Archive for Marzo, 2020

La sorriba, una novela de Cecilia Domínguez Luis

Martes, Marzo 24th, 2020

Están apareciendo en los últimos tiempos novelas escritas en Canarias en las que se reivindica el protagonismo de la mujer en la construcción de lo que podría denominarse carácter de un archipiélago que, por fin, no baja la cabeza cuando quiere reconocerse en su pasado.

Algunas de estas historias se desarrollan durante la Guerra Civil española y la postguerra y se tratan de relatos en los que se describe cómo era ser mujer en aquel entonces. Ser mujer con pensamiento propio que a ojos de las autoridades entonces gobernantes resultaban inequívocamente rebeldes.

La lucha por salir adelante con dignidad forma así un gran tema que, se insiste, comienza a proliferar en una literatura como es la canaria tan desprejuiciada como es la que se escribe y publica en estos tiempos enfermos, y no solo por el covid-19.

Esta tendencia literaria, novelas históricas escritas por mujeres y protagonizada por mujeres se caracteriza en cierta manera por su entusiasmo revisionista y se preocupa por auscultar su pasado como sexo. El resultado de esta reflexión, una reflexión que mezcla corazón y cabeza, temperamento y sensatez, son una serie de novelas que han aparecido recientemente escritas por escritoras muy próximas generacionalmente.

El año pasado se publicaron varias novelas generosas en páginas que abordaban este asunto. Entre otras, destacaría La prestamista, de María del Mar Rodríguez, que se desarrolla en la isla de La Palma en un arco temporal amplio, 1850-1946, y en la que se reflejan las grandezas y miserias de sus protagonistas y Felisa en su mudanza, de María Candelaria Pérez Galván, en la que se recrea la vida de dos jóvenes canarias que viven en un pueblo perdido en las montañas de la isla que deciden ir a la ciudad para labrarse una vida mejor. En esta obra, tanto el pueblo como la ciudad no existen en la realidad aunque no es difícil encontrar similitudes con los que motean la geografía de las islas solo que se deja a la inventiva del lector que los identifique como desee aunque una de las claves de la obra es no buscarse problemas por reconocerlos sino dejarse llevar por una narración que fluye con voz propia. Esa voz propia se detecta también en La prestamista y continúa ahora la estela Cecilia Domínguez Luis con La sorriba (Ediciones Idea, 2020), novela en la que se tocan temas si no iguales muy parecidos a los títulos con anterioridad mencionados.

La sorriba se desarrolla durante la postguerra y transcurre en un pueblo perdido en la montaña de nombre Los Eriales. La narración comienza con el arribo de la maestra a este grupo diseminado de casas y los primeros capítulos subrayan la diferencia de mundos a los que pertenece esa mujer joven, con ideas liberales en la cabeza resultado de muchas lecturas, y las mujeres del pueblo, la mayoría de ellas ancladas en el medievo. Es decir, mujeres dedicadas al hogar y a la crianza de los hijos y de sus respectivos maridos en una sociedad que apenas evoluciona y que asiste con sorpresa a los avances de la técnica como la aparición del primer teléfono en el pueblo.

Por contra, y en un mundo dominado por el hombre, los personajes masculinos salvo el doctor que se desplaza al pueblo cuando tiene que atender a enfermos de gravedad o mujeres a punto de parir, se describen como tipos feroces, que emanan hostilidad y con una sola idea en la cabeza. En especial el alcalde y el cura del pueblo. El primero como responsable público de Los Eriales y el segundo como el responsable espiritual de sus vecinos. Lamentablemente, no son los personajes mejor acabados de la novela. Resultan demasiado trillados, vistos. Se dibujan como encarnaciones maléficas, muy tópicas de ese franquismo que nos ha retratado cierta literatura y cine tras la muerte del dictador en noviembre de 1975.

En este sentido, basta imaginar al alcalde vestido con camisa azul, obseso, con bigote estrecho, al modo falangista con el pelo estirado para atrás con brillantina. El sacerdote asume la función de representar la autoridad de la Iglesia, una Iglesia castradora, que vela además por el mantenimiento de las jerarquías en la comunidad.

Una comunidad que, ya lo dice el nombre del pueblo, resulta un erial.

El sacerdote tiene así la misión de castrar simbólicamente a las mujeres de la congregación mientras el alcalde abusa de su poder sin que nadie le rechiste. Este poder hace que incluso y sin disimulo acose a una de las jóvenes que tiene a su servicio en el Ayuntamiento.

