“Todo lo abarca y con furor lo aterra”. Literatura sobre las epidemias en Canarias

Martes, Marzo 31st, 2020

“En esta infausta isla del Atlante,
Si desde el mar á la enriscada sierra
Tiende su brazo el cólera gigante,
Y sin dar tregua á su execrable
Todo lo abarca y con furor lo aterra
”.

No se trata de una estrofa para recordar pero sí que es, hasta donde hemos podido indagar en estos tiempos confusos, uno de los primeros testimonios literarios que intenta reflejar los efectos devastadores de una epidemia en las islas. En este caso, la del cólera en la isla de Gran Canaria en 1851 que diezmó al 10 por ciento de la población, censada entonces en 58.943 personas de las que 5.593 fallecieron por el brote de cólera.

El poema lleva el título de El cólera-morbo y fue escrito ese mismo año por Ventura Aguilar, poeta romántico que dedica esta obra a la memoria de su sobrino “y caro amigo el licenciado d. Esteban Cambreleng” y que puede consultarse en la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, que reproduce en pdf la versión impresa en la imprenta de M. Collina. Esta misma imprenta publicó “el que puede ser el primer relato de los acontecimientos, firmado por el jurista Antonio López Botas en la temprana fecha del 15 de agosto]. El folleto de 12 páginas no lleva título, y muestra en primer lugar el terror incomparable que sintieron la noche del 5 de junio los facultativos que identificaron la epidemia y comunicaron a la Junta de Sanidad que se trataba del cólera morbo”, explica el artículo Memorias del cólera. Plegaria de Juan M. Doreste publicado en la revista digital 7iM.

No existe, sin embargo, una bibliografía extensa y con carácter de ficción que trate las distintas epidemias que a lo largo de los siglos sacudieron al archipiélago canario, aunque rastreando hemos podido encontrar algunos títulos que quizá sirvan a los preocupados en estos asuntos para conocer con mayor amplitud cómo se enfrentó la ciudadanía a estos ataques invisibles que solían propagarse como la pólvora por toda las islas.

Ambientada el mismo año que el poema de Ventura Aguilar, 1851, Verano de Juan El Chino, de Claudio de la Torre fue escrita en 1971 y aprovecha la epidemia de cólera morbo que asoló la isla de Gran Canaria para narrar a través de su personaje, “sano” en toda esta debacle, las miserias y grandezas del ser humano. Más que la enfermedad, a Claudio de la Torre lo que le interesa destacar en la novela es cómo el mal afecta al carácter de sus semejantes, ya que la mayoría aprovecha la situación para sacar lo peor de sí mismos aprovechándose del vacío de poder.

En este mismo marco histórico localiza José Miguel Alzola algunos momentos de su Don Chano Corvo Crónica de un jardinero y su jardín (1973) mientras la fiebre amarilla es la protagonista de la novela Días de paso, de Javier Estévez, relato en el que describe cómo su protagonista recala en la isla de Gran Canaria para refugiarse en el interior, en un pueblo de nombre Lucena. Escrita en forma de diario, el libro se desarrolla entre 1811 y 1812, Días de paso es en palabras de su autor: “un hermoso viaje vital por la geografía inesperada del destino”.

Ambientada en Tenerife la segunda década del siglo XX, El sepulcro vacío (2015) de Cecilia Domínguez Luis se hace eco de la gripe española que segó la vida de Diego Ponte del Castillo, marqués de la Quinta Roja, y la construcción del mausoleo con claves masónicas que su madre ordenó erigir en su honor en La Orotava.

Inspirado en hechos reales aunque adaptados a su universo literario, Sabas Martín probó también el aliento de la epidemia en Nacaria, inspirándose en hechos reales que se desarrollaron en la isla de Tenerife cuando se propagó la peste negra. La enfermedad, que se cebó con los más débiles como con los más fuertes, se unió a la crisis de la cochinilla lo que resultó dramático no solo para las familias de la isla sino también para su economía.

Ángel Sánchez trata el asunto de manera episódica en sus Crónicas de Artemi, volumen cuya nueva edición a cargo del Gobierno de Canarias se presentó el año pasado. Lástima que, como otros libros que auspicia la Viceconsejería de Cultura apenas haya tenido recorrido.

Los leprosos son los protagonistas de La cueva de los leprosos, de Víctor Álamo de la Rosa, historia que se desarrolla en Isla Menor, territorio mítico en el que se ambientan muchas de las novelas de este escritor y que no es sino un trasunto literario de la isla de El Hierro. En esta obra el escritor explota una vez más su vena romántica y si bien no se trata la enfermedad como epidemia, sí que subraya la diferencia que existen entre los que están aquejados de ese mal y viven recluidos en un lugar apartado de la isla. Álamo de la Rosa insistiría ahora sí con una pandemia, aunque una pandemia imaginaria que provoca suicidios masivos, en su más reciente novela, El pacto de las viudas.

Personajes aislados por la enfermedad son los protagonistas de La umbría, de Alonso Quesada, obra que cuenta con una interesante adaptación cinematográfica dirigida por Pepe Dámaso y El silencio de Los Abades, de Juan Alberto Reyes Cornejo. En ambos casos, sus protagonistas sufren aislamiento por tubercolosis.

