Archive for Mayo, 2018

La desaparición de Josef Mengele, un libro de Olivier Guez

Jueves, Mayo 31st, 2018

Periodista, escritor y guionista Olivier Guez, autor del libreto de la más que estimable película El caso Fritz Bauer, obtuvo el año pasado el premio Renaudot por La desaparición de Josef Mengele (Tusquets, 2018), libro en el que reconstruye el itinerario que emprendió el tristemente famoso doctor en medicina alemán por Argentina, Paraguay y Brasil tras finalizar la II Guerra Mundial.

Conocido también como el ángel de la muerte de Auschwitz, en el libro se encuentra el gradual proceso de aislamiento y paranoia que lo va sometiendo tras conocerse la noticia del audaz secuestro en Argentina de Adolf Eichamann por los servicios secretos israelíes.

La literatura francesa reciente tiene una especial querencia por reconstruir el pasado de forma literaria. Los ejemplos son numerosos aunque baste recordar solo algunos: El orden del día, de Éric Vuillard, cualquier libro de Patrick Deville o el mejor Emmanuel Carrere en obras como Limónov, El adversario o El reino, entre otros y católogo al que ahora se suma Olivier Guez con este impecable e implacable retrato de un médico nazi profundamente adoctrinado por una idea perversa.

Nacido en el seno de una familia acomodada, Josef Mengele tuvo sin embargo una carrera mediocre bajo el nazismo ya que no pasó del grado de capitán de las SS. Destinado a Auschwitz, comenzó a utilizar como cobayas humanas de sus experimentos a los presos judíos mientras silbaba arias de ópera. El caso, y el autor de este libro lo recuerda, es que otros médicos SS hacían lo mismo, y que muchos de estos médicos tuvieron una vida normal después de la guerra.

En el libro Olivier Guez se plantea, entre otros temas, el porqué Josef Mengele adquirió la fama que alcanzó al finalizar la guerra y no otros compañeros de ciencia como él. Al mismo tiempo, intenta penetrar en la cabeza de un asesino que nunca se arrepintió de sus crímenes y que vivió en libertad –-aunque en sus últimos años acosado por el miedo a ser descubierto y devuelto a su país– protegido por antiguos camaradas que hicieron carrera bajo los regímenes de Juan Domingo Perón , Juan Alfredo Stroessner y la dictadura militar en Brasil, al tiempo que era mantenido por la fortuna familiar.

La desaparición de Josef Mengele se puede leer como la crónica de un hombre evadido que no encuentra su lugar en el mundo pero que no dejó de pensar hasta el final de su vida que todo lo que hizo fue por contribuir a la grandeza de la Alemania hitleriana.

Obviamente, Olivier Guez fantasea en muchos de los capítulos del libro, y ofrece digamos que una visión justiciera sobre los últimos días de Josef Mengele, a quien retrata en una árida soledad tras haber saboreado las mieles del triunfo mientras el III Reich destruía Europa y sus primeros años como exiliado en Argentina, donde prospera como empresario y logra acercarse a las clases más pudientes de esta república latinoamericana.

No obstante, y al margen de estas licencias, el cuadro que ofrece en torno a este asesino que jamás reconoció sus crímenes es demoledor. También el aislamiento progresivo al que se sometió a medida que pasaron los años, un aislamiento físico y espiritual que terminó por demoler a un hombre que se creía de acero.

La difícil relación que mantuvo con su hijo natural desde sus escondites en lo más profundo de la selva brasileña, sus amores y las relaciones con los camaradas condenados al exilio en esa América cuyas dictaduras los recibieron con los brazos abiertos, son otros de los elementos que hacen que la lectura de este libro despierte adicción y haga difícil abandonar su lectura.

Las conclusiones que el autor de esta obra, amarga y profundamente triste, resultan así tremendas sobre la condición humana ya que no hubo, ni hay, un solo Josef Mengele.

El mundo está repleto de hombres y mujeres que piensan que están actuando correctamente cuando el sistema los convierte en trabajadores del horror. Esa banalidad del mal con la que Hannah Arendt intentó explicar el fenómeno de la perversión en personas aparentemente normales y corrientes.

Saludos, léanlo, desde este lado del ordenador

Los tesoros de la cripta, un libro de Juan Manuel de Prada

Martes, Mayo 29th, 2018

Juan Manuel de Prada además de ser un notable escritor es un confiable espectador de cine ya que mezcla la más desarmante cinefilia con igualmente la más descacharrante cinefagia. Cualidad, esta última, que le permite ver y analizar películas del arroyo, producciones abominables en las que encuentran entrañable joyas que relucen entre tanta basura transformada en celuloide.

