Archive for Noviembre, 2008

‘Los lobos’, una novela de Hans Hellmut Kirst

Lunes, Noviembre 10th, 2008

Tuve la suerte de venir al mundo en una casa donde leían hasta las cucarachas. Mi niñez estuvo rodeada de libros. Mi padre tenía una fantástica biblioteca no sólo de volúmenes de la Guerra Civil española sino también novelas de autores que eran muy leídos en aquellos tiempos. Esos libros han ido desperdigándose en la familia con el paso inevitable del tiempo, y entre unos y otros hemos ido haciendo acopio de todos aquellos grandes libros escritos por hombres y mujeres que tan buenos ratos le hizo pasar a ese caballero que fue mi padre. Un hombre de los de antes, un humanista con todas sus dichosas letras.

En su biblioteca podías encontrar desde Stefan Zweig (que ahora ha recuperado en excelentes ediciones Acantilado) a Arturo Barea, siguiendo por Mika Waltari (el de Sinué el egipcio o Marco el romano) a don Camilo José Cela, entre otros muchos. Ahí estaban también las novelas de un escritor alemán que felizmente recupera la editorial Almuzara para los que no tuvieron la oportunidad de descubriro en su momento: Hans Hellmut Kirst (en la fotografía). ¿Qué quién es Hellmut Kirst? pues uno de los pocos escritores alemanes que escribió sobre la II Guerra Mundial con una visión tan irónica que todavía descoloca.

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A él le debemos las maravillosa aventuras (más bien desventuras) del primero cabo y más tarde sargento mayor Asch en un ciclo de cuatro novelas (de las que sólo he podido leer las tres primeras) y de la interesante y potente novela policiaca La noche de los generales, que fue llevada al cine con regular fortuna por Anatole Litvak, y novela que probablemente inflluyó en Phillip Kerr para crear a su detective Bernhard Gunther, que como casi todo el mundo sabe es una especie de Phillip Marlowe en la Alemania nazi.

Este comentario está escrito sin embargo para recomendarles a todos aquellos a los que les interese la literatura y esos autores que no van a encontrar en los suplementos culturales de este país, un título que desconocía hasta ahora del maestro: Los lobos.

Por una vez recomiendo un libro que no está descatalogado, porque como decía antes acaba de ser editado por Almuzara en una de esas maniobras editoriales de riesgo que uno celebra y le hace reconciliarse con los editores de este país. Los lobos no es una novela bélica sino una radiografía precisa de cómo triunfó la barbarie en un pueblo tan poco bárbaro como es el alemán. No tiene desperdicio, emociona y te hace pensar a medida que vas pasando las páginas y entregándote a la aventura que inicia un buen hombre, el granjero Alfons Materna, contra el nazismo.

En unos tiempos donde nos han enseñado que ya no son posibles los héroes recomiendo la lectura de esta novela porque su lección es la de venir a decirnos que nos dejemos de tonterías. Que los héroes, pese a las circunstancias, la esclavitud del trabajo, los miedos que nos provocan los miserables, son personas normales y corrientes. Hombres y mujeres con carácter y con unos principios a prueba de balas.

Vale, de acuerdo que Kirst no descubrió nada nuevo, pero lecciones como éstas son las que lo hacen tan necesario en estos tiempos de tramposos.

Un saludo desde el otro lado del ordenador.

Y ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!! 

Unas cuantas reflexiones

Sábado, Noviembre 8th, 2008

* La pregunta del millón: ¿Sirvió de algo el encuentro Los desafíos de la cultura en el siglo XXI?

La respuesta del millón: NO.

Otra pregunta que no vale un millón, ¿te invitaron?

Respuesta: Sí.

Imaginad tres días en un hotel fantástico de Fuencaliente, con más de un centenar de artistas y curturetas poniendo caras serias que sólo dibujaban una sonrisa en la comisura de sus labios (algunos resecos, otros partidos) a la hora del desayuno, almuerzo y cena. También sonreían (sonreíamos, qué demonios) en el bar, ya entrada la noche, sólo que había que pagar de tu propio bolsillo las consumisiones. Y en el caso de algunos, como es el mío, eso significa rascártelos, en fin.