En el terreno de la anticipación y el fantástico, varios autores han escogido las islas como escenario para sus propuestas literarias. Los muertos vivientes, que como un virus se extienden entre los vivos que le sirven de alimento, son los protagonistas de Caminarán sobre la tierra, de Miguel Aguerralde, novela que transcurre en una isla de Gran Canaria igual de distópica que la pesimista y futurista Pasa la tormenta y Anturios en el salón, de Tomás Felipe y Juan Ramón Tramunt, respectivamente, aunque ni el primero ni el segundo justifican sus propuestas por causa de una pandemia sino por catástrofes que para nada resultan naturales.

Otras novelas fantásticas serían Evanescencia (2017), de Manuel Almeida, El despertar (2012) de Elio Quiroga y Los espectros de Nuevo Ámsterdam (2019), también de Aguerralde aunque salvo la primera no se desarrollan en las islas como tampoco recurre a Canarias como escenario Víctor Conde en su Naturaleza muerta.

Sí que se cuenta en la isla con una nutrida y sólida producción historiográfica sobre las diferentes epidemias que han asolado el archipiélago a lo largo de la historia y todo hace asegurar que tras la pandemia del Coronavirus se publicarán trabajos en el que se analizarán su impacto en Canarias. A la espera de que esta pesadilla acabe, de que las cosas vuelvan a la normalidad, los interesados pueden consultar obras tan interesantes como las epidemias del cólera del siglo XIX vistas por Benito Pérez Galdós, a quien por cierto el coronavirus ha deslucido los fastos organizados para celebrar el centenario de su fallecimiento.

En este apartado destacaría El barco de la viruela. La escala de Balmis en Tenerife, de Víctor García Nieto y escogiendo entre otros títulos que no deslucen interés, Del Río de La Plata a Tenerife de Paolo Mantegazza, quien tuvo que ser internado al llegar a la isla en el Lazareto de Santa Cruz de Tenerife.

Antropólogo darwinista –mantuvo correspondencia con el autor de La teoría de la evolución de las especies– desembarcó en Tenerife en 1858 y cuestiona en la obra las leyes de cuarentena de la época impuesta ante los riesgos de epidemia así como los lazaretos, centro en los que se concentraba a los contagiados.

Las epidemias en Canarias dieron origen además a dos novelas muy diferenciadas. La primera es Los argonautas, de Vicente Blasco Ibáñez, que narra la escala de un trasatlántico en el puerto de la capital tinerfeña. Escrita en 1914, su lectura puede evocar a la novela Los premios de Julio Cortázar ya que sus protagonistas –en el caso de la novela de Blasco Ibáñez emigrantes– tienen prohibido bajar a tierra.

En su libro Entrada y salida de viajeros, el crítico tinerfeño Domingo Pérez Mink afirma que Santa Cruz de Tenerife siempre estará en deuda con el escritor valenciano ya que escribió una de las páginas más hermosas dedicadas a la capital tinerfeña.

La segunda novela está cuenta con una interesante adaptación cinematográficas de la que damos amplia información en otro artículo.

Finalizamos este recorrido por novelas que nos recuerdan la vulnerabilidad de Canarias ante estos casos el anuncio hace unas semanas y en este mismo periódico de un nuevo libro en el que está trabajando en la actualidad el escritor tinerfeño Alberto Vázquez Figueroa quien no revela su título pero sí el subtítulo que con toda probabilidad llevará: Cien años después y en la que el coronavirus es uno de sus más señalados protagonistas.

Si omitimos Gran Canaria, el filme que Irving Cummings dirigió en los años treinta y que adapta la novela de A.J. Cronin, Canarias ha servido de plató de varias películas que tratan los efectos devastadores en la sociedad ante una pandemia tan feroz pero afortunadamente ficticia como es la de los zombies.

Y en el cine

Aunque no se desarrolla en las islas destacamos 28 semanas después (2007), ya que está dirigida por el tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo y Generación Z (Steve Barker, 2015) porque pese a que a no está rodado en las islas sino en Mallorca, transcurre en un resort que se ubica en Canaria (¡!).

REC 4: Apocalipsis
(Jaume Balagueró, 2014) se rodó entre Gran Canaria y Barcelona mientras que La mansión de los muertos vivientes (1985) cuenta con varias escenas filmadas en las islas. La película está dirigida por un cineasta todoterreno en el cine español, Jesús Franco, pero no se trata de uno de sus más inspirados trabajos. Como en otras de sus películas, la actriz protagonista es Lina Romay, compañera sentimental de este hombre que era capaz de rodar cualquier historia por mínima que fuera con dos centavos.

Rodada en paisajes naturales de las islas es también No crezcas o morirás (Thierry Poiraud, 2015), una cinta que propone una interesante vuelta de tuerca al género de los muertos vivientes en el cine ya que no se trata de que los muertos se levanten de sus tumbas para acabar con sus semejantes, los vivos, sino de no crecer ya que cuando se cumple la mayoría de edad y sin que se explique en ningún momento en la película, los adultos enloquecen y solo desean matan a los más jóvenes.

