Archive for Agosto, 2009

Una interesante propuesta, una pregunta y tres recomendaciones

Martes, Agosto 25th, 2009

* El asunto suscitó un encendido pero muy interesante debate en este blog, y la idea que ahora expondré la brindó quien firma como Cautivo y desarmado en uno de los comentarios de Vade retro Satanás, ¡¡¡audiovisual canario con dominación de origen!!! En esta entrada, defiende una idea visionaria que respaldo con entusiasmo desde esta modesta atalaya: la de proponer al Gobierno de Canarias que mire hacia Internet “como nueva frontera”. Vivimos tiempos en los que pronto seremos capaces a través de esta herramienta de descargarnos obras que podremos ver en perfectas condiciones en el salón de nuestra casa. En unos tiempos donde la industrria del cine busca desesperadamente nuevas estrategias para meterse en el bolsillo a los espectadores como es la 3-D (y con la esperanzas depositadas en el posible éxito comercial de la nueva aventura cinematográfica de James Cameron en este formato, su ya hartamente publicitada Avatar); casi nadie cuestiona que a estas alturas y través de Internet el aficionado podrá tener acceso a trabajos audiovisuales que en otras condiciones no podrían competir con los que producen los Grandes. El tal Cautivo va, sin embargo, un poco más cerca, al instar a que el Gobierno de Canarias no pierda esta oportunidad de ir a la vanguardia con la creación de un servidor que distribuya electrónicamente y de pago las obras de los cineastas nacidos o no en estas islas. No dejo de darle vueltas a esta interesante y atractiva idea, propuesta además que formó parte el pasado fin de semana de un apasionado y espontáneo debate en una reunión (esta vez física) de amigos y amigas en la que también se habló del futuro del papel. De hecho, casi todos los asistentes admitimos que hoy por hoy ya no compramos periódicos en su formato tradicional sino que lo consultamos a través de… Internet. Lo mismo pasará con los libros, aunque eso será en un mañana que tampoco está tan lejos.

* Hablando de libros, ¿alguien sabe dónde se celebrará este año la VI Feria de la Edición de Canarias y el I Salón del Libro Africano? Si no recuerdo mal, el encuentro está previsto que se desarrolle en septiembre. Mes que ya está prácticamente a la vuelta de la esquina.

* No pierdan la oportunidad de visitar la Fundación Cristino de Vera en La Laguna. La vieja y entrañable ciudad de Aguere cuenta con un espacio de ARTE con todas sus letras en mayúsculas. Merece la pena visitarlo y caer rendido ante la turbadora y fascinante mirada de ese pintor gigantesco que es Cristino de Vera. Anunciamos, además, que está previsto que se inaugure en octubre en este mismo espacio una exposición temporal de Eduardo Chillida.

* Les recomiendo que visiten el blog que el cineasta Nacho Vigalondo tiene alojado en la edición digital (otra vez Internet) de El País. Una advertencia: es altamente adictivo.

* Una última recomendación para todos esos apasionados lectores (que los hay) de las novelitas baratas o de a duro que en los Estados Unidos se conocen como pulp. Pinchen este enlace y les garantizo un emocionado viaje a un mundo mágico y de vivísimos colores.

Saludos, en plan navegante por las redes, desde este lado del ordenador.

Esto va de antes y ahora (con mucha saudade)

Lunes, Agosto 24th, 2009

La verdad es que cada día voy menos al cine. Cuando hablo de cine me refiero a cine del de verdad, a la sala (hoy multisalas) tradicionales. La penosa oferta de la cartelera, y la más que probable tonta vejez que me acompaña, ha logrado lo que hasta hace unos años me parecía improbable: que dejara de ir con la continuidad de antaño al cine.

Que le vamos a hacer. Me he acostumbrado a la comodidad de mi casa, a escoger las películas que quiero disfrutar ese día y a verlas despatarrado en el sofá, uno de esos muebles a los que algún día habrá que rendir el homenaje que se merecen.

