Archive for Noviembre, 2009

Incendiando La Canela

Domingo, Noviembre 15th, 2009

Di con mis huesos en La Orotava el sábado pasado. El motivo no era asistir (los dioses me libren) a la grabación del programa En clave de Ja en la Sala Teobaldo Power porque, afortunadamente, todavía no han podido practicarme esa lobotomía que me consta que algunos desean, sino para disfrutar en directo de la música de Salitre, Toyos Band y Anytime Baby, tres grupos canarios que actuaron en el pub la Canela en la tercera edición del concierto solidario Sol y Luna en apoyo al pueblo saharaui.

Pese a la competencia con los humoristas del espacio que emite la televisión autonómica, el concierto de los 40 Principales en Santa Cruz de Tenerife y el Womad en Las Palmas de Gran Canaria, el recoleto y acogedor pub orotavense se llenó de gente ansiosa y con muy buen rollo para pasar un rato escuchando buena música en directo y cien por cien de aquí.

Los primeros en abrir fuego fueron Salitre, un conjunto compacto. Saben atrapar al personal y movieron más de una cadera entre los asistentes. El cantante es un showman, uno de esos tipos empeñados en que el público coree estribillos, dé palmas y cosas de esas. Supieron calentar al personal.

Toyos Band tuvieron el honor de ocupar el segundo puesto interpretando un rock radicalmente distinto al de Salitre. Muy acústico y con influencias country. Su repertorio fue la de interpretar versiones potentes de clásicos como Knockin’on  Heaven´s Doors, Light my Fire o Honky Tonk Women que hicieron saltar a los espectadores. El cantante, Jorge García, una especie de Johnny Cash de estas tierras, es de esos que como el legendario cantante de Arkansas, sabe crecerse en el escenario. Tanta es la pasión que le pone, que el público le pidió otra y otra canción. Canciones que ejecutó al final en solitario con su guitarra y armónica.

Anytime Baby cerró la jornada con un estilo también radicalmente distintito al de los dos grupos anteriores. Banda formada por un conjunto de instrumentistas virtuosos, con un guitarra, bajo y batería espectaculares, a medida que iban desarrollando su concierto no dejaron indiferente a nadie. Incluso a los que, confieso, nos encontramos en las antípodas del rock que practican con tanta solvencia.

Cuando salí de la fiesta, que vino a finalizar sobre la 1 de la mañana, tenía los oídos taponados por el ruido. Pero sin importarme. La noche me parecía relativamente larga, como cuando salía a comerme las madrugadas siendo mucho más joven.

Ahora, mientras escribo estas líneas, escucho de fondo a Johnny Cash como homenaje a esos tres grupos que al paso que van estarán por encima del bien y del mal. Les gusta tocar, disfrutan en directo y no empobrecen su entusiasmo musical con tonterías de famosos. Esas mismas tonterías que han enterrado a otros bandas canarias de rock que no supieron separar aquello de pasarlo bien y ser profesionales del traicionero protagonismo en la escena rockera regional.

Así que visto lo visto, larga vida al rock and roll. Con todas sus tendencias.

Saludos, ronroneando, desde este lado del ordenador.

Apocalipsis ahora

Sábado, Noviembre 14th, 2009

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El origen. Piensa: “A mi gustan las películas de catástrofes como entretenimiento en el que ahogar mi borrachera nihilista”. Responde: “Siendo testigo directo de una catástrofe real y televisada como fue el atentado contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, y victima involuntaria de los tiempos que corren, digamos que estoy preparado para soportar cinematográficamente hablando las desdichas que sacuden al mundo según la imaginación de los guionistas”.

Obvio. El cine de catástrofe es casi un subgénero del cine. Un mundo en sí mismo, con sus reglas y claves inamovibles pese al paso de los años.

