Archive for Agosto, 2010

‘Pulsión del amigo’ o doce excelentes cuentos

Martes, Agosto 3rd, 2010

Leo Pulsión del amigo, de Nicolás Melini. Doce cuentos que, aseguro, no dejarán indiferente a nadie. Doce historias cotidianas y extrañas, a ratos inquietantes. Desconciertan.

Con este pequeño libro de relatos Melini confirma en mis ideas que se trata de un maestro en tan difícil género. Hay que saber contar historias pequeñas para que éstas sean grandes, y el escritor pasa la prueba con resultados más que notables.

En particular y a mi juicio lector, los mejores relatos que se reúnen en este precioso volumen –excelentemente editado por KRK– son los que comienzas a leer a partir del que da título a esta compilación: Pulsión del amigo.  Se tratan precisamente de los cinco últimos cuentos: el ya citado Pulsión del amigo, Marcial, Una superviviente, tal vez eso lo explica todo, Descenso y Ganas de pelea.

Cinco pequeñas historias redondas, con finales desconcertantes y demoledores, de esos que te penetran dentro de la cabeza y te dejan noqueado. A quien esto ahora escribe, su lectura le supo a literatura y de la buena. Sin artificios ni falsos barroquismos. Cuentos que van directo al grano, aparentemente sencillos pero que esconden un poso de miseria y soledad, también de asombro ante las ¿pequeñeces? que alteran nuestra percepción del mundo, esas grietas que van formando nuestro carácter.

Si Melini ya había demostrado con sus anteriores libros que es un escritor sensible y con capacidad para traducirlo en palabras, con los relatos que reúne en Pulsión del amigo da un salto más grande si cabe.

No sé si se tratan de historias amargas, algunas de ellas teñidas de un extraño sentido del humor, pero sí que te hacen un poco más sabio. Ahí radica la grandeza de muchos de estos cuentos, con independencia de su voz narradora (primera o tercera persona). A mí se me han colado muy dentro.

Ya lo dije en su momento, leer a Melini es como leer a un Raymond Carver que no necesita beber de las fuentes del genial maestro del relato corto.

Háganse un favor, y atrévanse a entrar en este universo que es también el nuestro sólo que visto con la inteligente y también resignada mirada de un tipo que se toma muy en serio esto del cuento.

* El lienzo que ilustra este comentario es de Edward Hopper. Y es que cuando leo a Melini imagino sus historias como cuadros en movimiento de este magnífico pintor estadounidense.

Saludos, una vez más agradecidos, desde este lado del ordenador.

Usted puede ser el asesino (II)

Lunes, Agosto 2nd, 2010

I.- VIERNES 13

Sam Waldo salió de la comisaría con el estómago revuelto. Probablemente por soportar el pesadísimo monólogo del comisario Riano hasta altas horas de la madrugada. Afortunadamente, Waldo pudo aguantar la infame perorata de Riano gracias a dos generosas botellas de brandy español (“el que destilamos aquí se lo damos a los magos, que esos nunca saben lo que se meten dentro”, le confesó el comisario con una ancha y mefistofélica sonrisa) y cuatro cajetillas de cigarrillos rubios de importación invitación de la casa. Cuando a Waldo se le acababa una, Riano ordenaba por el telefonillo a un agente de la policía autonómica a que bajara a la cantina y subiera dos paquetillos más al caballero. Al final resultaron cuatro las cajetillas, a la última de las cuales todavía le quedaban como unos siete cigarrillos de aromático tabaco turco.

Al pisar la calle, a Sam Waldo le sorprendió el tortazo de calor que se le estampó en la cara y también las cucarachas voladoras que danzaban alrededor de las pocas farolas encendidas. Caminó un rato con la esperanza de encontrar un taxi pero parecía que todos se habían ido a la cama a esas horas de la noche.

Quizá porque se encontraba con su cabeza empeñada en enviar mensajes a sus piernas para que caminaran en línea recta no se dio cuenta del violento frenazo de un escarabajo y de como dos hombres se bajaban del automóvil cogiéndolo por la espalda. Sin apenas tiempo a reaccionar, viajó a las estrellas cuando uno de aquellos gañanes le dio un certero golpe en la nuca.

II.- UNA MUJER EN LA OSCURIDAD

Waldo abrió los ojos en un salón decorado con motivos canarios. La luz de un flexo se le estampaba en los ojos por lo que no pudo distinguir a la persona que estaba sentada detrás de un escritorio situado justo delante de sus narices.

