¿Una especie en extinción?
Lunes, Julio 27th, 2009Uno es que tiene mala suerte (aunque quizá no tanta).
Me encuentro por la calle a uno de esos imbéciles que se han hecho ricos aprovechándose de las miserias canallas (que son las canarias) para que piense que tiene el derecho de soltarme su discursito moral. La idea es que viene a decirme que mi problema (¡mis problemas, imbécil!) es que tengo demasiados pajaritos en la cabeza por mi “afición” (así lo dice, mi venerada Afrodita) a esas mis lecturas. “Pajaritos canarios, esos que cantan tan bien enjaulados”, le corrijo cerrando los puños. El empresario se hace el loco. O el que no quiere entender. Y me dice que ya va siendo hora (“con mi edad”, puntualiza el alacrán) a que organice mi futuro (¿realmente existe?). Y también mis gustos. Y mi forma de ver la vida.
Verdad es que me siento como una especie en extinción, lo que por un lado me divierte (no sé, eso de verme como un Tiranosaurios Rex tiene su encanto), pero por otro lado me molesta porque que sepa, salvo el meteorito ese que dicen que acabó con los dinosaurios, mi especie es bastante tranquila y sensata pese a sus apetencias carnívoras, lo que me obliga a pensar no tomarme en serio lo que me digan esos depredadores de nuevo cuño.
Y mucho menos cuando se arrogan el derecho de recomendarme otro tipo de lecturas porque poco bien buscan hacer en mi persona. Me niego ( y así me va, me va, me va…) a entrar en el circuito de las moscas, ese que sólo enciende la luz verde cuando a un panal de rica miel dos mil como ellas/os acudieron…. Quién les escribe se relaja repentinamente porque se da cuenta de lo mal que vamos todos como especie.
Aunque las moscas crean que este es su momento, con eso de la crisis y que depende de su voluntad si contrato al monstruo o al bicho (se suele escoger a este espécimen) o al insecto que todavía no ha salido de la crisálida. La bestia que escribe, y que se siente vieja y cansanda y borracha de calor, mira y sonríe. No sabe (y tampoco le importa la verdad) que se sepa que aún le quedan colmillos. Y que esos colmillos, precisamente, se los debe gracias a devorar toneladas de papel en forma de novelas donde le contaron las mismas historias y cuya conclusión es casi siempre la misma: la vida es un sueño. Y los sueños, sueños son.
Saludos ¿a lo Parque Jurásico? desde este lado del ordenador.