El filme da bastante importancia al paisaje, ya que prácticamente transcurre en exteriores, pero su función es la de servir solo de marco estético. La idea, por otra parte, revisa con nota la propuesta que ya en los setenta había anotado Narciso Ibáñez Serrador con ¿Quién puede matar a un niño?

Por último y en el terreno del cortometraje, una curiosidad, 21-Z, el primer corto canario zombi de la historia del corto canario y que fue rodado íntegramente con un teléfono móvil. Dirigen: Aitor Padilla y Eduardo Gorostiza.

Saludos, cuídense, háganme el favor, desde este lado del ordenador

Periplo, Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz

Sábado, Septiembre 14th, 2013

Doce autores se dan cita en Periplo, el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz, a partir del próximo 23 de septiembre. La primera edición de este festival, pionero en España, comienza el próximo 16 de septiembre con un taller de creación literaria en los cinco colegios del municipio, que correrá a cargo de la Escuela Canaria de Creación Literaria.

Ana M. Briongos, Reyes Calderón, Juan Cruz, Juan Gómez-Jurado, Ander Izagirre, Antonio Lozano, Julio Llamazares, Mary Morris, Javier Reverte, Enrique Reyes, Paloma Sánchez-Garnica y Marc Serena son los escritores que inauguran esta primera edición de un festival que aspira a ser un referente nacional e internacional de la literatura de viajes y que se configura como algo más que un encuentro literario, al indagar en todos los formatos que pueda adoptar el relato en otros lenguajes artísticos, como el cine, la música y el teatro.

Los autores son los protagonistas de las actividades agrupadas en las secciones Conversaciones en La Ranilla, Nada que declarar. Mujer viajando sola, Tan lejos, tan cerca y Derribando murallas: itinerarios vitales. La escritora estadounidense Mary Morris es la primera escritora que interviene en Periplo y además es la encargada de inaugurar la sección dedicada a las mujeres viajeras, que en el festival toma el nombre de uno de los relatos de viajes más reconocidos de la autora: Nada que declarar. Mujer viajando sola. Morris se encontrará con el público en el patio del Museo Arqueológico el lunes 23 de septiembre.

Las conversaciones son las que mantendrán en público –del 24 y al 28 de septiembre– Reyes Calderón, Juan Cruz, Julio Llamazares, Paloma Sánchez-Garnica y Juan Gómez-Jurado con quien firma ahora estas letras en la carpa situada en el Museo Arqueológico, en el corazón del barrio histórico de la ciudad turística del norte de Tenerife, La Ranilla.

En Tan lejos, tan cerca, el público entra en contacto directo con autores y libros cuyas tramas o experiencias personales están vinculadas a los distintos continentes, con especial énfasis en África y América; es la forma en la que Periplo rinde homenaje al papel de las Islas Canarias y especialmente Puerto de la Cruz, como encrucijada entre continentes, con contactos tanto simbólicos como reales, favorecidos por los viajes y su relato. En este espacio presentarán sus libros Ana M. Briongos: ¡Esto es Calcuta!; Ander Izagirre: Groenlandia cruje (y tres historias islandesas); Antonio Lozano: Harraga; Javier Reverte: En mares salvajes: un viaje al Ártico y Marc Serena: La vuelta de los 25.

Derribando murallas: itinerarios vitales es el ámbito en el que los protagonistas de la historia toman la palabra. Ya no se trata de centrarse en la voz del autor, sino en la experiencia vital de unos viajeros para los que precisamente el viaje ha significado la oportunidad de cambiar un destino mediante una ruptura vital, un esfuerzo de superación de inconvenientes y dificultades. En ese tránsito, el viajero encuentra en Canarias una posta, un hito que le permite recuperar fuerzas y continuar la ruta. En esta edición, el público conocerá las vivencias de Waleed Saleh, protagonista de la novela de Antonio Lozano Las cenizas de Bagdad, y de la princesa Marie Laure, centro de la historia de La princesa que emigró, del escritor canario Enrique Reyes.

Periplo es un programa cultural que incluye una agenda muy completa de actividades, más allá del encuentro con los autores y la presentación de libros. El Festival comienza con la celebración de los talleres de escritura de aventuras en los colegios de primaria de Puerto de la Cruz. La actividad, Triángulo de las Bermudas, se inicia la próxima semana, para que niños y niñas se formen y escriban sus relatos. En la semana siguiente, compartirán sus textos con sus compañeros de otros colegios. La Escuela Canaria de Creación Literaria es la encargada de esta actividad, con el escritor Víctor Conde y la directora de la escuela, Antonia Molinero.

Triángulo… es una de las dos actividades de Periplo en la escuela, que se completa con Viaje al centro del aula, donde, un encuentro entre escritores y estudiantes de secundaria en el corazón del centro educativo permite a los estudiantes conocer en profundidad a los autores, sus obras, sus motivaciones, sus experiencias y sus técnicas literarias. Este año, los autores que visitarán los tres Institutos de Educación Secundaria de la ciudad son Javier Reverte y Antonio Lozano.

