No, no es justo

Jueves, Febrero 9th, 2023

Me voy de Las Palmas de Gran Canaria con una lluvia torrencial cayendo sobre la pista del aeropuerto y aterrizo en Tenerife con un whatsapp que me envía un amigo. La noticia es muy triste, anuncia el fallecimiento de Manolo Vieira, el hombre que más me hizo reír con acento de aquí, de esta tierra desestructurada.

Camino perplejo rumbo a la terminal de Tenerife Norte, no hay niebla y no llueve.

Mientras bajo a Santa Cruz no salgo de mi estupor. En lo que llevamos de año, apenas un mes y pico, se me han ido dos de los tipos más grandes que he conocido. Los dos de la isla vecina, la que está enfrente de la mía. Y coño, creo que no es justo.

A uno, a Alexis Ravelo, tuve el privilegio de tropezármelo hace ya unos buenos años. Fue en la presentación de la antología G21, y enseguida nos encontramos porque nos gustaba mucho la novela negra y criminal. Alexis, encima, escribía este tipo de literatura, tuvo un personaje fijo que se llamaba Eladio Monroy, a lo largo de seis novelas, me identifiqué con aquel investigador calvo y salvaje, con ese tipo que resolvía casos al margen de la ley.

Con Eladio Monroy me pasa algo curioso y es que cuando leía las novelas protagonizadas por el ex jefe de máquina de la marina mercante, siempre me lo imaginé como Alexis Ravelo. Creo de hecho que Alexis se dibujó así mismo como Eladio. El caso es que ambos me siguen pareciendo la misma persona. Y no solo por el físico, esa cabeza rasurada dice mucho, sino también por cómo pensaban los dos, prácticamente lo mismo.

No llegué a conocer a Manolo Vieira así que no podré decirle ahora a la cara, frente a frente, las gracias que le debo por la cantidad de tan buenos momentos que me hizo pasar. Recuerdo un especial de Nochevieja en el que me ahogaban las carcajadas. Después otros espectáculos, visto en televisión o navegandor por YouTube, así que el mejor homenaje que se me ocurre hacerle es el de volver a ver algunos de estos espectáculos y esperar a que me entre la risa. Porque es con risa como quiero despedir a este gigante del humor. Un humor que no ha generado la escuela que se merece, aunque todos los nuevos cómicos que han brotado últimamente a este lado del Atlántico le rinden el respeto que le deben.

Escucharlo fuera de las islas, en otro territorio donde todo lo de aquí les suena como a chino, Manolo Vieira significaba que me partiera de la risa y que los que no eran de aquí no se cansaran de preguntarme qué significa esa palabra, a este tío no se le entiende… aunque si seguían mirando la pantalla no era raro ver como le aparecía de pronto una sonrisa en los labios que terminaba, era inevitable, en una sonora carcajada.

Así que no es justo. Se me han ido en lo que llevamos de año (y es solo el principio) dos grandes. Uno fue más que un amigo y el otro un tipo que me hizo feliz cuando lo veía en la televisión. A estos dos les debo muchas risas pero también la pena que llevo dentro porque se nos han ido demasiado pronto… y eso no, no es nada justo.

Un escritor a secas

Lunes, Enero 30th, 2023

He conocido a pocas personas con el corazón de Alexis Ravelo, escritor pero sobre todo amigo que hoy nos dijo adiós para sorpresa de quienes tuvimos la ocasión de disfrutar de su amistad y de su literatura hace apenas unas semanas en Aridane Criminal, el festival de novela negra que dirigió tres años seguidos en esa entrañable ciudad de La Palma.

Como debe ser con un escritor, conocí primero a Alexis a través de su literatura. Y de aquel encuentro no guardo grato recuerdo. Cayó en mis manos Los tipos duros no leen poesía, tercera entrega de la saga protagonizada por Eladio Monroy, y recuerdo que fui bastante crítico con esta novela que no merecía el juicio que le di entonces. Claro que entonces escribía más con las tripas que con la cabeza aunque de algo tuvo que servir (quiero pensar) aquel comentario para que unos pocos meses después (¿o fueron años?, con Alexis nunca se sabía) publicara en Alrevés La estrategia del pequinés, una novela por la que recibiría y con justicia años más tarde el premio Hammett que concede la Semana Negra de Gijón.