La última película que fui a ver al cine: Drag me to Hell, de Sam Raimi, un cineasta que hace un porrón de años conmovió mi espíritu con su irrepetible y desvergonzada Evil Dead. Ya me habían avisado que con Drag me to Hell el cineasta regresaba a sus orígenes, o a su estilo, una mezcla de humor y terror que deja desarmado a cualquier tipo de espectador, y que son elementos clave de su cine de autor, aunque esto de cine de autor nos haya hecho tanto daño en los últimos tiempos.

Debo de agradecerle de todas formas al señor Raimi la de carcajadas que solté con su última película hasta la fecha, una aparente e inquietante cinta de terror con algunos de los mejores momentos cómicos que he visto recientemente. Claro que el amigo con el que fui a la sala y yo estábamos avisados del casi siempre espíritu gamberro y transgresor de su realizador, pero no el resto del público que estaba con nosotros en la sala y a oscuras.

Hay una escena más o menos iniciado el largometraje –y que no me molestaré en contarles por si tienen la intención de ir a verla– que nos hizo ladrar una serie de carcajadas a las que, magia del cine, de ver un espectáculo de masas, logramos contaminar al resto de los espectadores, bien es cierto que al principio con ciertas reservas. Dejo para los sesudos especialistas que ahonden en las complejidades de este insólito creador cinematográfico, pero de vez en cuando merece que a uno le alegren la vida viendo una película de terror y risas. Filme, además, inspirado vagamente en esa obra maestra del género que es Night of the Demon, de Jacques Tourneur. Ya sabrán porque lo digo si tienen la suerte de verla en… el cine.

Será cosa de que ya no voy tanto por las multisalas que pueblan mi pequeña capital de provincias, pero muerto el Víctor no saben lo complicado que se me hace explicarle a mi sobrino que alguna vez existieron cines que eran eso: cines. Los enterados las llaman hoy de pantalla única, pero para mí continúa siendo el CINE, con todas sus letras.

Pese a que ponga sobre el tapete que cada día tengo más claro aquello de que ya no pertenezco a esta época (me imagino cinéfilamente como uno de esos cuatreros perdedores tipo Peckimpah, montado a caballo cuando ya están estropeando las praderas ese invento infernal que se llamó automóvil) noto como el comportamiento del público de nuestros días agitados también se ha vuelto… como podría decirlo para no herir susceptibilidades… más malcriado. No lo digo ya porque ir a una multisala implique pertrecharse a precios astronómicos de cartones de cotufas y refresco de cola, sino por las llamadas al móvil de los muy cabrones que no han tenido la decencia de apagarlo o silenciarlo nada más comenzar la película. Antes, cuando este que les escribe iba al cine, no existía ese aparatito diabólico, aunque es verdad que tuvimos una época en el que el imbécil de turno apuntaba a la pantalla con un marcador láser con la consiguiente bronca de casi toda la sala. “Te voy a meter el aparatito ese por donde te quepa…” recuerdo que gritó en cierta ocasión alguien del público, y que más de dos aplaudimos esa llamada al orden. La gente entonces era educada porque el imbécil apagó el rayito y continuamos viendo la película.

En otras ocasiones alguien gritaba una broma por algo que se decía o hacía en la pantalla, pero eran ocurrencias que generalmente arrancaban unas risas con la que se reconocía su espontáneo talento y servía, además, para relajar la tensión. Me acuerdo que viendo La rebelión en el planeta de los simios, cuando aparece uno de aquellos gorilas con mono naranja barriendo una cafetería, uno de los chistosos exclamó: “pero si se parece a mi jefe, qué haces ahí jefe”, con la natural carcajada de la pibadapibada que al entrar en el cine tenía su sitio: las butacas de la mitad, y si te tocaba la de pasillo mejor porque así podías estirar las piernas ya que las de atrás estaban “reservadas” a las parejitas para que se hicieran cosquillas y las de delante para los cinéfilos, a quienes detectabas con facilidad porque iban solos y llevaban gafas de culo de botella.

