google el Mario Conde que primero aparece es el mío”.

-Hablemos de El hombre que amaba a los perros.

El hombre que amaba los perros es una novela a la que llegué después de muchas lecturas y dudas. Creo que hubo dos elementos que me llevaron a escribirla, uno fue mi ignorancia porque en Cuba la figura de Trotsky no existía, había desaparecido. Y eso hizo que me interesara por el personaje, por conocer su vida, sobre todo cuando me enteré estudiando en la Universidad que su asesino, Ramón Mercader, caminaba por las calles de La Habana. Y aquel hecho me conmocionó porque el asesino de Trotsky es un personaje que está en la Historia. Y en la Historia de La Habana, eso fue un elemento muy importante para que escribiera el libro, un libro en el que invertí cinco años, dos dedicados a investigar y tres de escritura sin que dejara de investigar. Pensé que era una historia interminable. Creo que es una novela que tiene que ver con todos nosotros, con lo que significó el sueño utópico del siglo XX y de cómo un hombre por obedecer una orden política puede convertirse en un asesino”.

- ¿Y La novela de mi vida?

“Es de mis libros el que menos se ha leído aunque creo que es mi mejor novela. El desafío de la escritura está entre lo que uno quiere decir y lo que consigue decir. Uno se propone comunicar algo y es más o menos capaz de redondear esa idea y los argumentos que quería expresar. Aspectos que en esta novela quedaron más cerca de mis propósitos de realización. Pienso que es un libro que sirve para entender qué cosas es un cubano y de dónde venimos”.

- ¿Se venden sus libros en Cuba?

“Se venden pero en cantidades muy pequeñas en comparación con la demanda que tienen. Mi última novela, La transparencia del tiempo, no se ha publicado en Cuba pero es posible que aparezca el año que viene. La condición económica en mi país es muy compleja y mis libros caen en una cierta falta de voluntad política para promoverlos. Llevo una vida normal en Cuba, pago mis impuestos y nadie me persigue más de lo que se persigue a cualquiera. Pero soy invisible, no salgo en la televisión ni en los periódicos nacionales

LA VIEJA RELACIÓN

Los guiones de la serie Mario Conde están escritos por Lucía López Coll y Leonardo Padura y tratan de conservar la esencia de las novelas. “La diferencia entre novela y guión de cine es que la novela es el reino de la libertad y el guión es un trabajo de servicio. Raymond Chandler decía que el novelista serio cuando escribe para el cine debe ir vestido con su segundo mejor traje, el mejor hay que guardarlo para la literatura”. Leonardo Padura explica que el guionista escribe para un director y un productor, que es quien financia el filme.
“El guionista es el elemento más importante porque sin una buena historia no puede haber una buena película”, opina y añade a continuación que cine y literatura son dos lenguajes completamente diferentes. por lo que el escritor “tiene que asumir esa diferencia porque si la confundes la has liado”

MÚSICA

“En 1991 estuve en Barcelona preparando una posible historia de la música cubana, los cantos de ida y vuelta. Como sabe, en Barcelona todavía se cantan habaneras un género que en Cuba desapareció hace cien años. En La Palma el punto canario tiene una relación muy compleja con el punto cubano porque se ha perdido la certeza de qué se perdió en Canarias y en Cuba. Hubo un intercambio tan profundo que las estructuras musicales se confunden. Hay que hablar del punto y de las especificidades del cubano y del canario”

¿JORGE PERUGORRÍA ES EL MARIO CONDE IDEAL?

“Creo que sí. Es un papel que quería hacer desde hace unos años y asumió el carácter del personaje. Lo que pasa es que el lector crea a sus personajes en la cabeza y verlos después en el cine no coincide con sus expectativas. Jorge Perugorría hace un Mario Conde posible por lo que esperamos que en la segunda temporada –si por fin se hace– Mario Conde sea más viejo y cercano a la edad que tiene ahora”

CULTO A LA PELOTA

eonardo Padura es aficionado a la pelota (béisbol), deporte que está presente en sus novelas. Es seguidor de Los Industriales de La Habana aunque hace unos años tuvo un directivo que hizo lo que parecía imposible, que se pasara al de “Matanzas”. Hace dos años las aguas volvieron a su cauce así que renovó su afición por Los Industriales. Esta ruptura fue “una de las peores cosas que me han pasado en la vida”, recuerda el Leonardo Padura.

Leonardo Padura recogió el premio Periplo 2019, un galardón que también recibieron la activista Asha Ismail, en la imagen junto al escritor cubano y el alcalde de Puerto de la Cruz, Marco González; el periodista Alfonso Armada, el segundo teniente Alcalde, David Hernández Díaz y José Manuel Peruyera, quien siendo niño fue recluido en campos de concentración en Francia al finalizar la Guerra Civil española y alemanes al iniciarse la II Guerra Mundial. En el extremo izquierdo de la imagen, Dany Tabarly.

