El actor Emilio Gavira presenta Matar a Dios en La Palma

Miércoles, Agosto 29th, 2018

El Teatro Chixo de Santa Cruz de La Palma acogerá entre el 21 y el 22 de septiemebre el Festival de Cine Fantástico de Canarias – Isla Calavera.

Entre las propuestas destaca la presencia del actor Emilio Gavira (El milagro de P. Tinto), quien presenta el viernes 21 la comedia negra Matar a Dios, el primer largo de Caye Casas y Albert Pintó. Tras la proyección, que arrancará a las 20.30 horas con el cortometraje RIP (mención especial al Mejor Guión en la primera edición del Festival Isla Calavera) que firma esta pareja de cineastas.

El sábado, a las 11.10 horas, el Teatro Chico ofrecerá el documental ¡Zarpazos! Un viaje por el Spanish Horror, un recorrido histórico por el fantaterror español dirigido por el director y guionista Víctor Matellano, seguido de una clase magistral a cargo del doctor en Periodismo y profesor de Cine en la Universidad de La Laguna Fernando de Iturrate y Víctor Conde, escritor.

El mismo sábado, día 22, a partir de las 20.30 horas, el Festival Isla Calavera exhibirá La historia interminable (1984), con la presencia del especialista de efectos especiales y maquillaje, Colin Arthur, y su colaboradora Sarah Pooley, quienes al término de la película participarán en un coloquio.

Saludps, hijos de la noche, desde este lado del ordenador

El rapto de Europa dedica su número de septiembre al Festival Hispanoamericano de Escritores, que se celebra en Los Llanos de Aridane (La Palma)

Martes, Agosto 21st, 2018

La revista El rapto de Europa prepara un número especial, que circulará en La Palma durante la celebración del Festival Hispanoamericano de Escritores, bajo el título “La Palma, el lugar de las orillas”. Coordinado por Nicolás Melin, director del Festival, en este habrá cuentos, reflexiones, poemas, artículos y fotografías de una veintena de autores, algunos de los invitados al festival, que se celebrará entre el 18 y el 22 de septiembre en Los Llanos de Aridane, y otros tantos que bien podrían participar en otras convocatorias.

Los trabajos de este número son de los canarios JJ Armas Marcelo, Bruno Mesa, Elsa López, Santiago Gil, Antonio Jiménez Paz José Luis Correa; los mejicanos Mónica Lavín y Gonzalo Celorio; la nicaragüense Gioconda Belli; la argentina Valeria Correa Fiz; los peninsulares José Esteban y Ernesto Perez Zúñiga; el ecuatoriano afincado en EE.UU. Wilfrido H. Corral; los venezolanos José Balza, Juan Carlos Chirinos, Juan Carlos Méndez Guédez, Silda Cordoliani y Francisco Javier Pérez, además de la fotógrafa de escritores, también venezolana, Lisbeth Salas. La entrevista central del número la protagoniza el escritor chileno Jorge Edwards.

Gonzalo Celorio ha entregado una reflexión sobre el oficio de la escritura, bajo el título, precisamente, La escritura, del mismo modo que Valeria Correa Fiz ha entregado unas “notas sobre el oficio de escribir”. Es de destacar el contenido de cuentos inéditos, con piezas de José Balza, Juan Carlos Méndez Guédez, Bruno Mesa, Mónica Lavín, José Luis Correa, Silda Cordoliani y Nicolás Melini.

En el apartado poético, los poemas de este número pertenecen a Elsa López, Gioconda Belli, Antonio Jiménez Paz y Ernesto Pérez Zúñiga. Mientras que el secretario de las academias correspondientes de la lengua, Francisco Javier Pérez, escribe sobre María Rosa Alonso, el crítico Wilfrido H. Corral se ocupa de la narrativa hispanoamericana en Los novelistas actuales: ¿Guardianes de qué templos, relevos de qué o quién?, un ensayo que es adelanto de la publicación de su nuevo libro, de próxima aparición: Discípulos y maestros 2.0: Novela hispanoamericana actual. Por su parte, José Esteban nos presenta Algunas notas sobre la amistad de Carlos Barral y Alfredo Bryce Echenique. Santiago Gil nos habla de playas galdosianas. El número se completa con una selección de retratos de grandes escritores españoles e hispanoamericanos ya fallecidos, los clásicos, de Lisbeth Salas.

