Archive for Febrero, 2014

El Generador… ¿punto y final?

Miércoles, Febrero 19th, 2014

La irrupción de El Generador en una de las casas de la calle del Clavel de la capital tinerfeña fue un revulsivo para la vía y para la apagada vida socio cultural de esta capital de provincias que hoy más que nunca agoniza en soledad.

No sé hasta que punto fueron responsables los integrantes del Equipo Para del milagro, pero sospecho que la recuperación como zona alternativa frente a La Noria y la cada vez más triste y sola avenida de Anaga, le debe mucho a un espacio que desde que abrió oficialmente sus puertas el 9 de enero de 2010 se ha convertido en un referente –y sin ánimo de lucro– para la sombría y no oficial vida cultural de Santa Cruz de Tenerife.

Una bonita historia que, desgraciadamente, podría tener punto y final en marzo de este año, ya que la Asociación Equipo Para ha recibido un burofax del propietario del inmueble en el que se les comunica que no habrá renovación de contrato. La razón es un defecto estructural de la casa, problemas en el techo del salón, centro motor de las actividades que acoge El Generador, y cuyo coste de reparación debería de abonar una de las partes.

La noticia ha caído como un jarro de agua fría entre los socios y usuarios de El Generador, y debería de caer como un jarro de agua fría entre los habituales de la hoy recuperada calle del Clavel, ya que no hace falta ser un genio para darse cuenta que cuando cuelgue el cartel de cerrado algo –llámalo acción cultural– habrá muerto en la capital tinerfeña. Y son ya demasiado los cadáveres que se amontonan en sus cunetas en nombre de la cultura.

Sin embargo, y si algo caracteriza al Equipo Para es su espíritu de resistencia. Basta para darse cuenta en enumerar las piedras que se le han colocado en el camino a lo largo de estos casi cinco años de insistente trayectoria. Una trayectoria en la que se ha acogido todo tipo de experiencias creativas. Un pulmón –en medio de esta ciudad enferma– en el que se puede respirar aire fresco e independencia. Una apuesta firme por lo alternativo y por la cultura.

El Equipo Para, y son ganas, busca ahora otros espacios en los que continuar con su línea de trabajo pero no es fácil encontrar uno, y con las mismas características, en el centro de la capital tinerfeña, donde los precios continúan igual de disparatados pese a la crisis…

Pero los del Equipo Para insisten porque resisten.

Estudian propuestas y colaboraciones puntuales porque no les da la gana tirar la toalla, aunque tengan toda la razón del mundo en tirarla tras haber invertido tanto en un proyecto que en marzo de este año podría terminar como un cadáver más tirado en la cuneta.

Y van…  Tantos que incluso –y que los dioses me perdonen– he perdido la cuenta.

Saludos, buenas noches y buena suerte, desde este lado del ordenador.

Noticias sobre ese cine que tanto nos (dis)gusta

Lunes, Febrero 17th, 2014

* El largometraje Muchachos, de Raúl Jiménez Pastor, una de las sorpresas de ese cine que tanto nos (dis)gusta y que tuve la oportunidad de ver el año pasado,  se exhibirá del 21 al 23 de febrero en TEA Tenerife Espacio de las Artes en dos pases, 19 y 21.30 horas. Muchachos también se podrá ver, a las 21 horas, el viernes 21 de febrero en el Espacio Cultural Aguere, en La Laguna. La película cuenta la historia de tres muchachos que se pasan las horas muertas frecuentando diferentes paisajes urbanos y relacionándose con personajes que van desde un delincuente común que atemoriza al vecindario,  un padre de familia que busca trabajo y un abuelo solitario y testarudo desencantado con la vida.

