Archive for Agosto, 2023

Serpientes de verano 1

Viernes, Agosto 11th, 2023

Encuentro las páginas sueltas en un asiento del tranvía mientras bajaba de La Laguna a Santa Cruz. El texto está escrito con tinta de bolígrafo azul y las hojas sueltas pertenecen, sospecho, a un cuaderno. Las hojas son cuadriculadas y la letra con que están escritas las palabras delicada y muy hermosa. Esmerada incluso para quien lo quiera ver.

Se trata de unas diez o doce páginas, no las he contado esa es la verdad. Y por el mes tuvieron que ser escritas este mismo agosto en el que estamos solo que no especifica fechas en el encabezado de cada una de las entradas.

Por su curiosidad que no interés me he tomado la molestia de reproducir algunos de los fragmentos:

Agosto

Ya es de noche y no sopla una brisa que aligere el calor agobiante que cae sobre la pequeña capital de provincias. Escucho bajo la ventana al hombre que parece un profeta (melena y barbas blancas, muy descuidadas) dando gritos, pero no gritos desgarradores sino de alarma. Como si quisiera advertir a los pocos transeúntes con los que se cruza que es un animal peligroso porque vive al margen de la sociedad, al margen de las reglas aunque esa misma sociedad y sus reglas son los que le han puesto una camisa que no llevaba y unos pantalones que se le caen y que aguanta con una de las manos. El grito se aleja a medida que ese hombre desaparece por una esquina, la misma esquina que da paso a la avenida por la que circula el tranvía.

II.-
Las obras pero sobre todo el trabajo de un exterminador de plagas hace que la calle se llene de cadáveres de cucarachas de respetable tamaño. De un tiempo a esta parte ya no se encuentra uno con esos entrañables insectos por las calles y plazas de esta pequeñita y abandonada ciudad en la que vivo. La cucaracha se posó sobre la pantalla del televisor y volví a vivir con ese insecto una historia como la mayoría hemos vivido una historia con ese insecto que si pones del revés agita las patas para intentar volver a su posición inicial y salir disparado a cualquier grieta que le sirva de refugio.

III.-
Si hay un animal superviviente esa es la cucaracha. Cuentan que después de un cataclismo nuclear el único ser vivo que asomaría la cabeza sería esa especie de escarabajo marrón que es la cucaracha. Intento imaginar un mundo en el que solo vivan millones y millones de cucarachas, unas encima de otras, moviendo las antenas, agitando sus delgadas y estriadas patitas…

IV.-
Entre las aventuras que he tenido con una cuca, de cucaracha, una de las más extrañas fue la de sentir una noche en la que despierto en la madrugada las patitas del bicho paseando por mi nuca. La otra la de ver a una de ellas encima de la cabeza cuadrada de un tótem que traje del Brasil. Entre las que tienen más éxito cuando las narro en público está mi encuentro con una voladora, yo las llamo salemas, que se coló en casa por la ventana abierta y la odisea que tuve que hacer para que se largara mientras ella, desde la puerta del dormitorio, no dejaba de dar grititos y decirme “mátala, mátala…”. Y yo, que sufro el síndrome de San Francisco, por no querer no quería poner fin a ese animalito alado que parecía doblar su tamaño cuando pegaba un salto y comenzaba a mover con torpeza sus alas y se paseaba asustada por todo el salón. Ella cerró la puerta del dormitorio y me dejó como a Gary Cooper Solo ante el peligro. Al final el insecto cayó bajo la suela de una de mis babuchas. Escuché el característico crash al ser aplastada, las tripas de color beige salir disparadas de su barriga y aún así observar cómo agitaba sus antenas cómo si intentara explicarse qué demonios le había sucedido.
Otro día cuento…

V.-
El calor es pegajoso y me hace pensar que todo cuanto vemos ya no puede ser distinto. Descubro por mediación de un amigo a uno de esos escritores amables que hacen que tu vida, mientras los lees, resulte igual de amable lo que te permite encajar los golpes que recibes a un lado y al otro de la cara. Claro que ya son tantos que me parezco a Rocky Balboa tras recibir una paliza en el cuadrilátero.

VI.-
Dejo que el sol me queme y que me empape de un agradable bienestar que se multiplica cuando veo que la perra hace lo mismo tumbada en el césped del parque. Uno inquieto, que soy yo, y a la expectativa de que no aparezca un policía local y me castigue con una multa porque llevo a la perra sin correa. En fin, el mundo al revés claro que la ciudad que habito funciona así, al revés. Si intentas ir derecho no vale. Vete a tu casa.

