Archive for Mayo, 2023

La tuerta, una novela de María del Mar Rodríguez

Miércoles, Mayo 31st, 2023

Dedicamos hace unos meses un trabajo relativamente extenso que se preguntaba la razón de la práctica ausencia de una calle emblemática en la capital tinerfeña en “nuestra” literatura. El “nuestra” se refiere a la que se escribe en Tenerife pero por extensión también al resto de las islas que, desde tiempos donde no alcanza la memoria, apenas cuenta entre sus protagonistas con una vía que, como la santacrucera de Miraflores, fue en su momento el centro de desahogo de una capital de provincias que vivía del mar más que del turismo.

La tuerta (Baile del Sol, 2023), de María del Mar Rodríguez, constituye el segundo volumen de un, de momento, díptico que bajo el nombre de Relatos de unas islas desamparadas, la autora comenzó hace unos años tras la publicación de La prestamista, editada también por Baile del Sol, dos frescos que retratan la dura postguerra que se vivió en las islas a través de personajes femeninos que se caracterizan por sus costras y no, precisamente, por sus debilidades. Mujeres que pese a vivir en el peor de los mundos intentan no perder su dignidad porque es la dignidad, sobre todo en La tuerta, un elemento que está constantemente en boca de todos sus protagonistas, comenzando por Maruja, una militante del Partido Comunista que tras el alzamiento militar ha terminado vendiendo su cuerpo en un burdel situado en la calle de Miraflores.

La escritora, imagino que para remarcar la situación de humillación que padecen sus protagonistas, se ahorra los pseudónimos que existen sobre el oficio más viejo del mundo y lo llama con su nombre más simple: putas. Evita así los sinónimos. La sonoridad de esta palabra y el significado de todo lo que implica es tal, que es un elemento a tener muy en cuenta ya que determina sin disfraces lo que son gracias al nuevo régimen que los militares rebeldes impusieron en España. La tuerta es una novela intensa, que se preocupa por reflejar el día a día de su protagonista, quien vive dos vidas. La del prostíbulo y la de su modesta vivienda que comparte con su hija y su tía, su única familia que no sabe cuál es su trabajo. Cómo consigue el dinero que lleva con tanto sacrificio a casa.

Se agradece que la autora no caiga demasiado en el sentimentalismo y que su visión de una capital de provincias vencida nada más estallar el golpe de Estado que desencadenó la Guerra Civil, sea el de una ciudad triste y dividida no solo por los barrancos que la atraviesan. Si la postguerra tiene color, ese color debe ser el de un gris sucio, que tira más al negro que al blanco.

La tuerta se desarrolla en dos años claves: 1946 y 1947, y describe en los momentos en los que se los permite la trama, un retrato desolador de una capital de provincias, Santa Cruz de Tenerife, donde ha vencido el miedo. Y además del miedo, la hipocresía de una sociedad que mientras no se pierde una misa los domingos, los hombres dedican al menos otro día de la semana para visitar a estas mujeres que alquilan sus cuerpos.

La tuerta llega a las librerías con otra novela, Castillos de fuego, de Ignacio Martínez de Pisón, que retrata también la postguerra solo que en la capital de España. Ambos libros coinciden en narrar cómo actuaba la resistencia comunista contra la dictadura franquista y refleja las miserias de una sociedad que se adaptaba al nuevo orden.

La novela de Martínez de Pisón apuesta por ofrecer al lector un retrato de aquel tiempo a través de una amplia y variada galería de personajes; la de María del Mar Rodríguez se detiene en uno solo, Maruja, la tuerta del título aunque también están ahí, y con un papel que es más que secundario, las otras mujeres con las que comparte trabajo en esa calle que llegó a conocerse –se avisa en la contraportada– como “la calle de las Niñas”. Las niñas son las prostitutas, las putas como escribe María del Mar Rodríguez.

La tuerta logra satisfacer los propósitos que esperaba de ella cuando me entregué a su lectura. Y uno de ellos es que supo cogerme por el cuello y adentrarme en su universo. Un universo que parece iluminado bajo la luz amarillenta de una bombilla. En la que se escucha el crujir de los colchones y también el grito silencioso de estas mujeres que aprendieron a ser fuertes para sobrevivir. Tanto, que algunas de ellas continuaron con este sucio negocio, otras se quedaron en el camino y las menos encontraron acomodo junto a un hombre bueno al que no le importaba conocer su pasado. Como telón de fondo, una ciudad, una isla, una región, un país que procura salir adelante pese a que todo parezca que va en su contra.

