Archive for Septiembre, 2010

Por sus ’santos cajones’

Domingo, Septiembre 26th, 2010

En el que a mi juicio fue el más animado debate de la segunda edición del Salón Internacional del Libro Africano (SILA), y que tuvo lugar este sábado, 25 de septiembre, entre el escritor Juan Tomás Ávila Laurel con el periodista Alfonso González Jerez, el narrador de Guinea Ecuatorial contó una experiencia que visualiza el pulso de las letras de un continente todavía injustamente desconocido.

Laurel relata de forma atropellada, casi como si escupiera las palabras, como llevó a una de sus tías y a su niño a un hospital de su país para que los médicos se ocuparan del bebé. El padre, explica, no puede estar con ellos porque se encuentra trabajando en una plataforma petrolífera. Tras varias horas en la sala espera sale una enfermera para comunicarles la terrible noticia: el niño ha muerto. Acto seguido, se les hace entrega del cadáver del pequeño que el escritor recoge entre sus brazos para llevarlo al domicilio de la madre, quien se encuentra destrozada.

En la calle buscan un taxi, pero el primero y el segundo que paran no quiere llevarlos por el pequeño bulto que lleva el escritor abrazado. Así, con el cadáver a cuesta, la desolada pareja atraviesa la ciudad hasta llegar a su casa, donde ya pensarán qué hacer con el cuerpecito sin vida. Mientras caminan por la urbe, el escritor piensa: llevo un trozo de muerte entre mis brazos.

Escribo esto porque como comprenderán regreso a Santa Cruz de Tenerife con la cabeza llena tras pasar cuatro días demasiado intensos en el Puerto de la Cruz con motivo de la segunda edición del SILA. Un encuentro –tengo la sensación– que crece con paso seguro porque sabe dejar huella.  Tantas, que en mi cabeza revolotean como mariposas enloquecidas los debates a los que he asistido, los escritores a los que he entrevistado…

El SILA además, supo reaccionar y limar algunas de las  notables imperfecciones del año pasado. Entre otras, que apenas te dieras cuenta de la extraordinaria torre de Babel en la que se convierte el Salón gracias al excelente equipo de traductores simultáneos.

Son muchas las sensaciones que me asaltan ahora que escribo este comentario sobre un encuentro que, a mi entender, si por algo se caracteriza es por sus objetivos: promocionar las literaturas africanas desde Canarias. Convertir al archipiélago en punta de lanza de unas escrituras en la mayor parte de los casos aún desconocidas y ofrecer la oportunidad de ver y escuchar a algunos de sus protagonistas.

Me sorprende por ello la casi nula asistencia de escritores canarios a unas jornadas de estas características. Salvo tres o quizá fueran cuatro, el resto de los poetas y narradores de las islas que van por la vida mostrándonos sus redondos ombligos no hicieron acto de presencia en un encuentro en el que podían haber compartido experiencias. También  aprender como se escribe desde la nada. 

Me sorprende, reitero, que estos creadores no hayan sido capaces de  aprovechar una oportunidad como SILA para mejorar y abrirse al mundo. A construirse como escritores y poetas conociendo otras literaturas que van más allá de Amos Tutola.

Claro que vivo en unas islas de plácida ignorancia rodeadas por el negro mar del infinito.

Al margen de SILA, el encuentro con los editores ha resultado igual de interesante por el tema que ha servido de tronco común a todas las mesas: el futuro del libro. Ya subí el otro día un comentario en este mismo blog donde ponía de manifiesto lo que pienso sobre los nuevos y revolucionarios formatos digitales que se plantean como alternativa al papel. Y de verdad que ha sido muy provechoso. Porque allí se abordó el futuro de la edición y parcialmente cómo afectará a los libreros, a los autores y a los resignados lectores.

SILA es una iniciativa que se ha puesto en marcha por los santos cajones de sus organizadores, gente que no ha parado la pata a lo largo de los días en los que se desarrolló la segunda edición del Salón. Su profesionalidad se materializó así en un encuentro que sin divismos pero sí debate, acoge a invitados e interesados con un desarmante carácter familiar.