VII.-
Los libros se acumulan en la mesa de noche y uno que no para de seguir comprando libros porque es un vicio como gastarse el sueldo en una máquina de bar. El cine lo tengo abandonado, sobre todo cuando la mayoría de la gente dice que le gusta la película del inventor de la bomba atómica y otros la de la muñeca de rosa. No creo que vaya finalmente a verlas, así que esperaré a que las pase alguna plataforma. Consumo series como alimento audiovisual pero veo cosas que ya no son novedad. Gracias a un hermano conozco Extras, que me ilumina el corazón y me hace soltar carcajadas.

Agosto, ya mediados

Calor, calor… más calor

(*) Serpiente de verano o culebrón del verano es una expresión que se refiere a las noticias irrelevantes o sorprendentes que publican algunos diarios para llenar sus páginas durante las vacaciones de verano,

Saludos, calor, desde este lado del ordenador

La Laguna acoge en octubre la Feria del Libro

Miércoles, Agosto 9th, 2023

Si otras tareas no requieren el concurso de mis modestos esfuerzos igual me animo y escribo un día de estos la historia de la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife (ahora de Tenerife) a la que estoy muy vinculado de pequeño y a la que he visto desplazarse en el mapa de la capital tinerfeña a lo largo de ediciones y más ediciones.

La primera Feria del Libro que recuerdo se celebraba en la plaza de La Candelaria y también en la plaza del Príncipe. Y si bien costó esfuerzo y algo de imaginación, en el parque García Sanabria que además de ser uno de los pulmones más agradecidos de esta pequeña y recoleta capital de provincias es el lugar natural de esta fiesta común con el libro.

Salvo la edición post-covid que tuvo lugar en la zona de aparcamiento del Palmétum, allí donde el diablo perdió los calzones, la Feria ha procurado mantenerse fiel a su cita tradicional aunque la política también ha penetrado en un encuentro provocando tensiones y una fractura que, tras la edición post-covid, generó que no contentos con una, se celebraran dos Ferias del Libro. Una en Santa Cruz de Tenerife y otra en La Laguna.

Sí, es probable que me anime algún día y escriba la historia de una Feria que no ha tenido, por ahora, quien le escriba. Y mucho menos en los últimos tiempos, con una artificial que tiene lugar en el García Sanabria por mayo, para que coincida con otras ferias tipo plantas, artesanía, gastronomía; y la que por razones que aún no termino de entender se nos fue a La Laguna que, desde hace unas pocas ediciones, se celebra en octubre en esta ciudad conocida por su frío ya legendario.

De momento, parece que hay compromiso del Ayuntamiento de Aguere para que vuelva a celebrarse en esta ciudad. No se conoce, sin embargo, el lugar específico en el que se ubicará. Antaño fue en la plaza del Adelantado, otro en la zona de la Concepción pero no se sabe, de hecho, donde terminará ubicada este año, aunque sí las fechas en que se desarrollará, del 12 al 16 de octubre del 2023.

Nos cuentan que se está perfilando un programa así como el calendario de actividades paralelas pero no hay, de momento, ningún nombre “famoso” ni de “no famoso” para que vaya como invitado. “Estamos aún en conversaciones”. ¿Conversaciones a estas alturas? El tiempo apremia y octubre está prácticamente a la vuelta de la esquina…

Con todo, venga quien venga y no venga, la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife y ahora de La Laguna necesita con carácter de urgencia una reformulación así como una necesaria lluvia de ideas que mejore el estilo que hasta la fecha viene marcando sus contenidos. La idea es actualizar este encuentro de los lectores con sus autores y si no están estos (porque han fallecido, no les gusta tomar un avión o simplemente no se apuntaron) sí al menos con sus libros.

