Archive for Agosto, 2010

No eran de este mundo

Lunes, Agosto 9th, 2010

JUAN MARICHAL

Me llama un amigo y me suelta la mala noticia como se sueltan las malas noticias. Sin prepararte:

- Ha muerto Juan Marichal.

Inmediatamente, mientras continuo conversando, me pregunto si Juan Marichal (1922) nació realmente en Santa Cruz de Tenerife. También me pregunto si la gente que nació en las islas el mismo año que nació el formidable ensayista y pensador era gente de otra pasta. Fueran o no ilustrados.

La primera noticia que tuve de Juan Marichal fue a través de mi padre, probablemente una de las personas que más sabían de la Guerra Civil española en este archipiélago desordenado. A mi padre se le quedó clavado aquello de la Guerra fraticida porque su padre (mi abuelo) sufrió cárcel por  los rebeldes bajo la acusación, cierta es la verdad, de masón, y la desaparición de un tío anarquista al que vieron por última vez encadenado en una barca escoltada por falangistas.

Nunca se encontró su cadáver.

Mi padre, no obstante, fue un hombre que además de leído no quería levantar ampollas de aquellos tristes días que vivió a corta edad en su isla del alma.

La primera referencia que tuve de Juan March fue pues a través de mi padre porque para mi padre hubo dos canarios de su siglo de los que hablaba con emocionado respeto. Uno era Juan Marichal. El otro Juan  Negrín.

Como para quien les escribe cualquier cosa que dijera su padre iba a misa (aunque no recuerdo que pisara una en su gozosa y plena vidal), si hay dos personas de las que me siento tontamente orgullosas de que compartan el mismo lugar geográfico de mi procedencia son Juan Marichal y Juan Negrín.

Dos juanes que, insisto, a mí me parece que no nacieron en estas islas de mentecatos.

Juan Marichal falleció el pasado domingo, 8 de agosto, en la localidad mexicana de Cuernavaca a los 88 años de edad y su primer libro fue La voluntad de estilo (Seix Barral, 1957). Dedicó además diez años de su existencia a la preparación de las Obras completas de Manuel Azaña (Editorial Oasis, México, 1966-68), una producción monumental que, según informa un despacho de la agencia Efe, “se difundió en España, y contribuyó a la formación histórica y política de numerosos dirigentes de las nuevas generaciones de españolas que habrían de llevar a cabo la transición a la democracia.”

Otras obras de Marichal fueron La vocación de Manuel Azaña (Edicusa, Madrid, 1968);  El intelectual y la política (Residencia de Estudiantes, CSIC, Madrid, 1990) y  El secreto de España: ensayos de historia intelectual y política (Taurus, 1995). Su último libro publicado fue El designio de Unamuno (Taurus, 2001).

Hasta 1987 dio clases en Harvard, para trasladarse a Madrid donde vivió hasta 2003. Ese año regresó a Cuernavaca, México. Estuvo casado con Solita Salinas, hija del poeta Pedro Salinas, que falleció en noviembre de 2007.

Tras marchar a Madrid en 1935  y a Francia cuatro años después, estudió en París pero, ante la amenaza de la invasión alemana, Juan y su hermano Carlos partieron para Casablanca desde donde se embarcaron en 1940 para México, cruzando el Atlántico en un navío portugués en una época de intensa guerra naval. Llegó a Veracruz y de allí viajó con a la ciudad de México.

Se licenció en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (1945), y se doctoró en las Universidad de Princeton (1949), con una tesis sobre Feijoo, dirigida por Américo Castro.

Y pienso, cuando cuelgo, ¿Marichal tinerfeño? No, no, ese caballero venía de otro mundo.

PATRICIA NEAL

La muerte de Juan Marichal coincidió el domingo con el fallecimiento también de la gran actriz Patricia Neal, una mujer cuya vida estuvo marcada por la tragedia. Murió a los 84 años.

Patricia Neal, a la que quizá recuerden los más veteranos cinéfilos por su papel de El manantial (King Vidor, 1949) junto a Gary Cooper, obtuvo un Oscar de Hollywood por Hud (El más salvaje entre mil) un interesante western de Martin Ritt de los años sesenta en el que compartió pantalla con otro grande que ya no está entre nosotros, Paul Newman.

La actriz estuvo casada con el escritor Roald Dahl durante 30 años, con quien tuvo cinco hijos. Uno de los cuales sufrió graves lesiones después de ser golpeado por un taxi cuando sólo tenía cuatro meses y su hija mayor, Olivia,  que falleció a los siete años de sarampión.

