Manuel Hernández: “Con la familia Gálvez se pasó de la venta de cargos a criollos a la colocación de peninsulares en la América española””

Martes, Febrero 18th, 2020

Manuel Hernández González es catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna y autor de varios libros y artículos donde estudia la presencia y la huella canaria a lo largo de los años en el continente americano.

El historiador presenta ahora El círculo de los Gálvez. Formación, apogeo y ocaso de una élite indiana (Ediciones Polifemo, 2019) en la que analiza la vida y obra de esta familia de origen malagueño y de cómo se convirtió en una de las más importantes de la América colonial.

– ¿Por qué El círculo de los Gálvez?

“Porque se trata de una familia que intentó erigir un círculo de poder en el mundo americano a través de la proyección de su familia y los vínculos familiares y de paisanaje con el objeto de establecerse en América y fortalecer Andalucía y en particular Málaga a través de la continuidad del monopolio mercantil en México, Venezuela y Filipinas en compañías que tenían su eje en ese puerto andaluz”.

- ¿Quién cree que tuvo el papel más destacado en la familia de los Gálvez?

“José. José de Gálvez ya que tuvo todo el poder en Indias, no solo ejecutivo sino también legislativo y judicial como secretario y gobernador de la América española entre 1776 y su muerte en 1787”.

- ¿Cuál fue la vinculación de los Gálvez con Canarias?

“Matías, hermano de José, residió por más de veinte años en las islas. Fue administrador de una hacienda absentista en Los Realejos (La Gorvorona), donde introdujo nuevas técnicas de cultivo de la vid y lagares y novedosos acuerdos con los comerciantes extranjeros. Más tarde fue administrador de la Renta del Tabaco, castellano de Paso Alto y el primer teniente del rey de la Capitanía General de Canarias. Además fue miembro de la Real Sociedad Económica y promotor de la emigración canaria a Luisiana y Costa de los Mosquitos. Su hijo Bernardo vivió su infancia y primera juventud en las Islas. Poco antes de ser virrey de Nueva España arribó a Tenerife para recordar la isla en que vivió sus primeros años y por la que tenía un particular cariño. Fue designado socio de la Económica. Antonio, el hermano de Matías y José, vino a Tenerife como administrador de la renta del tabaco para suceder a su hermano Matías. Meses después regresó a la Corte bajo mandato del Capitán General, pero a su vuelta fue capturado por corsarios argelinos y conducido a Marruecos. Tras ser liberado fue designado comandante general de Cádiz. Su hija Rosa, célebre poetisa y autora teatral, vivió durante ese tiempo en Tenerife y le dedicó uno de sus más significativos poemas, su Viaje al Teide”.

- ¿Cómo resumiría las características fundamentales de la Norteamérica bajo dominio e influencia española?

“Era un territorio escasamente poblado que el gobierno español quiso reactivar demográfica y económicamente, máxime cuando en 1763 la Luisiana francesa pasó a manos españolas. Pese a impulsar su población, su crecimiento fue muy precario, lo que facilitó una fácil intervención norteamericana, máxime cuando en 1802 España regaló la Luisiana a Francia y Napoleón la vendió a Estados Unidos por 13 millones de dólares. Con esa compra dobló su superficie territorial y preparó el asalto a Texas y los demás territorios al norte de Río Bravo”.

- ¿Qué destacaría del gobierno de Bernardo de Gálvez en la Luisiana?

“Bernardo de Gálvez fue gobernador de la Luisiana en una época crucial en vísperas de la guerra de independencia de Estados Unidos. Se integró plenamente entre sus élites, al punto que se casó sin permiso real con la hija de un hacendado francés, al que convirtió más tarde en su teniente del rey. Quiso favorecer los intereses económicos locales y su comercio con Francia. También promovió la migración de canarios y de acadianos, franceses procedentes de una antigua colonia gala en Canadá. Los canarios se convirtieron en la base de la cultura hispana y los acadianos cimentaron la pervivencia de la francesa. De ella parte la cultura cayún. Sin embargo fracasó en la conducción de familias andaluzas porque las granadinas desertaron y solo fueron 88 personas de su Axarquía malagueña natal los que fundaron junto con acadianos la Nueva Iberia. Muy pocos frente a los más de 2.500 canarios y 1.500 acadianos”.

- Luisiana cuyo territorio no es el actual Estado… ¿qué dimensiones tenía entonces?, ¿y cuál era su población y relación con las poblaciones indígenas?

“Comprendía la parte occidental del Missisipi hasta Texas, por una parte, y por la otra hasta los Grandes Lagos. San Luis Missouri fue fundado en la época española, interviniendo en su fundación su suegro, que se dedicó a las relaciones con las comunidades indígenas intercambiando mercancías con ellos a cambio de pieles. En esa época las tribus eran todavía muy importantes incluso en las guerras”.

- ¿Cómo se recuerda a Bernardo de Gálvez en la actual Norteamérica?

“Su papel fue muy significativo en la Luisiana y en las guerras contra los ingleses durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Al apoyar a los independentistas, Gálvez se convirtió en un mito hasta el punto de contar con un cuadro suyo en el Congreso”.

- En el libro explica cómo la familia Gálvez se convierte en una de las más poderosas de la América española.

“José de Gálvez no solo fue secretario de Indias, durante su mandato fue gobernador del Consejo de Indias, una especie de tribunal supremo para América, con lo que concentraba en su persona todos los poderes. Sus reformas económicas perseguían mayor control en los impuestos y aduanas por lo que erigió las intendencias, en las que colocó a personas vinculadas a él por razones de linaje y paisanaje, desplazando a los criollos, lo que motivó rebeliones como la de los comuneros de Nueva Granada o la de Tupac Amaru. Con Gálvez se pasó de la venta de cargos a criollos a la colocación de peninsulares, particularmente malagueños y andaluces de su entera confianza”.

