El verano que murió Chavela Vargas, una novela de José Luis Correa

Domingo, Febrero 16th, 2014

Nadie dijo que vivir fuera fácil. A la vida hay que aferrarse con ambas manos aunque estén llagados por las cadenas. La vida hay que echársela a la espalda aunque atormenten las abrasiones. A la vida hay que mirarla de frente aunque escuezan los ojos”.

(El verano que murió Chavela Vargas, José Luis Correa. Colección Novela negra. Alba Editorial)

El verano que murió Chavela Vargas es la séptima, y por el momento, última entrega que el escritor José Luis Correa dedica a Ricardo Blanco, personaje que junto a Eladio Monroy (Alexis Ravelo); Mat Fernández (Javier Hernández Velázquez); Jeque (Jaime Mir) y José García Gago (Antonio Lozano), forma de momento el quinteto de investigadores de la novela negra que se escribe y desarrolla en Canarias.

El más longevo de todos ellos (por número de entregas) es Ricardo Blanco. Siete novela dan un universo literario que tiene vida propia. Siete libros que muestran la evolución de un personaje cuyos casos tienen como epicentro la capital grancanaria. Una geografía urbana en la que se mueve como pez en el agua.

Para el iniciado, leer una nueva entrega supone adentrarse en un mundo conocido aunque al margen de las tramas policiales que alambica y los personajes secundarios que transitan por los alrededores de su detective privado, me quedo con momentos.

Si en invierno transcurre Blue Christmas, el estío –ya lo anuncia el título– es la estación en la que se desarrolla El verano que murió Chavela Vargas con un Ricardo Blanco cuyo carácter se ha vuelto más resignado y existencialista.

¿La razón?

La razón es que el personaje no termina por asimilar  la muerte de un personaje vital en su educación sentimental: su abuelo Colacho.

Un hombre de otro tiempo, moldeado con otra pasta y que más que maestro es el mentor de Blanco. Un tipo, el Blanco, que narra en primera persona –con fragmentos en tercera, cuando la voz deja de ser la suya– un nuevo caso por resolver. En esta ocasión con bosnios y serbios como protagonistas. Venganzas que se arrastran del conflicto que desarticuló la antigua Yugoslavia.

Sin embargo, digo, si hay algo que me desconcierta de las novelas de Blanco no es, precisamente el caso que tiene que resolver sino la mirada, más irónica que cínica, con la que  observa su alrededor.

Un alrededor que se desmorona por los efectos de la crisis, de la regresión al que está siendo sometido el mercado laboral que ahora divide la sociedad entre los esclavos que trabajan y los esclavos que han quedado en paro.

Y es que los cabrones que manejan los hilos son buenos en lo suyo. Juegan a un juego perverso, obsceno, cruel. Y lo juegan con mañas de tahúr. Primero te putean para luego, no contentos, hacerte sentir culpable por dejarte putear. Culpable e insolidario. ¿Acaso no tienes trabajo? Entonces estás mejor que cinco millones de españolitos. ¿De qué coño te quejas? Ah. ¿Qué te quejas de cobrar cada vez menos y trabajar cada día más? Aaaamigo, en la cola del paro hace más frío. ¿Qué te quejas de que los directores de las empresas siguen envainándose beneficios? Pibe, haber nacido rico, conde de la Vega Grande solo hay uno. ¿Qué te quejas de que siempre pagan los mismos? Colega, hazte a la idea de que estamos en guerra: las guerras las pagan los que la pierden y tú tienes una cara de perdedor que tira de culo”.

La novela, como otras de Blanco, se lee de un tirón.

Pero más que por seguir el caso –una trama policiaca que como toda trama policiaca está repleta de ratoneras– me interesa por la descripción de ambientes, situaciones y personajes que hacen de secundarios más allá de los secudarios habituales.