Otras de sus películas como protagonista fue el clásico de ciencia ficción Ultimátum a La Tierra, de Robert Wise; Primera victoria, de Otto Preminger, Hay que matar a B., del español José Luis Borau, El rey del tabaco, de Michael Curtis, Un rostro en la multitud, de Elia Kazan, y Desayuno con diamantes, de Blake Edwards.

No, decididamente, no era de este mundo.

Saludos, más apagados si quieren, desde este lado del ordenador.

Y sin embargo… debería moverse

Sábado, Agosto 7th, 2010

En un post anterior informábamos que productores y cineastas del archipiélago habían presentado un escrito en las oficinas de Canarias Cultura en Red a través del cual manifestaban su rechazo a que en la convocatoria 2010 se añadiese en uno de sus apartados que se valorase con 0,5 puntos de más todos aquellos proyectos desarrollados por el Laboratorio de Escritura Audiovisual de Canarias (LEAC).

Este escrito, firmado por una treintena de productores y cineastas canarios, fue respondido  por el Viceconsejero de Cultura, Alberto Delgado, aunque los argumentos que esgrime no ha convencido a los cineastas contrarios a que se dé luz verde a una medida que consideran “discriminatoria” con el resto de los profesionales en Canarias.

El colectivo de cineastas y productores ha vuelto a remitir un nuevo escrito al Viceconsejero de Cultura en el que se le vuelve a solicitar que corrija ese punto que “da una ventaja adicional discriminatoria a otros trabajos que se presenten a la convocatoria”.

Saludos desde este lado del ordenador

Más vale honra sin toros que toros sin honra

Sábado, Agosto 7th, 2010

A estas alturas de curso pocas cosas deberían de sorprenderme pero como el hombre es un mono sin pelo reivindico mi derecho al pataleo cuando me tocan un trozo de mi pasado. Debe ser cosa de la tradición, ese sello que llevas grabado en el subconsciente.

A propósito de la abolición de los Toros (a secas) en la Comunidad Autónoma de Cataluña más de uno se ha apresurado a recordar que en las provincias de ultramar –las Canarias– ya se había tomado esta determinación hace mucho, lo que se dice mucho tiempo.

Lo que nadie recuerda en sus artículos y tertulias televisivas o radiofónicas es que aquí la Fiesta llevaba lo que se dice bastante tiempo sin practicarse antes de que se tomara esta decisión. Aunque en el pasado remoto sí que gozó de entusiastas seguidores. Tantos, que la capital tinerfeña tiene plaza de toros, hoy un monumento agrietado y a punto de desplomarse en beneficio no de todos sino de unos pocos.

Fue tanta la afición taurina que incluso salieron de aquí toreros que más tarde se profesionalizaron en las plazas del mundo como el palmero José Mata y el tinerfeño Pedrucho de Canarias.

Desgraciadamente para unos, la Fiesta dejó de celebrarse en Tenerife porque resultaba muy cara. Además, asegura la leyenda, el animal tenía que descansar unos días antes de saltar al ruedo porque venía “mareado” por el viaje en barco.

Mi familia paterna, natural de las islas, era muy aficionada a los toros. Mi familia por parte materna, gaditana, sigue siendo muy aficionada a los toros. Todos ellos, los que ya no están y los que aún están, son buena gente. Personas sensatas que te tienden una mano cuando el horno no está para bollos.

Entre los recuerdos más felices de mi infancia se encuentra el de ir a la plaza de Toros de Cádiz con mi abuelo. Debía tener, si la memoria no me falla, cuatro años. Íbamos él y yo solos, porque mis hermanos preferían quedarse en casa. Para mí era un día importante. Tan importante que todavía conservo recuerdos fragmentados de la emoción que sentía por ir a ver a los toros. Porque primero hacíamos eso: ir a ver a los toros.

No sé si alguno de ustedes ha visto un toro de lidia al natural, pero les aseguro que si han tenido esa suerte comprenderán perfectamente lo que debió sentir Teseo cuando tuvo que enfrentarse al Minotauro.

Ese animal gigante y salvaje es de otro mundo. Irradia una insólita e indómita nobleza. Quizá sea porque su destino no está condenado al matadero.

Tras ver a los potentes animales, me sentaba con mi abuelo por donde sueltan a los toros para apreciar qué tal era su casta. Si salía bronco y con ganas de pelea el toro era un toro.