Si hay heroínas en la novela son las seis mujeres protagonistas. Todas, instruidas o analfabetas, se abren paso como buenamente pueden en un mundo de hombres. Se subraya su capacidad de sacrificio en unos tiempos donde lo habitual era que el marido emigrara a las América para trabajar y enviara parte del dinero a la familia. Dinero que, al cabo de los meses, dejaba de llegar cuando se dejaba de tener noticias de él. La sorriba quiere en este aspecto ser un homenaje a todas esas mujeres que solas ante el peligro se enfrentaron a un mundo hostil y aprovechado. Y que pese a las adversidades, lograron salir adelante gracias a su arrojo y hondo sentido de la dignidad.

La novela de Cecilia Domínguez es un relato muy emocional sobre todo en la segunda parte, de un grupo de mujeres que hace todo lo posible para sobrevivir en tiempos de escasez y penuria. Son mujeres solas aunque en la novela unas y otras terminan por conocerse y ayudarse para salir adelante. Como es obvio, no es una tarea que resulte fácil y el libro pone el acento en esas tragedias cotidianas que, pese a todo, hizo que la mayoría de ellas llevara bien alta la cabeza. Lástima que la obra caiga en el error, bastante habitual en novelas de este tipo, de resultar excesivamente maniquea ya que distingue sin grises quiénes son los buenos y quiénes los malos.
Novela coral, las protagonistas de esta historia son mujeres. Mujeres enteras, francas, que miran al futuro sin pestañear aunque la procesión la lleven por dentro.

La sorriba cuenta a mi juicio con un interesante hallazgo que si bien dificulta la lectura la hace tremendamente atractiva no solo para los lectores nacidos o residentes en las islas y es el esfuerzo de la autora por reproducir gráficamente el habla “canaria” de sus protagonistas con independencia de su sexo. Se entiende que se hizo así para distinguir el nivel cultural entre los personajes y aporta colorido y hasta belleza sonora (se recomienda leer estos diálogos en voz alta) al tiempo que dota de peso psicológico a los personajes. El libro contiene un glosario de canarismos así como de expresiones y vulgarismos con el fin de que el lector no pierda el sentido de unas voces que aún permanecen muy vivas en determinados rincones del archipiélago.

Saludos, lecturas, lecturas, lecturas, desde este lado del ordenador

Marto Pariente obtiene el Premio Novelpol 2020 por La cordura del idiota

Sábado, Marzo 21st, 2020

La Asociación de Amigos de la Literatura Policiaca Novelpol ha anunciado este sábado a través del Festival Atlántico de Género Negro Tenerife Noir el fallo de su premio Novelpol 2020, que ha recaído en La cordura del idiota, de Marto Pariente (Versátil ediciones, 2019), según el resultado de la votación de los miembros de la asociación para escoger la mejor novela negra publicada en 2019.

La asociación anunció el fallo a través de los recursos informativos del Festival Atlántico de Género Negro, que tenía previsto concluir este sábado, 21 de marzo, y que finalmente, debido a las consecuencias de la crisis provocada por la pandemia de coronavirus ha aplazado su celebración hasta el próximo otoño. Así, Novelpol mantiene una costumbre arraigada hace unos años, por la que anuncia el fallo en Tenerife Noir y lo entrega en la Semana Negra de Gijón, prevista este año para la primera quincena de julio. Así será “si todo va bien, evidentemente”, ha asegurado el presidente de Novelpol, el escritor José Ramón Gómez Cabezas.

La cordura del idiota está ambientada en lo más profundo de la campiña de Guadalajara, en un lugar en medio de la nada camino de los pantanos, poblado de unos personajes extraordinariamente singulares. Con una narración de guion cinematográfico, Marto Pariente narra una crónica sobre la soledad, la corrupción urbanística, los traumas infantiles y el amor incondicional entre hermanos.

La elección como novela ganadora del Premio Novelpol ha sido “un proceso largo, de cerca de dos meses”, explica el presidente de la asociación en un video publicado en las redes sociales de Tenerife Noir. Tras proponerse como aspirantes inicialmente 60 novelas, el proceso de votación desembocó en la elección de seis obras finalistas, “muy buenas novelas”, destaca Gómez Cabezas.