El Festival Hispanoamericano de Escritores es un evento internacional que se celebrará en Los Llanos de Aridane, isla de La Palma, Canarias, entre el 18 y el 22 de septiembre, impulsado por el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, la Cátedra Vargas Llosa y AC/E Acción Cultural Española, con el patrocinio del Instituto Cervantes, el Instituto de Astrofísica de Canarias, la Fundación Universidad de Guadalajara, México, el programa Canarias Crea del Gobierno de Canarias y Binter Canarias, así como de la colaboración de La Palma Film Comissión, la revista El rapto de Europa, del hotel Hacienda de Abajo, de los empresarios de la isla de La Palma representados en CIT Tedote, del Hotel Hacienda San Jorge, Ópticas Feliciano, las librerías Ler y Papiro libros, y de la editorial Ediciones La Palma.

Saludos, ya que da menos, desde este lado del ordenador

Los Llanos de Aridane acogerá el Festival Hispanoamericano de Escritores

Miércoles, Junio 6th, 2018

La Fundación SGAE acogerá el próximo martes, 12 de junio, la presentación del Festival Hispanoamericano de Escritores, promovido por la Cátedra Vargas Llosa y el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane (Isla de La Palma), con la colaboración del Instituto Cervantes, la Fundación Universidad de Guadalajara, Canarias Cultura en Red, el Instituto de Astrofísica de Canarias, el CIT Tedote y el Hotel Hacienda de Abajo. 

En el acto intervendrán el senador Mariano Hernández Zapata, J.J. Armas Marcelo (director de la Cátedra Vargas Llosa), Charo González Palmero (concejal de Cultura de Los Llanos de Aridane) y Nicolás Melini (director del Festival Hispanoamericano de Escritores).

El Festival Hispanoamericano de Escritores pretende el desarrollo de la cultura en español a través de una de sus principales manifestaciones, la literaria. Además, quiere convertirse en un encuentro entre escritores españoles y americanos, con la particularidad de que concederá espacio a los escritores españoles del conjunto de las Islas Canarias.

Al acto de presentación asistirá el Premio Cervantes Jorge Edwards, el escritor e historiador José Esteban, la escritora argentina Valeria Correa Fiz y los escritores Juan Carlos Méndez Guédez, Jorge Eduardo Benavides, Olvido García Valdés, Ernesto Pérez Zúñiga, Fernando Rodríguez Lafuente, Carmen Posadas, Juan Carlos Chirinos, el crítico Willy Corral y Francisco Javier Pérez, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua, entre otras personalidades de las letras hispanas e hispanoamericanas.

(*) En la imagen los escritores Jorge Edwards y Mario Vargas Llosa

Saludos, a la expectativa, desde este lado del ordenador

La Muestra Internacional de Cine Astronómico-MICA se traslada a Fuencaliente

Miércoles, Mayo 16th, 2018

La Muestra Internacional de Cine Astronómico – MICA 2018 de Fuencaliente organiza la exhibición de dos cortiometrajes este jueves 17 de mayo a las 20 horas en el Espacio Cultural Aguere, en Laguna.

Los cortometrajes que se proyectarán han formado parte de la sección internacional Polaris de MICA en alguna de sus tres ediciones precedentes y son Einstein-Rosen (de la cineasta gallega Olga Ossorio y producido en 2016) y Orbit Ever After (del irlandés Jamie Stone, y protagonizado por el joven Thomas Brodie en 2014. El acto contará además con una sesión dijei de Eva Olvido.

Tras la cita en La Laguna, la organización de MICA prevé otras paradas en La Palma y Tenerife entre la primavera y el verano de este año.

Los siguientes encuentros tendrán lugar en el municipio palmero de El Paso, la sede del Instituto de Astrofísica de Canarias (en La Palma) y la presentación oficial del cartel de este año en la localidad capital del festival: Fuencaliente.

Por su parte, la isla de Tenerife recibirá dos visitas más de la MICA a lo largo del próximo verano, la primera de las cuales tendrá lugar en el edificio de la sociedad cultural Equipo PARA (Santa Cruz). En una y otra isla se desarrollarán más acciones por confirmar hasta alcanzar los objetivos publicitarios de la muestra.