En este aspecto, debería de constituirse una comisión en la que estuvieran integrados todos los agentes vinculados al sector (autores, libreros, editores, prensa especializada, responsables de Cultura de las instituciones que apoyan la Feria e incluso lectores) para que el encuentro anual mejore y cambie un espíritu que a mi personalmente hace tiempo que no me hace ni puñetera gracia…

Saludos, a ver si toman nota, desde este lado del ordenador

William Friedkin funde a negro

Martes, Agosto 8th, 2023

La primera vez que vi El exorcista (1973), del cineasta William David Friedkin (Chicago, 29 de agosto de 19352​- Los Ángeles, 7 de agosto de 2023) fue en el cine Delta, que se encontraba en el barrio de La Salud en la capital tinerfeña. Como por aquel entonces por edad no me dejaban a verla en los cines del centro, los de estreno, me fui de excursión y a patas hasta esa sala que antes y después me dio la oportunidad de ver películas que tenía prohibido para mis ojos en los cines, ya dije, del centro de la ciudad. Una ciudad, Santa Cruz de Tenerife, que recuerdo llena de salas de cine tanto en el centro como en el extrarradio.

La copia de la película estaba en unas condiciones lamentables pero daba igual porque aquella película nos alteró a todos los que estábamos viéndola en ese momento en el cine Delta. Grité como gritaba la peña y cerré los ojos cuando la niña endemoniada mandaba al sacerdote pa’casa del carajo.

Al encenderse las luces de la sala tras finalizar la película, bajé de La Salud hasta casa de noche. No sé si era una noche de verano o de invierno, de otoño o primavera, solo sé que estaba acojonado. Acojonado de verdad. Es probable, casi seguro diría, que recé todas las oraciones que conocía (el Padre nuestro de antes y el Ave María de siempre) pero que subí como una centella las escaleras que llevaban a casa pongo a los dioses por testigo que es una verdad como un templo.

No recuerdo, sin embargo, si aquella noche pude dormir pero sí que recuerdo que meses más tarde me leí la novela en la que se basa, novela original de William Peter Blatty y que pasé no el mismo sino un poco más de miedo cuando la recreé en mi cabeza. Pobre padre Karras.

Desde entonces me quedé con el nombre de Friedkin, que era el director de las dos French Conection, y en las que el malo lo interpretaba Fernando Rey; así como Carga maldita, que sin ser la francesa la recuerdo tremendamente oscura y muy fatigosa.

William Friedkin fue director además de otros policíacos iguales de potentes como A la caza y Vivir y morir en Los Ángeles, aunque en la década de los 90 su cine no encajaba. Continuaba siendo un director de prestigio pero se había quedado en eso, su nombre presuntamente iba a dar prestigio a cintas que no he vuelto a ver como Jade y The Hunted, entre otras.

Me entero que llevaba retirado del cine desde el 2017 y que había dedicado todos sus recientes esfuerzos a la ópera. En su mocedad entrevistó a Fritz Lang y trabajó también para la televisión.

Pero si hoy suena una película en toda su interesante filmografía es El exorcista como antes había sido French Conection.

Cuando los cines de esta ciudad comenzaron a morir cerrando lentamente, nacieron en su lugar las multisalas. En una de ellas, creo que los Oscars, estrenaban El exorcista solo que con el dichoso montaje del director. Un amigo me animó a verla. Ese amigo era otra de las no sé si víctimas de haberla visto como yo en un cine de barrio y la impresión aún le rondaba como a mi por la cabeza.

La sala estaba repleta de chiquillada. Toda expectante a que se apagaran las salas para pasar miedo y soltarlo dando grititos.

Y comenzó la película. Y esa música machacona, Tubullar Bells, dicen.

Golpeé a mi amigo, cómo diciéndole, ahora vamos a ver como se espanta toda la chiquillería pero oh dioses cuanta equivocación. La sala entera se reía a carcajadas de los esfuerzos del exorcista por espantar al diablo dentro del cuerpo de la niña.

La risa era brutal. Las mofas también. Alguien tiró un cubo de cotufas y las cotufas cayeron sobre nuestras cabezas como copos de nieve con sabor a maíz. Uno puso voz gutural y fue gritando “soooy el diablooo, soppy el diablooo…” Las carcajadas se redoblaron, aquel pequeño infierno parecía no tener fin… Hasta que acabó la película y lo que quedó de un clásico ya del cine de terror solo fueron cotufas derramadas por el suelo.

Dejé al amigo y me fui a casa desconcertado. Y ese desconcierto me dura todavía. En mi caso, solo sé que no me atrevo a ver solo la copia de El exorcista que tengo en dvd. Imposible que me parta de la risa si la vuelvo a ver. No siento, la verdad, ninguna simpatía por el diablo…

Y mira que ha pasado tiempo desde entonces. Y hoy (ayer para ustedes) al enterarme de la muerte de William Friedkin estos recuerdos tomaron mi sesera y me arrastraron a escribir estas letras.