A lo largo de este último mes, colaboradores de Novelpol han ido votando, de forma que resultó vencedora la obra de Pariente, “que fue sumando ventajas prácticamente desde el principio”, añade, y acabó la primera sobre las otras finalistas: Soledad, de Carlos Bassas del Rey (Editorial Alrevés); Los señores del humo, de Claudio Cerdán (Ediciones B); Los miércoles salvajes, de Susana Hernández (Editorial Milenio); Un asunto demasiado familiar, de Rosa Ribas (Editorial: Tusquets) y Una bala con mi nombre, de Susana Rodríguez Lezaun (Harper Collins).

Protagonizada por Toni Trinidad, un atípico policía de pueblo, solitario e imperturbable, pero que se desmaya si ve una sola gota de sangre, la novela muestra cómo la tranquila existencia de su protagonista está a punto de cambiar y su puesto de trabajo pende de un hilo mientras su hermana Vega no puede pagar una deuda contraída con un cruel narcotraficante. Trinidad comprobará que no es fácil mantener el tipo rodeado de narcos, policías, sicarios y políticos corruptos, sobre todo, cuando las circunstancias to obligan a verse rodeado de sangre y de crímenes violentos.

José Ramón Gómez Cabezas anima al público a quedarse en casa y lo alienta a leer “novela negra y todo lo que podáis en estos días de confinamiento”. En este sentido, es de destacar que Versátil ediciones informa en su página web que la novela premiada se puede conseguir en formato de libro electrónico en la mayoría de plataformas y que la editorial ha interrumpido temporalmente la venta del libro en papel a través de Internet hasta que vuelva estar operativo su servicio de paquetería.

Saludos, enhorabuena al ganador, desde este lado del ordenador

Tiemblo, luego existo

Viernes, Marzo 20th, 2020

Superé uno de los periodos más tristes de mi vida gracias a las películas de Jerry Lewis. Recuerdo que animé a mi madre a que las viéramos semanas después de que se nos fuera el hombre que más quisimos y respetamos en nuestra vida. No descubro nada nuevo si digo que fue mi padre. Mi padre como mi madre, que fue la mujer que más respeté y quise y que tampoco está ahora conmigo, me enseñaron muchas cosas que descubro ahora mientras me toco la frente, respiro y me vuelvo nostálgico porque soy consciente que cuando esto acabe, porque tendrá que acabar algún día, ya no volveré a ser el mismo. Ya no volveremos a ser los mismos.

Pero contaba que en estos días de confinamiento, con el móvil que no deja de ladrar avisos de whatsap, llamadas de la familia y amigos, he vuelto a recuperar al viejo Jerry. Las sensaciones son las mismas aunque ahora veo algo más allá de las muecas y las caras que ponía el rey de la comedia. Y pienso entonces que Jim Carrey no sería Jim Carrey si no hubiera nacido Lewis, y menciono a Carrey porque quizá sea el más exagerado de los humoristas que se ha inspirado, no mimetizado, en el actor y cineasta que protagonizó y realizó el Profesor Chiflado. El otro dìa, 16 de marzo, celebraba su cumpleaños volviendo a ver El botones, una obra redonda, con un actor y cineasta que sabe lo que hace. Un prodigio de talento inimitable.

En dìas aciagos como los que vivimos recurro también a los dibujos animados de la Warner porque también me borra cualquier asomo de tristeza que me invada como el puto corona virus invade a mis semejantes. Así que los subo a mi página Facebook con la esperanza de que otros compartan las carcajadas que me asaltan cuando veo cualquier historia protagonizada por el pato Lucas, mi favortio; o Bugs Bunny o el gallo Claudio, entre otros. Recuerdo que esos dibujos los veía con la familia en aquellos años en que la televisión era en blanco y negro y que las risas en mi casa resultaban estruendosas aunque es probable que mi memoria amplifique aquellos buenos ratos que revivo repescando sus episodios. Si uno lo piensa bien, cada corto de estos dibujos animados es el relato de un fracaso. Si quito de la lista a Bugs, que es un canalla simpático, al atolondrado de Porky, al pajarito cursilón Piolín, al Correcaminos y al ratoncito Pérez, aquel que corría como una centella, sus antagonistas como el pobre Silvestre o el Demonio de Tasmania son unos perdedores.

Los capítulos cuentan la historia de sus fracasos. Fracasos como cazadores. Siento más empatía por Silvestre (que es mi segudo personaje favorito de la Warner) que por Piolín. Estoy con el Coyote y no con el Correcaminos (bip bip) y con el pato Lucas y es verdad que con Bugs Bunny, que suele ser un ganador, en su atrápame si puedes con Elmer el cazador.

