Llevadme a ver el mar, una novela de Jorge Fonte

Martes, Marzo 9th, 2021

La aparición en la república de las letras de Jorge Fonte es relativamente reciente. Si no se equivocan sus perfiles biográficos, irrumpe en 2017 con un libro de cuentos de carácter erótico titulado Natalia y otros relatos solo para adultos, volumen al que, tres años después, añadiría una continuación con Milena Velba y más relatos solo para adultos. En 2018 presentó su primera novela, Una isla a la deriva, en la que se sirve de un hecho fantástico para promover una reflexión sobre el archipiélago y en concreto El Hierro, a la que se siente fuertemente atado por lazos familiares.

Jorge Fonte era conocido, no obstante, mucho tiempo antes por una serie de trabajos críticos sobre el cine y sobre algunos cineastas. En concreto, resultan muy interesantes las aproximaciones que realiza al universo imaginativo de Walt Disney, como creador y como fabricante de sueños; Woody Allen, al que ha dedicado varias obras que se ocupan, entre otras particularidades que definen la filmografía del director de Manhattan, sus abundantes referencias cinéfilas y musicales que aparecen en sus películas así como sendos estudios sobre Robert Zemeckis, Russ Meyer, Oliver Stone y Steven Spielberg, entre otros.

El escritor regresa ahora con Llevadme a ver el mar (Ediciones Idea, 2021) al territorio de la literatura de ficción con una novela que no tiene nada que ver con la primera (Una isla a la deriva), lo que revela a un autor inquieto que es capaz de escribir un texto con tintes extraordinarios a volcarse ahora con otro que no tiene nada que ver con el anterior, ya que se costriñe a los límites –en fondo y forma– que impone la novela histórica.

Llevadme a ver el mar se desarrolla en la ciudad de La Laguna a mediados del siglo XVII y está inspirada en un hecho real: la historia de amor que se tejió entre el noble Jerónimo de Grimón y Rojas con la monja sor Úrsula de San Pedro.
Se sitúa la acción en el año de “nuestro Señor” de 1651 y la ciudad, la isla, el archipiélago canario comienza a moverse con lentitud en dirección a un futuro incierto mientras su población permanece atada a viejas tradiciones y lealtades familiares que el paso de los años no ha disuelto en el aire. Y tradición que parece que se ha enquistado –de generación en generación– en la sociedad lagunera.

La novela está notablemente ambientada, por lo que las situaciones que plantea Fonte resultan muy creíbles. El escritor, a modo de guiño, da apellidos de amigos y conocidos a algunos de los protagonistas “no reales” de la historia pero que están ahí para facilitar lo que tiene de ficción un relato que procura en todo momento (y suele conseguirlo) respetar el hecho histórico que lo inspira.

El libro cuenta además con un índice de personajes (reales y no reales) para que el lector no se pierda con ellos ya que son casi medio centenar entre principales y secundarios. Se agradece esta guía porque resulta natural que a medida que se avanza en la historia (dividida en tres partes) uno se pierda con ellos. La mayoría, de todas formas, son fundamentales para sostener una narración que más que reflejar la armonía de la época, la ciudad de La Laguna como núcleo urbano que empieza a crecer y que cuenta con una estructura social claramente definida, se decanta por la pasión amorosa.

La novela, de todas formas, se desarrolla en el escalón más alto de la pirámide social: la nobleza, algunos de los cuales son nietos y bisnietos de los conquistadores que acompañaron a Alonso Fernández de Lugo, el hidalgo castellano que fue responsable de la incorporación definitiva de las islas Canarias a la Corona de Castilla en el siglo XV.