Uno de los más interesantes, Pancho Viera, es un alcohólico rehabilitado y médico de profesión al que cita de pasada en la página 39 pero que adquiere peso en la segunda mitad de la novela. Y al que presenta de la siguiente manera:

Pacho Viera era un insomne convicto y confeso. Seguía igual de coñón y malhablado. Eso sí, el humor se le había descompuesto algo por culpa de la bebida. ¿Aún se cogía aquellas chispas monumentales que lo dejaban baldado media semana? No, coño. Qué más quisiera él. Todo lo contrario. Ya no bebía ni gota de manera que nada tenía ya puñetera gracia”.

Viera tiene conseguido aliento beodo fordiano, solo que trasplantado a una isla, como es la de Gran Canaria, donde la derrota épica es punto y final. Sobria indiferencia. Me quedo con ganas de saber más cosas de este perdedor ahora regenerado de sus vicios.

Lo veo como uno de esos tipos con los que me tropiezo en mi vida diaria. Una vida diaria que es otra forma de hacer ficción aunque no se escriba.

No sé que le va a deparar el destino a Ricardo Blanco, pero está claro que el personaje está envejeciendo, hay que esperar ahora a que lo haga como un buen vino. Así lo dicen los cursis.

En principio, parece que Correa está empeñado en que su protagonista supere de una vez la muerte de Colacho, por lo que en El verano que murió Chavela Vargas se preocupa por estabilizar su desordenada vida emocional y arroparlo con el aprecio de su amante y amigos.

Llega de hecho al caso por casualidad, cuando la esposa del inspector Álvarez –ella sabrá sus razones– habla sobre el mismo con el objeto de despertar su olfato de sabueso.

Espero con interés nuevas entregas de Blanco, pero me gustaría leer una novela del escritor abordando el género sin las señas de identidad de su investigador, un personaje que ya  está instalado, pero que carece de voz ronca. De hecho, se escora más hacia la línea clara, no blanda, del costumbrismo negrocriminal que cultivó Simenon en las novelas que escribió sobre su inmortal comisario Maigret.

José Correa es un escritor, y él no se cansa de repetirlo en entrevistas, que llegó al género que lo ha ubicado en el mapa de las letras negrocriminales españolas por casualidad.

Ricardo Blanco es fruto así de un desafío que nació con tinta de divertimento: ¿sería capaz de escribir algo con las claves de la novela y el cine negro clásico con acento netamente canario?

José Luis Correa –como los autores anteriormente mencionados, y a los que sumo a Carlos Álvarez (imprescindible Si le digo le engaño); Tomás Felipe (imprescindible su renovadora excentricidad Pasa la tormenta) y esa fabulosa rareza que es Top Less de José Santiesteban– es capaz de reivindicar la ciudad de provincias que habita como espacio literario.

Un espacio literario libre de prejuicios y creíble.

Y no es fácil convencer a un lector agrietado y con demasiadas y quijotescas lecturas negrocriminales encima… También tan necesitado de entender que no está solo en el mundo.

¿Una tontería?

A mi no me lo parece cuando me reencuentro con Ricardo Blanco.

(*) Este su blog El Escobillón agradece el gesto de Javier Hernández Velázquez por haber hecho posible el post.

Saludos, Fuerte Álamo, desde este lado del ordenador.

Noticias, noticias, noticias

Miércoles, Enero 15th, 2014

* Una nueva apuesta editorial surge en Canarias, se trata de Neys Books Ediciones que ha puesto en el mercado sus dos primeros títulos, las novelas La laguna de los olvidados, de Benjamin Barrett y Sándalo y rapsodia, de Juan Jesús Pérez.  Neys Books Ediciones es un proyecto del también escritor Juan Andrés Herrera, de quien leímos el año pasado Cinco mujeres que no subirán al cielo, publicado dentro de la colección G21 Narrativa Canaria Actual.

* Paté de foie, segundo libro de Guillermo Alemán, va camino de su segunda edición. Así lo anuncia el escritor de esta novela policíaca que protagoniza uno de los personajes femeninos más intensos de los últimos años en la literatura escrita en español. Editada por Los 80’pana factura desde este su blog El Escobillón felicitamos al autor como al sello discográfico y literario que ha hecho posible su aparición en el mercado.