El escritor reúne ahora estas opiniones diversas, lacerante pero siempre vibrantes porque están escritas más con el corazón (o el estómago, escojan ustedes) que con la cabeza, en el libro Los tesoros de la cripta (Editorial Renacimiento, 2018), volumen que ya resulta apetecible a lectores y cinéfilos y cinéfagos confesos por su portada, que ilustra una imagen poderosísima de El signo de la cruz (Cecil B. DeMille, 1932), y largometraje que se incluye en este amplio catálogo de reseñas que tienen la voluntad de recuperar películas olvidadas y en otros casos maltratadas por una crítica que en opinión de Juan Manuel de Prada y de quien ahora escribe estas líneas, no ve cine con entusiasmo ni espíritu descubridor.

La lista de largometrajes que comenta el autor de la novela Las máscaras del héroes es amplísima, casi noventa, y en ella reparte elogios o condenas sobre películas de todos los géneros y colores, sean de cine silente (o mudo) como sonoro. Las preferencias del escritor y ahora estimable crítico cinematográfico son variadísimas y se agradece mano en el corazón que descubra títulos que permanecían hasta ahora olvidados en los rincones más polvorientos de esa cripta a la a más de uno le gustaría meter la cabeza. Olisquear, que se dice en esta tierra, las promesas de festivo espectáculo que describe Juan Manuel de Prada, una especie de Indiana Jones que dedica todos sus esfuerzos en estos artículos a quitarles el polvo del tiempo.

Se podrá estar de acuerdo con la inclusión de algunos de los títulos sobre los que escribe, pero al margen de este hecho (para gustos de inventaron los colores) dan ganas de revisar muchos de estos trabajos para volver a observarlos con otros ojos, despiojados de prejuicios estéticos y sobre todo ideológicos.

Juan Manuel de Prada reivindica una serie de películas ante las que huirán, como el vampiro ante el agua bendita, ese espectador dado a capillas de cineastas en boga, “que allá en mi adolescencia podían ser –O tempora, o mores!– Alan Rudolph o Peter Greenaway”, pero no el que se curtió en las salas de cine de barrio o en casa quemando el vídeo VHS. Ese espectador rarito que lo mismo disfrutaba con una de arte y ensayo que con otra de caspa y ensayo que, a fin de cuenta viene a ser lo mismo, sin desdeñar ese cine comercial y de explotación en el que se combinaba de todo, con independencia del género al que presuntamente perteneciera.

Desfilan así por las páginas de este libro recomendable para todo cinéfilo y cinéfago a la caza de piezas extrañas, cineastas que van desde el celebrado Cecil B. DeMille a Louis Feuillade, David Wark Griffith, Georg Wilhem Pabst, Friedrich Murnau, Tod Browning, Jack Conway, King Vidor, James Whale, Karl Freund, Carmine Gallone, Joris Ivens, Alessandro Blassetti y Mario Camerini, entre otros, así como los españoles Rafael Gil y Edgar Neville, a quienes reivindica sin rubor alguno, y sí con algo de rubor películas firmadas por Ignacio F. Iquino y Antonio Isasi Isasmendi, sepultados hasta ahora bajo tierra por ser cineastas de derechas, escribe sin empacho un escritor que no niega que es, precisamente, de derecha aunque esta forma de ordenar el mundo no le ciegue para elogiar igualmente el trabajo de directores de izquierda.

Los tesoros de la cripta
resulta por ello y otra cosas más un libro muy recomendable para lectores y espectadores con mente abierta. Consumidores culturales que no le hacen asco a un solomillo como a una hamburguesa siempre y cuándo ambas estén bien cocinadas y su sabor y textura las diferencie del resto, esas unidades de una cadena de producción que solo satisface momentáneamente al estómago pero no a la cabeza, que a fin de cuenta debe ser alimentada con productos frescos y originales.

Los tesoros de la cripta es por eso un libro no solo recomendable para el aficionado al cine, sino también para el especialistas sin prejuicios y ganas de seguir aprendiendo como para ese otro que odia el cine pero que disfruta con la lectura de una obra a la que podrán acusar de lo que quieran pero no de aburrir y enseñar a quien la tiene entre las manos y la devora, como fue nuestro caso, con tanto deleite cinéfilo como cinéfago.

Saludos, The End, desde este lado del ordenador

Laura Freixas: ““Mi madre sentía que nacer como una mujer era nacer minusválida”

Lunes, Mayo 28th, 2018

La escritora Laura Freixas (Barcelona, 1958) estuvo la semana pasada en Tenerife para presentar el segundo volumen de sus diarios, Todos llevan máscaras. Diario 1995-1996 (Errata Naturae, 2018) e impartir varias conferencias sobre mujeres y literatura femenina.