Llevadme a ver el mar cuenta con algunos peros… Entre otros destacaríamos el estilo que ha escogido Jorge Fonte para narrar esta historia, una imitación más irregular que regular de cómo se hablaba en aquel entonces en una islas ya sometidas. A mi juicio, más que situar al lector en la época que describe lo aparta de la misma por el tono solemne del lenguaje que mantiene a lo largo de toda la novela. Entiendo que se hizo así para dar credibilidad a su relato pero no termina de convencer una escritura que, por vicios de donde procede, peca la mayor parte de las veces de pomposidad. No termina tampoco de asumirse el número de páginas, más de trescientas, ya que la convierte en una obra demasiado extensa para narrar una historia de amor que no cuenta con demasiados matices. Sí que se agradece, por otro lado, el ánimo que tiene Fonte para informar de algunos hechos claves en la Historia de La Laguna, notas necesarias porque mucho de lo que se cuenta en el libro pudo pasar en verdad. No se nota, o al menos no escandaliza, que el escritor se haya arrogado la autoridad de “inventar” algunos neologismos porque “aportan buen ritmo y elegancia al texto”.

En conjunto, Llevadme a ver el mar cumple las expectativas. Se agradece el cuidado y la meticulosidad con la que Jorge Fonte cuenta esta historia de amores prohibidos en una ciudad de La Laguna que más que mirar a España y el nuevo mundo, se fija atolondradamente en sí misma al margen de los cambios que se producen a un lado y al otro del océano. Esas transformaciones que traen y se llevan los vientos de la Historia son detalladas también por el escritor para dotar de autenticidad el momento histórico en el que se desarrolla una ficción que bebe de la fuente de un hecho real que marcó a la antigua capital de Canarias.

El libro cuenta con una amplia bibliografía en la que se detallan las obras a las que recurrió Fonte para dar coherencia histórica a este relato de amores imposibles que se desarrolla en una ciudad que crece y que domina una pequeña nobleza con apellidos (muchos de los cuales han llegados hasta la actualidad); una iglesia que dirige la vida espiritual de sus habitantes y una clases populares en la que se mezcla lo mejor y lo peor de eso que llaman pueblo. Un pueblo mestizo que anda con esclavos de raza negra y mulatos que augura el futuro de un archipiélago atlántico que vive demasiado dentro y embobado de sí mismo.

Saludos, ya saben, desde este lado del ordenador

Las ciudades de Cuenca (Ecuador) y La Laguna, unidas por el verso y la canción

Miércoles, Agosto 5th, 2020

La ciudad de Cuenca (Ecuador) y La Laguna disponen de una tipología arquitectónica colonial bastante similar. Ambos centros urbanos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en Marrakech, Marruecos, en 1999, y el domingo 9 de agosto se reencontrarán bajo el paraguas de la cultura para celebrar juntos el Bicentenario de la Independencia de Cuenca y el Día de la Cultura Nacional de Ecuador.

Organizado por la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina y conducido por la poetisa de Cuenca (Ecuador) Yesenia Espinoza, se celebra un encuentro poético y musical que se retransmitirá en directo y a través de la plataforma Zoom, este original cruce entre las dos orillas podrá verse en Canarias a partir de las 16 horas. Una hora más en la Península.

Intervendrán en el acto Catalina Sojos, Francisco Viña, Jorge Dávila Vázquez, Cecilia Domínguez Luis, Iván Petroff, Fernando Senante, Sara Vanegas, Rubén Díaz, Andrea Terreros, Luis Almeida y los pintores Miguel Ángel Govea y María Paz Carpio Martínez. Se prevé una vez celebrado el encuentro una publicación que se entregará a quien esté interesado el 9 de agosto.

* En la imagen, una vista de la ciudad de Cuenca, en Ecuador

Saludos, a la expectativa, desde este lado del ordenador

La historia del Cementerio de San Juan, La Laguna

Viernes, Octubre 18th, 2019

El periodista y escritor Benjamín Reyes desentierra los secretos bien guardados del camposanto de San Juan en un libro en el que estudia su historia desde 1814 a 1983.

El cementerio lleva el nombre de San Juan “porque la primera persona que se enterró en el camposanto de La Laguna fue Juan Rodríguez Toste, el 4 de julio de 1814”. 