Flash Back. Los espectadores que nos acostumbramos a ver cine en verdaderos cine en los años 70 crecimos con bastantes de estas películas que ya forman parte de nuestro imaginario colectivo. Vistas la mayoría, era como si viéramos la misma historia sólo que con una catástrofe diferente. La moda la inició Aeropuerto (más secuelas posteriores, parodias incluidas tipo Aterriza como puedeas) continuó con la todavía pétrea La aventura del Poseidón, El coloso en llamas, Meteoro y Avalancha, entre otras.

Una reflexión. Cada una de estas cintas reunía a un puñado de grandes estrellas en horas bajas y contaban cómo un personaje “normal y corriente” se transformaba en líder de aquel grupo de artítricos para sacarlos sanos y salvos de la tragedia en la que se veían envueltos. Estas historias de catástrofes, naturales o provocadas por el hombre, siempre contaban con un niño porque se trataba de vehículos consumistas de tamaño familiar, pero lo que particularmente me interesaba de todas ellas (y supongo que a la mayoría de los espectadores meridianamente leales) era observar como las llamas devoraban un titánico rascacielos, una ola gigante daba la vuelta a un súper crucero de placer o un trozo de roca venido del espacio aniquilaba una gran ciudad del planeta. Estados Unidos.

La amenaza nuclear. Cuando el subgénero catastrófico entra en decadencia entrado ya los 80 del pasado siglo, la amenaza del fin del mundo en el cine escora su pérfida mirada hacia la guerra nuclear, produciéndose una serie de películas inquietantemente realistas pero siempre sujetas al esquema clásico del subgénero catastrófico: muchos personajes. Véase: El día después o la desasosegante cinta de dibujos animados Cuando el viento sopla.

Malos tiempos para la catástrofe. Caído el Muro de Berlín y triturada la Unión Soviética, los filmes de catástrofes se repliegan a sus cuarteles de invierno a la espera de que el fantasma del miedo colectivo vuelva a inocularse en las audiencias. El avispado y mediocre director alemán Roland Emmerich tiene entonces la astucia de tocar los cielos con su guerrillera El día de la indenpendencia, o una más sobre el fin del mundo por obra y gracia de una invasión extraterrestre que deja la superficie del planeta como la santa tierra rusa durante la ocupación nazi en la II Guerra Mundial. Prosigue explotando el filón con su más tarde catastrofista El día de mañana y ahora con 2012, una mala, mala, mala pero que requetemala película sobre el fin de mundo con ecos al clásico Cuando los mundos chocan.

Culpable soy. La veo ayer, viernes. Fui con la tonta esperanza de asistir al estreno de la  cinta de catástrofe definitiva. Esa que iba a ser la madre de todas las películas de catástrofes…  Vi teaser y traillers donde se me prometía la aniquilación de Los Ángeles, Roma, Río de Janeiro mostrando la demolición de sus monumentos más representativos por arte de los efectos especiales generados por ordenador. Y visto lo visto, cómo se destruye la Casa Blanca, como se desintegra El Vaticano, mi mente queda en blanco.

¿La historia? 2012 sigue a su protagonista principal, un padre separado que intenta recuperar a su familia con alarmantes dosis de idiotez que, probablemente alguno defienda por su presunto espíritu pulp. Tonterías. 2012, a juicio de un aficionado a esa montaña loca de se acabó lo que se daba, no respira nada de eso. Además es aburrida y  larguísima. Más de dos horas de condena soportando como ese papá va creciendo antes los ojos de sus hijos y de su ex mujer mientras el mundo se desmorona.

Respira, que todavía puedes. Salgo del cine con esa extraña sensación, que tengo últimamente cuando salgo del cine, de que me han tomado el poco pelo que me queda. Me siento estafado, y más cuando sé que no tengo derecho a que me devuelvan el dinero de la entrada.

Idiota. Me pregunto por qué me gasté los cuartos en esta insensatez. Sobre todo porque si enciendo el televisor me asaltan imágenes catastróficas muy reales. Y en riguroso directo.

Conclusión. El fin de mundo ya está aquí. Apocalipsis ahora.

Saludos desde este lado del ordenador.