- Hablamos de los hombres pero ¿qué papel juegan las mujeres de la familia y las que se vinculan a los Gálvez?

“Las mujeres Gálvez son muy importantes. La tercera mujer de José de Gálvez y su única hija María Josefa son ejemplos de mujeres ilustradas con grandes preocupaciones sociales. Fueron integrantes de la Junta de Damas de la Sociedad matritense de Madrid, donde mostraron un gran interés por la educación, la mejora de las condiciones de los hospicios y la cultura en general. La esposa de Bernardo, Felicitas de Saint-Maxent, era natural de Nueva Orleáns y fue una mujer ilustrada que conoció a Humboldt y fue amiga de numerosos ilustrados como Cabarrús, Jovellanos o Moratín y de la musa de la Ilustración española, la condesa de Montijo, esposa del tinerfeño Estanislao de Lugo. Sería desterrada de la Corte acusada de afrancesada. Su hija Matilde fue pintora, actriz teatral y socia de la Económica de Aragón durante el destierro de su madre en Zaragoza. Su prima Rosa fue sin duda la más importante poeta y autora teatral española de su tiempo”.

- Usted habla en el libro de un Gálvez afrancesado, ¿qué pasó con él?

“El único hijo varón de Bernardo, Miguel, que murió soltero, sin descendencia, fue caballerizo del rey José, capitán de dragones de su ejército y premiado por su apoyo a ese monarca con la orden de España. Tuvo que exiliarse a Francia cuando los franceses fueron expulsados de España y no pudo regresar hasta el Trienio liberal”.

- En el libro escribe sobre la batalla de Pensacola, que es donde se forja el mito de Bernardo de Gálvez. ¿Qué hay de verdad y de mentira en torno a su intervención en esta batalla?

“La decisión de atacar “Yo solo” como dijo Bernardo de Gálvez estaba condenada al fracaso porque tuvo que refugiarse en la isla de Santa Rosa sin posibilidad de tomar esa plaza. La llegada de las tropas al mando de Cagigal y Solano son las que condujeron a la victoria. Pero él y su tío, que lo acababa de nombrar jefe del ejército de América, hicieron todo lo posible para que recayera en Bernardo todo el protagonismo”.

- Al parecer, el venezolano Miranda se hace independentista por la actuación de Bernardo de Gálvez en esta batalla. ¿Es cierto?

“Miranda acudió al rescate de Bernardo Gálvez junto con su jefe Juan Manuel de Cagigal y el marino José Solano y Bote cuando éste atacó Pensacola y se encontraba gravemente herido. Gracias a esa ayuda se pudo derrotar a los ingleses. Después Cagigal y Miranda conquistaron las Bahamas sin morir ningún soldado español. Esa victoria destapó los celos de Bernardo de Gálvez, que movilizó a su tío para acusar a Miranda de contrabando en su misión de espionaje en Jamaica cuando éste estaba autorizado por el mismo José de Gálvez para financiar la expedición. Se le acusó también de dar información al militar británico Campbell sobre las fortalezas habaneras, a pesar de que no se encontraba en La Habana. Fue condenado a diez años de presidio en Ceuta, lo que le llevó a desertar hacia los actuales Estados Unidos de Norteamérica y convertirse en independentista. Su amigo Cagigal estuvo cinco años preso en Cádiz sin juicio. Muchos años después cuando ya estaban muertos los Gálvez, se hizo justicia y quedaron exonerados, pero ya por esas fechas el Precursor luchaba en Europa por la emancipación americana. Lo mismo le pasó a José Solano, acusado en consejo de guerra de contrabando. Paradójicamente su suegro, Saint Maxent ,sí fue condenado por contrabando en Jamaica”.

- ¿Quedan descendientes de la familia en la actualidad?

“Matilde Gálvez se casó con un militar napolitano, con el que tuvo en Nápoles tres hijas que son las únicas descendientes directas del linaje y las herederas de la riqueza acumulada por toda la familia ya que los demás integrantes no tuvieron descendencia y José Gálvez lo había articulado de tal forma que toda la fortuna familiar debía pasar a un mismo heredero si fallaban las restantes ramas, como fue el caso. Al no tener descendencia ni sus primas ni su hermano Bernardo, Matilde se convirtió en la última heredera y murió precisamente en Málaga cuando estaba haciendo inventario de ellas”.

- Si fue tanta la importancia de esta familia ¿por qué sigue siendo tan desconocida?

“En los últimos años sobre todo Bernardo ha sido objeto de publicaciones pero en sus aspectos bélicos. En otros su conocimiento era menor. Hemos tratado de abordar su trayectoria y su proyecto como linaje y como élite de poder desde sus inicios hasta su ocaso”.

– ¿Qué descubrimientos proporciona sobre la familia?

“He analizado los orígenes y la proyección de quien fue la cabeza del linaje: José de Gálvez así como la trayectoria de sus hermanos y familiares y lo he integrarlo dentro de una estrategia común aportando documentación inédita y tratando de contrarrestar los numerosos tópicos y mitos de la forma que se tiene que hacer: con documentación que lo respalde”.

- ¿En qué trabaja ahora?

“En un libro sobre ocho dirigentes de la Primera República de Venezuela que fueron desterrados en Ceuta por Domingo Monteverde y la Regencia. Aborda un periodo controvertido de la historia de las Guerras de Independencia en América con abundante documentación inédita tanto del destierro como de la vida previa de tales dirigentes desde el 19 de abril de 1810”.