Reyes explica que este nombre continúa una tradición popular en aquel entonces que consistía en denominar al cementerio como la primera persona enterrada en él. La tradición comenzó con el de San Rafael y San Roque en Santa Cruz de Tenerife.

Con este libro, el periodista pretende no solo contar la historia de un cementerio en el que honrar “a nuestros antepasados” sino también para descubrir “nuestra historia”, dice.

A través de este relato se pone al lector en situación ya que describe cómo era la sociedad lagunera del siglo XIX. Una sociedad, destaca, “profundamente religiosa, muy jerarquizada, donde el 87% de la población era analfabeta y la enfermedad más común “se ignora, porque se desconocía la enfermedad que lo había llevado a la muerte” . En esta línea, Benjamín Reyes afirma que se desconoce de que murió el 25 por ciento de todas las personas que fueron enterradas en el siglo XIX.

El escritor y periodista aprovecha este libro para explorar con datos otros aspectos relacionados con la cultura de la muerte en la ciudad de los Adelantados. Escribe así sobre las procesiones fúnebres en las que el finado era trasladado desde la iglesia o casa mortuoria al camposanto en una tartana tirada por caballos. Costumbre que dejó de hacerse a raíz de una epidemia de gripe, al prohibir en 1843 “el toque fúnebre de camposanto y el trasiego de procesiones de cadáveres por las calles”. Esta decisión generó tensiones entre la autoridad civil y la eclesiástica, ya que la Iglesia Católica se resistió a aceptar la nueva normativa al considerar que vulneraba sus derechos.

A modo de ejemplo, Benjamín Reyes alude al caso del presbítero Felipe González, quien sí contó con una procesión fúnebre que desafió la prohibición mientras se dirigía a la iglesia de La Concepción.

Entre otros defensores de la creación de un camposanto en La Laguna se encuentra el doctor Domingo Saviñón tras la epidemia de gripe de 1807. Tuvieron que sucederse otras epidemias como las de fiebre amarilla de 1810 y la de viruela de 1812 para que se hiciera realidad el proyecto del primer cementerio lagunero, ciudad que por aquel entonces contaba con 9.672 habitantes.

Adquirida la finca para construir el camposanto de San Juan fue necesario trasladar a lugar más conveniente el molino harinero de viento allí instalado, relata Benjamín Reyes, quien añade que hasta finales del siglo XIX podemos encontrar vestigios de estos molinos en La Laguna.
 
La ermita de San Juan Bautista, anexa al camposanto se construyó al finalizar una epidemia de peste bubónica que acabó con la vida de casi 6.000 personas (muchas de ellas están enterradas bajo la ermita).

Una década antes otra epidemia de peste bubónica costó la vida a 9.000 personas. Se tratan de dos de las epidemias más feroces que ha sufrido Tenerife, y fue tanta la devastación que las gente sencillas creían que más que una enfermedad se trataba de un castigo divino.

Entre las curiosidades que ofrece una obra netamente divulgadora fue el descubrimiento durante la investigación un registro de elefantiásicos que data de 1853. En él aparece un listado de diez personas que padecieron esta enfermedad que produce un engrosamiento de las extremidades inferiores.

La obra cuenta además cómo al llegar al máximo de su capacidad, el último enterramiento del antiguo cementerio de La Laguna se celebró el 25 de enero de 1983. El finado se llamaba Anselmo Pardo Hernández y en total, asegura Benjamín Santana, allí se encuentran “unas 55.000 almas inhumadas”.

Tres días después de su cierre, se inauguró en La Laguna el camposanto de San Luis, que se llama así porque “la primera persona inhumada era Luis López Marrero”.

Saludos, se acerca la Noche de Todos los Santos, desde este lado del ordenador

Uno, dos, tres… ¡Mambo!