El encuentro de un pecador justificado con El rey de la máscara de oro

Viernes, Noviembre 13th, 2009

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Sucedió tal día como hoy aunque mucho tiempo atrás. Atrás, atrás en el tiempo.

Un grupo de estudiantes de 7º de la EGB a primeras horas de la mañana mientras espera bostezando la llegada de la profesora. Algunos nos despertamos cuando ésta irrumpe en el aula como un relámpago, muy contrariada.

Nos pregunta secamente si sabemos que día es hoy.

Nadie le responde y nos encogemos de hombros. “Un día normal ¿no?”

La profesora se pone colorada, roja de indignación y exclama “¡¡¡hoy es el día de la Fuga!!! Y nos explica a trompicones que en sus tiempos lo habitual era que el alumnado no asistiera a clase.

Fuga.

La palabra se queda detenida en el aire antes de desvanecerse. Entonces uno levanta la mano y pregunta: ¿hoy no hay clase? Y la profesora, sentándose en la mesa viene a contarnos que sí que habrá clase, que nos hemos jodido por imbéciles.

Murmullo de descontento. Sacamos los cuadernos y libros de texto, todos aquellos libros de texto que probablemente terminaron hechos cenizas en una hoguera de San Juan.

Empieza la tediosa lección. La profesora, encanallada, nos avisa por sorpresa que además nos vayamos preparando porque dentro de diez minutos (consulta su reloj de pulsera echando chispas por los ojos) nos examinará por su santa cara.

Tragamos saliva. Hasta el empollón de la clase traga saliva.

“Les doy diez minutos para que se vean los libros.- nos advierte la profesora (habrán observado que no escribo maestra) y sale de la clase.

Pienso ahora con el paso de los años que aquella salida fue intencionada, porque una vez a solas, los compañeros y compañeras nos miramos a los ojos y nos dijimos telepáticamente “esta es la nuestra”. De un salto nos ponemos de pie, se abre la ventana que da a la calle y comenzamos a brincar soltando carcajadas y con el corazón en la boca. Justo cuando toco la acera oigo el grito de la profesora: “¿Dónde van ustedes?”

Pero ya estamos corriendo y llegamos a  la Plaza de los Patos (aquella del cisne sin cabeza) como alma que lleva el diablo.

Un grupo termina en el parque García Sanabria, vestiditos con nuestros uniformes, y nos miramos las caras muy excitados en el paseo de bambú porqué ninguno sabe qué hacer con aquel tiempo libre.

Ir a casa no es buena opción. Y regresar al colegio, una traición a esa espontánea evasión. Los que tienen dinero compran golosinas. Así que comiendo regaliz dejamos pasar las horas, francamente muy aburridos. Al final nos disgregarnos. Un amigo y quien les escribe se dan una vuelta por Santa Cruz. Ambos dos con sensación de delincuentes, observando de reojo a los adultos como si se trataran de agentes de la policía y esperando que cualquier transeúnte nos pregunte algo así como ¿qué coño están haciendo en la calle? ¿Es que no tienen colegio? Pero nadie nos censura, así que poco a poco vamos ganando confianza.

Al final terminamos por entrar en la Librería Rexachs, para mirar libros sometidos a la férrea vigilancia de sus empleados. Mis ojos tropiezan entonces con un ejemplar titulado El rey de la máscara de oro, de un tal Marcel Schwob, editado por la mítica, legendaria Ediciones Alfaguara & Nostromo. No sale caro, en aquellos tiempos los libros no salían tan caros como hoy, pero no tengo dinero. Mi amigo, que sí tiene, se compra los cuentos completos de Poe de Alianza con prólogo y traducción de Julio Cortázar. Al verme la cara desencajada, me alivia la amargura prestándome algo, y compro en un acceso El rey de la máscara de oro, de Schwob.

Fundido encadenado.

