Archive for Diciembre, 2011

Versión Original con Subtítulos en Español

Jueves, Diciembre 15th, 2011

No es lo mismo, por mucho que se empeñen algunos, ver una película en versión original subtitulada que doblada. Y ello pese a reconocer que en España se dobla bien.

Muy bien.

Recuerdo el pase hace años, en una ceremonia de los Oscars, de una serie de cortes de películas estadounidenses dobladas a otros idiomas que levantaron la inevitable carcajada de los espectadores. Donde más se rieron los gañanes miembros de la Academia e invitados a la gala fue al escuchar a Groucho Marx parlotear en castellano uno de sus fabulosos chistes. Aquella voz no les sonaba al público a la de Groucho.

Y mucho menos machacando la lengua de Cervantes. Olvidaban los gringos sin embargo que para muchos españolitos venidos al mundo la voz de Groucho era precisamente esa que machaba la lengua de Cervantes. Claro que, con justicia, a todos ellos les sonó a extravagante, como a extravagante debe de resultarnos a todos nosotros escuchar a Paco Rabal o Fernando Fernán Gómez doblados por un actor de doblaje norteamericano, por poner un ejemplo.

Viene todo esto a colación porque leo en El País que la Comisión para el fomento de la versión original en la exhibición de las obras audiovisuales, creada por los Ministerios de Educación y Cultura y órgano de carácter no vinculante, insta que te insta a establecer una obligación de programar películas y series en Versión Original Subtitulada en Español (el V.O.S.E. de toda la vida) en los cines y en la pequeña pantalla.

Los responsables de las cadenas privadas se han llevado las manos a la cabeza al conocer la noticia y han coincidido al calificar esta recomendación de “tontería” mientras el presidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho, cree por el contrario que se trata de una demanda ”pedagógica.”

Es probable que algunos piensen que González Macho piensa así porque, de alguna manera, si se tuviera en cuenta esta todavía recomendación, muchos espectadores dejarían de lado el cine que nos viene de fuera y rodado en otros idiomas en favor de producciones nacionales y de los países donde se habla el español con tal de ahorrarse leer los puñeteros subtítulos.

Craso error.

Por lo que coincido con González Macho en que si de verdad se pusiera en marcha esta medida, sus efectos resultarían a la postre sanadores. Sanadores para un público que desconoce la voz –y la labor que en ocasiones implica forzar el acento porque así lo requiere el personaje– de los actores porque les permitiría descubrir la dimensión de su trabajo.

En cine, el caso más disparatado de versión doblada que he visto en los últimos tiempos fue el de Babel, una película que basaba su gracia en la pluralidad de lenguas en la que fue rodada. La contemplé en una sala tan rigurosa y cinéfila como son los Renoir de la capital tinerfeña. Salas que, como todo el mundo sabe, no exhibe en la capital tinerfeña largometrajes en versión original.

Los casos más extremos con el doblaje, si viajo en el tiempo, son todos aquellos musicales en los que incluso se atrevieron a doblar las canciones. En mi memoria está grabado al rojo vivo en el casillero de parodias involuntarias  a Julie Andrews enseñar a los niños las notas musicales en Sonrirsas y lágrimas o a Dick Van Dyke entonar un excéntrico dulces pitos en la inolvidable Chitty Chitty Bang Bang, entre otras majaderías.

Igual de descacharrante era cuando en el filme aparecían extranjeros. El doblador estaba obligado a imitar un acento foráneo que en el caso de si era de origen alemán subrayaba las rrrr; francés las gggg y chino las inevitables llll.

Unos ejemplos:

ALEMÁN (doblado al español): ¡Voy a matarrrlo perrro inglés!

FRANCÉS (doblado al español) ¡Voy a mataggglo pegggo inglés!

CHINO (doblado al español) ¡Voy a matallllo pelllo inglés!

Esta semana, que me la he pasado gracias a la generosidad del amigo Carlos (Carrrlos, Caggglos, Callllo) viendo la estupenda teleserie La gente de Smiley en V.O.S.E., no dejaba de preguntarme cómo sonaría la voz de sir Alec Guinness en español interpretando al equívoco agente secreto ahora jubilado.

Me voy de todas formas tranquilo a la tumba ya que sé que Alec Guinnes no sería el mismo con la voz suplantada.