Hoy la gente ya no se comporta de esa manera. Parte de culpa la tienen las sesiones numeradas, también la manía que tienen algunos de creerse que están en el salón de su casa, por lo que nos les importa pasarse toda la película hablando con el compañero de al lado de lo que sea salvo el sexo de los ángeles, que debe ser algo muy profundo. No le importa a esta fauna joderle la sesión a quien tiene al lado. En una ocasión se me ocurrió rogarle (no pedirle) silencio a uno de estos cabestros y casi termino con las gafas rotas, como el personaje que interpreta Woody Allen en Toma el dinero y corre.

El otro día el cineasta Á. David Delgado San Ginés comentaba en un post de este mismo blog (y comentario que me dio la idea de este modesto desvarío) cómo había sido testigo de una pelea en una sala de cine. Lo que me hizo recordar, además de la experiencia anteriormente relatada, otras episódicas riñas vividas en las multisalas. No sé, la gente está demasiado cabreada e insensibilizada para asistir  (como antaño) al cine.

Mandar al silencio con un shhh seco puede resultar la mayor parte de las veces perjudicial para la salud. Claro está que en el mejor de los casos pueden mandarte a la mierda llamándote lo de pollaboba. Insulto, por otra parte, que tiene sonora gracia.

Pienso, además, que es más que probable que mi generación fuera y fuese de auténticos pollabobas porque casi todo nos cogió a medias. Siendo infantes sé nos murió el general y ya adolescentes vimos a nuestros hermanos mayores correr como alma que lleva el diablo de la policía que vestía de gris. En mi etapa alegre y juvenil, la mayor parte de mis amigos (pollabobas) sólo querían ser como Mario Conde y por suscripción popular erigirle un monumento a Carlos Solchaga mientras yo perdía el tiempo haciendo otras cosas. Así me fue. Claro que ahora que lo pienso el pollaboba quizá fuera yo. Elemental, querido Watson.

Pero hablaba de lo que sentía antes y ahora cuando voy al cine. Antes me quemaba las manos aplaudiendo a la gloriosa caballería al rescate de los colonos en un punto perdido del mapa de Nuevo México; abucheando sin rencor a los pieles rojas. Además, no nos cortábamos en ovacionar un filme que nos hubiera llegado al corazón. La última vez que aplaudí en compañía de otros fue en Brazil, de Terry Gilliam. Pero eso fue en Madrid, claro está. En provincias todavía andábamos (y creo yo que seguimos) por las ramas.

En fin, eso era todo. Más o menos. En todo caso, si cualquier tiempo pasado fue mejor es porque uno era más joven y, probablemente, pollaboba.

Saludos otra vez en plan abuelito Cebolleta desde este lado del ordenador.

Cosas mías (7)

Domingo, Agosto 23rd, 2009

* Debe ser cosa de la crisis, claro. Pero si hacemos un resumen de espacios teatrales en la capital tinerfeña mucho me temo que no sacamos nota para el aprobado. Y eso que hubo un tiempo que… A la espera de que se abra el teatro Guimerá, cerrado por necesarias obras de acondicionamiento, ¿alguien podría decirme qué pasó con la sala Pérez Minik? ¿Y con aquel viejo proyecto de reabrir el teatro Baudet para este y otros parecidos menesteres? ¿Y con el Víctor, cadáver que parece que nos sonríe todas las mañanas desde su esquina, frente a esa fuente a la que popularmente han bautizado como jacuzzi los rambleros de toda la vida? Sí, sabemos que todavía quedan espacios como el Círculo de Bellas Artes pero, excúsenme, lo mejor es que corramos un (es)tupido velo. Mientras tanto, el Teatro Victoria continúa con su actividad contra viento y marea, en plena calle de Méndez Núñez. Se me olvidaba, se trata de una elogiable y posiblemente heroica iniciativa privada.

* Las crisis ha hecho también mella en Fotonoviembre aunque afortunadamente estos tiempos de obligada escasez no ha machacado un encuentro del que se rumoreaba su muerte súbita. Eso sí, su presupuesto se ha visto sensiblemente recortado, aunque como opinan algunos profesionales del arte de la fotografía, igual ajustando dinero se explotan mejor las ideas.

