Otro que se nos va: Horton Foote

Jueves, Marzo 5th, 2009

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Ha muerto Horton Foote. ¿Qué quién es Horton Foote? pues un escritor y guionista norteamericano lamentablemente poco traducido en España. La primera y única novela que leí de este señor fue La jauría humana, en una edición del Círculo de Lectores que cogí por azar cuando era joven y rebelde en la biblioteca de mi padre. La novela me encató, pese a que la portada horrorosa de la edición prometía toda clase de cosas menos que se tratara de un título tan intenso y pavoroso. También conmovedor y sobre todo un canto emocionado a eso que llaman dignidad. Una palabra que parece que ya no tiene sentido en el mundo crítico en el que nos movemos.

Más tarde vi la excelente adaptación que Arthur Penn, según la guionista y también escritora Lilian Hellman, llevó al cine. Con Marlon Brando, Robert Redford y Jane Fonda, entre otros protagonistas. El filme se ha convertido en un clásico, y en uno de esos títulos de necesario visionado para todos aquellos que aspiren a ser mejores personas.

Foote, autor de numerosas obras de teatro, es autor de los libretos de películas tan interesantes como Matar a un ruiseñor (un guión de obligada lectura para todos aquellos guionistas que quieran saber cómo se debe adaptar una novela sin traicionar su entrañas) y Tender Mercies, que ya ven, es una de esas películas de las que guardo grato recuerdo.

Al parecer (releo en el volumen Backstory 3) trabajaba en la actualidad en una historia sobre Bessie Smith, aunque la gran cantante de blues se quedará sin biopic por la muerte de otro de los grandes clásicos del cine norteamericano. Otros títulos como guionista de Foote son Regreso a Bountiful, La noche deseada y Tomorrow.

¿Qué hay que decir en estos casos?

Adiós a otro maestro. Y que cada vez estamos más solos.

Saludos tristes a este lado del ordenador.

En recuerdo a Phillip Jose Farmer

Jueves, Febrero 26th, 2009

Philip Jose Farmer fue uno de esos escritores que descubrí por casualidad y durante una felicísima estadia (en plenos mundiales de fútbol en España) en esa ciudad mágica y fascinante que es Sevilla. No tenía nada que leer aquel verano, aunque contaba con suficiente artillería en la biblioteca que mi hermano había organizado en su casa, la mayoría de ellos títulos publicados en la colección Contraseña de una tal editorial Anagrama.

Curiosamente fue en esa editorial donde descubrí al escritor. Uno de sus libros estaba en la estantería, y lo escogí por caprichoso azar: La imagen de la bestia, primera aventura Herald Childe en un mundo poblado por extrañas criaturas con gustos sexuales (escribámoslo así) poco ortodoxos. Más tarde, mucho más tarde, me pude hacer con el segundo volumen de la que supongo es una triología, pero nunca pude leer el tercero (esto es un aviso a los navegantes). Así que al saco con otra de esas asignaturas pendientes que uno deja en la estela de su existencia. 

Más tarde me enteré que Farmer era un escritor que gozaba de relativa fama entre los aficionados a la ciencia ficción, que son un grupo de aficionados bastante especial y raro. A mi, la verdad, es que en esto de la ciencia ficción siempre me ha gustado más la ficción que la ciencia, pero al parecer es una blasfemia confesárselo a uno de los seguidores de tan curioso y cerrado clan… yo los entiendo, claro. Soy de letras.

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Farmer fue un escrito irreverente, y un fanático agradecido con todos los héroes que le ayudaron a tener una vida feliz. Escribo esto porque si conoce algo su universo (y no es uno de mis autores de cabacera en el género) sabrá que sus novelas son la mayor parte de las veces homenajes camuflados a toda esa fauna con la que se crió. Héroes de novelas baratas (las pulp fiction que allí le dicen). Por ello, no es de extrañar que en su ambiciosa saga de El Mundo del Río aparezca no sé quién y no sé cuántos para sorpresa del lector; y que en otra de sus delirantes novelas proponga una sabrosa reinterpretación del mismísimo Tarzán en clave espacial.