El hambre, la iglesia, la falsa moral de la época, la delación son otros de los ingredientes que se disuelven en las páginas de este libro. Un libro que cuenta con momentos muy conmovedores y con otros de violencia más que física intelectual, que marcan el tono de unos años muy difíciles.

El retrato que hace la escritora de la calle de Miraflores es abstracto, claro que gran parte de la acción tiene lugar en un burdel imaginario que hubo en la zona. Zona que ya poco tiene que ver con la de aquellos tiempos en los que se conjuraron la represión y el miedo. Se describe un microcosmos cerrado en el que flota en el aire el hedor de la lejía y cómo, pese a las adversidades, salen adelante los personajes que luchan contra un sistema autoritario que, contando con la colaboración de la iglesia, no le tembló el pulso para imponer con sangre y fuego un régimen que, entre otros disparates, condenó al que pensara diferente.

Saludos, niñas, al salón, desde este lado del ordenador

Juan Galarza, Calasanz y la nave que va

Sábado, Mayo 27th, 2023

Recuerdo que en casa de mis padres había una acuarela de Juan Galarza en la que aparecía una bailaora y un bailaor. El trazo era fuerte, y las figuras muy estilizadas parecían que iban a bailar toda la eternidad en aquel lienzo en blanco.

Estudiando en el San José de Calasanz, allá en Geneto, aquellos edificios prefabricados entre una fábrica de gas y un cuartel del ejército (recuerdo que durante unos meses nos obligaron a pasar el recreo en el que llamábamos patio de abajo (en vez de tierra, picón) que estaba cerrado porque varios compañeros habían sufrido en el de arriba el impacto de balas perdidas de las prácticas de tiro que se hacía en la instalación militar), Juan Galarza, o Galarza a secas que era y es cómo lo conocíamos a él y después a sus hijos, los Galarza, me dio clase de artes plásticas y guardo de él como profesor algunos recuerdos que no guardo de otros profesores (no profesoras, eran otros tiempos) que tuve la suerte o la desgracia de que me dieran clases en el Calasanz, aquel colegio en el que estábamos en régimen de semi interno. Es decir, uno llegaba por la mañana en las guaguas, cuyo logotipo si no recuerdo mal había diseñado Galarza, al menos los de TransMersa o algo así, te colocaban en filas y a entrar en clase. Luego se comía en el comedor una comida que tenías que comértela por cojones ya que si no, te daban dos cogotazos en la nuca, más tarde recreo, que duraba unas dos horas y pico y vuelta a clase para salir ya la tarde/noche rumbo a casa y así día sí y día no…

El caso es que en aquella clase de Pretecnología el profe, Juan Galarza, nos ordenó dibujar como ejercicio un camión de diez ruedas (no valía ponerle cinco y decir que la otra mitad estaba por el lado que no se veía en el dibujo) y clases de modelado con arcilla que a mi me encantaba porque ¿a qué niño y a qué adulto que no ha dejado de ser niño no le gusta pringarse las manos con barro?

La cosa es que había examen y tenían que traer una pieza elaborada. Mis compañeros hicieron de todo (vasos, cubos, cuadrados incluso un intento de jarrón) mientras que a mi solo me salían abstracciones, pegotes de arcilla que formaban capas sobre otras capas y así hasta el infinito…

El profesor fue pasando por los pupitres para ver el resultado de nuestro trabajo y cuando se puso a mi altura me preguntó qué demonios tenía entre las manos.

Y lo que tenía entre las manos era un imposible. Una nada que, inspiración del momento, respondí que se trataba de un marciano.

¿Un marciano? Respondió Galarza con una sonrisa.

Un marciano.- respondí ahora ya con aplastante seguridad.

Y me aprobó. Debió de hacerle gracia o quizá, lo que no creo, premió mi originalidad.

Después, más tarde, cuando me fui del Calasanz (cómo recuerdo los bocadillos de chorizo de perro que vendían en el bar… Y los de queso con chorizo de perro y aquel pan crujiente de Geneto, ñam, ñam) descubrí que Galarza era el autor de varios carteles del Carnaval de la pequeña y algo tontaina capital de provincias en la que vivo pero el paso del tiempo, la obligación de hacerte mayor, hizo que su figura y esos recuerdos que ahora transcribo se apagaran con lentitud aunque hoy han vuetlo como un tropel a mi cabeza cuando me entero que ayer, 26 de mayo, falleció el artista, el maestro, a la respetable edad de 91 años.