Cada uno de estos episodios es como el mito de Sísifo. Con o sin marca ACME. Es llegar a la cumbre para que la roca caiga por el lado contrario y vuelta a empezar. El Gordo y el Flaco hicieron su lectura particular en aquella escena en las suben un piano por unas escaleras.

Escribo todo esto porque me estoy escribiendo a mi mismo y quiero y deseo apartar de mi cabeza el viento enfermo que nos sacude a todos por igual. Ese viento que no distingue entre buenos y malos.

En fin, hasta aquí he llegado.

Nos vemos otro día.

Saludos, seamos felices, desde este lado del ordenador.

Se acabó lo que se daba

Miércoles, Marzo 18th, 2020

* Fallece el escritor y político ruso Eduard Limónof, personaje al que conocí a través del libro de Emmanuel Carrere, a quien confieso que sigo desde los tiempos de El adversario aunque su consagración viniera, precisamente, con el retrato que hizo de este excéntrico personaje, fundador del Partido Nacional Bolchevique, emigrado a los Estados Unidos de Norteamérica y guerrero en el conflicto de Los Balcanes. No he vuelto a leer el libro, ni siquiera lo tengo en casa, pero sí que lo he regalado en bastantes ocasiones porque sí que recuerdo que su lectura me resultó apasionante. No sé lo que ocurriría sí lo hiciese hoy. Es probable que me encontrara con otra cosa pero eso no deja de que sienta la ausencia de Limónof. Más en unos tiempos tan raros, raros, raros, como los que vivimos.

* Se habla de Los ojos de la oscuridad, del escritor norteamericano Dean R. Koontz porque en ella predijo, dicen los medios, la dichosa pandemiapandemia que ha envuelto al planeta en esta película de ciencia ficción en la que nos encontramos. Ciencia porque se trata de un virus que nos ha puesto en jaque a todos, y ficción porque no termino de creerme esta situación. Esta rutina diaria que me he impuesto a raíz del Estado de Alarma.

No he leído el libro de Koontz ni creo que lo haga. He leído alguna cosa sueltas, cuentos y si no recuerdo mal alguna novela. También he visto adaptaciones cinematográfica de sus libros pero no termina de convencerme Koontz ni los productos que ha generado.

* En cine se adelantan los estrenos por la red mientras el sector del libro en España anuncia la debacle. Se paraliza el lanzamiento de novedades así que pocas serán las presentaciones cuando todo esto termine por si termina. La pregunta es ¿terminará?

* Mientras paseo a la perra, porque paseo a la perra por las calles de Santa Cruz de Tenerife sin tráfico y apenas peatones, pienso en mis cosas mientras no dejan de llegar mensajes al móvil. Lo siento vibrar dentro del bolsillo porque he terminado de bajar el volumen. Demasiados silbidos, musiquilla electrónica, cosas de esas.

La perra se detiene a mear y defecar, en ese orden, y mientras recojo la mierda con una de esas bolsitas de basura perrunas, se me hace un poco difícil sostener el aparato entre las manos porque llevo guantes para lavar la ropa y una capucha sobre la cabeza. Solo me falta una mascarilla pero en la farmacia ya me dijeron que ‘ay, mi niño, de eso ya no nos queda’. Me da la impresión que la que me atendió lo dijo con un tonillo de ‘olvídese de eso, olvídese…’ y la verdad es que casi me había olvidado salvo cuando comencé a escribir estas líneas.

* En el edificio que habito sé que los vecinos están vivos porque veo luces si me asomo por la noche a la ventana que da al patio interior y escucho la televisión y el olor a café por las mañanas y el de comida al mediodía… Pero no los veo, no están, es como si los que me rodean se hubieran transformados por el puto virus en fantasmas. Pero fantasmas eran antes también, pienso. Y sí, es así, pero me los tropezaba en las escaleras o en el descansillo. Ahora no. No se les ve pero sé que están.

Me pongo a pensar en novelas y cuentos que tratan esto de una pandemia y recuerdo el cuento de Edgar Allan Poe, La máscara de la muerte roja y un novelón de Stephen King que leí con el nombre de La danza de la muerte y más tarde con el de Apocalipsis, una versión ampliada del mismo autor. Recuerdo que me encantó La danza de la muerte pero que no aguanté Apocalipsis, donde responsabiliza a una enfermedad de cómo deja de devastado el mundo que habitan sus protagonistas. Los buenos y los malos. Quizá sea una de las novelas más religiosas del escritor, quien se inspira en El señor de los anillos para dar su versión norteamericana.