Freixas es autora de una notable producción literaria en la que se encuentra además de el diario, la novela y el ensayo, entre otros. Algunos de sus libros son los ensayos Literatura y mujeres y El silencio de las madres; el libro autobiográfico Adolescencia en Barcelona hacia 1970 y las novelas Último domingo en Londres, Entre amigas y Amar o lo que sea. Ladrona de rosas es una biografía de la escritora Clarice Lispector

- Tras Una vida subterránea publica ahora Todos llevan máscaras, la segunda entrega de sus diarios. ¿Cuáles son las máscaras de Laura Freixas?

“En este diario he intentado quitármelas y mostrarme como nos mostramos muy pocas veces: desnuda y con todos mis defectos, mis carencias y fracasos. Mi única máscara es el paso del tiempo porque estos diarios se escribieron hace más de veinte años y ahora no vivo como entonces”.

- Algunos de los retratos que ofrece de escritores y editores españoles resultan demoledores.

“Quizá no sea muy consciente de si he podido generar enemistades porque nadie me ha dicho nada. En todo caso, no me parecen retratos negativos y como el autorretrato que hago es muy duro conmigo misma, ya que me muestro a veces derrotada, angustiada, deprimida, eso me da como la libertad de ser dura con otros. No obstante, quizá dentro de algún tiempo descubra que fui muy imprudente pero como mi relación con el mundo literario es de amor-odio y como no me siento totalmente integrado en él, esa distancia que mantengo para no pertenecer a los corrillos salvo los del círculo feminista dentro de la Cultura, hace que no tenga nada que perder”.

- Todo parece indicar que continuará con estos diarios.

“Los escribo al menos una vez por semana, cuando tengo un rato y cosas que contar aunque al ritmo que voy si se publican será con carácter póstumo porque necesito que pase un tiempo para tener la libertad de escribir lo que pienso aunque hay cosas, pocas, que por ejemplo no he incluido en Todos llevan máscaras”.

- ¿Por qué?

“Son demasiado íntimas”.

- Los diarios comienzan en los años 90 del pasado siglo XX. ¿Antes no escribía diarios?

“No, no escribía diarios. El diario lo empecé el año que me fui a vivir a París lo que me hace pensar que, en cierto sentido, el diario está ligado muchas veces al exilio aunque lo mío no lo fuera. No obstante, el hecho de encontrarte en otro lugar donde no tienes identidad y apenas conoces a nadie condiciona. Luego me marché con quien entonces era mi marido a Madrid, ciudad en la que tampoco tenía demasiadas amistades pero me fui forjando una nueva identidad profesional como escritora. Había dejado la editorial en la que trabajaba y todo eso hizo que necesitara el diario como confidente e interlocutor. Así que si comencé a llevar un diario en los 90 con el que traté en el fondo de manifestar el propósito de hacerme un lugar como escritora por lo que estas confesiones son el relato de cómo me hice un espacio, de cómo encontré mi lugar como mujer y como escritora”.

- ¿Pero ya le rondaba entonces la idea de publicarlos?

“Siempre la tuve aunque como una posibilidad remota que apareció veinte años más tarde y que coincide, además, con un momento en el que no tengo novela que publicar”.

- ¿No le da cierto pudor desnudarse como se desnuda en estas páginas?

“La verdad es que es como tirarse a la piscina y cuando ya estás en el agua darte cuenta que no sabes nadar. Pero hay un intento y un momento temerario en el que te dices que si un editor lo quiere publicar, lo publico”.

- Me gustaría saber cuándo toma conciencia feminista.

Es un proceso que tiene dos fases. Que recuerde y como mujer he sido feminista siempre. Tuve una madre que constantemente protestaba por esas limitaciones frente a las que sentía que no podía hacer nada y antes las que se sometió como las de hacer las faenas de la casa, la parte aburrida, que es mucha, de ejercer de madre; la desigualdad que existía entre la libertad sexual de hombres y mujeres. Mi madre sentía que haber nacido mujer era como haber nacido minusválida. Fue una mujer muy feminista. En cuanto a mi, yo me crié durante el franquismo pero era consciente de esas desigualdades. Desigualdad frente a las leyes mientras observaba a mi padre y sus amigos que desarrollaban una vida en el mundo de la burguesía catalana en la que si bien carecían de libertad política, sí que la tenían en la profesional. Los amigos de mi padre tenían profesiones interesante mientras que las mujeres permanecían aburridas en sus casas”.

- ¿Pasaba lo mismo en el mundo de la Cultura?