* La rambla sigue siendo lo que era gracias al espíritu de sus vecinos, que continúan paseando por el paseo a la sombra de todos esos árboles que todavía no han sido talados por razones de obra. Uno, que ya tiene sus años, es de esos que se detiene todavía en sus kioscos, o se toma un refresco en sus terrazas, mientras piensa con sabor amargo cómo es que a ningún lumbreras municipal se le haya ocurrido revitalizar esta zona de la capital. No me refiero con anécdotas como la banda de jazz (que tenía su gracia) pese a que nos despertara todas las mañanas de los sábados, sino a otra cosa… otra cosa.

* Leo una entrevista que publica hoy el periódico El Día en su sección de Cultura y no puedo evitar otra de esas sonrisas amargas. Después de tantos años parece que todo ha cambiado para que no cambie nada. Tengo la sensación de haber leído ese artículo un millón de veces, sólo que con protagonistas distintos. Disculpo, no obstante, la presunta ingenuidad del entrevistado.

*  Interesante la entrevista que publica hoy el periódico La Opinión de Tenerife en su sección de Cultura con el director de TEA, Javier González Durana, aunque me hace pensar aquello de qué hace un chico como tú en un sitio como éste. No debe ser cómodo intentar sacar cosas y enriquecer un espacio como TEA teniendo a los que tiene por encima de su ilustrada cabeza.

Saludos domingueros desde este lado del ordenador.

Mirando hacia atrás sin ira

Sábado, Agosto 22nd, 2009

Me desperté hace unos meses de un mal sueño, de esos agitados y que no te dejan ser tú mismo. Un mal sueño de los que te hacen revolver las sábanas y sentirte culpable por algo que no has hecho. De los que te obligan a abrir los ojos de improviso, en medio de la noche caldeada para descubrir frustrado que estás durmiendo sin dormir…

En fin, a lo que les contaba: desperté hace unos meses de una extraña pesadilla, de uno de esos –no sé yo si involuntarios– descensos a los infiernos de la normalidad para darme cuenta que sólo se puede salir de ellos por la puerta grande. La sensación de culpa se ha transformado así en ceniza, y en estos casos en tu corazón ya no hay cabida para el veneno de los torpes (a)normales aunque toque madera con la esperanza de que ese estadio de excéntrica felicidad que me envuelve dure un tiempo largo, el suficiente para volver a construirme como persona.

Recuperas viejos escenarios de tu infancia y de tu adolescencia, discos que sólo habías escuchado una sola vez y una montaña de libros que te espera con religiosa paciencia en la mesita de noche infundiéndote una cómoda tranquilidad. Alimento espiritual que dice un idiota. Novelas y novelitas, ensayos y ensayitos…

También ves cine. Mucho cine. Como escribí hace unos meses, en pleno periodo de recuperación mis ojos y mis ideas se mostraron agradecidos con un género –el western– fabricado por hombres libres. O al menos de los que mascan libertad porque la mayoría de sus historias son el relato de hombres y mujeres que sólo caminan dando pasos hacia adelante. Ahora, en estos días de baño a lo burbuja como en la legendaria El guateque, me ha dado sin embargo por el cine de aventuras de antes. Esas películas que me devoraron parte del alma siendo niño y que hacía tiempo no veía porque estaba sumergido en las tediosas aguas de la normalidad. Reveo Cuando ruge la marabunta (Byron Haskin, 1954); La senda de los elefantes (William Dieterle, 1954) y esa obra maestra del desarraigo que es El salario del miedo (¡qué título para estos tiempos de recesión!) de HG Clouzot. Una vez más redescubro a Eleanor Parker y a Elizabeth Taylor y me pregunto si realmente hubieron mujeres así. Las comparaciones son odiosas, lo sé, pero es que hoy me parecen espejismos. Y ellas demasiado hermosas e interesantes. Luego he llegado a la conclusión de que en este aspecto sí que hemos dado un gran paso. Pero hacia atrás.