Pero fue ahí, en ese hotel de película del nuevo desarrollismo donde vi a muchas caras conocidas y a otras que no me sonaron de nada. Eso sí, confieso que he vivido y que no dejó de rondarme un pensamiento esos tres largos días de estancia en La Palma entre conferencias, mesas redondas, desayunos, almuerzos y cenas. Y ese pensamiento es prácticamente el mismo que pensaban lor otros con los que hablé: qué derroche en tiempos de crisis. Pero claro, ¡cómo somos los canarios cuando hay que gastar dinerito que no es el nuestro!… todo en nombre de la dichosa y maltratadísima Cultura.

En fin, mejor me callo. Por si acaso. Pueblo chico, infierno grande.

Eso sí, ¿por qué invitaron a los artistas y curturetas de siempre y no a los otros, esos que no invitan siempre? Tengo la sensación (nada extraña, por cierto) que salvo honrísimas excepciones ahí, en Fuencaliente, La Palma, estaban todos esoss que viven de las generosas subvenciones que reparte nuestro glorioso y nacionalista Gobierno regional. ¡Qué viva Canarias y sus siete estrellas verdes!

* Dulce Xerach Pérez ha sacado un libro. El hecho en sí no es noticiable pero el librito tiene su puntito. Con esta obra, la que fue responsable de Cultura y Curtura en el Cabildo de Tenerife y en el Gobierno canario le recuerda al mundo que gracias a ella, y a Adán Martín, que es a quien le dedica el tochito (no tiene muchas páginas), Santa Cruz de Tenerife, ciudad que vive en soledad, cuenta con el TEA que antes se llamaba de otra manera. El librito de Dulce no hace sangre, que es lo que esperábamos la mayoría. Se limita a reivindicar su protagonismo en esta obra faraónica que, por cierto, el Cultural de hoy sábado del ABC (probablemente el mejor Cultural de esta tonta España tonta) cuestiona. Pero poquito, ¿eh?

* Veo en una tele local por recomendación de una de mis mejores amigas (por no decir la mejor, porque es la que está ahí casi siempre) la inauguración del TEA. No pude asistir a la inauguración porque como comentaba arriba me encontraba en La Palma cubriendo lo de Los desafíos del siglo XXI, y qué rabia, porque visto lo que he visto en la televisión, mi lugar estaba en el TEA y no haciendo el ganso en Fuencaliente como el resto del más de un centenar de invitados a esas jornadas. Y digo esto, que debería haber estado en el TEA porque si ven el reportaje de la inauguración que emite esa tele local observarán el perfomance que se montan los políticos que asistieron al acto. Y es que en esto del artisteo no hay nada como un político, y si viste el traje nacionalista muchísimo mejor, porque mira tú que hay que ser buen actor (y actriz) para creerse que son nacionalistas canarios (el pobre Secundino debe de estar revolcándose en su tumba).

La perfomance que se montaron estos chiquilicuatres comienza con una perfomance artística de Tatsumi Orimoto titulada Bread Man, en la que además de participar varias personas con un pan atado a la cabeza, el buen hijo del Sol naciente intentó que se sumaran a la acción los políticos de siempre mientras le repartía a cada uno su barra correspondiente. A Paulino Rivero y Ricardo Melchior una entera; mientras que a Miguel Zerolo y José Manuel Bermúdez media (no sabía nada este discípulo de Mihisma, claro que es japonés y debe ser cosa de su carácter isleño).

No obstante, la perfomance de verdad no empezó con el artista tocando la campanilla y esos tíos y tías con el pan encima de la cabeza, sino con Zerolo diciendo que a su media barra le falta mantequilla y a Bermúdez utilizando la suya como la deben de utilizar los monos en un zoológico para chistorreo de los visitantes. Pero lo mejor no es eso, no es eso. Ni que ridiculizaran la actuación de Orimoto que de paso se ha embolsado una buena cantidad de euros. Lo mejor es que la panda se quitó la careta y nos mostró lo que son: además de impresentables, gente que no sabe estar y con un nivel de cultura muy cuestionable.

Patético es decir poco de su reacción. Que sentí vergüenza ajena una verdad como un templo. Sobre todo porque momentos antes todos ellos se habían calentando la boca hablando de curtura por aquí y curtura por allá.

