El eco de Cobain, una novela de Javier Hernández Velázquez
Miércoles, Junio 18th, 2025El caso de Javier Hernández Velázquez no es nuevo pero sí relativamente reciente en las islas: es un escritor de género. Ha tanteado el género histórico, el de la ciencia ficción pero también el noir, al que le ha dedicado un mayor número de novelas además de crear un personaje, Matías Fernández, Mat Fernández, que trabaja como detective privado y es protagonista de varias de sus obras.
En estas novelas a veces hay tiros y una o dos peleas y muchas de ellas se desarrollan en Tenerife, especialmente en Santa Cruz de Tenerife, que es donde vive y tiene su oficina Fernández, en concreto en la calle Duggi, calle donde también tuvo su oficina el detective privado Jeque, personaje del escritor Jaime Mir para El caso del cliente en Nouakchot, lástima que Jaime solo escribiera esta novela que hoy se ha convertido en un título de culto para entender cómo era Tenerife, Canarias, en la década de los 80 del siglo pasado.
Javier Hernández Velázquez transita por las arenas movedizas de lo negro y criminal con comodidad. Y eso que sus novelas si bien aparentemente responden al esquema y la estructura que caracteriza el género, el escritor tinerfeño suele mezclarlo (nunca agitarlo) con otros como el thriller de acción.
En sus historias hay, y es una condición del noir, una demoledora crítica a la corrupción que ejercen los poderosos sobre los débiles en la isla que habita aunque su línea argumental cubre otros intereses, intereses que a veces y de forma completamente involuntaria parecen que reflejan la realidad.
En El eco de Cobain explorando las vivencias de un libanés que arrastra un pasado marcado por la violencia y que termina –por defender a uno de los suyos– tras los muros de Tenerife II, centro penitenciario del que logra salir por el oficio de un abogado que ha sido contratado por otro libio al que la comunidad libanesa instalada en la isla conoce como El bondadoso.
Nada más salir de la cárcel, el libio quiere vengarse del clan que asesinó a sus padres cuando él era pequeño.
La acción de la novela se desarrolla en esta ocasión en el sur de Tenerife pero también en la capital tinerfeña, donde tiene su despacho Mat Fernández, a quien se contrata para que encuentre al libio que salió de la cárcel y que se ha evaporado de las calles desde entonces.
Estructurada en dos planos narrativos, por un lado se nos cuenta lo que hace el libio, buscar a los asesinos de sus padres mientras lee fragmentos de El profeta de Khalil Gibran, y por otro las pesquisas que inicia Fernández para dar con su paradero.
En estos dos planos, las actividades del libio están narradas en tercera persona y las de Mat en primera. En este caso, que esté narrada esta sección por el propio Fernández, da recursos a Hernández Velázquez para trufar sus monólogos de comparaciones que el autor aprovecha para filtrar un poco de humor en la que me parece, sin embargo, la novela en la que Mat Fernández está más serio que nunca.
Así que noto en falta la agudeza y la ironía que desplegaba Mat en sus anteriores trabajos aunque por fortuna el personaje mantiene intacta su erudición en temas como cine, música y baloncesto que espolvorea a lo largo y ancho de una primera persona que tiene denominación de origen. Es decir, que Fernández es un protagonista con nombres y apellidos en la galería de detectives privados con o sin licencia que pueblan el género negro y criminal con acento español.
Creo que si el autor se soltara más la melena descubriríamos a un narrador que tiene muchas cosas que decir pero de momento no termina de encontrar su camino. Además del género negro, que cultiva de una manera muy personal, Javier Hernández ha intentando hacer lo mismo con la novela histórica y la de ciencia ficción.
En la histórica con un título, Baraka, que quizá sea el más místico y preocupado por la trascendencia del alma de su apretada bibliografía y que ambienta durante la guerra colonial española en el norte de África a través de un soldado tinerfeño que, perdido en el desierto tras el desastre de Annual, dialoga consigo mismo y, en clave de ciencia ficción, Akasha, una novela que está repleta de buenas ideas y género en el que Hernández Velázquez da la sensación que se mueve como pez en el agua.
Si por algo se caracterizan sus libros es por sus descripciones de ambientes pero sobre todo porque explota buenas ideas con un ligero y para nada distorsionado acento canario.
Conozco bien la producción literaria de Javier Hernández Velázquez porque llevo prácticamente siguiéndole la pista desde sus inicios, época en la que escribía novelones generosos en páginas, una tendencia de la que se ha ido desprendiendo con el paso de los años. En principio, podría parecer un escritor que guía sus historias cuando las escribe pero si algo destaca de sus libros es que deja siempre abierto en la mente del lector interrogantes, preguntas que no termina de responder con independencia del género que sea. Que lo consiga en uno tan fronterizo como es el negro y criminal, revela que como narrador ha ido adquiriendo una madurez que alcanza tintes muy oscuros y que dejan poso en su última novela, El eco de Cobain.
Un título que funciona porque cuenta una historia que sostiene gracias a una narración que brilla cuando se refiere a espacios que conoce como las calles y plazas de Santa Cruz de Tenerife. Resulta también llamativo el despliegue de personajes secundarios que se encuentran a un lado y al otro de la ley, lo que incrementa el ritmo trepidante de un relato con inevitable aroma de pulp pop.
Saludos, leímos, leemos, leeremos, desde este lado del ordenador