Mi padre y mi madre, que fueron dos personas ejemplares, siempre le tuvieron simpatía, creo que porque el artista nació en Cádiz, que fue la tierra de mi madre, aunque en su caso se vino siendo muy niño a Santa Cruz de Tenerife que no tiene nada que ver con Cádiz, que es una ciudad donde además de comerse el mejor pescaíto frito del mundo, tiene un sentido del humor que ya quisiéramos a este lado del Atlántico.

Comparen de hecho lo que cantan las chirigotas y las murgas. Los primeros casi parecen los coros de los niños de Viena con respecto a los segundos. Y todo eso interpretando canciones que encienden los colores que llevamos dentro (las chirigotas) u obligan a que nos tapemos los oídos en el caso de las murgas, pero eso es otra historia.

El caso es que ha muerto Juan Galarza, y en el chat que mantengo aunque no participe con ex alumnos del San José de Calasanz, la mayoría lo recuerda ahora con esa nostalgia de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Claro que entonces éramos niños, y todo parecía más lento y también más grande cuando no existía en tu cabeza la posibilidad de que tu mundo se iba a desvanecer. Luego creces y te das cuenta de lo equivocado que estabas pero así son las cosas. Y entre esas cosas, la de ese pasado que me construye y que desaparecerá conmigo cuando deje de estar vivo.

Juan Galarza es un personaje que forma parte de mi recuerdo, de mi memoria, de esta vida que como aquel trasatlántico que decía Bierce, hace ya mucho tiempo que navega por el mar sin ver tierra donde atracar. Y con todo, atraviesa tormentas o va a la deriva cuando no sopla el viento. El caso es que siempre la nave va… Y cómo va.

Saludos, descanse en paz, desde este lado del ordenador

Un libro que está para comérselo

Viernes, Mayo 26th, 2023

La gastronomía y el bebercio han generado una extraordinaria literatura que nos viene de antiguo. Tiene mucho de fascinante esto de leer sobre comida y digerirlo como buenamente puedes dentro de la cabeza. Si hay, sin embargo, un libro que me haya invitado a comer sin que tuviera ganas este ha sido precisamente Lo que hemos comido, escrito por Josep Pla, quien despliega todo un muestrario de saber gastronómico que tanto aficionados como profanos deberían de leer para disfrutar no ya solo con la excelente prosa del escritor catalán sino también por los platos de la tierra que va enumerando y describiendo en una obra que tiene incluso alcance metafísico. Si no me creen, les animo a que busquen esta pequeña maravilla en la que se revela el buen comedor que fue Pla, hombre que ama más la comida de la tierra que la que se perfecciona en los grandes restaurantes, los de cinco tenedores y esas cosas.

Por eso y mientras se disfruta leyendo el libro, uno se imagina que no le haría demasiada gracia a Pla eso de la nueva cocina ni la deconstrucción de platos tradicionales que han iniciado varios cocineros, alguno de ellos catalán, por cierto, ya que la cocina que reivindica es la de pueblo y sobre todo la de cuchara. También ingredientes que son fundamentales no solo en los fogones catalanes sino del resto del país como es el ajo y el arte de inventar que ha hecho reconocida la cocina que hoy se conoce como Mediterránea.

Lo que hemos comido cuenta con un excelente prólogo escrito por Manuel Vázquez Montalbán, que fue además de un excelente escritor y periodista, un reconocido gastrónomo. La cocina, de hecho, estuvo muy presente en una obra que crece con el paso del tiempo. Crecimiento que pasa también con la producción literaria de Pla, un sobresaliente prosista y un aficionado al comer, al buen comer del que deja cuenta en este extraordinario libro escrito originalmente en catalán y traducido al español por P. Gómez Carrizo.