Saludos, fuimos, desde este lado del ordenbador

La colección de libros fantasmas del Gobierno de Canarias

Miércoles, Noviembre 6th, 2019

Hace unas semanas el Gobierno de Canarias presentó en Madrid tres colecciones de libros (1) que, mucho me temo, terminarán durmiendo el apacible sueño de los justos o como regalo institucional con el noble (¿?) fin de desembarazarse de ellos.

Lo extraño, lo insólito del caso es que estas colecciones, Agustín Espinosa, Poesía y Nuevas Escrituras Canarias han sido producida y editadas por ese mismo Gobierno de Canarias que luego se queja de la errática trayectoria de las editoriales insulares, pero como aquí nadie dice nada públicamente pero sí en pequeños comités, resulta escandaloso observar cómo se prescinde de los servicios locales para asumir desde 2017 una línea editorial que si bien nace para “fortalecer el apoyo y la difusión de las letras canarias”, no hay manera en que se encuentren algunos de estos ejemplares en librerías, en librerías de Canarias porque mejor no hablar de las peninsulares.

Es verdad que el Gobierno canario cuenta con su Biblioteca de Artistas Canarios y la Biblioteca Atlántica a la que no sé qué futuro le aguarda ya que partía de una iniciativa del anterior Ejecutivo regional, pero hubiera sido elogiable para un departamento como Cultura que recibe tan pocos elogios que invitara a las editoriales canarias a participar en un concurso para escoger a la mejor que podía haber llevado a cabo esta iniciativa.

Quien escribe estas líneas formó parte del jurado de la primera edición de Nuevas Escrituras Canarias y desde entonces y hace de eso tres años, sigo esperando el libro de cuentos al que le dimos el premio. Recuerdo habérselo reprochado al anterior viceconsejero de Cultura y Deportes, Aurelio González, y su espontánea respuesta: “Pásate por el despacho y coges uno”.

No creo que sea necesario decir que desde entonces no he visto ni ése ni ningún otro de los libros ganadores del concurso. La experiencia, como si de un déjà vu se tratara, se repite ahora con las otras dos colecciones que se presentaron a finales de octubre de este año en una pequeña sala, nueva le dicen, del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2).

Entiendo que esta colección de libros canarios fantasmas que se presenta en la capital de España pero no en Canarias (¡!) es un proyecto del anterior equipo que dirigía los destinos de la Cultura Oficial del Archipiélago pero el relevo que ocupa ahora tan alta responsabilidad debería de tomar nota y estudiar la rentabilidad cultural y económica de unas colecciones con vida tan efímera porque nace, se presenta en Madrid y muere prácticamente en cuestión de unas pocas semanas. Esto hace que sea tan lógico el cabreo que tienen las editoriales canarias al haber sido ninguneadas para que hicieran su trabajo, promocionar y distribuir estos libros, antes de ser aplastadas por la lógica excéntrica que llevó Cultura con el anterior equipo de Gobierno.

A la espera de que alguien me explique por qué no se confió en ninguna editorial canaria para la publicación de estos textos y por qué se presentan en Madrid y no en Canarias, entre otras cuestiones que irán apareciendo en próximas entregas, se anuncia para 2020 la publicación de nuevas obras canarias fantasmas como las de Digna Palou y Josefina Zamora, así como la recuperación de la narrativa de Josefina de la Torre… Libros que volverán a presentarse en la sala nueva y estrecha del Círculo de Bellas Artes de Madrid y que ninguno de nosotros, de los interesados, veremos y por lo tanto tampoco tendremos oportunidad de conocer.

Canarias, ya se ha dicho, es diferente.

(1) En el acto celebrado en Madrid se presentaron los libros de existencia fantasma Crónicas de Artemi de Ángel Sánchez y La fiesta del tedio de Elisa Rodríguez Court, El libro de las horas y los días de Dolores Campos-Herrero, Poesía completa de Juan José Delgado, Ceremonia de Yeray Barroso y La muerte de Alaia Parisi de Natalia Toledo.

(2) En el acto intervinieron el viceconsejero de Cultura Juan Márquez y la profesora de la ULPGC y crítica literaria Blanca Hernández Quintana. Además de los autores y responsables de las introducciones críticas de estos títulos, Ángel Sánchez, Cecilia Domínguez Luis, Santiago Gil, y Yeray Barroso.