Así que veo el TEA y pienso, horror, que no nos lo merecemos.

Y que así nos va. Así nos va porque ha fracasado la democratización de la cultura. Cuánta razón tiene usted, señor Lipovetsky: no hay que darle pan a quien tiene el estómago lleno.

* Corto y cierro. Pero no olvido nuestro grito de guerra común: ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!

Alguien me dice, y no le falta razón, que el grito es tan inútil como el ¡¡¡NO A LA GUERRA!!! ¿La razón? pues que siempre habrá guerras y el cierre del cine es inevitable. Tener amigos para esto.

Hasta la próxima. 

CINE VÍCTOR, últimas proyecciones…

Jueves, Noviembre 6th, 2008

Cautivo y desarmado ante la decisión adoptada por los nacionales (digo ¿nacionalistas canarios?) NUESTRO CINE  inicia su itinerario final de proyecciones. Una buena ocasión para que los nostálgicos y amantes de las películas nos demos un paseo antes de su cierre anunciado. Yo al menos espero darme una vuelta, y si me dejan, sacar fotografías de su interior para llevármelas de recuerdo y mostrarlas a quien lo desee y poder explicarle (si puedo explicarlo, porque la verdad me va a resultar muy difícil) que fui testigo del fin de la sala más auténtica (es la última que nos queda) que había en Tenerife.

Temblando ante su incierto futuro, porque me veo ya a los propietarios alquilándola al mejor postor para sacar beneficio de esa formidable instalación, como por ejemplo que ahí, donde pasearon las grandes estrellas se celebre una fiesta de fin de año como sucedió con mi pobre teatro Baudet (que también fue Bingo y hoy es territorio de bichos), anuncio que a partir de mañana y hasta el domingo se exhibirá la película El cielo dividido, de  Julián Hernández, una cinta de nacionalidad mejicana que trata sobre una relación homosexual.

En fin, queda dicho.

Y como siempre, ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!! 

Michael Crichton, una rápida reflexión sobre el autor de ‘La amenaza de Andrómeda’

Jueves, Noviembre 6th, 2008

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Nunca fui un seguidor de la literatura fabricada por Michael Crichton aunque le reconozco el mérito de que haya sumado a la causa de la fantasía y la especulación a numerosos lectores que no salen de los perímetros de los súper ventas. La primera obra que llegó a mis manos de este escritor la editó en su día Bruguera, y se llamaba La amenaza de Andrómeda, de la que por cierto Robert Wise hizo una excelente traducción cinematográfica en la película del mismo nombre. Más tarde, fui de los que también leyó su quizá novela más exitosa, Parque Jurásico, título que ni fu ni fa, aunque me dejé engañar por la magia de los efectos especiales que empleó Spielberg en otro de sus títulos rompetaquilla que jalonan su extraña carrera como cineasta en busca de una voz de autor. ¡Cómo si le hiciera falta!

En cierta ocasión le leí a un conocido crítico español comparar los universos de Crichton con los de Conan Doyle, lo que me enojó mucho, porque soy de los que pienso que Conan Doyle es uno de esos grandes escritores populares que no merecen comparaciones, y mucho menos con Crichton. Y no, no es que le tenga manía al escritor que perpetró novelas como Sol naciente o Acoso, pero el caso es que siempre sospeché de su novelística. Vamos, que me parece un escritor que inició su carrera con cierta intensidad, intensidad que se fue apagando a medida que pasaba el tiempo en favor de productos muy bien facturados pero vacíos, muy vacíos de fondo. Es mi opinón, y como todas las opiniones, discutible.

El caso es que esta reflexión me la ha procurado conocer ayer mismo la noticia del fallecimiento del escritor, y me he dicho que por lo menos se merecía unas líneas aunque no sea uno de mis autores de cabecera. Eso sí, como cualquier hijo de vecino me imagino que habré visto todas las películas que se han basado en ellas, y ninguna, que sepa, ha terminado por marcar mi devenir en esta vida con tan pocas sorpresas salvo la de que te den la patada en tu lugar de trabajo y te pongan en la calle. Pero esa es otra historia.