Me encuentro en casa leyendo ese fascinante libro de relatos cortos. Me encanta tanto que demoro su lectura. Pero llega el momento inevitable en que tienes que terminarlo. Una vez colocado en mi todavía pobre biblioteca, el gusano por hacerme con otros libros del escritor francés me ataca por dentro y por fuera. ¿Pero dónde? En la contraportada de El rey de la máscara de oro se anuncia que han publicado otro de Schwob, El libro de Monelle, y que es autor de, entre otros textos, La cruzada de los niños, Corazón doble y Vidas imaginarias, quizá su obra más reconocida y título fundamental en la biblioteca de ese gran lector y escritor que fue Jorge Louis Borges.

Pasa el tiempo. Y no me hago con más Schwob aunque sí con otros volúmenes de aquella inolvidable editorial como Los cuentos de boxeadores, doctores, de terror y misterio, de Conan Doyle; La profecía de Closted y la fascinante y equívoca historias de vampiros Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu; Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado, de James Hogg o El trueno dorado, de Valle Inclán, entre otros muchos.

Afortunadamente y con el transcurrir de los años, llegaron a mis manos otros títulos de Schwob. El primero, como una tabla de salvación a las playas de mi descontento, fue Vidas imaginarias cuya lectura (apenas un centenar de páginas) supuso un disparo de luz para este que les escribe. Vidas imaginarias son las biografías breves de personajes que existieron realmente pero de los que apenas se tiene noticia. Desfilan así las vidas supuestas de Empedocles, Eróstrato, Crates, Séptima, Clodia, Petronio y Sufrah, por citar los siete primeros.

Leído todavía hoy, continúa siendo un ejercicio apabullante y sorprendente teñido de fascinación. Estos textos están repletos de imaginación y una penetración psicológica que no necesita de 20 páginas para darte una idea del personaje descrito.

Más tarde devoré en casi nada (45 páginas) su maravillosa y estremecedora La cruzada de los niños, relato que narra la historia del grupo de niños que siguiendo las prédicas de un joven pastor marchan a Tierra Santa con la misión de reconquistar el sepulcro de Cristo. La historia está narrada a través de las voces de varios personajes, un goliardo, un leproso, el Papa Inocencio III, tres pequeños y un musulmán, entre otros. Lo lees como agua en el desierto. Y lo vuelves a releer otra vez porque te oxigena las ideas mientras paladeas un relato tan vibrante como gigantesco.

Más tarde mastiqué con la cabeza los cuentos de su Corazón doble y por último su magnífico El libro de Monelle, historias cortas sobresalientes y cargadas de simbolismo…

Así que aquí estoy ahora, rememorando aquel feliz Día de Fuga que luego degeneraría en pérdidas de memorias por obra y gracia de ese brebaje del diablo que era el vino con vino. Ninguna de aquellas experiencias permanece sin embargo fresca en mi memoria. Hay retazos de risas pero también de silencios y sombras. No, de ninguna manera que otros días de la Fuga fueron mejores que aquel primer encuentro ¿casual? con el señor Schwob. De hecho, cuando escucho o leo sobre este día, el de la Fuga, siempre recuerdo mi improvisada iniciación a su universo. Un mosaico fantástico, sutil y salvaje. Cruel en unos años, como son los de la rabiosa adolescencia, donde algunos tuvimos la suerte de saborear por primera vez el delicado veneno de la Fuga quiero pensar que en todo su esplendor.

Es probable que por eso, y a partir de ese mismo día, mi existencia haya estado marcada por esa idea. La de huir hacia delante mirando con insólita y amarga nostalgia lo que dejo  atrás.

“Está escrito que el Profeta, antes de su misión, cayó profundamente adormecido al suelo. Dos hombres blancos descendieron a su derecha e izquierda de su cuerpo permaneciendo allí. Y el hombre blanco de la izquierda le hendió el pecho con un cuchillo de oro, y, sacó el corazón, del que exprimió la sangre negra. Y el hombre blanco de la derecha le hendió el vientre con un cuchillo de oro, y sacó las vísceras que purificó. Y colocaron las entrañas en su sitio, y desde entonces fue puro el Profeta para anunciar la Fe” (Relato de Kalandar. La cruzada de los niños).