* El verano que murió Chavela Vargas (Alba Editorial) es el título de la séptima entrega del detective privado Ricardo Blanco del escritor José Luis Correa, quien en esta ocasión obliga a su peculiar personaje a volver a las andadas cuando se encuentra el cadáver de un extranjero asesinado en un oscuro callejón de La Isleta, en Las Palmas de Gran Canarias.

* Los ojos del puente, novela Javier Hernández Velázquez, será publicada después del verano por M.A.R. Editor. El nuevo título del autor de El fondo de los charcos (Baile del sol) y Un camino a través del infierno (M.A.R.) recupera a su investigador Mat Fernández y explora en torno a uno de los trabajos literarios más legendarios que se han dado en estas islas abandonada de la mano de los dioses, nos referimos a La lluvia no dice nada de Antonio Bermejo, una novela que desapareció y de la solo nos queda algunos fragmento y su título. La acción de Los ojos del puente transcurre en varios escenarios, Cuba y la ciudad de Los Ángeles en los años sesenta, y la capital tinerfeña en la actualidad, y por lo que nos hemos enterado pretende sacar los colores a la rancia burguesía local, ya que Mat revelará algunos secretos que esconcen celosamente en sus armarios tan delustrada clase social.

* En otoño veremos también publicada una nueva novela de Alexis Ravelo en la editorial Alrevés. El escritor, que se encuentra en estos momentos trabajando en ella, anuncia que se trata de un libro todavía más coral que La estrategia del pequinés, también editada por Al Revés. La acción de su última novela se desarrolla no solo en la capital grancanaria, escenario que se le está quedando pequeño al autor, sino también en otros lugares de la isla. Nosotros sabemos cuál es el título –muy bueno, lo que se dice muy bueno–, también por dónde se moverá la historia pero nos hemos comprometido a guardar el secreto. Así que habrá que esperar hasta otoño.

* Es más que probable que la actriz Lola Herrera presente en la capital grancanaria Me quedo con lo mejor (La Esfera de los Libros), volumen testimonial que ofrece además  consejos y moralejas, en los que la autora “habla de las huellas que han dejado en ella diversos acontecimientos íntimos y las enseñanzas que ha podido sacar, como: valores a transmitir y errores que es mejor dejar atrás”. Se estudia que Lola Herrera promocione también este libro en la capital tinerfeña si recala finalmente en Canarias.

Y CINE ARGENTINO EN TEA

TEA Tenerife Espacio de las Artes y el Consulado de la República Argentina en Tenerife ofrecen del 16 al 19 de enero un ciclo de cine argentino que incluye la exhibición de los largometrajes El último Elvis, de Armando Bo (jueves 16, 20 horas);  El agua del fin del mundo, de Paula Siero (viernes 17, 19 horas) y Extraños en la noche, de Alejandro Montiel (viernes, 17, 21.30 horas); Samurai, de Gaspar Scheuer (sábado 18, 19 horas); De caravana, de Rosendo Ruiz (sábado 18, 21.30 horas) y, el domingo 19 de enero, De caravana y El último Elvis, a las 19 y 21.30 horas, respectivamente.

Saludos, esto, esto es todooo, amigos, desde este lado del ordenador.

Narrativa con acento canario para leer en agosto

Miércoles, Agosto 7th, 2013

INTRO

Agosto es el mes por excelencia de las vacaciones veraniegas así que es un buen momento no solo para aprovechar los baños en el mar o pasear por la montaña sino también para disfrutar con la lectura. Este artículo propone solo un puñado de novelas y cuentos escritos recientemente en Canarias para acercar al lector a una realidad que, pese a la crisis y la objetiva inestabilidad del mercado editorial, son un excelente reclamo para evadirse en algunos casos de la realidad en la que nos movemos o, en otros, para acercarnos a ella en clave de rabiosa ficción.

