Archive for Agosto, 2020

Robert Mitchum, todo hombre

Jueves, Agosto 6th, 2020

La actriz Jane Russell, con la que trabajó en Macao, describió a Robert Charles Durman Mitchum (Bridgeport, Connecticut, 6 de agosto de 1917-Santa Bárbara, California, 1 de julio de 1997) un tipo que era “todo hombre” y como todo hombre, aunque sea políticamente incorrecto decirlo, ha pasado a la Historia del Cine encarnando toda clase de papeles aunque si es por algo recordado entre los aficionados es más por sus interpretaciones de villano y de hombre bueno al que le falla algo por dentro.

Robert Mitchum, que antes de llegar al cine recorrió su país como polizón en los vagones de ganado del ferrocarril, nunca se tomó demasiado en serio eso de ser actor. Le parecía, es más, una ridiculez que le pagaran y tan bien por aquel trabajo pero él no iba a contradecir un mundo tan loco como el que le había tocado vivir. En torno a su vida y su obra se multiplican las leyendas porque si bien pertenece a la estirpe de los últimos actores duros (John Wayne, Gary Cooper, Gregory Peck…) sí que revela en cada uno de los papeles que protagonizó que esconde algo muy frágil en su corazón. Su mirada de ojos caídos ayuda mucho a entender esa debilidad que le sube por dentro y que apenas saca a relucir con una mirada perdida o un suspiro largo y prolongado.

Por estas y otras características a quien les escribe ahora mismo le parece el mejor Philip Marlowe en el cine, y eso que Marlowe contó también con la presencia física de Humphrey Bogart, entre otros actores y que las películas donde Mitchum aborda al personaje creado por Raymond Chandler no son demasiado redondas aunque Adiós muñeca sí que tiene algo del encanto revival noir que se vivió en los años setenta. El sueño eterno, la otra versión, mejor olvidarla y no solo porque se desarrolle en Inglaterra.

Antes de convertirse en estrella y antes de que detestara lo que implica la fama (que te reconozcan en cualquier parte y que todo el mundo tenga la sensación de que te conoce de toda la vida), Robert Mitchum desempeñó varios oficios hasta dar con sus huesos en Hollywood. Cuentan que llegó en el momento preciso y pese a que tuvo que luchar bastante para convertirse en actor principal, casi todo el mundo ya lo conocía cuando dio el salto mortal a estrella de la Meca del Cine.

No creo que haga falta que escriba que Robert Mitchum es uno de mis actores de cabecera y que siempre, incluso cuando hace de villano, quedo fascinado por un actor al que no le hace falta recitar largos monólogos sino mirar a la cámara y entrecerrar los ojos. Se quejaba el buen hombre, que se dedicó también a la canción, de que siempre le daban los mismos papeles por eso así que pienso que crece tanto física como espiritualmente en obras absolutas como La noche del cazador y La hija de Ryan. Y pongo de ejemplo estos dos largometrajes porque en uno y otro interpreta a un personaje radicalmente distinto.

Al ser tan extensa la filmografía de Mitchum hemos escogido solo aquellos trabajos que de alguna forma modulan su carrera en el cine. La mayoría son películas que estimo mucho como espectador y en ellas observarán la variedad de registros que jalona la filmografía de una estrella mayúscula que borda, además de la interpretación, la canción Little Old Wine Drinker Me aunque otros prefieren sus calipsos.