El artículo de El País explica que esta comisión nace tras una Enmienda transaccional en la mesa del Senado que solicitaba el pasado 12 de julio al Gobierno a fomentar la versión original y la difusión de las lenguas oficiales en la que todos los grupos votaron a favor, excepto el PP, que se abstuvo. “A nosotros nos dijeron que pensaban que se debía ir más lejos”, asegura Cuadros. “No hemos presentado el informe antes porque no podíamos hacerlo durante la campaña electoral. Efectivamente, nos han faltado meses de legislatura para desarrollar esta iniciativa”.

El artículo concluye así que será el nuevo Gobierno quien “deberá decidir si el informe es papel mojado o el inicio de un profundo cambio social.”

Y la verdad es que no sé si significará un profundo cambio social si se implanta el V.O.S.E. en los cines y las televisiones de este país con hambre, pero a los que nos gusta ver imágenes en movimiento en Versión Original con Subtítulos en Español sí que les harían un poquito más feliz su existencia en unos tiempos tan poco felices como los que vivimos.

No, no suena igual el You talkin’ to me? que el ¿Me hablas a mi? de Robert, Taxi Driver, De Niro.

Saludos, no, no es lo mismo, desde este lado del ordenador.

Olé, olé y olé

Miércoles, Diciembre 14th, 2011

Érase una vez un excelente periodista que se dejó seducir por la magia de las palabras.

Cosas del destino, y en un periódico que contra viento y marea navegaba en las agitadas aguas de la información como fue la primera etapa del buque fantasma La Gaceta de Canarias, decide abandonar la cubierta para formar parte de la sala de máquinas y compartir tareas junto a un extraordinario grupo de correctores como Olegario y Ezequiel, entre otros, con la ingrata misión de mejorar los textos que se les presentaban para lograr el milagro, y nunca reconocido trabajo, de limpiar de enojosas imperfecciones aquellos textos mientras la noche caía y ellos quemaban sus pupilas consultando diccionarios y soltando algún taco ante los insólitos castigos al español que leían y releían apremiados por el puto cierre.

Si bien su romance con la matemática del idioma le venía de muy atrás a Ramón Alemán Gutiérrez, creo que fue precisamente en La Gaceta de Canarias donde brotó definitivamente esa obsesiva y tan necesaria pulcritud por la lengua que tras consolidar en otros periódicos hizo realidad maníaca en su recomendabilísimo blog Lavadora de textos, bitácora en la que nos presta generoso consejo a todos los magos y paletos que utilizamos esta herramienta por la gracia de Dios.

Ramón Alemán, que es uno de esos tipos que cuando habla de lo que sabe, y sabe mucho de lo que habla en cuanto a limpieza de textos se refiere, ha seleccionado algunos de los post de su blog para traspasarlo al papel en un libro, Lavadora de textos, que dará a conocer este jueves, 15 de diciembre, en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Santa Cruz de Tenerife a las 18 horas.

Ramón estará muy bien acompañado en el acto.

El filólogo Alberto Gómez Font, coordinador general de la Fundación del Español Urgente (Fundéu) y miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), presenta esta obra con la que Alemán ha logrado lo imposible: resolver las dudas más comunes (o no) que tenemos con el idioma empleando para ello una prosa que, a mi juicio, resulta tremendamente creativa.

Es más, creo que el corrector y periodista se ha hecho escritor con su blog. Blog que en su cuenta de facebook alcanza ya el millar de seguidores hambrientos de leer sus textos. Muchos de los cuales son deliciosas piezas en la que el muy canalla (con cariño) consigue que lo espeso se haga ligero. Es inevitable por eso dibujar en los labios una sonrisa cuando se leen sus bien armadas reflexiones, y un regalo la forma en la que nos revela, entre otros arcanos, la razón de que las comas sean tan puñeteramente bohemias.

Buena parte de los artículos de Lavadora de textos pretenden así resolver dudas y otros dar respuestas a preguntas que el propio Ramón se hizo en su día sobre algunos misterios de la ortografía, la ortotipografía y la gramática del español. “Las soluciones en ambos casos –cuando las había– las encontré en la Real Academia Española, en la Fundación del Español Urgente y en la sabiduría de grandes maestros como Manuel Seco, José Martínez de Sousa, Fernando Lázaro Carreter, Leonardo Gómez Torrego y Álex Grijelmo”, explica el autor de este libro imprescindible.

Con Lavadora de textos –el libro y el blog– Ramón Alemán rinde además tributo a todo ese colectivo de profesionales que hoy paradójicamente está desapareciendo de las redacciones como son los correctores de textos. Hombres y mujeres cuya tarea no entra en los planes de una prensa que, mordida por la crisis, a los primeros a los que suele expulsar son a los que con su esfuerzo y trabajo consiguen el milagro que el periódico de todos los días aparezca sin erratas, errores gramaticales… En definitiva, los que hacen que su lectura no suponga un insulto a la inteligencia del lector.