En SILA lo mismo estás conversando sobre la situación de los escritores de Guinea Ecuatorial como recibiendo información de lo que se está cociendo literariamente hablando en Camerún o Mozambique. De la poesía de Senegal o la novela en Angola como sumergido en encendidas charlas con apocalípticos e integrados del libro digital.

Y la cabeza te bulle. La maquinaria del cerebro te va a mil y te llevas una gratísima sorpresa porque una amiga a la que no veías hace años se viene desde La Palma para asistir a estas jornadas mientras te preguntas por qué ella sí (profesora) y no los escritores canarios. Debe ser, reflexiono, porque este colectivo se siente más satisfecho lamentándose de sus soledades… Aunque esperas, con paciencia, que todos ellos dejen prejuicios a un lado y se quiten la venda que les tapan los ojos. Que aprovechen esta oportunidad que nace para enriquecernos todos.

Mientras tanto el público –formado por profesores, fontaneros, amas y amos de casa, chavales que vienen de la playa, mecánicos, abogados y médicos…– salen del castillo de San Felipe con la grata sensación de que son un poco más sabios culturalmente hablando gracias a lo benditos y dichosos santos cajones de los que organizan esto que llamamos SILA.

Saludos, habitando en una hipotética Z Town cultural canaria,  desde este lado del ordenador

¿Soy un dinosaurio si nadie lo tiene claro?

Viernes, Septiembre 24th, 2010

Como mono sin pelo (aunque mi caso sea peculiar, eso es verdad) pasas por momentos de tonta alegría como de tonta tristeza. Te levantas una mañana y todo lo ves de color rosa o te levantas una mañana y todo se ha vuelto de color negro. Cambio de carácter, que se dice.

Me encuentro en la segunda edición del Salón Internacional del Libro Africano (SILA) que se celebra en el Puerto de la Cruz y esa inconstancia que comparo con colores intenta hacer digestión en mi cabeza.

He disfrutado de buenos momentos pero también hay una sombra que se cierne en torno al desarollo de estas jornadas… Y esa sombra alargada, como si del mismísimo Sauron se tratara, tiene mucho que ver con uno de los asuntos que este año ocupa no ya al SILA sino al Encuentro de Editores: el debate sobre el futuro del libro.

Para un reaccionario confeso con esto de los libros, que ve de manera harto sospechosa los soportes electrónicos que los integrados anuncian que será su futuro, me apena. Quizá sea porque me siento un dinosaurio. Debe ser cosa que le debo tanto al libro de papel que este debate de anticipación sobre su futuro me suena a eso, a novela de ciencia ficción.

Por un lado no entiendo la reacción de entusiasmo que aprecio entre los que celebran una hipotética muerte por paro cardíaco del libro de papel pero tampoco –esa es la verdad– los que defienden al libro ¿tradicional? aparándose en la propiedad. ¡Es mío! ¡Mío y de nadie más!

Mi caso es más sencillo, amo a los libros como amo a otras tantas cosas. Y no me gustan los cambios (¿para bien o para mal?) si no saben explicármelos. 

En todos los debates a los que he asistido hablando de esta misma cuestión –ya saben, el futuro del puto libro– nadie ha dicho que la tecnología contribuirá a mejorar el producto. Observo, por el contrario, posiciones enconadas entre los iluminados por la gracia de la técnica y los que se aferran a un presente que, obviamente, va camino del cambio.  Y si bien los cambios no tienen porque ser malos, sí que da grima que los adelantados a su tiempo se empeñen en insistir que el futuro ya está aquí cuando no está aquí.

 Es decir, que estas charlas (interesantes por otra parte) no me han aclarado nada.

Afortunadamente, a esta conclusión han llegado otros. Es decir, profesionales y analfatecnólogos, modernos y dinosaurios: nadie lo tiene claro. Como tampoco cómo afectará a la literatura en sí. 

Esta es una de las cosas buenas que saco de un encuentro de estas características. Al menos hace funcionar la maquinaria que tengo en la cabeza. Me hace pensar. Nos hace pensar, espero. Yo, mientras tanto, sigo siendo un reaccionario. Es decir, por el momento no me han convencido para que me convierta en un moderno.