Y así queda la cosa… Mi generación quedó aterrada con aquella película mientras las que venían detrás se la tomaban a mofa. Y no porque no crean en el diablo que encarna con mayusculas el MAL absoluto, que creer, imagino que crean aunque no crean en nada como quien ahora les escribe, pero ese abismo entre los que tienen ahora mi edad con los que empujan para que nos quitemos los dinosaurios es un instante en esta vida que es una sombra y una ficción y que me hace pensar que todo cuanto vemos puede ser, inevitablemente, distinto.

Saludos, que los dioses lo reciban, señor Friedkin, desde este lado del ordenador

Bradbury baja a la Tierra

Lunes, Agosto 7th, 2023

Terminaron por encasillar la producción literaria de Ray Bradbury en la ciencia ficción pero casi nadie se dio cuenta en su momento que pese a que escribiera cuentos y novelas más o menos de ciencia ficción, el trabajo de Bradbury trascendía el género, iba más allá de las fronteras que no existen en el espacio exterior.

Es verdad, por otras parte, que el escritor se manejó siempre mucho mejor en las aguas del cuento que en las de la novela, y que todavía sigue siendo recordado entre los aficionados que lo descubrimos a cualquier edad sobre todo por sus relatos, fueran estos de ciencia ficción, fantasía e incluso terror. También aquellos en los que aparece lo surreal e imaginario, como son muchos de los cuentos que reúne en un libro a mi juicio clave en su bibliografía como es El país de octubre y que evoco durante la lectura de El signo del gato (Minotauro, 2023), colección de historias cortas en las que el autor de las Crónicas marcianas se aparta radicalmente del género en el que lo reconoce cualquiera.

Es decir, que los cuentos que integran El signo del gato no nos muestran a un Bradbury que escora sus creaciones hacia las aventuras espaciales o los viajes en el tiempo sino a hechos cotidianos en los que aparentemente no pasa nada aunque sí sucedan muchas cosas en el subtexto. Historias en las que se aprecia que hay algo que no marcha bien pese a que no se haga presente en ningún momento.

El volumen, traducido al español por Víctor Manuel García de Isusi, recoge historias que fueron escritas desde 1946 a 2005, el escritor falleció en junio de 2012 pero, y he aquí una de las notables ausencias que noto en esta edición, no se indica al lector el año en que fueron publicados estos relatos, ya que hubiera sido un reclamo interesante para los que, como quien ahora les escribe, le gusta apreciar cambios de humor y de estilo en la trayectoria cronológica de un escritor que, con la solidez que tiene Ray Bradbury, hubiera hecho más atractiva y didáctica la lectura de este libro. Un libro que, ojo, no es mayoritariamente de fantasía y ni siquiera de ciencia ficción sino todo lo contrario.

Con El signo del gato se pone de manifiesto que Bradbury fue un escritor con todas sus letras, un autor que lo mismo escribía sobre naves plateadas que viajan por el espacio exterior como viajes en el tiempo para conocer de cerca a los dinosaurios. También historias en las que una señora de raza negra ya anciana espera la visita de un escritor de raza blanca al que cuidó cuando éste era un niño o piezas tan inquietantes aunque “aparentemente” no pase nada como la que refleja siempre con sobresaliente pulso narrativo en cuentos como el mismo que da nombre a esta antología, El signo del gato o Muerte de un hombre precavido, entre otros.

El volumen incluye además una introducción donde el propio Bradbury explica el origen de algunas de estas historias y sirve para conocerlo un poco mejor no como persona sino como escritor y lo que significaba para él el proceso de la escritura. En alguno de los casos, muchos de los cuentos tienen cierto sabor costumbrista y en otros un eco lejano a un realismo sucio que en manos del escritor se transforma en realismo soñado.

No es sin embargo El signo del gato un libro que recomendaría a los iniciados en la literatura fantástica de su autor ya que como se ha dicho no se trata de una obra que reúna cuentos fantásticos y de ciencia ficción pero sí a los que sin conocerlo les gustaría aproximarse al fabuloso universo Bradbury. Un universo, en las historias que se recopila en este volumen, hasta cierto punto “realista”, aunque a Bradbury el “realismo” le trajera sin cuidado y quisiera centrarse más en las relaciones que atan y desatan los personajes que presenta. Y es que al escritor, al hombre que hizo posible libros señeros como El hombre ilustrado, si algo le importaba como autor de género (que lo fue pero tampoco tanto) era que sus personajes resultasen reales, creíbles pese a que lo que contara se resolviera en unas pocas páginas.