- Espero que mis chicos no se hayan sobrepasado con usted.- le dijo una aterciopelada voz femenina que reconoció cómo la que le había contratado semanas atrás sus servicios.

- ¿Eh?- respondió Sam Waldo.- yo a usted la conozco.

- Esa fue otra historia. El caso está resuelto. ¿Verdad?

- Eso dice Riano.- soltó Waldo mientras se frotaba con la mano izquierda la nuca.

- ¿Quiere ganar 30 mil sestercios más, señor Waldo?.- le preguntó la voz aterciopelada.

Waldo se pasó el dedo por la barbilla, chasqueó la lengua.

- Antes debo saber para qué.

La voz femenina soltó una risita falsa. De circunstancias.

- Ay, señor Waldo, cómo son los hombres…

- Unos perfectos idiotas.

Esta vez la risita sonó algo más sincera.

- Quiero que libere a Septenito.

Waldo buscó en su arrugada gabardina la cajetilla donde aún le quedaban los siete cigarrillos.

- Sabemos donde está.- le aseguró la voz femenina ya sin tanto terciopelo acariciando su paladar.

Sam Waldo encendió el cigarrillo y lanzó una nube de humo al aire.

- 40 mil sestercios.- escupió.

La voz femenina tardó unos minutos en preguntar: ¿Cómo dice?

A lo que Waldo ladró: “40 mil sestercios y contará nuevamente con los servicios de Sam Waldo, investigador privado”.

- Conoce usted la canción Lucha canario como lucharon tus padres…

- Algo. Pero soy mestizo. Mi madre es andaluza.

Waldo casi sintió como la silueta escondida en las sombras temblaba de falsa indignación. Lamentó no llevar un manojo de plátanos encima para demostrarle que él era igual de canario que ella.  

- Así sea. 40 mil sestercios.

Sam Waldo no supo que contestar. Ahora tenía la cabeza puesta en la endemoniada colilla que tenía entre los dedos. Cosas así son las que delatan a un cínico investigador privado que estudió en los jesuitas.

- ¿En esta casa no hay un puñetero cenicero?

III.- EL GRAN RELOJ

Tras aprenderse todos los rincones de la isla de Lobos y las distintas entradas a su hospital psiquiátrico, un hombre vestido con mallas negras y con un choco estampado en su lado derecho le informó que ya estaba preparado para la misión.

- ¿Podría llevar una fotografía del niño encima?

El hombre del traje de mallas se llevó las manos a la cabeza y sacó de un cajón una imagen en la que se mostraba a un chaval con pinta de pijo mirando a la musaraña.

- Ok.- dijo Sam Waldo frotándose con el dedo la barbilla.

IV.- PASO FATAL

La patera lo dejó en uno de los rincones más abandonados de la isla de Lobos. La noche era oscura como boca de… lobo. Waldo, vestido y con la cara tiznada de negro se movió con la agilidad de un gato de la tercera edad por los riscos hasta llegar al edificio que, supuso, tenía que ser el hospital psiquiátrico. Eso al menos parecía indicar un letrero de neón a intervalos: HOSPTAL PSQUATRCO. HOSPTAL PSQUATRCO… debía ser que las íes estaban fundidas, razonó.

Para evitar a los vigilantes de la entrada, dos obesos enfermeros que aprovechaban el rato para echarse un porrito, Waldo escaló como una salamandra borracha por la pared del lado derecho del edificio hasta llegar a la segunda planta. Tal y como le habían informado la ventana estaba abierta.

Entró.

V.- VEN Y ENLOQUECE

- ¿No querría usted escuchar mi versión de Psicosis?.- le preguntó un tipo con los ojos encendidos y el pelo revuelto mientras agitaba una batuta en la oscuridad de la habitación.

Alfred Hitchcock 1960.- respondió Waldo a la contraseña.

Ñicccc, ñicccc, ñicccc.-canturreó el director de orquesta sin orquesta.

Sam Waldo salió de la habitación antes de que el infiltrado le interpretara la banda sonora de Óscar, una pasión surrealista.

Caminó por el solitario pasillo de puntillas buscando con los ojos la habitación número 7. Para su sorpresa se encontraba dos puertas más allá de la del loco de la batuta, que ahora parecía hacer coros. Un ohhhh, ahhhh  Óscar Domínguez fue el más mejoooor como que sonaba amortiguado de su triste prisión. “Soy el genio del Fiii-Muuu-Ciii-Tééé“.