Probablemente sea cosa de la edad.

¿Dinosaurio?

Saludos, devorando papel, desde este lado del ordenador.

Al final siempre nos quedará Chejov

Miércoles, Septiembre 22nd, 2010

Sucedió hace muchos años. Por mediación de un buen amigo que tuvo la revelación y fruto de su empeño entusiasta y constante en que no dejara de leerlo, me procuré una antología de cuentos de un escritor del que sólo tenía hasta ese momento referencias por sus obras teatrales: Anton Chejov.

La antología, titulada Cuentos imprescindibles al cuidado del también escritor Richard Ford, se convirtió a partir de aquel día y nada más abrir la portada y sumergirme en sus textos en un descubrimiento. En uno de esos libros que te parten el alma, te conmueven porque están repletos de vida.

Leo y relejo a Chejov desde ese día como un sediento al encontrar en sus páginas lo que no encuentro en otras páginas de otros tantos autores: que se me meta por dentro, que me empape de sus personajes, que sufra con ellos, que les tenga piedad…

Hará dos semanas, o quizá fueron tres porque ya no me acuerdo, me encontré en el Rastro de la capital tinerfeña con un viejo volumen editado en los años cincuenta por Austral con un relato que desconocía del maestro: Historia de mi vida. El volumen apenas llegaba al centenar de páginas pero confieso que he tardado casi dos o tres semanas en leerlo desde que lo encontré olvidado en una mesita junto a otros tantos libros en lamentable estado, porque Chejov ha vuelto a partirme el alma. Ha vuelto a que sienta tristeza y piedad por los personajes que se mueven en esta extraordinaria novelita corta que te habla directamente al corazón. Que te toca los sentimientos, que te hace ¡será posible! más bueno. O al menos más justos con quienes te rodean.

No se rían. En estos días que ya se han ido, he disfrutado con refinada lentitud de una novela corta que se me ha hecho necesaria para aguantar las idioteces diarias ante las que me enfrento. Se equivocan, no obstante, los que piensen que su lectura les hará más fuerte porque con Chejov nunca es así. O conmigo nunca ha funcionado así. Chejov en todo caso limpia la sucia habitación donde mucho me temo resguardo a mi espíritu.

No hay trampa ni cartón en este escritor ruso que hizo del relato corto una obra maestra. Sus cuentos son tan insólitamente densos que merecen relecturas para desenmarañar esa tela de sentimientos que se te escapan con una sola lectura. Conectas con su universo, y ese universo conecta contigo porque supo, tuvo el don, de mirar a los monos sin pelo no a la cara sino a lo más profundo de su corazón. Por eso para mi sigue siendo uno de los más grandes, y un faro necesario que me guía por este extraño sendero que es la existencia.

Chejov, al igual que el mejor Guy de Maupassant, demuestra que el cuento sirve para narrar algo más que una anécdota brillante. Porque un cuento, cuando cae en sus manos, te emborracha de tristeza o de júbilo… casi como si acariciara tus dormidos sentimientos. Es literatura en estado de gracia. Tanta, que en mi locura por encontrar a otros escritores que me susciten tanta revelaciones soy consciente que lucho contra molinos de viento porque sé que se trata de una batalla perdida.

Por ello, afortunadamente, siempre pienso: “no te preocupes, al final siempre nos quedará Chejov. Siempre nos quedará el mejor Guy de Maupassant”.

Saludos, tocado y hundido, desde este lado del ordenador.

Se admiten sugerencias…

Martes, Septiembre 21st, 2010

SEGUNDA EDICIÓN DEL SALÓN INTERNACIONAL DEL LIBRO AFRICANO

El Puerto de la Cruz se convertirá del 22 al 26 de septiembre en lugar de reunión de las literaturas africanas con la celebración de la segunda edición del Salón Internacional del Libro Africano (SILA).

¿Qué todavía no sabe usted que es eso del SILA?

Respuesta: ¿En qué mundo vive?

Tras la experiencia vivida el año pasado e impregnado aún de los buenos momentos que pasé, compartiendo ideas e intercambiando correos electrónicos y número de móviles con algunos de los invitados, está claro que no puedo perderme esta segunda edición, que aumenta en días y multiplica asistentes.