* El próximo jueves se inicia en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife el ciclo Encuentros con el cine, y que tendrá como protagonista a David Pantaleón, de quien se exhibirá, a partir de las 20 horas, el documental Fronteras de Zalamea, sobre la gira que realizó la compañía teatral canaria 2RC por Estados Unidos y Méjico, así como A lo oscuro más seguro (2012) y Por la puerta grande (2013). El acto será presentado por Joaquín Ayala e intervendrá el mismo David Pantaleón. Encuentros con el cine es una iniciativa del Organismo Autónomo de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y está producido por Digital 104. Lástima que media hora más tarde, la proyección coincida con la exhibición de la tercera película del ciclo que la Filmoteca Canaria dedica a Terence Fisher, La Gorgona, en el espacio cultural Aguere.

* Nos sumamos a las felicitaciones y al tributo por su trabajo que le rinde Luis Roca a La Mirada Producciones por su veinte aniversario en una extensa entrevista con sus responsables que publica La Opinión de Tenerife y La Provincia. La primera noticia que tuve de  La Mirada Producciones fue cuando rodaban un cortometraje cuyo título –curiosidad caprichosa o broma inevitable del destino siempre burlón– juega con la mirada. Nos referimos a Mirando a Laura (Ramón Santos, 1991), y un poco más tarde, El último latido (Javier Fernández Caldas, 1992). Luego vendría una catarata de cortos y largometrajes que han consolidado una filmografía en la que se cuenta todo tipo de experiencias audiovisuales. También la de haber participado en el rodaje de dos de las películas que recuperaron con nombre y apellido eso que podría denominarse Cine Canario: Esposados (Juan Carlos Fresnadillo, 1996) y La Raya (Andrés M. Koppel, 1997).

* La Casa de América de Madrid ha sido el escenario elegido para la presentación en España de la primera edición de los Premio Platino del Cine Iberoamericano, que se entregarán el 5 de abril en  Panamá. El largometraje Hiroku; Defensores de Gaia forma parte de la candidatura española a Mejor Película Iberoamericana de Animación junto a Justin y la espada del valor y El extraordinario viaje de Lucius Dumb que competirán contra otros seis títulos latinoamericanos. Hiroku estuvo nominada a los Goyas y a las Medallas CEC.

* Era un secreto a voces aunque al final ha terminado por convertirse en secreto que ya no necesita de voces. Nos referimos a la polémica que ha rodeado el documental Edificio España, de Víctor Moreno, una película que llevaba recluida quince meses y a la que ahora el Banco de Santander –leemos– “retira el veto”. La historia parece un culebrón: Tras estrenarse hace dos años en el Festival de Cine de San Sebastián y en el de Cine Independiente de Buenos Aires, la maldición sobre Edificio España comenzó cuando sus responsables recibieron un burofax de la entidad bancaria que decía que, de acuerdo a una cláusula del contrato firmado con el director para rodar en la propiedad, se vetaba el documental por “la posible incidencia que un elemento externo puede tener sobre el actual proceso de comercialización del edificio”. Sin entender aún las razones del Santander, solo espero que esta publicidad respalde el difícil camino comercial de este trabajo. Un Edificio España que me sabe a sutil metáfora de la actual situación económica y soicial que vive este país.

Saludos, koniec, desde este lado del ordenador

El verano que murió Chavela Vargas, una novela de José Luis Correa

Domingo, Febrero 16th, 2014

Nadie dijo que vivir fuera fácil. A la vida hay que aferrarse con ambas manos aunque estén llagados por las cadenas. La vida hay que echársela a la espalda aunque atormenten las abrasiones. A la vida hay que mirarla de frente aunque escuezan los ojos”.

(El verano que murió Chavela Vargas, José Luis Correa. Colección Novela negra. Alba Editorial)

El verano que murió Chavela Vargas es la séptima, y por el momento, última entrega que el escritor José Luis Correa dedica a Ricardo Blanco, personaje que junto a Eladio Monroy (Alexis Ravelo); Mat Fernández (Javier Hernández Velázquez); Jeque (Jaime Mir) y José García Gago (Antonio Lozano), forma de momento el quinteto de investigadores de la novela negra que se escribe y desarrolla en Canarias.

