Archive for Julio, 2013

Mi Habana en el recuerdo, una novela de Agustín Ravina Pisaca sobre Canarias y Cuba

Miércoles, Julio 3rd, 2013

“Eran las seis de la mañana cuando un estruendoso ruido resonó en la habitación. Jorge y Bernardo se levantaron sobresaltados, parecía que el cielo había caído sobre La Haban. Se asomaron al balcón del hotel y observaron como una cortina de agua –como si fuera una manguera proyectada desde el cielo– descargaba su caudal con potente fuerza sobre la ciudad. Jamás en las islas habían visto caer agua con tanta intensidad. Al fondo, en el horizonte y sobre el mar, se dibujaban infinidad de rayos que iluminaban constantemente la noche”.

(Mi Habana en el recuerdo, Agustín Ravina Pisaca)

A lo largo de la historia las relaciones entre Canarias y Cuba han sido significativamente estrechas. La emigración que en tiempos tormentosos como los actuales obligó a miles de canarios a buscar trabajo en la mayor de Las Antillas así como el éxodo masivo que cubanos emprendieron rumbo al archipiélago tras el triunfo de la revolución castrista pedía una novela que rindiera justicia a esos hombres y mujeres que desafiaron al destino y cuya épica existencial terminó por ser devorada por las circunstancias históricas que agitaron el Caribe durante el primer tercio del siglo XX.

Consciente del desafío ante el que se encontraba, el escritor Agustín Ravina Pisaca propone en Mi Habana en el recuerdo el relato de dos emigrantes tinerfeños, Bernardo y Jorge, naturales de La Gomera y Tenerife, respectivamente, en esta monumental obra en la que además de narrar cómo poco a poco y a base de mucho tesón y trabajo sus dos protagonistas terminan por insertarse en la sociedad, recorre  la vida del país desde mediados de los años treinta hasta principio de los sesenta. Lo que sirve de repaso para refrescar la historia de Cuba.

Cuba.

Un país que, al igual que Venezuela, podría ser considerado como la octava isla de Canarias porque ¿quién no tiene en esta tierra un pariente que se marchó para no saber nunca más de él?

Éste y no otro es el objetivo de la novela de Ravina Pisaca, un título que pese a su extensión (¡más de ochocientas páginas!) y en ocasiones irregular discurso narrativo expone sin máscaras para describir la forja espiritual que caracterizó a muchos de estos hombres para convertir sus sueños en realidad al mismo tiempo que se cubanizaban sin dejar de recordar su territorio de origen.

En este aspecto, lo mejor de Mi Habana en el recuerdo es seguir el itinerario existencial de sus dos protagonistas, así como la nostalgia que sienten ante unas islas que nos les ofrecía nada, salvo atraso y tradición.

Uno de ellos, Bernardo, se marcha de la isla obligado por problemas personales mientras que Jorge se evade por sed de aventuras para prosperar.

Una vez desembarcados en La Habana y para situar al lector, Agustín Ravina Pisaca salpica su texto con referencias históricas en las que cuenta los distintos conflictos que han configurado la radiografía política y moral cubana entre los años comprendidos –ya hemos dicho–  treinta hasta principio de los sesenta.

Estos capítulos históricos me han permitido refrescar algunos de los momentos más señalados de la biografía de ese país. Un país que despierta entre los iniciados contradicciones y mucho desconcierto. También demasiada pasión, lo que dificulta una lectura objetiva para intentar entender el rumbo que, finalmente, asumió la isla tras la entrada en enero de 1959 de Fidel Castro en La Habana.

Ciudad legendaria.

La obra de Ravina Pisaca da voz así a la diáspora, a los que se marcharon mientras abandonaban por el peso de la Historia lo mejor de su patrimonio sentimental como material en la isla.

Pero son estos, a mi juicio, los capítulos menos afortunados del libro, ya que quiebra el pulcro equilibrio entre cabeza y corazón que mantenía el autor hasta ese momento.

Cabeza al narrar el laborioso trabajo que desarrollan sus protagonistas para convertirse en hombres de provecho para hacer familia. Y corazón cuando las complicadas  tormentas políticas cubanas –tan extremas y trágicas– enturbian el contenido de la novela.

Mi Habana en el recuerdo es un libro que, pese a su extensión y pese a su inestable estructura, reúne los suficientes atractivos para aquellos que, consciente o inconscientemente, han sido inoculados con el virus cubano.