Como el año pasado, el Castillo de San Felipe acogerá el amplio programa de debates, conferencias y presentaciones de Salón, que este año contará, entre otros, con la escritora argelina Tassadit Yacine, el sudafricano Achmat Dangor y los ecuatoguineanos, Donato Ndongo, Justo Bolekia y Ávila Laurel.

Paralelamente al SILA, se celebra el Encuentro de editores en Canarias, que en su ya octava edición analizará El presente del libro proponiendo dos interesantes cuestiones: la gestión de los derechos digitales y el impacto de la impresión digital y de las nuevas tecnologías en el negocio editorial.

La inauguración del Salón se celebra este miércoles, 22 de septiembre, a las 17 horas, con un acto al que asistirán los representantes de las instituciones involucradas en SILA. El concejal de Cultura del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, Juan Carlos Marrero; la consejera de Educación, Universidades, Cultura y Deportes, Milagros Luis Brito; el director general de Relaciones con África, Pablo Martín Carbajal; el coordinador general del Cultura del Cabildo de Tenerife, Cristóbal de la Rosa; el secretario general de Casa África, Luis Padilla Macabeo y la directora del SILA, Ángeles Alonso.

También estarán autores e invitados que ya han llegado a la Isla, entre otros, los escritores Germano Almeida y José Eduardo Agualusa, la antropóloga francesa Sophie Caratini y el embajador de Ghana, Fidelis W. Yao Ekar.

Será Sophie Caratini, antropóloga francesa y autora del libro Hijos de las nubes, la encargada de abrir esta segunda edición de SILA con un debate sobre esta obra que recoge su experiencia como joven estudiante de las costumbres de las sociedades nómadas de Mauritania. Junto a ella, participan el escritor y periodista mauritano Mbareck Ould Beyrouk y el escritor tinerfeño Pablo Martín Carbajal.

Esta primera jornada estrena ciclo El África de, donde interviene Álvaro Marcos Arvelo. El África de es un espacio abierto para que escritores, pintores, creadores y estudiosos planteen su geografía personal sobre el continente africano. Álvaro Marcos Arvelo es autor, entre otros libros, de la estupenda novela Al sueño polar de las golondrinas, de la que ya nos hicimos eco en este blog.

ALCANCES PREMIA UN DOCUMENTAL SOBRE PEPE DÁMASO

El documental Iter in semet ipsum. Dámaso (Viaje hacia mi mismo. Dámaso), sobre el artista canario Pepe Dámaso, ha recibido la Mención Especial del Jurado dentro del certamen Alcances, Muestra Cinematográfica del Atlántico, que este pasado fin de semana ha entregado los premios de su cuadragésimo segunda edición.

La película, dirigida por Miguel G. Morales y producida por la Obra Social y Cultural de CajaCanarias, se estrenó en julio de 2009 y recrea un viaje que Pepe Dámaso realiza a sí mismo a partir de la relación de amistad que entabló con Luchino Visconti en los años 70, al adquirir el cineasta un cuadro del pintor para su extensa colección personal.

Miguel G. Morales recogió la Caracola Alcances el sábado, en el acto que se celebró en el Teatro Falla de Cádiz. Este proyecto ha contado también con la participación de Jorge Rojas en la edición y postproducción y música original de Fabián Yanes.

EDICIÓN EN ESPAÑOL DE ELEGÍA, DE MARY JO BANG

El quinto poemario de Elegía de la escritora norteamericana Mary Jo Bang cuenta con una edición bilingüe que ya puede adquirirse en librerías. Mary Jo Bang obtuvo por este libro el National Book Critics Circle Award en 2007. La traducción y el breve prólogo de la edición española corre a cargo del poeta y narrador asturiano Jaime Priede (que ya vertiera al castellano en la colección Bartleby Poesía, y con notable reconocimiento, la obra de autores como Robert Hass -Premio Pulitzer 2008-, C. K. Williams -Pulitzer 2002-, Anne Michaels, John Berger y Raymond Carver).