No recuerdo, como he leído por ahí, nubes de moscas verdes succionando charcos de sangre, pero sí al toro y al torero midiendo fuerzas en la arena. Todo ello bajo la atenta mirada de centenares de aficionados que sí saben lo que están viendo. Si hay un público realmente crítico con el arte, éste es el aficionado a los toros. Vayan a una plaza y compruébenlo.

Pónganse en situación: el calor, como el animal comienza a perder fuerzas, y el talento del torero y el entusiasmo de los espectadores son momentos que recuerdo de la Fiesta. También la indignación de mi abuelo y otros tantos aficionados cuando el torero no era torero sino un carnicero. Creo que fue en la plaza de toros donde aprendí mis primeras palabrotas.

Cuando terminaba la corrida me iba con mi abuelo y sus amigos a un bar de toros a tomar ellos unos vinos y yo un refresco. De tapa ponían caracoles. Desde ese día, caracoles, cómo me gustan los caracoles. Los mayores hablaban de la Fiesta y yo escuchaba. Ya no me acuerdo de la mitad de las cosas que decían pero sí del olor a pescaíto frito.

Al regresar a Tenerife y como aquí no habían toros, los veía con mis padres en aquella televisión en blanco y negro. Mis hermanos se iban al cine y yo me quedaba a ver los toros. Qué cosas.

Eso sí, pasó el tiempo y comencé a ir al cine en vez de ver los toros. Pero la Fiesta siempre ha sido Fiesta en mi memoria. Y todo ello pese a que, siendo ya un jovencito imberbe y con ganas de comerme el mundo, fui en San Isidro a ver a una corrida de toros de un torero de cuyo nombre no quiero acordarme. Era el segundo de aquel cartel y no tenía arte. Masacró al toro mientras la afición se levantaba en peso en la plaza de Las Ventas a punto de machacar a ese hijo de la gran puta. La intervención policial evitó que se hiciera con él lo que le había hecho al toro.

Ese día sí que olí a sangre. Pero a sangre humana.

Una amiga con la que fui, aficionada taurina, me confesó que ella como la mayoría estaba de parte del toro. “Es el que pierde. Pero pierde con honra”.

En ese momento pensé que mi amiga aficionada estaba algo loca.

Hoy ya no lo tengo tan claro.

¿Y es que acaso no fue Casto Méndez Núñez quien dijo aquello de “Más vale honra sin barcos que barcos sin honra?”

Saludos, entre nostálgicos y taurinos, desde este lado del ordenador.

‘La hija de Ryan’ cumple 40 años

Viernes, Agosto 6th, 2010

He aquí otra película que cumple 40 años. No se trata de una de las súper producciones más celebradas de su director pero sí que se trata de uno de sus títulos más intimistas y cautivadores. La épica que respira La hija de Ryan es la de una mujer condenada pero también liberada por amor. El resto, el pequeño pueblo irlandés en el que se desarrolla la acción y la presión que ejercen los nacionalistas por sacudirse del yugo británico, parte de un escenario donde su protagonista toma conciencia de sus pasiones y deseos.

No sé si algunos considerarán a La hija de Ryan como un filme preocupantemente  feminista porque siéndolo no es preocupante. Es más, tengo la sensación que a su director, David Lean, le interesaba mostrar cómo sale de la jaula su joven heroína (porque lo es) Rosy Ryan, que interpreta una estupenda y atractiva Sarah Miles.

El resto de los personajes giran a su alrededor. Quien será su marido, un pétreo pero impotente Robert Mitchum (qué pedazo de actor para los que sigan opinando que sólo era un cuerpo pétreo) y su amante, al que da vida Christopher Jones, un principiante que no tuvo suerte en el cine. De hecho, la biografía de este principiante que no tuvo suerte en el cine se antoja mucho más interesante que su posterior e irregular carrera en el cine.

La cinta cuenta además con admirables secundarios: Trevor Howard, John Mills, Leo McKern… y un paisaje, Irlanda, que la mirada de Lean muestra con todo el esplendor de su indómita e irreductible belleza.

Confieso que cuando vi por primera vez La hija de Ryan no sacudió mi conciencia como posteriores visionados sí me la despertaron. Es probable que estuviera condicionado por otras de sus grandes producciones, películas que forman parte de mi memoria cinéfila en un lugar destacado.

Me refiero a sus aplastantes obras maestras Lawrence de Arabia y El puente sobre el río Kwai. También, aunque en un lugar discreto, su Doctor Zhivago.