Añadiría en este comentario de urgencia, y así me lo piden y así lo escribo y así lo transcribo para este su blog El Escobillón, si no todos muchos de los fragmentos que se diseminan a lo largo de un libro que no aparece para mi sorpresa muy destacado en la producción literario de Pla. Un hombre que antes de ser periodista y escritor fue, ante todo, un extraordinario comelón que es lo mismo que decir un extraordinario amante de la cocina. Pero de la cocina de casa, la que se hace para toda la familia en la intimidad y que sirve además de para reunir a todos sus miembros en torno a una mesa para comulgar también con una unidad que nos hace formar parte de un grupo, de una unidad. Al mismo tiempo, remarca la importancia de comer en compañía, de disfrutar de las sopas, los potajes, los segundos platos sean carnes o pescados y los postres y el pan nuestro de cada día, con gente a la que conoces desde que naciste. Pla vindica también el almuerzo con amigos y esas sobremesas en las que uno se defiende contra el sueño con bebidas espirituosas y platos de quesos y frutos secos para prolongar una digestión que se ve sacudida en ocasiones con eructos que liberan la acumulación de gases que se fabrican en los estómagos satisfechos.

Les animaría por esto y mil cosas más a que buscaran esta pequeña obra maestra de la literatura gastronómica escrita en España, y a observaranr con que facilidad Josep Pla despierta nuestro apetito aunque uno no quiera comer nada mientras pasa las páginas de un libro que parece que invita a ser devorado más que leído. A masticarlo y saborear el poder de cada palabra que deja el escritor y periodista catalán en la que fue una de sus tantas obras maestras.

Saludos, ñam, ñam, desde este lado del ordenador

Nápoles 1944, un libro de Norman Lewis

Jueves, Mayo 25th, 2023

Uno de los más grandes escritores italianos del pasado siglo XX es Curzio Malaparte, que se puso muy de moda en los años 40 y 50, y autor de un libro, Técnica del golpe de Estado, que publicó en los años 30 que le otorgó cierto reconocimiento y sirvió incluso de libro de cabecera para Fidel Castro cuando luchaba junto a sus hombres contra la dictadura de Fulgencio Batista en las montañas de la Sierra Maestra, Cuba.

Pero si es reconocido el escritor italiano no es, precisamente, por este ensayo sobre la toma violenta del poder sino por dos libros en los que se mezcla autobiografía y algo de ficción que siguen siendo sus obras más reconocidas y de las que hablan la mayoría de los que se han acercado al universo repleto de contradicciones de Malaparte, quien tras ser fascista como muchos de sus compatriotas (Churchill ya había dicho que si él fuera italiano también vestiría la camisa negra) fue cambiando de pensamiento a medida que maduraba y descubría la gigantesca mentira que escondía el régimen impuesto por Benito Mussolini y sus acólitos.

Estas obras son Kapput y La piel. Si en la primera cuenta sus experiencias como diplomático y como escritor por aquella Europa hecha trizas durante la II Guerra Mundial (relevantes son los capítulos que dedica a sus encuentros con Hans Frank, gobernador general de la Polonia ocupada por los alemanes y Ante Pavelic, político y dictador croata, líder y miembro fundador del grupo Movimiento Revolucionario de Levantamiento Croata, Ustacha) en la segunda toma el pulso a la ciudad de Nápoles ocupada por el ejército aliado, donde sirvió como traductor para el ejército norteamericano.

Era inevitable que evocase La piel de Malaparte al leer Nápoles 1944, que lleva en la edición española el subtítulo de Un oficial del Servicio de Inteligencia en el laberinto italiano porque lo que escribe Norman Lewis, su autor, en forma de diario, recuerda mucho aunque sin los excesos de lo que nos narraba el autor de La piel, un libro, por cierto, que fue llevado al cine por Liliana Cavani.

Escritor especializado en lo que ahora se llama literatura de viajes y en palabras de Graham Greene “uno de los mejores escritores del siglo XX”, Nápoles 1944 (RBA, 2008) reproduce el diario que su autor llevó durante la estancia que lo mantuvo en la ciudad italiana que descansa bajo las faldas del Vesubio en aquel año de gracia. El norte de la península italiana continúa en mano de los alemanes pero todo el sur llegando a los límites de Roma, ha caído en poder de los aliados que, a medida que conquistan y ganan territorio, tienen que organizar una retaguardia y mantener además de a sus tropas a la hambrienta población civil que ahora tienen a su cuidado.

En este confuso escenario y mientras el autor de estos diarios, Norman Lewis, explica las tareas que debía de llevar a cabo para mantener la paz entre soldados y civiles y, al mismo tiempo, aplastar cualquier vestigio fascista o de simpatía por los alemanes que pueda quedar en las zonas liberadas, el libro cuenta primero la sorpresa y más tarde las rutinas que asume su protagonista para que la paz no se doblegue ante la reacción de un ejército de ocupación que se cree con derecho a todo (se suceden, y así lo cuenta, numerosos episodios de violaciones contra mujeres por los soldados aliados) y con una población que no se resigna a su destino y lucha, como ha hecho siempre, por su supervivencia.

