Archive for Agosto, 2022

El hijo del apotalado, una novela de Jorge Fonte sobre la Guerra Civil en El Hierro

Lunes, Agosto 22nd, 2022

El archipiélago cuenta con una serie de novelas ambientadas durante la Guerra Civil. Entre la memoria y el relato histórico, entre los que escribieron recordando lo que vivieron y la ficción que ahora emprende una serie de narradores que nacieron muchos años después de haber finalizado el conflicto, es muy difícil encontrar novelas y relatos que hablen, sobre todo en este último caso, con distancia y sangre fría de un encuentro que dividió radicalmente a la sociedad española en dos mitades, aunque hubo una tercera que todavía se encuentra en tierra de nadie y apenas tiene a nadie que le escriba.

Demasiado son las pasiones que desata aquella Guerra Fratricida, guerra que sigue dividiendo a un país y a unas islas porque sus herederos ni perdonan ni quieren olvidar. Este frente que permanece abierto y que muchos, tanto de un lado como del otro, se empeñan en que siga abierto, ha suscitado en Canarias una literatura que en algunas ocasiones resulta de calidad. Destacaría así dos títulos que me marcaron en su momento: El barranco, de la escritora Nivaria Tejera, y Luchar por algo digno, de Pedro Víctor Debrigode.

En el primer caso porque nos aproxima a los primeros días del alzamiento a través de una niña que no entiende porque las tropas que se han sumado al golpe llevan a la cárcel a su padre, un periodista. En el segundo, porque se cuenta también los primeros días de la Guerra Civil en Tenerife bajo la mirada de un soldado de origen catalán y francés que se encuentra en la isla “sirviendo a la patria” cuando estalla el cruento Golpe de Estado.

Hay otros libros que cuentan también aquella guerra que marcó para siempre a los que estaban a un lado y al otro de la trinchera política, trinchera que se trasladó a los campos de batalla en la geografía peninsular y trinchera que se disolvió en una Canarias donde no hubo tiempo para que los leales al gobierno de la II República pudieran responden con las armas al alzamiento militar.

Las novelas y cuentos sobre “nuestra Guerra” en el archipiélago se centran así mayoritariamente en la represión feroz que emprendió el ejército con la colaboración de Acción Ciudadana y Falange a través del testimonio de algunos de los que la sufrieron al ser declarados “enemigos de la nueva España”. También en ficciones que, escritas recientemente, narran con mejor o peor fortuna la tragedia de una guerra que separó a familias y convirtió en enemigos a hermanos y amigos.

El hijo del apotalado (Editorial Milenio, 2022), de Jorge Fonte, es una de las últimas novelas que ha llegado a nuestras manos que se ocupa de la Guerra Civil en Canarias. La acción, sin embargo, no transcurre en Tenerife ni en Gran Canaria sino en la de El Hierro, tierra que conoce muy bien el autor ya que parte de su familia procede de la isla del Meridiano.

Lo primero que llama la atención de El hijo del apotalado es que son dos novelas en una. El libro primero cuenta los antecedentes y la represión que padeció la isla los primeros años de la Guerra. Los protagonistas de esta primera parte son muchos, luego el texto alcanza una dimensión coral que el escritor sabe manejar bastante bien. De hecho, y considero fundamental este rasgo, muchos de los personajes que intervienen pertenecen a la familia Fonte, de la que procede el escritor, lo que revela una implicación emocional y un sentimentalismo muy hondo en lo que narra y que me hizo pensar que tuvo que ser una tarea muy dura la de escarbar en el pasado familiar para descubrir que parte de su familia estuvo de un lado y parte en el otro. Al fondo, una isla castigada por sentimientos que hasta ese momento permanecían restringidos como el odio, la venganza y el rencor.

Jorge Fonte, que conoce muy bien el carácter herreño, intenta ser imparcial y mantener la distancia ante la descripción de unos hechos que, en ocasiones, caen en el horror, como los falsos fusilamientos que se produjeron en la isla para intimidar a la población. Este hecho, sin embargo, supuso la sustitución en sus cargos de los responsables falangistas que se dedicaron a fomentar la política de la represión ya que ellos mismos resultaron por estos hechos víctimas de la justicia del bando rebelde, al que habían apoyado desde el principio. Hay más sorpresas en este libro que reitera la endogamia de un territorio que asiste paralizado a los asesinatos de algunos de sus hijos en la vecina isla de Tenerife. También a la fuga y el escondite por el que apostaron otros en las cuevas que horadan las costas como en la tupida vegetación de los montes herreños.

La segunda parte de la novela puede entenderse como la novela que da título al libro, El hijo del apotalado. La acción transcurre ya en la postguerra y en ella el lector observará el deseo de venganza que brota en una de las víctimas de aquel desgraciado conflicto. Él es El hijo de apotalado.