En este aspecto, las historias que presenta en El signo del gato son un buen escaparate para que uno se haga una idea de la dimensión que como escritor alcanzó este hombre al que le gustaban las películas de monstruos y que no dejó de ser un adolescente toda su vida. La adolescencia es un rasgo de hecho que asoma en muchos de los relatos que se reproducen en este libro, también cierta sensación que pivotea entre seguir creyendo o no en Peter Pan, que fue aquel niño que, en contra de lo que desean otros niños, se negó a crecer.

Volver a leer a Bradbury cuando Bradbury fue uno de los primeros escritores que descubrí cuando comencé mi senda como lector, ha sido como volver al pasado aunque no terminara de reconocerlo en algunas de las historias que reúne en un libro que me muestra, como me mostró en el pasado otras recopilaciones como Remedio para melancólicos, que el escritor tenía pasta precisamente de escritor por lo que encasillarlo no le hace justicia aunque creo que le daba igual que lo identificaran solo como maestro de la c/f, que lo fue, aunque su sentido de la anticipación resultara en ocasiones siniestro y amargo y no inundara sus textos de apoyos científicos porque dentro de su corazón latía el poeta y no el hombre de ciencia frustrado que suele llevar dentro todo aquel que se dedica a teorizar sobre alienígenas, viajes en el tiempo, distopías en las que se queman libros, entre otro temas porque si hay un mundo fascinante al que seguir explorando literariamente ese es el que llevamos dentro. Eso que unos y otros llaman alma. Y alma, mucha alma, es lo que tienen estas 21 historias que fueron escritas bajo El signo del gato.

LO MEJOR: El libro incluye una introducción del mismo Ray Bradbury en la que informa sobre el proceso creativo de algunos de los 21 cuentos que incluye la obra

LO PEOR: Que no se identifique el año en el que los cuentos fueron publicados, más en un libro que incluye historias que fueron escritas de 1946 a 2005

Saludos, viva la vida alegre y divertida, desde este lado del ordenador

Javier Ganivet, fotógrafo y francotirador

Jueves, Agosto 3rd, 2023

No llegué a conocerlo demasiado bien pero sí que trabajé varios años a su lado en el Diario de Avisos, el periódico decano de las islas Canarias y casa a la que me debo desde hace mucho, muchísimo tiempo.

Javier Ganivet era fotógrafo y ahora que ha muerto, falleció este martes 2 de agosto en un verano caliente y muy extraño, intento recordarlo de otra manera que no fuera con la cámara pero no puedo porque no me viene ninguna imagen a la cabeza salvo la de haber mantenido con él una conversación una vez sobre su apellido: Ganivet.

¿No tendrás nada que ver con Ángel Ganivet?

A don Ángel lo conocía de las clases de Literatura del instituto, un pensador y escritor español que puso fin a su vida de manera trágica en Riga, y autor de una novela cuyo título me resultó siempre simpático: La conquista del reino de maya, y que protagoniza Pío Cid, el último conquistador español.

La respuesta que me dio no proporcionó suficiente información sobre su antepasado pero sí que me repitió el final del escritor en un gélido rincón de Europa porque Javier Ganivet, efectivamente, estaba vinculado a don Ángel Ganivet, un pariente no sé si famoso pero de los que aparece puntualmente en cualquier libro de Historia de la Literatura en España.

Como fotógrafo Javier Ganivet cumplía con su trabajo y en los raros momentos de descanso hablaba de montar una academia de baile pero no sé si llegó a levantar ese proyecto. La vida de un reportero gráfico como la de un redactor es una condena, al final no tienes tiempo para nada… Sigo viendo a los fotógrafos de prensa además de una especie en peligro de extinción como francotiradores solo que ellos no disparan balas sino imágenes que a veces, solo a veces, son más fuertes que las que hacen daño y provocan la muerte. Recuerdo verlo –cuando tocaba– revolotear alrededor del entrevistado o congelar con un click ruedas de prensa que no deberían ser el pan nuestro de los que trabajan buscando noticias.

Recuerdo que tenía un acento peculiar, algo así como peninsular mutado a canario pero en el que a veces se le colaban C y Z como deben sonar las C y las Z, y ahora mismo, mientras escribo esto y no sé por qué, lo veo dentro de mi cabeza vestido con un suéter azul celeste y llevando las cámaras al hombro.

