Archive for Agosto, 2009

Las aventuras de ‘Flesh Gordon’ en el planeta Porno, no confundir con Mongo

Miércoles, Agosto 19th, 2009

Estoy frente al espejo, dibujándome la sombra de un bigote con el lápiz de cejas de mi madre. La memoria me dice que debo de estar a finales de los 70. Observo como ha quedado esa farsa pintada debajo de la nariz, y creo que puede dar el pego. Salgo corriendo del baño, y sin despedirme de la familia corro al Cinema Victoria, donde de puntillas adquiero una localidad. Hay poca gente, debe de ser un día de entre semana, así que me acerco con el corazón palpitante a la entrada, donde el portero, cuando me ve, suelta una sonora carcajada. Ni falta le hace pedirme el carnet de identidad para comprobar si tengo los 18 años de rigor. Me señala la taquilla para que me devuelvan el dinero que he pagado. Frustrado, y mientras regreso a casa, me quito la ridícula sombra del bigote con el pañuelo, humedecido de saliva.

¿De qué película se trataba, de entre las muchas a las que no me dejaron entrar cuando todavía era oficialmente un menor de edad? Pues de La batalla de Árgel, de Guillo Pontecorvo.

Otro día, o quizá fue antes, ya no me acuerdo. Me llama uno de esos amigos a los que después por los avatares de la vida dejas de tener noticia, para anunciarme por teléfono que han estrenado en el Cinema Victoria (ay, mi Cinema Victoria, que deliciosamente desgraciado me hacías por aquellos años) Flesh Gordon. Flash Gordon querrás decir, le corrijo. “No, no, en el periódico pone Flesh Gordon”.

Y me pregunta si quiero ir con los amigos del barrio. E inocente le digo que sí. No sabía entonces que era otra película no apta para menores de 18 años.

Quedamos a la puerta del cine, que como recordarán los más veteranos estaba situado debajo del Teatro Baudet y al lado de esa fábrica abandonada de tabaco que ahora quieren transformar en Museo del Carnaval. Y me sorprendo, porque allí están casi todos los amigos del barrio. Un ejército. Nos dirigimos a la taquilla y me pongo nervioso porque pienso que no me van a dejar entrar. Tengo pinta de chaval, aunque hace tiempo que ya no llevo pantalones cortos. Aquellos pantalones cortos de color marrón que tanto marcaron mi infancia.

“No te preocupes”, me dice el amigo. “Que los más jóvenes nos metemos entre los más viejos”. Así que como una jauría de perros entusiasmados, todos moviendo la cola, nos dirigimos a la entrada, casi arrollando al amenazante portero que sólo puede cortar las entradas y dejarnos pasar.

Ahhh qué felicidad. Acabo de burlar al sistema.

Somos tantos, que todavía recuerdo que ocupamos una fila de butacas entera del viejo Cinema Victoria.

“Voy a ver Flash Gordon”, mi viejo héroe de los cómics Burulán, aquellos a todo color que mi tío me regaló antes de tirarlos a la basura y que todavía conservo como oro en paño en la biblioteca de casa.

flesh.jpg

Y empieza la película.

Y oh frustración, aquello no es Flash Gordon. Sino Flesh Gordon. Un blandiporno de los 70 que para mis alucinados ojos adolescentes me descubre repentinamente un mundo mágico y de colores. Obviamente, la frustración inicial se reblandece hasta desaparecer.

Años más tarde conseguí la película en una vieja copia de VHS, y con el nerviosismo de rememorar uno de los momentos digamos más luminosos de mi vida como espectador cinematográfico, no me pareció tan espectacular el filme. De hecho, fue una de tantas películas que una vez revisitada con ojos adultos contribuyó a que mirara de reojo todas aquellas cintas que me hicieron feliz mi niñez y adolescencia.