En las imágenes, el señor Robert Mitchum en Retorno al pasado (Jacques Tourneur, 1947); Río sin retorno (Otto Preminger, 1954) que, personalmente, es una de esas películas que me llevaría a una isla desierta y en la que tanto Mitchum como Marilyn Monroe se encuentran en estado de gracia; La noche del cazador (Charles Laughton, 1955) donde fabrica a uno de los villanos más recordados de la Historia del Cine… solo basta verlo entrelazando los dedos para entender la delgada línea roja que separa el amor del odio; Sólo Dios lo sabe (John Huston, 1957), que protagonizó con Deborah Kerr y relación cinematográfica de la que saltan chispas; Más allá de Río Grande (Robert Parrish, 1959); El Cabo del Miedo (J. Lee Thompson, 1962), donde vuelve a interpretar a un villano de pesadilla; Cualquier día en cualquier esquina (Robert Wise, 1962), que es una de las películas románticas más hermosas y auténticas que he visto hasta la fecha; El Dorado (Howard Hawks, 1966), donde interpreta al sheriff borrachín que interpretara también y tan bien Dean Martin en Río Braov; La hija de Ryan (David Lean, 1970), que es otro de esos largometrajes donde el actor demostró a los papanatas que además de estrella tenía el don de la interpretación; The Yakuza (Sidney Pollack, 1975), un canto a la amistad y a la unión de dos culturas tan diferentes y opuestas como son las norteamericana y la japonesa además de ser un estimable filme de gángster; Adiós, muñeca (Dick Richards, 1975), en la que se convierte en el mejor Philip Marlowe de la Historia del Cine con permiso de anteriores y posteriores actores que encarnaron al mismo personaje creado por Raymond Chandler; la miniserie Vientos de guerra (Dan Curtis, 1983); El Cabo del miedo (Martin Scorsese, 1992), versión que no supera pero casi iguala a la original donde aparecen Mitchum y Peck como personajes secundarios para rendir justicia al filme de J.L. Thompson y Dead Man (Jim Jarmusch, 1995), un extraño western rodado en blanco y negro por ese curioso cineasta autista al que si bien no profeso devoción digamos que aprecio de tanto en tanto.

(*) Esta entrada se subió a Facebook el mismo jueves 6 de agosto de 2021. Decidimos incluir una sola imagen en el blog para no agobiar a futuros lectores. La fotografía corresponde a La noche del cazador (Charles Laughton, 1955). Gracias por su comprensión.

Saludos, gente, desde este lado del ordenador

Las ciudades de Cuenca (Ecuador) y La Laguna, unidas por el verso y la canción

Miércoles, Agosto 5th, 2020

La ciudad de Cuenca (Ecuador) y La Laguna disponen de una tipología arquitectónica colonial bastante similar. Ambos centros urbanos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en Marrakech, Marruecos, en 1999, y el domingo 9 de agosto se reencontrarán bajo el paraguas de la cultura para celebrar juntos el Bicentenario de la Independencia de Cuenca y el Día de la Cultura Nacional de Ecuador.

Organizado por la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina y conducido por la poetisa de Cuenca (Ecuador) Yesenia Espinoza, se celebra un encuentro poético y musical que se retransmitirá en directo y a través de la plataforma Zoom, este original cruce entre las dos orillas podrá verse en Canarias a partir de las 16 horas. Una hora más en la Península.

Intervendrán en el acto Catalina Sojos, Francisco Viña, Jorge Dávila Vázquez, Cecilia Domínguez Luis, Iván Petroff, Fernando Senante, Sara Vanegas, Rubén Díaz, Andrea Terreros, Luis Almeida y los pintores Miguel Ángel Govea y María Paz Carpio Martínez. Se prevé una vez celebrado el encuentro una publicación que se entregará a quien esté interesado el 9 de agosto.

* En la imagen, una vista de la ciudad de Cuenca, en Ecuador

Saludos, a la expectativa, desde este lado del ordenador

Olga Merino: “Todos somos nómadas”

Martes, Agosto 4th, 2020

La escritora y periodista Olga Merino (Barcelona, 1965) impartió hace unas semanas un curso on-line para la Escuela Literaria, con sede en La Laguna. La experiencia fue satisfactoria por lo que ahora solo falta recoger los frutos. Autora de Cenizas rojas, Espuelas de papel, Perros que ladran en el sótano y La Forastera, cuya campaña de promoción tuvo que interrumpir por la crisis de la Covid-19, algunos de los temas que orbitan en su literatura son el exilio y el desarraigo.

- La primera pregunta es obligada, ¿cómo pasó el confinamiento?

“Si te digo la verdad los que leemos y escribimos estamos muy acostumbrados a estar en casa lo que ocurre es que en este caso ha sido muy largo y ha generado mucha incertidumbre ante el temor al virus. La muerte, además, estuvo muy presente y ha cuajado una indecisión por el futuro que se avecina. Lo mejor de todo esto es que mi gente más cercana salió bien por lo que me doy por satisfecha”.

- ¿Cómo ocupó el tiempo durante los meses de confinamiento?