* Alguien ha puesto música electrónica a todo trapo en una de las viviendas de la calle. Y no, no se trata de los evangelistas que, antes de la crisis del Covid-19, cantaban canciones loando a Dios los viernes por la tarde y domingos por la mañana. En aquellos días donde uno podía circular libremente por las calles y avenidas de la ciudad, un Santa Cruz de Tenerife que por fin murió de soledad, más de un vecino se había asomado a la ventana para mandar a callar a los feligreses de esa iglesia que dirige un reverendo sudamericano con barriga generosa, pero ahora no hacen lo mismo con ese espontáneo que sacude la calle con ruido más que música electrónica. Solo falta que ponga reguetón aunque la cosa ha ido a peor, como el contagio del bicho, ya que tras el concierto electrónico suena ahora el Lucha canario interpretado por Los Sabandeños. Algún imbécil o imbécila (¿se escribirá así?) incluso se ha puesto a aplaudir en una de las ventanas del edificio de en frente.

* Hablo con la familia y los amigos, consulto facebook y me toco todos los días la frente por si acaso. Tengo a mi lado El Decamerón, libro al que recurro por consejo de Julio Llamazares y aprovecho para terminar con novelas que llevaban cubriéndose de polvo desde hace unos meses. Por las noches me siento a ver películas, unas cuantas que saqué de la Biblioteca no valen mucho la pena aunque cuento con un buen arsenal en mi particular videoteca. Es más que probable que esta noche me vaya al lejano oeste con Río Bravo, que siempre que la veo me pone de buen humor.

Saludos, colorín colorado…, desde este lado del ordenador

Javier Muñoz: “Garci no es un cineasta, es un erudito”

Martes, Marzo 17th, 2020

Javier Muñoz (Madrid, 1967) es el autor junto a José Luis Garci del guion de El Crack cero, precuela de las aventuras y desventuras del investigador privado Germán Areta, personaje que encarnó Alfredo Landa en las dos primeras entregas y ahora el actor Carlos Santos.

Muñoz, que debutó como director con un thriller negro y criminal titulado Sycarius, impartió la semana pasada un taller de guion en Santa Cruz de Tenerife y estaba previsto que asistiera al estreno de El Crack cero este mismo jueves, 19 de marzo, antes de que se agravara la crisis del coronavirus, crisis que ha aplazado hasta otoño la celebración del Festival Atlántico de Género Negro Tenerife Noir, que era el marco en el que se desarrollaría la actividad.

- Usted es guionista y ahora director de cine ¿cómo fue el paso de la escritura a la narración cinematográfica?

“Mi carrera comienza con un paso atrás ya que desde siempre quise ser director pero me fue más sencillo entrar en el cine español como guionista. He escrito mucho desde que era pequeño, a los diez años escribía capítulos enteros de Mazinger Z y creo que tengo cierta facilidad para escribir aunque lo que quería era dirigir. Cuando empecé en el cine escribí comedia con Josetxo San Mateo y cuando me salió la oportunidad de dirigir, realicé lo que esperaba y en el género en el que me siento más cómodo aunque escribo de todo”.

- El género en el que se siente más cómodo es el thriller y el policíaco, ¿por qué?

“El cine negro y sobre todo el clásico americano es el reflejo de la sociedad que no vemos y a mi siempre me ha interesado eso. Sycarius transcurre en una noche pero atraviesa todo ese espectro que permanece en sombras a la sociedad como es el policía corrupto, la partida clandestina de cartas y el alcalde de la ciudad que si bien no está significado políticamente al dejarlo abierto todos se vieron reflejados en él…”

- El actor protagonista de Sycarius es Víctor Clavijo. ¿Cómo fue la relación con el actor y porqué apostó por el uso de la voz en off, la voz fuera de plano, en la película?

