Buen viaje, Ana Briongos
Jueves, Junio 27th, 2024Al Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz, Periplo, le debo muchas cosas y entre esas muchas cosas la de conocer a personas que han dejado una huella profunda en mi memoria. Ahí están los ausentes Antonio Lozano y Javier Reverte, que se convirtieron en referentes y con los que mantuve, edición tras edición, una singular amistad. Otra de esas personas por las que guardo un recuerdo imborrable es Ana Briongos, que fallece, me entero y maldita sea la hora, por un nota que sube su amigo y también viajero Jordi Esteva en redes sociales.
Ana Briongos participó en la primera edición del Festival, hace de eso ya doce años que se dice pronto, y tuve además del honor de entrevistarla a propósito de su libro ¡Esto es Calculta!, una narración en la que cuenta su trayecto junto a Andrés, dibujante que colaboró en la legendaria revista de cómics El Víbora, por esta fascinante y caótica ciudad de la India, y relato en el que Briongos se preocupaba más por el paisaje humano que conoce que por las calles y plazas por las que aprende a moverse como pez en el agua.
Ana Briongos viajó a la ciudad de la alegría con esa idea en la cabeza, la de conocer a sus gentes y vivir con ellos durante su larga estancia en Calculta, que ausculta con precisión, lo que no evita que muchas de las páginas de este libro parezcan escritas más con el corazón que con la cabeza. Se trata por eso de un libro que sabe transmitir emociones y que conmueve al lector. Ese al menos fue mi caso.
En las páginas de ¡Estos es Calcuta! Conoceremos, entre otros, a Nilufar, una mujer cuya historia tiene ecos de tragedia shakesperiana, así como la de otros hombres y mujeres que apenas se mueven más allá de los límites de las calles en la que viven. Otro libros suyos fueron Un invierno en Kandahar, Negro sobre negro, La cueva de Alí Babá, Geografías íntimas y Mi cuaderno morado. El viaje más largo, que apareció el año pasado y que su autora promocionó sin descanso en sus redes sociales.
Tras la charla que mantuvimos en una de las salas del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz, y una vez que la escritora y viajera terminó de firmar ejemplares de ¡Esto es Calculta!, durante la cena conversamos de todo un poco en una charla en la que aparecían países y experiencias por donde había transitado nuestra protagonista. Me di cuenta que cuando se cruzaba Irán en el diálogo, sus ojos se encendían de entusiasmo, así como Afganistán, dos países que en la actualidad de aquel entonces como ahora no tenían ninguna semejanza con los que conoció cuando se lió la manta a la cabeza y se sumergió en la magia del cercano oriente siendo mujer en una tierra tradicionalmente de hombres.
Hablamos de esto y de muchas cosas más y recuerdo su sonrisa y la sensación, me pasa mucho con los escritores/as viajeros, de que se tratan de seres transparentes, carentes de maldad y sí de una inocencia que no han perdido pienso que gracias a que a lo largo de sus viajes han conocido a toda clase de personas, y estas personas suelen ser por norma general buenas personas.
No sé si fue ella u otro, pero los viajeros de verdad, los que se lanzan a recorrer mundo en mochila y sin prejuicios en la cabeza, suelen coincidir cuando afirman que en esos mundos de Dios prima la bondad por encima de la maldad. Que es más cierto que el hombre es bueno para el hombre que un lobo para el hombre. En Ana Briongos aprecié esa constatación así como el flechazo de una amistad inmediata que no necesitaba de años de maduración porque al viajero le bastan dos minutos para conocerte.
La despedí en la puerta del hotel y recuerdo su sonrisa y su adiós en el que entendí hubo una ligera sombra de tristeza. Tristeza, quién sabe, de que quizá no volveríamos a vernos que así fue lo que sucedió.
Ese mismo año, subí un comentario elogioso a ¡Esto es Calcuta! en este mismo su blog El Escobillón y Ana Briongos tuvo la gentileza de agradecerme en la bitácora unas palabras que fueron escritas más con el corazón que con la cabeza.
Por aquel momento especial y mágico, por aquella conversación pública y después privada mientras cenábamos solo me queda mirar al cielo y pensar que allá, en ese inmenso universo, brilla desde hace unos días una nueva estrella a la que nadie salvo yo le ha puesto nombre.
Buen viaje, Ana Briongos.