Algunos meapilas verán en este comentario prejuicios hacia la literatura que rompe en ventas pero nada más lejos de la realidad. De tanto en tanto compró novelones de Stephen King, que es un escritor que no suele decepcionarme porque me ofrece lo de siempre pero contado de otra manera, así como Ken Follet (sus aventuras bélicas no la de construir catedrales); Thomas Harris y tantos otros que ahora mismo no me vienen a la cabeza, por lo que me considero un lector sin demasiadas complicaciones cuando me enfrentó a cualquiera de estas historias que nacen con la sana vocación de que se vendan más que se lean, pero no meto en esa lista a Crichton porque, la verdad, siempre me parecía que escribía para hombres y menos mujeres de clases medias altas. Es decir, con un puntito estoy por encima de los parias de la tierra que, divagación tontorrona la mía, me molestaba. Y bastante.

En fin, que ha muerto Michael Crichton, a quien probablemente se le recordará por Parque Jurásico y no por La amenaza de Adrómeda, su mejor novela, digan lo que digan, y casi profética al revelar como una enfermedad de origen extraterrestre puede borrar de un plumazo a la humanidad sobre la faz de La Tierra.

Seguro que descansa en paz.

Y no, no al ¡¡¡CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!

La esperanza es lo último que se pierde. Algo sobre ‘Candilejas’

Miércoles, Noviembre 5th, 2008

La Filmoteca Canaria estrena hoy en nuestro cine que dejará de serlo a finales de año una de las grandes películas de Charles Chaplin durante su etapa sonora, Candilejas. El filme sirve como apertura del tercer festival Clowbaret. ¿La hora? las nueve de la noche.

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Aplaudo que se haya escogido esta inteligente reflexión sobre el paso del tiempo, la comedia y los cómicos de Chaplin para inaugurar esta edición con la risa, tan necesaria en estos tiempos de crisis y de caras largas. La película habla de cómicos que ya no hacen reír, de la magia del teatro y de esas extrañas criaturas que somos los espectadores, tan caprichosas en sus gustos. Es decir, que un día aplaudimos a Calvero y mañana a Romero, con independencia del talento de uno y otro.

No lo tuvo nada fácil Chaplin cuando rodó Candilejas. Ya tenía fama de cineasta comprometido y rojo en un país, como son los Estados Unidos, con tanta aversión a cualquier ideología que se asocie a este color, y sin llegar a la redondez cínica y cruel de su obra maestra en el sonoro como es Monsieur Verdoux (filme inspirado en una idea de Orson Welles) no deja de sorprender Candilejas porque apenas parece que el zarpazo del tiempo le haya hecho mella. Esta es una cualidad de lo que conocemos como clásicos, y Chaplin fue siempre un clásico.

A raíz precisamente de Welles, han circulado varias leyendas negras en torno a este filme. La mayoría de ellas para manchar el nombre de ese gran cineasta que fue Charles Chaplin. La más conocida de todas es que el actor y director, en las apenas dos escenas que comparte con un encallecido Buster Keaton, le quitó protagonismo al responsable genial de El maquinista de la General. Quizá tengan razón, pero les garantizo que el número que hacen los dos sobre el escenario, con Chaplin intentando tocar el violín y Keaton el piano, forma parte de la antología del HUMOR con mayúsculas no ya solo de la historia del cine sino también de la COMEDIA con todas sus letras. La escena está monopolizada por Chaplin, pero dejen volar su espíritu y disfruten del genial número que hace con las piernas. Eso es humor, y cómo. Yo no me canso de ver esta escena una y otra vez cuando estoy triste. Logra lo imposible, que el pesimismo que me carcome descanse al menos un par de minutos gracias a la risa que me provoca ese breve fragmento.

Estas líneas de urgencias, escritas a primeras horas de la mañana y aún con la reseca de que el nuevo presidente de los Estados Unidos es Barack Obama, me reconcilia no ya solo con ese gran país que es Norteamérica sino también con mi incierto futuro (futuro igual de incierto, me imagino, que el de la mayoría de todos ustedes). Y sí, visto el cambio, creo que nosotros también podemos. La esperanza, y Candilejas es también una gran película construida sobre esta premisa, es lo último que debemos perder.

Que tengan buen día.

Y ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!! 