“Creía que las cosas no iban a ser igual en en la Cultura, que no hacía falta ser feminista porque había igualdad y libertad y se valoraba la creatividad y la meritocracia, y esta fue una de las razones de que me dedicara a la literatura aunque mi sorpresa fue descubrir que no era así”.

- ¿Han cambiado las cosas en los últimos tiempos?

“Lo que ha cambiado es la percepción pero la realidad todavía no”.

- Es un primer paso…

“Claro y muchas de nosotras estamos encantadas y hemos trabajado mucho para conseguirlo. En mi caso, con libros como Literatura y mujeres y la antología Madres e hijas y junto a otras compañeras de la Fundación Clásicas y Modernas para la Igualdad de Género en la Cultura, donde hemos cambiado entre otras cosas lo que era flagrante y obvio, pero que nadie veía: la desigualdad en el mundo de la Cultura. Yo misma, cuando empecé, no lo veía hasta que tras la publicación de Literatura y mujeres me di cuenta que la exclusión era sistemática, que no se me iba a juzgar por mi obra ya que antes me iban a invisibilizar. Algo que he seguido viendo constantemente y que desanima y te hace plantear preguntas y a partir de ahí, con otras mujeres, comenzamos una labor de denuncias para concienciar la visibilización de la mujer. También se desarrolla un trabajo que ofrece propuestas a las instituciones para la organización de actos, charlas y conferencias como las que desarrollamos con la Biblioteca Nacional con la creación de El día de las escritoras y desde hace cinco años con Caixa Fórum el ciclo Ni ellas musas ni ellos genios sobre parejas de artistas e intelectuales que han tenido un gran éxito de público lo que pone de manifiesto que hay verdadera sed de nuevos modelos en el mundo de la Cultura y un público con ganas de conocerlo y al que nosotros hemos sabido ponerle voz”.

- ¿Pero encuentra diferencias entre la literatura escrita por mujeres y hombres?

“Si me das un solo texto no pero tampoco si me entregaras un texto escrito por un afroamericano o una mujer judía. Si tenemos una visión global, la literatura afroamericana, judía y gay, por ejemplo, cuenta en su conjunto con unas características por lo que la diferencia no es tanto entre lo que escriben hombres y mujeres sino entre la identidad dominante y la subalterna. Los que pertenecen a ciertas identidades dominantes no tienen conciencia de identidad. Tú y yo, por ejemplo, no tenemos conciencia de ser blancos pero si fuéramos negros en un país de blancos tendríamos conciencia de ser diferentes. En mis libros nunca escribo que soy blanca o que no soy judía pero sí quiero que se vea que soy mujer”.

- ¿Encontró puntos de contacto entre la literatura afroamericana y la femenina?

“Mientras estudiada literatura afroamericana me di cuenta que si había algo en común con la de mujeres es su vena autobiográfica porque los autores de ambas literaturas necesitan contar su historia ya que no está consagrada como legítima por la Cultura. Es típico de los hombres los libros donde describen y narran luchas por el poder y la guerra, temáticas que se han incorporado a la Cultura. Ahí está La Iliada hasta la última producción de Hollywood. En cambio la maternidad, que es algo que nos condiciona para bien, mal o regular, no. El hecho de querer ser madre, de quedarse embarazada todo eso que ocupa muchos años de nuestra vida y es fundamental, cuando buscamos nuevos modelos literarios apenas los encuentras y eso te marca”.

- Pero en estos diario intenta poner fin a esta situación.

“La maternidad está muy presente. Una maternidad que fue gozosa pero también una carga asfixiante”.

- Algunas de las páginas de Todos llevan máscaras no resultan demasiado amables con los saraos culturales de los 90. Es un mundo demasiado masculino pero ¿ha cambiado en 2018?

“Continúa igual o ha cambiado pero muy poco pese a manifiestos como No sin mujeres en el que sus participantes masculinos se comprometen a no participar en mesas redondas y debates en el que no encuentren mujeres porque se han dado cuenta de que se nos sigue excluyendo sistemáticamente”.

- Una curiosidad, ¿por qué se cultiva tan poco la autobiografía y el diario como género literario en España?

“Por la contrarreforma. Los géneros autobiográficos se desarrollan en los países protestantes y en los grupos protestantes de países católicos como Francia, caso de André Gide o Rosseau que fue protestante antes que católico. Y tiene una explicación, al desaparecer el sacramento de la confesión se establece una relación personal con Dios que pasa a través de la lectura de la Biblia y ese diálogo se traduce en una introspección que se hace también a través de la palabra escrita. Desde los reyes Católicos existe el sacramento de la confesión que lleva a una libertad vigilada, oral y por supuesto no escrita ya que se le confía a otra persona. Lo observas en la autobiografía de Blanco White, donde escribe que lee libros a escondidas y que es incapaz de decírselo a su mejor amigo. La autobiografía se desarrolla en Francia porque hay libertad religiosa, así como en Alemania, Suiza y muy poco en países católicos como España e Italia y nada en los musulmanes”.