El festival se lanza a la calle para incitar la participación activa de la ciudadanía y para encontrar en el espacio urbano a empresas, entidades, agrupaciones sociales que deseen compartir con la Concejalía de Cultura el esfuerzo de crear este evento cultural.

Este parte, la más amplia, del programa del Festival en la ciudad se desarrolla en el perímetro de Periplo, del 23 al 29 de septiembre. Aquí es donde se dan las citas con los autores mencionadas. El programa comienza con Periplo Explorado, la sección dedicada a la presentación de los materiales que dan testimonio del viaje. En esta ocasión se cuenta con la exposición Exotismo, tradición, modernidad, que presenta guías turísticas de Tenerife elaboradas a lo largo de un siglo, en colaboración con la red de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife.

La agenda del primer día de Periplo incluye ya el resto de los contenidos que lo caracterizan: Periplo Audiovisual, Periplo Musical, Periplo Escena y Singladura hacia la cultura se desarrollan durante toda la semana y ofrecen una visión del viaje desde la perspectiva de disciplinas artísticas diferentes a la literatura.

Así, Periplo Audiovisual presenta viajes registrados en imágenes en movimiento, en películas de cine, de televisión o los filmes caseros generados por los viajeros. Organizado con la participación de Tinglado Films y del cineasta tinerfeño David Baute, esta sección ofrece distintos apartados en los que se presentan los distintos formatos audiovisuales sobre el viaje.

La sección Viajes Interiores, dedicada al cine de autor, posa su mirada en cineastas que han utilizado el cine para realizar un viaje personal y bucear en su pasado, su identidad, su familia… con nuevas propuestas de lenguaje audiovisual. La sección cuenta con Los viajes del viento, de Ciro Guerra (2009, Colombia), y Elena, de Petra Costa (2012, Brasil).

Canal Viajar, sección dedicada a la importancia del viaje en la programación televisiva actual y su lenguaje audiovisual, se acerca a la serie Vivir de este canal temático de televisión, que ofrece en cada episodio un recorrido urbano desde el punto de vista de la gente que conoce la ciudad porque la vive. Se presentan los capítulos dedicados a Ámsterdam y Nueva York. Pequeños viajeros es la ventana abierta para el público infantil, centrada este año en la animación, con cintas que muestran diferentes técnicas y protagonizadas por viajes increíbles, con un trasfondo de valores tejidos por la amistad. Los filmes seleccionados son En busca del valle encantado, de Don Bluth (Estados Unidos, 1990), y El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki (Japón, 2000).

Orígenes es la última sección de este Periplo Audiovisual, en la que se exhiben películas de viajes tomadas con tomavistas por viajeros de ida o vuelta: residentes en Canarias que han viajado al exterior, o visitantes que han recogido imágenes del Puerto de la Cruz de hace décadas. La muestra se organiza en colaboración con la Filmoteca Canaria.

Periplo Escena es el lugar del Festival en el que el viaje cobra cuerpo y voz a través del trabajo de actores, narradores orales, clowns… Todas las propuestas escénicas hacen hincapié en el hecho viajero para acercar al público al mundo de la literatura y se organizan en Peripecias, con representaciones dirigidas al público infantil; y Zoco, para el público adulto. Singladura hacia la cultura es el resultado de un rumbo común que comparten las empresas del municipio, la ciudadanía y la Concejalía de Cultura de Puerto de la Cruz. Librerías, restaurantes, hoteles y otros centros comerciales o de servicios dan forma al sello de identidad de la gestión de esta área municipal. Las actividades de Singladura se celebran de lunes a sábado, a partir de las 21.30 horas y hasta las 24.00, en los locales implicados.

Periplo abre su propuesta de incursión en el género literario de los relatos de viajes y aventuras con una feria del libro temática, del jueves 26 al domingo 29 de septiembre, organizada por la Asociación de Libreros de Tenerife, en la calle Mequinez. El festival extiende su área formativa más allá de las aulas con Periplo Formación, destinado al público general, que este año ofrece dos actividades: Imágenes para el testimonio viajero, masterclass a cargo del fotógrafo sueco Mikael Helsing, y Blogs. Bitácoras de viajes, taller de cuadernos de viaje en Internet, a cargo de la Escuela Canaria de Creación Literaria, con Víctor Conde y Alberto Mora.

Finalmente, Periplo Diverso ofrece una visión particular que identifique las razones que han hecho de Puerto de la Cruz una ciudad referente en Canarias, de propuestas culturales, de ebullición de ideas y de una ciudad acogedora, abierta al turismo y los viajeros. Programa en esta primera edición La llave de la Isla, ruta guiada en bicicleta, organizada por Patea tus montes. En la calle de la Verdad, Puertobello homenajea la influencia británica nacida de unos vínculos estrechos y centenarios, con gastronomía, exposiciones y un mercadillo vintage.