El caso es que La estrategia del pequinés supuso un revulsivo para la novela negra y criminal que se escribía y se escribe en España. Y la razón es bien sencilla, por una vez los protagonistas de la historia trabajaban al otro lado de la ley. Es verdad que se trataban de granujas de medio pelo, de tíos de la calle que se buscaban la vida delinquiendo con menudencias hasta que en la novela planifican y ejecutan robar a un traficante de drogas y se desata la balacera.

Estos personajes que proceden de la nada más absoluta se convirtieron en una especie de constante en su literatura. Constantes a la que habría que sumar la lucha que emprenden contras los poderosos que son, en sus libros, los verdaderos delincuentes, la chusma a la que hay que señalar y, si procede, robar porque quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

En sus novelas policíacas, muchas de ellas inspiradas en hechos reales, Alexis se dedicó a denunciar la corrupción no solo de los de arriba sino de los que le sirven, llámalos policías corruptos, chandaleros que trabajan al precio del mejor postor e incluso periodistas que han dejado de serlo para convertirse en chantajistas. Y esto es solo una pequeña galería de villanos, de personajes torvos que no parpadean en explotar a sus semejantes sometiéndolos a toda clase de humillaciones.

La novela negra se convertía en sus manos en un arma de denuncia, de denuncia política. Sabía, además, escribir muy bien, lo que le venía de lejos. Una vez me explicó de hecho que en parte se lo debía a un taller literario en el que le dio clase Alfredo Bryce Echenique, y que su olfato para retratar a los parias de la tierra se lo debía a su oficio de portero y camarero antes de hacerse un nombre en la república de las letras.

No sé si lo sabe la gente, pero Alexis, que venía de Escaleritas, siempre tiró al barrio y presumía, cuando había que presumir, de unos orígenes muy humildes a los que supo sacar partido a través de su literatura.

Lector voraz, de esos que cuando les gusta un libro se empeña en que lo leas porque te vas a divertir con él lo mismo que se divirtió él mismo leyéndolo, con Alexis se podía hablar de muchas cosas además de literatura. También fue de esa clase de amigo, ya casi hermano, que estaba ahí. Siempre tendiendo una mano aunque como le cayeras mal, y además de los ricos y poderosos había mucha gente a la que no aguantaba, sacaba un rejo siciliano que fulminaba al instante a todos aquellos que por una u otra razón le caían lo que se dice muy gordos.

Sí, Alexis Ravelo era bastante cabezón pero no le faltaba razón para que fuera tan cabezón.

En cuanto a su forma de escribir, Alexis Ravelo conocía muy bien a los clásicos del género, de hecho, La estrategia del pequinés es una versión muy libre de La jungla de asfalto, que cuenta la preparación de un robo visto desde la perspectiva de quienes lo van a cometer. Pero Alexis, que además de conocer a los grandes de la novela negra también conocía a los grandes de la literatura universal, no quería encasillarse como un escritor de novelas policiacas sino como el escritor a secas que fue, y así escribió La otra vida de Ned Blackbird y Los milagros prohibidos, que transcurre esta última durante la Guerra Civil en la isla de La Palma.

En cuanto a su producción policial, que fue donde le llovieron los premios, Alexis Ravelo publicó una lista larga de notables novelas negras y policíacas, todas ellas protagonizadas por tíos de la calle, buscavidas, gente del arroyo. Con esta galería de perdedores que hablan con acento canario sin que chirriara, Alexis cimentó una novela policíaca canaria que gustaba no solo en su isla, Gran Canaria, sino en las otras que forman esta desestructurada comunidad autónoma y la península. También fuera de sus fronteras.