No obstante, Flesh Gordon es una simpática y subterránea parodia del viejo Flash Gordon, realizada con un insólito respeto hacia ese icono de los tebeos de ciencia ficción. Contaba con efectos especiales, cierto diseño, y una historia deliciosamente tonta. El planeta Mongo es ahora el planeta Porno, que en su trayectoria amenazante al viejo planeta Tierra envía unos rayos con los que pretende acabar con nuestra civilización desatando entre todos nosotros una ola de sexo desenfrenado. Flesh recala con la que será su novia (Dale Arden fagocitada en esta versión en Dale Ardor) y el viejo doctor Jerkoff (Zarkov en los tebeos) en la superfie de Porno para poner fin al ataque de los rayos ninfamaníacos. Y allí se tropiezan con el príncipe Balin, una loca vestida como Robin de los Bosques, que en los cómics era el muy masculino príncipe Barín; y la reina Frigia que deja de ser Frigia cuando cae en los brazos de Flesh, en su lucha contra el diabólico Wang el Pervertido (Ming en los colorines), que no es otra cosa que un cachondo mental con pinta de oriental.

La película se ha convertido en uno de esos títulos de culto que alimentamos los chavales que la vimos en circunstancias tan especiales y aventureras. De hecho, fue tal su éxito que se rodó una segunda parte que nunca vi, salvo fragmentos aislados en You Tube.

¿Que por qué me acuerdo de aquella experiencia? Sencillo, como ya dejé escrito en otra parte y ocasión, ir al cine entonces era toda una experiencia para un chaval con la cabeza puesta en otras cosas, y más en aquellos años que mi memoria recuerda ahora con alarmante color sepia.

En fin, eso era todo.

Saludos mascando fragmentos de nostalgia desde este lado del ordenador.

¿La nostalgia es un error?

Martes, Agosto 18th, 2009

Estas horas de plácida felicidad que vivo y en las que tengo la sensación de ir navegando en un barquito de papel que me lleva inevitablemente a mis orígenes, no hay día que nazca y muera sin que me acuerde de mis visitas a la librería de viejo Sonora, ubicada en aquellos entonces en la calle de Imeldo Serís, justo donde está hoy enclavada una tienda de discos con el mismo nombre.

No sé la cantidad de veces que perdí el tiempo en sus entrañas, rebuscando en aquellas tongas y tongas de libros viejos y usados y pasando páginas y páginas de aquellos cómics para adultos que estaban vedados a mis ojos en los kioscos que salpicaban el paseo de la rambla que todavía tenía el nombre de ese generalísimo de cuyo nombre no quiero acordarme.

Recuerdo que dejaba mi bicicleta (de cinco marcas y fabricada en Taiwán) apoyada en la entrada como si el vehículo esperara con resignada paciencia a que saliera de la librería cargado de tebeos y volúmenes apolillados mientras el responsable del establecimiento, a quien recuerdo como un venerable librero, sonría cada vez que me veía entrar y salir de la tienda pertrechado de provisiones suficientes para aislarme un poquito más de la pesada realidad capitalina que soportaba y todavía soporto.

Gracias a Sonora casi completé mi colección subterránea de la revista Vampus, la versión española que la editorial Garbo editó de Creepy mucho tiempo antes de que Toutain la repescara en los 80, y con novelas de todos aquellos escritores raros que hoy, curiosamente, vuelven a ser reeditados. Me refiero a Stefan Zweig y Graham Greene, entre otros. También al incomprendido W. Somerset Maugham, cuyo El filo de la navaja fue de esos títulos que me marcó durante una época. O su El agente secreto, que si bien es una novela de espías pretenciosa te lleva de la mano a recorrer diferentes escenarios de la Europa castigada por la I Guerra Mundial.

Recuerdo que además de Sonora, el impaciente adolescente que tenía dentro (y cuyo espíritu mucho me temo que se resiste a dejarme) también se refugiaba de tanto en tanto en un establecimiento enclavado en la avenida de Ramón y Cajal. Se llamaba Música y labores, y lo llevaba un señor muy parecido al Elmer de los dibujos animados de la Warner Bros, y donde entre otras cosas (apenas tenía libros, la verdad, salvo aquellas deliciosas novelitas baratas del oeste, ciencia ficción, terror y policíacas) vendía sellos y monedas, y también colorines. Elmer, que es como voy a identificar a aquel hombre creo vagamente de origen gallego, iba siempre ataviado con una bata de color azul marino y un lápiz colgado en la oreja. Si comprabas, mojaba entonces la punta del lápiz con saliva para apuntar la venta con letra laboriosa en un cuaderno de tapas verdes.