Debo de confesarles que a mí este juego caprichoso con sus recuerdos fue lo primero que me atrajo de él. Claro que debe ser porque me encantan todas esas personas que rinden homenaje a sus lecturas de niñez y adolescencia, ya que son las que marcarán en un futuro tu itinerario como lector. Su muerte, anuncio del que se hace eco hoy La Opinión de Tenerife, me ha dejado por lo tanto transpuesto, pero esto me pasa cuando se va alguien que conozco. Y Farmer, pese a que no tuve el gusto de conocerlo personalmente, sí que se convirtió durante unos años en uno de esos compañeros de viaje que sabes que no te van a defraudar.

Insisto en que no era uno de mis escritores de cabecera (soy un clásico, me van más Bradbury y Sturgeon) pero sí que tengo el vago recuerdo de habérmelo pasado muy bien con algunas de sus historias.

Saludos, señor Farmer, a este lado del ordenador.

¿Quién no recuerda ‘Matar a un ruiseñor’?

Lunes, Diciembre 22nd, 2008

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Si hay una película de Robert Mulligan que me llevaría a una isla desierta esa sería Matar a un ruiseñor. Aunque me lo pone difícil, porque también le tengo especial aprecio a El otro, un filme inquietante basado en una estupenda novela del también actor Tom Tyron (ese al que Otto Preminger sacó de quicio en El Cardenal y Primera victoria) o la deliciosa Verano del 42, que ahora, mientras escribo, despierta cálidas nostalgia de amores adolescentes en la playa… En fin, el mejor homenaje que se le puede rendir a un director cuando deja de estar entre nosotros es recordarlo por su trabajo. Y Mulligan cuenta con un excelente trabajo en su filmografía. No sé, ¿han visto Stony, sangre caliente?, ¿y qué me dicen de Amores con un extraño?

Pese a que no se encuentra en mi peculiar lista de cineastas de toda la vida, sí que está muy dentro de mi corazón como espectador estos títulos reseñados. Pero tengo especial debilidad por Matar a un ruiseñor porque, al igual que la extraordinaria novela de Harper Lee, nos cuenta la historia de un hombre bueno. Y un hombre bueno es un hombre íntegro que lucha por lo que cree. Además, creo que se trata de uno de los mejores papeles de Gregory Peck en pantalla grande. Vamos, que sólo habrá un Atticus Finch. Y ese Atticus Finch es Gregory Peck.

Ha muerto Robert Mulligan. ¿Quién no recuerda Matar a un ruiseñor?

El mayor aficionado del planeta

Lunes, Diciembre 22nd, 2008

Me entero por uno de los mayores coleccionistas de cine de Canarias, Alfonso Reyes, de la muerte del mayor coleccionista de cine fantástico y de ciencia ficción del planeta: Forrest J (sin punto, por favor) Ackerman

¿Qué quién fue Ackerman, panda de ateos? pues además de agente literario, aficionado de verdad y editor de la legendaria  Famous Monsters of Filmland, que tuvo su edición española, un erudito de la cosa fantástica y un actor ocasional que los aficionados del género reconocíamos inmediantamente. Y es que Forrest era reconocible por todos los que nos hemos quemado los ojos viajando a otros mundos. Su bigotito a lo Errol Flyn es ya historia.

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Esperantista confeso entre otras curiosas aficiones, Ackerman había abierto las puertas de su casa para que a los que crecimos con las películas de la Universal y de la Hammer se nos pusieran los colmillos largos, largos. Buscad en Internet la de cosas que había logrado compilar a los largo de su vida de fan fatal. Si hasta tenía la modernista peluca de La Novia de Frankenstein, entre otras curiosidades de nuestro género favorito.

En fin, que se nos ha ido un grande. Uno muy grande. Y no era escritor (aunque hizo sus pinitos), ni cineasta, ni nada que se le pareciera. Forrest J Ackerman era, sencillamente, un gran aficionado. Que digo gran: era el número 1 de los mitómanos de la fantasía.

Nos veremos, maestro.

Hasta pronto, don Adrián

Viernes, Noviembre 21st, 2008

Empezamos el día con una noticia triste: ha muerto Adrián Alemán, periodista y escritor muy vinculado a la ciudad de La Laguna. A Adrián Alemán lo conocí en mi etapa de redactor de La Gaceta de Canarias, donde él asumió la dirección durante unos meses. Después, con el devenir de la vida, nos vimos menos. Pero su trato siempre fue correcto, de periodista veterano al que parecía que se le iluminaban los ojo cuando se encontraba con un compañero más joven. Me llamaba Rojas, que es mi segundo apellido, y me hacía gracia porque en una de las épocas más entrañables de mi adolescencia, cuando estudiaba en el San José de Calasanz, en Geneto, todos mi compañeros (con algunos de los cuales todavía mantengo una amistad que se ha forjado, como lo buenos vinos, con los años) me llamaban igual: Rojas. 