Si el blog ya es de consulta obligada para los que tenemos preocupaciones por estos temas, el libro que ahora presenta Ramón Alemán es un regalo para los que continuamos enganchados al papel.

Papel, por otro lado, en el que Ramón Alemán es un extraordinario consejero.

Así que anímense, y más en estas fechas, para regalar esta Lavadora de textos.

 Saludos, maestro, desde este lado del ordernador.

Emociona, conmueve, hace pensar

Martes, Diciembre 13th, 2011

Robert Redford es un hombre que además de su notable atractivo físico aún conserva un puñado de inquietudes que, cuando logra ordenarlas en su cabeza, genera excelentes trabajos tras las cámaras. Su última película como director, La conspiración, es un buen ejemplo de ello. Y a ello se debe un guión perfectamente alambicado en el que se mezclan géneros como el histórico, el procesal y el político cuyas piezas se unen con una desarmante sencillez –pese a su complejidad– para contarnos a través de imágenes uno de los momentos claves en la historia de los Estados Unidos.

Tengo debilidad confesa por la Guerra de Secesión, ese periodo que dividió en dos violentas mitades a un país que todavía se estaba forjando como nación. El símbolo de ese momento recae en Abraham Lincoln, hombre y político magistralmente retratado en la novela de Gore Vidal y sombra, la de Lincoln, que planea en el filme de Redford porque La conspiración trata, precisamente, del juicio militar que se celebró sobre las personas que intervinieron no solo en el asesinato del presidente sino también en los atentados al vicepresidente y secretario de Estado de su gabinete.

La conspiración es un filme denso. Pero de una densidad que se mastica y digiere con insólita facilidad porque tiene el aroma de los clásicos. Sus lecturas, además, resultan muy de nuestro tiempo y no es equivocado pensar cuando uno la está registrando con su pupila en los presos hacinados en la actualidad en Guantánamo y en cómo el poder explota el miedo para controlarnos.

Afortunadamente, la película de Redford no se queda solo en este discurso. También es un eficaz vehículo de tesis, si quieren, para criticar, sin excesivos subrayados, la maquinaria del poder cuando actúa contra el individuo, en este caso una mujer, al que las circunstancias han colocado en el centro de la vorágine.

De fondo, pero también fusionando en el relato, un personaje que pierde la inocencia ante el sistema que contribuyó a defender en los campos de batalla.

La conspiración es un largometraje con signo político obvio, un alegato contra la pérdida de libertades del individuo ante un Gobierno que en nombre de la paz recurre a toda clase de mecanismos para condenar a la horca aplastando si es necesario la presunción inocencia de sus ciudadanos.

La conspiración enciende así el sentido de alarma de cualquier espectador con dos dedos de frente, y contemplando el indignante juicio al que se sometió a la única mujer acusada de haber formado parte del asesinato a Lincoln, se pregunte si de verdad vivimos en un país libre.

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto viendo una película. Una cinta que me conmoviera y me hiciera saltar las lágrimas. Una de esas películas que cuando sales de la sala aún te sigue devorando por dentro mientras miras a tu alrededor con otros ojos, consciente que no eres nada como célula diminuta que forma parte de un cuerpo, el Estado, para el que prácticamente no existes.

Deambulas como sonámbulo a tu casa. Agradeciendo la enorme capacidad que tiene el cine norteamericano para escarbar en su propia mierda y también el terrible mazazo que te da en la cabeza cuando, cada vez más ocasionalmente, cineastas como Redford nos recuerda que, pese a las circunstancias, merece la pena enfrentarse a un sistema que presume que todos los hombres somos iguales ante la ley.

La conspiración es una película para ver. Uno de esos títulos que brotan como una fuente en medio del desierto del cine actual. Un trabajo que me hace pensar que este arte atontado últimamente aún tiene energía para provocarte.

Buena añada de estrenos la de los meses finales de este 2011 negro. Pienso en lo último de Redford, en lo último de Cronenberg, en lo último de Polanski.

Cine mayúsculo rodeado de tanto cine minúsculo.

Así que no todo está perdido.

Saludos, aún noqueado, desde este lado del ordenador.