Una advertencia necesaria nada más iniciar este periplo, no están todas las novedades que hay aunque sí todos los libros que, a nuestro juicio, deberían de estar.

En todo caso, cabe de destacar, que muchos de los títulos de los que nos hacemos eco han sido editados en Canarias y otros tanto en la Península, lo que pone de manifiesto el excelente momento que, literariamente, está viviendo la narrativa que se escribe con, podríamos decirlo así, acento canario.

Llama también la atención la variedad de estrategias empleadas por sus respectivos autores en sus creaciones literarias, utilizando para ello géneros que van desde la literatura de viaje, a la ciencia ficción, la negrocriminal y la histórica, entre otras y que a nuestro entender podría traducirse en que las letras con acento canario hablan por fin un lenguaje universal sin renunciar a su forma de ver el mundo desde la peculiaridad insular.

Resulta interesante observar como junto a escritores veteranos y con independencia de generaciones, movimiento y modas a los que se adscriben, se suma una nómina de nuevos narradores. Y que todos ellos, escritores con oficio y noveles, son los responsables de este fenómeno que merece ser visto ya con la atención que se merece.

De alguna manera, todos ellos han hecho historia al conseguir que la literatura con acento canario se lea.

Dentro y fuera de los límites que impone la isla.

AUTORES Y LIBROS

El escritor y periodista Juan Cruz Ruiz propone un sentimental y emocional retrato por el archipiélago en su Viaje a las Islas Canarias (colección El autor viajero, El País-Aguilar), un libro en el que Cruz Ruiz trata de hacer una “literatura de la memoria” basándose en la “experiencia de conocer y de haber vivido prácticamente en todas las islas; de amarlas y de necesitarlas”, señala en un despacho informativo de la agencia Europa Press.

Curiosamente, su compañero de la denominada Generación del 70, el profesor Juan Manuel García Ramos, coincide en estas mismas intenciones, un viaje sentimental y emocional, con El zahorí del Valbanera (colección Narrativa, Baile del Sol Ediciones), novela en la que el profesor y escritor rinde homenaje a través de la figura de su abuelo, José Aquilino Ramos, a los canarios que emigraron a América en busca de un futuro que era incapaz de ofrecerle su isla. Para su autor, El zahorí del Valbanera es “el más directo de mis libros”.

El periodista y escritor Luis León Barreto, integrante también de la Generación del 70, publica Carnaval de Indianos (NACE Nueva Asociación Canaria para la Edición), novela coral en la que explora las posibilidades literarias de una fiesta popular –por otro lado tan poco explotada en la literatura que se escribe en las islas– y homenajear “sentimental y emocionalmente” a su isla natal, La Palma. Carnaval de Indianos es, en definitiva y en palabras de su autor, una novela que camina entre el testimonio y la ficción.

En cuanto a la iniciativa de Ediciones Aguere, que dirige el editor Ánghel Morales y dentro de la colección G21 Narrativa Canaria Actual, tres títulos publicados en lo que llevamos de 2013 avalan una de las apuestas editoriales más interesantes que se han producido en el archipiélago en los últimos años.

G21 cuenta ya con una decena de volúmenes publicados, más los que se editarán en otoño, pero reseñamos en este espacio los tres últimos editados como la intimista y personal Si hubieras estado aquí, de Cecilia Domínguez Luis; la salvajemente libertaria El centro del gran desconocido, de Eduardo Delgado Montelongo, y la insólita historia de fantasmas Julia y la guillotina, de Jonathan Allen.

El mismo Montelongo publicó este año su desarmante novela de piratas Johanna en la colección Sitio de Fuego de Baile del Sol Ediciones, misma editorial que en su Serie Negra nos reveló dos títulos de los que habrá que hablar –y mucho– en el futuro como son Pasa la tormenta, de Tomás Felipe, y Yo maté a Rajoy, de Juan Carlos Pérez. El primero, un título en el que su autor mezcla con ingenio elementos de la literatura policíaca con la de ciencia ficción y el segundo un ácido y crítico retrato de la España actual en clave negrocriminal.