- ¿Qué atractivos tiene para usted leer diarios y autobiografías?

“Me los creo más. Me pasa, de hecho, que hay autores cuya obra novelística se me cae de las manos, como Rosseau o Mary McCarthy, pero no con sus libros de memorias”.

- En su caso, y en estos diarios ¿hasta dónde maquilla su vida?

“He intentado no maquillarme ni enmascararme ya que me resultan bastante irritante leer ciertos diarios en los que su autor domina la situación. Me da la sensación que tienen algo de escaparate, de estar escritos para la galería, lo que me molesta bastante. Eso me animó a publicar mis diarios porque van contracorriente”.

- Usted ha estudiado las tendencias genéricas de escritoras y escritores. ¿Resultados?

“Las mujeres cultivan más la novela y menos el ensayo, que está dominado por los hombres”.

- En cuando a lectores, las encuestas dicen que en España las mujeres leen más que los hombres…

“Leen más que los hombres, no mucho más pero sí que hay una diferencia sostenida en el sentido que se da prácticamente en todas las franjas de edad y niveles de educación. Las mujeres leen más aunque mi observación personal es que las mujeres leen a hombres y mujeres y los hombres a hombres y muy pocos a mujeres. Pero tengo mi teoría de por qué.

- ¿Y cuál es?

“Mi teoría es doble aunque son las dos caras de lo mismo. Por una parte, parte de la cultura patriarcal tiene como gran axioma la identificación o confusión entre lo masculino y lo humano. La literatura en general se identifica con la que hacen los hombres mientras que las mujeres escriben literatura de mujeres. Lo universal se identifica con lo masculino y lo particular, lo marginal, con las mujeres. Los hombres leen a hombres porque se identifican con lo masculino y creen que la literatura es la de hombres. En este aspecto, las mujeres se han entrenado a leer a hombres pero los hombres no están entrenados para leer a mujeres y eso tiene que ver con la jerarquía cultural: los temas de hombres pertenecen a la gran literatura mientras que los de de mujeres históricamente han sido relegados a una especie de subcultura”

La crítica
Laura Freixas que ha hecho un poco de todo en el mundo literario, editora, traductora, escritora y crítica piensa que la crítica ya no tiene la influencia que sí tuvo en el pasado aunque se han generado nuevos modelos de lectores que, como el que recurre a las redes sociales, se ha convertido “en una especie de crítico de a pie”.

En cuanto a si hay que fiarse o no de lo que dice el crítico, opina que “a medias” aunque si se trata de una opinión que calibra como interesante la tiene en cuenta pero antes tiene que “convencerme con argumentos”. Blogs, redes sociales, son un sistema que permite, destaca, que “como lectora me sienta más independiente”.

Autobiografía

Laura Freixas trabaja ahora en una autobiografía que lleva el título de A mi no me iba a pasar, un libro “con perspectiva de género” y en el que cuenta el relato de su matrimonio y su maternidad. “Soy madre dos veces, una biológica y otra por adopción” y esta experiencia la narra ahora desde una conciencia feminista de la que carecía entonces, explica. A mi no me iba a pasar trata de responder la pregunta de “por qué me pasó lo que pensaba que no me iba a pasar, convertirme en un ama de casa, en una maruja. Y eso siendo escritora aunque no ganaba dinero suficiente y vivía del sueldo de mi marido mientras me dedicaba a las faenas de la casa y al cuidado de los niños”.

Saludos, ya sa sabe, desde este lado del ordenador

¡¡¡Nos vemos en la Feria!!!

Jueves, Mayo 24th, 2018

Este viernes, 25 de mayo, se inaugura la 30 edición de la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife, instalada como en años anteriores en el parque García Sanabria de la capital tinerfeña.

Los que somos habituales a la Feria por una u otra razón, miramos al cielo con la esperanza de que el tiempo se ponga de acuerdo de una vez y asome el sol y no la lluvia, aunque sea como chipi chipi, y que el García Sanabria se llene de luz y de gente con libros bajo el brazo.

Treinta años son treinta años, así que lo que comenzó como una tímida salida a la calle de los libreros de la isla ha terminado por convertirse en una tradición que, contra viento y marea, repite edición tras edición sin que se reconozca el trabajo de los que la hacen posible. Un equipo de profesionales que lidia con organismos públicos y privados para que se celebre una Feria que hace unos años intentaron encerrar en la Recova vieja… que así se las gastan los que dirigen la cosa pública en este archipiélago abandonado de la mano de los dioses.