“Pese a que tenía tiempo para poder leer yo, que soy lectora, reconozco que me costó muchísimo concentrarme. Tiraba más de diarios de escritores. En cuanto a escribir, no he sido muy productiva durante los meses de confinamiento”.

- ¿No cree que estos dos meses dan temas para varias novelas?

“Creo que va a haber tantas y tantas reflexiones también que a mi a priori no me interesa ahora indagar en ello. La realidad es que estos días han resultado una experiencia brutal porque no habíamos vivido una situación como ésta desde hacía un siglo. Y sí, está claro que material literario hay porque nos ha demostrado lo vulnerable que somos”.

- La Forastera, su última novela, se presentó el 26 de febrero de este año, pocos días antes de que se declarara el Estado de Alarma.

“Realizamos la presentación en Madrid el 26 de febrero y dos días después en Barcelona. Tras la declaración del Estado de Alarma muchas cosas se fueron al traste como la celebración de Sant Jordi, el 23 de abril, que aquí en Cataluña es un día maravilloso porque el escritor se vuelca con el lector y es un día de ventas excepcional. Ahora, la Feria del Libro se Madrid se ha aplazado también. No obstante, pienso que toda esta situación tiene un lado positivo porque como soy más analógica que digital por una cuestión generacional, esos meses me obligaron un poco a tirarme a la piscina de las redes sociales, a abrir cuentas en Instagram, Facebook”.

- Ha sido invitada por La Escuela Literaria, con sede en La Laguna, para impartir un taller on-line. ¿El escritor nace o se hace?

“El talento no se puede enseñar pero sí es cierto que si hay técnicas narrativas que se sistematizan y se enseñan, sí que desarrollan sobre todo la capacidad crítica hacia lo que lees y hacia lo que escribes. En este aspecto, los países anglosajones nos llevan ventaja porque este tipo de estudios tienen hasta rangos universitarios. Creo mucho en el trabajo y en la perseverancia, en aprender y desarrollar la mirada crítica”.

- En su caso ¿qué fue primero, la escritora o la periodista?

“Aunque suene raro fue primero la escritora. Nací con una vocación literaria tremenda y, cómo tenía que encaminarla, las vertientes más próximas que tenía para hacerlo eran los estudios de Filología y dedicarme a la docencia o el periodismo. Y tomé el camino del periodismo y no reniego de él porque me ha dado muchas herramientas y vivencias. El periodismo hoy es otra cosa”.

- ¿Otra cosa?

“Va a sonar como a cuento de la abuela Cebolleta pero la generación de periodista precedentes y que tantos buenos periodista tuvo como Man Leguineche, Juan Cruz, Rosa María Calaf, entre otros, tenía principios. Respetaba el Off The Record cuando una fuente te revelaba una información. Era sagrado también contrastar la noticia porque había como un juego de caballeros más profundo al que existe hoy, donde todo va más deprisa. Internet ayuda pero ha transformado el periodismo y a los periodistas”.

- Y ante este panorama ¿hacia donde piensa que debe de encaminarse el profesional de la información?

“Debe encaminarse hacia la reflexión profunda y no tanto a la inmediatez”.

- ¿El periodismo ha condicionado su manera de escribir literatura?

“Pongamos otro verbo que no sea condicionar. Estuve una larga temporada trabajando como periodista en Moscú y allí me di cuenta que había muchas historias que no cabían en la crónica periodística y que por tanto se morían. Resultado de esas historias surgió mi primera novela, Cenizas rojas, que trata sobre el desplome de la antigua Unión Soviética solo que centrado en la vida de uno de los famosos niños de la guerra que fueron repatriados a Moscú durante la Guerra Civil. El periodismo me ha dado cosas buenas como la capacidad de síntesis y la de análisis así como la capacidad de meter el hocico en muchos lugares diferentes, como estar en la casa de un embajador o en un poblado marginal donde se vende droga. El periodismo abre puertas a muchos lugares cuyas historias te alimentan como escritor”.

- Cuentan que dos de las constantes de su literatura son el desarraigo y el exilio.

