Hasta pronto, hermano
Jueves, Diciembre 8th, 2011A Enrique Cichosz no le hubiera gustado que lo recordara con lágrimas.
A un tipo grande y bueno como Kiko hay que recordarlo con una sonora carcajada.
Lo veo ahora en mi cabeza dibujando, escribiendo, tuneando objetos, dando rienda suelta a una imaginación que hacia de la nada pura y desbordante fantasía.
Me he pasado casi todo el día evocando aquellos tiempos en los que el grupo nos reuníamos en su casa, un piso ubicado en la Rambla de Pulido de la capital tinerfeña, para dejar que el tiempo pasara mientras ojeábamos sus libros, sus comics. Mientras hablábamos de cualquier cosa y examinábamos sus extraordinarias ilustraciones, muchas de las cuales dignificaron Historias Extrañas, el fanzine que contra viento y marea sacamos adelante una pandilla de adolescentes presos del veneno lovecraftiano.
Recuerdo un inolvidable y psicodélico viaje al Médano y también cuando Kiko se trasladó con su familia a vivir a La Laguna. A una casa rodeada de magia.
También las formidables meriendas que nos preparaba su madre mientras el grupo hablaba y hablaba e intentábamos pasar a la historia creando al primer súper héroe canario.
Un héroe patoso que adquiría los poderes de una cucaracha para enfrentarse al infernal doctor Vulcano, que tenía su laboratorio dentro de las faldas del Teide.
Aquella historieta no llegó a nada. Pero Kiko moldeó un muñeco del personaje que nos hizo soltar a todos una estruendosa carcajada que todavía resuena en mi cabeza.
Enrique Cichosz fue lo que se dice un pedazo de artista. Un genio con todas sus letras. Un hombre, además, con una extraordinaria capacidad de magisterio. Y con una humildad que desarmaba fruto de un sentido del humor heredado que convertía cualquier tragedia en un chiste.
Kiko es sinónimo de talento. De talento de verdad.
Tuvo una asombrosa capacidad para conectar con su generación a través de sus dibujos y, en los últimos tiempos, a través de sus agudas e ingeniosas reflexiones blogueras en una bitácora virtual que cerró harto de la esclavitud que impone. Afortunadamente, nos regaló lecciones de vida que me llevaré ese día en el que estaré junto a él para dar forma definitiva a nuestro súper héroe con poderes de cucaracha.
En los últimos tiempos sabíamos de nosotros a través de facebook y de los comentarios ocasionales con los que participaba en este blog en el que ahora escribo estas pobres y resignadas líneas para honrarlo con una torpeza que no se merece.
Me quedo tranquilo pensando que, pese a las adversidades, pese a las piedras gigantescas que se le pusieron en el camino, Kiko (o Ike Janacek, como se hacía llamar últimamente) tuvo una buena vida y que todos los que lo conocimos lo quisimos.
Solo lamento que no se dieran las condiciones necesarias para que se reconociera su genio. Un genio en el que no creía porque le era innato.
No lo fabricó para medrar como sí hacen los mediocres.
Le fue natural.
Quizá por eso nunca se lo tomó demasiado en serio.
Y quizá por eso su extraordinaria y desbordante generosidad.
De dar sin pedir nada a cambio.
Kiko/Ike era, fue, es un prodigio.
Uno de esos amigos, y hago extensivo este sentimiento a su familia, a su formidable madre y a sus formidables hermanas, que me hacen pensar que está bien vivir si conoces a gente como ésta.
Hecha de buena pasta, sin estúpidas dobleces.
Saludos, hasta pronto, hermano, desde este lado del ordenador.