Waldo empuñó el pomo de la puerta número 7 y lo giró a la izquierda.

Nada.

Luego a la derecha.

Nada.

Probó a girar a la derecha y a la izquierda.

Nada.

A la izquierda y a la derecha.

Nada.

A la derecha e izquierda y luego a la izquierda y derecha.

¡Click!

VI.- EL ABRAZO DE LA MUERTE

Entró en la habitación a oscuras. Se quedó un rato en silencio mientras acostumbraba a sus ojos a las sombras. Se guió hasta la cama por los ronquidos. Una vez junto al lecho, despertó a su ocupante moviéndolo suavemente de los hombros.

- Despierta, chico. Despierta.

- Ehhhh.- soltó el chaval sin voz de chaval…

- No te asustes he venido a…

En ese momento se encendió la luz e irrumpieron en la habitación un ejército de enfermeros y policías. A la cabeza de todos ellos se encontraba Riano con los brazos extendidos, como si fuera a darle un abrazo.

- Pero no le dije que el caso estaba resuelto. ¡Resuelto!

Antes de que esposaran a Waldo tuvo tiempo de mirar a quien se encontraba en la cama.

- ¡Ha venido a por mí! ¡Ha venido a por mí! Así que era verdad… Silbé, silbé y ¡¡¡silbé!!!- soltó la momia guanche emocionada.

Waldo no dijo nada para no quitar emoción al momento. Observó, eso sí que escandalizado, como un enfermero cuyo nombre debía ser Pedrito por la placa que le colgaba del pecho, se disponía a clavarle en las venas una inyección de caballo. Antes del doloroso pinchazo escuchó al imbécil de la primera habitación, el que quería que lo llamaran doctor Fiii-Muuu-Ciiii-Tééé exclamar:

- ¡¡¡Ñiccc, ñiccc, ñiccc!!!

NOTA: Los títulos que acompañan las escenas de esta nueva chifladura corresponden a novelas de mis venerados cien mil veces David Goodis (el único que repite), Dashiell Hammett, Kenneth Fearing, Wade Miller, Frederic Brown y Don Tracy.  

Saludos, a lo continuará…, desde este lado del ordenador.

Nueva ‘enciclopaedia’ descacharrante del cine canario (I)

Domingo, Agosto 1st, 2010

ADVERTENCIA:  No están todos los títulos que deben de figurar. Se nos han escapado largometrajes recientes, esos que han tenido tanto éxito que ni nos acordamos de ellos. Así que hemos tomado como base y para refrescar la memoria el trabajo sobre cine en estas islas infernales de la web Gran Enciclopedia Virtual de las Islas Canarias. Omitimos en este breve muestrario además los largometrajes que no han  tenido meridiana carrera comercial (El amor se mueve Holidays de Mercedes Afonso y Víctor Moreno, entre otros) así como aquellos filmes rodados por cineastas canarios pero que oficialmente juegan ya en otra división. Todos ellos, así como actores, directores, técnicos y las cintas más emblemáticas rodadas en las islas por producciones extranjeras, tendrán sus entradas próximamente en esta libertaria,  improvisada y afortunadamente nada edificante enciclopaedia.  

 L de largometrajes.

El ladrón de los guantes blancos.- Está considerada la primera película oficial de lo que llaman –y llamaremos a partir de ahora– cine canario. La dirigieron en 1926 los señores José González Rivero y Romualdo García de Paredes. Todavía recuerdo en mi pecaminosa memoria cinéfila el reestreno que la fenecida sala Yaiza Borges (antaño cine Tenerife) le rindió cuando todos éramos más jóvenes y supongo que felices. Como se trata de una película muda, la nota al piano la ponía en directo el también cineasta Juan Puelles, responsable en parte de que atendiera más a su forma de poner el acento sonoro que al filme en sí. La acción de la película, en lo que se transformaría más tarde en una de las constantes del cine rodado aquí por gente de aquí, transcurre a las afueras de Londres aunque el paisaje y sus protagonistas no tengan mucha pinta de ingleses. Si la película ha pasado a la pequeña historia cinematográfica de esta región desvertebrada se debe sobre todo al empeño de su pareja de cineastas. Algo así como el triunfo de la voluntad en versión canaria. El Ayuntamiento de La Laguna, con la colaboración de la Filmoteca Canaria, editó en 1997 un extenso trabajo de los investigadores Benito Arozena y Fernando Gabriel Martín sobre esta película. Se tiula Ciudadano Rivero, La Rivero Film y el cine mudo en Canarias.