Cae en mi reproductor de dvd El estrangulador de Rillington Palace, El cisne negro, El halcón y la flecha, El temible burlón, Scaramouche, Operación Cicerone, Los crímenes del museo de cera –en una edición con las dos versiones, la de Michael Curtiz y André de Toth–; Hondo, otra del oeste; el bellísimo musical La leyenda de la ciudad sin nombre con el inolvidable Lee Marvin cantando Wandering Star (canción  que por derecho propio se ha convertido en mi himno personal en estos tiempos de forzada pero también gozosa reflexión)… y dos obras maestras de Raoul Walsh: Los violentos años 20 y El último refugio, películas estas que me marcaron en mi infancia y que, diablos, vueltas a ver siguen marcando mi cada día más improbable madurez.

Personalmente no he descubierto ningún título nuevo en esta lista de grandes títulos porque todas la vi en la televisión de aquel entonces (la de un solo canal y en blanco y negro) que pese a todo lo que le faltaba sí que exhibía cine del de verdad. Recuerdo todavía al crítico Alfonso Sánchez presentando las películas en aquella pequeña pantalla tartamudeando. Y cómo en casa lo imitábamos: “esta pepelícucula de John Ford”. O cuando aparecían los títulos de crédito y en mi familia coincidíamos en que sería buena porque salía Gregory Peck o Robert Mitchum, coreando sus nombres como si se trataran de futbolistas que saltaran al terreno de juego.

El cineasta Joseph Vilageliú me avisa en uno de los comentarios recientes en este mismo blog que el verano es territorio abonado para la nostalgia. No lo sé, pero por Dios que mis ya continuados y para nada enfermizos vistazos hacia atrás sin ira me están descubriendo a un personaje, este mismo que le escribe, que hasta hace unos meses se estaba convirtiendo peligrosamente en un imbécil.

Eso era casi todo.

Saludos idiotamente cinéfilos y cinéfagos desde este lado del ordenador.

Confesiones de un lector (idiota, probablemente)

Viernes, Agosto 21st, 2009

Tuve una época en la que me molestaba un montón que en los libros que adquiría se publicara la fotografía de su autor. La razón es sencilla, si me había puesto a imaginar cómo sería el novelista en cuestión lo recreaba como una suerte de lo que me contaba a través de sus historias. Recuerdo que el primer gran chasco que me llevé al ver a uno de mis autores favoritos reproducido en uno de esos volúmenes fue Ray Bradbury porque nunca me hubiera imaginado al creador de Las crónicas marcianas, El hombre ilustrado o Fahrenheit 451 como era de verdad: un tipo demasiado normal y corriente, con sus gafas y esa bondadosa sonrisa. Los chascos se fueron sucediendo cuando les entró a los editores la manía de poner en la contraportada la imagen del escritor, generalmente un hombre y una mujer con pose interesante en cuyos rostros no encontraba ninguna de las claves que me hicieran entender cómo habían sido capaces de construir aquellas fantásticas historias. Entre los pocos que me sorprendieron gratamente: Joseph Conrad, Edgar Allan Poe, Charles Dickens y Ramón J. Sender, el fabuloso escritor aragonés. Pero pocos más, la verdad.

Luego, por esos azares que te da la vida, he tenido la ocasión de conocer a escritores a los que más o menos les he seguido su carrera literaria mandando a paseo aquel prejuicio adolescente, aunque debo de confesar que cuando se niegan a que aparezca su fotografía en sus libros, me lo hacen más atractivos a la hora de abordarlos. Me pasó con Bruno Traven, J. D. Salinger o Thomas Pynchon. En el otro lado de la balanza pondría a Stephen King, un narrador potentísimo pero demasiado pegado a sí mismo; y algún otro de cuyo nombre no puedo acordarme ahora.

En esta mi manía que fue la de frustrarme por ver sus fotos, hay otras como la de prestar un libro (en la tienda de Sonora había un cartelito donde se nos advertía: Libro prestado, libro robado), porque he tenido la desgracia de que me los devuelvan (cuando me los devuelven) bastante estropeados. El peor caso que recuerdo fue el de pasarle una novelita a un conocido y que tiempo después (ya casi me había olvidado de que se la había prestado) la recuperara con casi todas las páginas sueltas y varias manchas de café con leche. Obviamente, le regalé el libro mutilado al cabestro procurando que entendiera por la mirada que le lancé que nunca jamás le iba a prestar otro.