En los últimos meses se han ido dos compañeros a los que conocí, precisamente, trabajando en el Diario de Avisos. Uno fue Javier Ganivet y hace unos meses Pepi Déniz, que nos dijo adiós demasiado pronto, demasiado joven.

A ambos los traté profesionalmente y a ambos los recuerdo con el amor que uno le profesa a los que conoce cuando trabaja con ellos y mantiene una cordial relación profesional.

Intento forzar los recuerdos pero tras imágenes vaporosas porque se disuelven dentro de mi cabeza, no consigo ver con cierta nitidez a Javier Ganivet, salvo con su cámara al hombro y ese suéter azul celeste que podría ser de color vino porque la memoria es caprichosa y pinta de los colores que quiere un pasado que fue pero que ya no está. O que no volverá.

Lo único que puedo conocer ahora mismo es que este 2023 está resultando un año de ausencias, algunas de ellas muy desgraciadas, de gente a la que conocí, a la que quise y que ya no están a mi lado. Eso me hace reflexionar que, como decía aquél, no somos, efectivamente, nada.

Nada de nada.

Y que lo demás es fantasía, fuego de artificio, un destello en la noche que acaba siempre devorado por la oscuridad.

Volver a ser nada

Saludos, funde a negro, desde este lado del ordenador

Domingo Luis Hernández: “Lo postcolonial significa lectura desde la sospecha”

Miércoles, Agosto 2nd, 2023

Esta es una entrevista muy, muy extensa, lo que nos obliga a trocear sus contenidos que, esperamos, vayan publicándose a lo largo del próximo mes con sus naturales interrupciones. La causa, el motivo que ha obligado al despiece de esta conversación se debe a que hablamos con su autor de sus últimos cuatro libros. Libros en los que pensamos era bueno conversar largo y tendido porque se tratan de obras interesantes además que recuperan a Domingo Luis Hernández como poeta y como ensayista.

Iniciamos esta serie hablando en torno a Una literatura vertebrada (Mercurio Editorial, 2023) trabajo en el que se ofrece una personal y no exenta de polémica mirada en torno a la literatura que se escribe en Canarias. En próximas entregas continuaremos este diálogo hablando de otros dos de los cuatro libros que lleva publicados este año Domingo Luis Hernández: Luis Mateo Diez: El reposo de los muertos (Peter Lang, 2023); el poemario Mitosis (Ediciones Vitruvio, 2023) y Un otro Borges (Montesinos, 2023).

- ¿Qué criterios emplea para afirmar que la literatura que se escribe en Canarias es distinta a la española?

“Aquí no hablamos de concepción alguna al nacionalismo, que no me interesa; lo que nos ocupa aquí es la concisión teórica y científica de la literatura. El asunto es el canon y qué ocurre con el canon en los desarrollos literarios. Y eso es lo que es necesario someter. ¿Qué ocurre con Canarias? Lo que ha ocurrido con las otras literaturas de la frontera, por ejemplo, Hispanoamérica. ¿Qué ocurre ahí? Que la literatura es un asunto de desplazamiento. El centro se desplaza a la frontera e impone; impone el idioma, impone la cultura y las resoluciones canónicas. Por eso el centro siempre manda. Mas ¿qué ocurre? Que en la frontera no siempre el canon central es equitativo, no siempre la frontera responde a ese canon. Eso se dice de la literatura hispanoamericana respecto al modernismo y es verdad. Los americanos decidieron apartarse de la centralidad canónica España por tradicional y obsoleta. Asumieron la tensión más incitante que venía de Francia. Y con esa actitud antropofágica crean (por primera vez en América) su canon y lo imponen en diferencia. Lo que no se entiende es que ese análisis no sea válido para Canarias, que de ese modo actúa desde el renacimiento con Cairasco de Figueroa, no sigamos el XVIII con los Iriarte, Clavijo y Fajardo, Viera y Clavijo, el modernismo, la vanguardia con obras mayúsculas como Gaceta de arte, el surrealismo de Agustín Espinosa, Emeterio Gutiérrez Albelo, el creacionismo y el surrealismo de Pedro García Cabrera, o la postguerra de los fetasianos o la actitud de algunos escritores de los 70…”

- Nombres…

“Todos son hitos. Hitos con resultados no solo apreciables sino que se convierten en los mejores del idioma pero que la centralidad no registra. Lo cual no enfada sino que dice de esa centralidad. Están todos esos casos y nombre eximios, con otro dato: difícil encontrar una construcción insular en literatura como la canaria. Y eso no se atisba. Luego hemos de ser nosotros, los canarios, lo que atusemos el fragor y la certera relación no solo con la literatura sino con los cánones. Nosotros inventores de cánones”.