Muchas son las entradas que parecen surrealista en este diario por las situaciones que plantea, sobre todo cuando escribe que la camorra está muy presente en una ciudad, Nápoles, que ha normalizado lo que hace esta organización criminal en unos días donde el crimen y la corrupción parecía institucionalizado. También de cómo muchas mujeres tuvieron que dedicarse al oficio más viejo del mundo para llevar algo de alimento a sus hogares, y de las partidas de bandoleros que actuaban en las montañas y que atacaban no solo a los alemanes sino también a los aliados porque para estas bandas todos tenían algo que ofrecer, y no es dinero precisamente sino comida y útiles de aseo, entre otras cosas por la que se pagan precios astronómicos en un Nápoles cuyos habitantes no terminan de creerse que la guerra ya ha acabado para ellos.

La grandeza de Nápoles 1944 es que se trata de un testimonio directo, de lo que observa su protagonista en una ciudad que pese a que agoniza se pone de pie todas las mañanas para seguir adelante. También de una crónica sucinta pero a la que no se le escapa detalle, de lo que sufre la población civil y de los poco que pueden hacer los militares para poner fin a ese sufrimiento. Se trata, en definitiva, de una obra que nos habla de una guerra que se aleja pero que ha dejado sus huellas tanto físicas como mentales entre los napolitanos, un pueblo feroz, del sur, que se ha acostumbrado a regirse bajo una serie de reglas que no son las que marcan la justicia tal y como la conocemos.

Nápoles 1944
es un libro riquísimo y del que se puede aprender mucho a partir de las experiencias que describe Lewis mientras estuvo destinado en una ciudad a la que le costó mucho entender hasta que lo logró. A partir de ese momento el hechizo está completado y Lewis, pese a ver toda esa miseria física y humana a su alrededor, se despide con un amargo sabor de boca, muy parecido al marsala que toma a lo largo de este libro, de una ciudad que ya ha hecho suya para siempre.

Xavier Molina: “No nos han invitado a dar nuestra opinión sobre la rehabilitación del templo masónico de Santa Cruz”

Miércoles, Mayo 24th, 2023

Una de las máximas de la masonería es libertad, igualdad y fraternidad aunque a veces las familias masónicas lo olviden porque sus interesantes resultan demasiado profanos. La rehabilitación del antiguo templo masónico de la calle de San Lucas en la capital tinerfeña era una oportunidad para que estas organizaciones visualizaran una unidad que, desgraciadamente, no ha sido posible. Para Xavier Molina Figueres (Gerona, 1972), Serenísimo Gran Maestre de la Logia Simbólica de España, porque la Corporación que preside José Manuel Bermúdez ha contado solo con un interlocutor masónico: la Gran Logia de España, descartando que participen en las conversaciones miembros de otras obediencias, muy extrañados por este desplante.

- ¿Por qué piensa que se ha apartado a la Gran Logia Simbólica de España en las conversaciones sobre la rehabilitación del antiguo templo masónico de la calle de San Lucas en la capital tinerfeña?

“Nunca se nos apartó porque nunca hemos estado. De hecho, no nos han dejado estar involucrados en la rehabilitación del templo. Nosotros hemos pretendido siempre que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife nos tuviera cómo un interlocutor más porque entendemos que el templo es una herencia de la masonería que hoy representan básicamente tres grandes organizaciones masónicas que trabajan en Tenerife y que son la Gran Logia de Canarias, la Gran Logia de España y la Gran Logia Simbólica de España. El Ayuntamiento, sin embargo, ha decidido contar con un solo interlocutor, la Gran Logia de España. Los motivos que han llevado a esta decisión los desconocemos pero me gustaría recordar que nosotros somos la única obediencia mixta, que incluye tanto a hombres como a mujeres en Tenerife así que nos preguntamos ¿por qué esta discriminación a las otras obediencias masónicas? Y la única respuesta es que no tiene sentido ni base alguna”.

- ¿Han trasladado este malestar al Ayuntamiento?

“Hemos traslado este malestar al Ayuntamiento y el Ayuntamiento no ha respondido. La única repuesta es que ya se hará un plan de usos para la gestión del templo lo que nos inquieta, sobre todo por la posibilidad de que no podamos participar en ese plan, en la planificación del uso que tendrá el templo que ahora se está rehabilitando con dinero público”.