Saludos, no se lo pierdan, desde este lado del ordenador

Las postales de Roberto

Miércoles, Abril 11th, 2018

Dirección: Dailo Barco
Producción: Jairo López, Domingo J. González, Jonay García
Guión: Dailo Barco
Edición: Oscar Santamaría
Fotografía: Santiago Torres, Gabriel García
Sonido: Marco A. Toledo
Música Original: GAF

Son muchas las impresiones que asaltan al visionar un documental como Las postales de Roberto pero si hay una que destaca a nuestro juicio es la originalidad de su mirada. La forma de contar una historia con hondo calado humano por la que ha apostado el director de este trabajo, Dailo Barco, quien se convierte con el protagonista del documental, Roberto Rodríguez, en el otro protagonista del relato. De hecho, hay como una insistencia en dejar claro la amistad profunda que se tejió entre dos hombres cuyo abismo generacional es salvado por el cine. Ambos, además, contemplan las películas (o postales como despectivamente fueron calificadas en su momento) que realizó un cineasta amateur que nunca quiso convertirse en un profesional, aunque los trabajos que rodó, mucho de ellos por encargo, disfrutan de cierta personalidad.

El documental comienza con una búsqueda, conocer al responsable de unas películas que se custodian en la Filmoteca Canaria, momento en el que se da información de Roberto Rodríguez, nacido en La Palma y que desarrolla su carrera como cineasta amateur tras conocer a un veterano viajero holandés que amplia sus horizontes vitales como estéticos y que junto a sus padres es un personaje fundamental en el desarrollo de su existencia

Hombre sencillo pero con una acusada sensibilidad cinematográfica, Las postales de Roberto está narrada a través del diálogo que mantienen Dailo Barco y Roberto Rodríguez, quien revela lo que se esconde tras muchas de las imágenes que ambos contemplan y que contempla el espectador en un fascinante juego de miradas en la que se proporciona información sobre un trabajo que poco a poco y a medida que avanza el documental deja de ser aficionado, de ser postales, para alcanzar una dimensión cinematográfica fundamental para entender el pasado de una islas como son las Canarias. En este sentido, las postales se transforman en material de estudio sociológico y reivindica una forma de hacer cine libre, sin cortapisas, que educa la mirada.

El retrato que ofrece Dailo Barco de Roberto Rodríguez no deja de transmitir satisfactorias sensaciones al espectador. Se aprecia respeto por el personaje, pese a las bromas que salpican su larga conversación, y fascinación por una manera de hacer cine que hoy pertenece al pasado. Moviola, acetona, súper 8 y 16 mm. Roberto Rodríguez solo lamenta no haber rodado en 35 mm, el resto, esas postales que son películas, son las que quiso hacer, las que forjaron su temple como cineasta y como persona.

Resulta, en este sentido, muy inteligente el retrato que ofrece Dailo Barco del protagonista de su documental. No solo se detiene en su carrera como cineasta sino también en su vida a través de sus películas, muchas de ellas familiares, testimonios de una vida y reflejo de una isla (son poderosas las imágenes del volcán Teneguía en erupción y lo que dice sobre aquella experiencia Roberto Rodríguez) en continuo proceso de cambio aunque éste parezca lento y en muchas ocasiones insignificante.

Las postales de Roberto es cine en su estado más puro. Conmueve, hace reír y llorar pero sobre todo nos presenta a un hombre desde varios puntos de vista, miradas diversas que conforman la peculiar identidad de un cineasta que rodó lo que quiso y cuanto quiso pese a la hostilidad de la juventud airada y universitaria de su época.

Un tipo realmente curioso y singular.

Saludos, plano americano, desde este lado del ordenador

Anelio Rodíguez: “En La Palma la relación espacio-tiempo cuaja en el carácter de la gente”

Lunes, Marzo 26th, 2018

Historia ilustrada del mundo (Pre-Textos, 2017) está llamado a convertirse en uno de los libros del año porque además de contener literatura de calidad, su autor repasa con una sencillez que desarma la historia ilustrada de su familia con rigor técnico narrativo. Este pequeño pero gigantesco volumen está escritor por Anelio Rodríguez Concepción (Santa Cruz de La Palma, 1963), autor de una obra que si por algo se caracteriza es por su notable constancia.

Y no, Anelio Rodríguez Concepción no es uno de esos escritores que publica una novela, un libro de cuentos al año… En su caso, el proceso implica maduración, reflexión antes de dar el visto bueno definitivo a una obra que, como Historia ilustrada del mundo, viene a recordar los personajes de una historia familiar que podría ser la de cualquier lector.