Saludos, peor cuando improvisas, desde este lado del ordenador

Berlín era una fiesta

Martes, Noviembre 5th, 2019

La muerte se llevó a Philip Kerr cuando el escritor se encontraba en su mejor momento. Una macabra ironía que parece sacada de cualquiera de sus novelas aunque fue una trágica realidad que dejó huérfanos a los millones de lectores que seguían con atención su literatura. Una literatura cuya maquinaria estaba perfectamente engrasada, en especial en la serie que lo hizo popular como es la protagonizada por Bernie Gunther, personaje del que han aparecido hasta la fecha catorce novelas, la última con el título de Metrópolis que, curiosa y cronológicamente, es la primera de la serie al desarrollarse a finales de los años 20.

El escenario es muy atractivo ya que la acción se centra en un Berlín guardado en la memoria gracias a películas como Cabaret, una ciudad en continuo estado de ebullición, loca, que bebe, se droga y hace el amor porque quiere olvidar que asoma otra Depresión cuyos efectos ya anuncian las peleas callejeras entre nazis y comunistas en un escenario que no olvida lo pasado en las trincheras de Europa.

Por estas calles de la capital alemana se mueve un asesino aparentemente serial que arranca el cuero cabelludo a las prostitutas y “otro” que asesina a los mutilados de guerra que piden limosnas por las plazas de Berlín, una nueva Sodoma que tiene ecos para nada disimulados con el que inmortalizó Fritz Lang en M, el vampiro de Dusseldorf, un clásico escrito por quien entonces era su compañera sentimental, la escritora y guionista Thea Von Harbour, que tiene un pequeño cameo en esta novela que, pese a todo, y pese al casi siempre chispeante sentido del humor de Gunther, no deja de resultar amarga si se tiene en cuenta que debe ser el último libro de un escritor que solo pretendió a lo largo de su carrera entretener y pasárselo muy bien con lo que escribía.

Probablemente sea Metrópolis la novela más policíaca de Philip Kerr, la más cercana al espíritu de un género que nunca pierde actualidad pese a las modas que sacuden el mundo editorial. En este libro no aparecen y si aparecen son referenciales, los nazis que sí son los otros protagonistas de las otras trece novelas que Kerr dedicó a su alucinado detective, en esta historia, miembro activo de la Krippo a la caza de un depredador que, todo parece indicar, podría tratarse de un agente de esa misma policía en la que trabaja el bueno de Bernie.

Quizá la trama no esté bien armada y es probable que el lector iniciado en estos relatos de misterio averigüe pronto quién es el asesino pero al margen del caso policial lo interesante, lo atractivo en estas historias no es lo que se debe resolver sino el ambiente en el que se mete Gunther sin que nadie lo llame.

De su mano, el lector conocerá los bajos fondos del Berlín de aquellos años, las numerosas asociaciones delictivas que operaban en una ciudad que contaba con otra ley y que mueve a un ejército de hombres y mujeres para encontrar a ese asesino que arranca cabelleras y acuchilla hasta la muerte a los mutilados de guerra.

La prensa berlinesa lo denomina Winnetou, el indio de las novelas de Karl May que hacían furor en aquellos años locos, locos de verdad y en los que cuajaron las ideas extremas con el arte más extremo. Casi como si ambos olfatearan en el aire la nueva guerra que se avecinaba, conscientes de que la I, aquella que iba a terminar con todas, dejó las suficientes heridas abiertas para que los que venían del frente, muchos mutilados, pidieran venganza, un yo no luché para esto. Exijo mi tributo de sangre como ciudadano.

Philip Kerr nos aproxima en este libro a un Berlín enloquecido que no ha encontrado rumbo. Visita algunos de los cabaret que se encontraban en la capital alemana, varios de ellos realmente extravagantes, y no olvida recordar al lector que todo se desarrolla en un ambiente de amoralidad y combate político. Berlín era una fiesta, ese es el escenario y el otro personaje de la novela.

A Bernie como a su ciudad, Berlín, y a su país le acosan fuerzas internas y externas que lo van devorando. Solo lo diferencia que él no cree en nada ni en nadie.

Como todas las novelas de la serie, Metrópolis no decepcionará a los seguidores de Bernie Gunther ni a los que se inician en el fascinante universo de este perdedor con gracia y alto sentido de la supervivencia. No cree demasiado en lo que hace, pero lo hace muy bien. Tanto que se pondrá al servicio de los nazis cuando reclamen sus capacidades.

Es una pena que ya no se publiquen más novelas del personaje imaginado por Kerr aunque es probable que alguien continúe con la serie por imperativo editorial aunque, somos consciente, ya no será lo mismo.

Y no será lo mismo porque Bernie no será el mismo. Por muy buena que sea la fotocopia, quedará el personaje de Philip Kerr y su capacidad de hacer creíble que un antinazi como Gunther trabaje para los nazis y al servicio de su vergonzoso sentido de la justicia. Es un antihéroe de los de antes.

Saludos, sol, nubes, calor, humedad, desde este lado del ordenador