Se busca: Alfred Hitchcock
Jueves, Agosto 13th, 2020Pese a que la palabreja me produce ronchas, el cine de autor le debe no mucho sino muchísimo a un orondo cineasta que si tuvo claro algo en su cabezota fue la de entretener al público con historias de suspense. El nombre del joven no podía ser otro que el de Alfred Joseph Hitchcock (Leytonstone, Londres; 13 de agosto de 1899–Bel Air, Los Ángeles; 29 de abril de 1980) y si no me falla la memoria, creo que fue de los primeros directores de cine a los que conocí con nombre y apellido porque el caballero además de dirigir películas las firmaba con apariciones fugaces en muchos de sus filmes.
Las apariciones del señor Hitchcock se convirtieron así en un añadido más en sus largometrajes y la serie, ya famosa en el mundo entero, Alfred Hitchcock presenta… Y se cuenta todo esto tirando de la memoria, memoria que me hace recordar además cómo su nombre (su marca) figuraba también en revistas, colecciones de relatos de suspense y en el encabezado y presentación y epílogo de las novelas de Los tres investigadores cuya lectura, ya ven, me hizo muy feliz la adolescencia.
Pero hablábamos de las apariciones del señor Hitchcock en sus filmes… En casa, viendo cualquiera de sus películas, la apuesta consistía en localizar antes que nadie al cineasta. “Ahí está, subiendo a la guagua (autobús para peninsulares)”. Otras te despistaba y era otro el que lo localizaba antes de tiempo. Recuerdo cómo me rompí la cabeza pensando cómo aparecería en una de sus películas más olvidadas pero de las que guardo gratísimo recuerdo, Náufragos. ¿Surgiría el señor Hitchcock del mar como un escualo asesino?, ¿podría ser el odioso personaje que interpretaba Walter Slezak en esa misma película?
Tardaría toda una vida proponiendo una selección de los mejores largometrajes que dirigió este hombre que no era nada sin su mujer. Su filmografía, e incluyo su etapa silente y su primera etapa británica, es redonda. Apenas hay alguna cinta que estropee currículum tan ejemplar aunque uno tenga predilección por un filme pequeño en su gigantesca obra como es La sombra de una duda, rodada en blanco y negro y con un reparto más que discreto. Y es que Joseph Cotten fue siempre un actor lo que se dice discreto.
El señor Hitchcock nos enseñó a mirar con respeto a los pájaros, a que miráramos con atención la pantalla en las escenas de besos (no hay cineasta que haya rodado mejores los besos como él) y a sentir especial atracción por los villanos que aparecen en la mayoría de sus películas. Incluso en una cinta tan sucia como Frenesí, rodada en Londres y en la que parece que su agrio sentido del humor se había acentuado más de lo recomendable. Huelga decir que es otra de mis favoritas. Como favoritas son también La posada de Jamaica, Extraños en un tren, Encadenados, La soga, El proceso Paradine, La ventana indiscreta, Con la muerte en los talones, Psicosis entre otras y otras muchas. ¡¡¡Si hasta me llevaría a una isla desierta esas rarezas que son Topaz (su único filme con una heroína de larga cabellera morena); Yo confieso y Falso culpable!!! Y no digamos ya de esa estrambótica comedia negra que es Pero… ¿Quién mató a Harry?
En fin, que son muchas las películas y muchos los recuerdos que me acompañan viendo su cine porque crecí, tuve esa suerte, viendo sus películas y reconociéndolas porque eran del señor Hitchcock y no porque el protagonista fuera Cary Grant, Ingrid Bergman, James Stewart o Grace Kelly, la que luego fue princesa de Mónaco.
Un director no ya de culto –hay toda una religión montada a su alrededor– sino el primero y si no fue el primero sí que fue uno de los primeros, que nos hizo reconocer quién estaba detrás de aquellas fantásticas películas de acción y suspense.
Un tipo tan grande, tan autor, que desde entonces no deja de influenciar a puñados de cineastas que no le llegan a la suela del zapato (y lo siento de veras, Brian de Palma).
En definitiva, cine de autor para los que entiendan y no entiendan y por muchas ronchas –se admite– que me sigue provocando cuando pronuncio semejante y estiradísima palabreja.
Saludos, felicidades, maestro, desde este lado del ordenador