El programa de este año es apretado y las actividades se despliegan en varias carpas donde se desarrollarán las presentaciones de libros, las conversaciones con los autores y los recitales de poesía. Vienen de Península, entre otros, una legión de blogueros que han encendido las redes sociales, Javier Sierra, premio Planeta 2017 por la novela El fuego invisible y el ex militar Luis González Segura, que presentará El libro negro del Ejército español. En cuanto a escritores y escritoras de las islas, la representación es nutrida y variada.

Como otros años, quien firma estas líneas espera verles pasear por la Feria. Y si es con un libro bajo el brazo, mucho mejor.
Aunque parezca una perogrullada, que no lo es, la lectura le ha salvado la vida a más de uno que conozco. Y créanme si les digo que conozco muy bien a más de uno que sin los libros ya estaría en el otro barrio. O tirado en un callejón ahogando las penas entre cartones de vino barato.

Este viernes, 25 de mayo y hasta el miércoles 30 de mayo, día de esta comunidad autónoma abandonada de la mano de los dioses, la Feria del Libro despliega sus casetas en uno de los parques más hermosos que conozco (ramalazo de vecino chicharrero, discupen ustedes las molestias) y allí nos veremos las caras amigos (muchos) y enemigos (unos cuantos, para qué engañarnos) con los que compartiremos risas, recomendaciones y codazos si así lo requiere el caso.

Así que ¡¡¡viva la Feria del Libro!!!, esa fiesta que hace posible que en esta querida y amada capital de provincias uno se anime a salir a la calle sin la necesidad de disfrazarse de oso u osita o de maga y mago canario, aunque se tropiece con estos últimos todos los días.

Mucha salud pues y, ya lo saben, a partir de mañana viernes 25 de mayo nos vemos en la 30 Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife.

Saludos, hermanas y hermanos, desde este lado del ordenador.

El asesino tímido, una novela de Clara Usón

Miércoles, Mayo 23rd, 2018

Se le hace un flaco favor a El asesino tímido, de Clara Usón, apuntando que se trata de una novela sobre una actriz, Sandra Mozarovski, que alcanzó cierta fama durante los años del destape, ya que la novela cuenta otras historias, relatos que se mezclan unos con otros y en los que se narra con notable pulso fragmentos de la vida de la propia escritora y de Ludwig Wittgenstein,, filósofo, matemático y lingüista autríaco que, enfermo de genialidad, se comportó como un chalado, un tipo ora admirable, ora despreciable.

La novela cuenta así tres historias que se fusionan unas con otras en un admirable juego narrativo que obliga a una atenta y adictiva atención lectora.

En ese rompecabezas, lo que cuenta Clara Usón sabe a verdad, sobre todo las partes en la que evoca la difícil relación que mantuvo con su madre, pero también el retrato –fruto de pesquisas que revela una intensa labor de investigación– de una actriz acostumbrada a desnudarse frente a las cámaras así como la vida y obra de un filósofo con complejo narcisista que perdió la cabeza por tanto pensar.

En El asesino tímido, como en otras novelas de Clara Usón, se pone de manifiesto que estamos ante uno de los más grandes escritores españoles del momento. La fascinación que provoca su literatura es resultado de una sabia combinación entre imaginación y oficio literario que no desentona en apenas ninguno de sus libros.

Por ésta y otras novelas, como Valor y La hija del Este, Clara Usón practica ese tipo de literatura que alguien calificó de novela no ficción con resultados más que elogiables. Hacía tiempo que no leíamos a una escritora y un escritor español cuyos libros nos supieran a verdad. Y como verdad, que conmovieran y al mismo tiempo hicieran reflexionar, que son al fin y al cabo dos elementos que más que pedir se le debe de exigir a una obra de arte.

En cuanto a la protagonista de la obra, Sandra Mazarovski, tuvo una vida plagada de incertidumbres. Su carrera como artista no pasará a la historia del cine español aunque gracias a este libro el personaje recibe un caluroso homenaje que no cae en lo melodramático. Bueno está en recordar, y así lo recuerda la escritora, que la actriz murió demasiado pronto y en circunstancias cuanto menos sospechosas, más allá de que fuera o no amante de Juan Carlos I.

¿Suicido, asesinato?, Clara Usón más allá de responder a estas preguntas propone entre otros temas, muchos de ellos espinosos, el suicidio como la huida final, y trae a colación textos de Wittgenstein, Camus y Pavese en el que se manifiesta esta preocupación que patra algunos de los nombres citados se transformó en obsesión.