(*) La imagen que acompaña este comentario es original de Gustave Dore.

Saludos, al borde de los límites de la realidad, desde este lado del ordenador.

¡Mucha mierda!

Jueves, Noviembre 12th, 2009

* Comencemos con un grito: ¡Mucha mierda, Patrick! El Teatro Capitol de Tacoronte acoge desde mañana, viernes y hasta el domingo, 15 de noviembre, el estreno Mathausen (1), de Patrick Bencomo, obra por la que obtuvo el premio de Artes Escénicas Enrique Guimerá del Cabildo de Tenerife dotado con 30.000 euros.

El galardón, que obligaba a su autor a entregar en el  plazo de seis meses el texto teatral escrito y el Plan de Producción para su puesta en escena, “y una vez cubierta esta fase tres meses más para su estreno”, llega al público mucho tiempo después por causas ajenas a su autor.

La convocatoria del premio Enrique Guimerá, una iniciativa del Área de Cultura, Patrimonio Histórico y Museos del Cabildo de Tenerife, formó parte de los Premios a la Creación 2007, y contemplaban también los apartados de Literatura, Alfonso García Ramos; Artes Plásticas, Eva Fernández y el Premio de Crítica Cultural, Domingo Pérez Minik, distinciones que recayeron respectivamente en Víctor Álamo de la Rosa por su proyecto La cueva de los leprosos; David Olivera por su trabajo El pueblo olvidado y el periodista y escritor Sabas Martín por Fetasa en el espejo: en el espejo de Fetasa, texto crítico publicada en el volumen colectivo Fetasiano, editada por CajaCanarias en la colección Aislados en 2006.

(1) El campo de concentración se llamó en realidad Mauthausen, la grafía Mathausen obedece a como lo conocían los presos españoles durante su largo cautiverio.

* No había que ser muy inteligente para intuir que con el nuevo equipo que gobierna el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz el resucitado Festival Internacional de Cine Ecológico y de la Naturaleza del Puerto de la Cruz tenía los días contados. Todo hace sospechar que asistiremos en 2010 al entierro del renacido certamen.

* Una buena noticia es que al menos el Festival Internacional de Cine Documental, MiradasDoc sí que parece que goza de relativa buena salud. Así que es probable (en este universo de probabilidades) que el año próximo se celebre su quinta edición.

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* Tenerife Espacio de las Artes (TEA) proyecta desde mañana y hasta el domingo, en horario de 19 a 21.30 horas, el documental Let’s get lost, de Bruce Weber. El filme narra la vida del excelente trompetista de jazz Chet Baker, un músico que además cantaba. ¡Y como cantaba! A mi me deprime. Pero no por malo sino porque su voz nace desde dentro, desde ese lugar oscuro del alma donde almacenamos todas nuestras desesperaciones.

* Por si les interesa, se acaba de editar la versión en dvd de Dillinger dirigida por John Milius. El legendario gángster está protagonizado por el también legendario Warren Oates. El agente del FBI que le dio caza, Melvin Purvis, tiene el rostro de otro legendario actor, Ben Johnson. Lo diré aunque no haga falta, si la comparan con la versión postmoderna de Michael Mann, Enemigos íntimos, no hay lo que se dice color.
Les dejo con una frase que le escuché al gran Milius, ese cineasta ultra conservador y orgullso miembro de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), en el disco con contenidos adicionales de 1941, la estrafalaria comedia que dirigió Steven Spielberg a finales de los 70: “Los dioses humillan a quienes quieren honrar”.

Por lo que sinceramente y ante la que nos está cayendo, repartamos mucha mierda entre todos nosotros. Igual los dioses nos escuchan.

Saludos, escuchando de fondo My funny Valentine por Baker, desde este lado del ordenador.