Saludos, esa gran Historia, desde este lado del ordenador

Pilar Carreño: “José Julio fue el primer artista que expuso arte abstracto en Canarias”

Martes, Febrero 11th, 2020

La obra pictórica de José Julio Rodríguez (Los Llanos de Aridane, La Palma, 1916-Madrid, 2002) continúa siendo desconocida en el archipiélago en el que nació. Para romper este silencio, la Biblioteca de Artistas Canarios incluye un extenso trabajo sobre su vida y obra que firma la investigadora de arte, Pilar Carreño Corbella, quien desvela las claves que caracterizan la producción del artista así como detalles hasta ahora poco conocidos de su vida.

El volumen, número 63 de la colección, se prevé que se presente a finales de mayo en la Feria del Libro de las dos capitales canarias y en la localidad natal de José Julio coincidiendo con la publicación de otro libro de la BAC centrado en esta ocasión en la también artista palmera Carmen Arozena.

- ¿Qué destacaría de la producción artística de José Julio Rodríguez?

“De toda su producción artística, sin duda, resaltaría su temprano paso a la abstracción, ya que en marzo de 1950 presentó en El Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria la primera muestra abstracta del archipiélago, que tituló Arte absoluto 1949/50, con obras sobre papel en las que combinaba la decalcomanía y los trazados geométricos”.

- ¿Qué etapas cree que definen su arte?

“En primer lugar, la figuración en sus inicios como pintor hasta 1946; en segundo, su militancia en los grupos de vanguardia (PIC y LADAC), en los que alcanza la abstracción y la desarrolla (1947-1953); en tercero, un periodo corto de retorno a una figuración más avanzada (1954-1955); y por último, el espacialismo y expresionismo abstracto (1957-1964)”.

- ¿Hasta que punto pudo cree que pudo influir que se dedicara a la pintura que su padre fuera fotógrafo?

“Creo, en efecto, que su padre ejerció cierta influencia: cuando vivían en La Palma, en su casa en Los Llanos de Aridane, había revistas con reportajes de arte, de esta manera conoció muy temprano la obra de Kandinsky; además en el estudio fotográfico su padre le fotografiaba a menudo y estaba familiarizado con todo lo referente a este arte; pero también en el colegio su maestra, Fernanda Pérez, le invitó a asistir desde muy pequeño a las clases de dibujo”.

- José Julio, como ha dicho, es natural de Los Llanos de Aridane, ¿se percibe en su pintura?

“Siempre me hablaba de su infancia en La Palma con cierta nostalgia, pero de ahí a trasladarlo a la pintura es otra cosa, hasta ahora no me he encontrado ninguna obra de esos años”.

- Creo que durante la redacción de este volumen tuvo dificultades para acceder al archivo del pintor, ¿por qué?, ¿y por qué se encuentra en Icod de los Vinos?

“No exactamente al archivo del pintor, porque José Julio me legó una parte de la documentación que conservaba y su familia me ha abierto de par en par las puertas de su casa. La documentación a la que no tuve acceso es a la documentación oficial que pudiera haber en el Archivo Municipal de Icod de los Vinos. Residió allí y su padre montó una fábrica de caramelos en esta localidad. Sin embargo, a pesar de realizar la solicitud con registro de entrada y hablar por teléfono con la última concejala, la respuesta fue que no tenían organizado el archivo ni tampoco un técnico”.

- José Julio conoce, tengo entendido, a Emeterio Gutiérrez Albelo en esta localidad.

“Emeterio Gutiérrez Albelo le dio clases de dibujo en Icod de los Vinos y dado la vertiente poética de José Julio se estableció una relación amistosa que perduró en el tiempo, coincidieron en la revista Mensaje”.

- Traba amistad también con Eduardo Westerdahl.

“Para José Julio fue una amistad excepcional, siempre me resaltó el papel de Westerdahl como crítico de arte, al que le mostraba sus obras y consultaba sus libros, además de ver muy a menudo su colección. Creo que esa relación fue definitiva en su pase temprano a la abstracción”.

- Eso quería preguntarle. ¿Cómo llega José Julio al arte abstracto?

“Llega al arte abstracto por la influencia de la colección y biblioteca de Eduardo Westerdahl, y por la influencia directa del crítico. En la obra abstracta de José Julio hay un lenguaje personal muy meditado, donde el color es determinante, tanto en su periodo abstracto de los años cincuenta, como el las obras espacialistas de los sesenta”.

- Antes mencionó que José Julio formó parte del grupo LADAC, ¿qué es LADAC y que espacio ocupa en este grupo?

“Se vincula al colectivo de los arqueros en 1951, cuando el grupo se forma oficialmente. Es uno de los cuatro artistas junto a Felo Monzón, Juan Ismael y Millares que expone en la sala Syra de Barcelona, unas obras que nunca recuperó. Para esta muestra realiza una serie de cuadros, en los que introduce sobre un fondo monocromo o polícromo un trazado lineal y en ocasiones rellena los espacios triangulares con arena de la playa, obras que tuvieron una muy buena acogida en la crítica catalana”.

- Sin embargo, en 1953 se establece en Madrid y vuelve a sus inicios, a la pintura figurativa moderna. ¿Qué destacaría de esta etapa?

“Este retorno a la figuración se produce por agradar a su joven esposa que prefería este tipo de obras, pero también influye su traslado de residencia a Villarejo de Montalbán, un entorno que le sirve como fuente de inspiración. Son obras frescas, de pincelada suelta y conceptualmente modernas”.

- José Julio expone en Madrid en 1962. ¿Comenzaba una nueva aventura artística o anunciaba el final de su carrera como artista?

“Las dos cosas a la vez: por un lado, inicia una nueva etapa, al recurrir a nuevos materiales, como el látex y las limaduras de zinc, y limitar la paleta cromática al negro y plata, pero no obtuvo los resultados que el pintor esperaba, y por otro, una obra tan potente que presagia su final como pintor”.

- Usted que lo conoció, ¿cómo lo recuerda, qué destacaría de él como persona?