¿Qué es un apotalado?, lo explica Jorge Fonte a través de una cita de Aarón León Álvarez: “las personas que hacían desaparecer lanzándolas al mar desde barcas, metidas en sacos y con las manos atadas”.

La historia se inicia en nuestros días y quiere rendir justicia a los que la perdieron aunque no hace demasiada sangre sobre quienes la ganaron. Se agradece el titánico esfuerzo que hace Jorge Fonte para no caer en el maniqueísmo en el que suelen sucumbir otras ficciones que se ocupan de la Guerra Civil. Libros como el de Jorge Fonte nos muestra que entre los hijos y nietos de aquella generación todavía es posible que miremos aquellos hechos con perspectiva y, al mismo tiempo, exigir justicia, no venganza.

Saludos, justicia, no vengana, desde este lado del ordenador

La afoto (2)

Viernes, Agosto 19th, 2022

Las redes sociales que son algo así como el demonio, la televisión dejó de serlo hace ya unos años, acogieron esta semana que ya se nos va con estupor y escándalo el rodaje de una serie en el santacrucero barrio del Toscal. El Toscal sirve para representar algunas calles de La Habana no sé si Vieja o Centro…

La mayoría de los comentarios que he leído lamentan que se utilice a nuestras calles para representar la pobreza de otros países, en este caso la de Cuba, cuya capital La Habana se derrumba desde el triunfo de la revolución que capitaneó Fidel Castro (que en paz descanse).

Afortunadamente y en contra de lo que pasó en La Laguna hace algunas semanas, el alcalde de la capitá tinerfeña no ha aprovechado para sacarse una afoto con los actores que intervienen en el rodaje pero sospecho que si así se hizo no fue por no molestar al equipo de rodaje sino porque por ahí no hay ninguna estrella famosa salvo el protagonista, William Levy, que es un caballero al que no tengo el gusto de conocer.

Las voces que critican que se emplee a la capitá como plató para representar ciudades y pueblos del Tercer Mundo tienen sus razón de ser, ok, de acuerdo, pero no está mal que la ciudad se aproveche de su característica fealdad porque, vamos, seamos por una vez sinceros, Santa Cruz de Tenerife, lo que se dice Santa Cruz de Tenerife no es una urbe hermosa en el sentido estricto de la palabra si no más bien lo contrario. Yo, que nací en ella hará un porrón de años, sé lo que me digo aunque defienda a mi city con uñas y dientes precisamente por lo estropeada y mal cuidada que está. Así que admitiendo que como ciudad no vale demasiado sí que cuenta con rincones de una belleza singular y muy chicharrera.

Lloro, es cierto, que por ambiciones que nunca entenderé se destrozará su litoral y que las pocas playas que aún le quedan estén abandonadas a la mano de los dioses o den, directamente, a esa salida al mar donde la capitá expulsa toda su mierda…

Se queja un internauta que Hollywood solo se acuerda de Santa Cruz de Tenerife cuando quiere rodar una barriada de ciudad de México atestada de narcostraficantes, güey, como vimos en la decepcionante Rambo V ¿o fue VI? Y ahora represente unas pocas calles de La Habana en Montecristo, serie que adapta la novela El conde de Montecristo del inmortal Alejandro Dumas.

Que mi ciudad es una ruina… Es una verdad tan grande como grande es el antiguo templo masónico que se encuentra en la santacrucera calle de San Lucas… Un templo este que cuando paso frente a su señorial y misteriosa fachada me pregunto a qué espera la autoridad para ponerse manos a la obra… Al paso que van, es probable que nunca. Que la autoridad espere con paciencia de cartujo a que llegue otro Delta y arrase con ese edificio en el que uno de mis abuelos ofició de Gran Maestro, que así son de pomposos algunos de los cargos que concede esta sociedad discreta pero no secreta. Eso último, lo de discreta y no secreta es un punto que le encanta decir a los masones a los que no lo son, los profanos, cuándo se les pregunta qué demonios hacen en sus ceremonias…

Pero no íbamos a hablar de esta sociedad sino de Santa Cruz de Tenerife como plató de rodaje de pueblos, ciudades y barrios del Tercer Mundo donde no se atreve a rodar Hollywood o quien sea porque de allí no salen vivos.

Recuerdo, ahora que estamos entre amigos, que hace unos años se hizo pasar a este lugar como Atenas en una de las películas de la serie Bourne… No recuerdo entonces que nadie protestara, y razones había porque Atenas es la capital de un país europeo que tiene un constipado económico peor que el de España y otros países mediterráneos.