Pásalo porque nadie te obliga a quedarte en casa

Miércoles, Noviembre 11th, 2009

* Este jueves, o mañana, que si Dios quiere será 12 de noviembre en nuestro calendario, se celebra a las 20.30 horas en el recuperado establecimiento La Gramola y dentro de su programa de actividades culturales, el ciclo Los Jueves de Poesía, que inicia nueva etapa recordando la obra poética del escritor canario recientemente fallecido Rafael Arozarena. En una nota se nos informa que tras el éxito de su novela Mararía, la obra poéticas del autor quedó eclipsada, por lo que los organizadores de este encuentro pretenden darla a conocer al público no iniciado.

El programa previsto es el siguiente:
Juan José Delgado, escritor y doctor en Filología Hispánica, disertará sobre La obra fetasiana de Rafael Arozarena.
- Cecilia Domínguez Luis, escritora y licenciada en Filología Hispánica, profundizará en la obra poética con su texto titulado Un viaje en el ónmibus pintado con cerezas.
- Nicolás Rodríguez Kolia, artista, intervendrá con un relato sobre sus vivencias personales con Arozarena con el título Anecdotario de piel a piel.
- Al finalizar estas tres intervenciones, el grupo Poemus, -compuesto en esta ocasión por el poeta Fernando Senante, la actriz Ana Plasencia y el músico Rubén Díaz- ofrecerá un recital poético musical de una selección poesía de Arozarena realizada por Fernando Senante.

* La banda de jazz más estable y activa de la escena portuguesa, Bernardo Sassetti Trío, actúa también mañana jueves pero en el Espacio Cultural CajaCanarias, como parte de los actos del Otoño Cultural. La actuación dará comienzo a las 20:30 horas y las entradas se pueden adquirir en la página web de la entidad o en el propio recinto una hora antes del concierto, al precio de 5 euros, que irán destinados a proyectos sociales.

Después de diez años tocando juntos, Bernardo Sassetti, al piano; Carlos Barretto, con el contrabajo, y Alexandre Frazâo, a la batería, han forjado la identidad remarcada y diferente que posee este grupo en la actualidad. En su discografía cuentan con Unreal: sidewalk cartoon.

* El Ateneo de La Laguna acoge (off course) este jueves, a las 20:00 horas, la presentación del libro Desde la orilla, de Julián Ayala Armas, que acaba de ver la luz en la colección La quinta columna de Ediciones Idea. La obra recoge un conjunto de textos que fueron publicados entre 1993 y 2008 en revistas como Disenso, Tierra Canaria y Anarda, y en medios de comunicación alternativos, como Canariasdigital, Pixelatría y Pásalo. El acto contará con la presencia del director de la editorial canaria, Enrique Jiménez Fuentes, el decano de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna, Humberto Hernández, quien introducirá a esta obra, así como el ingeniero agrónomo y actor Juan Ramón Medina, quien leerá cuatro artículos del libro. El libro incluye un prólogo del periodista y escritor José Manuel Castellano Gil.

Saludos, animándoles al pásalo, desde este lado del ordenador.

Cuatro ‘cortos’ de Juan Puelles en TEA

Martes, Noviembre 10th, 2009

Tenerife Espacio de las Artes exhibe mañana, miércoles, a las 20 horas, cuatro cortometrajes (Ellos, El secreto de Clara, Gozo carnal, La isla) de Juan Puelles. ¿Qué quien es Juan Puelles? Pues Juan Puelles es lo que podríamos considerar como uno de los históricos del cine en Canarias. Uno de esos afortunados entusiastas que se echaron al monte en plenos años setenta para rodar películas en 8mm en estas islas apartada de la mano de los dioses. Y uno de esos tipos que además tuvieron las agallas para transmitir a la chiquillería de aquel entonces la emoción por el cine.

El destino quiso que Juan Puelles, a quien conocía de referencia por ser uno de los miembros fundadores del colectivo Yaiza Borges –todavía lo recuerdo tocando el piano durante la proyección de El ladrón de los guantes blancos en el antiguo cine Tenerife, llamado en esos días de vino y rosas Yaiza Borges– se cruzara en mi camino en aquellos años en los que estudiaba en el Instituto Teobaldo Power de la capital tinerfeña, una de las etapas más felices y claves de mi existencia.