“Logré localizarlo a través del también pintor y amigo suyo, Teodoro Ríos, cuando le entrevisté para mi tesis doctoral sobre las Vanguardias en Canarias, dado que ambos habían participado en el grupo PIC (Pintores Independientes Canarios) en 1947. Le conocí personalmente en 1984, en una primera entrevista en la que lejos de cerrarse, me explicó con todo lujo de detalles datos que desconocía y que más tarde pude contrastar con documentación, al tiempo que me iba mostrando obras de su trayectoria artística. A este primer encuentro siguieron muchos más, además de cartas y llamadas telefónicas. Se estableció una amistad, además era un hombre muy familiar, siempre optimista, vitalista, educado así que valoro muchísimo que me contestase siempre con sinceridad”.

- ¿Cuándo y dónde fue su última exposición?

“Su última exposición la organizó CajaCanarias, cuando Alberto Delgado era el responsable de la Obra Social de la entidad en 1991. José Julio donó dos obras al concluir la muestra, las únicas que se encuentran en una colección institucional en Canarias”.

- ¿Por qué se retira de la pintura?

“Estuvo pintando y dibujando hasta el final de sus días aunque de lo que se retiró definitivamente fue del mundillo artístico”.

- Antes mencionó que realizó decalcomanías, ¿cómo las definiría?

“Los referentes de estas obras son, sin duda, las de Óscar Domínguez que conoció en casa de Westerdahl, pero José Julio siempre utiliza gouache o acuarela, o bien ambas a la vez, pero nunca tinta china, y la intervención después de la transferencia de la pintura son trazados geométricos”.

- ¿Por qué sigue siendo prácticamente un desconocido en los ambientes culturales de las islas?

“Por varios motivos, principalmente, porque se marchó en los años cincuenta del pasado siglo veinte, tampoco se conservan obra suya en los museos de las islas y hasta ahora no se había publicado una monografía hasta que el director de la colección Biblioteca de Artistas Canarios, Carlos Díaz-Bertrana, me ofreció realizarla. Ahora podemos acercarnos al conjunto de su producción pero falta una exposición sobre este artista, porque no es lo mismo una imagen de una obra que la propia obra”.

Saludos, gloria transit, desde este lado del ordenador

Novelas sobre la Guerra (in)Civil en Canarias

Jueves, Julio 18th, 2019

NOTA: Este artículo actualiza el que titulamos en su día (6-VIII-2016) Novela y memoria sobre la Guerra (in)Civil en Canarias, ya que desde ese entonces se han publicado otras novelas y antologías de cuentos relacionados con este asunto. En este aspecto y salvo las aportaciones que hacemos, el texto se mantiene prácticamente igual al original.

Canarias cuenta con una interesante producción literaria sobre la Guerra Civil en la que se mezcla ficción y memoria a partes iguales. Estas líneas solo pretenden orientar al lector sobre algunos títulos que considero, a mi juicio, recomendables para hacerse una idea de lo que podríamos llamar “nuestra peculiar literatura sobre aquel conflicto”, siendo conscientes que nos dejamos muchas obras en el tintero.

Se trata pues de un artículo que no nace con vocación investigadora ni de análisis, sino como guía de una serie de volúmenes que merecen ser recuperados por todos aquellos que estén interesados en conocer cómo desde los territorios de la imaginación y también del testimonio se nos ha contado con mejor o peor fortuna el drama de la Guerra Civil a este lado del Atlántico.

Para quien les escribe si hay tres títulos claves sobre este oscuro periodo de nuestra historia son El barranco, La prisión de Fyffes y Luchar por algo digno, de Nivaria Tejera, José Antonio Rial y Pedro Víctor Debrigode, respectivamente. No puedo olvidar Sima Jinámar del periodista y escritor José Luis Morales, entre otros.

El barranco de Nivaria Tejera es un emotivo y desolador relato a medio camino entre la ficción y la memoria. La acción se desarrolla en La Laguna a principios del alzamiento y está contada a través de los ojos de una niña que asiste a la detención de su padre por ser afín a la II República, lo que supone una fractura para su infancia así como para la familia.

El barranco es para el especialista Claude Couffon la primera novela en español sobre la Guerra Civil, una reflexión muy discutible ya que se publicó antes en francés (Lettres Nouvelles, 1958) que en castellano.

El exilio interior es una de las grandes constantes en la producción literaria de su autora. Mujer que tras abandonar las islas con su familia recaló en Cuba, donde abrazó en su juventud los principios de la revolución cubana liderada por Fidel Castro hasta que ésta se escoró –ya sin máscaras– hacia el socialismo.

En una entrevista que mantuvo con el autor de este artículo (1) Nivaria Tejera reveló que una de las causas que la motivaron a escribir El barranco fue “la necesidad de despejar ese mundo interior que está tan intrincado en mi personalidad. Sentía, además, la poesía que podía extraer de todo aquello. Mi intelecto ya estaba establecido y me pareció que era un elemento de trabajo intenso para que comenzara a escribir.”

Y añadía: “Afortunadamente nunca perdemos la infancia. Lo que sí me costó fue llevarla a una posible lectura, a una escritura, a un estilo porque ya entonces quería crear un estilo agarrándome a esa terrible memoria infantil.”

La prisión de Fyffes de José Antonio Rial narra el encarcelamiento del autor en la improvisada cárcel que antaño había sido empaquetadora de plátanos y que se encontraba en aquel entonces a las afueras de la capital tinerfeña.

Novela testimonio y de ambiente carcelario, Rial escribe que mientras estuvo preso en Fyffes fue como “vivir en una cloaca” ya que los presos republicanos estaban hacinados y sobre todos ellos pendía la sombra de la muerte. En esta improvisada cárcel, el poeta Domingo López Torres escribiría el poemario Lo imprevisto, que fue sacado clandestinamente días antes de que hicieran desaparecer al poeta.