Voy a darme una vuelta un día de estos por el barrio de El Toscal para ver si me tropiezo con el rodaje de Montecristo. Podría servirles de asesor porque conocí La Habana cuando era joven y aprendí a no perderme por aquellas calles, sobre todo las de La Habana vieja que parecían que iban a desmoronarse. Alguien con el que viajé una vez a esa hermosa ciudad que se cae me dijo que La Habana debía de ser lo más aproximado a una ciudad por la que ha pasado una guerra. Y no le faltaba razón, porque la capital cubana y toda la isla que hace país, lleva en guerra desde que los cubanos se quitaron de encima el yugo español para abrazar el norteamericano y el soviético. Tras el derrumbe de la URSS, el país por fin parece que se gobierna solo pero no sabe qué dirección tomar desde que Fidel subió o bajó al cielo o el infierno, y su hermano Raúl, como le gusta decir a los masones, observa los movimientos en un “discreto” segundo plano.

Conclusiones, que la verdad, no me importa que aprovechen nuestra pobreza si sirve de plató cinematográfico y hay dólares que llegan a todos y no a unos pocos. Es lo que hay, pero sí que agradecería a este Ayuntamiento que se preocupara por una ciudad que sin tener una historia gloriosa salvo que por aquí entraron los que vinieron a conquistarla, fueran castellanos o británicos, reivindicara su pasado como pueblo de pescadores y de paso se le hicieran más estatuas a José Murphy que como vecino hizo todo lo posible por sacar adelante el lugar en el que nací y me crié.

Pero en fin, eso es otra historia.

Saludos, angelitos negros, desde este lado del ordenador

José Herrera: “Es hora de la ciencia, no de creencias”

Jueves, Agosto 18th, 2022

Para los que observamos el mundo del arte con cierto recelo, un recelo fruto probablemente de la educación recibida, la obra de José Herrera (San Cristóbal de La Laguna, 1956), fascina y desconcierta a la vez. El efecto se multiplica si se contempla Velar la forma, exposición que resume cuarenta años de trayectoria creativa y que se puede visitar hasta el 11 de septiembre en TEA Tenerife Espacio de las Artes. José Herrera ha contado con la colaboración de Gilberto González, curador, y Fernando Pérez como director de montaje para resumir una obra que permite entender más que una evolución los cambios y las constantes que permanecen pasen los años en la producción de un artista que no se siente cómodo si lo llaman artista porque, explica en la entrevista, es una persona que “abarca muchos frentes”.

De esto y otros muchos temas hablan los colaboradores que han participado con sus textos en el catálogo de Velar la forma, Gilberto González, Anatxu Zabalbeascoa y David Barro, y que unos y otros esperan que esté editado antes de que clausure la exposición.

- ¿Cómo fue trabajar con Gilberto González y Fernando Pérez, en la exposición Velar la Forma?

“Muy bien. La experiencia de formar un buen equipo con ambos ha sido muy importante para mí. Ha habido un enorme compromiso profesional por parte de Gilberto con la revisión y el trabajo desarrollado desde 1982 a 2022. Creo que las exposiciones Habitaciones (2014) y Días deshojados (2020-2021) fueron decisivas para materializar en el TEA este proyecto generando mucha ilusión.

Desde la propuesta inicial tuve muy claro que Fernando Pérez tenía que estar como director de montaje. La capacidad espacial de Fernando es muy rica y por lo tanto muy necesaria en todo el debate de selección e instalación de la obra.
Hemos conseguido traer obra al TEA que jamás se ha visto aquí. Piezas del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Banco de España, Fundación la Caixa, Patio Herreriano, Centro Atlántico de Arte Moderno, Fundación Montemadrid, etc. están en esta retrospectiva”.

- ¿Qué orden lleva la exposición?

“Siendo esta exposición una mirada al presente pero también hacia 40 años atrás, necesitaba enfrentarme a un proyecto vivo. Como si toda la obra desarrollada en ese período de tiempo fuera de reciente creación. Por lo tanto, pensamos que las piezas no debían estar sujetas a un orden cronológico sino en función del diálogo entre ellas y la determinación del espacio. Una cuestión de reactivación”.

- ¿Y por qué Velar la Forma?

“Había que buscar un título para la exposición y que fuera globalizador. Siempre tengo cuadernos de trabajo en los que dibujo, escribo y reflexiono. En muchos aforismos encuentro siempre la forma, el paisaje, el lugar, el silencio, el interior, el espacio íntimo, el vacío, la soledad, lo insular, lo cósmico, etc.

En uno de estos textos aparece Velar la Forma. Este título recoge lo que siempre he hecho: cuidar, estar de vigilia, cubrir, ocultar a medias algo, cubrir con velo, estar de centinela, observar”.

- La exposición reúne 40 años de trabajo, ¿qué evolución aprecia en sus creaciones?

“Siempre en todo proceso creativo, de trabajo, hay una evolución, un crecimiento como sucede con la vida. El trabajo forma parte de mi vida, como los pensamientos y el desarrollo de nuestras capacidades entendidas de forma global. Forman nuestro desarrollo expresivo y de comunicación, nuestra naturaleza”.

- Aprecio no sé si una evolución pero sí una variedad en los temas y en los materiales utilizados para representar las obras. ¿Por qué? ¿Hay algún elemento por el que sienta especial atracción, con el que se sienta más cómodo trabajando?