Una novela y una película que te hace ver el mundo de otro color en tiempos de crisis

Martes, Noviembre 4th, 2008

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La iniciativa fue buena aunque algo frustrante en su contenido. Me refiero a la venta de libros antiguos al precio simbólico de 1 o 2 euros en la Casa de la Cultura que propuso la Fundación Ataretaco hace unas semanas y a la que, como es natural, visité con el sano entusiamo con que visto todas las librerías y puestos donde venden libros viejos y usados.No encontré mucho, sin embargo, aunque vi títulos de cierto interés de Pierre Benoit, un escritor francés de novelitas de aventura que tiene su gracia. No estaba el título clave de Benoit, La Atlántida, ni su estupenda La castellana del Líbano, pero esas cosas pasan. De todas formas, agradezco muchísimo a Ataretaco haberme topado con uno de esos libros que llevaba años buscando, El paso del noroeste, de Kenneth Roberts, volumen generoso en páginas que si bien ha sido reeditado recientemente a un precio de crisis, por prohibitivo,  he logrado adquirir ahora en una edición de los años 40 sencillamente deliciosa.Sé que a muchos lectores les irrita, y es una costumbre que afortunadamente ya no se estila en nuestros traductores, pero me encanta leer una gran novela de aventuras (y esta lo es) donde se ha castellanizado los nombres de todos los personajes. Es decir, que donde originalmente es Oliver, en la versión española es Oliverio;y Richard, Ricardo; y Johny pues Juanito; y Elizabeth, Isabel, etc, etc… y esta traducción que tengo de El Paso del Noroeste es así. Otra cosa es cuando el escritor, para ponerse interesante, asigna incógnitas a sus personas, ya saben: “estaba el señor X… tomando un café cuando entró en el salón la señorita Y… con un revólver en la mano…” Algo odioso para este que les escribe que, insiste, detesta esos “misterios”. La primera vez que oí algo de El paso del noroeste fue gracias a la obra maestra que rodó KIng Vidor en 1940 sobre esta legendaria novela de aventuras. El filme está protagonizado por un gigantesco Spencer Tracy, en el papel del mayor Rogers, secundado por Robert Young, Walter Brennan (uno de esos actores secundarios que son más que secundarios, yo diría casi que protagonistas junto al actor protagonista) y Ruth Hussey, entre otros. La película fue la primera en color del director, que cuenta también con otro de esos western que marcaron mi vida: Duelo al sol, y es bastante fiel a la novela. Claro que a ello contribuyó que participará en la redacción del guión el propio novelista, Kenneth Roberts. Los puristas del western consideran El paso del noroeste un pre-western, o una película cuya acción se desarrolla en los años como colonia británica de los actuales Estados Unidos, en plena lucha contra franceses e indios por los territorios del noroeste. A este tipo de novelas y películas se adscriben también El último mohicano y Corazones indomables, entre otras muchas, y podríamos añadir al mismo saco todas las películas que se han rodado de la gloriosa guerra de independencia estadounidense. A mi, particularmente, este periodo histórico siempre me ha fascinado, ya que muestra el germen del nacimiento de una nación  (Robert Graves ofrece la mirada británica en sus dos estupendas novelas dedicadas al sargento Lamb) que se forjó no es las calles como sugiere Martin Scorsese en Gangs of New York, sino en sus villorrios y bosques…La América pionera y salvaje, para que nos entendamos, y que tan bien ha sabido explotar el cine (y la literatura y su pintura también) norteamericano.En este sentido, y para aficionados desgarrados y de verdad, El paso del noroeste de Vidor es un clásico, una obra maestra, una cinta redonda que se inspira en una novela igual de redonda, uno de esos libros que en tiempos de crisis te hace ver el mundo de otro color y de paso te transporta (y Vidor supo hacerlo la mar de bien en su película) a otros territorios, a geografías inexploradas e indómitas que al final son doblegadas por el carácter de un puñado de hombres que no le tienen miedo al futuro. Sólo por eso, por encontrar en una montaña de volúmenes con olor a viejo (que es el verdadero olor de los libros que se hacen llamar libros), le doy mi más humildes gracias a la Fundación Ataretaco, pero también al señor Roberts y al señor Vidor. Y no, no me olvido: ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!