Un amigo decía que a pesar de su tamaño, era muy bajito, Elmer sabía kárate, lo que nos hacía partir de la risa intentado imaginarlo dando saltos como nuestro por aquel entonces admirado Bruce Lee; hasta que un día, no sé bien por qué, ese mismo amigo me informó que antes de venirse a Canarias, Elmer había pasado una buena parte de su vida en Cuba

Los que me conocen saben que tengo desde pequeño una especial fascinación por la mayor de la Antillas. Así que un día le pregunté que me contara cosas de ese país que, según el periódico habanero Diario de la Marina a inicio de los sesenta, calificó a su polémica revolución castrista como una sandía: “verde por fuera y roja por dentro”.

La estrategia o excusa que busqué para que rebobinara en su memoria fue la de pedirle que me mostrara su colección de sellos cubanos.

Y aquí empieza la película. La imagen de un momento que todavía permanece grabado como al rojo vivo en mis recuerdos, porque se trata de uno de esos instantes que parecen sacados de una película en mi errática existencia.

A quien llamo Elmer se le disparó la lengua, y comenzó a hablar y a hablar con la mirada perdida, o quizá transportándolo a su Cuba del alma. Y yo, como un idiota, escuchando como quien bebe agua en el desierto aquella catarata de recuerdos: Una pequeña tienda en La Habana, una mujer que le echa una mano (más tarde quise creer que tuvo algo con ella), la noche habanera, las estrellas, el olor del Caribe y la revolución. Los barbudos verde olivo con corazón rojo que le cerraron el negocio porque ahora pertenecía al Estado… La sombra de Fidel, siempre alargada en esa isla con forma de lagarto, rompió repentinamente la magia de aquel momento. Y Elmer suspendió sus recuerdos y se apagó en sus ojos la luz triste de la nostalgia para preguntarme volviendo a la realidad si me iba a llevar alguno de los sellos.

Le respondí que no, algo molesto conmigo mismo. Tenía la sensación de que su relato me obligaba a darle algo a cambio por ser testigo de su viaje no sé si involuntario a aquella isla donde fue tan feliz.

Con la distancia, pienso que lo mejor de ese día sumergido en su relato fue que Elmer, ese señor que mojaba el lápiz con saliva, hizo un gesto con la mano y me dedicó una de sus raras sonrisas (creo, de hecho, que fue la primera y la última que lo ví sonreír porque siempre estaba serio o de un mal humor que daba miedo, pero ese también era uno de los atractivos para que fuéramos periódicamente por su tienda).

Como es natural, ya no existe ni Sonora ni Música y Labores. Tampoco la bicicleta taiwoanesa de cinco marchas a la que se le rompieron los pedales un día que bajaba por la carretera de Las Gaviotas, pero son de esas experiencias (no sé si tontorronas por simplonas) que vuelven a mi estos días extraños, en los que siento un sabor agridulce por una ciudad, Santa Cruz de Tenerife, que nadie podrá quitarme de la cabeza.

Pero les contaba que son días, semanas y meses los actuales en los que parece que me recupero de una larga enfermedad o pesadilla. Envuelto en una gozosa pereza que provoca esta plácida e inocente felicidad en la que me encuentro.

Santa Cruz de Tenerife ha cambiado radicalmente. Y en muchos aspectos para mejor, y es probable también que quien les escriba ya no sea el mismo de aquel entonces. Lo que no entiendo, sin embargo, es porqué ese empeño que me ataca de volver a los mismos lugares de mi infancia y adolescencia, esa voluntad inconsciente de dejarme atrapar por las redes de mi pasado.

Me estaré volviendo viejo.

No tengo otra explicación.