Pienso ahora en todas las personas que lo quisieron y se me hace un nudo en el estómago. Escribir un obituario quizá sea una de las tareas más ingratas de este ingrato oficio que es el periodismo. Me lo imagino en otro mundo hablando de patrimonio, y aprovecho la ocasión para leer sus últimos y excelentes artículos en el digital www.loquepasaentenerife.com, donde además era bloggero. Adrián Alemán demostró en su última etapa profesional que estaba adelantado a su tiempo, y vio en internet el futuro de un oficio que todavía vive anclado en el roñoso papel. Gente así es la que hace que uno se reconcilie con el trabajo de contar cosas. De informar.

En fin, apenas tengo palabras. Se nos ha ido un excelente profesional y lo que es más importante, todo un caballero.

Hasta pronto, don Adrián.   

Michael Crichton, una rápida reflexión sobre el autor de ‘La amenaza de Andrómeda’

Jueves, Noviembre 6th, 2008

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Nunca fui un seguidor de la literatura fabricada por Michael Crichton aunque le reconozco el mérito de que haya sumado a la causa de la fantasía y la especulación a numerosos lectores que no salen de los perímetros de los súper ventas. La primera obra que llegó a mis manos de este escritor la editó en su día Bruguera, y se llamaba La amenaza de Andrómeda, de la que por cierto Robert Wise hizo una excelente traducción cinematográfica en la película del mismo nombre. Más tarde, fui de los que también leyó su quizá novela más exitosa, Parque Jurásico, título que ni fu ni fa, aunque me dejé engañar por la magia de los efectos especiales que empleó Spielberg en otro de sus títulos rompetaquilla que jalonan su extraña carrera como cineasta en busca de una voz de autor. ¡Cómo si le hiciera falta!

En cierta ocasión le leí a un conocido crítico español comparar los universos de Crichton con los de Conan Doyle, lo que me enojó mucho, porque soy de los que pienso que Conan Doyle es uno de esos grandes escritores populares que no merecen comparaciones, y mucho menos con Crichton. Y no, no es que le tenga manía al escritor que perpetró novelas como Sol naciente o Acoso, pero el caso es que siempre sospeché de su novelística. Vamos, que me parece un escritor que inició su carrera con cierta intensidad, intensidad que se fue apagando a medida que pasaba el tiempo en favor de productos muy bien facturados pero vacíos, muy vacíos de fondo. Es mi opinón, y como todas las opiniones, discutible.

El caso es que esta reflexión me la ha procurado conocer ayer mismo la noticia del fallecimiento del escritor, y me he dicho que por lo menos se merecía unas líneas aunque no sea uno de mis autores de cabecera. Eso sí, como cualquier hijo de vecino me imagino que habré visto todas las películas que se han basado en ellas, y ninguna, que sepa, ha terminado por marcar mi devenir en esta vida con tan pocas sorpresas salvo la de que te den la patada en tu lugar de trabajo y te pongan en la calle. Pero esa es otra historia.

Algunos meapilas verán en este comentario prejuicios hacia la literatura que rompe en ventas pero nada más lejos de la realidad. De tanto en tanto compró novelones de Stephen King, que es un escritor que no suele decepcionarme porque me ofrece lo de siempre pero contado de otra manera, así como Ken Follet (sus aventuras bélicas no la de construir catedrales); Thomas Harris y tantos otros que ahora mismo no me vienen a la cabeza, por lo que me considero un lector sin demasiadas complicaciones cuando me enfrentó a cualquiera de estas historias que nacen con la sana vocación de que se vendan más que se lean, pero no meto en esa lista a Crichton porque, la verdad, siempre me parecía que escribía para hombres y menos mujeres de clases medias altas. Es decir, con un puntito estoy por encima de los parias de la tierra que, divagación tontorrona la mía, me molestaba. Y bastante.

En fin, que ha muerto Michael Crichton, a quien probablemente se le recordará por Parque Jurásico y no por La amenaza de Adrómeda, su mejor novela, digan lo que digan, y casi profética al revelar como una enfermedad de origen extraterrestre puede borrar de un plumazo a la humanidad sobre la faz de La Tierra.

Seguro que descansa en paz.

Y no, no al ¡¡¡CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!