La hija del mestre.- Otra película muda. Sólo que rodada en Gran Canaria. Mucho lamento decir –y sin ánimo de encender molestos pleitos entre provincias– que este filme sí que se tiñe de estupidizante regionalismo platanero y que carece del sentido del espectáculo de la cinta anteriormente reseñada, El ladrón de los guantes blancos. Dirigida también a finales de la década de los años 20 del pasado siglo en la isla reonda, sus responsables fueron Francisco González González y Carlos Luis Monzón. No cuenta, que sepa, con un extenso trabajo que reivindique sus presuntos valores cinematográficos. No obstante –y con la intención de equilibrar– digamos que se trata de un afortunado triunfo de la voluntad. Aunque suponga lanzarse al vacío (manía que supongo se hereda de los primeros aborígenes que habitaron esta tierra) por los acantilados que salpican la geografía de algunas de estas ínsulas.

Alma Canaria.- Olvidable producción del venezolano José Fernández Hernández. Un señor que no fue Florián Rey. Mucho folclore canario, mucha platanera, mucho vestido de mago pero más tonta que todos los diputados del parlamento canario reunidos en sesión plenaria. Se rodó el año en que finalizó la II Guerra Mundial, 1945, pero es una fecha que anoto más que nada para que se hagan una idea de la época en la que se dio luz verde a este desaguisado lentorro y sin gracia.  

Tirma (1954).-  En otro post comentamos esta misma cinta, donde anunciamos además su próxima edición en dvd. Como película histórica resulta igual de disparatada que las que rodó esa leyenda llamada Cecil B. de Mille, sólo que en esta ocasión la pareja de directores, Carlos Serrano de Osma y Paolo Moffa, se tomaron las cosas demasiado en serio. Lo de serio es un decir. Lo mejor, además de la espectacular Silvana Pampanini y un jovencísimo Marcello Mastroianni preguntándose ¿qué hago aquí, rodeado de tanto salvaje?, son esos aborígenes canarios con crestas. Bien atiborrado de sustancias que alteren la realidad, tiene un pase. Sobre todo por la risa tonta.

Islas somos (1978).- Primer largometraje de Fernando H. Guzmán, uno de esos hombres ante los que me quito elsombrero porque por sus cojones hacía lo que le salía en gana. Aunque se quedara sin perras. Sus películas, sin embargo, son un pestiño, aunque seguro que habrá gente que descubrirá valores dentro de ellas. Reiterando mi sincera y atribulada admiración por hacer posible su sueño aunque se convirtieran en pesadillas para sus espectadores, Fernando H. Guzmán es uno de los nombres del cine canario a reivindicar pese a su nulidad creativa. Años más tarde conseguiría con Españolito que vienes al mundo lo que hasta ahora no ha logrado ningún cineasta en la Semana Internacional del Cine de Valladolid, que su directiva dimitiera al peso. Y eso, damas y caballeros, son cojones. Otras películas del maestro son Donde el cielo termina y la inconclusa En algún lugar del tiempo. ¡¡¡Restropectiva ya!!!

El camino dorado (1979).- Cuando se escriba sin compromiso y mucho sentido del humor la historia del cine canario el cineasta Ramón Saldías, como Fernando H. Guzmán, deberán ocupar páginas y páginas del que espero sea nuestro peculiar Libro Gordo de Petete. No por su calidad como cineastas pero sí como reconocimiento a una labor empecinada por acariciar sus sueños. Gente así son las que nos hacen falta en estos tiempos de estómagos agradecidos y genios que no salen de casa. Otro título del Saldías: Karate contra mafia. Me faltan las palabras. ¡Maestros!

Guarapo (1988).- Teodoro y Santiago Ríos al ataque. El cine canario se quiere hacer mayor. La emigración como eje de una historia que si bien el paso del tiempo ha envejecido de manera feroz, sigue enarbolando la bandera de que aquí se puede hacer cine con cierta pretensión profesional. Los Ríos continuarían explotando su ya célebre y me parece a mi que casual trilogía de la emigración con Mambí y El vuelo del guirre. Y eso que se les cayó por el camino su San Antonio de Texas, que si no, tetralogía.  