“La diversidad de materiales es muy importante en mi trabajo, tienen memoria, son estímulos. Joan Miró decía que los materiales le excitaban. El trabajo se desarrolla en base a necesidades que tienen que ver con mi estado interior, con mis emociones y a través del paisaje y la naturaleza como filtros. La relación con el medio y el lugar son determinantes para canalizar esas partes de mí, íntimas, en silencio y soledad”.

- ¿Cómo definiría su proceso de creación?

“Como un proceso de introspección, de conocimiento y pensamiento. El tiempo en el trabajo de creación es otro tiempo, otro espacio, con muchas frustraciones e ilusiones. Convulso. Parte de mí muere y parte de mí se regenera, se cura.
En todo este proceso de creación, de vida, me causa mucho dolor la violencia sistemática que se ejerce contra nuestros espacios naturales y entornos, contaminación de nuestras aguas, ruido y contaminación lumínica. Antoni Tàpies decía que la ciencia había avanzado mucho pero que el ser humano lo había hecho muy poco. Me entristece profundamente la falta de sensibilidad.

Paralelamente a tantas y tantas cosas importantes en este proceso de vida efímero, desde los años 80 estoy repoblando de Laurisilva en una zona de Las Mercedes. Todo está relacionado, desde el cultivo de la tierra a la protección de plantas e insectos. El proceso de creación y de consciencia se desarrolla de forma global y en mi relación con el otro de manera respetuosa. Es una cuestión de cuidar, de velar”.

- José Herrera, ¿pintor, escultor, creador?

“Siempre contesto a esta pregunta diciendo, hago cosas. Hablo de otros y otras como artistas pero al hablar de mí me cuesta mucho considerarme como tal. ¿Se debe a que abarco muchos frentes y en todos con un gran compromiso?, es posible. En el texto que escribe para el catálogo de la exposición, Anatxu Zabalbeascoa dice: “Herrera ha ido pensando, dibujando y creando su corpus artístico. Es difícil definirlo porque, digámoslo ya, él mismo no se considera un artista. No es un escultor pero esculpe. No es un dibujante, pero lleva toda la vida dibujando. No es pintor pero emplea la acuarela como si fuera un bálsamo, la pintura como si circulara por venas y el lacado como si cicatrizara heridas”.

- A usted lo califican como un artista con cierto gusto por el minimalismo. Si fuera así, ¿por qué?, ¿qué encuentra en el minimalismo que no encuentra en otras corrientes artísticas?

“Mi trabajo siempre se ha desarrollado con elementos mínimos, esenciales, primarios y simples en lo formal con un planteamiento de apertura, digamos, hacia otros espacios que tienen que ver con lo poético, lo oculto, el vacío, la energía, el silencio y la soledad; con espacios de reflexión. Los artistas pertenecientes al Minimalismo, Arte Povera y Land Art son importantes en mi trabajo pero también lo son otros artistas como Louise Bourgeois, Joseph Beuys, Wolfgang Laib, Geogia O´Keeffe, Ana Mendieta, Ettore Spalletti, Richard Tuttle o Agnes Martin entre otros muchos históricos. Al final, dentro de las corrientes artísticas y movimientos, lo que queda son artistas con un trabajo sólido, comprometido. Es lo que verdaderamente me interesa. Me ayuda a seguir creyendo que en este momento de la historia de la humanidad el arte debe tener un compromiso social muy importante en defensa de la libertad de expresión, derechos fundamentales de las personas y en defensa de la protección y conservación de nuestra naturaleza, libre de especulación y explotación de nuestros limitadísimos recursos para la vida”.

- En el folleto explicativo de la exposición se dice que dos grandes constantes de su obra son el silencio y el espacio. De hecho, asegura que se escucha el espacio. ¿Qué sonido tiene?

“Nos movemos en el espacio, lo habitamos y estamos afectados por él, es determinante. Si formamos un todo con el espacio, con consciencia, el espacio se escucha, te “habita”. Silencio y espacio son, digamos, escenarios en los que debe transcurrir nuestra vida para desarrollar otras capacidades que tienen que ver con “pensar el mundo”. El sociólogo francés David Le Breton habla con respecto a la experiencia al caminar: “Reencuentras el cosmos, el mundo que te rodea, los árboles, los riachuelos, los ríos, los lagos. Te enfrentas al sol, la lluvia, la nieve. Tienes una sensación de pertenencia al mundo. Te dices que eres un puntito en esta inmensidad del mundo, y, al mismo tiempo, que este mundo te sobrepasa infinitamente”.

No sé si el espacio tiene sonido. Es posible que éste sea, como dice Le Breton, “de pertenencia al mundo”.

- Una de las piezas más llamativas de la exposición fue la de las sillas en el exterior de TEA Tenerife Espacio de las Artes. Estuvo un mes recibiendo a los visitantes de este centro. ¿Qué pretendió con esta experiencia de arte efímero?, ¿planeaba otras que, por alguna u otra razón, al final ni pudo llevarse a cabo?