Saludos plácidamente felices desde este lado del ordenador.

¡Enfermo!

Lunes, Agosto 17th, 2009

Calor. Mediados de agosto. Tedio. Parafraseando a Edui Bercedo, Santa Cruz de Tenerife muere en soledad. O a Mario Domínguez Parra, quien afirma que vivimos en una necrópolis, o ciudad de los muertos. Añado ¿vivientes? Debe ser cosa de las vacaciones. De los que todavía pueden disfrutar de vacaciones, claro está.

Leo las noticias. No hace falta que me lleve las manos a la cabeza porque el nivel de surrealismo está siendo tan alto que ni un cuadro de nuestro Óscar Domínguez. La gripe  (a estas alturas parece que ya le da igual de que tipo sea) le ha hecho decir a la ministra de Sanidad que va siendo hora de que nos lo pensemos dos veces lo de estrechar la mano y estampar un beso (en Canarias fue siempre un beso hasta que se impuso la moda de los dos ósculos peninsulares) en la mejilla del familiar o el conocido de turno.

Imagino entonces cómo serán nuestros próximos encuentros: a dos metros de distancia, vigilando que nadie nos contamine nuestro espacio vital. Si es necesario hasta llevando mascarillas como los japoneses. Nada de dar la mano, nada de dar un beso inocente (o no), nada de tocarnos porque podemos contagiarnos con la dichosa gripe. A la espera de que prohíban también que nos miremos a los ojos de la gente (Golpes Bajos recomendaba ya en su canción que no lo hiciéramos porque dan miedo y siempre mienten) intento imaginarme a dos viejos amigos moviendo los brazos pero sin rozarse, que me enfermas. En fin, a veces pienso que con todas estas medidas de salud pública alguien perverso está haciendo realidad el sueño de monstruos como Hitler y Stalin. Mientras menos contacto tengas con el de al lado mejor. Dile hola, cómo te va, pero ni se te ocurra abrazarlo aunque lleves cincuenta años sin verlo. No merece la pena coger el bichito.

En fin. La ministra anuncia hoy que el Gobierno de las Españas está estudiando seriamente también la posibilidad de que no se fume en los espacios públicos. Ya no basta así con imaginarnos a esa panda de enfermos viciosos que le dan al tabaco en zonas marginales en restaurantes y cafeterías, porque ahora quieren hacer lo mismo en la calle. Mientras tanto yo, que soy fumador y uno de esos fumadores compulsivos que quiere dejar de serlo, me contamino con el humo del tráfico y no abro la boca. Y entro en el supermercado, y veo alineadas las botellas de licores varios y tampoco abro la boca. Para qué, reflexiono en unos tiempos tan raros y reraros como son los actuales.

Puede que todo esto sea producto de una conjura judeomasónica que pretende que los drogodependientes, fumatas que dicen, terminen yendo como corderos al matadero si no logran superar el maldito vicio porque le han vencido sus flaquezas humanas. Tiemblo solo de pensarlo. El mundo actual se mueve demasiado deprisa, y el mensaje que se está desparramando por la mayor parte de los sistemas democráticos de aquello que antaño se llamaba mundo libre produce escalofrío en nombre siempre de la tolerancia. Actitud, que deberían saber casi todos, consiste en despreciar al adversario.

Me pregunto si los que están soltando estos disparates saben realmente lo que están haciendo. A mi me parece otra forma de marear la perdiz, de mantener nuestra atención clavada en otro sitio y no donde debe de estar, que es tu vida.

Mala cosa cuando los gobiernos se empeñan en ser tan protectores con la salud de sus hijastros. ¿Qué van a hacer con los que le salgan a la contra? ¿Con todos aquellos que continuarán asfixiando sus pulmones?

Esto de las prohibiciones no es exactamente el argumento de 1984 de George Orwell, ni de Un mundo feliz de Aldous Huxley (¡soma!, ¡soma!, ¡soma!), pero casi. Ahora bien, pregunto: ¿habrá otra revolución en la granja?

Mucho me temo que no.

Y suelta ese cigarrillo de una vez: ¡enfermo!