Una suelta de libros no podía faltar en este encuentro literario. Libros en ruta se pone en marcha en Periplo con la participación de la biblioteca municipal, para hacer de las calles un espacio en el que ofrecer libros a los paseantes. Un recorrido por el barranco de Tafuriaste pone la nota científica de Periplo, gracias al Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), que facilita el reconocimiento de las características vulcanológicas de la zona con la actividad Geopuerto.

La avaricia según Frank Norris

Jueves, Agosto 29th, 2013

“Y aventuraré una profecía –continuó Jerry, mirando fijamente a su amigo–. Ross, tú eres un hombre nacido y criado en una ciudad. Esto está en tu sangre y en tus huesos. Te concedo tres años para que se borre de tu ánimo esa clase de vida que quieres emprender. Sí, ahora estás convencido de que lo mejor para ti es vivir el resto de tu existencia como un bucanero aficionado. Dentro de tres años, a lo sumo, habrás consumido tu “botín”, como lo llamas, o sus intereses al menos, para pagar los impuestos y el sastre, el alquiler y la cuota del club, y volverás a ser lo que los biógrafos llaman un miembro respetable de la comunidad”.

- ¿Has matado a alguien alguna vez, Jerry? –le preguntó Wilbur– ¿no? Bueno, ya lo matarás algún día, lo matarás en una pelea leal, y verás cómo te sientes después y qué influencia ejerce sobre ti; entonces, ven a hablar conmigo.”

(La capitana de la Lady Letty, Frank Norris)

No sé si Stephen Crane y Frank Norris se cruzaron en Cuba cuando, acreditados como periodistas, cubrían la guerra que separó los destinos de España y unió los de Estados Unidos con Cuba.

Se han compilado los relatos firmados por Crane sobre este conflicto que convirtió en noticia William Randolph Hearts, uno de los primeros grandes magnates de la prensa estadounidense y promotor de eso que se conoce como sensacionalismo.

Pero no sé si en Cuba se vieron las caras Crane y Norris, dos talentosos contadores de historias cuya obra coincide con el nacimiento como gran nación de lo que hoy son los Estados Unidos de Norteamérica.

Stephen Crane murió demasiado pronto pero dejó novelas tan imprescindibles y pegadas/adelantadas a su tiempo como La roja insignia del valor y Maggie, una chica de la calle sin olvidar sus cuentos, los que centró en la guerra hispano norteamericana y publicados en español bajo el título Heridas bajo la lluvia (Rey Lear, 2006) o los recopilados en El bote descubierto (editorial Fontana, 1983).

De ambiente marinero es, precisamente, La capitana de la Lady Letty (Ediciones Abraxas, 2002), de Frank Norris, un escritor al que la suerte se le torció cuando disfrutaba de lo mejor de la vida, y autor también de McTeague, Avaricia (La orilla negra, 2007), una novela que continúa siendo conmovedora y que explora emociones humanas con un retorcido sentido del drama que engancha y abduce.

Porque todo es extremo en esta voluminosa novela que habla sobre el lado más perverso de la condición humana

Y el sentido del amor, la lealtad, la amistad, el dinero, la envidia, la usura, la avaricia… Avaricia fue el título que acuñó Erich von Stroheim en su lastrada pero pese a todo gigantesca Avaricia (1924), una película que transmite muy bien el pesimismo y los excesos de la novela original que, en palabras del escritor Marc Saporta en su interesante Historia de la novela norteamericana, propone “una naturalización del naturalismo en suelo americano, como las novelas de Fenimore Cooper habían naturalizado a la novela gótica derivada de Walter Scott”.

McTeague/Avaricia se lee sin apenas darte cuenta, y produce ese inquietante efecto de temer que se aproxime su final.

Mientras la lees casi parece que recuperas tu adormecido espíritu y te atreves a mirar al exterior.

La aventura.

La conquista.

La del aventurero y la de la misma naturaleza.

En la novela de Norris el protagonista termina macabramente confundido con el paisaje.

El paisaje, literalmente, lo devora.

Avaricia.

No conozco más novelas de Frank Norris en español.

¿Acaso Octopus?

Octopus es el segundo volumen que junto a McTeague iba a formar parte de una trilogía que no llegó a completar el escritor.

No lo sé, y eso me hace sentir como el protagonista de Avaricia al final de la novela.

¿Por qué leer a Frank Norris?

En La capitana de la Lady Letty, su protagonista Ross Wilbur, un joven adinerado y caprichoso es secuestrado en la calle y vendido como marinero en una goleta que gobierna con mano de hierro el capitán Kitchell.

La  goleta encuentra, ya en alta mar, una nave a la deriva.

Lady Letty.

¿A bordo?

A bordo Ursula Andress.

Saludos, Norris, Frank, desde este lado del ordenador.

Sobrevivir a la isla

Miércoles, Julio 10th, 2013

Eran los años de instituto, una época que no tiene nada que ver con la que reflejan las películas y series norteamericanas, aunque algo de ese ardor juvenil se explayaba entre toda aquella tropa que se dividía en cómoda convivencia entre los que practicaban deportes y los que iban de intelectuales en unos tiempos en los que la sombra del General apenas hacía ya sombra porque había pasado a la historia, aunque el ambiente social y político que se respiraba resultaba aún demasiado complicado.