La última tumba, Las flores no sangran, La ceguera del cangrejo (que se desarrolla en Lanzarote, y que sirve de paso para recordar a César Manrique); Un tío con una bolsa en la cabeza y Los nombres prestados son las novelas que deja tras de sí, eso sin contar las que escribió con destino al público adolescente y algunos relatos que Alrevés ha ido incorporando para las cuidadas reediciones de las seis novelas protagonizadas por Eladio Monroy (Tres funerales para Eladio Monroy, Solo los muertos, Los tipos duros no leen poesía, Morir despacio, El peor de los tiempos y Si no hubiera mañana).

Con Los nombres prestados recuperó además el territorio ficticio de San Expósito, localidad en la que se desarrollan también las dos novelas que forman parte del ciclo La iniquidad, La noche de piedra y Los días de mercurio. A este repaso de las obras que nos legó, destacaría El viento y la sangre, un hard boiled que firma un tal M.A. West, un escritor que nunca existió, ya que se trataba de una broma (y qué broma) de Alexis Ravelo con la complicidad de la editorial Navona.

El bromista que llevaba dentro nos hizo creer que había descubierto esta novela en inglés en una librería de viejo, avisándonos que se trataba de un escritor olvidado de la época dorada del género en los años 40.

Tras revelar la verdad, que A. M. West era él mismo, solo lamento que no tuviera tiempo para escribir alguna novela más con ese pseudónimo aunque ahora echo de menos que no vuelve a escribir más historias pero sobre todo compartir con él mesa y mantel y echarnos unas risas. Muy estruendosas y contagiosas las suyas, por cierto.

Por eso, más que como escritor, que también, me gustaría recordar a Alexis Ravelo como el amigo y el hermano que fue. Por eso este terrible vacío que tengo dentro y la sensación rabiosa de que siempre se nos van antes los mejores. Las personas que lo dan todo sin pedir nada a cambio.

Mientras escribo estas líneas apresuradas no dejo de escuchar su risa, y así, con Alexis riendo es como me gustaría despedir estas líneas urgentes para rendir el homenaje que mi amigo, mi hermano, se merece.

Joder, qué triste es todo esto.

Los días de mercurio, una novela de Alexis Ravelo

Martes, Noviembre 8th, 2022

“Esa es la última gran hijoputada que le hago a este país de mierda, que tuvo todas las oportunidades y todas las estropeó por el miedo; este país putrefacto y hediondo donde la gente solo es capaz de colaborar para hacer el mal; este país infecto al que la tierra debería tragarse para borrarlo del mapa y de la historia, con sus beatas, sus meapilas y sus burgueses cobardes, sus caciques abusones y sus ignorantes lamebotas”.

Los días de mercurio, Alexis Ravelo (Alrevés, 2022)

La consolidación del grancanario Alexis Ravelo (1971) como uno de los grandes nombre del género negro y criminal en este país ha logrado algo que todavía resulta raro en el mundillo editorial español, y es que una misma editorial, la barcelonesa Alrevés, esté reeditando la obra anterior de un escritor que, estoy seguro, cuando publicó sus primeras novelas no imaginaba ni en el mejor de los sueños el éxito que su producción literaria iba a tener no solo en el ámbito insular ni regional sino también nacional y en algunos países europeos donde sus novelas negras han sido traducidas.

Esta recuperación de la obra de Alexis Ravelo, de cuando empezó a asomar la cabeza en la editorial granacanaria Anroart, incluye en Alrevés las novelas que solo se conocían en las islas protagonizadas por Eladio Monroy y, ahora, Los días de mercurio que, como advierte en una nota que incluye la reedición, se trata de la más breve de sus novelas pero también de “una de las pocas que no está escrita en el español de Canarias”.

Entre los que conocen la obra del autor de La estrategia del pequinés, que fue el libro que lo catapultó y con justicia al escenario negro y criminal español, y Los días de mercurio (novela que forma parte con La noche de piedra del díptico La iniquidad) media un arco temporal lo suficientemente grande, doce años, para conocer algunas de las constantes pero también mucho del lastre que el escritor se ha ido desprendiendo a medida que evolucionaba en su escritura. Es decir, que si se lee ahora Los días mercurio el iniciado descubrirá una novela de Ravelo sí, pero de un Ravelo digamos que primerizo, que todavía balbucea y en el que se le nota muchas de las influencias del género negro, sobre todo del norteamericano en su edad dorada.