Saludos (tosiendo, tosiendo, tosiendo) desde este lado del ordenador.
 

Cosas mías (5)

Sábado, Agosto 15th, 2009

* Dulce Xerach Pérez anuncia en su activísimo blog (lo que pone de manifiesto que se trata de casi la única parlamentaria canaria que no está enemistada con las nuevas tecnologías, como me recuerda un buen amigo) que está aprovechando los meses de verano para dar forma a un libro sobre la Historia del Espacio Cultural El Tanque, o esa especie de milagro para las artes y la cultura ubicado en lo que se está convirtiendo en corazón de la capital tinerfeña. Ya lo escribimos en su momento, pero recordamos que pese a la clara y abierta hostilidad con la que tuvo que lidiar este antaño proyecto y hoy realidad, El Tanque sigue sorprendiendo a propios y a extraños por su carácter atípico y a contracorriente, demasiado avanzado para una ciudad atada a viejas y apolilladas tradiciones como es Santa Cruz de Tenerife. Uno supone que con una programación estable y un coordinador de los que sabe al frente, podrían explotarse las posibilidades de este espacio que desde sus orígienes no dejó indiferente a nadie. Es de esas historias de amor donde o quieres o detestas, pero que no admite términos medios. Siento una vaga curiosidad por ese libro que anuncia Dulce Xerach Pérez, volumen que igual (aunque sospecho que no) levanta las mismas desatadas pasiones que provocó su interesante (por valor histórico) reflexión sobre el Instituto Óscar Domínguez de Arte y Cultura Contemporánea (IODACC), hoy conocido como TEA.

* Les invitamos a que echen un vistazo a la página Objetivo canarias. Portal del audiovisual canario. Admitimos que si bien se encuentra en fase de construcción, el invento nos parace flojo. O mejor, flojísimo. No sé lo que pensarán los profesionales del sector (que haberlos haylos, me consta) pero algo me dice que quienes dieron el visto bueno a esta iniciativa no están muy puestos en esto de la red. Pasen y vean.

* Me entero por La Opinión de Tenerife de la programación prevista para el Leal de cara a la próxima temporada. Espero a que pronto se haga pública también la del Guimerá cuando reabra sus puertas tras esa rehabilitación que pedía a gritos. Por el escenario del coliseo lagunero actuarán el asturiano Víctor Manuel y la veterana actriz Lola Herrera.

* Interesante la entrevista que el periódico El Día publica en su edición de hoy con ese monstruo (musicalmente hablando) que es Polo Ortí. De hecho, escribo estas líneas escuchando uno de sus discos, Improvisaciones, que presentó al público en 1993, cuando todos éramos más jóvenes y me imagino que más felices. Obvia decirlo, pero no está mal recordarlo las veces que hagan falta, que es un lujazo contar con un músico de su talento en estos países canarios cada día más alejados de la civilización.

* La editorial Sexto Piso y Milenio Semanal invitan a participar en el concurso Me acuerdo, que consiste en redactar una líneas o crear unas imágenes al estilo del libro Me acuerdo de Joe Brainard ( “Me acuerdo del primer dibujo que recuerdo haber hecho. Era una novia con un vestido con la cola muy larga.” / “Me acuerdo del día en que murió Marilyn Monroe.” / “Me acuerdo de fantasear con ser un tipo con mucho estilo para vestir.”).  El ganador recibirá una colección completa de Editorial Sexto Piso, así como la publicación de su texto en Milenio Semanal y en la publicación SP Revista de Libros. Los trabajos deberán enviarse junto con nombre, dirección, correo electrónico, y teléfono del participante a la dirección del correo electrónico meacuerdo@sextopiso.com, al fax: 5336 4972 o a las oficinas de la Editorial Sexto Piso, ubicadas en San Miguel #36, Colonia Barrio de San Lucas, Coyoacán, C.P. 04030, antes del 7 de octubre de 2009.

Saludos curiosos desde este lado del ordenador.