“Víctor Clavijo no fue mi primera elección. La película, como pasa en este país, sufrió dos intentos de llevarla adelante con otros productores pero al no conseguir la financiación se retiraron. Cuando se puso en marcha otra vez, los nuevos productores me sugirieron que le hiciera una prueba pero yo seguía sin ver a Víctor Clavijo en el papel. Al final le hicimos la prueba y clavó bastante al personaje. Busqué escenas que definieran al protagonista como cuando interactúa con el policía corrupto, la camarera del bar… En cuando a la voz en off, Víctor tiene una que daba mucho y si bien este tipo de recurso puede molestar a algunos, si no la incluía en Sycarius la película se quedaba en un tío pegando tiros. La voz en off lo bueno que tiene es que se dirige directamente al espectador, está retándolo, le dice acompáñame esta noche y si quieres me juzgas o no. Necesitaba ese acompañamiento y Víctor Clavijo me lo dio”.

- Parece que el género negro por fin se ha instalado en el cine español.

“Creo que sin ser thriller propiamente dicho, el pistoletazo lo marca un poco Celda 211 aunque las películas que se ruedan en España las deciden al final los consejeros delegados de las televisiones a los que les cuesta apostar por los géneros. Por ejemplo, mira que bien funciona el terror en taquilla pero salvo Malasaña 32 y Verónica si presentabas algo de terror los consejeros delegados ni lo leían. Al final es miedo a los género aunque el thriller ha superado ese miedo con nota”.

- Y trabaja como guionista en El Crack cero, ¿cómo llega a la película?

“Llego gracias a Sycarius. Los productores habían trabajado mucho con José Luis Garci y le dejaron mi película, que le gustó mucho y me invitó a su programa de radio Cowboys de medianoche, donde fui como director y cinéfilo de todas sus películas y especialmente de El Crack. El Crack igual la he visto como aficionado unas treinta veces. Llevé a la radio mi dvd de El Crack para que me lo firmara y le dije al final del programa que tenía una idea de precuela de la película. La familia de Alfredo Landa le pedía por otro lado que cerrase al personaje de Areta así que cuando le presenté el borrador de El Crack cero, que entonces se llamaba Areta investigación, le gustó y me dijo que quería dirigirla él. Reescribimos la historia pero el guion estuvo muy vivo también durante el rodaje”.

-¿Cómo es trabajar con Garci?

“Es una maravilla. Nadie de mi familia está relacionado con el cine lo que no es habitual en el español. Trabajar con él fue muy fácil y difícil al mismo tiempo. Garci es un hombre muy cercano aunque cuando trabajas a su lado de lo que menos habla es del guion sino de cine, boxeo, fútbol, literatura, música. Garci no es un cineasta, es un erudito. Ha estado además con todo el mundo, hasta con Kirk Douglas. Por contra, me resultó difícil trabajar con él por el reto que suponía hacerlo con alguien al que admiras tanto, al que consideras un mito como lo es para mi. A Garci siempre le ha gustado trabajar con alguien en el guion, como le pasaba a uno de sus grandes maestros, Billy Wilder”.

- ¿Recuerda la primera vez que vio El Crack?

“La primera vez fue cuando mi hermano la trajo a casa del vídeo club y me dijo ‘es española pero me han dicho que es muy buena‘. Cuando la vi me quedé alucinado porque descubrí que ese cine era posible hacerlo en España”.

- ¿Ya pensaban en Carlos Santos mientras trabajaban en la redacción del guion?

“No, en aquel programa de Cowboys de medianoche fui con Víctor Clavijo y cuando le planteé a Garci la precuela de El Crack me animó a que la escribiera siempre y cuando la protagonizara Víctor Clavijo porque le parecía un actor muy bueno. Pero Víctor se metió en una obra, Lehman Trilogy, y le empezaron a salir representaciones y por problemas de fechas no pudo interpretar a Areta. Garci no hace casting, así que llamó a Carlos Santos que hizo un Areta que mimetiza a Alfredo Landa interpretando a Areta, sobre todo al final de la película. Tiene una mirada que para Garci es la mirada del hombre muerto. Carlos Santos merecía la nominación al Goya”.

-Estos premios olvidaron El Crack cero. ¿Hay una caza de brujas contra Garci en el cine Español?

“Caza de brujas no, pero es verdad que no es un director que caiga simpático en ciertos ambientes de la profesión. Para mi el problema es el sistema de votación. Creo que el 2019 fue uno de los mejores años del cine español. Estrenan ese año películas Almodóvar, Amenábar y Garci, tres ganadores del Oscar. También se estrena La trinchera infinita, El hoyo, Intemperie... hacía muchos años que no se producía una cosecha tan buena como la del 2019 y de repente que parezca que solo se han hecho tres películas como que no. Creo que el sistema de votación debería de volver a ser el de antes, cuando cada uno votaba a su departamento o categoría y luego todos a los nominados”.