- ¿Cómo se le ocurrió escribir Historia ilustrada del mundo?, ¿qué motivaciones tuvo para publicar este repaso sentimental de su historia familiar?

“De jovencito intenté llevar adelante un proyecto de fotógrafo aficionado: con una Praktica de 35 mm. fui retratando a algunos personajes de mi familia, todos ellos vecinos en la zona de San Telmo, entre la calle que lleva ese mismo nombre y la carretera de Timibúcar, situada en lo alto de Santa Cruz de La Palma. Ingenuamente pretendía atrapar de buenas a primeras el espíritu de aquellas personalidades tan acusadas, tan sugerentes. Con el tiempo esas fotos, junto a otras de los viejos álbumes de casa, se convirtieron en testimonio conmovedor de algo que se estaba deshilachando poco a poco: a posteriori, cuando empezaba a peinar canas, tomé conciencia de que esas personas habían mantenido una idiosincrasia especial, habían encarnado una filosofía de vida basada en la comprensión de las debilidades humanas, una visión del mundo pasada por el tamiz de la ironía, una actitud calmosa -que no pasiva, ni contemplativa- ante los avatares de la existencia. Era inevitable que de ahí surgiera la idea de crear una serie de textos narrativos. Había infinidad de historias jugosas que explorar, tanto en la rama materna como en la paterna, pero por suerte tardé en decidirme a escribirlas. Digo “por suerte” porque algo así sólo puede darse cuando te acercas a los umbrales de la madurez”.

- ¿Qué textos le resultaron más difíciles de escribir?

“La larga dedicatoria a mi madre costó lo suyo, más que nada por su enorme carga de emotividad. Por otro lado, el texto que protagoniza mi primo Denis, que por cierto empecé a escribir al día siguiente de su muerte, me hizo llorar, literalmente. Mientras tecleaba una frase tras otra, veía borrosa la pantalla del ordenador a causa de las lágrimas. Hasta ese momento, nunca antes había sufrido el dolor que se siente cuando se escribe con las tripas. En cuanto a las dificultades técnicas de escritura, debo reconocer que todos los textos mantienen un mismo nivel de exigencia. Desde el principio supe que había que prescindir del punto y aparte: cada texto tenía que fluir imparable. Tenía que leerse de un tirón. Para alcanzar la fuerza justa de ese tirón, había que buscar un equilibrio compositivo calibrando cada frase y conectando con cuidado todas las bazas narrativas. Me impuse unas cuantas premisas: no entregarme al pintoresquismo, no caer en lo empalagoso, moverme entre la exactitud y la indeterminación, tirar de los hilos invisibles de la intrahistoria –más que de los visibles de la Historia-, buscar elementos legendarios en situaciones cotidianas, trabajar la prosa con rigor de poeta… En fin, a pesar de la relativa brevedad del libro, el plan era complejo y ambicioso”.

- ¿Hasta qué punto tiene de memoria y también de ficción este libro?

“En rigor podría afirmarse que aquí no hay ficción. Lo que sí hay es una voluntad seria, responsable, de aderezar la realidad con todas las armas posibles de que dispone un narrador. De hecho, cada vez que escarbas entre los recuerdos estás creando algo diferente, digamos una nueva realidad, paralela a la que perciben nuestros sentidos. El ejercicio de la memoria implica un proceso mental similar al de la inventiva. De cualquier modo, la ficción –lo que suele entenderse por ficción cuando pensamos en un texto narrativo- en este caso concreto no era necesaria, pues los hechos evocados se bastaban por sí solos, por su vigor y también por su singularidad, como materia literaria de primer orden. Lo determinante es que aquí aflora la verdad. Como bien decía Doctorow, mientras las obras historiográficas cuentan hechos, las narraciones literarias cuentan la verdad”.

- ¿Hay algún episodio familiar que fuese determinante para animarlo a escribir este libro?

“Ninguno en particular. Hay un cúmulo de episodios, algunos fascinantes. Todos ellos forman una larga saga que pervive en la memoria compartida de muchas personas. Es como un gran fresco pintado durante décadas. Lo puedes ver de lejos, nunca en su totalidad, o de cerca, fijándote en los pequeños detalles. Cada una de estas historias tiene su fuerza en tanto que forma parte de un conjunto”.