Otro libro recomendable para pasar el verano es la introspectiva La felicidad amarga, de Pablo Martín Carbajal (colección de Narrativas de Ediciones Irreverentes), donde su autor continúa indagando en torno a sentimientos tan nuestros como la culpa y el miedo así como la curiosa colección de relatos … Y en el aire queda, de Damián H. Estéz (Ediciones Aguere(Idea) y  para evadirse, viajar a otros territorios, sentir el aliento de la aventura en la nuca, están La piel de la leffa, de Juan R. Tramunt; El envío turco, Pilar Escalona y el sorprendente Calibán, de Ángel Sánchez, todos publicados en Ediciones Aguere/Idea.

Literatura con otras claves es la que sugiere Daniel María con El hombre que ama a Gene Tierney (colección Synoros-Narrativa La Página), accésit de publicación del premio de novela Benito Pérez Armas 2011; posibilidades en las que también indaga Antonio Lorenzo Gómez Charlín con El hombre que se enamoró de Sasha Grey (CultivaLibros).

Quien desee reencontrarse con el mundo rural con señas de identidad mágicas, recomendamos la lectura de Sorimba (Puentepalo) de María Jesús Alvarado, una novela cuyos temas coinciden con los que propone María Gutiérrez en la colección de relatos Ellas tampoco saben por qué (colección Tid, Ediciones Idea) y Doris Martínez con La verdad que te desCuento (Ediciones Idea).

En cuanto a novela estrictamente de género destacan, por último, la nueva de Víctor Conde, He oído a los mares gritar mi nombre (colección Stoker de Dolmen Editorial), así como La estrategia del pequinés (Alrevés, Novela Negra) de Alexis Ravelo y Blue Christmas (colección Novela Negra de Alba Editorial) de José Luis Correa, última entrega hasta el momento de su peculiar detective privado Ricardo Blanco.

No podemos olvidar, para los amantes del thriller La casa Lercaro, volumen que cierra con broche de oro la trilogía que Mariano Gambín ha dedicado a una ciudad –La Laguna– que, gracias a él, muchos han descubierto repleta de apasionantes e inquietantes misterios y, finalmente, y antes de dar por terminado este repaso veloz por las letras que se escriben con acento canario a Mi Habana en el recuerdo, una ambiciosa y voluminosa novela en la que Agustín Ravina Pisaca cuenta la historia de dos emigrantes canarios desde los años treinta a finales de los cincuenta del siglo pasado en Cuba; y la original y feliz iniciativa de la escritora Elena Morales, Somos solidarios, de publicar los volúmenes de cuentos Minitextos de amor y lujuria, Minitextos comprometidos y Minitextos para sonreír, en el que participaron desinteresadamente numerosos escritores y escritoras de aquí y de allá, quienes cedieron generosamente sus derechos para que fueran invertidos en causas solidarias.

Hay más títulos, entre los que destacan reediciones que han recuperado novelas y antologías que parecían perdidas para siempre. Pero si hay algo en lo que coinciden con las novedades reseñadas es que fueron escritas con sentimiento y emoción.

Una libros, en definitiva, no solo para leer en verano.

(*) La ilustración es de Daniel Clowes.

Saludos, se hace camino al andar, desde este lado del ordenador.

José Luis Correa presenta hoy en Tenerife Blue Christmas, su última novela

Viernes, Marzo 15th, 2013

El escritor grancanario José Luis Correa presenta esta tarde, a las 19 horas, su última novela, Blue Christmas, sexto libro protagonizado por el detective privado Ricardo Blanco, quien en esta ocasión debe de investigar la misteriosa muerte de una anciana en su casa durante las fiestas de Navidad.