Explica el mismo Alexis Ravelo que Los días de mercurio nació como un homenaje a James M. Cain, responsable entre otros títulos de El cartero siempre llama dos veces y Pacto de sangre, esta última adaptada al cine por Raymond Chandler con el título en español de Perdición (Billy Wilder, 1944), que sigue siendo una gema del cine criminal. Cain, al que se le debe haber si no descubierto, manejado muy bien el personaje de la vampiresa o femme fatal, centró sus historias en relaciones tormentosas y muy sexuales que suelen desembocar en brutales asesinatos de un tercero que suele ser el marido en la mayor parte de los casos.

Ravelo sigue este ejemplo solo que adaptándolo a su peculiar y bronco universo, si bien pone el acento en el sexo y la violencia, polos que desencadenan una tormenta en una novela que, estructurada en dos tiempos narrativos distintos, primera y tercera persona, y capítulos muy cortos, se lee sin que uno apenas se de cuenta que está llegando al final. Un final que promete alguna que otra sorpresa.

Los días de mercurio transcurre en una localidad que no se determina geográficamente aunque puede estar situada en un pueblo perdido del norte de España. La acción se desarrolla durante la postguerra, así que los personajes que habitan esa aldea donde se hace realidad el dicho de pueblo chico, infierno grande, hace que flote en sus páginas una sensación de alta tensión, de que algo inevitablemente terrible va a ocurrir…

Este universo, que el escritor grancanario retomó este año con Los nombres prestados, resulta creíble, así que a estos escenarios se debe en gran parte la solidez de un relato que como Los días de mercurio más que a James M. Cain me evoca la literatura de otro de los grandes de la novela negra norteamericana, Jim Thompson. Y no solo por un estilo que parece que está escrito a balazos (frases cortas, diálogos cruzados que parecen obra de un dotado artista de la cimitarra) sino por dar tanta prioridad a un paisaje que sitúa esta novela en los territorios del “noir” rural. Un “noir” además particular ya que define no solo una geografía sino también a brochazos el carácter de sus protagonistas.

Como en libros posteriores del escritor granacanario, la corrupción política forma parte esencial de un libro en el que se denuncian, y con voz alta y clara, explotaciones varias, y saca los colores que hay que sacar a un sentimiento que corroe este país que llamamos España desde hace muchos años: el miedo. Solo el miedo explica los estallidos de violencia salvaje de algunos de sus súbditos.

Recomiendo la lectura de Los días de mercurio no solo a los que conocen la obra del escritor sino también a los que llegan por primera vez a la literatura de Alexis Ravelo, un autor que nos demostró hace ya muchos, muchos años que hay que tomárselo muy en serio.

Saludos, pow, pow, pow, desde este lado del ordenador

Los nombres prestados, una novela de Alexis Ravelo

Lunes, Febrero 14th, 2022

“Puede que sea la forma que tiene Dios de castigarnos por quitar tanta vida. Digamos que uno piensa que tiene las manos limpias, que después de lavarse bien no ha quedado ni rastro. Pero no: la sangre derramada siempre se le queda a uno bajo la piel. No hay manera de limpiarla. –Laguna hizo una pausa y cambió de tono–: No me hagas caso, hijo. A veces me pongo muy pesado”.

(Los nombres prestados, Alexis Ravelo. Nuevos Tiempos Policíaca, Siruela, 2022)

Alexis Ravelo, que sigue la estrategia del pequinés, va poco a poco desembarazándose de la etiqueta de escritor negro y criminal para ser conocido como un escritor a secas, al margen de géneros, aunque conozca y muy bien las claves de la novela policíaca.