Y ese ambiente se reflejaba en el instituto, el Teobaldo Power para más señas, aunque no recuerdo peleas entre las derechas y las izquierdas pero sí encendidos debates que podían haber llegado a las manos.

Entre café con leche en el Unamuno, un bareto próximo a los institutos, o las tertulias improvisadas que nos montábamos tumbados en el césped de la plaza, los que leían compartían lecturas o bien se empeñaban en ganar prosélitos mientras se citaban títulos y autores que, por aquellos años, no solían enseñarse en clase.

Por un lado estaba la tribu que defendía a Hermann Hesse como el primer autor serio, y encima europeo que, explicaban, les había cambiado la vida.

Se mencionaba así Siddhartha, que siempre me pareció bastante hippy para mis instintos alternativos; Damien y, cómo no, El lobo estepario y Bajo las ruedas. En las filas de los lovecraftianos militábamos un reducido grupo que, náufragos en océanos sin nombre, nos empeñábamos en convencer a los hesseianos de la existencia del Necronomicón.

Luego te topabas con los que solo leían a Marx y su “fantasma recorre Europa”, y los nietzcheanos, quienes agitaban Así habló Zaratustra y El anticristo como si fuera bandera.

En mi grupo, donde siempre fuimos más angloamericanos, apenas nos atrevíamos a levantar la voz ante unos y otros para reivindicar El guardián entre el centeno y El señor de las moscas por temor a que esa pandilla nos respondieran que se trataban de naderías. Algo así como leer a una Enid Blyton que se tomaba en serio cuando yo era más de Los tres investigadores.

Otros autores que tenía que leer a escondida cuando llegaba al instituto era Ray Bradbury, y a Erich Maria Remarque, de quien adquirí su Sin novedad en el frente un Día del Libro organizado en el mismo instituto, y título que me cambió la vida. No he vuelto a leerlo otra vez, como no he vuelto a leer Guardián entre el centeno porque sé que la dicha ya no será la misma.

Un amigo me prestó un día y por aquellas mismas fechas una novela que, vino a decirme, es como la de Salinger pero en español. Se llamaba Edad prohibida, de Torcuato Luca de Tena, pero debo de confesar que a mi ese libro no consiguió abrirme ninguna puerta de la percepción, como tampoco las novelas de un autor por aquel entonces muy conocido, J. L. Martín Vigil, que le encantaba a una chica que por aquel entonces me atraía bastante.

Mucho más tarde se puso de moda leer a los sudamericanos.

Gracias a otra mano generosa pude así descubrir Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez que era el libro que estaba en boca de todos, aunque yo prefería los cuentos de Borges y Cortázar. Rayuela, de la que ahora se cumple no sé cuantos años, pues sí pero no. Entre sus novelas me quedo con Los premios

Hubo más escritores sudamericanos, pero no llegué a ellos hasta mucho tiempo después creo que movido más por el rechazo en aquel entonces a lo que presumía no era otra cosa que una moda.

Moda fueron en aquellos tiempos El principito y Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Puedo entender sentimentalmente el éxito del relato de Saint-Exupéry pero no el de Bach, aunque por algún lado de mi librería debe de encontrarse uno de aquellos ejemplares, profusamente ilustrado y cuya notoriedad nunca alcancé a entender por qué.

¿Quizás porque entonces se leía El arte de amar, de Erich From?

La pibada que leía mientras tanto sacaba sus fanzines artesanales, perdía el tiempo dando la brasa en el kiosco de la Rambla –por aquel entonces aún conocida como del general Franco– y se resistía –era mi caso– a tomarse en serio las novelas y escritores que le recomendaban en clase.

Las novelas que nos mandaban a leer eran, entre otras, fragmentos de Don Quijote de La Mancha, y El árbol de la ciencia y Zalacaín el aventurero, de Pío Baroja; Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle Inclán y San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno porque en mi clase, al menos, siempre llegábamos a fin de curso hasta la generación del 98.  Y si no…

En cierta ocasión me quejé amargamente a un escritor veterano que despreciara imprudentemente a Ramón J. Sender al serme impuesto obligatoriamente porque tocaba en examen La tesis de Nancy y la más entretenida Réquiem por un campesino español.

- ¿Por qué no incluyeron El bandido adolescente?- pregunté al escritor que tomaba un güisqui en vaso corto en la barra del Metro.

El escritor me miró de reojo y mientras tragaba una generosa ración de centeno destilado contestó:

- ¿Crees realmente que así lo hubieras descubierto?

Y la verdad es que no.

Probablemente lo hubiera leído a toda pastilla horas antes del examen.

Llegué más tarde a Sender porque tenía que llegar a Sender.

Todo esto que cuento es fruto del recuerdo. Aunque más que recuerdo se traten de sensaciones de recuerdo. De fragmentos de experiencias que me mostraron otro camino. Otra forma de ver las cosas.