Mary Jo Bang compuso Elegy entre junio de 2004 y junio de 2005, tras la muerte de su hijo por sobredosis.

Saludos, con perniciosa migraña, desde este lado del ordenador.

El escobillón cumple tres años

Lunes, Septiembre 20th, 2010

Tuve un sueño.

El Escobillón celebraba hoy su tercer cumpleaños.

Y pensé: en ese todavía corto espacio de tiempo se ha convertido en algo muy especial para ti, ¿verdad, Cosa?

- Verdad, Dedos. Por El escobillón hemos mostrardo –creo pensar que con pudor– neuras, pareceres, opiniones…

- ¡Algunas desacertadas!.- exclama tío Fétido.

- Pudiera ser,  pero todas ellas dando la cara.- responden Gómez y la adorada Morticia.

Esta pequeña bitácora ha servido para navegar en el agitado mundo de la red y para hacer amigos y (es un suponer)  algún que otro enemigo. A todos ellos pedimos disculpas. Disculpas por lo que pudiera entenderse ocasionales excesos, aunque siempre se procure recurrir a la sátira sin el talento, claro está, del señor Charles Addams.

Silencio, que habla Miércoles: “En estos tres años han pasado un montón de cosas. Tantas que casi ninguna se me viene ahora a la cabeza”.

Silencio, que contesta Pugsley: ”Bueno, yo recuerdo lo que nos costó trasladar el puñetero blog. De la edición digital de La opinión de Tenerife nos instalamos en elescobillon.com. En la mudanza nos ayudaron amigos que por amor al arte se prestaron a que Cosa navegara por el océano de la red en solitario. Ellos saben quienes son, así que no vamos a decir sus nombres. De verdad que muchas gracias.”

- Han pasado más historias en estos tres años, bubele.- murmura Morticia mirando a los ojos desencajados de Gómez.-  Tantas que, ¡vaya!, apenas recuerdo ninguna.

- Morticia, ¡cara mía! –exclama Gómez besando el brazo de su esposa– hemos conocido a gente muy interesante, queremos pensar que le hemos amargado el almuerzo a más de un canalla sin distinción de sexo, y haber generado (y degenerado) lo que esperamos hayan sido incendiarios debates.

- El escobillón cumple tres años.- Apostilla Lurch.

- Nuestra úlcera también.- concluye la familia escobillonera.

Saludos, a lo etc, etc, etc, desde este lado del ordenador.

Confesiones de un lector probablemente más que idiota (todos para uno y uno para todos)

Domingo, Septiembre 19th, 2010

La lectura de algunos libros (no necesariamente excelentes) ha forjado algunas de mis mejores amistades. En ocasiones, un libro también me ha servido para ver con otros colores paisajes y personas e incluso que un escritor tan poco valorado para unos como H. Rider Haggard subiera en mi peculiar bolsa de valores cuando coincidí con una señorita en nuestra mutua pasión por el autor de Las minas del rey Salomón quizá porque me pareció la reencarnación de Ella, otra excelente novela de Haggard.

Este post me lo suscita el mensaje vía móvil que recibí esta misma semana de un veterano amigo a través del cual me agradecía que en su momento le hubiera recomendado Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas. Obviamente, ese breve sms le hizo consquillas a mi últimamente tocada vanidad aunque afortunadamente soy consciente que todo el trabajo lo hizo el señor Dumas. Sólo bastó un pequeño empujón para que mi amigo abriera el libro y terminara iniciado en la sagrada orden del todos para uno y uno para todos.

Me viene ahora a mi fatigada memoria uno de esos momentos donde un libro procuró el milagro del acercamiento entre dos personalidades radicalmente opuestas. La charla se produjo en un  bar –que son sitios excelentes donde perder el rato hablando de fútbol como de libros–  lugar donde conocí a este elemento por mediación de otro amigo que se apartó discretamente de nosotros al apreciar la elevada temperatura que estaba tomando lo que comenzó siendo una aburrida conversación entre desconocidos.