El más longevo de todos ellos (por número de entregas) es Ricardo Blanco. Siete novela dan un universo literario que tiene vida propia. Siete libros que muestran la evolución de un personaje cuyos casos tienen como epicentro la capital grancanaria. Una geografía urbana en la que se mueve como pez en el agua.

Para el iniciado, leer una nueva entrega supone adentrarse en un mundo conocido aunque al margen de las tramas policiales que alambica y los personajes secundarios que transitan por los alrededores de su detective privado, me quedo con momentos.

Si en invierno transcurre Blue Christmas, el estío –ya lo anuncia el título– es la estación en la que se desarrolla El verano que murió Chavela Vargas con un Ricardo Blanco cuyo carácter se ha vuelto más resignado y existencialista.

¿La razón?

La razón es que el personaje no termina por asimilar  la muerte de un personaje vital en su educación sentimental: su abuelo Colacho.

Un hombre de otro tiempo, moldeado con otra pasta y que más que maestro es el mentor de Blanco. Un tipo, el Blanco, que narra en primera persona –con fragmentos en tercera, cuando la voz deja de ser la suya– un nuevo caso por resolver. En esta ocasión con bosnios y serbios como protagonistas. Venganzas que se arrastran del conflicto que desarticuló la antigua Yugoslavia.

Sin embargo, digo, si hay algo que me desconcierta de las novelas de Blanco no es, precisamente el caso que tiene que resolver sino la mirada, más irónica que cínica, con la que  observa su alrededor.

Un alrededor que se desmorona por los efectos de la crisis, de la regresión al que está siendo sometido el mercado laboral que ahora divide la sociedad entre los esclavos que trabajan y los esclavos que han quedado en paro.

Y es que los cabrones que manejan los hilos son buenos en lo suyo. Juegan a un juego perverso, obsceno, cruel. Y lo juegan con mañas de tahúr. Primero te putean para luego, no contentos, hacerte sentir culpable por dejarte putear. Culpable e insolidario. ¿Acaso no tienes trabajo? Entonces estás mejor que cinco millones de españolitos. ¿De qué coño te quejas? Ah. ¿Qué te quejas de cobrar cada vez menos y trabajar cada día más? Aaaamigo, en la cola del paro hace más frío. ¿Qué te quejas de que los directores de las empresas siguen envainándose beneficios? Pibe, haber nacido rico, conde de la Vega Grande solo hay uno. ¿Qué te quejas de que siempre pagan los mismos? Colega, hazte a la idea de que estamos en guerra: las guerras las pagan los que la pierden y tú tienes una cara de perdedor que tira de culo”.

La novela, como otras de Blanco, se lee de un tirón.

Pero más que por seguir el caso –una trama policiaca que como toda trama policiaca está repleta de ratoneras– me interesa por la descripción de ambientes, situaciones y personajes que hacen de secundarios más allá de los secudarios habituales.

Uno de los más interesantes, Pancho Viera, es un alcohólico rehabilitado y médico de profesión al que cita de pasada en la página 39 pero que adquiere peso en la segunda mitad de la novela. Y al que presenta de la siguiente manera:

Pacho Viera era un insomne convicto y confeso. Seguía igual de coñón y malhablado. Eso sí, el humor se le había descompuesto algo por culpa de la bebida. ¿Aún se cogía aquellas chispas monumentales que lo dejaban baldado media semana? No, coño. Qué más quisiera él. Todo lo contrario. Ya no bebía ni gota de manera que nada tenía ya puñetera gracia”.

Viera tiene conseguido aliento beodo fordiano, solo que trasplantado a una isla, como es la de Gran Canaria, donde la derrota épica es punto y final. Sobria indiferencia. Me quedo con ganas de saber más cosas de este perdedor ahora regenerado de sus vicios.