“No fue digamos una decisión deliberada la de escribir una trilogía o la de trabajar esos temas aunque a posteriori me di cuenta de que el desarraigo y el exilio son como una constante porque aparecen en todos mis libros. En Cenizas rojas cuento la historia de un niño de la guerra al que se traslada a Moscú; Espuelas de papel versa sobre la inmigración que se produjo de las gentes del sur de España a Cataluña en los años 50. En mi tercer libro, Perros que ladran en el sótano, narro la vida de un travestido nacido en el Protectorado de Marruecos que es otra forma de desarraigo. En el fondo, todos somos nómadas porque estamos aquí de paso”.

- La crítica ha calificado su nueva novela, La Forastera como un western. ¿Se siente cómoda con esta etiqueta?

“La verdad es que no me incomoda. Cuando se publicó coincidió con otras novelas a las que calificaron de western como Pequeñas mujeres rojas, de Marta Sanz y Basilisco, de Jon Bilbao, entre otras. En todo caso, ha sido una feliz coincidencia que resulta muy significativa. Me siento cómoda con esa etiqueta aunque cuando escribo no me planteo que lo que voy a escribir sea un western aunque si reflexionas sobre el western sale como resultado un mundo hostil porque refleja historias de la frontera, que suele ser un mundo extremadamente violento pero a la vez hermoso y con cierta dignidad donde el paisaje ayuda mucho, como sucede en La Forastera. Es verdad, de todas formas, que algunos de mis temas son propios del western como la venganza y el peso del propio destino y del paisaje así que no me incomoda que califiquen la novela de western y mucho menos rodeada de tan buena compañía”.

- Curiosamente, el western suele ser un género muy masculino.

“Sí, es verdad, por eso Ángela, la protagonista de La Forastera, responde como una resistente más a ese mundo”.

- Leo un titular en el que anima a hablar del suicidio hasta la saciedad.

“Dicho así puede chocar un poco pero para documentarme para La Forastera leí bastante sobre el suicidio y me reuní con grandes expertos en el tema con el fin de indagar en un asunto que, socialmente, resulta tabú pero los especialistas con los que conversé dicen que debe de hablarse y no esconderlo. Que se te tiene que exponer porque generalmente el suicida da pequeños avisos por lo que se aconseja no convertir el suicidio en un tabú y quitarle el aura romántico, de libertad que tiene porque es rotundamente falso. El suicidio se produce cuando un hombre o una mujer se siente acorralado y se ha limitado su capacidad de raciocinio. Me fío de lo que dicen los psiquiatras”.

- Los protagonistas de algunas de sus novelas son hombres, ¿cómo se mete bajo la piel de estos personajes?

“Es un reto añadido así que lo que procuro es documentarme bien y todo lo que me interesa lo meto en el caldero, entiéndase libros, películas. Cuando estoy en pleno proceso le pregunto a mi hermano y algunos de mis amigos que le parecen los personajes masculinos de las historias que escribo. Pienso, no obstante, que los grandes temas literarios funcionan más o menos igual en hombres como en mujeres”.

- En sus novelas a que da más peso ¿a los personajes o al paisaje?

“En La Forastera el paisaje árido, duro, el sol despiadado, las colinas llenas de olivos del sur de España tienen su peso específico y casi se encarnan en los personajes pero por regla general soy más de personajes que de tramas. En mi cabeza y durante el proceso creativo aparecen antes los personajes que la posibles tramas”.

-¿Y que tiene el sur de España para que esté tan presente en su literatura?

“Por mis orígenes familiares. Mi familia procede de Granada y de Sevilla mayormente por lo que Andalucía ha estado muy presente en mi. Nací en una casa con libros muy contados, recuerdo los de la colección RTV de Salvat y las novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía pero provengo también de una tradición oral poderosísima. Mi madre, mi abuela, mis tías abuelas me contaban muchas historias legendarias de aparecidos, de los maquis, de rituales, de supersticiones porque la zona a la que me refiero limita Granada con Jaén, un espacio rico en curanderos y supersticiones. Los cortijos son distantes unos de otros, los caminos en esta zona de Andalucía son escarpados, tanto, que hace años el médico no podía asistir a los partos lo que propició que florecieran los curanderos y se creyera en aparecidos y todo esto forma parte de mi, siempre ha estado dentro de mi”.

- Estuvo como periodista en la URSS justo cuando este modelo se desmoronaba.