“La idea era hacer una obra efímera en la rampa de acceso al centro, de planta triangular. Pensé realizar una obra en esa superficie con árboles de Laurisilva suministrados por los viveros del Cabildo de Tenerife. Para ello necesitábamos unos 2.010 árboles en macetas. Mi compromiso con la protección y repoblación me llevó a plantear este proyecto y al mismo tiempo a que el TEA representado en su director artístico Gilberto González, asumiera un compromiso de sostenibilidad, conservación y repoblación. Así fue. Yo iba a ser el cuidador durante todo el tiempo que durase esta maravillosa instalación. Aunque no hubo un informe oficial, sí hubo voces en contra de este proyecto por los enormes riesgos de supervivencia de estos árboles en cotas tan bajas. Desde hace mucho tiempo vengo diciendo que es hora de la ciencia, no de creencias. Estas personas son las que tienen el conocimiento no yo.

Cuando concluyera este proyecto teníamos pensado repoblar toda una zona de Jardina orientada al norte con el compromiso de mantenimiento y cuidado de todos y cada uno de los árboles.

Tenía otras ideas planteadas e inmediatamente cambié el proyecto ocupando la misma superficie e instalando 892 sillas abriendo la obra a la colaboración ciudadana. Esta colaboración consistía en donar sábanas usadas y trabajar con la memoria de las mismas. Podemos imaginar lo que sucede entre sábanas: enfermedad, ilusiones, amor, sexo, sueños, sufrimiento, etc”.

- Las piezas que se exhiben en Velar la Forma no llevan paneles explicativos ni el título de la pieza. ¿Por qué? ¿Por qué ese empeño en cultivar los espacios limpios, desnudos?

“Es muy importante para mí que el espacio esté limpio de otros estímulos que nada tienen que ver con la obra. Para ello y sin cometer el error por falta de información relativa a las obras de la exposición, se diseñó por parte de María José Arce un folleto desplegable con un pequeño texto y planos de cada uno de los espacios con créditos de las piezas instaladas. Pensamos que era la mejor forma de que el espectador se acercara a las obras. De manera limpia, digamos, de desnudez. Toda la información cerca de las piezas genera “ruido”. Esta concepción de limpieza y silencio del espacio fue debatida y compartida con Fernando Pérez (director de montaje) y con Gilberto González (Comisario).

Los espacios vacíos, los silencios, el interior de las obras, necesitan de un espacio equilibrado, en calma para transformar el espacio mismo en otra cosa. Nunca en un escenario, un escaparate, sino todo lo contrario, en algo vivo”.

- No ha realizado hasta la fecha piezas para ser expuestas al aire libre. ¿Es por alguna razón especial?

“Una vez, hace muchos años, me propuso una galerista de Madrid, canaria, hacer una obra para Garachico porque unos ingenieros decidieron que ahí podía ir una escultura. Me imagino que porque tenían que destinar un tanto por ciento de dinero público a ello. Esta persona contactó deprisa y corriendo conmigo para hacer algo. Cuando hablamos de presupuesto, pensando en hacer alguna escultura en bronce cerca del mar, no daba ni para la fundición. No acepté.
También hubo un intento por parte de un arquitecto de hacer otra pieza en Santa Cruz. La idea era hacer esto o lo otro con materiales de cualquier manera y en la medida de lo posible correr yo con casi todos los gastos. Tampoco acepté.
Muchas veces tengo la sensación, con las propuestas que hacen a los artistas, que tenemos que darnos con un canto en el pecho por contar contigo, dicho vulgarmente. Siguen sin considerar el trabajo del artista. Entiendo que no creen en el arte, no les afecta, no les emociona, ni “crecen” a través de él.

A muchas de estas personas no les gusta nada que les digas lo que piensas y rechaces sus proyectos. Al final, se creen que los verdaderamente protagonistas de todo son ellos. Por ahí vamos muy mal”.

- La exposición cuenta también con un área dedicada a su proceso como creador y a mostrar aspectos de su vida como artista. Podemos ver fotografías, bocetos, dibujos, piezas… ¿La selección de este material fue personal o intervino también el curador de la exposición?

“Esta selección de cubiertas de libros, textos, obra sobre papel, etc., estuvo a cargo fundamentalmente de Fernando Pérez. Tiene mucho criterio y capacidad”.

- Usted se califica como artista independiente. ¿Por qué resulta tan difícil ser un artista independiente en Canarias? ¿No ha supuesto esta independencia que su nombre aparezca y desaparezca de la escena artística casi como si obedeciera a ciertos caprichos personales?