Una isla que se nota que Ravina Pisaca conoce muy bien, y que sus protagonistas recorren en los que quizá resulten los capítulos más innecesarios de la novela por su sabor a postal turística, pero que no manchan las intenciones de una obra ambiciosa y escrita con un profundo amor hacia Cuba y sobre todo, de ahí el título, a La Habana, una capital que aprendió a estar despierta las 24 horas del día y que deslumbró por fusionar modernidad y clasicismo para ser una de las ciudades de referencias del planeta hasta que llegó el comandante y mandó a parar.

Todos estos elementos hacen, pese a sus peros, que Mi Habana en el recuerdo me resulte un volumen singular. También una rareza en el panorama de la república de las letras que, actualmente, se escriben en Canarias.

Encuentro en el texto una agradecida reivindicación por los emigrantes que lo dejaron todo para ser personas y generar familia en un país que, aparentemente, les resultaba muy grande.

Familia inquieta,  se destaca en los capítulos finales del libro, cuando sospecha que la revolución transformadora no fue otra cosa que una sandía: verde por fuera y roja por dentro.

(*) La imagen corresponde a Nuestro hombre en La Habana (Carol Reed, 1959) basada en la novela del mismo título de Graham Greene.

Saludos, la historia nos absolverá, desde este lado del ordenador.

El hombre que se enamoró de Sasha Grey

Martes, Julio 2nd, 2013

“Hoy no hay sexo, ni compras, ni paseos, ni restaurantes, ni librerías, ni tiendas, hoy solo hay pensamientos negros que conviven en perfecta armonía con las palomas blancas de ayer. Estoy sentado en el Lino’s café, a diez metros del mar, la música de la radio se mezcla con el sonido de las olas al golpear las rocas, yo también soy como el agua, pero me limito a golpear las palabras”.

(El hombre que se enamoró de Sasha Grey, Antonio Lorenzo Gómez Charlín, colección Cultiva, Cultiva Libros)


Para leer a Antonio Lorenzo Gómez Charlín hay que vaciar la cabeza y dejarse arrastrar por su escritura improvisada, un estilo que es seña de identidad y en el que parece que enciende el piloto automático al menos en los dos libros que llevo leídos del escritor: La leyenda de Fukaeri y El hombre que se enamoró de Sasha Grey.

Tiene Gómez Charlín además la particularidad de desconcertarme cuando empiezo con sus historias cuajadas de reflexiones y referentes literarios y cinematográficos, aunque cuando que se pone más interesante pisa el acelerador y se va por otra dirección, lo que me deja descolocado, sin saber a ciencia a cierta hacia donde se dirige el autor.

Lo mejor por eso es leerlo con la cabeza vaciada, tras triturar con paciencia los prejuicios que te condenan y prepararte para lo mejor y lo peor de un escritor que ha hecho de la literatura un espejo.

Espejo ora cóncavo, ora convexo, en el que intenta disimular el laberinto de sus ideas.

Así que Gómez Charlín lo vuelve a hacer con El hombre que se enamoró de Sasha Grey, un título con muchos atractivos que apenas se explotan porque, sospecho, se la trae al pairo a un escritor vocacional que solo escribe para mostrarse, ya dije, en un espejo.

Me gusta de Gómez Charlín su estilo, así como comparto muchos de los referentes culturales que disemina por esta novela que no es una novela pero sí memoria sin ser memoria ni una de ciencia ficción con manchas de realismo sucio.

Las impresiones que saco tras La leyenda de Fukaeri y El hombre que se enamoró de Sasha Grey son por lo tanto la de observar a un escritor que insiste en un mismo rompecabezas: Antonio Lorenzo Gómez Charlín.

En su nueva experiencia se reúne pues esa misma constante.

Se palpan sus obsesiones, en especial las que siente por el oficio de la escritura y también su devoción por narradores y poetas cuyo trabajo considera fundamentales. Por otro, desparrama un lirismo que cuando frena queda corto, y que cuando alarga se convierte en una nube.

Leerlo exige por ello estar predispuesto a viajar a su otro yo como escritor. A lidiar con sus contradicciones, su entusiasta espíritu literario al que le pesa la carga de una vida diaria que no le convence.

Estructurado en tres personales relatos (Plegarias diurnas, Diccionario espiritual para los jóvenes escritores y Crónicas del gran tiempo) El hombre que se enamoró de Sasha Grey quiere ser muchas cosas, aunque lo mejor es tomársela como un juego de espejos en el que Gómez Charlín asoma la cabeza a veces con mucha fortuna y otras fallidas.

En esta historia que son muchas historias, el conjunto final resulta un mosaico abstracto que no recomendaría leer/observar en su conjunto.