En torno a unos ‘Argumentos en busca de autor’

Viernes, Agosto 14th, 2009

Escritor a secas (poeta, ensayista, prosista) y responsable de un excelente blog cultural al que les invito a perderse y que tiene mucho que ver con el título al que hacemos referencia, la colección La Caja Literaria ha editado recientemente el último libro de Bruno Mesa: Argumentos en busca de autor, colección de ensayos y aforismos donde el lector sin prejuicios (intelectuales o no, allá ellos) afila el lápiz para subrayar textos que te marcan. O te identifican. O te hacen reflexionar. Algo raro, la verdad, cuando me enfrento a un libro de estas características.

En Argumentos en busca de autor Bruno Mesa recupera la (des)memoria y describe emociones, algunas de ellas impregnada de un irónico sentido del humor negro que no sorprenderá a los que tienen la suerte de conocerlo, y que divertirá a todos esos que se pierden la oportunidad de pasarse unas horas conversando con alguien que sabe. Sabe. Imagino que es el quid de todas las cuestiones.

Bruno Mesa, que también es un lector compulsivo aunque no de esas lecturas que mi me fascinan (poperas y de culto, que me acusan), inicia sus Argumentos en busca de autor con un interesantísimo escrito sobre libros y cuyas primeras líneas ya te desarman: “En todos los libros falta una página esencial, un capítulo, acaso un poema para que esté completo. Sólo en el cerebro del lector pueden encontrarse esas palabras.” En Gotas de agua, breves reflexiones con forma de puño que te golpean directamente en la mandíbula, cuenta: “La primera tragedia de un hombre empieza por no saber quién es. La segunda empieza cuando lo sabe”. O “El mejor lugar para no ser es un lugar donde todos te vean”.

Y continúa: “Cuando está solo se acuerda de quién es. Por eso le encantan las multitudes, porque es el único lugar donde puede desaparecer” (¿se estaría refiriendo a mí?).

El libro de Mesa está dividido en tres partes: Premeditaciones, que contiene las ya mencionadas Gotas de agua y Los juegos de la filosofía; Demasiada vida; Esperando a Godoy, por si Dios no viene; Sobrevivir a la poesía; Paisaje con lector al fondo; El niño nos salió escritor; La fábrica de mentiras (“La sinceridad es como el veneno, cuanto más sincero proclama ser un hombre más enfermo me parece. La mentira es mucho más necesaria: nuestro cerebro no para nunca de fabricar pasteles con forma de mentira. De esos pasteles nos alimentamos cada día para seguir en pie”); Contra todos, El amor o el humor (“Los amores ideales son los breves o los que acaban antes de empezar. A los que esperan hasta la descomposición les acompaña siempre un extraño hedor”); Un amigo que os quiere (“Si no te conociera diría que eres una buena persona”); Esquela y Fuera de programa. Una segunda, articulada en Cuatro ensayos y una intimidad, donde escribe A propósito de la inexistencia; El aviso de Wittgenstein; Un país llamado tradición; No existe lo imposible y La intimidad de alfabeto; y una tercera parte con el título de Notas para una enciclopedia personal que, mucho me temo, no sé como la encajarían Diderot y d’Alembert, los padres del invento…

Un libro, me parece a mí, que no necesita de argumentos en busca de autor porque quien se esconde tras esas palabras es lo que se dice un escritor con todas sus letras. Y como tal, alejado de divismos roñosos y de todos esos artistillas que agitan la cola cuando buscan su hueso dorado llamando a las puertas invadidas de carcoma de las instituciones públicas canallas (ups, perdón, canarias).

Un tipo inclasificable, que ama escribir y por supuesto a los libros.

Y un amigo, y con eso creo que digo todo.

Saludos, en clave de solo sé que no sé nada, desde este lado del ordenador. 

SILA: avanzandos contenidos y suscitando debates

Jueves, Agosto 13th, 2009

A continuación reproducimos una nota del Salón Internacional del Libro Africano (SILA):

“El Salón Internacional del Libro Africano (SILA) que se celebrará en Tenerife del 24 al 27 de septiembre incluirá en su programación el debate sobre la actualidad del libro y la edición. El SILA servirá de escenario, dentro del Encuentro de editores en Canarias, a la presentación del Foro de la bibliodiversidad, un novedoso proyecto puesto en marcha por las editoriales independientes para hacerse un espacio en el competitivo mercado de la edición.