“Hace muchísimos años pensé que tenía que conseguir un trabajo para poder desarrollar mis “cosas”, mi mundo interior, de manera independiente. Sin depender de nadie, solamente de mí mismo. He sido profesor durante 35 años en la Facultad de Educación de la Universidad de La Laguna. He colaborado con muchas personas en revistas, libros, exposiciones, obra conjunta, etc. pero siempre desde mi independencia. Dar tu opinión muchas veces ha provocado, y eso lo vengo padeciendo hace muchos años, ser invisible para esas personas y convertirte en enemigo. Es decir, estás conmigo o contra mí.

En este mundillo en el que nos movemos los egos son enormes. No soy así. Muchas veces me pregunto para qué trabajan en poesía, en arte, si no crecen como personas. Primero somos personas y después cada cual tiene la formación que tiene.
Yo no aparezco y desaparezco en mi vida diaria. Creo que tengo una vida intensa, sensible, frágil y vulnerable pero también muy rica, plagada de tristezas, sobre todo por la violencia contra nuestro Medio Natural, nuestra calidad de vida al fin.
Aparecer en este momento, digamos a la escena pública, ha sido por el trabajo desarrollado durante tantos años. Es lo que ha tenido en cuenta Gilberto González. Mi trabajo.

Nunca he buscado, ni me he aprovechado de ningún escenario político, todo lo contrario, doy un paso atrás muchas veces cuando percibo que hay una estrategia planteada y el arte importa poco o nada.

¿Esto quiere decir que jamás me he beneficiado del dinero público que gestionan las instituciones? Me he beneficiado en casos puntuales con exposiciones en la Península y centros de arte en Canarias. Como otros artistas que tratan de que su trabajo se visibilice. Trato de que no me utilicen. Cuando quieren contar con tu presencia en algún proyecto y haces preguntas, les molesta enormemente”.

- Tras Velar la Forma… ¿trabaja en alguna nueva exposición?

“No. Aunque mi cabeza no para de pensar en lugares donde podría hacer algún otro proyecto, pero todo se desarrollará en el tiempo. Tan necesario el tiempo como algo vivo. Muchas personas no tienen tiempo de tener tiempo”

FIRMA FOTOS: Estefanía Bruna (José Herrera) y Kike Armas (salas de la exposición).

Saludos, al habla con…, desde este lado del ordenador

La afoto

Miércoles, Agosto 17th, 2022

No le he prestado demasiada atención al dicho que dice que la cara es el reflejo del alma pero basta ver la fotografía que días pasados se sacaron el alcalde La Laguna, Luis Yeray Gutiérrez, y sus dos cuates junto al director de cine Álex de la Iglesia para darse cuenta que, carajo, pues va a ser que es una aplastante verdad. Verdad esa de que la cara es el reflejo del alma.

Los hechos tuvieron lugar hace unas semanas en Aguere, donde rueda el director de El día de la bestia la segunda temporada de 30 monedas, una serie, dicho sea de paso, que me parece un borrón negro negrísimo en la filmografía del cineasta pero nadie, ya lo dijo Dios, “es perfecto”.

Al parecer el alcalde y sus cuates, que son la concejala de Cultura y presidenta del Organismo Autónomo de Actividades Musicales (OAAM) del Ayuntamiento de La Laguna y compañera sentimental de Luis Yeray, ay, Yaiza López Landi y el concejal de Fiestas, Badel Albelo Hernández, se colaron en el trajín del rodaje para sacarse una afoto con De la Iglesia y colgarla más tarde en redes sociales para que los laguneros y los que no lo son descubriéramos que el primer edil de la antaño y hoy casposísima ciudad universitaria se codea no sé si con los famosos, pero sí con un director y guionista que cuenta ya con una larga relación de películas que, sospecho, no creo que ninguno de los tres que aparecen en la afoto conozca. Imaginemos el diálogo:

- Álex, Álex –porque el tuteo es imprescindible en este tipo de personas que no saben que este abuso de confianza delata que no conoce de nada al famosete de turno, en el caso de Álex de la Iglesia medio famosete sobre todo por sus primeras películas y porque su novieta es una chica muy guapa de Tenerife- a mi es que me encantó un montón Los otros y esa de Franco, que no sabía yo que un militar…

Como me escribe quien me envía el whatsapp con la fotografía del chiste, del alcalde y de sus cuates con Álex de la Iglesia, la jeta del cineasta es más que un poema. Yo diría que casi se trata de una declaración de guerra. De quita tus sucias manos de encima, mono asqueroso que es lo que le dice Taylor (Charlton Heston) cuando los gorilas lo atrapan en aquella ciudad de monos para nada monos de la película…

Me cuentan que el alcalde Yeray, la concejala Yaiza y el concejal Badel casi se ponen de rodillas delante de algunos miembros del equipo de rodaje para poder sacarse la afoto con el director de cine que, resignado y ya que estamos rodando aquí no vayamos a tener problemas, aceptó la invitación de quedar plasmado para la eternidad en una imagen que vale más que mil palabras.