José Antonio Rial (San Fernando, Cádiz, 1911-Caracas, Venezuela, 2009) se exilió a Venezuela donde continuó escribiendo y colaborando en distintos medios de comunicación de ese país. Algunos de sus libros son Venezuela Imán, Reverón, Jezabel, Segundo naufragio, Tiempo de espera y Las nereidas del faro.

Admirado por numerosos lectores aficionados a la novela de capa y espada de a peseta, Pedro Víctor Debrigode emplea también la ficción y la memoria en su antológica Luchar por algo digno. Obra que consta de dos partes, el primer volumen se desarrolla prácticamente en Tenerife donde el estallido de la Guerra Civil coge al protagonista mientras cumple servicio militar.

Las descripciones más estremecedoras del libro son las que se desarrollan en los barcos prisión anclados en el puerto de Santa Cruz de Tenerife y en los que el protagonista cumple con la ordenanzas militares mientras contempla como día sí, día no, muchos de los cautivos salen en pequeñas embarcaciones a alta mar para no regresar jamás.

Escrita sin florituras estilísticas, Luchar por algo digno (la segunda parte se titula El espía inocente) se trata a mi juicio de la mejor novela escrita hasta la fecha sobre la Guerra Civil en Canarias. Quizá porque se trata de la historia de un hombre que sin ideologías solo quiso vivir y que lo dejaran en paz.

Otro de los títulos más conocidos sobre aquella contienda fratricida escritos en y desde Canarias es Sima Jinámar, de José Luis Morales.

Según explicó el autor en una entrevista publicada en el diario El País, la novela la comenzó a escribir en la cárcel por dos razones: “la primera, que allí tenía tiempo. Y luego, que en aquella ocasión la novela actuaba como salida y reflexión en un momento de crisis ideológica que yo sufría, era 1969, con toda la universidad española. Intentaba, por un lado, hablar de esa realidad que para mí era tan cercana, la de las islas, y por otro, dar a todo esto universalidad, romper el localismo. Porque, al final, los problemas no son exactamente locales, ¿no? Entonces ensayé con el lenguaje canario, rural y con sus ritmos. Te llamará la atención que hay mucha redundancia, que para mí es dialéctica. Y para romper el realismo elemental aparecían algunos personajes atemporales, míticos, que rompen el tiempo y universalizan la ficción.”

La novela, reeditada en 2015 por Turpin Editores, recopila una serie de atrocidades de las que se habla aún en susurros en Gran Canaria.

Según Domingo Martín en su interesante blog Noticias de Agüimes, Sima Jinámar es el relato de un hombre al que “el sistema va engullendo. Y, aunque una de las habilidades de Morales es la de inventar topónimos (Anuwania, las Siete Mil Islas o Banicado son algunos nombres), a esta Sima le respetó el nombre original para que no quedara duda. Los setenta metros de profundidad de este tubo volcánico sirvieron de tumba para disidentes durante la dictadura julita, en la que transcurre la trama de la novela. Con tanto cadáver gritando historias, ‘intentaron dinamitarla después de la guerra, pero entonces la abrieron más’, recuerda José Luis Morales. ‘Es imposible dinamitar algo que es como una catedral de grande’”.

La Guerra Civil también ha producido otras novelas como La infinita guerra, de Luis León Barreto, y ha servido de inspiración para moldear el carácter de algunos de los protagonistas de sus historias en distintos escritores de la que ya se conoce como Generación 21 como son Víctor Álamo de la Rosa (El año se la seca, Campiro que y Terramores); Al sueño polar de golondrinas, de Álvaro Marcos Arvelo y Los días de Mercurio. La iniquinidad II y Los milagros prohibidos de Alexis Ravelo.

Álamo de la Rosa se basó en un conocido político herreño, Manuel Hernández Quintero, para su Manuel el huido de Terramores. El año de la seca se ambienta en el periodo de postguerra en el territorio mítico de Isla Menor (El Hierro) mientra que en Campiro que da noticias de todas aquellas personas que al estallar la guerra buscaron refugio en cuevas y tubos volcánicos para no convertirse en víctimas de la represión militar.

Álvaro Marcos Arvelo parte de la fuga que emprendió el poeta gomero Pedro García Cabrera junto a otros presos políticos desde el campo de prisioneros de Villa Cisneros a Dakar, Senegal, en 1937, en Al sueño polar de golondrinas, una novela que discurre en dos tiempos, los años 30 y los actuales cuando llega un barco chatarra a Puerto Santo, universo imaginario del escritor y cuyo reflejo podría ser Tenerife y en cuyas oscuras bodegas viajan 152 inmigrantes subsaharianos.

En el otro extremo de la balanza se sitúa Alexis Ravelo, quien se despoja de la influencia de su investigador, el marino retirado Eladio Monroy para narrar en clave muy negra una historia de venganza en la mejor tradición del género en Los días de Mercurio. La iniquinidad II, en la que su protagonista, un hombre del bando de los derrotados descubre un secreto bien guardado por parte de uno del bando vencedor. Ravelo insistiría en la Guerra Civil en Los milagros prohibidos, novela en la que narra la que se conoció como Semana Roja en La Palma, única isla que permaneció leal a la II República esos das hasta la entrada de las tropas rebeldes y la huida de los “rojos”, los enemigos del nuevo régimen, al monte y a la costa. Javier Hernández Velázquez retoma el pasado cainita que supuso el conflicto en El fondo de los charcos e insiste en el mismo, aunque en sus páginas finales, en Baraka.