Este compromiso creador le ha llevado incluso a ensayar atractivos experimentos literarios como el que nos reveló hace dos años con la novela Una bolsa en la cabeza, un tour de force que trasciende las fronteras del género y un título en el que venía a confirmar una vez más las dimensiones que como narrador alcanza Ravelo a medida que desarrolla su carrera como escritor. Un escritor al que le gusta sorprender al lector y que no suele perder su curioso baile de cintura con cada nueva obra, cada nuevo libro que presenta.

Noto ese baile de cintura, más controlado que nunca, en Los nombres prestados (Siruela, 2022), obra por la que obtuvo el Premio de Novela Café Gijón 2021, y título que a pesar de su aparente sencillez (tanto en la forma como en el fondo) propone una diversa y compleja variedad de cuestiones que, en manos de otro autor, no se habrían resuelto con la aplastante sencillez de cómo lo hace Ravelo, que tiene la capacidad de sorprender con cada novela que publica y, lo que es mejor, que el lector se involucre en sus andanzas literarias.

Los nombres prestados es una novela que maneja, entre otros temas, política, terrorismo, arrepentidos, traición y redención. Un paquete de deberes –como se ve– complejo pero que resuelve con una simplicidad que desarma –no desconcierta– a quien se meta en las páginas de un libro que da lo que promete: entretenimiento pero también muchas preguntas. Preguntas que suscita un relato que protagoniza una mujer y su hijo, Marta Ferrer y Abel; un perro, Roco, y un corredor de seguros jubilado que no es lo que parece, Tomás Laguna.

La historia se desarrolla a mediados de los años 80 del pasado siglo XX, unos años en los que el terrorismo seguía golpeando con brutalidad la democracia española. En la novela los miembros de uno de estos grupúsculos, denominado Federación Revolucionaria Antifascista Diez de Agosto (FRADA), está inspirado en otra banda terrorista que sí actuó en aquellos años del plomo: los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO)y adquiere un indiscutible protagonismo. Esta hipotética formación de extrema izquierda juega un papel esencial en el desarrollo de la novela que no vamos a revelar por razones obvias, no estropear uno de los meollos de un libro en el que también se habla sobre volver a empezar.

Me pasa con Alexis Ravelo un fenómeno curioso cuando leo algunas de sus novelas. Si en La estrategia del pequinés detectaba destellos que bebían directamente de las fuentes de la edad dorada del género policíaco norteamericano, finales de los 30 e inicios de los 40, con una novela referente como fue La jungla de asfalto, de William H. Burnett; en Los nombres prestados el autor que se me viene a la cabeza no es anglosajón sino francés, Jean Patrick Manchette, que también cuenta con una novela con (no de) terroristas, NADA.

Argumentalmente NADA no tiene nada (nunca mejor dicho) que ver con Los nombres prestados pero la sintonía que escucho mientras leo la novela de Ravelo es, y con mucha insistencia, la de Manchette en cuanto a estilo. Un estilo poblado de frases cortas, diálogos contundentes y capítulos de apenas dos y tres páginas.

Como Manchette, Alexis Ravelo además de emocionar y que nos pongamos en la piel de sus personajes, logra con un estilo telegráfico que no abusa de descripciones pero que está tocado por un sentimentalismo que no moja ni empapa, que el lector se sumerja en la historia que nos cuenta, que nos narra.

No es fácil hacerlo aunque con el paso de los años Alexis Ravelo ha ido desarrollando una literatura personal e intransferible. Sus novelas, por mucho que cambien de escenarios y de técnicas narrativas, son suyas. Es su mirada, es su forma de contar historias, ahora más depurada que nunca.

La novela tiene lugar en algún remoto lugar de España. Se trata de una localización ficticia que revela lo que son por los nombres con los que el escritor las ha bautizado: Nidocuervo y San Expósito pero no es la primera vez, tampoco, que el escritor recurre a un territorio creado para contar una historia. Lo hizo en el primer volumen de La iniquidad, La noche de piedra, que transcurre en… San Expósito, la misma localidad que aparece aunque en plano secundario en Los nombres prestados. La iniquidad dio lugar a un segundo volumen: Los días de Mercurio que, pese a su ubicación geográfica, no tiene nada que ver con la última novela del escritor, títulos estos muy crudos, páginas que mostraban su vena más rabiosa. Los nombre prestados, por el contrario, es una novela que está escrita en otra clave. Es crepuscular y redentora. La contraportada del libro la califica de western incluso pero no es eso, aunque algunas de sus páginas parezcan haberse escrito en clave de indios y vaqueros.