Así que aquí lo dejo, a Yeray pasándole el brazo por encima a un Álex de la Iglesia que parece que está a punto de jiñar (hacer de vientre) y dos concejales que logran que me explique, por otro lado, que la cultura en La Laguna se haya replegado a sus cuartales de invierno porque ante este panorama… como que no, que resulta imposible… que mejor tirar la toalla o abrazar si no queda otra opción al maguerío que define en la actualidad la antigua ciudad de los Adelantados, título, por cierto, que hoy debería ser de los Retrasados. Por ir siempre detrás, por apuntarse a tomarse una afoto con el famosete de turno (te tocó, Álex, es lo que pasa por venir a rodar a provincias tan alejadas) sin tener en cuenta que lo que hacen es molestar a un tipo que está haciendo su trabajo pero esta esa es una de las cruces que lleva soportando La Laguna no solo por Yeray y sus cuates, la pandi que se sacó esa afoto en la que noto en falta a Santiago Pérez, que es probable que no pasara por ahí para quedar inmortalizado en la imagen.

Una imagen, ya se dijo, que a veces sí que vale más de mil palabras.

Saludos, el horror, el horror, desde este lado del ordenador

El teatro en medio del océano, una novela de Francisco Juan Quevedo

Martes, Agosto 16th, 2022

En los años 70 se puso muy de moda en España las novelas del escritor norteamericano Harold Robbins, un autor de éxito en su país desde la década de los 40, y con una vida personal bastante parecida a la que reflejó en algunas de us historias. Si hay un elemento común en las mayoría de los libros que escribió está la de contar con un personaje que ha nacido en un entorno hostil que poco a poco y a medida que se avanza en el libro alcanza un desproporcionado poder económico.

Sus novelas recrean el sueño americano, que no es otro que hacerte pensar que en un país como los Estados Unidos cualquiera con mucho esfuerzo puede alcanzar sus… sueños. Reivindica al triunfador pero muestra también la cara B de los que alcanzan el éxito con mucho sacrificio: un reguero de cadáveres, reales y ficticios, que deja diseminados a lo largo de este camino y las consecuencias internas y externas que provoca dejar tantos muerto, reales y ficticios, detrás.
Recordé mis anteriores lecturas de novelas de Harold Robbins leyendo El teatro en medio del océano (Destino, 2022), de Francisco Juan Quevedo, escritor grancanario que fue finalista con esta novela al Premio Nadal de este año, ya que cuenta la historia de un hombre que nace en la indigencia y que gracias sobre todo a sus malas artes para hacer negocios se convierte en uno de los hombres más poderosos de Gran Canaria a finales del XIX y principios del XX.

El teatro en medio del océano esta dividida en tres grandes partes que siguen el recorrido cronológico de la vida de su protagonista, Feliciano Silva, apodado El Guirre. Una primera (1867-1890); una segunda (1891-1918) y una tercera (1918-1921) que permite al escritor recorrer la profunda transformación de una ciudad a través de uno de sus grandes símbolos: la construcción e inauguración del teatro Pérez Galdós, tan llena de drama y sacrificio como la existencia de su personaje principal, al que rodea el escritor de una amplia galería de secundarios que con mayor o peor acierto dan sostén a lo que intenta construir: un gran fresco en el que se confunden los géneros (tiene mucho de western fronterizo así como de cine de gángster esta novela) que con sus toneladas de ficción le dan un atractivo inicial que, desgraciadamente, lastra con un estilo ampuloso y con muy pocos puntos y seguidos. La forma de contar la historia, además, se empequeñece por un lenguaje abusivamente soez, innecesario porque el relato no está narrado en primera persona.

Lo que me ha parecido más atractivo de esta novela es su vocación por historiar (sembrando de cadáveres el camino, eso sí) un pedazo de la historia de la capital grancanaria que me ayuda a entender mejor esa ciudad y esa isla que navega justo enfrente de la isla en la que vivo, y me hace pensar con cierto tímido entusiasmo de momento, que estamos asistiendo al nacimiento de una nueva literatura escrita en estas islas con fines e intenciones similares, la de viajar al pasado en clave de ficción pero cuidando mucho el paisaje histórico en el que se mueven los personajes. Este tipo de literatura la cultiva con mucho empuje Ana García-Ramos del Castillo, sobre todo en Sueños rotos en la baja verde (Baile del Sol, 2022). En este aspecto, ambos escritores se sirven de la Historia para contar historias con el fin de observar el pasado para intentar explicar el presente

En la novela de Francisco Juan Quevedo tiene que venir un personaje de fuera, Miguel de Unamuno, para revelar a los canarios el origen de sus males como región desestructurada que es:

“Desde que llegué aquí, desde que hice otra escala en mi viaje, estoy oyendo hablar del problema local. Perdonad a un forastero un poco rudo os diga que yo no he visto hasta ahora en ese problema sino querellas domésticas, luchas por distinciones, algo de vanidad colectiva, escapes del aplatanamiento y rencillas cabileñas” aunque este tipo de reflexiones, que aparecen de vez en cuando en otras partes de la novela y centradas en otros asuntos con cierta enjundia en las islas no marcan constantemente el discurso de un libro que en su parte final recuerda a El padrino, novela y película porque se trata, como se dijo, de una obra dividida en etapas. Personalmente, considero la mejor la primera, con un tono salvaje y algo paródico en clave western.