El Salón Internacional del Libro Africano es una iniciativa privada de la editorial Baile del Sol y Producciones Mirmidón apoyada por el Gobierno de Canarias a través de la Dirección General del Libro y de la Dirección General de Relaciones con África, el Cabildo de Tenerife, Casa África y el Ministerio de Cultura.

Uno de los mayores promotores de la bibliodiversidad en España, el editor y escritor Uberto Stabile, intervendrá en esta primera edición del SILA para explicar en qué consiste el foro y cuáles son la implicaciones de esta palabra, que juega con el término “biodiversidad” para establecer un nuevo modelo en la cultura del libro, “más plural, diverso y sostenible”.

“Las prácticas políticas y comerciales de deforestación cultural, que tienden a la concentración de poder en todas sus variantes y reducen sistemáticamente el valor de la diversidad y su riqueza colectiva, quedan irremediablemente situadas al otro lado de este concepto”, explica Stabile sobre este término, cada vez más utilizado en el mundo editorial.

En el año 2000, la UNESCO apoyó el incipiente movimiento de la bibliodiversidad, y lo definió como un proyecto que propicia la diversidad de expresiones y contendidos en el mercado internacional del libro. El editor y traductor mexicano Alejandro Zenker ofrece una explicación precisa al entender la bibliodiversidad “como el derecho al acceso a la totalidad de obras, y que el acceso a ellas dependa no del aparato mercadotécnico, sino de la capacidad de búsqueda y decisión del lector”.

Para Uberto Stabile se trata también de diferenciar mercado y cultura. En un mercado copado por las grandes editoriales y los best seller, el editor defiende que este es un “momento único” para “poner de manifiesto que los valores del libro deben prevalecer sobre los valores estrictamente comerciales de la edición”.

 A juicio de Stabile “nunca como hoy han cohabitado una cantidad tan grande de autores, libros, tendencias y editores. El problema no es la amplia oferta cultural sino el empobrecimiento crítico y sistemático del consumidor”. Stabile afirma que “en aras de un mercado solvente perdemos tantos lectores como árboles”, lo que “inevitablemente nos conduce a un desierto cultural”.

 Sin embargo, el editor comparte con otros especialistas la opinión de que Internet ha cambiado radicalmente las reglas del juego y que jugará en beneficio de la bibliodiversidad. Si para el mexicano Alejandro Zenker, la red “ha roto fronteras” al ofrecer “disponibilidad de una enorme diversidad de contenidos”, para Stabile, es una “luz para pequeños editores, nuevos autores y lectores inquietos”. “El uso de Internet ha sido un aliado muy efectivo para el desarrollo de la bibliodiversidad, potenciando, acercando y difundiendo las pequeñas editoriales a los lectores sin mediadores ni filtros que controlen o minimicen su valor”, añade.

El Salón Internacional del Libro Africano se celebrará en Tenerife del 24 al 27 de septiembre con dos bloques de contenidos, por un lado mostrará la producción literaria africana actual a través de sus editoriales y autores y por otro, dentro del Encuentro de Editores, analizará la actualidad del sector editorial con la participación de especialistas procedentes de todo el país.

La celebración del SILA se gestó en la Feria de la Edición de Canarias de 2008, que ya incluyó en su programación un extenso apartado dedicado a la literatura africana. Los favorables resultados y la respuesta de las editoriales y los escritores animaron a Baile del Sol y Mirmidón a transformar la feria en un encuentro dedicado en exclusiva a la literatura del continente. El SILA mantendrá en su programación la celebración del Encuentro de Editores, que este año abordará el impacto de Internet y las redes sociales en la promoción del libro y de los escritores y las implicaciones del Foro de la bibliodiversidad.”

Saludos informativos desde este lado del ordenador.