La Guerra Civil y la represión en Canarias mueve, por otro lado, la acción de La lista, de Juan Bosco, quien no se arruga en señalar con el dedo quienes fueron los asesinos y sus víctimas en La Orotava durante aquellos años. Juan Ignacio Royo Iranzo propone algo parecido, aunque en Santa Cruz de Tenerife en su interesante El fulgor del barranco. La capital tinerfeña en aquel tórrido verano de 1936 también es la protagonista de La maleta y el obelisco, de Andrés Servando Llopis

Otras obras a destacar son Mientras maduran las naranjas, de Cecilia Domínguez Luis, novela que recupera la memoria de la Guerra Civil en las islas a través de los recuerdos de Sara, una adolescente que vive el golpe de estado cuando tiene solo diez años y novela que cuenta con una primera parte, Y tú serás el río; La fiesta de los infiernos, de Juan José Delgado, que ofrece una visión sobre aquellos años escrita desde el esperpento y, de manera tangencial, El árbol del bien y del mal de Juan José Armas Marcelo, novela que junto a Las naves quemadas le sirvió para fundar su imaginario universo de Salbago.

Luis León Barreto recurrirá también a la isla-símbolo, en su caso Tamarán, para La infinita guerra, en la que profundiza en las imbricadas raíces que tejió el poder para justificar la represión a la que sometieron a la población de las Islas nada más declararse la Guerra Civil mientras que el periodista y escritor grancanario Alfonso O’Shanahan es autor de Solsticio de verano, una novela de espías ambientada en la segunda mitad de los años treinta en Canarias que ha sabido envejecer con el paso del tiempo. 

A caballo entre Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria se desarrolla en las postrimerías de la Guerra Civil Inmerso en la duda, de Agustín Quevedo Martín; Francisco Estupiñán aborda también aquel conflicto y la posición de la España franquista durante la II Guerra Mundial en El águila de San Juan mientras Eugenio Suárez Galván narra en Balada de la guerra hermosa la historia de dos canarios enrolados como soldados del ejército nacional en los campos de batalla que destrozan las tierras de la España peninsular.

Por otro lado, Agustín Carlos Barruz se preocupa en reflejar la represión y sus secuelas en Memoria de una isla sin memoria, que trascurre en Sacura, anagrama de Arucas, Gran Canaria mientras que la escritora Elia Barceló desarrolla la primera parte de El color del silencio en julio de 1936 en Canarias y Alberto Vázquez Figueroa retrata la feroz represión de los rebeldes en las islas en su novela Bajamar.

También son de destacar El faro y la noche, de Selena Millares, en la que se cuenta el hallazgo las memorias de un oscuro poeta y profesor represaliado tras la guerra civil española

Otros títulos que pueden sumarse a esta relación son Episodios de la Guerra Civil y otros relatos, de Francisco Rodríguez Medina, autor también de El paseo de la muerte; Pedro Padilla Quintana y su En el azul y muy tangencialmente Jonathan Allen en la iniciática El conocimiento.

Novelas sobre los primeros años de la postguerra son Los amores perdidos, de Miguel de León y Guad, de Alfonso García-Ramos, sin olvidar La isla y los demonios, de Carmen Laforet y que transcurre en la capital grancanaria en los años 40.

En cuanto a recuerdos, destacaría Añoranzas prisioneras, del anarquista Antonio Rodríguez Bethencourt, libro en el que narra las aventuras de su compañero de presidio Antonio Tejera Afonso Antoñé; Memorias de un hijo del siglo, del socialista Juan Rodríguez Doreste; Once cárceles y un destierro, de Diógenes Díaz Cabrera; …Empieza a amanecer, de Constantino Aznar de Aceved; Tránsito, de Elba García, memorias sobre el escultor y empresario Bernardino García; Sin rencor. Memorias de un republicano, de Mauro Martín Peña; Semilla de memoria, de Francisco González Tejera; Cecilio Segura, alcalde y maestro replesaliado en la Guerra Civil, de Francisco Suárez Moreno y La luz infinita, de Amílcar Morera Bravo, título en el que este escritor y médico natural de La Palma incluye varios relatos sobre su experiencia como sanitario del ejército nacional en diferentes frentes de la península.

También de un palmero es Con los parias de la tierra, memorias de quien fuera fundador de las Juventudes Comunistas de La Palma y destacado dirigente político durante la II República, Florisel Mendoza.

(1) El Perseguidor (Diario de Avisos), número 23. Entrevista con Nivaria Tejera, “Ya no me siento exiliada en ninguna parte“.

FOTOS

1) Francisco Franco desfila junto al alcalde republicano José Carlos Schwartz y el gobernador civil Manuel Vázquez Moro

2) Almuerzo de los militares golpistas en La Esperanza (Tenerife), dìas antes del golpe de Estado

3) Presos republicanos hacinados en el Lazareto de Gando

Saludos, sí, tal dìa como hoy…, desde este lado del ordenador

‘The Sea Tiger’, la película silente perdida que se ambienta en Canarias

Lunes, Agosto 20th, 2018

La historia de un pescador de las islas Canarias que se enamora de la misma mujer que su hermano sirvió de material literario y también cinematográfico para A Runaway Enchantress, un relato de Mary Heaton Vorse y del largometraje silente The Sea Tiger, un filme dirigido en 1927 por John Francis Dillon y estrenado al año siguiente en pantalla grande.

Han pasado desde entonces cien años aunque, desgraciadamente, no se encuentra ninguna copia de este trabajo que protagoniza un elenco de actores entre los que se encuentra la actriz Mary Astor, que continuó su carrera en el sonoro protagonizando entre otros filmes El halcón maltés, de John Huston; Larry Kent, Alice White, Kate Price, Arthur Stone, Emily Fitzroy y Joe Bono.

Esta película perdida de la que afortunadamente sabemos algo hoy gracias a la labor desarrollada por la coordinadora de la Filmoteca Canaria, María Calimano, es una de tantas películas extraviadas que se estrenaron en aquellos años locos.