Allí un grupo de estudiantes organizamos un Aula de Cine en la que entre otras cosas dedicábamos los sábados a proyectar películas de gente tan rara como los hermanos Marx, Orson Welles, Jean Renoir, John Ford, Luis Buñuel, Buster Keaton, Chaplin, repartiendo entre lo asistentes a la entrada una hojilla donde se les informaba de lo que iban a ver cuando se apagara la luz del salón de actos, que hacía las funciones de improvisado cine.

No ganamos un duro con aquella iniciativa pero sirvió para que sí viéramos una serie de películas que de otra manera era imposible que pudiéramos ver.  De hecho, creo que en aquellos años imaginar Internet era una revelación de orates mientras que los vídeo clubes con sus cintas de VHS empezaban a hacerse una realidad en el paisaje capitalino.

Ahora situémonos en 1980. Puelles, que en aquel entonces impartía clases de no-sé-yo si Ética, nos propuso un día rodar una película. Proyecto en el que nos metimos un puñado de alumnos que ya nos veíamos en Hollywood. Redactamos como una piña un guión en unos dos días y los titulamos El examen. En líneas generales aquel chiste venía a contar la historia de un bolígrafo maldito y un profesor que había perdido la chaveta y que se dedicaba a perseguir a unos estudiantes que se habían metido en el Instituto para robar el puñetero examen. O el sueño de casi todo adolescente que no tiene todavía muy clara la línea que separa el bien del mal (¿?).

El rodaje de la película se realizaba por la noche, con las instalaciones del Teobaldo Power para nosotros, y no sé cuanto tiempo tardó. Exageraría si dijera que una semana.

El filme se proyectó creo que a finales de curso y fue un éxito arrollador. También ganamos el tercer premio del concurso Día Universal del Ahorro, cuyo premio en metálico se invirtió en una copiosa cena en un restaurante de carnes a la brasa de La Esperanza.

Al superar mi época de Instituto perdí la trayectoria de casi todos los compañeros que conspiraron en aquella película. También de Puelles, a quien si bien no me liga ningún lazo de amistad sí que le tengo un grandísimo aprecio a raíz de aquella experiencia con el cine. Arte, si cabe, que me terminó por acercar un poquito más.

Cabe destacar, aunque es un juicio muy personal, que la firma de Puelles era una de las primeras que consultaba cuando colaboraba en la revista que editaba artesanalmente los de Yaiza Borges con el nombre de Barrido. De hecho, firmó una con uno de los mejores títulos –en mí siempre discutidísimo parecer— que jamás he leído en crónica cinematográfica alguna. Se trataba de un artículo dedicado a uno de esos excelentes cineastas hoy olvidados y de los que me gustan por artesanos: Andrew McLaglen. Su encabezamiento: El discreto encanto de los no geniales.

Perfecto, porque ese título resumía la trayectoria de un cineasta irregular, vástago de origen irlandés de uno de los actores fetiche de John Ford.

No conozco el trabajo cinematográfico de Puelles salvo El examen, pero algo me dice que seguro que guarda algo. Una cierta mirada en unos tiempos donde el cine de acá ha dejado de sorprenderme por despistado y ombliguista. Espero por ello que el espectador que acuda mañana a esta proyección descubra así al menos una mirada o un gesto diferente en esas cuatro películas cortas. Conociendo vagamente a Puelles tengo la esperanza de que sus filmes tengan pulso. O un latido por insignificante que sea.

Debe ser que junto a mis venerados y venerables Josep Vilageliú y Aurelio Carnero, Puelles encarne en mi imaginario lo mejor –y no lo peor– que una vez tuvo (si tuvo) el espíritu de los Yaiza Borges.

Ya saben los iniciados: aquel loco, loco, loco amor por el cine.

Saludos, ligeramente nostálgicos, desde este lado del ordenador.