Y es que la charla degeneró pronto en una de esas tontas discusiones que entre dos idiotas lectores se dan para ver quién sabe más de libros. Estas discusiones pueden resultar igual de violentas que las de dos macarras machacándose la cabeza, sólo que la violencia no se hace física sino verbal con el objetivo de empequeñecer el espíritu del contrincante.

Así estábamos pues cruzándonos títulos y autores como alma que lleva el diablo cuando la disputa escoró hacia los territorios de la literatura erótica que es un género que tiene discretos adeptos que, como si miembros de una estrafalaria masonería se tratara, se hermanan al reconocerse unos a otros.

Solté un nombre, Gamiani. Y el de su presunto autor, Alfred de Mussett. Percibí entonces como los ojos de mi oponente bailaban detrás de sus gafas y su tono se teñía de conciliación cuando entre los dos nos pusimos a recordar los gratísimos momentos que nos había hecho pasar este clásico de la literatura para leer con una sola mano.

Desde ese día, como diría Claude Rains a un triste y solitario Humphrey Bogart al final de Casablanca, nació una bonita amistad que aún dura pese a que de tanto en tanto nos cabreemos por las historias que leemos y que nos queman el cerebro.

Con esto pretendo demostrar que los libros sirven para hacer amigos. También enemigos, pero así son las cosas.

Siendo un tierno y confuso adolescente me emborraché con la obra completa de H. P. Lovecraft, un escritor que no goza de demasiada estima entre mi entorno de colegas lectores. Gracias a H.P., no obstante, logré relacionarme con gente que sentía esa mismo tonto entusiasmo a través de una relación epistolar que dio lugar a un fanzine cuya historia ya reseñé en este mismo blog.

Semejante pero sin ser igual, me ha pasado con otros tantos escritores de género… autores que cuando me topo con otro aficionado me brinda alguna de las más deliciosas conversaciones literarias que he tenido a lo largo de mi existencia. En una de éstas, descubrí que fuimos más de los que pensaba los que cerramos El señor de los anillos cuando Gollum se lanza al vacío con el puñetero anillo y en otra que La isla del tesoro fue la primera novela que nos llevó por el mal camino de la literatura de género.

En lo que también coincido con la amplia comunidad de lectores es en los desesperanzador que resulta que, pese a haberte devorado toneladas de libros, al final apenas recuerdes algo de ellos. Es probable que el título esté escrito en letras de oro en tu cabeza por las sensaciones que te produjo cuando te alimentaste de él, pero eres incapaz de transmitirle a otro con cierta coherencia de qué iba la novela años después. Con suerte recuerdas escenas que probablemente tu caprichosa memoria engrandece como a un coloso con pies de barro.

Les invito a que lo intenten… seguro que suspende la prueba.

He escrito ya en este mismo blog que gracias a los libros (y a muchos de esos amigos que conocí y que voy conociendo a través de los libros) he logrado capear como he podido el temporal en el que me encuentro desde hace ya bastante tiempo. Así que me temo que nunca podré agradecérselo (a los libros y a los excelentes amigos que he conocido gracias a los libros) como se merecen. A su manera han sido como flotadores en los que me he agarrado para no hundirme ante las gigantesca marejada que ésta levantando el actual temporal que hizo trizas con todas nuestras bobas ilusiones.

No sé cuanto tiempo permaneceré a flote, pero sí que estoy seguro que si no me hubiera encontrado con ellos (los libros y esos amigos que he conocido a través de los libros) ya me habría ahogado en el océano de la desesperación quiero imaginar que  para satisfacción de algunos.

No obstante, y siempre que pienso en la muerte, se me viene a la memoria el funeral que Scott Fitzgerald describe de Gatsby, el protagonista de una de sus obras maestras: El gran Gatsby.

Al cementerio acuden apenas dos personas, y quiero imaginar ahora que cae del cielo una molesta llovizna para potenciar la frase que suelta uno de los escasos asistentes para describir al fascinante (¿anti?)héroe fitzgeraldiano:

“Fue un pobre hijo de puta”.

“¿Un pobre hijo de puta?”

Me quedo sin palabras.

Saludos, lamentando la muerte de José Antonio Labordeta a quien nunca conocí como músico pero sí como impetuoso diputado, desde este lado del ordenador.