Faltan muchos más libros. Como El señor de los anillos, de Tolkien, pero desembarqué en Tolkien por culpa de la película de dibujos animados y quería saber como terminaba la historia. No fui, en este aspecto, un tolkenmaníaco destacado. Por aquel entonces lo mío iba sobre criaturas innombrables a lo Lovecraft. Y sobre todo Stevenson, el escritor que me enseñó por primera vez la magia de leer gracias a La isla del tesoro; y Daniel Defoe, quien con su Robinson Crusoe me enseñó que es posible sobrevivir a la isla.

Aún estando solo.

En cuanto a literatura canaria, el único eco que nos llegaba era Mararía, de Rafael Arozarena, novela que, efectivamente, me obligaron a leer en el Instituto.Ya fuera y en sus alrededores, me llegó clandestinamente Crimen, de Agustín Espinisa. Y tarde, mucho más tarde, iniciado ya en los senderos de la novela negra, conocí a poetas y escritores canarios, una pandilla que se reunía para hacer tertulia en una tasca canaria.

Pero esa es otra historia.

Han pasado los años. Pero a veces tengo la sensación de que todo sigue como antes.

Que nada ha cambiado, en especial el nauseabundo olor que los gases de la Refinería dejan flotando en el aire de esta ciudad de provincias en la que vivo.

Mi mirada hacia atrás no está lastrada por el peso de la nostalgia sino por un ligero encogimiento de hombros.

Lo mejor, eso lo sé ahora, está siempre por descubrir.

Saludos, se nos fue Concha García Campoy, desde este lado del ordenador.

La felicidad amarga, una novela de Pablo Martín Carbajal

Lunes, Marzo 25th, 2013

A uno siempre le gusta volver a los lugares del pasado, o al menos a mí me gusta; es como ver fotos antiguas, aquello que vivimos justifica lo que somos hoy, o tal vez al contrario, lo que somos hoy justifica por qué en su momento actuamos así. Quizá a muchos esto último le parezca extraño, y más bien podrían pensar que somos los que somos por aquello de que vivimos, y se quedarán simplemente ahí, sin necesidad de justificar acciones de otro tiempo de la que quizás otros sí tengamos necesidad.”

(La felicidad amarga, Pablo Martín Carbajal. Ediciones Irreverentes)

Pablo Martín Carbajal presenta La felicidad amarga, título en el que explora algunos de los temas latentes en La ciudad de las miradas, a mi juicio su mejor título en lo que todavía continúa siendo una bibliografía escasa pero en la que ya se aprecia constantes, intenciones, desenmascaramientos dolorosos y no tan inocente –como pudiera parecer– que saben a un ajuste de cuentas, a necesidad de ser él mismo. Ya lo cantaba Harlan Ellison, ese extraño escritor de ciencia ficción norteamericano en uno de los mejores títulos del género de la anticipación: Tengo boca y debo gritar.

Con todo, La felicidad amarga me parece una novela meridianamente madura en la todavía incipiente trayectoria literaria de Martín Carbajal, claro que no quiero decir con esto que resulte la más redonda porque La felicidad amarga, título en el que propone un largo monólogo en el que da voz a Rafa, su protagonista, sabe a ratos pero sin su hondo dramatismo a Confesiones de una máscara, del maestro Yukio Mishima, un escritor que nos enseñó la épica de la derrota en esa pequeña obra maestra que es El marino que perdió la gracia del mar, y en la que concluye con inevitable resignación oriental que “la gloria como todo el mundo sabe tiene un sabor amargo.”

En este sentido, Pablo Martín Carbajal necesita seguir creciendo como escritor. Esto es que necesita creerse escritor y sobre todas las cosas desprenderse de los prejuicios y vicios que lastran aún, a mi juicio, lo que debe ser su identidad narrativa.

Me parece así que Carbajal todavía tantea, hace ejercicios, juega con una escritura que pide sinceridad, una marca si quieren a través de la cual identificarse y que sus lectores lo identifiquemos.

Y estos elementos, que percibo solo a ratos en La felicidad amarga, no terminan por dominar el contenido de una novela que sí, es intimista, pero que no logra mantener una coherencia global en el relato.

Un relato construido a base de recuerdos y en los que repasa con mirada demasiado generosa las relaciones de su protagonista con su entorno familiar e inocentemente crítica con el círculo de amigos que forjó en un periodo de la vida, como es la infancia y la adolescencia, también la primera juventud, que nos marca como personas.

Cuenta La felicidad amarga de todas formas con momentos que me sacuden por dentro, y este temblor, esa corriente eléctrica, me sabe a literatura porque entiendo que la literatura, la buena literatura, es la que consigue conmoverte, que consigas que seas feliz o te empape la tristeza con lo que lees, pero también es verdad que hay otros capítulos que dejan indiferente, que te parecen de relleno pese tratarse de un libro que apenas supera el centenar de páginas.

Pablo Martín Carbajal cuenta en La felicidad amarga la historia de un joven que busca desesperadamente su identidad. Reconocerse frente al espejo.

Tras pasar una larga estancia en el extranjero, su protagonista regresa a la isla, Tenerife, donde se da cuenta de la transformación que ha sufrido por dentro mientras intenta reencontrarse con esa felicidad inocente que da título a la novela para asumir finalmente que ya nada es lo que fue. O lo que era. Que todo cuanto vemos resulta efectivamente distinto cuando nos hacemos adultos y dejamos de ser niños. O nos obligan, mejor, a que dejemos de ser niños.