- ¿Hasta qué punto cree que influye el paisaje de La Palma en el carácter de los protagonistas de la obra?

“El paisaje, por su exuberancia, imprime carácter no ya en los personajes de la obra, sino en todos los habitantes de La Palma -los del presente, los del pasado y los del futuro-. Me quedo con ese término, “exuberancia”, que el Diccionario de la Real Academia define como ‘abundancia suma, plenitud extraordinaria’. En La Palma la relación espacio-tiempo cuaja en el carácter de la gente. Yo lo llamo “palmerismo”. No se sabe por qué, pero los espacios naturales de esta isla escarpada, nubosa, de un verde azulino, condicionan la percepción del paso del tiempo, que se vuelve lento e intenso”.

- ¿No sintió pudor al escribir sobre sus recuerdos de la familia?

“En algunos casos sí, pero eso no debía suponer ningún reparo. Por encima de todo estaban las exigencias técnicas que se presuponen detrás de todo buen relato. Quiero decir que lo primero es el compromiso del trabajo bien hecho; después están, en un segundo plano, las sombras de las dudas y del pudor ante las posibles reacciones provocadas por su lectura. Aun así, admito que en un principio me preocupaba el modo en que mis parientes iban a recibir el libro (es que en él se describe a los personajes tal como eran, con sus claroscuros, y eso entraña cierto riesgo, desde luego)”.

- Uno de los aspectos más interesantes del libro es cómo con sensaciones recupera un pasado que en el fondo nos pertenece a casi todos. Me refiero a las sensaciones, al olor del café, de los cigarros… más que a las palabras.

“Los recuerdos ajenos y los propios pueden compartir un espacio idealizado y un mismo tipo de chispazo en el tiempo. El olor del café casero, en efecto, se expande de un lado a otro, de la experiencia del narrador a la del lector. La memoria se nutre de lo que percibimos con todos los sentidos, empezando por el olfato y el gusto, un tesoro oculto que te transporta hasta el principio de los tiempos. Quien haya hecho algún cursillo de cata de vinos, o de quesos, sabe de qué estoy hablando. De repente un matiz sensorial indescriptible te ayuda a revivir fugazmente algo que creías perdido para siempre”.

- ¿Y ahora qué?

“Ahora estoy como hace unos meses. Mejor dicho, estoy como hace unos años. Siempre tengo un manuscrito a medio hacer sobre la mesa y más de un libro completo, terminado e inédito, en la gaveta. Esto es una carrera de fondo, apasionante por sí misma más que por la meta. Vamos tirando sin prisa y sin pausa”.

- No es usted un escritor que se prodigue mucho.

“Llevo doble vida, como profesor y como escritor, y resido en una ciudad pequeña. Lo mejor que puedo hacer es trabajar calladito, con pico y pala. Cuando acabo un libro, lo dejo cierto tiempo en maceración, lejos de la luz, hasta que llegue el momento oportuno de repasarlo en frío. No creo que convenga publicar a cada rato, así porque sí, donde sea y como sea. No le conviene al propio libro. Ni al autor. Ni siquiera al público potencial. Es verdad que, en este sentido, a veces me paso de la raya. Historia ilustrada del mundo llevaba años esperando su oportunidad de remontar vuelo”.

- ¿Cómo aborda la literatura?, ¿qué le interesa de ella?

“Abordo la literatura con honestidad y recato, tomando precauciones frente a sus encantamientos. Es una pasión. Como tal, te pone a prueba continuamente. Te sacude con puntuales adversidades en el trabajo diario, a la larga te exprime y de tarde en tarde te concede alguna satisfacción, como para compensar tanto esfuerzo, o eso quieres creer. Como lector y como escritor, de la literatura me interesa todo, de pe a pa. Me fascina el tricotar de las letras, las palabras, las imágenes, las ideas, todo ello en una labor sorda que acaba generando más y más preguntas sobre los misterios de la existencia en un círculo vicioso pero no dañino”.

- ¿Cómo fueron las negociaciones con Pre-Textos para la publicación de Historia ilustrada del mundo?