- Pero tenía entendido que el Ayuntamiento había hablado con los representantes de las organizaciones masónicas que existen en Tenerife.

“El Ayuntamiento solo habló de la rehabilitación del templo con hermanos de la Gran Logia de España, que sí han tenido acceso a lo que el Ayuntamiento pretende hacer con el templo una vez esté rehabilitado y abierto al público pero las otras organizaciones masónicas no tenemos información sobre ese plan de usos que se tiene en mente. Nosotros esperamos que sea abierto a la sociedad civil y que represente especialmente a la memoria histórica de la masonería en Tenerife”.

- ¿Tienen ustedes constancia de que ya existe algún plan de usos?

“No tenemos constancia de ningún plan redactado por el Ayuntamiento. El caso es que no nos han invitado a dar nuestra opinión y por eso no sabemos nada porque no nos han invitado a nada y es de eso, precisamente, de lo que nos quejamos. De ese oscurantismo por parte del Ayuntamiento en cuanto a la rehabilitación y a su gestión. Nos quejamos también de la falta de participación ciudadana y que una entidad pública como es el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife tenga que trabajar de esta forma”.

- Critica las formas de hacer que, según entienden, está llevando a cabo el Ayuntamiento de la capital tinerfeña pero ¿y la Gran Logia de España?

“Nuestra crítica es a los dos. El Supremo Consejo Masónico para España es el que tenía que haber invitado a participar de forma abierta a todos. En este aspecto, la Gran Logia de España orienta mal al Ayuntamiento en el sentido de que ha hecho creer que hay una sola masonería válida y aceptada internacionalmente y otra que no lo es cuando la Gran Logia Simbólica de España está reconocida por el Gran Oriente de Francia, que es una potencia masónica con más de 50.00 miembros y tan antigua, probablemente, que la Gran Logia de Inglaterra. La masonería se dividió hace mucho tiempo en dos corrientes, la liberal y adogmática, que deja abierta la creencia en un ser supremo y otra que se trata de una masonería de tradición anglosajona que exige a sus miembros la creencia en una verdad revelada. Esto no los hace mejor o peor que otros, sencillamente son organizaciones que plantean otras formas de trabajar la masonería”.

- Entonces ¿qué es lo que está pasando?

“Creo que la Gran Logia de España intenta excluir a la mitad del mundo masónico porque no tiene en cuenta que el templo no es propiedad de una sola organización masónica sino de la sociedad tinerfeña. Es un edificio propiedad de la sociedad de Tenerife que cuenta con una historia masónica muy importante. Prácticamente es el único edificio masónico en España con estas características y su rehabilitación para la masonería española significa una oportunidad histórica muy grande. Felicitamos, en este aspecto, al Ayuntamiento por la iniciativa de la rehabilitación y felicitamos al alcalde y a la Corporación y al Gobierno de España por ceder este dinero para las obras, así que estamos encantados con la rehabilitación pero no entendemos que tras conseguir lo más difícil, que era el dinero para la rehabilitación no se haya hecho lo más fácil, que era dar participación a las otras organizaciones masónicas con el fin de que se sintieran integradas al proyecto”.

- Habla de dos grandes masonerías, ¿es lo que algunos conocen como masonería regular e irregular?

“No me gusta esa denominación porque no me considero irregular para nada. Hace 200 años hubo una escisión porque la masonería francesa quiso integrar a gente agnóstica y yo creo en esa masonería integradora. Más tarde, mucho más tarde, esta masonería integra también en régimen de igualdad a la mujer. Personalmente, y es la que presido, la Gran Logia Simbólica de España es la masonería válida para mi pero entiendo que haya gente que lo vea de otra forma. Todos somos hermanos, entre los masones nos llamamos hermanos como fraternidad que somos, y en determinados temas podemos trabajar juntos, más ahora, en plena rehabilitación de la memoria histórica de la masonería, por lo que no debería de haber diferencias”.

- Visto desde fuera resulta muy triste observar esta división entre masones.

