Ustedes perdonen pero es que últimamente me he puesto de un nostálgico que da asco. Debe ser, supongo, porque me hago mayor. Permítanme así que hoy les hable de una de esas lecturas que sacudieron mis tiernos 16 y 17 años antes de que cayera en mis manos el libro que ha hecho que hoy sea lo que soy, o por lo menos un buen pedazo de lo que soy: El guardián entre el centeno, del enigmático J. D. Salinger.
Pero no, dejo para otro día la conmoción que me produjo la lectura de libro tan transgresor (¿?) y déjenme que se lo dedique a otro escritor que sin el nivel del autor de Levantad carpinteros la viga maestra (qué título, por el gran Cthulhu) devoró mucho del tiempo que he despilfarrado a lo largo de esta bendita vida.
Es probable que mucha gente no conozca las novelas de Sven Hassel y es probable también que no se hayan perdido mucho si no es aficionado usted a toda esa literatura que ha pretendido narrar la II Guerra Mundial desde el bando de los perdedores. Escritores alemanes que presuntamente estuvieron en el frente y que lograron sobrevivir a la tragedia hay un puñado, entre otros Willi Heinrich y su estupenda Carne paciente, Hans Habe, Fritz Hoos y Heinz G. Konsalik, entre otros muchos. Sin embargo, el más popular sigue siendo Hassel, Sven Hassel.
Pese a que su biografía ha sido puesta en cuestión por un periodista danés, la misma nacionalidad del escritor Sven Hassel, sus novelas son una buena oportunidad para acercar al lector a casi todos los frentes (menos el de África) donde combatieron las unidades del ejército alemán durante la II Guerra Mundial. Sin embargo, la peculiaridad de las historias de Hassel es que están protagonizadas por una serie de personajes que parecen sacados de un tebeo, y que salvo el que llaman Heidi, no son furibundos nazis sino hombres al que las circunstancias obligaron a combatir en aquella guerra que como todas las guerras son innecesarias.
Hermanito, Porta, el Legionario, el coronel Hinka, el mismo Sven, El viejo, Barcelona son sólo algunos de los protagonistas de estas aventuras en frentes tan hostiles como el ruso, el italiano (concretamente Montecassino) y Francia por citar los que me vienen a la memoria. Son novelas bélicas donde se denuncia el horror de la guerra, también antinazis y describen muy bien cómo debía ser la vida de los equipos de tanquistas alemanes que participaron en las distintas operaciones que se desplegaron en los campos de batalla europeos en la primera mitad de los años 40 del pasado siglo XX. El pelotón que describe Hassel está formado, además, por la presunta escoria del ejército alemán de aquellos años, los tristemente célebres batallones de castigo que eran utilizados como carne de cañón para abrir vías de penetración o bien quedaban rezagados para frenar las potentísimas ofensivas del enemigo mientras el resto del ejército se replegaba a territorios mejor defendidos.
Entre las muchas novelas que Hassel dejó escritas recomiendo la primera, La legión de los condenados y también Camaradas al frente, que transcurre mayoritariamente en la retarguardia, ofreciendo un buen retrato de cómo vivía la población civil alemana mientras se desataba el infierno en la castigada Europa de aquellos años.
Hay otros títulos, como Liquidad París, La ruta sangrienta, Los panzer de la muerte, GESTAPO… pero no aportan demasiada información salvo escenarios y horrores que, leídas una o dos novelas del autor, se antojan repetitivas, explotando siempre la misma fórmula.
Sven Hassel consiguió, no obstante, algo que parecía imposible en la década de los 70 y 80, y fue la de convertirse en un escritor de best seller rememorando sus supuestas andanzas como soldado en este batallón. Batallón que pertenecía al ejército derrotado, el alemán.
Hay una película muy mala, Los panzer de la muerte, basada en la novela del mismo título que decepcionará a los que se quemaron las pestañas devorando cada una de las novelas del autor. No ha habido, que sepa, otros intentos por trasladarla otras obras suyas a la pantalla grande aunque creo que se barajó en su momento rodar una serie de televisión sobre estos soldados aficionados al alcohol más que a las armas.
La verdad es que salvo los primeros títulos, el resto de las novelas no son demasiado creíbles, aunque las hazañas del indisciplinado pelotón resultan atractivas para el lector iniciado en el universo del escritor. Por ello, y pese a que cuestione que Porta lleve monóculo y sombrero de copa, y Hermanito una ametralladora del ejército soviético, deben de entenderse más como un eficaz entretenimiento.
Hassel carece del talento de Erich Maria Remarque y su magnífica Sin novedad en el frente (donde el escritor rememora su etapa de soldado durante la I Guerra Mundial) o la también recomendable Tiempo de amar, tiempo de morir, que cuenta con una excelente adaptación cinematográfica dirigida por Douglas Sirk, pero no es bueno pedirle peras al olmo. El presunto escritor danés creó unos personajes y una serie que no dejará indiferente a los interesados en relatos (verdaderos o no) sobre la II Guerra Mundial, así como conocerá de cerca cómo era la férrea disciplina de un ejército que en cuestión de meses casi logra que el nazismo se convirtiera en la ideología dominante en Europa.
En unos momentos donde el cine alemán está mirando hacia su pasado con sensatez, a través de títulos que como El submarino y recientemente El hundimiento, Stalingrado, Napola, Sophie Scholl: los últimos días y Dresde, entre otras, y donde se ofrece un retrato más o menos creíble sobre aquel turbulento periodo, se hace más necesario que nunca la frase que advierte que olvidar el pasado nos condena irremediablemente a repetirlo el futuro.