El asesino tímido, el suicida, termina siendo así una novela, sí novela, en la que se explora la razón de la huida, esa tendencia que caracteriza a hombres y mujeres de escapar antes que la de enfrentarse a los problemas.

Los tres grandes protagonistas de este libro representan, cada uno a su manera, huidas. La todavía no muy clara de Sandra Mazarovski cuando se arrojó, o a la arrojaron, de la terraza del piso en el que vivía con sus padres; la de la propia escritora, que mantiene una difícil relación con su madre y que continuamente huye hacia adelante y hacia atrás y la de Ludwig Wittgesntein y su complejísima relación con el mundo, lo que le hace refugiarse en aldeas localizadas en espacios apartados en inhóspitos.

Saludos, léanla, desde este lado del ordenador.

Juan José Rastrollo: ““Lo que me interesa de esta novela es que narra cómo se escribe esa misma novela”

Martes, Mayo 22nd, 2018

Berlín-Barcelona Kabarett (colección Púrpura Salto de Página, 2018) se trata de una novela con ímpetu metaliterario que se ambienta en estas dos ciudades europeas durante el período de entre guerras y que tiene ecos a otras obras que se desarrollan en la misma época aunque Juan José Rastrollo (Elche, 1968) aún reconociendo esta influencia ha construido un artefacto literario original en el que explora géneros muy diversos que van, entre otros, del epistolar al folletín.

Juan José Rastrollo obtuvo con esta novela el premio Unamuno en su segunda edición. Un certamen que convoca el Cabildo de Fuerteventura y que está dotado con cuatro mil euros más la edición de la obra.


- Su primera novela obtiene el premio Unamuno, que concede el Cabildo de Fuerteventura. ¿Berlín-Barcelona Kabarett?

“Cuando piensas el título de un libro buscas un poco el efecto melódico aunque lo propio, cuando surge la idea de la novela, la idea inicial de Berlín-Barcelona Kabarett viene de la lectura de Los cuadernos de Fritz Kocher, de Robert Walser, en un año, el 2014, en el que leo y estoy muy interesado por la narrativa alemana. Los cuadernos de Fritz Kocher lo protagoniza un muchacho que escribe una especie de diario íntimo que su madre encuentra tras su fallecimiento y en el que expresa la voluntad de su publicación y a mi me pareció una idea atractiva y a partir de ahí surge el protagonista de Berlín-Barcelona Kabarett así como la ida de conectar dos ciudades durante los años treinta del siglo XX”.

- Una de las características de la obra es la ambientación de ambas ciudades.

“Se dieron una serie de circunstancias que coincidieron con la lectura de Berlín Alexanderplatz, de Alfred Döblin, varias estancias en la ciudad y mucho cine, sobre todo cine de la época como Berlín, sinfonía de una gran ciudad, el documental de Walter Ruttmann de 1927 que contribuyeron a que me interesara mucho por ese Berlín y que intentara conectarlo con una Barcelona de los años treinta aunque, en cierto sentido, se trata de una novela arriesgada porque lo más normal durante aquellos años era que el español que se iba a estudiar al extranjero se fuera a París pero mi protagonista, que es seminarista, quiere formarse como escritor en Alemania. Y visita los cabaret de Berlín porque no solo son salones de baile sino espacios de reflexión política en los que se encuentran muchos de los escritores e intelectuales alemanes de aquel tiempo”.

- Además de su protagonista, español y seminarista, construye un triángulo en el que interviene Úrsula, una cabaretera y su amante, un joven de origen ruso. Llama la atención que adentre a este aspirante a sacerdote en los antros de perdición del Berlín de los 30.

“El personaje de Delfín Barroso es muy del 98 en el sentido que es el tipo de hombre que se deja arrastrar por las circunstancias. Tiene conciencia de clase, es de familia acomodada catalana y duda sobre su vocación religiosa aunque forzado por la madre ingresa en el seminario. Delfín Barroso solo siente fascinación por la literatura y quiere ser escritor. En cierto sentido, se trata de una novela psicológica en la que el protagonista escribe un diario para conocerse a sí mismo y en el que registra momentos en los que se sorprende a sí mismo pero como quiere ser escritor y contar su vida, su vida antes de Berlín no es demasiado novelable sino más bien gris, escribe en ese diario lo que descubre en esta gran ciudad como su encuentro con Úrsula, la cabaretera, que está inspirado en el personaje femenino de Adiós a Berlín, la crónica novelada de Christopher Isherwood que inspiró el musical Cabaret, y que me ayudó a conectar dos mundos, como es el de ella, una mujer sin prejuicios, con el de él, cohibido pero con ganas de vivir experiencias y al que se suma el amante ruso de Úrsula, lo que establece, me han comentado, una relación de poliamor. Por otro lado, lo novedoso es cómo vive Delfín una noche de locura y orgía con la pareja, pareja para la que no representa nada porque está acostumbrada a montarse estos tríos”.