La historia está escrita por Carey Wilson, quien se basó en el relato A Runaway Enchantress de Mary Heaton Vorse. El filme estuvo producido por la First National Pictures y cuenta como Julián, un pescador de las Islas Canarias, y su hermano menor, Carlos, se enamoran de la misma mujer.

La película es un melodrama de la época, así lo muestran las fotografías de rodaje y promocionales que se conserva, y es un producto que como muchos de aquellos años da más importancia a los elementos pasionales que a la configuración de personajes. El marco en el que se desarrolla el drama es el de unas exóticas islas Canarias, aunque la película no se rodó en el archipiélago y por edad es una cinta que pertenece al cine norteamericano pre-code, por lo que se trata de una película algo ligera de cascos.

El especialista John Francis Dillon dirige el filme, cineasta que cuenta en su filmografía con 130 películas. La historia está escrita por Carey Wilson, productor y guionista de algunos grandes éxitos del cine mudo como Ben Hur (1925) y ya en el sonoro de El motín de la Bounty (1935).

En cuanto a la autora del relato, Mary Heaton Vorse (1874-1966), fue una importante periodista y activista social norteamericana durante la década de los “felices años 20”.

La escritora nació en el seno de una familia acomodada de Nueva York que se trasladó a Amherst, Massachusetts, donde Vorse creció. Tras aprender idiomas y viajar con su familia se convirtió al feminismo, actividad que desarrolló tras casarse con Albert Vorse, el primero que la animó a escribir en lugar de dibujar. Al quedarse viuda en 1910, Mary Heton se uniría a Joseph O’Brien, un periodista radical que influyó notablemente en su pensamiento y tras su muerte en 1915, se casaría con Robert Minor (1884-1952), dibujante de periódicos y uno de los miembros fundadores del Partido Comunista norteamericano aunque el coqueteo de la escritora con el comunismo fue breve. Al parecer, parte de la culpa la tuvo un viaje que hizo a la Unión Soviética de Stalin.

La vida de Mary Heton Vorse daría para varias historias de cine ya que además de luchar por el sufragio femenino y declararse pacifista tras el estallido de la I Guerra Mundial, formó parte del Woman’s Peace Party, grupo que celebró su primera reunión en el Hotel Willard en Washington, DC en enero de 1915 y del que resultó elegida presidente Jane Addams. Otros asistentes a esta reunión fueron Alice Hamilton, Carrie Chapman Catt , Lillian Wald y Florence Kelley.

Mary Heaton Vorse escribió 16 libros, dos obras de teatro y decenas de artículos para periódicos, revistas y publicaciones periódicas. Entre sus obras se encuentran títulos como El corazón de la casa (1906), La ruptura de la mujer del navegante (1908), Una persona pequeña (1911), La autobiografía de una anciana (1911), Los Prestons (1918) y El tiempo de la ciudad: Una crónica de Provincetown (1942), entre otras sin dejar de lado su implicación como periodista social y de primera línea para informar sobre conflictos laborales como la huelga del acero de 1919 y la huelga de los trabajadores textiles de 1934.

Mary Heaton Vorse murió a los 92 años, el 14 de junio de 1966 en su casa en Provincetown, Massachusetts.

Saludos, se ha dicho, desde este lado del ordenador

Orígenes, un documental de Tarek Ode

Jueves, Marzo 8th, 2018

El pasado miércoles 7 de febrero se estrenó en TEA Tenerife Espacio de las Artes el documental Orígenes, realizado  por  Tarek  Ode, en dos pases en los que el público abarrotó la sala.

Tanta era la expectación y tanto es el interés que despierta entre los espectadores todo lo relacionado con las culturas indígenas canarias, que la primera sesión estuvo presidida oor el presidente del Gobierno regional, Fernando Clavijo, rodeado de otras autoridades como Carlos Alonso, presidente del Cabildo de Tenerife y el director general de Patrimonio Cultural, Miguel Ángel Clavijo, uno de los promotores de este documental que, deberia de informarse, es un episodio piloto de lo que podrá ser una serie de televisión sobre los antiguos habitantes de Canarias.

Ls preguntas que suscita el visionado del documental al profano en estos temas son muchas y complejas, ya que lo que serán capítulos como la muerte, la religión o la dieta se despachan en la película en apenas cinco o seis minutos que intentan dar un resumen de lo que más tarde vendrá si el piloto funciona.

Y el piloto funciona. Funciona porque a este hándicap Tarek Ode combina con oficios imágenes nunca vistas para la mayoría del público y una fotografía que a veces parece que trasciende la pantalla. El documental consigue además dar una visión general sobre aquellos hombres y mujeres con perspectiva histórica e independiente, alejada de cualquier discurso partidista anto colonial como pro colonial. Los que hablan son arquéologos y especialistas que reflexionan sobre lo que pudieron ser estos pueblos que se configuraron en sociedades muy complejas, con ritos elaborados y dibujos en la roca que todavía constituyen un enigma para los investigadores e inagotable fuente de inspiración para escritores.

La dirección del documental, técnicamente, es impecable lo que revela que Tarek Ode es un artista que se sabe moverse en los grandes espacios, La banda sonora cumple con notable el seguimiento musical del trabajo y la fotografía subraya el carácter solemne pero también didáctico de un documental que, desgraciadamente, no contó con el apoyo del sonido de la sala. Y no es la primera vez que pasa en TEA Tenerife Espacio de las Artes,

Orígenes cuenta con la aportación científica de quince expertos que responden a los interrogantes sobre cómo los antiguos pobladores de Canarias llegaron a las costas del archipiélago, adaptándose a un medio inhóspito, creando sociedades complejas y donde las creencias religiosas y las manifestaciones rupestres se entremezclaron.

Saludos, decíamos ayer…, desde este lador del ordenador.