- Si existe ese canon literario en las islas, ¿qué autores y qué obras cree que estarían presentes en ella?

“Muchísimas. La literatura canaria es una literatura muy apreciable. El discurrir por la historia sería espectacular, porque ese discurrir da con nombres supremos en el idioma. Por ejemplo, la sabiduría renacentista y la obra de Cairasco de Figueroa son eximios, excepcionales; la actitud literaria de Tomás de Iriarte lo es en el momento de modernidad de su época; la tarea de traductores y lexicógrafos de sus hermanos es imponente; la actitud y el trabajo en pensamiento y en teatro de Clavijo y Fajardo es excepcional. O el Vizconde de Buen Paso y su drástica escritura. Y no digamos qué significa en poesía Tomás Morales o Alonso Quesada; qué es el Enigma del invitado, la excepcional Crimen que aún conmueve, etc. Y muchísimos nombres más, incluso de la escuela regionalista o los que asumen actitudes nacionalistas”.

- En el libro defiende también una lectura postcolonial de muchos de estos libros. ¿Qué quiere decir con lectura postcolonial?

“Lo postcolonial significa lectura desde la sospecha. Lo que hace lo postcolonial es separarse de la lectura centralista y colonial. La cuestión que a nosotros nos señala es el mentado traslado del centro a la frontera en conquista. Eso quiere decir lo que sabemos: que después de casi un siglo de lucha en las Islas de la Fortuna (1402-1496) los residentes del lugar fueron vencidos (muchos esclavizados) y sus posesiones repartidas entre los conquistadores. La tierra fue repoblada y de ese punto (que no es solo español) nace lo que somos. Una encrucijada en la que se ha de manejar con tino eso del aquí (hacer, hacer literatura) y el allá, que es de donde se recibe la cultura (y no solo española). Esa es la cuestión: cómo se sustancia el aquí. ¿Qué ocurre? Que por lo general la lectura que se propone es central, del allá con canon de referencia e impositivo. Y eso hace que esas lecturas no aclaren, que los de allá no comprendan, y que los textos se pierdan. Uno de los ejemplos más sublimes de los que cuento (y se estudia con profundidad en el libro) es las Endechas a la muerte de Guillén Peraza. La lectura centralista (María Rosa Alonso, por ejemplo) ajusta la reducción, no el decir propio del poema: es un canto fúnebre en reconocimiento del joven señor muerto. Y eso no proclama el texto desde la lectura de la sospecha, desde el revés, desde el aquí: el poeta (que es anónimo) incendia el poema y de manera sutil le da la vuelta. De donde no resulta un canto al señor muerto, que quedó en La Palma y al que los benehaoritas le robaron un anillo, su escudo y su lanza, es un canto dedicado a la resistencia palmera. Por eso ese texto fue perseguido en canto (porque se cantaba) por la inquisición, porque fue un poema de rebeldía. Y ahí, insisto, la mirada postcolonial. Como hemos de mirar con esa posición el discurso de Cairasco, la actitud de Espinosa, de Isaac de Vega o de Rafael Arozarena. La lectura, indudablemente, es y será otra”.

- ¿Se aprecia o no influencia de la literatura española en la canaria?