– Un atractivo de la novela es el estilo que ha escogido para contarla: diario, cartas, tercera persona…

“Me tomé con bastante calma la escritura de la novela, una novela que se fue construyendo a base de fragmentos tras perfilar al protagonista y los escenarios en los que se desenvolvería: Berlín y Barcelona. A partir de ahí no tuve muy claro hacia dónde iba con el relato pero sí que me interesaba recrear determinados escenarios y mezclar y al mismo tiempo romper la estructura de los géneros. Me interesaba construir una novela que no fuera solo novela sino poema y que combinara la epistolar, folletinesca con la romántica con el fin de transparentar todos los mecanismos de la ficción narrativa. En este aspecto, lo más interesante de escribir la novela fue que cuenta la historia de cómo se está escribiendo esa misma novela. El protagonista quiere escribir un libro pero no acaba de hacerlo y narra cómo lo está escribiendo”.

- El ambiente de Barcelona de los años treinta que describe en la novela recuerda al de la actualidad.

“Recuerdan a la actualidad y algunos de los hechos que se han producido recientemente demuestran que la historia es un bucle y que se repite, parece que hay un guión escrito. Cuando empecé con Berlín-Barcelona Kabarett en 2014 el proceso soberanista empezaba y no se podía perfilar entonces lo que iba a pasar después pero corrobora también que no aprendemos de los errores aunque Delfín Barroso no está implicado políticamente ya que solo le interesan las prostitutas y no los feligreses pero es inevitable que sufra los vaivenes de su tiempo porque, como decía Miguel de Unamuno, la Historia es la posibilidad de los espantos y si uno quiere espantarse, la Historia demuestra con claridad que podemos llegar mucho más allá. La otra vuelta de tuerca del proceso soberanista es que no es más que un cúmulo de situaciones que ya se produjeron en el pasado”.


- Uno de los personajes secundarios de la novela, Magnus Hirschfeld, existió realmente…

“Fue un sexólogo que dirigió un instituto de la sexualidad y que consiguió algo muy importante y es que la homosexualidad no se contemplara como una enfermedad. Para ello, presionó a grandes intelectuales y personajes importantes de su época para que firmaran un manifiesto en el que se decía que la homosexualidad no era una enfermedad y logró que en Alemania al menos mucha gente a raíz de este texto dejara de considerarla como tal”.

- Como escritor se permite algunos anacronismos en la novela, como incluir frases de películas que no se rodaron en la época en la que desarrolla la historia.

“Me permití algunas licencias que pueden chirriar pero al escribir la novela, y partiendo de la base de que no entiendo Berlín-Barcelona Kabarett como una novela histórica, lo que quise fue establecer puentes entre el presente y el pasado. Los anacronismos que aparecen, y cuyo texto se distingue por la cursiva, son citas directas de Johnny Guitar, El último tango en París y El padrino. Lo que me interesaba demostrar es que esos diálogos son eternos, de todos los tiempos”.

-La novela pasa de puntilla por el aspecto político.

“No me interesaba que el lector buscase la verdad de la Historia pero sí que reflexionase sobre su transcurso. En el caso del protagonista, ve pintadas y gestos supremacistas de los nacionalsocialistas que son las mismas pintadas y gestos que observa cuando regresa a la Barcelona de su época”.

- Sin embargo, ¿cómo llega a sentir eso una sociedad aparentemente culta y liberal?

“Pues de la misma manera con que lo observa Delfín Barroso, es una realidad que está ahí, que se ha ido gestando, pero ante la que se vive de espaldas. Y eso pasa en la actualidad en la Cataluña en la que vivo, donde muchos no nos creemos realmente lo que está ocurriendo porque le hemos dado la espalda a ciertas situaciones políticas que no acabamos de creer”.

- Llama la atención la importancia que tuvo Berlín en aquellos años de entre guerras.

“Berlín tuvo en aquella época unos cuatro millones de habitantes. Era una ciudad muy moderna por lo que pese a que la mayoría de los estudiantes extranjeros se marcharan a París, muchos también lo hicieron a Berlín en busca de una cultura alternativa. En mi caso me interesaba además estudiar la efervescencia y el ambiente de aquella ciudad en años tan disparatados y convulsos como fueron los 30”.

Saludos, conversamos, desde este lado del ordenador.