Lo veo como uno de esos tipos con los que me tropiezo en mi vida diaria. Una vida diaria que es otra forma de hacer ficción aunque no se escriba.

No sé que le va a deparar el destino a Ricardo Blanco, pero está claro que el personaje está envejeciendo, hay que esperar ahora a que lo haga como un buen vino. Así lo dicen los cursis.

En principio, parece que Correa está empeñado en que su protagonista supere de una vez la muerte de Colacho, por lo que en El verano que murió Chavela Vargas se preocupa por estabilizar su desordenada vida emocional y arroparlo con el aprecio de su amante y amigos.

Llega de hecho al caso por casualidad, cuando la esposa del inspector Álvarez –ella sabrá sus razones– habla sobre el mismo con el objeto de despertar su olfato de sabueso.

Espero con interés nuevas entregas de Blanco, pero me gustaría leer una novela del escritor abordando el género sin las señas de identidad de su investigador, un personaje que ya  está instalado, pero que carece de voz ronca. De hecho, se escora más hacia la línea clara, no blanda, del costumbrismo negrocriminal que cultivó Simenon en las novelas que escribió sobre su inmortal comisario Maigret.

José Correa es un escritor, y él no se cansa de repetirlo en entrevistas, que llegó al género que lo ha ubicado en el mapa de las letras negrocriminales españolas por casualidad.

Ricardo Blanco es fruto así de un desafío que nació con tinta de divertimento: ¿sería capaz de escribir algo con las claves de la novela y el cine negro clásico con acento netamente canario?

José Luis Correa –como los autores anteriormente mencionados, y a los que sumo a Carlos Álvarez (imprescindible Si le digo le engaño); Tomás Felipe (imprescindible su renovadora excentricidad Pasa la tormenta) y esa fabulosa rareza que es Top Less de José Santiesteban– es capaz de reivindicar la ciudad de provincias que habita como espacio literario.

Un espacio literario libre de prejuicios y creíble.

Y no es fácil convencer a un lector agrietado y con demasiadas y quijotescas lecturas negrocriminales encima… También tan necesitado de entender que no está solo en el mundo.

¿Una tontería?

A mi no me lo parece cuando me reencuentro con Ricardo Blanco.

(*) Este su blog El Escobillón agradece el gesto de Javier Hernández Velázquez por haber hecho posible el post.

Saludos, Fuerte Álamo, desde este lado del ordenador.

Un hombre sin aliento, una novela de Philip Kerr

Jueves, Febrero 13th, 2014

Sobreponiéndome a una intensa sensación de vergüenza, me quedé donde estaba mientras el verdugo le pasaba la soga por la cabeza a Hermichen. Tuve la sensación de que con mi mera presencia participaba de manera activa en un acto denigrante de maldad humana no menos cruel y violento que el sufrido por las dos rusas que habían violado y asesinado esos dos soldados. Dos muertes más en ese horrible lugar apenas parecían tener importancia, y sin embargo, me pregunté, ¿cuándo tocaría a su fin tanta muerte? Daba la impresión de no tener fin”.

(Un hombre sin aliento, Philip Kerr, colección Serie Negra, RBA. Traducción: Eduardo Iriarte)

Philip Kerr era hasta ese momento un discreto escritor que vendía libros. Material de evasión un poco más complejo que el que cultivaban otros compañeros de oficio, pero perfectamente olvidable como autor de entretenimiento hasta que acertó con Bernie Gunther: sabueso de la Criminal pero con escrúpulos suficientes para dejar su oficio cuando los nazis llegan al poder; ejercer de detective en el Hotel Adlon y vestir el uniforme porque es alemán para huir de su país acusado de crímenes de guerra tras finalizar la II Guerra Mundial.

Un hombre sin aliento es la novena entrega que Kerr dedica a Gunther y pese a su número de páginas, medio millar, se lee como quien no quiere la cosa.