“Por eso debemos trabajar juntos y más en un proyecto que ha avanzado mucho gracias a la Ley de Memoria Histórica, que ha contribuido a la rehabilitación de la masonería en España. Y eso es tarea de todos, seamos reconocidos por Francia como por Inglaterra o por nadie. Es una tarea común porque la masonería en España estuvo muy vilipendiada y ha costado casi un cambio generacional para que la gente tenga otra opinión de la masonería y esa es una tarea informativa que queremos y debemos trasladar a la sociedad española. Una tarea que tenemos que hacer en conjunto porque las trabajamos fuera de logia y una cosa es que en logia tengamos nuestras diferencias, que al final son más cuestiones de matices, y otra la de dar una visión de unidad porque la gente no entiende la división que puede haber en la masonería y mucho menos que haya trifulca entre masones. Me entristece la exclusión que nos han hecho más cuando lo que tenemos que hacer es dar una visión de unidad para que se vea a la masonería plenamente normalizada e integrada en la sociedad”.

– ¿Han pedido algún tipo de información al Ayuntamiento de Santa Cruz para resolver este asunto?

“Hemos pedido información al Ayuntamiento y hace tiempo mantuvimos una entrevista con el alcalde pero creo que no fuimos escuchados”.

- Y a partir de ahora ¿cuáles van a ser sus movimientos?

“Después de las elecciones solicitar a la nueva Corporación otra reunión para tratar este asunto y entendernos con la alcaldía con el fin de dar una visión lo más amplia posible de la rehabilitación para extenderla a la sociedad tinerfeña”.

- ¿Cómo son las relaciones con el otro interlocutor del que se ha prescindido en las negociaciones, la Gran Logia de Canarias?

“Mantenemos un trato fluido con respecto al templo masónico de la calle de San Lucas y creemos como ellos que éste debe de estar orientado hacia la memoria histórica en su conjunto, una iniciativa que ha liderado la Gran Logia de Canarias y con la que nosotros estamos completamente de acuerdo”.

- ¿Cuenta la Gran Logia Simbólica de España con un plan de usos para el templo cuando ya esté completamente rehabilitado?

“Creemos que el templo debe estar abierto a visitas en los horarios que se establezcan y abierto también a la práctica de actos masónicos así como a charlas y conferencias, con un trato específico sobre la memoria histórica. Defendemos que los masones puedan trabajar de manera accidental en el templo para dignificar y recuperar ese sentido histórico que tiene. Esta voluntad implica que cualquier organización masónica que trabaje en la isla pueda acceder al templo una o dos veces al año”.

- ¿Conoce por dentro el templo?

“Conocemos el templo por dentro, ahora no se puede entrar por las obras, obras de rehabilitación que nos parecen magníficas. Reitero mis felicitaciones al Ayuntamiento aunque lamento que no hayamos podido estar presentes en las reuniones que se han mantenido hasta ahora. Creo que hablo también en nombre de la Gran Logia de Canarias”

LA PRIMERA MASONA DE CANARIAS

a Gran Logia Simbólica de España reivindica la memoria de la masonería femenina en Tenerife y para ello rinde tributo a la primera masona de la que se tiene constancia que hubo en la isla, la arpista Clotilde Cerdá, más conocida por su nombre artístico, Esmeralda Cervantes, e hija (posiblemente putativa) del ingeniero Ildefonso Cerdá, responsable del ensanche de Barcelona a mediados del siglo XIX, y de la pintora Clotilde Bosch. Los restos de Clotilde Cerdá descansan en el cementerio de Santa Lastenia, en la capital tinerfeña, y la idea es rendirle un homenaje.”Se ha olvidado la aportación de la mujer a la masonería. En el pasado hubo una masonería masculina y otra femenina, no estaban integradas pero ahora sí. Y esto debe de animarnos para reivindicar el trabajo que hicieron aquellas mujeres masonas”.

Saludos, aprendices, compañeros y maestros, desde este lado del ordenador

Historias imaginadas de Canarias, un libro que recoge tres relatos del profesor Domingo Garí

Martes, Mayo 23rd, 2023

Historias imaginadas de Canarias, de Domingo Garí, reúne tres relatos en los que se proponen situaciones que, tal y como indica el título, son fruto de la imaginación. La clave, sin embargo de este juego, es que los momentos que registran están basados en la realidad, o en lo que la Historia ha impreso como realidad, así que los cuentos, tres historias largas, más la primera que las dos restantes, podrían entenderse así como ucronías que imagina un ¿y si los norteamericanos amenazaran con invadir las islas tras tomar Filipinas, Guam, Cuba y Puerto Rico en 1898? ¿Qué hubiera pasado si se da el primer brote independentista canario allá en la primera mitad del XIX?