“Llego justo cuando ya han arriado la bandera soviética del Kremlin y comienza la etapa Yeltsin en el poder. Viví todo el proceso de desmoronamiento del gigante monstruoso que fue la URSS, que dejó de ser comunista tras someterse a un proceso tremendo de privatización de las grandes empresas del Estado soviético. La gente se quedó sin nada por la brutal economía de mercado en la que se vio inmerso el país que hizo caso al dictamen del Fondo Monetario Internacional que recomendó a modo de receta a la antigua URSS una terapia de choque, una transición brutal. Tan brutal que originó que proliferaran las mafias y que los más pobres fueran más pobres. Tanto, que se quedaron sin país, sin patria ni sustento “.

- Son fenómenos muy distintos pero recuerda algo a lo que puede suceder en España con la crisis de la Covid-19 y lo que ahora llaman nueva normalidad.

“Está bien visto porque si bien y como dices son procesos que nada tienen que ver, es verdad que de la noche al día el piso en el que nos sostenemos se tambalea. En mi caso, recuerdo haber visto en Rusia a ancianos vendiendo en la calle las cosas que tenían en casa y a los obreros de las fábricas militares que habían sido desmanteladas por fábricas de cacerolas, venderlas por las calles porque les pagaban el salario con cacerolas. Esto nos obliga a replantearnos qué sucederá y ojalá todo esto sirva para señalarnos hacia donde vamos y qué es esta sociedad que ha dejado que mueran ancianos abandonados, sin asistencia sanitaria. Hemos dejado de priorizar la cultura, la enseñanza y la sanidad, también de preguntarnos qué está pasando con el cambio climático. Son momentos que invitan a una profunda reflexión”.

- Una pregunta técnica. ¿Qué le resulta más difícil empezar o terminar un libro?

“Diría que el comienzo y encontrar la voz ya que más o menos con oficio eres capaz de armar una trama pero encontrar la voz es difícil. Siempre es más difícil enfrentarte a la hoja en blanco que rematar la faena”·

- ¿Recuerda, por último, la primera novela que leyó?

“Las primeras lecturas fueron cuentos infantiles pero la primera novela de la que tengo conciencia lectora es Volvoreta, de Wenceslao Fernández Flórez”.

NUEVA NOVELA

Olga Merino se encuentra trabajando ahora en una nueva novela aunque “la masa esta todavía en proceso de fermentación”, dice. De momento, y mientras deja que las ideas se enfríen, la escritora ha hecho un paréntesis literario y ha explorado su memoria para escribir un diario sobre sus experiencias en Rusia que se basan en las anotaciones que hizo durante su estancia en la antigua URSS. El libro combina así diario con guía de viaje, el ensayo y la crónica personal. El objetivo es redacta una obra “fresca y nada académica de mis años rusos ya que –destaca– en 2021 se cumplen 30 años de la caída de la URSS”.

CUENTOS

Olga Merino explica que el cuento le merece mucho respeto y que le gustaría “algún día” reunir los que tiene escritos en un libro. No obstante, no termina el cuento de convencer a las editoriales españolas, muy reacias al género. “No gusta mucho el cuento”, dice la autora de La Forastera, que explica que en una novela “puedes disimular tus carencias o conquistar al lector por puntos pero el cuento te exige que dejes al lector k.o.”. El cuento, para la escritora y periodista es “un señorito” porque él decide si se deja escribir o no. O de si se trata de “una idea brillante o no”. Con la novela no pasa eso ya que “la puedes enriquecer a lo largo del camino”.

FOTOS: MARTA CALVO

Saludos, foratero en tierra extraña, desde este lado del ordenador

Una tumba en el aire

Lunes, Agosto 3rd, 2020

“Desaparecer, pero eso era imposible. El inmediato deseo infantil de ser invisible, de poseer ese don de prestidigitador, se coló entre el diluvio de pensamientos fugaces de Humberto. Pero no, algo así era absurdo. Casi tanto como la estúpida pregunta de por qué a ellos, por qué les había ocurrido eso precisamente a ellos. Ambos sabían que tenía que ser un error, que los habían confundido. Una ruleta rusa. Les había tocado. Mala suerte”.