La acción y posterior investigación, que es lo de menos, se desarrolla en 1943, el año de la derrota en Stalingrado. También de los complots para atentar contra Hitler organizados por un grupo de militares de alto rango, aristócratas y alemanes; y el año del descubrimiento en un bosque cercano a Smolensk –Katyn– de fosas repletas de cadáveres con un agujero en la cabeza.

Los alemanes afirman que estos restos pertenecen a oficiales del ejército polaco ejecutados por el ejército soviético. Este es el mensaje que da al mundo la maquinaria propagandística nazi con el fin de atacar y dividir a los aliados.

De hecho, el gobierno polaco en el exilio en Londres rompe relaciones con la URSS.

Gran Bretaña, la Francia Libre y Estados Unidos miran para otro lado…

En este escenario se mueve Un hombre sin aliento, con un Gunther menos cínico e irónico que en otras novelas, enviado por el doctor Goebbels para que encuentre pruebas.

Pruebas de asesinatos en pleno Armagedón.

Con todo, es un encargo perfecto para Bernie, un sabueso que ahora trabaja para la patria en la Oficina de Crímenes de Guerra de la Wehrmacht.

¿Oficina de Crímenes de Guerra de la Wehrmacht?

Sí, fue un organismo que en aquellos años veló para castigar los desmanes de los soldados alemanes. Es decir, los asesinatos impulsivos e individuales, no cuando liquidaban a centenares de civiles por cumplir órdenes.

Absurdo, ¿no?

“- Venga, teniente, –lo insté–. No hay necesidad de andarse con reticencias. Los dos sabemos que las SS llevan asesinando a judíos en Rusia desde el primer día de la Operación Barbarroja. He oído por ahí que medio millón de personas fueron masacradas en los primeros seis meses.– Me encogí de hombros–. Oiga, lo único que intento es establecer un perímetro dentro del que resulte seguro investigar; un límite más allá del que no me convenga ir de paseo con mis botas de la policía del cuarenta y seis. Porque lo último que nos interesa a ninguno de nosotros es levantar la tapa de la colmena”.

Como en otras novelas de Gunther, los personajes reales se mezclan con los ficticios y la combinación funciona porque Kerr sabe hacerlos creíbles a través de los ojos de Bernie. Una cucaracha que sobrevive en toda clase de ambientes hostiles y sin apenas morderse la lengua. Recuerden que su lengua es, precisamente, la de un sabueso.

Un sabueso que cumple órdenes para sobrevivir.

En las nueve novelas Gunther, el personaje ha ido tomando sustancia. Más allá del atractivo de las tramas en las que el escritor lo envuelve. De hecho, a mi juicio, la razón de las obras es un elemento secundario en sus libros aunque necesario para que el pobre de Bernie aparezca episódicamente, y fielmente, en una o dos nuevas entregas al año.

Un hombre sin aliento, como las otras historias de Gunther, no es alta literatura, ni pretende serlo –aunque Kerr lo intentó demostrar con resultados poco memorables en Una investigación filosófica– pero sí que es una novela que atrapa y enseña. Sobre todo a resistir cuando todo alrededor se desmorona y observas a los aprendices a depredadores moverse a tu alrededor.

Sobrevivir.

Esa es la clave para entender a Gunther.

Un superviviente cansado que se arropa en un edredón de cinismo. Tanto, que incluso deja escapar a una de las mujeres de su vida por ser tan ridículamente competente.

Soldados asesinados en retaguardia, el olor podrido que emana de las fosas descubiertas; un padre y su hija, rusos, muertos en circunstancias espantosas, la guerra de fondo… ecos de una próxima batalla que se librará en Kurst; y expertos de países neutrales para investigar quién pudo acabar con la vida de los miles de restos encontrados en el bosque cercano a Smolensk, sirven a Kerr para urdir otras historias.