Trece novelas sobre la Guerra Civil (y la posguerra) en Canarias

Lunes, Julio 18th, 2016

INTRODUCCIÓN

España se fragmentó en mitades tal día como hoy, pero hace ochenta años. Y si bien es verdad que ha llovido mucho desde ese entonces, aquella guerra en la que hermanos contra hermanos se partieron la cara hasta la muerte continúa sonando como un eco fantasmal entre los nietos y bisnietos de quienes se vanagloriaron de ganar y perder una guerra.

Visto con perspectiva y tras esa cortina de años que todo lo mitifica, en ocasiones con apetito enfermizo, todos salieron perdiendo por culpa de aquella guerra. Una guerra civil que sirvió de ensayo para lo que años más tarde sumiría a Europa en un baño de sangre de cuyos efectos, con forma de traumas y espectros, aún no ha sanado.

Hace unos años dedicamos a la Guerra Civil española un artículo en el que repasábamos por encima algunas de las novelas que se preocuparon por darnos su versión de aquellos hechos con forma literaria en Canarias.

El intento de ahora es escoger algunas historias para que el lector, o el curioso que lo mismo da, las conozca para que se haga una idea no de lo que fue la Guerra Civil en las islas, sino en cómo esa misma Guerra Civil afectó a los que vivían en ellas.  Así que con independencia de su calidad literaria, los títulos que se han reunido coinciden en denunciar lo que somos capaces de hacer cuando nos convertimos en bestias.

NOVELAS PARA UNA GUERRA

El barranco, Nivaria Tejera.- Narrada a través de la mirada de una niña que observa cómo un hombre bueno, su padre, es detenido tras declararse la Guerra Civil, la escritora, fallecida a inicios de 2016, describe la violencia que rompe su aún inocente universo en mil pedazos. La historia, autobiográfica, transcurre en la ciudad de La Laguna. 

La prisión de Fyffes, José Antonio Rial.- Las valientes pero tristes memorias de un preso condenado, como tantos otros, por sus ideas en el improvisado penal que se habilitó en una empaquetadora de plátanos a las afueras, entonces, de la capital tinerfeña.

Luchar por algo digno. El barco borracho, Pedro Víctor Debrigode.- Mientras sirve en las milicias universitarias, el protagonista de la novela, el mismo Debrigode, sirve como soldado en uno de los barcos prisión anclados en el muelle de la capital tinerfeña. El escritor continuaría en otro volumen sus recuerdos de la Guerra Civil pero ya en territorio peninsular en Luchar por algo digno. El espía inocente.

El fulgor del barranco, de Juan Ignacio Royo Iranzo.- Frenético y también irónico retrato de aquel julio de 1936 en Tenerife y que protagoniza un tipo desubicado con unos hechos que ni le van ni le vienen. Entre otros protagonistas de la novela aparece el mismo Francisco Franco.

La isla y los demonios, de Carmen Laforet.- No es una novela de la Guera Civil pero sí su consecuencia: la posguerra.  Transcurre en Las Palmas de Gran Canaria y si bien ha quedado relegado en la escasa pero emotiva producción literaria de su autora, se trata de un libro intimista en el que pesa un sombrío existencialismo y una historia de amor.

Sima Jinámar,  de José Luis Morales.- Es una lástima que no se la reivindique como la novela que es. Será porque en ella salen a la luz muchos de los fantasmas de aquellos años de tinieblas y el recuerdo de una matanza que aún mancha la memoria de no solo la isla donde transcurrieron los hechos, Gran Canaria, sino de todo el archipiélago.

La infinita guerra, de Luis León Barreto.- Transcurre en Tamarán, territorio que se confude con la isla que son todas. Inexplicablemente no es uno de los títulos más comentados de su autor, aún tratándose de una novela que transmite congoja, miedo, recelo de tus semejantes.

Mientras maduran las naranjas, de Cecilia Domínguez Luis.- La historia de una niña que asiste impotente al castigo que someten a su familia los que tomaron la isla, las islas, en apenas unas pocas horas tras declararse la rebelión militar. Dura crónica de la derrota, la novela no se queda solo en el retrato social de los que perdieron la Guerra sino también en cómo le afecta a esa niña esa misma derrota.  

Los amores perdidos, de Miguel de León.- Una emotiva historia de amor que transcurre en El Terrero, un pueblo que podría estar localizado en cualquiera de las islas Canarias en aquellos años donde nada fue fácil: la posguerra.

Memorias de una isla sin memoria, de Agustín Carlos Barruz.- La represión y las secuelas que deja  son  protagonistas de una historia que transcurre durante la Guerra Civil en Sacura, aunque se nos recuerda que se trata de un anagrama de Arucas, en Gran Canaria.

La maleta y el obelisco, de Andrés Servando Llopis.- A través de los recuerdos y las memorias escritas de un nacional y de un republicano, respectivamente, se traslada al lector al frente de Extremadura y a la feroz represión que se emprendió aquellos años en una capital de provincias expañola: Santa Cruz de Tenerife.

La lista, de Juan Bosco.- El retrato de un joven fraile que toma conciencia y, por ello, es ajusticiado por los nacionales. También contiene una notable descripción de la sociedad de La Orotava de aquellos años y describe con crudeza una matanza que aún mancha la memoria de no solo la isla donde transcurren los hechos sino de todo el archipiélago.

Guad, de Alfonso García-Ramos.- Feroz retrato de Tenerife, una isla, las islas, en los años de la posguerra. Novela poblada de personajes con huella, Guad enseña lo duro que resulta vivir en un territorio que por chico hace el infierno grande. Mineros que extraen agua de las entrañas de la tierra, sacerdotes que pese a todo no han perdido su fe son algunas de las piezas que arman este clásico de la literatura española y canaria.

Saludos, ochenta años que no son nada, desde este lado del ordenador.