Miércoles, Julio 16th, 2014

* Espacio Bronzo presenta desde este jueves 17 hasta el próximo 25 de julio el resultado del trabajo desarrollado por trece artesanos de Tenerife bajo la dirección de los diseñadores Alberto Ochoa y Ana Díaz Llanos durante la cuarta edición del Workshop de Innovación en el sector artesanal organizado por el Área de Artesanía del Cabildo de Tenerife para acercar a los artesanos las herramientas, las últimas tendencias y las tecnologías de fabricación del diseño industrial. La exposición se inaugura este jueves, 17 de julio, a las 18.30 horas, en la calle Núñez de la Peña, 19, de La Laguna. Los artesanos participantes en esta edición son Isabel Ángulo, Cristina Barrera, Ricardo Bonnet, Anastasia Díaz, Lucía Felipe, Javier González, Judith Hernández, Myriam Mattiazzi, Magdalena Muñiz, Chanchy Núñez, Mª Teresa Pérez Hernández, Iván Santa María Cossio y Beni Zamora.

* Amaury Santana es el protagonista de la quinta sesión de Encuentros con el cine, ciclo de proyecciones de cine español reciente que tiene lugar una vez al mes en el Teatro Guimerá. Encuentros con el cine, coordinado por Digital 104, es una actividad del Organismo Autónomo de Cultura (OAC) del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. La cita, este jueves 17 de julio, a partir de las 20 horas, cierra la actividad hasta el próximo septiembre. El programa lo forman el cortometraje Luces y dos mediometrajes, Diarios y Vidas sobre ruedas, que ofrecen un recorrido por la obra de Santana, quien tras la proyección mantendrá una conversación con Alejandro Krawietz. El precio de las entradas, que se pueden adquirir en la taquilla del teatro, es de 3 euros.

* El salón de actos de la Mutua d Accidentes de Canarias (MAC) acoge el viernes, 18 de julio, la presentación de la novela Ucanca, de Gustavo Reneses, título que forma parte de la colección G21 Narrativa Canaria Actual que dirige el editor y escritor Ánghel Morales. El acto comenzará a las 19 horas. Ucanca es la primera novela de su autor, quien ha escrito un relato en el que cuenta el peligroso viaje interior que emprende su protagonista,  Hilberto Nash, un gángster que vivió y murió en Ucanca (Tenerife).

En la imagen, el músico, compositor y arreglista Dámaso Pérez Prado.

Saludos, pasan los días y no llega, no llega…, desde este lado del ordenador.

La Laguna de los olvidados, una novela de Benjamín Barrett

Miércoles, Enero 22nd, 2014

Camino del hospital transportando a Annie en sus brazos, en la esquina de la Calle Núñez de la Peña con San Agustín miró hacia el cielo empezando a oscurecerse y sintiendo un resoplido de brisa caliente en su cara, haciéndole sacudir la cabeza hacia los lados. El cuerpo de la muchacha se balanceó de un lado a otro, mientras su cabellera a pocos centímetros del suelo se agitaba con el aire que empezaba a levantarse. Muy cerca de ellos, agarrado a las verjas del Instituto Cabrera Pinto estaba Usígnolo Carbone husmeando hacia el interior del jardín. Seamus recordó el momento en que relataba su incursión en el inframundo y pensó que tal vez estaría buscando la entrada. En silencio y sin apartar la mirada del sospechoso ilusionista, se alejó con la muchacha.”

(La Laguna de los olvidados, Benjamín Barrett, Neys Books)

Las tres novelas publicadas por Mariano Gambín (1) han hecho posible que en nuestro imaginario una ciudad tan fascinante y llena de historia como es La Laguna tenga lectura de suspense, aroma a thriller, a que resulte creíble como escenario de relatos en los que se hilvanan tramas con cierta complejidad en la que Aguere adquiere un importante protagonismo.

Resulta por ello inevitable pensar en las creaciones literarias de Gambín tras leer La Laguna de los olvidados (2) primera novela del músico y compositor Benjamín Barrett, ya que la ciudad de Los Adelantados es un personaje fundamental del libro –ya se anuncia en el título– en un relato en el que su autor combina lo fantástico y el suspense con un elogiable manejo de sus claves aunque el resultado final no termine por ser lo redondo que se le podría haber exigido al escritor.

