Un puñado de grandes escritores ‘inmundos’
Martes, Febrero 23rd, 2010Entre las muchas cosas buenas que tiene la literatura norteamericana del siglo pasado es que además de dar a conocer a sus mejores escritores de tanto en tanto revela también nombres de su excelente cantera de narradores que, sin ánimo despectivo, catalogo como inmundos.
Y escribo lo de inmundos porque las geografías sentimentales que recorren estas voces pertenecen a la de las galerías subterráneas o a la de las alcantarillas, esos universos que conviven con nosotros pero que evitamos como si de una peste se tratara porque pensamos que de ahí no puede salir nada bueno.
Afortunadamente, estos tenebrosos pasadizos cuentan, les decía, con impetuosos cronistas cuyas historias están inspiradas en su violenta existencia, como si hubieran pretendido con sus novelas vomitar sus demonios más oscuros a través de unos libros que te golpean y desarman porque están escritos con crudo realismo y sinceridad.
En la amplia nómina de escritores estadounidenses que se han dedicado a narrar esa extraña poesía que brota del arroyo se encuentra gente como el gigantesco Jim Thompson; Charles Bukowski cuando no se pone tonto; William S. Burrroughs si deja de lado sus juegos experimentale; ese formidable perdedor que fue John Fante; el afromericano Iceberg Slim y el saxofonista de jazz Mezz Mezzrow y ahora, por fortuna encontrables en excelentes traducciones en castellano: Edward Bunker, Hubert Selby Jr. y Jack Black. Potentes voces del arrabal, la mayoría de ellos con problemas de alchohol y drogas, y que una vez estuvieron al otro lado de la ley por pura necesidad (¿o necedad?) existencial.
Entre los aficionados al cine el nombre de Edward Bunker quizá sea el más conocido de esta pequeña lista que propongo porque algunas de sus obras han sido llevadas a la pantalla grande. De hecho, Bunker es un escritor de referencia para esa hornada de nuevos cineastas salvajes que están conquistando Hollywood como Quentin Tarantino, quien le dio un pequeño papel (señor Azul) en su ópera prima Reservoir Dogs.
Escritor de infancia errante y de talante declaradamente antiautoritario, Bunker era carne de cárcel, institución en la que entró por primera vez a la tierna edad de 16 años. Gran parte de su producción literaria cuenta pues sus experiencias en estos centros, como hace en Animal Factory (llevada al cine por actor Steve Buscemi) y No hay bestia tan feroz (también con versión cinematográfica –titulada en España como Libertad condicional– dirigida por Ulu Grosbard y protagonizada por Dustin Hoffman); así como su vida como ladrón y estafador, que describe con notable eficacia en Stark, o su trabajo como chófer de Louise Wallis, esposa del productor de cine y magnate Hal Wallis, en los años 50 y que vuelca con nervio en su extraordinaria La educación de un ladrón.
No hay bestia tan feroz y Stark son aún conseguibles en español en la editorial Sajalin mientras que La educación de un ladrón puede encontrarse en Alba editorial.
A Hurbert Selby Jr. ya le dedicamos un extenso post a propósito de su crudo retrato neoyorquino titulado Última salida para Brooklyn (1). Ahora y también en ediciones Sajalin, se ha editado su amarga Réquiem por un sueño. Se trata de una de esas obras que te hacen temblar las manos porque propone una invitación desgarrada al infierno de la droga. Es tan buena que incluso la extraordinaria adaptación a pantalla grande que firmó Darren Aronofsky hace diez años no hace palidecer su original literario.
El último escritor inmundo con el que me he encontrado es Jack Black (no confundir con el actor del mismo nombre). Su novela autobiográfica Nadie gana, ediciones Escalera, cuenta con un interesante prólogo de William S. Burroughs, y es un intenso relato de perdedores que engancha nada más leer la primera página: “Ahora soy bibliotecario en el San Francisco Call ¿Tengo aspecto de bibliotecario? Giro la silla para mirarme en el espejo. No veo el rostro de un bibliotecario. No veo una frente alta, despejada y blanca. No veo la expresión serena, apacible y formal de surcos que parecen cicatrices de cuchilladas. Hay dos arrugas verticales entre los ojos que me dan el aire de estar frunciendo siempre el entrecejo. Mis ojos quedan lo bastante separados y no son pequeños, pero sí fríos, duros y calculadores.”
Nadie gana es una novela de demoledora sinceridad escrita por un hombre que presuntamente se ha rehabilitado de un pasado rabioso. Pero lo que es mejor, al menos para quien les escribe, es que no busca en el texto el perdón de sus lectores.
Es una obra sencilla y directa, así que descubrirla ha sido como una especie de milagro en estos tiempos donde las cosas sencillas y directas se quieren hacer complejas y siniestras.
Ya ven. Este ha sido el post de hoy. Un post dedicado a ese puñado de grandes escritores inmundos.
(1) Última salida a Brooklyn también tuvo versión cinematográfica. La firmó el aleman Uli Edel.
Saludos, como lector agradecido, desde este lado del ordenador.