“Es una historia curiosa. En 2015 fui invitado a la feria del libro de Chacao, en Caracas. Allí conocí a varios escritores venezolanos, como Antonio López Ortega, de ascendencia canaria, quien me preguntó por qué hacía tanto tiempo que no publicaba nada. Le respondí que tenía varios libros inéditos y que era muy complicado, desde La Palma, buscar un buen editor. Antonio me dijo que quería leer alguno de esos inéditos, así que le pasé dos, uno de los cuales era Historia ilustrada del mundo. Le gustaron tanto que recomendó su publicación a la editorial Pre-Textos, para la que actuaba como “ojeador” en Latinoamérica. Es decir, me recomendó como si fuese un autor latinoamericano. Es más: Antonio, generoso a más no poder, habló con Manuel Borrás, alma de Pre-Textos, y le pidió que me leyera. A Manuel también le gustaron los dos libros y finalmente se decantó por este. Fue una carambola, vaya. Una carambola intercontinental. Es un honor que Antonio López Ortega y Manuel Borrás hayan creído en la obra de este escritor perdido en el quinto pino. Les estoy muy agradecido”.

- ¿Sigue la literatura que se escribe en Canarias? ¿Qué opinión le merece?

“Claro que la sigo. Me inspira respeto y admiración. Hay muchísimo talento, y además en plena efervescencia. Es lógico que una tradición cultural como la nuestra propicie la confluencia de tantas y tan estupendas voces literarias, da igual a qué generación pertenezcan y en qué género estén bregando. Para no resbalar con olvidos indeseados (soy muy amigo de mucha gente de la república de las letras insulares), no pondré aquí ningún ejemplo concreto”.

- ¿Y escritores canarios del pasado que de una u otra manera le invitaron a que escribiera?
“A bote pronto me vienen a la boca los nombres de Pérez Galdós y Alonso Quesada, así como el ejemplo arrollador de los poetas vanguardistas de preguerra. Qué tipos. De cualquier modo, no es bueno, ni justo, que nos ciñamos a unos pocos casos. Todos cuentan. De alguna u otra manera, todos te inspiran”.

- ¿Cuáles cree que son las constantes literarias que le marcan como escritor?

“Quizá el interés por las contradicciones humanas. Quizá la alergia al maniqueísmo. Quizá la socarronería, que de vez en cuando reverbera entre líneas. Quizá el cuidado formal, aunque no se note. Releo mientras escribo y escribo mientras releo, pues me preocupa el tiento con el que hay que pasar de una frase a otra, y de un párrafo a otro. Trabajo muy despacio. Hay que encauzar el esmero literario hacia un efecto de naturalidad expresiva, pero eso lleva demasiado tiempo, demasiadas tentativas con sus correspondientes tachones”.

- ¿Y qué espera de un libro?

“Que esté bien escrito y que no se caiga de las manos del lector”.

- ¿Qué significa la familia para Anelio Rodríguez Concepción?, ¿no cree que es una institución que puede encontrarse en franco retroceso?

“Los vínculos familiares siempre prevalecen, aquí y en el otro lado del planeta, incluso bajo esa especie de anonadamiento que produce la omnipresencia de los grandes medios de comunicación y las redes sociales. Lo que ocurre es que últimamente la memoria colectiva, a medida que se satura de nombres e imágenes externos a las relaciones familiares de cada cual, acaba simplificándose más de la cuenta. Aunque en general las evidencias de ese retroceso están ahí, me cuesta aceptarlo, quizá por vivir en una isla “menor”, donde el contacto humano es esencial, e inevitable. A mis amigos urbanitas –por ejemplo los de Santa Cruz de Tenerife o Las Palmas- les divierte comprobar que, como palmero, procedo de otro tiempo diferente al suyo –un tiempo indefinido, no arcaico, sino mítico-, y que me muevo con otro ritmo vital, sin duda más parsimonioso. Al hablar y al mirar a nuestro interlocutor, los palmeros desprendemos, sin querer, el halo de algo genuino, un nosequé marcado por el afán narrativo en el uso de la oralidad. No podemos obviar ese nosequé. Tampoco queremos. Pues bien, esa particularidad la adquirimos desde la infancia, en familia, escuchando y contando historias de sobremesa. Espero que mis hijos la hayan heredado y que la mantengan a su manera. Tienen que seguir transmitiéndola como un don beneficioso”.

- ¿Está trabajando alguna nueva obra?

“Sí. Un libro de relatos”.

FOTO: Vasco Szinetar

Saludos, game over, desde este lado del ordenador.