El lado más oscuro de Las Palmas de Gran Canaria, personajes consistentes y una trama negrocriminal hilada con mucho oficio son solo algunos de los elementos que Correa reúne en este volumen, editado por Alba Editorial.

El salón de actos de la Mutua de Accidentes de Canarias (MAC), en la capital tinerfeña, acogerá este acto, en el que intervendrá además de Correa, quien ahora mismo redacta estas apresuradas líneas.

Saludos, más vale tarde que nunca, desde este lado del ordenador.

Blue Christmas, una novela de José Luis Correa

Sábado, Febrero 23rd, 2013

Aquel día me harté de ver documentales de bichos y de escuchar las mismas noticias una y otra vez en el canal internacional. Al final, en un duermevela estrambótico producto de la fiebre que aún no me había abandonado, los ministros mostraban una sonrisa repugnante y las hienas explicaban ante los micrófonos las medidas para paliar la crisis. Antes de volverme chiflado, apagué el televisor y regresé a El conde de Montecristo. Pero me sentía tan exhausto que ni Edmundo Dantés consiguió mantenerme consciente.”

(Blue Christmas, José Luis Correa, Alba Editorial).

No sé si José Luis Correa está cansado de su personaje Ricardo Blanco, detective privado que se mueve como pez en el agua por las calles de la capital grancanaria, pero sería una jugarreta del destino que pasara a la historia solo por los seis libros que hasta ahora ha dedicado a Blanco.

De hecho, y tras leer su última entrega, Blue Christmas, creo que a Correa más que el nudo negrocriminal lo que le preocupa es el ambiente en el que se desenvuelven sus personajes, todos ellos ya definidos. Con señas de identidad que resultan creíbles porque caminan por un espacio urbano igual de creíble.

En este aspecto, José Luis Correa más que un escritor de género es un escritor que aprovecha el género para cultivar su literatura. Una literatura en la que se revela un escritor al que le interesan los tipos humanos y los ambientes en los que se desenvuelven esos tipos humanos.

Entiendo así Blue Christmas más que como una novela policíaca al uso, como una novela en la que lo policiaco es solo una excusa para contar cómo vive un grupo de personajes. Algunos de ellos al borde del abismo, la mayoría de ellos perdedores a los que les ha tocado jugar la partida en un mundo que, por efectos de la crisis, se está desmoronando también.

La sexta novela de Ricardo Blanco resulta así una novela amarga y crepuscular. Comenzando por su personaje protagonista, detective privado hundido en su propia miseria y a quien saca del pozo, o de la seguridad de su piso, el policía Gervasio Álvarez.

El mensaje es claro, deja de llorar la muerte de tu abuelo, Colacho, y regresa al redil.

Y Blanco vuelve. Pero su retorno pese a su ironía no deja de resultar triste. Parece casi como si el personaje se haya visto obligado a madurar. Ser huérfano a edades tan tardías, y Ricardo Blanco supera ya los cincuenta años, tiene estas cosas.

Más que como novela policíaca, lo mejor de Blue Christmas es su retrato costumbrita no solo de una gran ciudad portuaria de provincias sino, reitero, la fauna humana que el escritor despliega en esta novela.

Los fracasados, viene a decir Correa, son fracasados porque han sido incapaces de vencer a sus propios demonios, fantasmas, familiares.

Y esta es, precisamente, una novela poblada de espectros, muertos que pesan como piedras en las alforjas de la memoria de los vivos.

Ricardo Blanco no parece el mismo. Su tristeza lo devora. Lo desarma también cuando descubre que no conocía tan bien a su abuelo como pensaba.

Los tres hijos de la víctima que desencadena la acción pausada, serena de la historia son algo así como otros espíritus errantes, cada uno de los cuales guarda dentro de sí el peso de su condena que alimenta los recuerdos de una infancia digamos, para no revelar más de lo necesario, desordenada.