- ¿El espectador español sigue pensando que su cine es una españolada?

“Creo que sigue esa idea aunque ha menguado afortunadamente en los últimos años. No se tiene más que comparar la taquilla. Películas españolas de género y muy bien valoradas por público y crítica no responden como debieran en los cines así que no se trata de un problema de calidad sino de comunicación y de vendernos. Además, hay ciertos personajes del cine español que dan muy mala prensa con declaraciones y salidas de tono cuando lo que hay que hacer es cine y hablar en la pantalla dejando las reivindicaciones a un lado ya que a veces perjudican más que benefician”.

- Conociendo la cinefilia de Garci, ¿qué película y novela de género negro planeaba sobre ustedes cuando escribirían el guion y para armar el pasado de Areta?

“El pasado de Areta no era complicado porque estaba presente en las dos primeras películas. Se sabía que Areta fue policía y que salió de ella para montar un despacho de investigaciones. Nos centramos en el momento en que comienza a trabajar El Moro junto Areta y la relación que mantiene con El Abuelo, el comisario, que es más distendida en El Crack 1 y aquí es más tensa porque hace poco que ha dejado la policía”.

- Pero ¿no hubo referencias con otras películas de cine negro?

“Todas y ninguna. El cine negro tiene unos códigos. Los seguros salen en Perdición y en casi todas aparecen mujeres fatales… El Crack Uno, El Crack dos y El Crack cero están dedicadas a tres grandes escritores norteamericanos del género como Dashiell Hammett, Raymond Chandler y James M. Cain”.

- Lo preguntaba por eso, El Crack cero está más próximo al universo de James M. Cain que las otras dos. Garci rinde además homenaje al género rodando el filme en blanco y negro.

“Garci quería cuando empezamos la película que la primera parte fuera en blanco y negro y tras la muerte de Franco que el filme cobrara poco a poco color como una metáfora del cambio que está sacudiendo al país pero cuando nos volvimos a ver me dijo que lo había pensando y que la película la rodaría en blanco y negro”.

- ¿Cómo recomendaría el visionado de la película? ¿Empezar con El Crack cero y terminar con El Crack dos o da igual la manera en cómo se vean?

“Es un poco como Star Wars, ¿por dónde empiezas, por el episodio uno o el cuatro? En mi caso, recomiendo que se haga de las dos maneras y con El Crack pasa lo mismo. Puedes empezar por ver el 1 y el 2 y viajar al pasado para ver el cero o empezar con el cero y seguir con la 1 y la 2. Cualquiera de estas experiencias resulta válida”.

- ¿Estudia nuevos proyectos para escribir y dirigir su segunda película?

“Ambas cosas, tengo proyectos para dirigir y espero comenzar uno aunque levantar una película en España es un milagro. Como guionista he escrito otra con Garci”.

- ¿Qué características cree que debe reunir un buen director o un guionista?

“Solo una: ver cine”.

MEZCLAR GÉNEROS

A Javier Muñoz le gusta mezclar los géneros, jugar con ellos aunque lo que de verdad le atrae es el componente de amor que tienen sobre todo las historias negras. Lo intentó hacer así en Sycarius, su primera y de momento única película como director, un filme que no es otra cosa que “una historia de amor porque todo lo que hace el protagonista es, precisamente, por amor”, destaca el coguionista de El Crack cero quien, concluye, “ese es el tipo de thriller que me apetece dirigir”.

Será influencia de Fargo, una película que le encanta porque cuenta la historia de “un hombre gris que se mete en líos”.

PIE DE FOTO

Javier Muñoz cuenta que la relación de trabajo con José Luis Garci se hizo más estrecha cuando descubrieron que a ambos le gustaban las novelas de Somerset Maugham aunque durante el proceso de escritura de El Crack cero si hubo un escritor y una novela en la cabeza de los dos fue James M. Cain y Perdición. También Mildred Pierce, que en España se tradujo como Alma en suplicio. “Garci podría hacer una película de arte y ensayo solo de referencias”, comenta Muñoz.
FOTO: Sara González / TFN

Saludos, paciencia, hermanos y hermanas, paciencia, desde este lado del ordenador

Las dos Amelias, una novela de José Luis Correa

Lunes, Marzo 16th, 2020

Ricardo Blanco es uno de los investigadores privados más longevos de la literatura negra y criminal que se escribe en España.
En Las dos Amelias (Alba, 2020) ya son once las novelas que José Luis Correa, su creador, ha dedicado a su detective, a su cinéfilo caballero sin espada con conciencia social que aún mantiene cierta confianza en el sistema.