Cometí entonces con La hija de Ryan el error de pensar que iba a ver una gran película histórica de Lean, eso, razono ahora, quizá explique porque se me quedó atravesada en la garganta. Como una molesta espina.

En contra de los dos primeros títulos citados, historias masculinas y épicas, de caballeros probablemente ya inexistentes, La hija de Ryan como Doctor Zhivago se trataban de películas de amor, de esas que podías ir acompañado de tu chica porque, pensabas, eran para chicas.

El tiempo, por fortuna, me hizo ver las cosas de otra manera. Y que La hija de Ryan poco a poco fuera creciendo a medida que la veía. Hoy se trata, de hecho, de uno de esos títulos a los que recurro cuando el pesado calor de agosto sólo te invita a que te quedes en casa. Y ayer mismo, mientras recibía la poca brisa que mi ventilador de fabricación china me proporciona, la volví a ver sin saber que este título cumplía en 2010 cuarenta años.

Se recurre con frecuencia a calificar cualquier cosa de obra maestra por la sencilla razón que nos dejó marcado al rojo vivo. Invito a la tribu a que revisen sus obras maestras pasado el tiempo para comprobar si continúan igual de vivas en sus emociones. A mi pasa con un puñado de títulos, otros se han quedado en el camino. Y en ese puñado se encuentra La hija de Ryan, quizá porque con el paso de los años la he ido apreciando con la justicia que se merece.

Quizá sea porque cuando la contemplo descubro nuevas lecturas, matices que se me pasaron desapercibidos en otros visionados. Y sé que estas nuevas lecturas y matices volverán a brotar en mi cabeza cuando otro agosto –si continuo entre los vivos que están muertos– regreso a esa Irlanda hermosa pero rota, y observo pasear en la orillas de la playa a esa mujer indómita que fue capaz de darlo todo al descubrir que lo mejor que somos lo llevamos bien adentro.

Llámenlo unos pasión.

Llámenlo otros deseo.

Si no la han visto: véanla.

Y si la han visto: vuelvan a verla.

Saludos, cinéfilos, desde este lado del ordenador.

Usted puede ser el asesino (III)

Jueves, Agosto 5th, 2010

I.- PECES SIN ESCONDITE

La banda sonora de Óscar, una pasión surrealista taladraba los oídos de Sam Waldo, atado de pies y manos en una mesa larga de metal instalada en una habitación de azulejos marrones que antaño –supuso– tuvieron que ser de impoluto blanco.

- ¡Noooo, noooo, noooo por favor!.- gritaba Sam Waldo mientras aquella endeomoniada música parecía comerle la cabeza.

- ¡No investigaré más! Entregaré el dinero ganado de este puñetero caso a los miembros del gobierno canario… pero por favor, ¡¡¡quiten esa maldita música!!!

Ni caso.

Continuaban los coros, la sinfonía perversa mientras del techo descendía una pantalla que se detuvo a pocos metros de las narices de Waldo.

La música se calló de repente mientras de los oídos del detective salían hilos de sangre aunque a causa del repentino y misterioso silencio, dentro de los machacados sesos de Waldo se multiplicaron sonidos imaginarios. Ecos fantasmales: ohhhh, ahhhh, ihhhh

La pantalla se encendió.

Y aparecieron ¡Cabras! ¡Miles de cabras! Terminaban las cabras y se volvía a poner aquello de las cabras. Sin sonido. Sólo cabras. Cabras. Cabras y más cabras.

Waldo quedó sin sentido.

II.- EL FACTOR HUMANO

Abrió los ojos y no vio cabras aunque éstas aparecían saltando en una nube de inconsciencia. Un agudo pitido perforaba su tímpano. Comprobó que continuaba atado sobre la superficie de metal pero ya no había pantalla ni monstruosa banda sonora resonando en su pobre cabeza.

“¿Estaré muerto?”.- reflexionó Sam Waldo.- “¿Acaso esto es el infierno?”

Pensó en las enseñanzas del padre Damián, su confesor espiritual cuando estudiaba en los jesuitas: “Waldo, el infierno sólo existe en nuestra mente. Nuestra mente es el paraíso y el infierno. Todo echo un lío, como una bola. Basta con rezar con fe y serás capaz de romper cadenas.”

- Pero padre, ¿que es eso de la fe?

Como respuesta había recibido un doloroso coscorrón en la cabeza.

- Imagina algo parecido.