Fotos (1996).- Respaldada por los excelentes elogios de un Quentin Tarantino con sobredosis de vino del Penedés durante su proyección en el Festival de Sitges, el primer largometraje de Elio Quiroga continúa siendo a mi juicio su película más personal por extravagante. No hay quien la entienda, y su digestión hace necesario mucho omeprazol para resistirla. No obstante, es un clásico si la comparamos con la desnutrida La hora fría y la frustrante No-Do. Por fortuna, Quiroga ha descubierto últimamente que se le da mucho mejor eso de los dibujos animados.

Piel de cactus (1998).-Película de obligado visionado para todos aquellos que no quieran hacer cine. Lamento repetirme, pero es que no hay quien entienda este ¿experimento? de Alberto Omar, escritor y dramaturgo que se metió en esto del cine probablemente mal aconsejado aunque cegado por la popularísima en aquellos años zeroloto. Él mismo tuvo que darse cuenta del desaguisado porque tras esta experiencia no se ha vuelto a poner detrás de las cámaras. Y es que el cine, además de ser caro, es tan extraño y caprichoso como la vida misma. Piel de cactus consigue, sin embargo, uno de sus objetivos, te da grima, como la piel del cactus.

La isla del infierno  (1998).-Lo mejor que se puede decir de esta película de Javier Fernández Caldas es que le salió gamberra sin que éste se diera cuenta. Esa inocencia es lo que desarma cuando uno la contempla por primera vez. Otra cosa es cuando la vuelves a ver. Te sugiere otras lecturas. En La isla del infierno imaginad un gran disparate sin criterio histórico alguno. Con muchos guanches melenudos y tostados al sol, caballeros templarios que parecen que han salido de la cantina más cercana y un personaje al que llaman el hermético que anda bajo el agua. ¿De qué va la historia? Todavía me lo pregunto. Eso sí, cuenta con secuencias de hondo calado visual. Me quedo con una, los pérfidos conquistadores castellanos que aparecen en un bosque.

Mararía (1998).- El director de Crónica del alba, la magnífica novela autobiográfica de Ramón J. Sender, Antonio Betancor, dirigió la polémica adaptación cinematográfica de uno de nuestros escritores canarios ilustres, Rafael Arozarena. Es una película más que correcta, y una adaptación que sin ser necesariamente fiel al espíritu del título del autor de Cerveza de grano rojo, se deja ver con cierto agrado. No pasará a la historia del cine, pero qué quieren que diga, creo que es de lo mejor que se ha rodado aquí con parte de dinero de aquí.

Intacto (2001).- La pongo en la lista porque se rodó en esta tierra. No me parece el mejor trabajo de Juan Carlos Fresnadillo, tampoco 28 semanas después y mucho menos esa tontería con el pobre de Jodorowsky, al que muestra paseando cogido de su mano por las calles de París. A la espera de Intruders, el mejor Fresnadillo está en Esposados, el filme que lo encadena todavía más a su amargo pasado insular. En cuanto a Intacto poco que decir. Salvo lo de sí, bueno, pero…. Al final todo es cuestión de buena o mala suerte. 

La caja (2006).- Juan Carlos Falcón adapta la novela del irredento Víctor Ramírez con resultados que todavía dejan turulato. Con esta película parece que el cine canario quiso continuar la estela iniciada por Mararía, aunque ambas historias sean géneros diametralmente opuestos. La caja es una comedia negra, y con su puntito que sabe caminar peligrosamente por esa delgada línea roja que lo separa del enojoso y facilón folclorismo.

Óscar, una pasión surralista (2008).- Intento fallido y frustrante de Lucas Fernández por contarnos lo grande que fue Óscar Domínguez. El filme contó con dinero, se saltó a la torera (sin que nadie de los afectados levantara la voz) las convocatorias oficiales del Gobierno de Canarias para otorgar subvención, y todo ello dio como resultado –mucho me temo– una cosa que cuenta nada de nada. Como biopic esta película no funciona y la otra historia que cuela no interesa. A esta cinta, y a su director, le falta además, dosis grandes de humildad. No sé como le habrá sentado a Óscar Domínguez, aunque conociéndolo por bohemio seguro que se parte de la risa en ese otro mundo en el que un día estaremos todos.

Saludos, tarareando el Lucha canario versión Los Sabandeños, desde este lado del ordenador.