(Una tumba en el aire, Adolfo García Ortega, Galaxia Gutenberg, 2019)

La noche del 24 de marzo de 1973, tres jóvenes españoles, Humberto, Fernando y Jorge, cruzaron la frontera francesa para ver en Biarritz la película El último tango en París, entonces prohibida en la España franquista. Se sabe que esa noche entraron en una discoteca y que fueron confundidos por policías por varios miembros de ETA que los secuestraron, torturaron y asesinaros. Nunca más se supo de ellos.

Esta historia, este resumen de Una tumba en el aire (Galaxia Gutenberg, 2019), un libro de Adolfo García Ortega, traductor y escritor, indaga en las numerosas sombras que rodean todavía este caso para armar un relato que mezcla realidad con ficción para desvelar los lados más oscuros de un suceso que nunca tuvo que haber ocurrido.

El libro, ¿novela de no ficción?, sí que bebe de fuentes periodísticas, materiales informativos con los que García Ortega construye un relato que se lee con devorador interés porque no le falta ni le sobra nada. Es una obra redonda, de una intensa emotividad pero que no pierde el tiempo en exponer valores morales (el suceso es tan casual y horripilante que no hace falta) sino que procura mantener en todo momento un equilibrio entre las partes porque los asesinos que fueron capaces de esta ejecución son descritos como lo que fueron y lo que aún son –quedan supervivientes que participaron en aquel atroz crimen– un grupo de personas con sus idas y venidas devorados más que entregados a una idea y por esa misma idea a sacrificar su existencia en una guerra subterránea que cuenta ya con demasiados muertos. Algunos de ellos, como los protagonistas de la novela, sin aparecer.

El libro recibió el Premio Málaga de Novela en la XII edición y resulta además de un excelente volumen para conocer en que estado se encontraba un conflicto que estaba dejando sus primeros muertos, en un revelador documento de personajes. Un retrato humano y certero sobre tres jóvenes entusiastas con toda una vida por delante, y la de una banda de etarras que hacen con ellos lo que no está escrito para sacarles una información que nunca tuvieron porque no eran policías.

No deja de ser un libro muy amargo Una tumba en el aire. En sus páginas desfilan una galería de situaciones que el escritor ha reconstruido con elogiable pericia y plantea un retrato de personajes, los tres jóvenes que desaparecieron tras ser asesinados y torturados por ETA, así como el de algunos de los miembros de la banda que colaboraron en la ejecución, que destacan por su humanidad. La de los tres inocentes precisamente por su inocencia y la de los terroristas por el mundo violento y cruel que caracteriza su existencia. Una violencia y una crueldad que tiene su origen en el odio, un odio profundo e incomprensible para el profano.

Se trata de una guerra, dice uno de los terroristas.

Una guerra que esos días estaba preparando un gran golpe en pleno corazón de Madrid, la operación Ogro, operación que le costó la vida al almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno en diciembre de 1973. Este atentado es el detonante que hace sospechar a los etarras cuando se encuentran a los tres jóvenes gallegos en esa discoteca del sur de Francia ya que piensan que se tratan de agentes de la policía secreta española y están convencidos que las fuerzas del orden conocen la existencia de una Operación pero no de su objetivo. Pura especulación, paranoia que se hace real en los terroristas quienes deciden secuestrarlos para sacarles a golpes lo que saben.

El drama es que los jóvenes no conocían nada. Si algo estaban pensando cuando se produjo la tragedia es que El último tango en París no era la película erótica que estaban pensando que iban a ver cuando cruzaron la frontera.

El libro, que ha consultado toda clase de fuentes para dar verosimilitud a lo narrado, hace un gran trabajo de memoria histórica y quisiera entender también que de justicia histórica aunque la grandeza de sus páginas se encuentra en un contenido que mantiene en todo momento el equilibrio entre las partes ya que no quiere hacer demagogia sino reflejar con la mayor exactitud posible y con lo que se conoce una tortura que se les fue de las manos a los asesinos. Un acto criminal que por casualidad tuvo lugar la primavera de 1973.