Historias imaginadas de Canarias termina con una narración que transcurre en la segunda mitad de los años 70, en plena Transición, y que a mi, particularmente, me ha parecido la mejor historia del libro porque recuerdo (por aquel entonces era un niño) algunas de las situaciones políticas y sociales que describe el autor.

El primer relato del libro, El desembarco, plantea cómo corren los rumores de una posible invasión norteamericana a las islas tras perder España sus últimas colonias americanas y asiáticas. Este rumor se propaga con una velocidad de escándalo en el archipiélago, lo que provoca toda clase de situaciones aunque Domingo Garí es más historiador que escritor, ya que le interesa más el marco histórico en el que desarrolla el relato que los protagonistas que aparecen en él. Esta mirada por arriba de lo que cuenta, casi como si se asomara por la ventana del narrador, le quita mucha fuerza al conjunto de la narración pero no es obstáculo para que se lea con interés, sobre todo porque hace creíble una situación que nunca existió.

Se agradece que El desembarco esté escrito con ironía, una ironía en la que el narrador es un canario “muy español”, para quien “ese… Finley, ah no McKinley” es “un político azuzado por el populacho” que no sabe nada de historia. Al menos de la historia de España. En este caso y si los norteamericanos conocieran algo de España regresarían a los puertos de origen, dice la voz que nos cuenta este relato imaginado que está basado en hechos reales.

El desembarco me hizo recordar una novela, Puerto Santo, de Juan Royo Iranzo, ya que además de desarrollarse en el mismo escenario, las islas bajo la amenaza de una posible invasión estadounidense, cuenta también la historia en clave de humor. Un humor que tira al sainete en el caso de Royo y más a la parodia en el de Domingo Garí.

En el segundo relato se recurre a una leyenda de las islas y más concretamente de la de Tenerife como es la del pirata Cabeza de perro. El pirata Cabeza de perro se titula precisamente la narración y al margen de que esta figura sea real o no, sí que forma parte del imaginario de una isla con todo el feroz atractivo que tiene la figura del pirata.

Su protagonista es Ángel García de Igueste que “cambió en la edad adulta su nombre por el de Cabeza de perro” y más que narrar sus correrías por los siete mares, lo que hace Domingo Garí es plantear un escenario que no tuvo lugar pero ¿y si…? Y este es un libro que plantea, al menos en las dos primeras historias, situaciones que pudieron suceder pero que no sucedieron.

En el relato, su protagonista Cabeza de perro se une a un grupo de insurrectos canarios que exigen la independencia del archipiélago coincidiendo con los brotes separatistas que estallan en todo el continente americano.

“La agitación en el continente americano había llegado a las islas, y las guerras libertadoras acrecentaban la actividad pirática de Canarias”.
Más adelante escribe: “la guerra de independencia en América embriagó a los canarios que pensaban su archipiélago como república, hermanada a la insurgencia antimonárquica”. El barco en el que viajan los rebeldes hacia las islas se llama La libertad y todo lo que parecía imposible puede ser posible en esta historia de hombres de mar y de corazones generosos que aman a su tierra. Una tierra por la que son capaces de perder la vida.

Si estos dos primeros relatos dan una visión de lo que pudo ser pero no fue, el tercero, Un año a toda pastilla, se desarrolla durante la Transición y es el más salvaje. De hecho, ya no se trata de una ucronía sino de contar cómo un estudiante vive su juventud demasiado deprisa con sus colegas. El dictador Francisco Franco ha muerto y con él parece que comienza a desmontarse un sistema que promete un cambio real.

El cuento está salpicado de música de la época y sus protagonistas son un grupo de amigos con mucha marcha. Lo que incluye drogas (porros, anfetaminas y alcohol) y algún escarceo sexual mientras la calle se llena de manifestaciones que la policía reprime con violencia.

El cuento me parece escrito desde dentro, y es por eso por lo que me parece el mejor de los tres. Tres historias que deberían de abrir caminos a posibles ¿y si…? de la historia del archipiélago. De momento, y no conozco otro antecedente, Historias imaginadas de Canarias es el primer libro de esta clase que se escribe en las islas. Plantea dos ucronías y una descripción, el último, que hacen pensar en otros relatos alternativas que planteen Que pasaría si… Lo que nos cuenta hubiera sido distinto.

Saludos, good morning, desde este lado del ordenador