De fondo, la capital grancanaria se engalana en unas fiestas como las navidades que el policía Gervasio Álvarez odia porque “le mortificaba tanta hipocresía, tanto disfraz de buenas intenciones sobre una miserable realidad, tantos buenos deseos con la boca chica. Odiaba la Navidad. Solo había una razón para digerirla: la visita de los nietillos, su cara de ilusión el día de Reyes, su ingenua fe en el cuento de hadas de los tres hombres sabios. Odiaba la Navidad. Y ésa, en concreto, iba a acabar odiándola más que ninguna.”

Tiene, ya he dicho Blue Christmas un tono amargo y crepuscular, de fin de ciclo. Casi como si José Luis Correa estuviera anunciándonos por señas la metamorfosis de uno de los personajes más insólitos y entrañables de la novela negra escrita en Canarias. Un paladín que como el Eladio Monroy del también escritor grancanario Alexis Ravelo reparte justicia en una ciudad que, como describe Correa, a veces luce un cielo azul de invierno “salpicado aquí y allá de nubes, igual que el techo de mi cuarto con sus mordeduras de humedad.”

Y continúa: “La playa estaba llena de gente. Gente solitaria, parejas, grupos. Gente discordante en color, en edad, en vestimenta (los extranjeros paseaban en pantalón corto y en camiseta; los isleños iban abrigados hasta el cuello). El termómetro de la avenida marcaba veinte grados. Para unos era puro verano; para otros hacia un frío infernal.”

José Luis Correa es pues un escritor que se suelta la melena cuando quiere ser costumbrista. Y un escritor que se apaga lánguidamente cuando penetra en las complejas aguas de la trama negrocriminal. Trama que maneja, y que confunde con nuevos nudos y probables desenlaces, pero que a mí como lector es lo que menos me interesa de su relato.

Y todo ello narrado bajo la sombra del humor irónico que caracteriza la primera persona de Blanco. Personaje a través de cuyos ojos vivimos esta aventura. Un hombre que se presenta, podemos leer en las páginas del libro como: “Mi nombre es Ricardo Blanco. Soy detective privado. Como ve, nada más lejos de los detectives del cine: no llevo gabardina ni sombrero; no voy armado ni escupo tabaco ni soy un tipo duro. Investigo la muerte de su madre. Sí, lo sé. Suena extraño. Debería haber un cliente y ni usted ni sus hermanos me han empleado. Es una historia muy larga  y aburrida. El caso es que aquí estoy y me gustaría hablarle.”

Probablemente no sea Blue Christmas la mejor novela de la serie. Probablemente se pueda apreciar cierta premura por entregar el original a la editorial, pero sí que me sabe pese a todos sus temblores a un título maduro, digamos que más seguro de sí mismo. También, que se trata de la novela más necesitada de cobijar a su protagonista con una galería de personajes secundarios, mucho de los cuales –sobre todo los femeninos– le muestran eso que puede ser el sello indeleble de la amistad.

Le falta a Blanco sin embargo el báculo de su abuelo, Colacho. Personaje cuyo fantasma planea por el 90 por ciento de esta historia que por mucho que te resistas, por mucho que la simultanees con otras lecturas, termina por gustarte. Atrapa. Y no ya solo por el enigma que hay que resolver, que al fin y al cabo es secundario en mi lectura, un McGuffin con el que justificar una historia sobre un detective privado con más influencia de Pepe Carvalho que del caballero sin espada que encarna el chandleariano Philip Marlowe.

En este sentido, reitero que lo que me llama la atención de Blue Christmas es su paisaje más que su historia. La capacidad que tiene Correa para pintar como un impresionista el colorido de las distintas geografías que articulan su ciudad: “El Parque de Santa Catalina bullía como un zoco marroquí. Tenía el mismo color y, si me apuraban, el mismo olor también. Porque, exceptuando a los viejos jugadores de zanga y dominó que se apiñaban en las mesas cuadradas de mármol gris, el resto del paisaje aparecía pincelado de africanos.”