Los casos que hasta la fecha ha investigado suelen mostrar el lado menos amable del ser humano y sus policiales son procedimientos imaginativos que bien podrían formar parte de la crónica de sucesos. Estas novelas le sirven también a José Luis Correa para enseñar las miserias y vergüenzas que se dan en una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria, territorio en el que transcurren la mayoría de las investigaciones que le encargan y capital de provincias que es el otro gran protagonista de la serie. Una serie que con el paso de los años se ha ido volviendo más adulta sin perder, afortunadamente, su sentido del humor.

La mirada burlona, que no cínica, con la que Ricardo Blanco observa su alrededor está más próxima al carácter aplatanado (en el buen sentido de la palabra) que a la mirada cínica y en ocasiones amarga de otros grandes investigadores privados del género policial.
Está claro, tras once novelas dedicadas al personaje, que José Luis Correa conoce muy bien a su criatura. Ricardo Blanco ha crecido con él y es más que probable que como su autor, el protagonista de estas novelas ya no espere demasiado ni de la gente ni de sí mismo.

Mantiene, eso sí, la honestidad de siempre. Y sus amigos siguen siendo los habituales: su novia farmacéutica, el jefe de policía retirado y que ahora trabaja con él, la secretaria del despacho de investigaciones. Otro de los hallazgo de la serie y en los que insiste en Las dos Amelias es diseminar el texto con canarismos que no chirrían, palabras que ponen de manifiesto la belleza del modo de hablar en Canarias. De hecho, las voces canarias que asoman en el libro tienen la función de acercar y hacer más creíble a su protagonista a medida que se desarrolla la investigación.

Ricardo Blanco es un personaje bien definido y ajustado a los vaivenes en los que lo implica su oficio. El lector entra en sus historias a través de su cabeza, las narra en primera persona, así que conoce sus grandezas y debilidades porque Blanco, como cualquiera de nosotros, es un tipo gris que se caracteriza por un notable olfato para atrapar al culpable e, igualmente, conocer de que pie cojea. De su mano, sabremos de sus relaciones amorosas como laborales y nos acercaremos a su grupo, pequeño pero compacto de amigos.

Las dos Amelias responde a las expectativas que todo aficionado al género espera. Resulta sencillo adentrarse en el universo que José Luis Correa propone ya que conoce muy bien los códigos del policíaco para que el lector siga con curiosidad la investigación que inicia en cada uno de sus libros. En Las dos Amelias el brutal asesinato de una influencer en un hotel de la capital grancanaria durante la Feria del Libro que se desarrolla en la ciudad.

Este crimen le da la oportunidad al escritor para ofrecer un retrato no tan noble como podría esperarse de las interioridades de la misma Feria del Libro y cargar las tintas de paso contra los periodistas, que alguno aparece en este libro. Las dos Amelias proporciona interesantes reflexiones sobre Internet y las redes sociales y cómo éstas han transformado las relaciones entre las personas. Es decir, cómo hombres y mujeres que hasta el día de ayer eran perfectamente desconocidos de la noche a la mañana dan el salto a la fama a golpe likes.

Algunas de las mejores páginas de Las dos Amelias son las que dedica a la red y los efectos que tiene entre nosotros. Respecto al crimen y si leen la novela lo sabrán, José Luis Correa plantea una interesante reflexión sobre este mundo que ha disuelto las relaciones personales, generando nuevos monstruos que se mueven más que como peces tiburones en el océano de Internet.

El escritor emplea con oficio los resortes que dan cuerpo al género aunque quizá sea Las dos Amelias la novela más sujeta a las reglas del procedimiento policial de la serie. No olvida sin embargo el componente social que caracteriza al género y el retrato de secundarios que, como siempre, está eficazmente trabajado.

Que el libro atrapa está el hecho de que nada más llegar a mis manos lo devoré en apenas unas horas. Se tratan de casi doscientas páginas cargadas de emoción, la emoción que sacude como una corriente eléctrica a Ricardo Blanco a medida que ahonda en un caso donde nada es lo que parece.

Saludos, lecturas en tiempos de cuarentena, desde este lado del ordenador