De todas formas, y se agradece, La Laguna de los olvidados propone una lectura pensada para evadir al lector de su triste realidad, y cuenta con un espíritu de aventura refrescante.

Cuenta así la novela de Benjamin Barrett con un inicio que promete y que engancha. También se revela a un narrador que sabe crear atmósfera, en especial las que se desarrollan en espacios cerrados y algo tétricos.

La acción de La Laguna de los olvidados se desarrolla en otoño de 1892, a caballo entre La Laguna y Santa Cruz, cuando se producen una serie de asesinatos aparentemente inexplicables que coincide con la llegada a la isla de un grupo de niñas procedentes de un orfanato irlandés a bordo de un velero con bandera británica llamado Pandora. Con la arribada de este grupo de muchachas, desembarca un investigador de Scotland Yard, personaje que se une a otros protagonistas, locales y extranjeros, para conformar el paisaje humano de una novela en la que se representa prácticamente a todas las clases sociales que habitaban la isla a finales del siglo XIX.

El misterio a través del cual se articula el relato gira en torno a un manuscrito de Alonso Fernández de Lugo, primer adelantado de Tenerife, y que guarda un secreto que se oculta en las catacumbas de la ciudad y por el que muchos están ahora dispuestos a matar.

Benjamin Barrett escribe una novela en la que se nota su cariño por los relatos de aventuras, y ese cariño lo refleja muy bien en La Laguna de los olvidados, transformando la geografía urbana en la que se mueven sus personajes en territorios donde puede pasar de todo.

Su retrato de Santa Cruz de Tenerife como principal puerto de la isla, con tabernas en las que beben hombres y mujeres muy poco recomendables y la de una ciudad como La Laguna que casi parece ser frontera entre lo sobrenatural y lo real, están lo suficientemente bien descritos para que resulte creíble porque se trata de una novela cuyo espíritu es el de sorprender al lector, evadirlo, reiteramos, de su grisácea existencia.

Es un relato concebido para divertir y entretener y en el que en sus capítulos, veintisiete sin contar el epílogo, ocurren muchas cosas.

Encuadro así la novela de Benjamín Barrett en el mismo género que otros autores, como el ya citado Mariano Gambín, pero también Ángel Luis Marrero Delgado (3), han tanteado para moldear la isla, las islas, como escenario de fantasías en las que late el encanto siniestro de las novelas y relatos de corte fantástico del XIX. Historias pobladas de fantasmas y de hechos insólitos que transcurren en pueblos y ciudades de una Canarias mágica que necesita de éstas y otras voces para hacerla creíble como territorio literario.

(1) Nos referimos a la trilogía de La Laguna, que componen las novelas Ira Dei (Ira de Dios); El círculo platónico y La casa Lercaro, editadas en Roca Editorial.

(2) La Laguna de los olvidados junto a Sándalo y rapsodia, de Juan Jesús Pérez, son los dos primeros títulos de Neys Books, editorial que dirige el también escritor Juan Andrés Herrera. La Laguna de los olvidados incluye, además, un prólogo que firma el escritor, poeta, pianista y compositor Pablo Bethencourt.

(3) Ángel Luis Marrero Delgado es autor de las estupendas La extraordinaria narración de Peter Pendulum y El vampiro de la puñeta, editadas por Ediciones Idea.

Saludos, en busca del Necronomicón, desde este lado del ordenador.

Muchachos, una película de Raúl Jiménez

Domingo, Noviembre 17th, 2013

Guión y dirección: Raúl Jiménez Pastor. / Producción: Guacimara Rodríguez Alonso. /Ayte. dirección y coaching: Fátima Luzardo. /Fotografía: Raúl J. Pastor. / Montaje: David Cánovas./ Música: Pablo Cebrián, Tangatos. Intérpretes: Miguel A. Batista Rey, Antonio Cifo, Iván Prieto Abdul, Airam Hernández Molina, Héctor Castro Alonso, Manolo Guerra, Edgar García y Alba Pérez.