Leánse ‘El caso del cliente de Nouakchott’

Lunes, Diciembre 12th, 2011

Jaime Mir me entregó a finales de los años ochenta el original de una novela que había estado escribiendo en sus ratos libres con la idea de que la leyera. El trabajo llevaba el título de El caso del cliente de Nouakchott y la dejé reposar unas semanas porque estaba metido en otras cosas. Fruto del azar, me llevé el manuscrito a Icod de Los Vinos cuando un buen amigo me invitó a pasar unos días en la casa de unos familiaresy fue allí, bajo la metafórica sombra del Drago Milenario, cuando empecé a leer un original que primero me soprendió, más tarde me hizo reír y, finalmente, sumergir en un relato muy bien alambicado en el que Jaime Mir, por primera vez en la historia de las letras que se escriben en esta región desestructurada, narraba en clave policíaca.

Al jurado del Benito Pérez Armas debió de sucederle igual, ya que El caso del cliente de Nouakchott obtuvo en 1990 el premio de Edición, lo que posibilitó que su publicación y que se transformase en una especie de novela de culto cuyos lectores reclamaban más y más títulos de su protagonista, el más que cínico, irónico detective privado Carlos Alberto Rico, Jeque para amigos y enemigos, sin resultado alguno.

Por razones que no merecen la pena explicar, Jaime Mir renunció a continuar escribiendo. Y cuando digo escribiendo me estoy refiriendo a que Jaime Mir se apartó del mundo de la creación literaria para dedicarse a otros menesteres, por lo que el fenómeno de El caso del cliente de Nouakchott se diluyó con el paso implacable de los años.

En septiembre de este año, me reuní con los responsables de la editorial Oristán y Gociano porque tenían que darme una agradable noticia. Quedamos en una cafetería próxima al teatro Guimerá y allí se me comunicó que iban a reeditar El caso del cliente de Nouakchott. Para resumir solo puedo decir que esa soleada y calurosa mañana de septiembre los de Gociano y Oristán me alegraron el día.

Veintidós años después, la nueva edición de El caso del cliente de Nouakchott se presenta este martes, 13 de diciembre, en la sala de actos de la Mutua de Accidentes de Canarias (MAC, Robayna, 2) en Santa Cruz de Tenerife, a las 19.30 horas, acto en el que se me ha honrado para que esté en la mesa junto a los escritores Mariano Gambín y Javier Hernández.

Muchos se preguntarán porque no estará en la mesa Jaime Mir y la respuesta, no me he cansado de explicarla estos días por activa y por pasiva, es que Jaime se toma demasiado en serio su trabajo como escritor. Trabajo que, afortunadamente, ha vuelto a recuperar porque ahora mismo está armando una nueva historia protagonizada por Jeque. Un Jeque jubilado. Y el asunto promete por lo que he podido leer.

Jeque, que es un detective privado que preferiría pasarse la vida tumbado a la bartola, aparece también en otro relato que se publicó en los volúmenes de ganadores y accésit del Félix Francisco Casanova. No hay más Jeque vivito y coleando en otras páginas. Así me lo confirmó el propio Jaime, bastante abrumado por la reedición de El caso del cliente de Nouakchott, una novela que no me cansaré de calificar de culto y pionera de lo que más tarde se ha producido del género negro criminal escrito en Canarias.

Es probable que esté mal que lo diga, pero con la nueva edición (corregida) de este excelente relato que hace reír y llorar, que despierta emociones y que se lee con asombrosa facilidad porque despierta la atención del lector, todos los interesados en la novela policíaca y también en la literatura sin prejuicios intelectuales, debería de devorar para darse cuenta que la novela de género puede ser también sinónimo de alta literatura. Que no hay que recurrir a lenguajes herméticos ni experimentalismos tontorrones cuando lo que se quiere es contar algo tan difícil como una buena historia.

Y Jaime Mir lo consigue. Lo consigue no ya por la feliz creación de ese detective privado al que le gusta comer, entre otros platos, un ración de tollos con sus papas arrugadas, sino también porque está poblada de personajes creíbles a los que apenas ha arañado el paso del tiempo.

Jaime logra, además, una acertada descripción de la enfermiza vida de una capital de provincias en una década, los ochenta, que no resultó para nada prodigiosa; y tuvo buen oído para reflejar en papel el argot que utilizábamos algunos en aquel entonces.

No es, en contra de lo que haya podido leer por ahí, El caso del cliente de Nouakchott una obra cínica. Se equivoca quien así lo piense. El caso del cliente de Nouakchott es una novela demoledoramente irónica. Pero sin abusar. También el retrato de un perdedor que no hace sangre de su derrota.