Agradezco así, probablemente porque soy un inconsciente, que Gómez Charlín continúe trabajando futuras novelas con ese estilo que le arde entre los dedos. Porque aquí donde lo ven, este caballero tiene estilo.

Me atrevo a decirlo porque con El hombre que se enamoró de Sasha Grey me pasó lo mismo que con La leyenda de Fukaeri: no deja de sorprenderme su literatura libertaria.

Saludos, ¿que tiempos son estos?, desde este lado del ordenador.

Hiroku: Defensores de Gaia

Lunes, Julio 1st, 2013

Si ves Hiroku: Defensores de Gaia (Manuel González Mauricio y Saúl Barreto, 2013) es probable que pienses que no eres un adolescente. Por mucho complejo de Peter Pan que te devore por dentro. Comprobarás así que la edad, esa palabra que sabe a ácido, pesa demasiado, que casi parece una roca que te has atado a los pies.

Veo así Hiroku: Defensores de Gaia sin pretensiones de recuperar aquel espíritu, aunque cuesta porque esta película está dirigida, precisamente, a un público comprendido en ese periodo de la vida en el que, por primera vez,  el mundo comienza a tomar sentido.

No sé, ni tampoco me importa, si con esto explico las sensaciones que me provoca Hiroku: Defensores de Gaia, aunque no deje de planear sobre mi cabeza que el filme llega tarde y que lo mejor de una película que nace con vocación de convertirse en serie sea, a mi juicio, no su animación en 3D sino la historia que ofrece.

Partiendo de esta premisa, Hiroku: Defensores de Gaia es un producto aislado, una curiosa rareza dentro del cine que se rueda en la actualidad en el archipiélago, aunque su apuesta es más ambiciosa porque tiene que hacerse mercado, dentro y fuera de estas islas.

En Hiroku ha participado un equipo reducido de personas para el estándar que exige este tipo de producciones. El equipo trabajó durante cuatro años de sangre, sudor y lágrimas para hacer posible esta producción que quiere explorar como exportar una idea de este archipiélago con imaginación. Más allá y hacia el infinito, lo que hace defender su inevitable factura de serie B dentro del actual cine de animación 3D.

Por ello y obviando su carácter de obra pionera al tratarse del primer largometraje de animación en esta técnica rodado íntegramente en Canarias, entiendo que Hiroku como historia tiene posibles. Yo al menos me quedé con las ganas de saber por donde demonios irá una película que no termina porque tiene continuará…

En cuanto a su guión, el espectador iniciado reconocerá numerosas referencias cinematográficas –desde la pareja del Gordo y el Flaco a Desafío total, Terminator y Ciudadano Kane, entre otras– y vibrará, como fue mi caso, con un inicio que rubrica una potente banda sonora del músico y compositor Raúl Capote.

Esto me hace pensar que Hiroku: Defensores de Gaia abre puertas que exigen ser exploradas y explotadas porque no camufla intenciones.

Hay buenos y malos.

Por un lado los defensores de Gaia, un grupo de hombres y mujeres, y por otro el malévolo Kane.

Un ciudadano Kane cuyo poder emana de saquear los recursos del planeta.

Los buenos, los defensores, operan desde una base de operaciones que se encuentra en las entrañas del Teide, y a este grupo se alía la tribu de  los neoguanches.

¿Hay que recordar que guanche se interpreta como los hijos de la tierra?

Con independencia de molestas lecturas nacionalistas, éste es uno de los elementos que más me atraen del primer largometraje de animación en 3D rodado en Canarias.

Me resulta curioso su discurso. También el hecho de contemplar en gran pantalla la imagen virtual de una isla cuya realidad actual pinta tan mal.

Admito que refresca mi espíritu, y que pienso, mientras observo esas escenas en las que aparecen hombres y mujeres tatuados y con palos entre las manos, en las posibilidades que ofrece desacralizar nuestro manipulado pasado para, irónicamente, reivindicarlo a modo de excéntrica y festiva bandera.

No termina sin embargo Hiroku de sacarle partido a este filón, claro que sus autores habrán calculado desarrollarlo en próximos episodios…

El puñetero continuará…

Con todo, Hiroku: Defensores de Gaia es un título que intelectualemente supone un gran paso hacia adelante en el cine que se rueda en estas tierras pero también una modesta pisada en el cine de animación en 3D  que se rueda y estrena en la actualidad en nuestro sufrido planeta.

Saludos, hacia el infinito y más allá, desde este lado del ordenador.