Pequeños fragmentos que, a mi juicio, resultan más interesantes que la historia que cuenta en sí. Como el asesinato de Berruguete, experto forense español inspirando en Antonio Vallejo-Nájera, un militar y psiquiatra franquista que se empeñó en demostrar que el marxismo era una tara mental.

Cuentan que trabajó –con el visto bueno de la autoridad– con soldados republicanos capturados como si se tratasen de cobayas. ¿La idea? demostrar que su teoría era cierta.

Lástima que como en casi todas las novelas de este tipo, y no solo las que firma Kerr, cuando se aproxima la conclusión se precipite y deje demasiados cabos sueltos, aunque sospecho que el escritor ahondará en ellos en próximas entregas Gunther

Bernie Gunther…

Philip Kerr le ha puesto nombre y apellido a un superviviente.

Saludos, ¡Documentación!, desde este lado del ordenador.

Se hace saber…

Miércoles, Febrero 12th, 2014

* La Filmoteca Canaria continúa este jueves, 13 de febrero, el ciclo de cine dedicado a Terence Fisher con  la proyección del largometraje Las novias de Drácula (1960). El pase será en el Aguere Espacio Cultural a partir de las 20.30 horas.

* El profesor Manuel Hernández ha sido nombrado miembro de la Academia de la Historia de Cuba. Paralelamente, el historiador se encuentra corrigiendo las pruebas de imprenta de un estudio sobre el liberalismo criollo y la sacarocracia, así como escribe un volumen en el que analiza la declaración de Guerra a Muerte que Simón Bolívar hizo pública durante las luchas por la independencia de Venezuela.

* Mario Domínguez Parra elabora una muestra de poesía canaria, de la que hasta ahora han aparecido tres partes, para la revista mejicana: Círculo de poesía. Recoge, en esta ocasión, trabajos de Federico J. Silva, Coriolano González Montañez, Miguel Ángel Alonso, Maiki Martín Francisco y Bruno Mesa, entre otros.

* La Escuela de Idiomas Modernos de la Universidad Central de Venezuela (UCV) ha incorporado el blog Lavadora de textos a su programa docente con una serie de actividades para alumnos del último curso de las carreras de traducción e interpretación y de traducción que incluyen una traducción al inglés de uno de los artículos y el análisis de los contenidos del blog, así como del libro Lavadora de textos, una recopilación de los textos publicados en esa web por Ramón Alemán.

Saludos, nos vemos, desde este lado del ordenador.

Un Crimen sin resolver

Martes, Febrero 11th, 2014

Frente a todos los crímenes anónimos de mis criminales huéspedes de una noche, ha permanecido mi crimen en su sitio propio de sensacional, único y gran asesinato pasional. De crimen tipo. De crimen de novela más que de crimen ocurrido.

Sobre él y sobre mis lectores caigan desde hoy mis futuras maldiciones y persecuciones, la miseria actual y las pústulas pretéritas de mi cuerpo senectuoso de narrador emocionado del asesinato propio y de los crímenes ajenos”.

(Crimen, Agustín Espinosa, Taller Ediciones JB Josefina Betancor. Madrid, 1974)

Son aún escasos los escritores nacidos a este lado del Atlántico que se han preocupado en divulgar sin barniz académico, Crimen, de Agustín Espinosa, un libro que celebra el ochenta aniversario de su publicación y que coincide con el cuarenta aniversario de su reedición en la pequeña pero emblemática Taller Ediciones JB, un volumen que incluyó además Lancelot 28”-7º y Media hora jugando a los dados.

En un hipotético estudio sobre la novela negra en Canarias podría ubicarse Crimen de Agustín Espinosa como texto iniciador, aunque lamentablemente no fundacional, de lo que podría haber sido el imaginario de un género tan despreciado por su vocación de entretenimiento. Pero así son las cosas, también las fuentes aún no profanadas de un pasado, otros lo llaman tradición, de las literaturas que se escriben desde estas islas –o fuera, en territorio continental u otras islas– abandonada de la mano de los dioses

No obstante, quizá esta pista inexistente explique que el Crimen de Agustín Espinosa continúe sin resolver.