Por todo esto y muchas cosas más, no se la pierdan.

Saludos, es solo un consejo, desde este lado del ordenador.

Extraño domingo extraño

Domingo, Diciembre 11th, 2011

Domingo extraño y casi tan baboso como una canción interpretada por Michael Buble.

Me asaltan recuerdos que creía borrados.

Y se me escapa alguna lágrima que empaña los ojos.

Siento un dolor inquietantemente incómodo en el estómago.

I.- EL BUEN PASTOR

“- Le preguntaré algo. Nosotros, los italianos, tenemos a nuestras familias y la Iglesia. Los irlandeses, su patria y los judíos, su tradición. Hasta los negros tienen su música. ¿Y ustedes, Señor Carlson ¿Qué tienen?

- Los Estados Unidos de América. El resto está sólo de visita.”

Vuelvo a ver El buen pastor (Robert de Niro, 2006) y sigo descubriendo nuevas claves en esta extraordinaria película. Y pienso, porque a veces me molesto en poner en movimiento a mis células grises, que pese a que me la sepa de memoria, que pese a que conozca cómo acabará la historia, una película es grande cuando la vuelves a ver y a ver y la descubres como la primera vez aunque ahora con renovadas y alentadoras perspectivas.

Concluyo: El buen pastor es, sin duda alguna, una de las mejores películas de la primera década del siglo XXI . Así que espero, con una delicada y transparente baba resbalando por mis labios qué tal será la versión cinematográfica de El topo, que adapta la novela escrita por el peculiar John le Carré. Un escritor difícil, lento, al que hay que cogerle el punto.

 II.- CAMINANDO POR EL RASTRO

Recorro el Rastro de la capital tinerfeña porque me refresca el alma pasear por este zoco caótico y desquiciado las mañanas de los domingos. El mayor logro que me procura, reflexiono, es que cuando estoy en el Rastro mantengo la mente en blanco. Camino por su irregular y misteriosa geografía como un cazador, investigando en sus puestos desordenados mientras rebusco entre montañas de libros y otras morrallas. Casi siempre encuentro algo interesante.

Hoy, por ejemplo, tropiezo con dos señoras mayores bastante molestas quitándome espacio vital cuando me inclino sobre unas cajas repletas de volúmenes de otras épocas que quizá fueron más –o menos– felices que las que vivimos. Una de ella expresa con una sorprendente vocecilla infantil su alegría a su amiga-o su hermana-o yo qué sé cuando pesca del montón un ejemplar de viajes bellamente ilustrado.

- Hay fotos de la China, de la China… .- repite la señora.

En otro lugar me encuentro con un ejemplar de Doctor Arrowsmith de Sinclair Lewis bastante estropeado por la humedad y con alguna página rota. Se lo hago saber al del puesto.

- Es que vino así.- responde encogiéndose de hombros.

Se trata de una edición de los años cuarenta.

Y no, no creo que viniera así.

Mis adquisiciones, hasta ese momento en la bolsa de Mercadona que llevo encima, son Laura, de Pío Baroja, y La ventana siniestra, de Raymond Chandler. Editadas las dos en la colección Libro Amigo de Bruguera.

 III.- LA TV CANARIA LOCA

 Interesante la programación cinematográfica de la TV Canaria de la tarde dominguera: las extraordinarias Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006) y V de Vendetta (James McTeigue, 2006). Mientras las veo no dejo de sonreír en silencio, imaginando el acto de rebeldía del programador. Las dos cintas presentan una Gran Bretaña futurista bajo sistemas totalitarios. Me pregunto si el puto euro ha tenido algo que ver en su exhibición.

IV.- EL ÚNICO REGALO DE REYES

Encuentro en el Corte Inglés una película de John Huston que vi hace mucho, mucho tiempo: Éramos desconocidos. No es uno de los trabajos más conocidos del director pero sí, para quien les escribe, uno de sus títulos más recordados. La acción se desarrolla a finales de los años veinte en Cuba, en plena dictadura de Gerardo Machado. El guión lo firma el propio Huston junto a Peter Viertel. Sus protagonistas son (me pongo de rodillas) Jennifer Jones y John Garfield. Probablemente se trate de mi único auto regalo de Reyes en unas Navidades donde no habrá otros regalos de Reyes.

 V.- FUNDIDO A NEGRO

 Mientras subo a casa gira y gira en mi cabeza una frase de El buen pastor: “Nunca se sabe lo que nos deparará el futuro… La victoria tiene cien padres. La derrota es huérfana”.