Estructurada en siete partes (Un chico, una mujer, un hombre, un perro; La sangre derramada, Los monstruos, El último almuerzo, La voz y el bosque; Versión oficial y Vida de Roco) Los nombres prestados nos devuelve a un escritor que no renuncia a su pasado negro y criminal pero también, a un autor que se ha forjado a sí mismo.

Saludos, hoy es el día…., desde este lado del ordenador

Premiados

Lunes, Noviembre 22nd, 2021

Es probable que se me escape alguno pero de momento cuento tres, lo que no es poco para unas literaturas que escritas desde la ínsula o por hijos e hijas de la ínsula, han merecido premios que refuerzan una trayectoria que hace silenciar las bocas a los agoreros que critican el buen momento por el que está pasando la literatura que se escribe aquí y por gente nacida o residente de aquí.

Panza de burrro, de Andrea Abreu, fue el título del año pasado, sí, el de la pandemia, al despertar el interés no solo en su territorio chiquitito, Tenerife, sino más allá de sus fronteras. Representó a las islas junto a los inevitables Fernando Delgado y Andrés Sánchez Robayna en la Feria del Libro de Frankfurt y hace apenas unos días recibió el XVI Premio Dulce Chacón de Narrativa Española que concede el Ayuntamiento de Zafra (Badajoz) a la mejor obra en castellano impresa y editada el año anterior.

Por otra parte, el cineasta y escritor Elio Quiroga se hizo con el Premio de Novela Policía Nacional con su libro Tiempo Sucio. El Premio de Novela Policía Nacional, convocado por la Fundación Policía Española con la colaboración de la Fundación Unicaja y la editorial Algaida, pretende promover la creación literaria y reconocer el trabajo de las obras de temática negra, policial o de suspense vinculadas a la investigación policial y está dotado con 10.000 euros.

Por último y hace ya unos meses, Alexis Ravelo obtuvo por Los nombres prestados el Premio Café Gijón, dotado con 20.000 euros con una novela que desarrolla en 1986 y que protagoniza Marta Ferrer, la Colorada, y su hijo, que son considerados diferentes por todos los habitantes de Nidocuervo.

Y estos es todo de momento.

Felicidades mil a los premiados y…

Saludos, mañana será otro día, desde este lado del ordenador

Si no hubiera mañana, una novela de Alexis Ravelo

Miércoles, Julio 28th, 2021

“Al contrario de lo que muchos pensaban, Eladio Monroy no era especialmente inteligente”.

(Si no hubiera mañana, Alexis Ravelo.
Editorial Alrevés, 2021)

Para los que seguimos con atención las aventuras de Eladio Monroy, el ex jefe de máquinas de la marina mercante, el personaje forma parte de la familia. Me pasa lo mismo con los protagonistas más o menos fijos que han brotado de la imaginación de muchos otros novelistas.

Sin embargo, con Eladio Monroy el afecto es más cercano. En primer lugar porque el investigador a su pesar es de la vecina isla de Gran Canaria, reside en una de las viviendas de la calle de Murga en la capital y le gustan los buenos libros y el arte de la cocina. Solo sale de su pequeña zona de confort para tomar café en un bar que responde al nombre de Casablanca, con parroquianos fijos que aparecen novela tras novela de Monroy –con Si no hubiera mañana ya son seis– y en donde suelen proponerle los casos más variopintos como sucede en su última historia, en la que demandan sus servicios para que busque a un hombre que así, de repente y sin decir nada, ha desaparecido.