“Debe apreciarse, claro. Somos sujetos de la misma lengua y la literatura española se cuenta como una de las más importantes de Europa y del mundo. No es extraño que nos interesemos por ella. Por ejemplo, el barroco u obras y nombres intratables: La celestina, El quijote, Lazarillo de Tormes o Lorca, Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán. Eso ocurre también en América, del sur con España y del norte con Inglaterra. Pero eso no es todo. Lo que asiste a la frontera (y eso se prueba en todas las fronteras, la frontera francófona o portuguesa en África, la frontera portuguesa en Latinoamérica, inglesa en EEUU o española en Hispanoamérica) lo que asiste a la frontera es lo que don Domingo Pérez Minik llamó la “novelería”. Somos, desde hace mucho tiempo, agentes de la novedad, disfrutamos de la novedad exterior. Y eso es lo que dicen nuestros autores: Cairasco a la búsqueda del renacimiento en el renacimiento, Italia; la vanguardia a la búsqueda de la vanguardia en la vanguardia, París. Y eso por encima de España, sin pedirle permiso a España, como confirman nuestros escritores. Y eso es lo que pondera la revolución en la frontera. Y eso es lo que ha ocurrido en Canarias, insisto desde hace muchísimo tiempo. Por eso si la influencia de la literatura española es posible probablemente con mucha más potencia se encuentra la literatura extranjera. Por ejemplo, la magna obra del renacimiento en Cairasco (la Jerusalén libertada), el teatro francés de la época en el XVIII, los poetas simbolistas e impresionistas franceses en el modernismo, los cubistas y surrealistas en la vanguardia, los grandes poetas occidentales (Pound, Hörderlin, Whitman, Rilke, Pessoa…) o los grandes novelistas del XIX y contemporáneos: Dostoievski, Joyce, Proust, Faulkner. Y más)”.

- ¿Qué constantes detecta en la literatura canaria a lo largo del tiempo? El mar, la insularidad ¿cómo se reflejan en estos libros?

“Hay una parte del análisis de esta realidad que se para en semejantes detalles. Parte el asunto con lo que ocurrió con el catalán Valbuena Prat y su reduccionismo a principios del siglo XX. Lo siguen Ramón Feria y más tarde Andrés Sánchez Robayna. Para ellos lo canario es lo elemental: luz, viento, piedra, mar, palmera. Eso no resiste una mirada exhaustiva del asunto. Tenemos que analizar la compostura e incluso la radicalidad. Por ejemplo, que nos digan a los canarios que el mar para nosotros es esencial y que el mar forma parte de nuestra literatura es obvio. Pero esa evidencia ha de ser resuelta. Y remito, por ejemplo, a Pedro García Cabrera y qué significa el mar en su obra. Ese mar no es solo físico es un mar humano e ideológico. Y ahí la reducción no cabe. Otro ejemplo: lo insular. Lo insular lleva a Andrés Sánchez Robayna en su obra y en su discurso crítico a donde lo lleva, sin más, a lo elemental. Pero eso no es lo insular. Lo insular es un recorrido de ida y vuelta. Por ejemplo, Alonso quesada y el estar, salir y regresar, Pedro García Cabrera y la isla de ida y vuelta, Rafael Arozarena y la isla infierno de cardos y encierro, salir a Europa y volver para recuperar. Eso da la imagen ideal de la isla de Pedro García Cabrera en su positivista elemental (isla-aire, isla-mar, isla visible-isla oculta, isla-piedra, isla-arquitectura) pero tendida por los preceptos morales y éticos que la confirman. Frente a ello, la isla encierro de Quesada-Arozarena, la partida y la recuperación sublime con la vuelta, porque la distancia hace ver. O la argucia espectacular de Agustín Espinosa en uno de los textos más sugestivos de la trama insular: el epílogo de Crimen dedicado a la isla de las maldiciones.

Ahí la isla concéntrica, la isla que se abastece a sí misma, la isla círculo, la isla encierro. Y ahí una de las entrañas de la condición insular: la personificación, isla-mujer, que coincide con Pedro García Cabrera. Con ello la relación erógena y lo que ello concita: en Pedro García Cabrera, hijo; en Agustín Espinosa, hijastro. Estas lecturas me parecen a mí que son las sugestivas, no las reduccionistas y básicas”.

- ¿Por qué llega su estudio solo hasta los años 70?

“No es que yo huya del tiempo cercano en la literatura, porque yo no le tengo miedo a la literatura. Ocurre, para mi caso, una cosa: yo pertenezco a la generación del 80 y soy escritor. No me pareció oportuno meterme en esos arrabales porque podría quemarme yo o podría quemar a alguno de mis compañeros. Lo que ocurre con la literatura más cercana es que tengo huecos que descubrir porque hay mucho material que repasar del pasado.

De todas formas digo al respecto que es necesario una reflexión y estudio sucinto sobre estas generaciones porque han dado obras mu atrayentes. Así es que lo que hice fue guardar las distancias. Y las distancias para mí concurrían en los años setenta, fundamentalmente por dos autores fantásticos, que construyen el ser literario de esa generación: Juan Pedro Castañeda y JJ Armas Marcelo”.

Saludos, fine, desde este lado del ordenador