 Saludos, Sunday, Sunday, desde este lado del ordenador.

¡Achamán! Un corto canario cuenta una historia

Sábado, Diciembre 10th, 2011

Si para quien les escribe Los pechos de Paula de Daniel León Lacave fue uno de los descubrimientos más felices del cortometraje rodado en Canarias en los últimos años precisamente por evitar facilones experimentalismos y preocuparse en contar una historia que fuera entendida por públicos de distintas edades y condiciones, me han vuelto a asaltar estas mismas sensaciones la pasada noche mientras veía Hermanos de sangre, la segunda experiencia cinematográfica del granadillero Damián Armas.

En ambas cintas –Hermanos de sangre y Los pechos de Paula–  se producen una serie de casuales coincidencias que ponen de manifiesto, a mi juicio, que el corto canario puede ir más lejos de su habitual y roñosa mirada de ombligo y de lo que algunos osados insisten en denominar como cine guerrillero (¿?).

Hermanos de sangre cuenta simple y llanamente una historia. Y si bien al final se le va un poco la pinza, no deja de resultar un atractivo trabajo de entretenimiento ambientado en los años sesenta en un pueblo del sur de Tenerife que podría ser cualquier pueblo de estas islas abandonadas de la mano de los dioses.

El filme propone, a ratos con un interesante realismo poético, el relato de dos hermanos campesinos al que la fuerza de las circunstancia separa aunque vuelvan a unirse dos años después. Los hermanos son las dos caras de una misma moneda, una especie de Caín y Abel que no están sometidos a la mirada castigadora de un Dios vengativo sino de una madre ida, alcohólica y amargada.

Está bien dibujado, en este sentido, el retrato aislado y rural en el que se mueven en principio estos tres personajes. Personajes que se muestran con una tosca pero también agradecida canariedad que, en su segunda mitad, se transforma en un drama con la aparición de un cuarto personaje, una atractiva mujer que despertará los celos en sus dos protagonistas masculinos.

A Hermanos de sangre se le puede cuestionar muchas cosas. Entre otras, una realización demasiado estática, casi más pendiente de la historia que en cómo traducirla en imágenes, pero ese –quiero pensar que involuntario clasicismo– encaja bastante bien en una trama que sabe despertar emociones y cuyo peso descansa en el trabajo de unos actores que lo hacen realmente bien. En especial la notable actriz cubana Mirta Ibarra, que interpreta el papel de la madre de los dos hermanos.

El corto de Damián Armas, que se estrenó el viernes 9 de diciembre en el recuperado cine Víctor de la capital tinerfeña con una sala repleta de público, no me ha parecido así cine soso sino cine, muy al contrario, que logra atrapar la atención del espectador. Que se mete en la pantalla porque desea conocer como terminará la historia.

Historia que no es otra cosa que un interesante, y más que filial, homoerótico drama familiar con una curiosa y trágica vuelta de tuerca que se desarrolla en una agreste geografía sureña.

Y la cosa, ¡Achamán!, funciona.

Funciona porque el público la contempla  con atención. Tanta, que escuchas el murmullo de algunos espectadores que se quieren adelantar a la acción (¡el mudo, el mudo la mata!, oí durante la sesión) mientras otros lamentan las vicisitudes que castigan a sus personajes.

Bastantes de esas murmuradas conversaciones me llegaron como olas que arrastra el mar hasta la orilla mientras observaba estos Hermanos de sangre rodeado de rostros desconocidos.

Con todo, no es un corto redondo. A veces se pierde y su final no termina de cuajar con una historia que hasta ese momento si por algo se distinguía era por su creíble dramatismo, pero gustará a todos aquellos que solo esperan de una película algo tan difícil como es que le cuenten una historia.

Y esta experiencia, modesta pero también ambiciosa en sus pretensiones, convence en ese aspecto.

Es decir, que tras verla sales con la sensación de que no te han tomado el pelo. Y eso cuando hablamos de cortos canarios es un feliz descubrimiento, habituado como estoy a aburrirme con tantas experiencias pseudo intelectuales con pretensiones autorales.

Afortunadamente, Hermanos de sangre no va en esa línea. Es cine bien escrito y cine bien rodado. Apto para toda clase de públicos.

Y ese, a mi juicio, es su mayor virtud.

Entretiene.

El mudo, el mudo la mata. La mata…

Saludos, es lo que hay, desde este lado del ordenador.