Que nadie lo compare así con otros libros que han abordado literariamente la guerra con ETA porque las ambiciones de Una tumba en el aire son otras: esclarecer un asesinato que aún mantiene en vilo a las familias de los tres jóvenes ejecutados. También la inutilidad de un conflicto que se radicalizó tanto,que terminó por confundir a un lado y al otro. En el lado terrorista, a sospechar de compañeros, a condenarlos también a muerte aunque las pruebas se sostuvieran con alfileres.

Recomendaría al lector interesado a que no se perdiera este ejercicio de literatura que fusiona lo mejor del periodismo aunque pese más lo literario por fortuna que lo meramente periodístico en la narración. El libro tiene mucho calado. Demasiado para algunos. Cuenta el autor en el epílogo que muchas de las personas con las que conversó cuando se documentaba para escribir la novela le pidieron que respetara su anonimato, lo que no deja de sorprender después de transcurridos 47 años de aquellos hechos lo que pone de manifiesto que el miedo sigue latente. El miedo y el odio.

Saludos, sol, calor, desde este lado del ordenador

Ahora suena un tercer hombre… o mujer para optar a Director Insular de Cultura

Sábado, Agosto 1st, 2020

El culebrón en el que se ha convertido la designación del Director Insular de Cultura del Cabildo de Tenerife continúa. Y continúa porque unos y otros se han apresurado en mover fichas en el complejo como marciano tablero político del gobierno insular.

Desde el pasado jueves, 30 de julio del 2020, sonaban los nombres de los escritores y poetas Rafael-José Díaz y Alejandro Krawietz como los candidatos más firmes para optar al cargo. A Rafael-José Díaz que es un hombre de izquierdas hasta donde yo sé, lo apoyaría Ciudadanos, que detenta en el delicado pacto de Gobierno del Cabildo de Tenerife la vicepresidencia y la Consejería de Educación, Juventud, Museos, Cultura y Deportes, que asume Concepción María Rivero Rodríguez. A Alejandro Krawietz, que por lo que sé también es un hombre de izquierdas, lo respaldaría el PSOE, comenzando por el actual presidente del Cabildo, Pedro Martín, que lo conoce desde hace varios años por su trabajo al frente de la biblioteca y por presidir el Festival MiradasDoc. Festival Internacional de Cine Documental que se celebra en Guía de Isora, localidad de la que fue alcalde Martín.

Puestas así las cosas, esta especie de duelo al sol pero en versión insular desencadenó durante el día de ayer toda clase de especulaciones y como era natural opiniones salidas de tono que esgrimían los que apuestan por uno y por el otro. El caso es que, visto lo visto y con el fin de que la sangre no llegue al río se rumorea ahora que el Cabildo de Tenerife estudia una tercera opción y olvidar los nombres que, hasta el día de ayer, sonaban con más fuerza.

Este candidato o candidata ya que me resisto a creer que no haya una mujer preparada para asumir esta responsabilidad, serviría como candidato/a de consenso y su elección tendría el objetivo de poner punto y final a un nombramiento que si sigue por este mismo camino terminará por convertirse en el disparate que comenzó a ser cuando se invitó al anterior Director Insular de Cultura, Leopoldo Santos Elorrieta, que cesara. Cese que se produjo por varias circunstancias pero en especial por su desencuentro con Ciudadanos y su miopía para tratar a los medios. En especial cuando le dio pánico escénico para explicar cuál es el futuro que le espera a la Librería del Cabildo, desde enero cerrada.

El ambiente mientras tanto en el mundillo cultureta (que no gana para sustos) continúa enrarecido en un verano que no solo sube la temperatura en los termómetros sino también en el corazón de los que se dedican a estas cosas que, como algunos piensan, no sirven para nada en tiempos tan enfermos como son los que vivimos.

De momento y a la expectativa de si se nombra a un tercer candidato/a para ocupar esta Dirección Insular, solo cabe desearle a quien nombren, sea uno de los dos o un tercer hombre o mujer que es lo que ahora se rumorea, que haga lo posible para reconducir unas políticas culturales que, la verdad, se han salido del tiesto. La idea es que habrá que poner orden en semejante avispero y estimular con el raquítico presupuestp que se tenga a mano eso que llaman Cultura, esa maltratada palabra que hizo que gente como el ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebelss, echara mano a la cintura para sacar la pistola.

Saludos, ni está ni se le espera, desde este lado del ordenador