Planea así en La felicidad amarga un curioso e inquietante discurso en torno al fin del mito de Peter Pan, y de los distintos disfraces que a lo largo de nuestra existencia vamos asumiendo por imposición de cuanto nos rodea.

Martín Carbajal recurre para explicarlo con la metáfora de las muñecas rusas, objetos que ilustran estos procesos de cambio, un recurso literario legitimo pero que entiendo innecesario para dar grosor a esta historia de decepción resignada pese a su significado poético.

La decepción no es lo mismo que frustración. Y Rafael, el protagonista de la novela, no es un personaje frustrado sino un hombre resignadamente decepcionado consigo mismo. En este sentido, el escritor pone el dedo en la llaga aunque, paradójicamente, su protagonista asuma ese estado ante la vida para no decepcionar a los demás.

A mi me parece un discurso interesante, pero me resulta involuntariamente camuflado en el relato cuando –ese al menos ha sido mi caso– es con el que más me identifico y que el escritor solo recupera al final de la novela con el objetivo, presumo, de dar un giro no tan sorpresivo de 180 grados a lo que ha venido hasta ese momento desarrollando.

Donde se maneja muy bien Pablo Martín Carbajal es en el retrato de los miembros que componen su familia, personajes a los que observa con mirada teñida de nostalgia, y grupo que ha ejercido sobre su persona una cálida sensación de protección al educarlo entre algodones. Ello explica la obsesión de Rafael por salir de ese entorno e intentar ser él mismo en sus visitas a países castigados por la pobreza. No obstante, y sin que se explique, Rafael decide regresa a su hogar cargado de recuerdos y sensaciones. Materiales que han ido modelando un carácter que le hace entender que su pasado son un conjunto de recuerdos felices que ahora, y con la distancia de la edad, le resultan amargos.

Como lector me seduce la capacidad que tiene Martín Carbajal para retratar ese microcosmo familiar porque me reconozco en ese microcosmo familiar. También cuando Rafa se relaciona con sus viejos amigos y descubre que continúa cayendo en las mismas trampas en las que hemos caído todos los que de una y otra manera hemos vuelto al lugar en el que se encuentran nuestras raíces.

Hay un momento, especialmente revelador en la novela, en el que Pablo Martín Carbajal refleja esa sensación cuando su protagonista recuerda un juego de adolescentes como es el de verdad y consecuencia, pero es un destello que no repercute en el tono total de una novela que cuenta solo con destellos.

Se puede así entender que el protagonista esté harto de fingir antes los suyos porque tiene la necesidad de ser aceptado como es en sí mismo, pero desgasta que esa reacción natural alimentada por el miedo solo explote con accesos de rabia reprimida porque no salen del corazón sino de la cabeza. En este sentido, su personaje resulta demasiado cerebral lo que pone de manifiesto que le falte sustancia, cuerpo espiritual, eso que se llama alma.

En su aparente cripticismo, en su aparente intimismo, Martín Carbajal salpica la novela con pequeñas claves que al modo de llave quieren ser determinantes a la hora de explicar la supuesta reconciliación que finalmente alcanza Rafa consigo mismo, pero su tragedia interior, su tortura fruto más de la cobardía y el miedo a no ser reconocido, hace que apenas te identifiques no ya con su tragedia sino con su obsesión silenciosa.

Obsesión que lo acompaña tras conocer el suicidio a pronta edad de uno de sus compañeros de escuela. Pero esta muerte cruel solo es un añadido más al cáncer de la culpa que se reproduce en su personaje protagonista, y a larga no resulta tan determinante como a mi juicio se merecía.

Pese a todo, La felicidad amarga es una novela agradecida en la que su autor da un todavía tímido paso hacia adelante en su trayectoria como narrador. Un narrador que si encuentra finalmente su voz –esa voz con la que ha logrado a veces erizarme la piel pero que sin embargo reprime– promete un futuro en el que ofrecerá más de una sorpresa.

Saludos, luce el sol, desde este lado del ordenador.

José Luis Correa presenta hoy en Tenerife Blue Christmas, su última novela

Viernes, Marzo 15th, 2013

El escritor grancanario José Luis Correa presenta esta tarde, a las 19 horas, su última novela, Blue Christmas, sexto libro protagonizado por el detective privado Ricardo Blanco, quien en esta ocasión debe de investigar la misteriosa muerte de una anciana en su casa durante las fiestas de Navidad.

El lado más oscuro de Las Palmas de Gran Canaria, personajes consistentes y una trama negrocriminal hilada con mucho oficio son solo algunos de los elementos que Correa reúne en este volumen, editado por Alba Editorial.

El salón de actos de la Mutua de Accidentes de Canarias (MAC), en la capital tinerfeña, acogerá este acto, en el que intervendrá además de Correa, quien ahora mismo redacta estas apresuradas líneas.

Saludos, más vale tarde que nunca, desde este lado del ordenador.