Sam nunca le había hecho demasiado caso al confesor pero era tal su estado de desorientación que se dijo que por qué no probar. Comenzó a rezar en el único idioma que sabía: el latín.

Tardó dos horas en meterse en aquella letanía hasta que sintió como las pulseras que lo tenía preso cedían.

Crack. Dijo una.

Crack. Dijo otra.

Crack. Dijo la tercera.

Crack. Dijo la cuarta.

III.- MARCADO POR LA SOSPECHA

Sam Waldo se levantó de la mesa de metal mientras se frotaba las manos y los pies. De puntillas se acercó a la puerta y pegó la oreja. Silencio. La empujó ligeramente con el hombro y ésta cedió. Salió a un pasillo sumido en la oscuridad.

Se detuvo ante lo que tenía que ser el comedor del Hospital. Se escondió en una esquina al ver a un grupo de enfermeros y policías que cenaban lo que, le informó su nariz, tenía que ser generosas raciones de carne fiesta. Su estómago soltó una gárgara de entusiasmo. Se llevó las manos a la barriga para taparle la boca.

Arrastrándose llegó hasta otro pasillo, donde primero a gatas y luego de pie siguió su camino buscando una salida.

Bajó unas escaleras y reconoció aquel pasillo. Una de aquellas puertas era donde supuestamente estaba preso Septenionito. Dos más allá quien se hacía llamar Fi-Mu-Ci-Té. Entró en la habitación del compositor loco sin llamar a la puerta. Allí se lo encontró acostado en la cama. Se acercó a ella cerrando los puños.

- Hijo de… .- soltó dispuesto a estampárselos en la cara cuando comprobó que el loco agonizaba.

- Yo… Spielberg, Spielberg…- balbuceaba Fi-Mu-Ci-Té.

Sam Waldo lo cogió por las solapas del pijama a rayas y le espetó: “¡Quién me traicionó, pibe, quién?

- Yo, Spielberg, Jonh Williams, Spielberg…

Waldo comprobó que Fi-Mu… se encontraba en las últimas. Olfateó un vaso de agua que estaba colocado en la mesita de noche junto a la cama y se dijo: ¡veneno!

- Yo… yo… ¡soy John Williams!.- gritaba ido Fi-Mu-Ci-Té.- Cristóbal es el culpable…

Sam Waldo sonrío con crueldad: “O el inteligente. ¡Nos vemos en el infierno, pesadilla!”

Saltó por la ventana y se perdió en la noche.

IV.- POR EL PASADO LLORARÁS

Riano tomaba café mezclado con brandy en su despacho cuando recibió una llamada.

Polino, hombre, tanto tiempo sin saber de ti. ¿Qué es de tu vida?

Lo que escuchó al otro lado del aparato transformó al color de la cera el rostro de Riano.

- ¿Está usted seguro?, señor presidente.

El grito que salió al otro lado del auricular hizo desaparecer la sonrisa de Drácula de la boca de Riano.

V.- EL SEGUNDO MÁS LARGO

Waldo deambulaba por las calles de la ciudad con la ropa pegada al cuerpo. La ola de calor africano lo hacía más pesado de lo que el más que sobrante de grasa le permitían tolerar.

Entró en un bar –La loba ladraba un asmático letrero de neón–  y preguntó al barman, un tipo de barba mal recortada y aspecto cansado que respondía al nombre de Claudio según informaba la etiqueta que llevaba colgada del pecho, si tenía teléfono público.

El barman, tras espantar a una colonia de cucarachas de la bandeja de ensaladilla le indicó sin ganas el final del pasillo.

Waldo introdujo un puñado de monedas en la ranura. Le dio tiempo a mirar a los clientes, cuatro marineros borrachos acompañados de cuatro señoritas no tan borrachas y algo pintarrajeadas y al fondo, oculta en las sombras, unas delicadas piernas de mujer.

- ¿Sí?.- preguntó una voz al otro lado del hilo telefónico.

- Busco a Daniela Bianchi.- respondió Waldo.

Desde Rusia con amor. La chica más Bond de la serie Bond con permiso de Ursula Andress. ¿Dónde está?

- En un bar. La loba.

- Lo conozco. Dentro de media hora estaremos ahí.

- Ok.

- Ok.

Waldo colgó aliviado. Se acercó a la barra y le pidió al camarero una cerveza.

- Vamos a cerrar.- le dijo Claudio en plan gañán.

- Póngale la cerveza.- le exigió la voz aterciopelada y femenina que estaba oculta en la sombra.