Hay pocas cosas que me hagan salir de mis casillas, una de ellas es observar como un desalmado dobla un libro o es capaz de cogerlo con las manos hechas mierda. En esos momentos estoy a un paso de convertirme en el estrangulador de Boston, independientemente de cual sea el libro. Lo mismo me pasaba con las novelitas baratas del oeste, terror, policíacas o de ciencia ficción, cuyo diseño de cubiertas estaba preparado para soportar las zarpas de cualquier energúmeno. Prejuicioso que soy, ya lo dije.

Como lector (compulsivo) prefiero las ediciones de bolsillo a las de tapa dura, y soy de los que se va a cualquier parte con el librito a cuesta. Cualquier momento es bueno para hacerme menos dura las esperas: en la cola del banco, en la cola del paro, en la cola del médico, en el cine antes de que empiece la película…

En una ocasión estaba en el banco y alguien de la cola al verme tan abstraído en la lectura exclamó: “si lo sé, la próxima vez traigo un libro”, lo que para mi fue como meter un gol por toda la escuadra. ¿Por qué? Porque aquel señor la próxima vez iría al banco con su librito a cuesta. Todo sea para abstraernos de las antipáticas piedras que se ponen en nuestro camino. Además, en ocasiones tengo la sensación de que no hay acto más enojoso para otros que el ver a uno a su bola y con los ojos clavados en un libro. No sé, es como asistir desde fuera a un diálogo mudo y telepático en el que no estás invitado. Por eso me encanta ver a personas leyendo, es como contemplar a alguien que duerme: invulnerable en su propio universo.

A veces me pasa, cuando leo una novela de humor, que suelto la risa en la soledad de mi casa y me quedo un rato perplejo e inquieto. No me pasa lo mismo cuando disfruto de una comedia cinematográfica porque la ves y la escuchas (y si es una filme silente por lo menos tiene música de acompañamiento) y tu carcajada forma parte de lo que estas observando. Pero reírte leyendo… es como si con tu risa rompieras las cadenas de tu soledad. El eco se queda un momento flotando en el aire, casi lo puedes coger entre los dedos hasta que se desvanece.

¿Y si pasas miedo? A mi me pasó leyendo el Drácula de Bran Stoker. Recuerdo que tuve que cerrar la puñetera novela porque lo estaba pasando realmente mal, aunque a la vez sentía la tentación de volver a leerlo para continuar pasándolo mal. No sé si Drácula es la mejor novela de todos los tiempos como dicen que dijo Oscar Wilde, pero si la han leído es probable que piensen que casi es una de las mejores novelas de todos los tiempos.

Soy también de los que de tanto en tanto afilan el lápiz y subrayan una frase, un comentario que le sacudió en el libro o los libros que está leyendo. Tiemblo, de todas maneras, cuando cojo algún ejemplar usado en rastros y tiendas de viejo y me tropiezo con subrayados a bolígrafo o con rotulador fosforescente. De alguna manera han matado a ese ejemplar. Entiendan ustedes que entiendo que es un acto vandálico. De hecho, sólo recuerdo haber hecho eso con determinados libros de texto, pero era una manera inconsciente de “liquidarlo”, de demostrarle el poco aprecio que le tenía a ese galimatías que por cojones tenía que aprenderme.

La verdad es que inicié este post con otra idea, la de recomendarles a uno de esos escritores a los que sí he tenido la suerte de conocer y de los que me han dejado clavado en el sillón estas últimas semanas, donde he ido adquiriendo como buenamente he podido sus novelas. Ya les hablaré de él, Alonso Cuento, con quien mantuve largas y provechosas charlas sobre libros en Gijón. Y en concreto de un escritor, Herman Melville, cuya Bartleby, el escribiente, me parece (para disgustos de los imbéciles) una de las mejores novelas de humor de todos los tiempos. Quizá sea por lo visionaria que resulta, o su retrato trágico de ese personaje que sólo sabe decir: preferiría no hacerlo.