No sé si Correa es consciente del retrato urbano que ofrece de la capital grancanaria. Una ciudad en continuo proceso de transformación que pierde su vieja identidad –¿de ahí la desaparición de Colacho?– en favor de un rostro todavía desdibujado por su complejo cosmopolitismo. Cosmopolitismo en el que se mueven fuerzas que ahora forman parte inevitable de lo que es su reverso tenebroso.

Descubro además en Blue Christmas a un escritor que está por encima del género negro. O mejor, que utiliza el género negrocriminal para escribir la novela social que le pide el cuerpo y de la que ya nos dejó constancia en Murmullo de hojarasca. Título que no tiene nada que ver con la serie Ricardo Blanco y volumen editado en la colección G21: Narrativa Canaria Actual.

Así que da la sensación, en este sentido, que José Luis Correa procura acomodar las claves policíacas a su literatura. Que las tragedias, las traiciones, los crímenes son solo senderos por los que transitar para dibujar ambientes y relaciones intimistas siempre en torno a una mesa.

No es una novela violenta. Tampoco cruda. La entiendo más bien como una metáfora cruel de unos tiempos pasados que se fusionan con un presente que olvida cualquier seña de identidad, de arraigo con un pasado que se disuelve ante el nuevo paisaje y paisanaje de la ciudad.

Le falta, eso sí, crítica mordaz.

La novela me sabe a solo un intento por retratar la redención de su peculiar detective privado. Un detective privado que trabaja a las órdenes del sistema. Sistema que encarna ese policía que responde al nombre de Gervasio Hernández y que, como comenta Blanco, casi ha terminado por ser algo así como su padre.

No es pues Ricardo Blanco un outsider. En todo caso, sí que resulta un observador que siente que está en el lugar equivocado.

Al fondo, el paisaje de una ciudad de provincias en continúa y feroz transformación. Y quizá por ello tan necesitada de aquelarres. 

Saludos, flores muertas, desde este lado del ordenador.

Palabra de Jedediah Leland

Jueves, Febrero 14th, 2013

* Cinemabandit es una web del cineasta Javier Fernández Caldas en la que además de proporcionar información sobre sus cortos, documentales y  La isla del infierno, su primer largometraje, ofrece también amplia información sobre los servicios que presta su productora y los proyectos que el director y guionista guarda en la nevera. Merece la pena explorar esta página, muy bien diseñada y que cuenta además con bastante material audiovisual y gráfico.

* Al parecer, problemas con su distribuidor actual, ha hecho imposible que los últimos títulos de la editorial Anagrama lleguen a las librerías canarias. Se rumora así que será Planeta quien asuma a partir de ahora la distribución en las islas de sus títulos. 

* El hombre que ama a Gene Tierney, del escritor Daniel María, y título por el que resultó accécit de edición del Premio de Novela Benito Pérez Armas, ha sido editado por La Página en su colección Synodos, narrativa. Se trata de un título en el que el autor mezcla variedad de géneros –narración, guión cinematográfico– y en el que se revela a un escritor profundo conocedor de las letras canarias. 

* La librería del Cabildo de Tenerife permanece cerrada no por el carnaval sino por inventario. Despejamos pues la duda de su posible cierre tras leer el comentario que una lengua maliciosa y anónima, of course, nos envió recientemente a este su blog.

* Las novelas de tres escritores canarios que publican en editoriales del lejanísimo territorio penísular coinciden en el mercado. Si en enero José Luis Correa nos presentó Blue Christmas (Alba Editorial), sexta entrega de su peculiar detective privado Ricardo Blanco, y en febrero el también grancanario Alexis Ravelo hará lo mismo con su esperada La estrategia del pequinés (Al revés), título en el que deja a un lado a su personaje de Eladio Monroy pero no el género negrocriminal, hay que sumar ahora el nombre de Pablo Martín Carbajal, de quien Ediciones Irreverentes publicará en marzo su tercera novela, La felicidad amarga.

Saludos, en cursiva, desde este lado del ordenador.