- Como usted diga señorita.- respondió Claudio con sonrisa boba.

Waldo miró las sombras y reconoció la voz.

- Usted.

- Yo.

- Lucha canario.

- Como lucharon nuestros padres.

Waldo se acercó a su mesa con la cerveza.

(Continuará…)

NOTA: Como en las entregas anteriores, los títulos corresponden a novelas de James Hadley Chase; una obra maestra de la literatura de espionaje de Graham Greene; otra negro policial del hoy olvidado Charles Williams; y otra del gran Chester Himes, y por último del gigantesco (sin desmerecer a los anteriormente citados) Bill S. Ballinger.

Saludos, a lo Sweet Home Alabama, desde este lado del ordenador.

Abstenerse cotuferos…

Miércoles, Agosto 4th, 2010

CINCO APLASTANTES OBRAS MAESTRAS

TEA Tenerife Espacio de las Artes inicia este jueves, 15 de agosto, a las 20,30 horas con una sesión doble un ciclo de cine que gira en torno a la exposición Si quebró el cántaro. Abuso y maltrato en la infancia. En esta primera cita, las películas que se proyectarán son los clásicos Cero en conducta, de Jean Vigo, y Los 400 golpes, de François Truffaut. Ambas cintas se pasarán en versión original en francés con subtítulos en español. La entrada para ver estas películas es gratuita, previa retirada de las localidades en la taquilla de TEA Tenerife Espacio de las Artes el mismo día del pase.

El ciclo continuará el jueves 12 con la proyección de Alemania, año 0, de Roberto Rossellini, y seguirá el día 19 con La infancia de Iván, de Andrei Tarkovsky. Concluirá este programa cinematográfico con Léolo (1992), de Jean-Claude Lauzon, que podrá verse el jueves 26.

Y EN SEPTIEMBRE: CIUDADES…

La Filmoteca Canaria recupera su actividad de ciclos el próximo septiembre con Ciudades del Cine, cuyas sesiones se iniciarán el martes 14 de septiembre en los Multicines Monopol, de Las Palmas de Gran Canaria, y el jueves 16 de septiembre, en los Multicines Renoir Price, de la capital tinerfeña.

El primer título que se exhibirá es Manhattan, de Woody Allen. Al que seguirán Bienvenido a Los Ángeles, de Alan Rudolph; Brazil, de Terry Gilliam; Sostiene Pereira, de Roberto Faenza; La bicicleta de Pekín, de Wang Xiaoshuai, Innisfree, de José Luis Guerín y Alphaville, de Jean-Luc Godard.

Y ES QUE ESTE HOMBRE NO PARA, NO PARA…

Josep Vilageliu ha decidido ocupar el periodo vacacional para trabajar en la postproducción de su último mediometraje Modelo(s), un trabajo que trata sobre las obsesiones y que está producido por Laly Díaz.

En el reparto de esta película se encuentra el editor y director de fotografía canario Aitor Padilla, y seguramente la presentación oficial del mismo será en octubre en Santa Cruz de Tenerife.

Modelo(s) cuenta la historia de una chica que sueña con ser modelo y recurre a un fotógrafo para que le haga un book, pero al fotógrafo lo único que le interesa es conseguir que alguien le monte una exposición con su obra fotográfica.

“El mediometraje trata de reflejar el mundo superficial y aparente que tanto seduce a los jóvenes, la cultura del exhibicionismo y el todo vale que venden las revistas y los reallity shows, el intercambio de imágenes en el facebook y las redes sociales y la espesa red de intereses y mercadeo de favores que impregna este mundo nuestro convertido en patio de vecinos”, se informa en una nota recibida a nuestra cuchitril escobillonero.

El mediometraje está protagonizada por Chantal Rodríguez, Verónica Galán, Leonor Cifuentes, Fátima Luzardo y Miguel Ángel Rábade en el papel del fotógrafo.

Y BIENVENIDA AL BLOG  ’EL BAILE Y LAS CADENAS’

Y finalizo con el anuncio que, desde el pasado 29 de julio, el director de Tenerife Espacio de las Artes, Javier González de Durana, mantiene en activo un interesante blog que seguro termina por convertirse en punto de encuentro de los hastiados náufragos que nadamos en el océano de la red. Podrán acceder a este islote de reflexión y pensamiento pinchando en  http://elbaileylascadenas.com.

Y eso es todo por hoy.

Saludos, con el viejo Lou Reed sonando de fondo, desde este lado del ordenador.