No sé si es consciente Raúl Jiménez del pequeño milagro conseguido con su primer largometraje, Muchachos, una cinta que irrumpe con entusiasmo renovador en un mundillo cinematográfico como es el que se cuece en las islas, tan preocupado por el sexo de los ángeles y casi siempre tan dantesco en sus pretensiones intelectuales.

Y desde esta perspectiva, Raúl Jiménez ha hecho a su manera historia.

Historia porque Muchachos mira directamente a su alrededor y muestra una realidad que está ahí. No huye de ella, sino que la revela manteniéndose al margen de discursos reivindicativos. Su objetivo, parece, es solo el de guiar al espectador en lo que es la vida cotidiana de sus protagonistas –un cúmulo de existencias cada vez más difícil por la mordida de la crisis– y a que compartan y arrastren  con ellos sus alegrías y penas manteniendo casi siempre un humilde pero constante pulso narrativo.

Mientras la mayoría de los trabajos que se ruedan en las islas prefieren divagar por otros territorios, contar relatos a veces con afortunado tesón lírico pero siempre aspirando a escapar de su geografía humana y física, Raúl Jiménez rompe los esquemas, pulveriza lo que presumía otra película rutinaria rodada en Canarias, porque baja hacia la tierra. Además, otro apunte insólito en un filme ya de por sí insólito, construye un complejo retrato coral donde se cruzan historias por la que circulan tres adolescentes, dos jóvenes sin demasiado futuro por delante; sus respetivos padres, un abuelo ilustrado y algo anarquista; un aprendiz de político y su novia…

Muchachos se localiza, aunque no se dice, en un barrio de la ciudad de La Laguna, y por su geografía se mueve toda esta fauna de protagonistas arrastrando sus penurias e inquietudes que se escribe en pantalla con una deliciosa y sonora variedad de acentos. Desde el canario más abrupto a un peninsular afincado en las islas, elementos que refuerzan el atractivo realismo –mágico en ocasiones– de una cinta que, más allá de sus flaquezas emocionales, sabe a auténtica.

Muchachos bebe de fuentes varias, aunque la más obvia es la de un cine con vocación social tan necesitado en las islas para entender lo que, humanamente, está pasando.

Para narrarlo, Raúl Jiménez hace equilibrios entre la sutil línea que divide drama y comedia y emplea para ello actores profesionales y debutantes con resultados muy afortunados.

El filme conmueve. Y se hace espacio, ese mismo espacio que buscan los protagonistas de la película. Una película que disculpa sus carencias, que el discurso tiemble, que, técnicamente, resulte a veces tan contundente y otras no tanto…

Muchachos es un largometraje independiente que ha costado dos años de trabajo, explicó Raúl Jiménez en el pase privado que ofreció el viernes, 15 de noviembre, en el espacio cultural Aguere. Y las razones resultan evidentes: indigencia presupuestaria. Aunque el cineasta supo salvarlas con imaginación y sobre todo, creo, una fe en el proyecto de la que deberían de tomar nota en el mundillo del cine canario. Más en unos tiempos donde la enlodada agua que brotaba del grifo del Gobierno regional ha dejado de manar.

Muchachos es por eso como un milagro. Una luz pequeñita pero honesta en sus intenciones que debería de obtener el reconocimiento que se merece. Quién sabe, igual recibe el empujón cuando se exhiba en el XXXIX Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.

Pero eso solo lo saben los dioses.

Mientras tanto, quédense con este título, Muchachos, y con su director, Raúl Jiménez. También con el ejército de actores que participa y por los técnicos que se encuentran detrás de las cámaras. Esperen a ver una película distinta en nuestro universo canario con ecos, afortunadamente marginados, de Barrio (Fernando León de Aranoa, 1998) y otros que hubiera celebrado el  Luis Buñuel de Los olvidados.

Una película, Muchachos, que sin querer ser rompedora se coloca a la vanguardia del cine que actualmente se rueda a este lado del Atlántico.

Saludos, va por ellos, desde este lado del ordenador.