Feliciano Silva comienza su fortuna con una sala de fiestas, Berlín, que se dispara cuando entra a trabajar una prostituta irlandesa de rabioso pelo rojo que a mi me hizo recordar a Maureen O’Hara solo que no en una película de John Ford sino de Sergio Leone.

El teatro en medio del océano se trata de una novela que pese a su estilo, pesado, muy pesado se hace en ocasiones, contiene una manera de enfrentarse al pasado de una capital y de una sociedad incapaces de reaccionar ante un hombre que no le guarda ninguna clase de respeto ya que si tiene una ambición en la vida es ganar dinero y más dinero. Destacaría porque me hizo gracia cómo se mete en el bolsillo al señor obispo de la Diócesis, entro otros prohombres de una ciudad que comienza a expandirse.

No sé si entra en los planes de su autor darle continuación en otro libro, podría aunque ya no pudiera aparecer como protagonista Feliciano Silva, pero si así fuera, le recomendaría que fuera más elástico con el estilo y que se preocupara por dotar a sus personajes de sustancia ya que al final parecen, como dicta Unamuno en su discurso, solo seres atrapados “en su aplatanamiento y rencillas cabileñas” .

99 variaciaciones en torno a la barra, relatos de Virginia González Dorta

Viernes, Agosto 12th, 2022

No todos los cuentos más que cortos, cortísimos, o mircorrelatos como los denominan ahora, son notables pero solo por algunos merece la pena sumergirse en la lectura de 99 variaciones en torno a la barra, de Virginia González Dorta, un libro que publica Aguere/Idea y que plantea situaciones diversas, todas ellas con un mismo comienzo: “Se acerca a la barra”, que marca con un estilo cercano y sin complicaciones el todo del casi un centenar de relatos que contiene este libro que se nota que está escrito con pasión pero también mucha cabeza.

Esa sed que castiga no solo el alma sino también el cuerpo de la víctima. Y víctimas, algunas conscientes, la mayoría no, son los protagonistas de este libro que se lee casi como si uno devorara con hambre cada una de las historias pequeñas y pequeñitas que contiene la obra y que revelan el talento de la autora para moverse en espacios cerrados, bares que apenas describe pero que cada lector imagina en su cabeza.

También la parroquia que los habita, gentes que son más que los bares donde se encierran los protagonistas de este curioso experimento literario que muestra además de personajes al borde del arroyo, situaciones donde la desesperación casi termina como una broma pesada ya que, pese a que estas instantáneas, diapositivas como las conocíamos hace años, concentran lo que se cuenta y revela a una escritora que tiene la habilidad que en cada uno de estos retratos existenciales y tremendamente emocionales, en apenas unas líneas describa por dentro y por fuera lo que sienten sus personajes y, al mismo tiempo, el escenario en el que se encuentran. Bares, garitos para solitarios, ecosistemas donde sus protagonistas viven momentos que trascienden la anécdota y en los que salen a relucir emociones encontradas, llamadas que solo esperan una respuesta ciega, muy parecida a la que cantaban las sirenas para hacer naufragar a Odiseo y a sus marineros.

Esta característica hace que los relatos de 99 variaciones en torno a la barra resulten experiencias lectoras más que satisfactorias. Historias compactas, que empiezan y terminan donde debían empezar y terminar. Se intuye que las narraciones no necesitaban más y tampoco menos. Que hizo bien al dejarlo tal y como aparecen en el libro porque el libro todo, todo el libro, es lo que anuncia en su título: variaciones sobre un mismo tema. Interpretaciones en un mismo marco que a veces resultan dramáticas y otras extremadamente irónicas. La mirada no es única e indivisible, sino que la autora juega con muchas perspectivas y situaciones con las que va componiendo este interesante universo de almas perdidas, se podrían decir.

Todas las pequeñas historias que contiene la obra cuentan historias diferentes aunque, personalmente, encuentro que hay una especie de unidad en todas ellas. Y no solo porque los cuentos se desarrollen en un mismo espacio, los bares, sino por la clientela que los habita.

Gentes con sus idas y venidas. Con sus problemas, al borde de un ataque no sé de nervios pero sí de necesidad por descansar del mundanal ruido que hay más allá de las puertas del establecimiento en el que se encuentran. Esa vida que los que están dentro del bar no quieren –o sí, según se interprete– recuperar sino olvidar, precisamente, sentados ante la barra de un bar.

Saludos, algo de brisa, desde este lado del ordenador