En fin.

Saludos a lo ser o no ser desde este lado del ordenador.

Cosas mías (6)

Jueves, Agosto 20th, 2009

* ¿Puede alguien explicármelo? Tenía la peregrina idea de que el programa Septenio nació (creció y se multiplicó) para promocionar por esos mundos de Dios las ciencias y las artes canarias, por eso, torpe que debe ser uno, no termino por entender porqué está estampado el sellito de Septenio (con todo lo que implica el puñetero sellito) en el cartel de Canarias At The Hotel, una curiosa iniciativa festivalera (presentose también en Madrid y Londres) cuyas cabezas de cartel son tres grupos ¡peninsulares! y no de estas ¿suyas?/¿nuestras? colonias…

* Vivo en una ciudad de costa que no mira al mar. No es nada nuevo lo que escribo, claro está, pero es que últimamente paseo mucho por el Auditorio y lo que antaño hijos míos se llamó Parque Marítimo es para que se te caiga la cara de vergüenza. El dichoso Parque se parece cada día más a un escenario de Mad Max. El otro día –me cuenta un amigo que tiene la manía de doblar los libros por lo que casi lo estrangulo– una pareja de turistas alemanes le preguntó en un castellano peor que el nuestro “¿porrr qué no estarrr el Parrrque abierrrto?”. Mi amigo sólo pudo contestarle encogiéndose de hombros.

Más allá del Parque Marítimo está el famoso Palmetum, paseo que si no me equivoco nunca ha abierto sus puertas. Me pregunto si no será un caprichoso mensaje subliminal del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife para recordarnos que esa zona espectacularmente renovada fue antaño el basurero de nuestra ciudad.

* Les animo a que exploren la página Hiroku y los defensores de Gaia, serie de dibujos animados con estilo anime en la que en estos momentos trabaja el realizador canario Manuel González Mauricio. Advertimos, no obstante, que la página, pese a lo bien hechita que está, no suministra demasiada información sobre cómo evoluciona este trabajo, uno de los platos fuertes del Gobierno de Canarias en cuanto a materia audiovisual reciente se referire. A todas estas, ¿alguien podría decirme que pasó y cómo se vendió la serie también animada  Tinguaro, los lagartos del sol?

* La Mancha literaria ha publicado un interesante reflexión del escritor Ernesto Suárez titulada Nosotros escribimos en los futuros últimos tiempos. Échenle un vistazo y luego me cuentan.

* Elvimaníacos del mundo ¡¡¡uníos!!! El próximo 29 de agosto a partir de las 21 horas, en el antiguo bar Central en Paseo del Pintor Juan Fernandez en el Paso, isla de La Palma, se celebra un homenaje al chico que mejor supo mover la pelvis. Además de presentarse el libro Rockers… Desterrados de La Movida de Lauren Jordan; el  documental His Panic Stomp …¿Donde está el Rock’n'Roll? en su versión corta a cargo de su autor Juanjo Ocio, y una exposición fotográfica La Palma Rockin’ Style a cargo de Araceli y Pedro Riverol, habrá actuaciones de Charlie Hightone desde Madrid, Uncle Charlie desde Valladolid, Little Big Rebel desde Tenerife y Kelly Cat desde La Palma actuando como banda base Red Black Cat Santos a la ritmica, Javi Maontero a la bateria y Manolo Lee Villalba al contrabajo, tambien habran participaciones de Ralf & Martina Tequila  y Jesee de Tihuya Cats entre otros.

¡¡¡Y todo esto sin contar con el patrocinio de los ¿iluminados? del Septenio!!!

Pero no se vayan todavía que aún hay más: durante la tarde habra exposición de coches clásicos y antiguos en la avenida de Canarias (antigua Jose Antonio) a cargo del Club de Coches Antiguos de El Paso, y un chiringuito abierto por si alguno quiere tomarse unas cañitas.

Esto… ¡qué quieren que les diga!… sí que me huele a genuino rock and roll.

Saludos al modo de eso es todooooo amigoooos desde este lado del ordenador.