Creado por Alexis Ravelo, siempre he creído que hay mucho del autor en este personaje y no solo por la lustrosa calva que lucen con orgullo sandunguero los dos. A Ravelo como a Monroy les gusta el arte de la cocina, también los buenos libros y ambos residen en Las Palmas de Gran Canaria aunque en el caso de Alexis no sea en la calle de Murga. Otro elemento que hace difícil distinguir al escritor de su criatura literaria es su compromiso social. Las ganas que los parias de la tierra reciban la misma justicia que los que se encuentran en la cúspide de la pirámide. Solo encontrarán justicia los que se encuentran en la base de esa misma pirámide en las novelas de Alexis Ravelo, un tipo que por tener la cabeza bien amueblada intenta a través de sus libros que creamos que otro mundo puede ser posible, aunque la mayor parte de las veces sea porque su protagonista, Eladio Monroy, a quien le han calentado bastante la cabeza, decida tomarse la justicia por la mano. En el caso d e Si no hubiera mañana, tras marear la perdiz con unas investigaciones que no anuncian la solución que finalmente se resuelve en la novela.

La serie Monroy ha ido consolidándose con el paso de los años y su protagonista así como los satélites que lo rodean se han ido dotando de una consistencia que el escritor aprovecha para ocupar los puntos muertos de una investigación que, como toda investigación policiaca que se precie, se complica a medida que avanza la acción. Hay, como en casi toda la bibliografía de Ravelo, denuncia social y mala baba contra los que tanto el escritor como su personaje considera el enemigo: los poderosos, los changas vayan o no con chándal y en Si no hubiera mañana un partido de la extrema derecha bastante parecido a otro que tiene nombre de una empresa editorial especializadas en publicar diccionarios.

Una vez se han puesto sobre la mesas todas las piezas del rompecabezas, Alexis Ravelo lo arma con paciencia de cartujo procurando que el resultado final no contenga agujeros, ya que el objetivo es que todo sea parte de un todo.

Me ha sorprendido, en contra de otras novelas protagonizadas por Monroy, que la violencia en Si no hubiera mañana sea más contenida. No tanto las ironías con las que el escritor plaga un texto que, por norma general, sí que resulta más luminoso que en otras ocasiones.

Alexis Ravelo, más suelto, se permite el lujo, incluso, de ironizar sobre su Eladio Monroy, al que viene a comparar con Mike Hammer. Le une al legendario y ultraderechista detective creado por Mickey Spillane su contundente manera de desarrollar una investigación aunque ideológicamente uno y otro se encuentren en las antípodas. La comparación no obstante que plantea Ravelo no es ociosa porque, efectivamente, por su manera de actuar Eladio le debe mucho a Hammer pero también a otros protagonistas de novela negra y criminal que resuelven mejor los casos a base de golpes que de deducción.

Monroy de momento, mezcla muy bien ambos métodos, el de la violencia y el del razonamiento (lo que fuerza al personaje a pellizcarse la barbilla) aunque a veces uno se imponga sobre el otro. En Si no hubiera mañana el trabajo deductivo está por encima del de dar golpes. Lo que quizá resulte una anomalía para el seguidor de la serie pero que no recele porque la novela ofrece todo lo que ofrecen las anteriores: buena lectura y el reencuentro con unos personajes que, ya se dijo, son casi de la familia.

Con estos y otros elementos, Alexis Ravelo consigue lo que parecía imposible y es que Eladio Monroy funcione aquí como en otros sitios. Es probable que su interés en tierras continentales se deba no solo a lo que cuenta sino al estilo con el que lo cuenta: Se tratan de novelas trufadas de palabras de aquí, “nuestras”, que a lectores de otros espacios geográficos pueden resultarles exóticas. Es una curiosidad, sí, pero sin esta “forma de contar”, las aventuras de Eladio Monroy no serían las mismas ya que el personaje se define y debe al lugar en el que se mueve.

A modo de conclusión, solo unas cuantas preguntas: ¿para cuándo la próxima de este marinero en tierra?, ¿para cuándo otra novela pero sin Eladio Monroy? ¿para cuándo la próxima de Alexis Ravelo?

Saludos, sin fumar espero, desde este lado del ordenador