Crimen es un libro pequeño, de apenas medio centenar de páginas. La portada de la edición original la ilustró Óscar Domínguez.

Domínguez fue uno de los espíritus errantes de esa generación de marcianos que reunió la revista Gaceta de Arte. Surrealistas de provincias que consiguieron que se les tomara en serio pese a que su centro de operación se encontrara en una isla diminuta del océano Atlántico, Tenerife, en unos tiempos previos a lo que más tarde fue una desgraciada y dolorosa Guerra Civil.

Crimen está repleto de imágenes feroces y violentas en la que late mucha necesidad sexual.

La confesión de Raskólnikov es otra cosa…

Aunque solo acariciaba las orejas, los labios, las mejillas de un hombre a quien había asesinado unas horas antes en su misma habitación, para sustituir su cabeza por una cabeza más clásica: capricho último, de noche de Navidad, de una mujer de pelo rojo y caderas ampulosas. Por quien había llegado hasta el crimen. Y que esperaba, en tanto, voluptuosamente, mi retorno imperioso a su casa, portador de la cena mágica, en la que cual habría de ser yo, a la vez, “maître”, matarife y comensal enamorado.”

Ochenta años después, su inicio aún fustiga:

Estaba casado con una mujer lo arbitrariamente hermosa para que, a pesar de su juventud insultante, fuera superior a su juventud su hermosura. Ella se masturbaba cotidianamente sobre él, mientras besaba el retrato de un muchacho de suave bigote oscuro.

Se orinaba y se descomía sobre él. Y escupía –y hasta se vomitaba– sobre aquel débil hombre enamorado, satisfaciendo así una necesidad inalcanzable y conquistando, de paso, la disciplina de una sexualidad de la que era la sola dueña y oficiante.

Ese hombre no era otro que yo mismo.”

Así justifica, pero no resuelve, Agustín Espinosa el Crimen:

Ella creía que toda su vida iba a ser ya un ininterrumpido gargajo, un termitente vómito, un cotidiano masturbarse, orinarse y descomerse sobre mí, inacabables.

Pero una noche la arrojé por el balcón de nuestra alcoba al paso de un tren, y me pasé hasta el alba llorando entre el cortejo elemental de los vecinos, aquel suicidio inexplicable e inexplicado.”

Un Crimen, hay que decirlo, que queda sin resolver.

Y un Crimen, el de Agustín Espinosa, que todavía inquieta.

Inquieta por raro no solo en la república de las letras escritas en estas islas desordenadas sino en otras repúblicas literarias donde una obra así, intensa y rebelde, hubiera terminado siendo pasto de las llamas o relegada a un discreto olvido.

Y no ha sido este el caso.

Investigadores, escritores, lectores se empeñan aún en resolver un caso imposible, el enigma Crimen de Agustín Espinosa.

Un Crimen escrito por “yo, el hijastro de la isla. El aislado”.

Un grimorio cuya estructura –no su voluntad– ha intentado ser imitado en ocasiones posteriores con muy irregulares aciertos.

Esto me hace preguntar:

¿Quién es esa mujer que se ha arrojado al mar para no tener que desnudarse más ante marineros, comerciantes y soldados, tan frágil y blanca, que su cuerpo, un momento sobre el agua, se confundió con la espuma marina y con la estela de la luna y con las alas de las gaviotas?”

“¿De dónde ha venido ese grito que ha interrumpido de pronto la tarde y ha hecho volver a un mismo tiempo todos los ojos y todas las manos hacia un mismo punto vago y distante?

Los crímenes de Agustín Espinosa continúan sin resolver.

(*) ¡Gracias, Angélica Camerino!

Saludos, aislado, desde este lado del ordenador.